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viernes, 23 de noviembre de 2018

El filicidio y el hambre



Por desesperación, ignorancia y debilidad física y mental producto de la anemia, Elvira Luz Cruz mata a sus cuatro hijos. El relato es agobiante: el 2 de agosto de 1982, en la colonia popular Bosques del Pedregal, donde había llegado por una ocupación de terrenos, Elvira Luz Cruz, de 30 años de edad, estrangula a sus hijos Israel (de seis años), Eduardo (tres años), Marbella (dos años) y María de Jesús (dos meses de nacida). Luego intenta ahorcarse con una soga de cuerda de ixtle, pero los vecinos lo impiden golpeándola, y la entregan a la policía mientras ella grita que también quiere morir. Al principio declara: "Estoy arrepentida de lo que hice, pero al ver llorar a mis hijos de hambre y no tener dinero para comprarles alimento, me desesperé, y por eso tomé la determinación de estrangularlos... Lamentablemente no me fui con ellos."

El mayor de los niños es hijo de Marcial Caballero, que abandona a Elvira en cuanto se embaraza; los tres restantes son hijos de su unión libre con Nicolás Soto Cruz, albañil. Soto Cruz la lleva a casa de su madre, Eduarda Cruz Cortés, donde ambos golpean con frecuencia a Elvira, que lava ropa ajena y cocina y vende pastelitos. Los pleitos arrecian, Elvira no consigue trabajo, Nicolás se desentiende de la suerte de los niños y el día del crimen una vecina no le presta los 50 pesos que ella requería para darle de comer a sus hijos...

Una pregunta inevitable, en rigor el eje del proceso: ¿hasta qué punto es responsable de sus actos una persona abandonada, sin recursos ni capacidad específica, enloquecida por los malos tratos, la indiferencia y la imposibilidad de alimentar a los suyos? Según la información judicial, Elvira no es inocente; según su relación de los hechos, Elvira no es culpable. La atroz indefensión de la acusada conmueve a la opinión pública y muy en especial, a grupos feministas. ¿Cómo detener en las clases populares la violencia contra los niños que con tanta frecuencia culmina en el asesinato, sin erradicar la miseria extrema y sin intensificar el proceso educativo? ¿Cómo evitar que el machismo proveniente de la pobreza y de la costumbre se sacie y se reproduzca en la esfera doméstica? El tema, esencial en el análisis de los resultados de la miseria, desemboca en dos filmes excelentes: Elvira Luz Cruz, Pena Máxima, de Dana Rothberg, y un docudrama, Los motivos de Luz, de Felipe Cazals.

El 9 de julio de 1993 Elvira Luz Cruz queda libre.
 
(Tomado de: Carlos Monsiváis – Los mil y un velorios (Crónica de la Nota Roja). Alianza Editorial y CNCA, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, D.F., 1994)
Dirección: Felipe Cazals

Libro cinematográfico: Xavier Robles

Cinefotógrafo: Ángel Goded
 
Con Patricia Reyes Espíndola, Delia Casanova, Martha Aura, Ana Ofelia Murguía y José Ángel García.