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lunes, 2 de diciembre de 2019

Respuesta al Presidente, 1968


Respuesta al Presidente


(Revista ¿Por qué? No. 16, 18 de septiembre de 1968)


Escuché con profunda atención el informe lleno de cifras y datos estadísticos que nos permite obtener una visión muy limitada del desarrollo económico del país. Adolece este informe de serias omisiones en lo referente al juicio crítico que debería presentarse con respecto a nuestra independencia económica. No escuchamos en su alocución, de más de tres horas, ninguna mención a la captura creciente de nuestra superestructura económica por intereses monopolistas extranjeros. Considero que aún cuando son cosas del dominio popular, es necesario que la máxima autoridad de la República se pronuncie en favor o en contra de semejante situación.
Escuchamos que la industria petrolera pertenece a la nación desde hace 30 años y que ha constituido  uno de los pilares fundamentales para construir el México moderno; fuimos informados que la industria eléctrica, la captación de agua para generar electricidad, los sistemas de conducción de ese precioso combustible, los ferrocarriles de México, los modernos aeropuertos, las grandes carreteras, los puertos marítimos en manos de la Nación Mexicana, han sufrido un desarrollo innegable en los últimos años y que ese desarrollo se debe -¡Quién pudiera dudarlo!- al continuo esfuerzo de miles de técnicos, cientos de miles de obreros y de millones de trabajadores de la ciudad y del campo. Y que todos ellos son mexicanos. Nadie puede discutir esa realidad, Señor Presidente, aunque algunos podríamos decir que mucho del dinero empleado en semejantes obras va a parar a los bolsillos de algunos de los que frente a usted le interrumpieron 90 veces para ovacionarle. La falta de honradez que priva en el régimen es también del dominio popular, y usted no lo ha mencionado.
Y con ser tal realidad asunto muy grave, lo es menos que la omisión que ahora preciso. ¿Por qué no informa al pueblo de la captura de la industria alimenticia, de la industria química, de la industria automotriz, en fin, de la industria manufacturera por intereses monopolistas extranjeros, principalmente norteamericanos? ¿Por qué no se informa al pueblo de México que el comercio está cada vez más controlado por los grandes consorcios norteamericanos? ¿Por qué no se dice a este pueblo, que ansioso esperó el informe presidencial, que la radio, la televisión y la prensa del país viven gracias a la publicidad que pagan esos grandes consorcios que día con día se apoderan de jirones de nuestra soberanía? ¿Por qué? ¿Por qué, Señor Presidente?
¿No se considera, acaso, que esos medios de información atenderán primero a sus intereses económicos, a los intereses de su país de origen, antes que a los intereses de nuestro pueblo que usted ha dicho “no sabe manejar billetes de banco y que muy rara vez siente el halago de una caricia”?
Son omisiones. Señor Presidente, que a este ciudadano le parecen graves. Y quiero participar que no me considero poseedor de la verdad, por lo que estoy dispuesto a reconsiderar mi opinión, si con razones se me demuestra lo contrario.
Sin embargo, pienso que en las circunstancias actuales, todos los esfuerzos que el pueblo mexicano desarrolla para lograr más petróleo, más energía eléctrica, más carreteras, más ferrocarriles, presas, puertos, etc., contribuyen a poner mayores facilidades a quienes luego vienen a llevarse nuestra riqueza a otros suelos, a otros pueblos. Y yo diría, con el pueblo de México, que esa riqueza es nuestra y que debemos repartirla entre los mexicanos. Aquellos pueblos tienen lo suyo y tienen el derecho, también, a disfrutarlo sin interferencias extrañas, ni abiertas ni simuladas.
Su mensaje político adoleció también de omisiones importantes. Por ejemplo, usted olvidó decir que en su gobierno, como casi en todos los que le han precedido en la etapa posrevolucionaria, no se respetan las garantías individuales que consagra la constitución general de la República. Un ejemplo elocuente lo constituye la agresión de que fui objeto por agentes de la policía la noche del 28 de agosto, hace algunos días, y que probablemente usted conoció por medio de la prensa. No hubo ninguna rectificación de parte de las diversas policías y puedo considerar, con legítimo derecho, que quien calla otorga. Sin orden de aprehensión, a las puertas de mi casa, se pretendió capturarme. Al oponer resistencia, fui víctima de golpes que no produjeron mi muerte sólo por causas fortuitas, como pueden informarle los médicos del Centro Médico Universitario, en donde se me atendió.
