viernes, 31 de enero de 2020

Iguanas


La figura de las iguanas es conocida por quienes hayan ido a tierra caliente. Su cuerpo cilíndrico y pesado, su cabeza robusta, su cola fuerte y larga, así como sus patas cortas y musculosas, las hacen fácilmente distinguibles de todos los reptiles que habitan el país.
Sin embargo, pocos saben que hay dos géneros muy distintos. La verdadera iguana, Iguana iguana, es de cabeza corta, con un gran pliegue de la piel en la parte ventral de la garganta y tiene unas escamas grandes circulares peculiares; las escamas largas dorsales forman una cresta visible. Estas iguanas viven en las regiones tropicales, asociadas al agua, e incuso se les ha visto buceando para obtener su alimento. Son siempre de color verde.

Las otras iguanas, en algunos lados llamadas garrobos (Ctenosaura), son de cabeza más larga, sin los círculos ni el pliegue gular mencionado anteriormente y sólo los machos presentan una pequeña cresta dorsal.
La distribución de ellas abarca la parte tropical y la cálida seca. Viven en los árboles y las cercas hechas por el hombre, se alimentan de vegetales y alcanzan tamaños y pesos considerables, sólo superados por los cocodrilos y algunas culebras.
Su coloración es oscura, negra, grisácea o verde oscuro, aunque los jóvenes tienen un color verde limón muy intenso.

(Tomado de: Álvarez Solórzano, Ticul, y González Escamilla, Manuel. Atlas Cultural de México. Fauna. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1987)

miércoles, 29 de enero de 2020

Sebastián Lerdo de Tejada

Hijo de don Antonio Lerdo de Tejada, español, y de doña Concepción Corral y Bustillos, criolla. Nació en Jalapa, Ver., el 25 de abril de 1820. 
Estudió en el Seminario Palafoxiano de Puebla, en donde recibió las órdenes menores. Renunció a la vida eclesiástica y continuó sus estudios en el colegio de San Ildefonso en México, recibiendo en 1851 el título de abogado; fue profesor de Artes en San Ildefonso desde 1849 y rector del mismo plantel de 1852 a 1863.
Participó en todos los acontecimientos que agitaron a México desde 1850, principalmente en la época de la intervención francesa. Perteneció a la Academia Interior de Buen Gusto y Bellas Artes. Fue magistrado del Tribunal de Justicia en 1855, miembro de la Junta Electoral del 30 de diciembre de 1858, que nombró jefe provisional del Ejecutivo; presidente de la Cámara de Diputados en 1861. Formó parte de la Comisión de Relaciones que dictaminó en contra del tratado Wyke-Zamacona. Poseía gran talento, vasta instrucción y energía, y una gran habilidad política. 
Fue un estadista consumado por su talento, cultura y experiencia. Acompañó a Juárez hasta Paso del Norte. En septiembre de 1863 Juárez lo nombró ministro de Justicia, y el 11 del mismo mes pasó al ministerio de Relaciones y Gobernación, desde donde emitió los decretos de noviembre de 1865 que prorrogaron el período presidencial de Benito Juárez hasta la terminación de la guerra, eliminando con ello a Jesús González Ortega, que pretendía asumir la presidencia en su carácter de presidente de la Suprema Corte de Justicia.
Lerdo fue el director de la política del país y el iniciador de grandes cuestiones internacionales que cristalizaron en el fortalecimiento del Derecho Internacional mexicano. Ocupó la presidencia de la Suprema Corte de Justicia. Candidato a la presidencia de la República en las elecciones de 1871, fue derrotado y retornó a su cargo de presidente de la Corte. A la muerte de Juárez, asumió la presidencia interinamente por ministerio de ley. Convocó a elecciones para el periodo constitucional de 1872-1876, presentándose como candidato en contra del general Porfirio Díaz, al que derrotó, tomando posesión el 1 de diciembre de 1872.
Durante su administración hubo paz relativa, pues las luchas de carácter religioso la alteraron. En 1873 dispuso la expulsión de 15 jesuitas extranjeros, y en 1874 fueron desterradas las Hermanas de la Caridad. En septiembre de 1873 elevó a la categoría de constitucionales las Leyes de Reforma. Reforzó la marina nacional, para lo que adquirió los pequeños vapores de guerra: “Independencia”, “Libertad”, “México” y “Demócrata”. Sometió al cantón de Tepic, en donde se encontraba levantado Manuel Lozada, el “tigre de Alica”, a quien derrotó el general Ramón Corona en la batalla de la Mojonera en 1873. Inauguró el primer ferrocarril de México a Veracruz en enero de 1873 y trató de unir los distintos partidos políticos. Dignificó la administración de justicia y auspició la educación.
En 1874 reformó la Constitución, estableciendo nuevamente la Cámara de Senadores.
Trató de reelegirse en 1876, pero en contra de ello, Díaz proclamó en enero de ese año el Plan de Tuxtepec. Los generales donato Guerra, de Jalisco; Méndez y Carrillo, en Puebla; Couttolenc, en Veracruz; Treviño y Naranjo, en Nuevo León, y otros secundaron el movimiento. Lerdo envió fuerzas contra los sublevados. El general Porfirio Díaz en su Plan desconocía al presidente de la República y a todos los funcionarios y convocaba a elecciones.
José María Iglesias, presidente de la suprema Corte, también se enfrentó al gobierno por razones jurídicas. El 16 de noviembre el general Díaz derrotó a las fuerzas del gobierno en Tecoac, entró en México y Lerdo tuvo que abandonar la capital. Salió por Acapulco el 25 de enero de 1877 rumbo a San Francisco, California y luego hacia Nueva York, en donde falleció el 21 de abril de 1889.
Su cadáver fue trasladado posteriormente a México y se le sepultó en la Rotonda de los Hombres Ilustres. Con Iglesias y Juárez, Lerdo representó la legalidad, defendió la República y forjó la conciencia nacional.

