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viernes, 22 de octubre de 2021

Figuras señeras del espectáculo, inicio del siglo XX

 


La llegada del siglo XX trajo aparejados para México cambios en todos los aspectos, principalmente en el social y económico, mismos que repercutieron en muchos otros.

Sustituido únicamente por la gestión del tamaulipeco Manuel González (diciembre de 1880 a noviembre de 1884), el general Porfirio Díaz se mantuvo en la presidencia del país de noviembre de 1876 a mayo de 1911.

Se conjuntaron así más de 30 años de modernidad -abundaron grandes obras materiales- de fiestas elitistas de oropel, de un Congreso y gobiernos estatales serviles, de una prensa aduladora y de férrea represión y aplastamiento contra disidentes políticos.

Esas autoridades -como las de Europa y Estados Unidos- celebraron el arribo de una nueva centuria el 1 de enero de 1901. El escritor Federico Gamboa redactó en su diario que, al fenecer la última noche del siglo XIX, comenzaron a escucharse cohetes, dianas, repiques de campanas de templos y silbatos de máquinas para saludar "a este primer año del siglo XX".

Este cambio, sin embargo, no tuvo mayor repercusión en los escenarios teatrales como se desprende de lo consignado por el historiador Enrique de Olavarría y Ferrari en su monumental Reseña histórica del teatro en México.

"Sin traer consigo novedad alguna -sostuvo-, dio principio el Siglo Veinte (.) y brilló el sol del martes 1 de enero de 1901: no vale la pena [...] decir más acerca de ello."

Figuras señeras

El medio del espectáculo vivía entonces una enorme crisis. En el caso de la incipiente industria fílmica, 20 de los 22 locales cinematográficos de la ciudad de México cerraron sus puertas, debido a los continuos escándalos generados por el público, inconforme por la repetición de películas.

El teatro no era la excepción. Como su precio de entrada era relativamente barato, los artistas -la mayoría de ellos improvisados- enfrentaban abiertamente las agresiones del populacho.

Demolido el Gran Teatro Nacional -ubicado en la calle de Vergara, hoy Bolívar- los foros que funcionaron en la capital durante 1901 fueron, entre otros, el Principal -que se consolidó en "La Catedral de la Tanda"-, el Renacimiento -de moda y que más tarde se convertiría en el Virginia Fábregas- y el vetusto Arbeu (inaugurado en 1875). También estaban el Hidalgo, el María Guerrero y varios jacalones. El único circo que llevaba variedades diversas a los citadinos era el de los hermanos Orrín.

Las zarzuelas españolas tenían gran arraigo en esos espacios. En el Principal, dos tiples del género se disputaban los aplausos de los encendidos tandófilos: la española Rosario Soler, apodada "La Patita", y la mexicana Luisa Obregón.

En una lista, dada a conocer en 1899 por la Agencia Teatral de Manuel Castro y Compañía de México, aparecen registrados 217 artistas que se presentaban en la ciudad de México. Entre los 15 tenores sólo destaca José Vigil y Robles, quien después descolló como compositor del teatro de revista.

En cuanto a tenores cómicos figuran Eduardo Bachiller, Carlos Obregón, Anastasio Otero y Ricardo Pardavé. Ninguno de los 15 barítonos y de los 19 bajos alcanzaron la fama, a excepción de Eduardo "El Nanche" Arozamena -después director de cine mudo y actor incidental en numerosas cintas en la etapa sonora-, y el español Francisco Paco Gavilanes, toda una leyenda en el teatro ligero.

Un solo actor figura en la relación: Miguel Inclán, padre de la tiple Guadalupe Inclán y del célebre histrión del mismo nombre que caracterizó villanos en la época dorada del cine mexicano.

De las 26 tiples de zarzuela citadas por la mencionada agencia, actualmente reconocemos a Delfina Arce, madre de Joaquín Pardavé; Esperanza Iris, quien se consagraría después como la Reina de la Opereta, y a la hermosa Elena Ureña.

De las 11 características -es decir, cantantes y actrices que interpretaban papeles de personas de edad-, sobresalió la española Etelvina Rodríguez, quien noche a noche hizo reír a los tandófilos del Principal.