Menciono mi caso, no porque sea el que más me duele, sino porque es el que, sin lugar a dudas, me consta. No se atacó por otra parte al individuo, sino al maestro universitario y politécnico que actuaba a la luz del día como miembro del Comité Coordinador del Consejo Representativo de la Coalición de Maestros de Enseñanza Media y Superior pro Libertades Democráticas.Y el artero ataque se llevó a cabo al día siguiente de que leí un discurso en la Plaza de la Constitución, ante más, bastante más, de 200 mil mexicanos.
Ese acto constituye una flagrante violación a las garantías individuales que consagra la constitución General de la República. Y el Gobierno que usted preside no hizo ninguna aclaración al respecto. De hecho, tales garantías se han suspendido en la capital de la República. El allanamiento de locales universitarios y politécnicos no sólo violó la autonomía universitaria, sino que convirtió en letra muerta preceptos constitucionales.
Al surgir la coalición de Maestros como instrumento de apoyo, de aliento a las justas demandas estudiantiles, se enumeraron los artículos constitucionales que habían sido violados.Desde hace muchos años, por ejemplo, el artículo 19 Constitucional, que establece que ninguna persona puede ser detenida por un lapso mayor de 72 horas sin ser consignada a las autoridades competentes, no se cumple ni por excepción. Cientos de obreros, campesinos, intelectuales y estudiantes han sido víctimas de este desacato constitucional. El pueblo de México hubiera querido saber, al menos, de las razones que tiene el Gobierno de la República para proceder de esta manera.
En lo personal, le recuerdo que juró cumplir y hacer cumplir la Constitución General de la República.
La Coalición de Maestros y el Consejo Nacional de Huelga hicimos llegar por dos ocasiones al Congreso de la Unión la denuncia que hacíamos de las violaciones a la Constitución cometidas, al parecer, por cuatro altos funcionarios de su Gobierno. Una copia sellada obra en nuestro poder y no escuchamos que el C. Diputado De las Fuentes se refiriera a tan delicado asunto que mucho tiene que ver con el actual estado de cosas que guarda la Nación.
Ya usted aclaró uno de los hechos que nosotros impugnábamos en esa denuncia: por las declaraciones a la prensa de esos funcionarios se concluía una violación más a la Constitución puesto que el Jefe del Departamento del Distrito Federal informó que se había visto en la necesidad de la intervención del Ejército. Nosotros pensamos entonces que él lo había solicitado directamente, incurriendo por tanto, junto con el C. Secretario de la Defensa Nacional, en violaciones a los artículos 89 fracción VI y 129 Constitucionales. Sin embargo, en este IV informe de su Gobierno, 34 días después de la intervención del ejército en las preparatorias y en las vocacionales, todo México quedó enterado de que usted hizo uso del Derecho que le confiere el Artículo 89 fracción VI de la Constitución.
Sin embargo, no obstante que la suspensión de las Garantías Individuales es un hecho innegable, no se han cubierto los aspectos legales que precisa la Constitución.
Por otro lado, no hay muchos mexicanos que puedan demostrar que en México existe justicia para el desposeído. El Poder Judicial defiende sólo los intereses de los poderosos. Y los obreros, los campesinos, los empleados, los pequeños propietarios, los intelectuales y los artistas saben que es inútil buscar justicia en los tribunales.
Por ello, cuando usted afirma que no hay presos políticos en México y cuando define: “Preso Político es quien está privado de su libertad EXCLUSIVAMENTE por sus ideas políticas, sin haber cometido delito alguno”, tenemos que reconocer que resulta muy fácil para el Gobierno encontrar los adecuados medios de adicionar los elementos constitutivos de otros delitos a quien exprese ideas políticas que se consideren subjetivamente “peligrosas”.
Ahora bien, ya que el Artículo 145 Bis, como usted lo dijo en su informe, “señala cuáles son los delitos de carácter Político…”, se ocurre preguntar: ¿Es fácil o no que existan personas privadas de su libertad EXCLUSIVAMENTE por sus ideas políticas, sin haber cometido DELITO DEL ORDEN COMÚN alguno, pero sí alguno o algunos de los tipificados como delitos de carácter político?