(Tomado de: Navarro A., Ramiro - Sebastián Lerdo de Tejada. Historia de México, tomo 10, Reforma, Imperio, República. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)


lunes, 27 de enero de 2020

Proclama de Miguel Hidalgo por la libertad, 1810

Proclama de don Miguel Hidalgo

[Por la libertad de América]
[Octubre] 1810
Miguel Hidalgo y Costilla

Amados compatriotas religiosos, hijos de esta América: el sonora clarín de la libertad política ha sonado en nuestros oídos; no lo confundáis con el ruido que hizo el de la libertad moral, que pretendían haber escuchado los inicuos franceses, creyendo que podrían hacer todo aquello que se opone a Dios y al prójimo y dar larga rienda a sus apetitos y pasiones, debiendo quedarse impunes aun después de haber cometido los mayoreas crímenes. Lejos de vosotros semejante pensamiento en todo opuesto a la santísima ley de Jesucristo que profesamos, por lo mismo detestable y aborrecible hasta lo sumo.

La libertad política de que os hablamos, es aquella que consiste en que cada individuo sea el único dueño del trabajo de sus manos y el que deba lograr lo que lícitamente adquiera par asistir a las necesidades temporales de su casa y familia; la misma que hace que sus bienes estén seguros de las rapaces manos de los déspotas, que hasta ahora os han oprimido esquilmándoos hasta la misma subtancia con gravámenes, usuras y gabelas continuadas. La misma que ordena el que circule en vuestras manos la sangre que anima y vivifica las riquísimas venas del vasto cuerpo del Continente Americano; es decir, esas masas enormes de plata y oro de que a costa de mil afanes y con peligro de vuestras vidas preciosas, estáis sacando hace tres siglos, para saciar la codicia de vuestros opresores, y esto sin poderlo conseguir. Aquello, pues, que dispone el que con gran gusto y desahogo cultivéis aquella ciencia que es el alma del mundo político mercantil y el muelle o resorte que pone en movimiento la gran máquina de nuestro globo, cual es la agricultura, sin el penoso afán de pagar las insoportables rentas que de mucho favor se os han exigido; porque, decid, ¿habéis hasta ahora disfrutado por una sola vez los placeres del campo sin la zozobra de esperar al que viene a cobraros las rentas de las tierras que trabajáis? ¿Habéis tomado el gusto al sabroso licor que exprimís de las mamilas de vuestras vacas, sin el azahar [sic] de que el comerciante ultramarino que os fió cuatro andrajos podrá venir a echaros un embargo sobre esas mismas reses que a costa de sudores habéis criado y cuidado a fuerza de desvelos continuados? ¿No es verdad que muchos de vosotros ignoráis lo dulce que es al paladar la miel que fabrican las abejas? Los gusanos de seda, ni los conocéis; tampoco habéis trabajado en los plantíos de las arboledas, tan útiles a los grandes poblados, por la leña que producen con abundancia y suministración cuantiosa de sus maderas. Los emparrados, los olivos, las moreras, cuya utilidad ignoráis y aún nos están prohibidas; la utilidad de un sinnúmero de fábricas que podían aliviar vuestra vida afanada, ni sabéis cuales son, ni cuántas son de las que podíais lograr para desterrar el ocio y la holgazanería en que os halláis sumergidos. La educación, las virtudes morales de que sois susceptibles, el cultivo de vuestros despejados talentos para ser útiles a vosotros mismos y vuestros semejantes, aún se hallan en el caos de la posibilidad.
Reflexionad un poco sobre esto y hallaréis el gran bien que se os prepara, si con vuestras manos los unos y con vuestras oraciones los otros, acudís a ayudarnos a continuar y conseguir la grande empresa de poner a los gachupines en su madre patria, porque ellos son los que con su codicia, avaricia, y tiranía, se oponen a vuestra felicidad temporal y espiritual. Porque, ¿cómo podrán obrar bien para con Dios y con ellos, un sirviente mal pagado, un criado desatendido, ni un artesano, que a pesar de haber apurado sus tales [sic] para satisfacerles un desenfrenado lujo, se ve mal correspondido? El doblez de sus tratos y ventajosos proyectos de todo género, ha hecho que el engaño, el dolo y la mentira ande en la boca de todos, y que la verdad casi casi haya desaparecido de nuestro suelo. No penséis por esto que nuestra intención es matarlos; no, porque esto se opone diametralmente a la Ley santa que profesamos. Ella nos prohíbe y la humanidad se estremecería de un proyecto tan horroroso, al ver que unos cristianos, cuales somos nosotros, quisiésemos manchar nuestras manos con la sangre humana. A ellos les toca, según el plan de nuestra empresa, no resistir a una cosa en que no se les hace más agravio que restituirlos a su suelo patrio y nosotros defendernos con nuestras armas en caso de forzosa defensa. 