Tomado de: Ceballos, Edgar - Somos Uno, especial de colección, Las reinas de la risa. Año 12, núm. 216. Editorial Televisa, S.A. de C.V., México, D.F., 2002)


viernes, 16 de noviembre de 2018

La fiebre del cinematógrafo




Los enviados de los Lumière, C. J. Bon (sic) Bernard y Gabriel Vayre llegaron a México a principios de agosto de 1896 y organizaron una primera exhibición pública el 14 de agosto, exclusiva para algunos grupos "científicos", en el entresuelo de la "Droguería Plateros". Hasta el jueves 27 se hizo la primera exhibición destinada a la sociedad en general. Los empresarios tenían intenciones de efectuar funciones semanarias, pero por el éxito, decidieron hacerlas diarias. En octubre salieron a Guadalajara regresando el mes siguiente a la ciudad de México.

A fines de diciembre se anunciaron las últimas exhibiciones del cinematógrafo en la ciudad de México, y los representantes de los Lumière salieron con destino a Francia a principios de 1897. Sin embargo, las sesiones no se terminaron porque el señor Ignacio Aguirre compró el aparato y continuó con las tandas en el mismo domicilio. En octubre de 1897 se trasladó al número 9 de la calle de Plateros y en noviembre desocupó el local para ir a recorrer la provincia, empezando por la ciudad de Puebla. Hasta el día 26 de noviembre de 1897 la empresa del ingeniero Toscano ocupó el local, adornado con flores para la primera exhibición.

Paralelamente a lo anterior, se habían instalado ya otros salones que exhibían los aparatos de Edison. La competencia iniciada durante estos primeros años, es un reflejo del pleito por la patente del espectáculo entre los hermanos Lumière y Edison, de lo cual resultó una diversidad de nombres empleados para designar a la diversión. La nueva invención resultó una verdadera "gallina de los huevos de oro".

En agosto de 1896 se dio a conocer el proyector de los franceses y al mes siguiente se exhibió en el teatro Orrín el vitascopio de Edison. En Guadalajara éste se conoció antes que llegaran los representantes de Lumière, razón por la cual la empresa tapatía les mostró menor interés. Los problemas técnicos no fueron superados en el teatro Orrín y las funciones se suspendieron no obstante el éxito logrado; en octubre se abrió una pequeña sala en el local de la agencia Edison, donde se exhibían el kinetófono, el kinetoscopio y el kathedoscopio (rayos X). En julio de 1897 se inauguró el cinematógrafo perfeccionado por Edison. Las funciones de estos aparatos continuaron hasta los primeros meses de 1898, fecha en que se dejaron de publicar los anuncios en los diarios. En enero de 1898 se daban funciones de ciclo cosmorama universal y en marzo se presentó un espectáculo similar al que se llamó The Passionscope. El teatro Nacional exhibió el "vitascopio" y parece que esta vez las dificultades técnicas sí fueron superadas.

En abril de 1898 se abrió un salón donde se mostraba el inventó mexicano bautizado con el nombre de aristógrafo, que dejó de exhibirse en junio, otro más denominado cronofotógrafo Demeny -de origen francés- funcionó en el teatro Nacional a partir del mes de octubre.

Ahora bien, con las funciones destinadas a los "grupos científicos" se auguraba que el cinematógrafo sería un espectáculo exclusivo para los altos círculos de la sociedad mexicana. Un detalle muy significativo es el hecho de que el primer salón estuviera en la calle de Plateros, que además de ser el nervio comercial de la metrópoli, se convertía los domingos en el paseo predilecto de los jóvenes decía "buena sociedad".

Las salas de exhibición que se abrieron con posterioridad se ubicaron en lugares más o menos cercanos uno de otro. No trascendieron las arterias del corazón de la ciudad. El kinetoscopio, el kinetófono, el passionscope y el ciclo cosmorama universal, fueron instalados en la calle de la Profesa 6 (hoy Isabel la Católica); el cinematógrafo perfeccionado por Edison, en la calle de las Escalerillas 7 (hoy primera de Guatemala); el aristógrafo, en la calle del Espíritu Santo 1 1/2 (hoy Isabel la Católica) y calle de 5 de Mayo.
 
 Todo parecía vaticinar que el cinematógrafo sería una diversión verdaderamente destinada a un reducido núcleo de la sociedad mexicana.

(Tomado de: Aurelio de los Reyes: Los orígenes del cine en México (1896-1900). Colección Lecturas Mexicanas #61; Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1984)