Ninguna de las muchas voces que se han levantado por la derogación del artículo 145 ponen en duda sus interrogantes: “¿Debe ser delito o no afectar la soberanía nacional, poniendo en peligro la integridad territorial de la República, en cumplimiento de normas de acción de un gobierno extranjero? ¿Debe ser o no delito preparar la invasión del territorio nacional o la sumisión del país a un gobierno extranjero?” la respuesta clara, contundente, de todos nosotros es: SÍ, ESOS ACTOS NECESARIAMENTE DEBEN SER CONSIDERADOS COMO DELITOS. Pero se da el caso de que ya están tipificados en el Código Penal Federal en otros artículos. Debe quedar claro que no se pide su derogación para que desaparezca del Código la parte del artículo 145 que usted ha mencionado y que se encuentra considerado en los artículos que tipifican la rebelión, la asonada, la traición. No; hemos pedido la derogación del artículo 145 porque, su texto es ambiguo y deja a la interpretación subjetiva de los encargados de impartir justicia la facultad de calificar las intenciones, no los hechos, de los acusados del delito de disolución social.
De todas maneras, el pueblo, los estudiantes, los maestros debemos aceptar, como una respuesta al movimiento estudiantil, la iniciativa que usted plantea al Congreso de la Unión para someter a debate en la Cámara de Diputados este asunto. Acudiré a defender mis ideas a esa tribuna si me es permitido hacerlo. Coincido con usted cuando afirma que al derogar el artículo 145 Bis, ningún delito tendrá carácter político. Por ello pido a los estudiantes y maestros retirar ese punto del pliego petitorio.
Menciona usted que “ofreció hacer uso de alguna de las facultades que la Ley le otorga al ejecutivo y liberarlos…” Estos presos llamados políticos por el pueblo, al efectuar actos de pretendida “presión”, como usted dice, no han hecho otra cosa que tratar, por todos los medios a su alcance, que se respeten sus derechos ciudadanos flagrantemente violados por muchos años.
Ningún delincuente común, señor Presidente, tendría el apoyo multitudinario que México ha presenciado en los últimos días. La voz del pueblo debe ser oída. Eso siempre enaltece a un mandatario.
Es cierto que en el movimiento estudiantil han intervenido elementos extraños a los centros de educación superior. Provocadores de toda laya han estado constantemente dificultando el trabajo del Consejo Nacional de Huelga y de los maestros de la Coalición. Pero en la medida de lo posible, estudiantes y maestros hemos impedido su participación y logrado que se actúe dentro del marco de los seis puntos del pliego petitorio, pliego que logró la unidad de todos los estudiantes, de los maestros, de los intelectuales y artistas y de muy diversos sectores de la población, como lo demostraron en manera elocuente las últimas manifestaciones a las que acudimos varios cientos de miles de mexicanos que constituyen una parte considerable de la opinión pública.
Sin embargo, hay fuerzas emboscadas, enemigas de México, que tratan de cometer actos delictuosos procurando involucrar a los estudiantes y a los maestros del movimiento.
Para nosotros ha sido imposible evitar a grupos de facinerosos como los que atacaron en dos ocasiones la Vocacional 7. Ni los estudiantes ni los maestros hemos usado jamás armas de fuego, ni puñales, ni cadenas, ni manoplas. Nuestras únicas armas han sido las ideas y nuestros cuerpos que las defienden.
Y no podía ser de otra manera, señor Presidente. En los centros de educación superior hemos aprendido -con las deficiencias notables que entraña el atraso cultural y científico, producto del escaso desarrollo económico y de la dependencia del extranjero- que nuestras armas son las razones, las ideas, los principios. Hemos aprendido, además, que tales instrumentos, que tales principios e ideas son herramientas de nuestro cotidiano laborar y que debemos salir de las escuelas para aplicarlos a la comunidad para su sano desarrollo. No enseñamos, por cierto, a los jóvenes de México a que guarden celoso su bagaje cultural para exhibirlo sólo en reuniones científicas o entre compañeros de gran preparación intelectual. Definitivamente no. Muchos de sus maestros les pedimos, yo entre ellos, que utilicen sus conocimientos para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores de la ciudad y del campo ; les exigimos que comprometan sus conciencias en un lucha que lleve luz a las fábricas y al campo, no como dádiva generosa, sino como obligación ineludible que tenemos con ese pueblo humilde que ha costeado con su esfuerzo nuestros estudios.