Aliento, pues, criollos honrados, aliento, la empresa ya está comenzada, continuémosla confiando en que el brazo poderoso de nuestro Dios y Señor nos ayudará como hasta ahora y no dudemos un momento del buen éxito. No deis oídos a las horrísonas voces de los que han pretendido espantaros y armaros contra nosotros, diciendo que venimos destruyendo nuestra sagrada religión católica. ¿No veis que en el primer pueblo que conquistamos nos hubieran despedazado y consumido? Es una falsedad sacrílega; preguntad a Zelaya, San Miguel, Yrapuato, etc., donde nos han recibido de paz, y interrogad a Guanajuato, que es la única ciudad donde encontramos resistencia y donde operamos no con todos los rigores de la guerra que nos presentaron, ¿qué imágenes destruimos y qué culto alteramos? Los templos han sido venerados, las vírgenes respetadas, los gobiernos reformados, no causando más novedad que la extracción de los europeos. A éstos sí que los podíamos acusar de impíos e irreligiosos; dígalo México, Puebla y Valladolid, y aun el mismo Guanajuato, donde el lujo y la moda a lo francés, arrancó de las paredes de sus salas (y lo mismo hubieran hecho en los templos si hubieran podido), las sagradas imágenes de Dios, de María Santísima y sus santos, colocando en su lugar por moda de buen gusto, estatuas obscenas, para tener la inicua complacencia de ver en lugar de modelos piadosos, incitativos de la lascivia impureza. Obsérvese en qué traje se presentaban ya en los templos de los divinos oficios; ya enraizados, ya pelones con pechos postizos los afeminados, silbando en lugar de rezar, cortejando a las prostitutas aun en la presencia real de nuestro Dios, con escándalo de los pobrecitos en quien se encuentra la verdadera piedad y religión. El vilipendio y desprecio a los sacerdotes, ¿quién lo ha practicado, sino ellos? La vindicación de su conducta, con deshonor de su estado eclesiástico; el despotismo que sobre esto ejercían y ejercen, es tan notorio que ya no lo duda ni el más estúpido. También nos dirían que somos traidores al rey y a la patria, pero vivid seguros de que Fernando Séptimo ocupa el mejor lugar en nuestros corazones, y que daremos pruebas de lo contrario, convenciéndolos a ellos de intrigantes y traidores. Por conservarle a nuestro rey estos preciosos dominios y el que por ellos fueran entregados a una nación abominable, hemos levantado la bandera de la salvación de la patria, poniendo en ella a nuestra universal patrona, la siempre Virgen María de Guadalupe. Ella nos ha de sostener y ayudar en este gran proyecto, dará esfuerzo a los débiles, esperanza a los tímidos y valor a los pusilánimes; disipará de las cabezas de muchos los angustiados pensamientos que le atormentan el alma, considerando la arduidad de la empresa, y facilitará su ejecución.
¡Buen ánimo, criollos cristianísimos! Alentaos con saber que el Dios de los Ejércitos nos protege. Nuestro ánimo no es derramar, si es posible, una gota de sangre de nuestros hermanos, ni aún de los que ahora consideramos por nuestros enemigos políticos. Unámonos a sostener una causa a nuestro parecer justa y sana, como lo es mantener ilesa nuestra santa religión, la obediencia a nuestro romano pontífice y a nuestro rey señor natural, a quien hemos jurado obedecer, respetar su nombre y leyes, cuidar de sus intereses [y] perseguir a cuantos se opongan a ello. Aquel que os dijese que somos emisarios de Napoleón, Temed mucho el que sea verdad; lo contrario, esto es, que él, ese mismo que lo llegue a decir, lo sea en realidad y mucho más si es europeo [resulta más factible], porque nosotros los criollos jamás hemos faltado ni somos capaces de tener conexión con ese tirano emperador.
¡Viva la religión católica! ¡Viva Fernando VII! ¡Viva la Patria! y ¡Viva y reine por siempre en este Continente Americano nuestra sagrada patrona, la Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Muera el mal gobierno! Esto es lo oiréis decir de nuestra boca y lo que vosotros deberéis repetir. [Miguel Hidalgo.]


