Los tríos
Los aficionados a la canción romántica recuerdan con especial fruición el año 1948, fecha del debut del trío Los Panchos en el cabaret El Patio. El éxito de la presentación fue contundente y persistente. Los años consiguientes a ese debut merecieron llamarse "Época de Los Panchos".
El novedoso trío Los Panchos parecía inaugurar también un estilo de tocar y cantar. Aunque desconocido en México, el grupo se había formado desde el año 1942 en la ciudad de Nueva York, en donde aparte de recibir algunas influencias, se había encargado de llevar el "mensaje musical mexicano" en una gira por los campamentos de reclutas norteamericanos. Su repertorio de aquella época, Perdida, Una copa más, Rayito de luna prefiguraba en cierta manera el estilo que los haría famosos: un cruce entre el rítmico bolero y un melifluo sentimentalismo que provenía de la canción romántica.
Antecedentes de los tríos
El estilo inaugurado por Los Panchos fue producto de influencias de diferente naturaleza y procedencia. La historia se inició en 1927 con el trío Garnica-Ascencio que hacía furor en una larguísima temporada en el Teatro Lírico, en donde cantaron por primera vez la canción Nunca de Guty Cárdenas. Su estilo era más bien campirano, con una distribución muy aguda de las voces. Poco después, los Cuates Castilla se especializaron en el estilo sensual de cantar el bolero a dúo, a imitación de los conjuntos yucatecos y los hermanos Martínez Gil.
En 1927, los Trovadores Tamaulipecos añadieron al estilo de conjunto vocal, un uso virtuosístico de la guitarra, que provenía del estilo de ejecución del arpa en el huapango. En 1936, con la canción Relámpago, los hermanos Martínez Gil lograron un estilo romántico citadino de los años cincuenta. En 1940, Roque Carbajo, con sus canciones Tristeza y Angustia, contribuyó a establecer el género de repertorio que manejarían años más tarde, y en exclusividad, los tríos boleristas.
Otro suceso importante ocurrió en el año 1943, ya que marcó la llegada a México de los tríos de estilo caribeño con el trío Avileño y el trío Urquiza que más tarde se desintegraría. De la instrumentación característica del conjunto: guitarras con tres cubano (una guitarra con tres cuerdas dobles) y una serie de percusiones como las tumbadoras, bongoes, maracas y claves, derivaría más tarde la infaltable maraca del trío romántico.
En 1945, en Nueva York, Chucho Navarro ya actuando con Los Panchos introdujo e inventó el requinto, una guitarra pequeña y muy manuable que se afina una cuarta más alta y cuya forma es similar a la guitarra eléctrica; con el diapasón totalmente liberado, permite maniobrar con comodidad y rapidez en los tonos altos.
El nuevo estilo
A partir de Los Panchos, los boleros se ejecutarían según el modelo impuesto por ellos: el requinto iniciaba una introducción muy libre del tema de la canción y al terminar el ciclo de versos del bolero, se reintroducía el requinto antes de la repetición o para ir a la tradicional segunda parte del bolero.
El requinto enriquecía la calidad sonora del trío con un sonido más ligero y más incisivo, cuya agilidad lo hacía especialmente útil en las ornamentaciones y rápidas estilizaciones de la melodía.
En el ambiente artístico de la capital a fines de los años cuarenta, el estilo de Los Panchos constituía, sin lugar a dudas, no sólo una novedad sino un avance. A diferencia del trabajo improvisado y mediocre de muchos conjuntos de aquellos años, Los Panchos imponían un estilo acabado como producto de un persistente trabajo, ensayos disciplinados y variados acoplamientos de las voces. Al introducir una tercera voz libre, que podía entretejerse, aun en los registros bajos, se lograron realizar saltos de cuartas y quintas o inclusive partes cromáticas. Al igual que el blues norteamericano de aquellos años, Los Panchos solían introducir en sus finales, coros de soporte y acordes de sexta. Todo esto constituía un enriquecimiento. Pronto se empezaron a crear canciones adaptadas al nuevo estilo del trío: Contigo, Rayito de luna, y se pudo desarrollar una interacción entre los tríos y los creadores de canciones. En la mayoría de los casos alguno de los miembros del trío era el encargado de realizar las composiciones a la medida de las posibilidades y preferencias del grupo.
Los Panchos fueron, antes que nada, un estilo; a partir de ellos, todo resultó panchizable, lo mismo una canción estilo caribeño como Espinita de Nico Jiménez, que una canción de Lara o un estudio de Chopin: el opus 10 No. 3 que se convirtió en un hit bajo el nombre de Sublime ilusión.
Algunas canciones del año 1949 contribuyeron a fijar el tipo de canción característico del trío romántico: Sin un amor y Un siglo de ausencia de Alfredo Gil y Rayito de luna de Chucho Navarro establecieron el modelo que se seguiría en años posteriores.