Por todo lo anterior es que no coincidimos con usted en la idea de que los movimientos estudiantiles de nuestro tiempo sólo porten banderas escolares. Los centros de educación superior no pueden, aunque se quiera, hacerlos vivir aislados de los problemas económicos-políticos-sociales de nuestro tiempo. No hay imitación extralógica de otros movimientos de otros países, sino en lo anecdótico. Lo que ocurre es que los estudiantes son, en México y en todo el mundo, las cajas receptoras más sensibles a los problemas fundamentales de nuestro tiempo. En este mundo, los intereses económicos hacen que los hombres pierdan sensibilidad en la medida que crecen dichos intereses. Los jóvenes tienen pocos intereses económicos y mucha sensibilidad.
La Bandera que han levantado los estudiantes en México es respetable, porque muy respetable es la Constitución General de la República. Por eso sus maestros y tantos mexicanos más hemos estado con ellos.
Se han cometido errores. Es de humanos errar. Pero no puede por eso culparse a los estudiantes de los desmanes perpetrados. Pocos hombres son capaces de soportar la agresión injustificada, absurda, sin repelerla. Esto ha ocurrido a veces cuando la policía o el ejército han intervenido para agredir.
Se ha buscado el diálogo con empeño, Hemos discutido largamente con estudiantes y maestros la necesidad de encontrar formas adecuadas para el intercambio de opiniones con las autoridades sin la pretensión, que usted menciona, de que se acepte previamente el pliego petitorio. Puedo afirmar una vez más que esa condición no fue planteada jamás por el Consejo Nacional de Huelga.
Aquí vale la pena decir que en ocasiones he notado cómo cierto sector del Gobierno que usted preside tiende a buscar que el conflicto se prolongue lo más posible. ¿Qué otra finalidad se persigue con la agresión que hemos sufrido algunos universitarios o politécnicos? ¿Qué otro objetivo busca el sembrar la desconfianza en los estudiantes hacia sus maestros? Son cuestiones que deben dilucidarse.
Es lamentable el desprestigio externo que ha sufrido su Gobierno a raíz de los disturbios. No puede, sin embargo, exigirse que los jóvenes y los hombres todos de México aceptemos que la Constitución General de la República se vuelva letra muerta para no dar malos espectáculos al exterior.
Podemos todos, olvidando falsos orgullos y posibles enconos y rencores, devolver la tranquilidad a la República y restablecer el imperio de la Carta Magna. No avancemos en el enfrentamiento. Suprímase la represión y los estudiantes acudirán al diálogo generosos.
Estoy con usted, ¿cómo podría no estarlo? en que “La soberanía sólo radica en el pueblo y se ejerce a través de decisiones mayoritarias”.
Por ello es que precisa declarar que los diputados que han escuchado con tanto entusiasmo su informe y que le han aplaudido tantas veces no hicieron acto de presencia en forma alguna en estos conflictos estudiantiles. No fueron para orientar ni para discutir. Esos diputados que le aplaudieron a usted no representan al pueblo que manifestó varias veces su protesta por las calles de México. El pueblo que acudió a las manifestaciones de los estudiantes y que le aplaudió entusiastamente en su trayecto, ese no estaba presente en la Cámara de Diputados.
Esos diputados no representan al pueblo. Y evidenciaron ahora que sólo representan a los intereses de quienes disfrutan de la riqueza del pueblo.
En tales condiciones debe tomarse en cuenta la opinión de esa mayoría ciudadana reunida en la Plaza de la Constitución los días 13 y 27 de agosto. Esa mayoría ciudadana apoyó al pliego petitorio de los estudiantes.
La calumnia y la injuria no deben ser arma en estos conflictos. Los excesos verbales han sido condenados por los mismos estudiantes. Los excesos de la policía y el ejército no han sido condenados. De ninguna manera desearíamos enfrentar a nuestra juventud con el ejército. No se nos ocurre tamaña infamia. 
Sin embargo, la mayoría de los periódicos han calumniado a los estudiantes cuando hablan de profanación a nuestra bandera y de profanar a la Catedral Metropolitana.
El discurso que pronuncié la noche del 27 de agosto lo dije al amparo de la Gloriosa Bandera Mexicana que portaba uno de los estudiantes encima del camión que nos servía de plataforma. Hay fotografías que lo demuestran.  
El símbolo de huelga, la bandera rojinegra, no representa país alguno y es usado por los trabajadores de todo el mundo. El Consejo Nacional de Huelga informó que la insignia rojinegra no había sido izada por manos estudiantiles en el asta bandera que, conviene aclarar, no es símbolo de nada y al cual no se le puede transferir graciosamente, lo que representa nuestra bandera.
No le quepa a usted la menor duda, que ni los maestros ni los estudiantes hubiéramos tolerado, aún a riesgo de nuestras vidas, que el lábaro patrio fuera mancillado.
El movimiento estudiantil ha sido respetuoso de la libertad de pensamiento de nuestro pueblo, y, por ello, de la religión católica. Es una vil calumnia decir que se profana la Catedral de México. Ya el padre encargado de la Catedral, Jesús Pérez, hizo pública declaración, el 31 de agosto, al Diario Ovaciones de “que en ningún momento los estudiantes han profanado ese santo recinto”.
El Consejo Nacional de Huelga ha precisado, una y otra vez, que no pretende en forma alguna entorpecer el desarrollo de los juegos Olímpicos que habrán de celebrarse en México.
Los estudiantes y los maestros buscaremos por todos los medios a nuestro alcance que México cumpla dignamente con el compromiso contraído.
Lamento que las condiciones represivas en que se me obliga a vivir no me permitan actuar con la libertad que requieren asuntos tan delicados. Me conformo con hacer llegar, a través de la Revista ¿Por qué? mi opinión a los estudiantes y maestros.
Los estudiantes, los maestros, y con ellos el pueblo de México esperan, esperamos, la resolución justa y pronta del conflicto que conmueve a la Nación.
A su informe ha contestado un ciudadano que considera benéfico para el país que se emitan opiniones independientes aún cuando sean discrepantes de la opinión de usted. No es usual, pero es sano. Un mexicano que conoce sus derechos y sus obligaciones, y que no actúa en ese sentido porque sea un amargado, un resentido, ya que en su vida profesional ha recibido satisfacciones y deja una obra científica escrita para que los jóvenes se nutran en ella. De un hombre que ha sido hijo, hermano, esposo y padre y que en su hogar ha prodigado ternuras y las ha recibido a manos llenas. De un profesionista que ha hecho amigos entre los hombres honrados y enemigos entre los hombres deshonestos. Le ha contestado el informe un mexicano que considera que la Constitución General de la República vale no por los preceptos que contiene, sino por los que se acatan.
Ha dado contestación a su informe, en fin, un hombre como hay muchos, que no tiene más fuerza que su razón.
Rechacemos con toda energía toda intervención extranjera fuere cual fuere su origen, sea económica, sea política, sea militar.
Sólo procediendo con lealtad, con verdad, del lado del pueblo trabajador, en contra de sus opresores nacionales y extranjeros, podremos construir un México más independiente, más soberano, más digno.
Este es el método que mantendrá a México por la ruta trazada por los hombres que le dieron vida y perspectivas a la nación mexicana: Hidalgo, Morelos, Juárez, Villa, Zapata.
Sigamos su ejemplo, cueste lo que cueste.
México, Septiembre de 1968.