(Tomado de: Briseño Senosiain, Lillian; Ma. Laura Solares Robles y Laura Suárez de la Torre (investigación y compilación) - La independencia de México: Textos de su historia. Tomo I Antecedentes. La lucha por la libertad. Coedición SEP/Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. México, D.F., 1985)

viernes, 24 de enero de 2020

Levantamiento guerrillero en Chiapas II

Solo, en verdad solo, como únicamente puede estar un hombre con la historia sobre sí, Carlos Salinas de Gortari optó por la prudencia. Al menos en las primeras horas siguientes al "ataque" guerrillero de que fueron objeto varias poblaciones chiapanecas. La decisión le pertenece por entero, tanto como su consecuente responsabilidad.
Porque así lo quiso, porque así entiende el Primer Mandatario el mando que le otorgó y le ha sostenido el pueblo, no respondieron de inmediato las fuerzas armadas, según lo dicta la Constitución, en defensa de la soberanía.
Optó por salvar vidas, y seguramente lo consiguió en alguna medida.
También por la búsqueda de una salida, de una solución concertada, negociada o simplemente menos dramática, menos criticada en el exterior. Es ovbio que su intención, como estadista, fue la de evitar que bajo sus órdenes el Ejército sofocase lo más semejante a una asonada subversiva que hemos vivido en la historia moderna.
Contra todas las leyes, por encima de la más elemental convivencia social, sin otra bandera que derrocar a un gobierno constitucional y legítimo, que destruir a su Ejército, cientos -quizá miles- de hombres perfectamente armados, uniformados como lo que son: miembros de otro ejército, le declararon la guerra a México. Dentro de nuestro propio país. Y la respuesta fue permitirlo.
Esta realidad tiene que estremecer la conciencia colectiva de la Nación.
Si lo mismo: tomar alcaldías, estaciones de radio local, matar policías, lo hubiesen hecho fuerzas extranjeras, todos, un todo muy amplio, hubiésemos pedido a gritos que nuestros soldados los expulsaran. Los sometiesen al orden legal, los hicieran pedazos por su osadía contra todo lo establecido, es decir, contra la sociedad en su conjunto.
¿Por qué se mostró un rostro de paciencia, de larga paciencia, en respuesta al ataque?
Queda ahí la interrogante.
Lo que no se puede negar es que los militares estaban listos para responder, en el terreno de la guerra donde ellos se situaron, a los supuestos guerrilleros. Que debe haberles sido muy difícil el gran compás de espera que todo permitió en su contra, sobre todo -lo peor- el admitir que la población civil fuese vulnerable.
Este es el mensaje más terrible, en lo relativo a a seguridad nacional.
Pacíficas poblaciones dejadas de la mano de Dios, lejanas del centro del país por kilómetros y costumbre fueron, textualmente "tomadas" por guerrilleros perfectamente entrenados y armados. ¿Por qué tardó tanto la respuesta de las fuerzas armadas, que por mandato constitucional deben defender pueblo y soberanía? Únicamente hay un motivo: así lo decidió su comandante supremo, el señor Presidente.
¿Qué motivos tuvo Carlos Salinas de Gortari para actuar de esta manera? La historia se lo demandará, el diálogo en el momento fue de uno. De un hombre que decidió, quizás sin consultar siquiera a su propio espejo, que esto era lo mejor. Lo mejor para el país, para su gobierno, para su concepción del planeta Tierra, para su proyecto nacional. Y seguramente también que era lo mejor para el ser humano que ostenta la investidura presidencial por sexto año consecutivo.
La decisión, hay que admitirlo, no debe haber sido fácil. Sus consecuencias no las podemos siquiera imaginar todavía, víctimas que somos de la gran impresiónimpresión, del profundo impacto que significó comenzar el año 1994 inmersos en una violencia que sacude todos los cimientos de nuestro sistema político.