Los cincuenta: apogeo de los tríos.
Pronto, a imitación de Los Panchos, surgieron cientos de grupos con nombres noblemente imaginativos: condes, duques, príncipes, dandys, etc.
En 1949 Edmundo Domínguez compuso Loca pasión iniciando una avalancha de canciones para trío que hicieron época: Contigo de Claudio Estrada, Limosnero de amor y Remolino de Alberto Videz, junto con Un solo corazón de Rafael de Paz.
En 1951, la canción Tres dilemas de Vicente Garrido dio una nueva forma al bolero y se adaptó perfectamente al nuevo estilo de ejecución del trío. A partir de ese momento, las canciones para trío tuvieron un corte característico: Luna de octubre de José Antonio Michel y Ladrona de besos entraban ya perfectamente dentro de la definición de canción para trío.
En general, los años cincuenta fueron dominados por los tríos y su repertorio especializado que crecía día con día. El crucifijo de piedra (1954) de los hermanos Cantoral, Espinita (1954) de Nico Jiménez, Historia de un amor del panameño Carlos Almazán iniciaron otra serie de sentidas canciones para trío. Todos estos años fueron de una gran demanda para los tríos. La totalidad del repertorio romántico parecía impregnarse del estilo de Los Panchos.
Según Gustavo Prado, integrante de Los Diamantes, un importante grupo fundado en 1949, Los Panchos lograron dignificar la profesión y hacer posible que los tríos entraran en lugares que les estuvieron vedados por años. Antes de la aparición de Los Panchos, los tríos se dedicaban a dar serenatas y a cantar en los bares; después de ellos, adquirieron rango social y alta jerarquía dentro del ambiente. Las disqueras se los disputaban, los más caros centros nocturnos les ofrecían trabajo.
No tardó el estilo romántico de los tríos en trascender y cruzar las fronteras. Los Panchos viajaron a Japón y abrieron un sorprendente, entusiasta y duradero mercado para los tríos mexicanos. A partir del primer viaje de Los Panchos al Japón, las plazas han estado siempre abiertas para los tríos románticos en el Medio y Lejano Oriente, Estados Unidos, Sudamérica y, por supuesto, en ese mercado natural para los artistas mexicanos que se localiza en Los Ángeles y en Chicago.
La vida musical, la creación de canciones en México giraron durante los años cincuenta en torno a los tríos, al grado que a los premios instituidos como El Disco de Oro hubo que añadirse la categoría trío. Nuevas canciones salieron a la luz; en 1956 Álvaro Carrillo dio uno de los últimos impulsos al bolero romántico con Amor mío. En 1958, Güicho Cisneros, el compositor oficial de Los Dandys compuso Gema y Benjamín Correa del grupo Los Caballeros publicó Invierno. En 1959 Álvaro Carrillo compuso dos clásicas del género: Luz de luna y Sabor a mí, sólo comparables en popularidad con Alma de cristal y Tres regalos, compuestas en el mismo año por Güicho Cisneros.
Al producirse la saturación del mercado provocada por el exceso de tríos, cada grupo inició una búsqueda de la originalidad a toda costa. Pero las posibilidades de variación eran muy limitadas. Como resultado, pronto se llegó a un exceso de barroquismo en el uso del requinto y a un amelifluamiento afeminado en las voces, que colocaron el estilo del trío en el margen entre la chabacanería y el sentimentalismo cursi. De esta manera, la decadencia del estilo de trío otorgó la razón a muchos de los críticos del género que veían en Los Panchos una amenaza a la pureza de la canción mexicana, en razón de su cursilería y amaneramiento.
Los años sesenta señalan la invasión del rock en México y el nacimiento de una nueva sensibilidad. La producción de boleros y canciones para trío disminuyó; pocas canciones tuvieron la calidad de Mientes (1961) de Daniel Pérez Arcaraz, Cuando muere el sol (1961) de Federico Baena, Mi amor por ti (1962) de Miguel Pous y Seguiré mi viaje de Álvaro Carrillo.
La duración del estilo de los tríos podría totalizar más de treinta y cinco años, aunque en realidad la decadencia se hubiese iniciado a principios de los años sesenta, cuando aún seguían actuando los grupos más famosos. La creación de repertorio cesó, los grupos se dispersaron y se siguieron repitiendo hasta el cansancio los mismos patrones de ejecución. Actualmente, aun para los más famosos tríos sobrevivientes, el final está próximo; aunque una buena parte del público aún quisiera escuchar el repertorio habitual de los tríos, pocos empresarios se arriesgan a contratarlos.
(Tomado de: Moreno Rivas, Yolanda - Historia de la Música Popular Mexicana. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza Editorial Mexicana. México, D.F., 1989)