(Tomado de: Castillo, Heberto - Libertad bajo palabra. Historia de un proceso, México, 1973. Colección Pensamiento Actual #12, Federación Editorial Mexicana. 1973) 

viernes, 18 de octubre de 2019

Discurso en 27 de agosto, 1968

(Heberto Castillo)
[...]
Consta a todo el mundo, en publicaciones de la época, en revistas y libros, que todos los actos de la Coalición de Maestros, del Consejo Nacional de Huelga, fueron apegados a la ley; que las manifestaciones en que tomamos parte fueron ordenadas en extremo. Si algo hubo fueron insultos a las autoridades y al señor Díaz Ordaz. Que para la forma en que reprimió a los mexicanos que participamos en el Movimiento Estudiantil Popular, extraña que sólo ésa haya sido la respuesta de los jóvenes. Y la respuesta que dieron algunos muchachos agredidos por las policías, por los agentes extranjeros de la CIA infiltrados en la policía mexicana y por el ejército, fue la respuesta del que se siente impotente para detener la agresión que habrá de matarle. Es lo que se conoce por legítima defensa. La Masacre que las autoridades perpetraron en tanto ciudadano pacífico es un crimen que la Historia y nuestro pueblo no perdonarán jamás.
Afirmo entonces señor juez que usted Eduardo Ferrer McGregor me cerró la posibilidad de anexar al expediente, en su tiempo, todas mis declaraciones y textos de los artículos y discursos escritos y dichos durante el Movimiento Estudiantil Popular, mismos que dan fe de que siempre actué de acuerdo a mis convicciones expresadas y contenidas en el programa del Movimiento de Liberación Nacional. Y afirmo también que usted me sentenció sin oírme, sin juicio. Por ello ahora, en este documento he venido a expresar al pueblo, que no a usted, los puntos programáticos que he defendido durante toda mi vida. Es por eso que transcribo a continuación el texto del discurso que pronuncié en la Plaza de la Constitución el 27 de agosto de 1968 y que dio lugar a que el Ministerio Público, al requerir mi aprehensión me “acusara” de “incitar al pueblo a que hiciera respetar la Constitución de la República” (!) Que deja a las claras la intención real del gobierno de Díaz Ordaz: Seguir violando la Constitución sin mayores protestas. Este es el texto del discurso:


Discurso en 27 de agosto


“Nos encontramos aquí, en la Plaza de la Constitución, después de pasear nuestras convicciones por las calles de México.
Hemos venido con el pueblo, estudiantes y maestros, para expresar en esta magna asamblea nuestra voluntad de que el Gobierno de la República escuche la voz del pueblo. Para que se percate de que el diálogo público, en el que tanto hemos insistido desde un principio, sólo puede reportar beneficios a la Nación, en fin, que es inevitable reconocer la suprema autoridad del pueblo, ahora y siempre.
Hemos llegado aquí para reivindicar a la Constitución General de la República, sistemáticamente violada. Ese pequeño gran documento que se había convertido en el “Libro olvidado”. Ese documento es el que ha servido de bandera a la juventud estudiosa de México, y a nosotros sus maestros.
Bandera que enarbolamos con pasión, con vehemencia, en la medida en que entendemos que su estricto cumplimiento abre caminos de libertades democráticas para que el pueblo trabajador se libere de la opresión secular que pesa sobre sus hombros y que no le ofrece otra perspectiva que seguir siendo mercancía-hombre. Nosotros buscamos otros horizontes. Y para ello acudimos a la Carta Magna. Esa es nuestra bandera.
Estamos aquí para devolver, por segunda vez en unos cuantos días, la dignidad que había perdido la Plaza de la Constitución en las concentraciones multitudinarias de los últimos veinticinco años.
Cuántas veces contemplamos con dolor cómo los peores enemigos del pueblo trabajador, sus líderes venales y traidores a su clase, le obligan -a ese pueblo- a participar en festivales de indignidad, en concursos de abyección, año tras año.
La Plaza de la Constitución recibe ahora el calor, el amor, de más de doscientas mil voces que proclaman la necesidad de que la dignidad, el decoro, la valentía y la razón conduzcan las manifestaciones populares de México.
Esta Plaza recibe ahora a esta asamblea que exige que México reoriente sus caminos, que exige que la voz del pueblo se escuche. Y lo que es más definitivo aún: que exige que la voz del pueblo se acate.
Las autoridades han aceptado que nuestros problemas, los planteados en el pliego de los seis puntos, para ser resueltos, deben tratarse con quienes representan, inequívocamente, a los estudiantes, en este conflicto.
Y quienes han dicho que los estudiantes carecían de banderas propias, deben aceptar que la defensa de las garantías individuales se hace desde la tribuna de la juventud, porque quienes debieran velar por su cabal cumplimiento no lo han hecho.
¿Qué deseaban esos cultos hombres de México que contemplan el problema estudiantil desde la cómoda poltrona de sus intereses?... ¿Que los estudiantes siguieran su ejemplo, quizás?
Olvidaron que cuando en un país determinado abundan los hombres sin decoro, hay siempre unos pocos hombres que representan el decoro de los demás.
Y esto, justamente, han hecho los estudiantes todos de México.
Quienes pretenden constreñir los alcances de este movimiento a los ámbitos propios de la alta cultura en México, quienes desean limitar el marco de acción de los estudiantes a la lucha por la solución de problemas puramente escolares, son los mismos que desean encadenar las ideas que surgen de los centros de educación superior al estrecho campo material de los recintos escolares.
Los centros de alta cultura, son, deben ser, fermento, levadura, para que surjan las banderas que encabecen la lucha de nuestro pueblo por su redención definitiva.
Por ello nuestro movimiento debe ser un instrumento del pueblo trabajador. Un instrumento que le abra cauces democráticos al pueblo, para que llegue a tener una efectiva representación en los puestos de mando de la Nación.
Debemos entender muy claramente que la operancia de las leyes radica: no en el hecho de que están o no escritas, sino, fundamentalmente, en que estén o no apoyadas por el pueblo.
Arropemos, como hasta ahora, nuestras demandas con el apoyo popular.
Seamos instrumento de conciencia de nuestro pueblo.
Y para lograrlo debemos ser intransigentes con nuestra táctica de lucha.
No demos un solo paso que siembre la desconfianza en el pueblo.
El movimiento estudiantil, nuestro movimiento, ha conquistado ya grandes triunfos.
El hecho mismo de que estemos ahora aquí, reunidos pacíficamente, es uno de ellos.
Ha roto los diques de la ignominia que la prensa, la radio y la televisión habían levantado para evitar que las voces más conscientes de nuestro pueblo llegaran a éste y le despertaran de su letargo de tantos años.
Ha surgido la nueva prensa; la prensa de los volantes, la prensa de los camiones. La radio y la televisión han sido reemplazados por los cientos y cientos de brigadas de estudiantes y maestros que han ido al diálogo abierto con el pueblo.
El Movimiento estudiantil ha logrado que la UNAM se pronunciara en apoyo a sus demandas. Y lo ha hecho en base a sus razones esgrimidas y fundamentalmente en base a la unidad de los sectores estudiantiles en torno a esas demandas.
Ha logrado este magno movimiento que en México, por vez primera en muchos años, se respeten los derechos de expresión, de reunión, de manifestación y tantos otros que se habían convertido en letra muerta en la República Mexicana.