***
Esta no ha sido una revuelta romántica y justa, producto de la desesperación en que la miseria ha sumido a los chiapanecos, sobre todo a los indígenas. Mucho cuidado con que terminemos por creernos lo que será el discurso de la paz.
Si bien existe una gran miseria ancestral, un pésimo reparto de las tierras, insalubridad, mortalidad infantil, analfabetismo y otros vicios de la marginación, no son el motivo principal, sino sólo uno de ellos. Una de las razones que llevaron a las armas a campesinos que son de origen indígena, que son casi indígenas, pero que no pueden ser conceptualizados iguales a quienes viven en sus comunidades, anclados a usos y costumbres étnicas que los diferencian del resto de los pobladores.
Sí habría que buscar responsabilidad en el programa de Solidaridad, en la gran cantidad de recursos que el gobierno federal ha invertido en el desarrollo social del Estado. Por una parte razón muy simple, junto a estas inversiones que en verdad cambiaron la vida y la visión del mundo de los chiapanecos que menos tienen, no hubo programas productivos eficientes. No hubo un empleo que les permitiese acceder a mejores niveles de vida. Mismos que les fueron enseñados, apenas mostrados, por los servicios de los que se dotó como agua, electricidad, etcétera.
No se trata de conservar, como estadística sobre el escritorio de los doctores de Economía, a los pobres en plenitud de su derecho a seguir siendolo. Por del contrario, así sea con metas -colaterales- electorales y sentido populista, el PRONASOL y cualquier tipo de inversión federal que proporcione una mejor vida a su beneficiarios tiene que ser bienvenido. Que haya agua es mejor a que no la haya, igual con las escuelas, con la electricidad, hasta con las canchas deportivas que desde el helicóptero se observan en comunidades que no deben aparecer, siquiera, en los mapas.
El conflicto surge cuando estos programas no vienen acompañados, insisto en ello, de la posibilidad de ingreso. Y, además, vienen a fortalecer el cacicazgo local. Cuando las estructuras sociales, tan infinitamente corruptas como fueron descubiertas ante la opinión pública por esta guerra, no han cambiado antes de estos programas. Porque entonces los abismos, no registrados por estadísticas -pero graves en su entorno social- se hacen mayores.
Así las grandes inversiones en Chiapas, a través de la gente de Carlos Rojas, fueron un detonante social. Y no, como le contaron al Presidente, un paliativo a su miseria ancestral.
Paradójicamente, el progreso los hizo más pobres al darles mayor conciencia de su marginación y no proporcionarles empleo remunerado.
No olvidemos la presencia en Chiapas, por los programas de dotación de tierras que comenzaron durante el sexenio de Luis Echeverría, de campesinos del norte del país que ya forman parte del entorno, habiendo incorporado su visión de la realidad. Y sobre todo, su capacidad de organización.
Esta sería la base real sobre la que se montó el movimiento guerrillero. Junto con las peculiaridades geográficas de Chiapas. Su imposibilidad de comunicación, su gran disgresión de poblados, el origen de sus habitantes, tan diferente entre sí.
El trabajo de organización de la guerrilla estuvo en manos de profesionales de esa forma de lucha, seguramente de guerrilleros del extremo más al sur de la América que venían, habiendo tenido posiciones muy altas en sus jerarquías, de alguna lucha social fracasada y por tanto pudieron aplicar, con buen éxito, su experiencia. Ellos trabajaron, durante muchos años, con miembros de la iglesia, de la teología de la liberación. Movimiento que además trajo líderes, dispuestos a inmolarse, del extranjero. Entre ellos seguidores del obispo brasileño Pedro Casaldáliga, cuyos testimonios adornan las paredes de las casas de seguridad, descubiertas antes de rendirnos ante el EZLN.
No fueron los únicos. También forman parte del movimiento guerrilleros mexicanos que tuvieron experiencia guerrillera en otros tiempos y otras partes del país. Y algunos miembros del PRD.
Todos ellos trabajaron sobre las organizaciones campesinas existentes en Chiapas. Ellas son clave para entender la fuerza del movimiento guerrillero. Sobre todo el papel que juega la CIAOC y la ANCIEZ, pero no sólo estas.
Es la combinación de todos los factores aquellos objetivos de marginación y falta de empleo, de una geografía muy difícil, de la convivencia obligada de costumbres y orígenes que ponen a los chiapanecos en contra de ellos mismos. Eso es real, eso es una de las razones. Pero no hubiese bastado para una revolución si no existiese la mística religiosa, la influencia inmensa de la gente seguidora del obispo Ruíz y de tantos otros. Sobre todo extranjeros que vinieron a hacer su revolución, sintiéndose los nuevos redentores que deben ser crucificados por las balas del malvado Ejército.
Añádase el trabajo meticuloso, disciplinado de sus dirigentes durante muchos años. Sobresale en ello el papel de los catequistas. De otra manera no hubiese sido tan eficiente su organización.
Y, por último, pero de una importancia vital: el dinero que recibieron del extranjero, de Alemania, Bélgica y supuestamente del millonario norteamericano Ross Perot; también hay versiones de influencia por parte de Cuba. Y la eficiente red de abastecimiento, de cuidado sanitario, hospitales en todos sus niveles siempre atendidos por monjas, que fueron construyendo durante muchos años.
Esa es la realidad que no quiso enfrentar el gobierno, pero que siempre supo que existía. Quizá no con información precisa sobre su fuerza, su magnitud, el número de simpatizantes y lo dispuestos que estaban a morir por sus ideas, pero que sí conoció con tiempo suficiente para tomar otras medidas. Que no se tomaron o que en su momento, ya muy tarde, no fueron suficientes para detener el estallido violento.
Lo que no funcionó fue el papel que desempeñó Patrocinio González Garrido, o aquél de José Córdoba. O lo que no funcionó fue algo mucho más complicado. Que no se soluciona con culpables a priori.
Porque no basta con crucificar a unos y revivir al otro, al que debió ser definitivamente, desde el inicio del sexenio, el titular de Gobernación si es, con lo que demuestra su nombramiento presidencial de Comisionado por la Paz, el único capaz de negociar efectivamente con todos los sectores de la sociedad, incluso en las condiciones más adversas. No es suficiente aceptar que algo no funcionó, sino regresar los pasos, hasta donde sea posible, para recuperar o hallar por primera vez el camino. Y al decir camino quiero decir verdad. Una que no es la que se nos quiere vender como la oficial. La verdad no es aquella de la miseria que pone en el peor de los sitios a los soldados y hace héroes a criminales, a quienes declararon la guerra y asesinaron a sangre fría a humildes policías y soldados sorprendidos en sus cuarteles. No es la verdad aquella que dice que Samuel Ruíz es inocente y José Córdoba Montoya culpable absoluto del mal manejo del estallido de violencia en Chiapas. Ojalá y todo fuese así de simple.
Porque negar que existen muchas verdades en contraposición, no hará sino agravar las tensiones sociales consecuencia de la guerra de Chiapas.