Pero en mi opinión, en la opinión de la Coalición de Maestros de Enseñanza Media y Superior Pro Libertades Democráticas, uno de los triunfos más grandes ha sido la incorporación activa de grandes sectores del pueblo a la lucha estudiantil. Es, sin lugar a dudas, la conquista más grande de este movimiento.
Porque es la victoria que, de consolidarse el triunfo, permitirá a nuestro pueblo seguir adelante en la conquista de su soberanía.
Por estos avances reales, innegables, conquistados ya, es que tenemos una grave responsabilidad histórica.
Quienes con su trabajo crean la riqueza en México, tanto en las fábricas como en los campos de labor, han visto cómo la fuerza popular organizada, en este caso estudiantil, es capaz de hacer a un lado a los falsos representantes que han medrado a sus anchas en el clima de corrupción que priva en la República. Las falsas organizaciones estudiantiles y sus líderes “charros” ya no podrán jinetear más con los derechos de quienes dicen representar.
Debemos enseñar a nuestro pueblo que se puede triunfar y sobrevivir.
Amargas experiencias anteriores hicieron cundir el escepticismo en la población. 
Se llegó incluso a considerar imposible la existencia de dirigentes honestos en libertad.
Y esto fue posible en virtud de que todos los grandes movimientos que obtenían grandes victorias parciales, culminaron siempre con una gran derrota.
Las fuerzas negativas de México salieron ganando siempre al final.
Es necesario que aprovechemos esas amargas experiencias.
Estamos claros de que para enseñar a nuestro pueblo que se puede triunfar y sobrevivir, es necesario que triunfemos y sobrevivamos, LUCHANDO.
Con el triunfo de este movimiento nos encontramos en posibilidad de iniciar la lucha popular por las libertades democráticas.
Mantengamos viva la confianza del pueblo, no sólo en los estudiantes, sino también en las posibilidades del triunfo.
Y esa confianza, qué duda cabe, se reafirmará con la consumación del triunfo.
Ahora bien, ¿qué entendemos por triunfo?... Pues la aceptación de las autoridades al pliego petitorio de los seis puntos. Demanda que ya no es sólo estudiantil. Demanda que es eminentemente popular, como lo demuestra esta Gran Asamblea del Pueblo.
Si logramos esta aceptación, habremos mostrado al pueblo el valor que tiene su fuerza y la fuerza que tiene su valor.
Acabemos todos por entender que no son abstracciones la fuerza del pueblo y los intereses del pueblo.
Entenderemos todos nosotros que no basta tener la razón. Que no es suficiente hacer planteamientos justos. Que se requiere, que es indispensable que el pueblo trabajador de México haga suyas estas demandas. Y que las defienda en consecuencia.
Por ello, para triunfar, para sobrevivir, es indispensable obtener un triunfo inmediato; la aceptación del pliego petitorio de los seis puntos.
Y para ello necesitamos iniciar el diálogo público, en condiciones tales que se garantice el que los estudiantes nombrados en las diversas comisiones no puedan verse envueltos en la menor sospecha de traición; a la vez que se aseguren las condiciones operantes de trabajo, que permitan llegar en el menor tiempo posible a una solución favorable para nosotros.
NO CERREMOS CON INTRANSIGENCIAS DE MÉTODO EL CAMINO PARA QUE NUESTRAS INTRANSIGENCIAS DE PRINCIPIO SE RESPETEN CABALMENTE.
A nosotros estudiantes y maestros, nos preocupa resolver el problema a la brevedad posible. Jamás hemos planteado la necesidad de prolongar este conflicto. Todo lo contrario. Sabemos que las autoridades podrían terminar de inmediato con todos los problemas aceptando nuestro pliego petitorio que ha sido aprobado por aclamación en la Magna Asamblea del 13 de agosto, y que ratifica esta segunda Asamblea Libre y Soberana del Pueblo, esta noche del 27 de AGOSTO DE 1968.
Todos regresaríamos jubilosos al trabajo.
Todos tenemos gran ansiedad por seguir trabajando en beneficio de nuestro pueblo.
Y debemos decirlo con franqueza: tenemos mucha prisa.
Somos conscientes de que debemos dar por terminada cuanto antes esta primera etapa en la lucha por las libertades a que tiene derecho el pueblo de México. Sabemos que el camino de su liberación definitiva es largo y queremos recorrerlo en el menor tiempo posible.
Debemos decirle al pueblo de México que avanzando en esta lucha hemos contado con su apoyo.
Siempre han existido hombres que defienden los intereses populares. Sin embargo, las más de las veces han estado actuando solos, apoyados exclusivamente por sus convicciones y esgrimiendo sólo el arma de su razón.
Las cárceles del país están llenas de tales mexicanos ejemplares.
Por ello nuestro pueblo debe saber que para que sigamos defendiendo con buen éxito sus intereses, necesitamos seguir contando con su apoyo.
En el momento en que el pueblo no cubra con su manto protector a los hombres más conscientes de sus responsabilidades ciudadanas, la Constitución que ahora hemos hecho vigente en muchos de sus artículos volverá a ser olvidada. Y nosotros, estudiantes y maestros seremos víctimas de las represiones más violentas.
Ahora el pueblo de México acude a proteger a sus hombres limpios, encarcelados por ser limpios.
Ahora el pueblo comandado por los estudiantes vuelve a imponer su autoridad, su voluntad. Y esta voluntad podemos expresarla ahora en un punto fundamental de nuestro pliego petitorio.


LIBERTAD PARA LOS PRESOS POLÍTICOS


Yo pregunto a esta Magna Asamblea: ¿Estamos por la libertad de todos los presos políticos?
¿Hay alguien en esta Asamblea que se oponga?...
Bien. El pueblo, una vez más, ha expresado en esta noche su decisión. Debe quedar, entonces, claro, que este gran movimiento abre perspectivas de libertades democráticas a nuestro pueblo porque ha defendido la justicia, la razón, la libertad. Porque este movimiento lo han llevado adelante los verdaderos estudiantes y los verdaderos maestros. Porque hemos sabido hacer a un lado a las organizaciones tradicionales y hemos sabido incorporar al pueblo.
¡Sigamos con las manos limpias!
¡Con las conciencias limpias!
¡¡ADELANTE, PUEBLO DE MÉXICO!!”
* * *
Al día siguiente de haber pronunciado este discurso fui atacado a las puertas de mi casa y seriamente lesionado por agentes policiacos que, sin orden de aprehensión, pretendían llevarme con el general Mendiolea (subjefe de la policía en el Distrito Federal). Pude escapar y llegar penosamente a la Ciudad Universitaria, recorriendo aproximadamente un kilómetro entre las rocas. Cuando el licenciado Armando Castillejos Ortiz, compañero de lucha en el MLN, solicitó un amparo a mi favor, le fue negado. Entretanto las autoridades afirmaban que no tenían nada que ver con el atentado.
Con esa agresión y las que siguieron, quedó en evidencia un hecho importante a destacar y que debe servir de experiencia a los mexicanos que desean un México mejor, más justo, más digno, más libre: se pueden defender ideas y principio progresistas en la oficina, en la cátedra, desde una tribuna periodística (siempre y cuando sobreviva a la falta de publicidad) y hasta desde un grupúsculo cualquiera. ¿Bajo qué condiciones? Siempre y cuando no se despierte la simpatía popular peligrosamente, siempre y cuando no haya respuesta que al gobierno parezca peligrosa. Y en este sentido el único autorizado a juzgar de la peligrosidad de un individuo o grupo de individuos es el gobierno. Y en nuestro México, el Poder Ejecutivo. Nosotros defendimos los principios que he dejado consignados en este alegato desde el MLN [Movimiento de Liberación Nacional] durante siete años. Y lo hicimos con entusiasmo como lo hicieron gallardamente otros compañeros míos. Al vincularme al Movimiento Estudiantil Popular como era mi obligación debido a mi calidad de maestro de la Universidad y del Politécnico desde 1951 y 1954, respectivamente, al recibir el Movimiento el apoyo masivo de la población, y al señalárseme como uno de sus dirigentes -lo que nunca fui- en virtud de mi comparecencia en la TV, la represión en mi contra se hizo implacable. Y no fui muerto gracias a que logré escapar esa noche del 28 de agosto de 1968. Y más tarde logré huir también cuando la Ciudad Universitaria fue tomada por el ejército el 18 de septiembre, cuando a mi casa se lanzó un automóvil lleno de latas de gasolina que ardió hasta consumirse sin causar el daño deseado.
[...] 


(Tomado de: Castillo, Heberto - Libertad bajo palabra. Historia de un proceso, México, 1973. Colección Pensamiento Actual #12, Federación Editorial Mexicana. 1973) 

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Declaración Pública del Consejo Universitario, 1968


Declaración Pública del Consejo Universitario


El Consejo Universitario, en sesión extraordinaria efectuada el día 15 de agosto en curso, acordó que se demande del Gobierno de la República, la atención y resolución de los puntos que en seguida se señalan:


1.- El respeto irrestricto a la autonomía universitaria, que se proclama y garantiza por el orden legal de la República; la observancia del artículo 16 constitucional en relación con la inviolabilidad de los recintos universitarios, y el reconocimiento de que la libertad de expresión es esencial para el cabal cumplimiento de las funciones propias de todos los centros de enseñanza superior del país. Asimismo, que el Gobierno reconozca la definición de autonomía universitaria, en los términos en que fue formulada por el Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, en nombre del Consejo Universitario y con la representación del mismo en noviembre de 1966.


2.- La no intervención del ejército y de otras fuerzas del orden público para la resolución de problemas que son de la exclusiva competencia de la Universidad y demás centros de educación superior.


3.- La reparación de los daños materiales sufrido por los planteles universitarios, que fueron ocupados por las fuerzas públicas.


Por otra parte, el Consejo Universitario manifiesta su apoyo a las siguientes demandas que han planteado amplios sectores, organismos, comités y coaliciones de la comunidad universitaria y de otros centros de educación superior, sin que por esto se constituya en intermediario o gestor no trate de suplantar a ninguno de aquéllos:


1.- El respeto de las garantías individuales y sociales que consagra la Constitución de la República, sin el cual se quebranta el sistema jurídico que se ha otorgado soberanamente el pueblo mexicano.


2.- La libertad de los estudiantes presos y la indemnización en favor de las víctimas de los recientes acontecimientos.


3.- La determinación de las responsabilidades de las autoridades involucradas en los hechos mencionados y la aplicación de las sanciones correspondientes.


4.- La sujeción de las funciones de las fuerzas públicas a los lineamientos de la Constitución Federal, la supresión de los cuerpos policíacos represivos y la derogación de los artículos relativos al llamado “delito de disolución social”.

5.- La libertad de los ciudadanos presos por motivos políticos o ideológicos.


Por mi raza hablará el espíritu


Ciudad Universitaria, D.F., a 17 de agosto de 1968.
El Consejo Universitario.


(Tomado de: Castillo, Heberto - Libertad bajo palabra. Historia de un proceso, México, 1973. Colección Pensamiento Actual #12, Federación Editorial Mexicana. 1973)