(Tomado de: Arvide, Isabel - Crónica de una guerra anunciada. Grupo Editorial Siete, S.A. de C.V. México, 1994)

miércoles, 22 de enero de 2020

Payaso multado por ser ovacionado, 1883


(Basado en: José L. Cossío, Guía retrospectiva de la Ciudad de México, 1248-249.)

El circo es una de las costumbres populares más arraigadas entre los capitalinos. El pueblo concurre gustoso a muchos de ellos, como el de Orrín, el Chiarini o El Nacional.
En el primero, actuaba Ricardo Bellini, quien salía al escenario vestido de blanco, al estilo de Pierrot, Con la cara enharinada, pintada de colores y el copete terminado en punta; usaba largos bolsillos en el pantalón de donde sacaba todo tipo de instrumentos musicales excéntricos: botellas, cascabeles, campanas y, sobre todo, su cafetera.
Bellini era la delicia de todos los concurrentes. Nacido en Londres, en 1859, llegó a México a los diez años de edad por primera vez, para luego volver a radicar aquí, formando su propio circo. Cada actuación suya resultaba inolvidable, pues cada vez que salía a la pista, dice Luis G. Turbina, "sale el sol en los cielos de la inocencia."
Pero a veces la inocencia se convertía en una crítica al gobierno. Un cronista recuerda que al expedirse la Ley del Timbre, por parte del primer gobierno porfirista, Bell se presentó con su traje de payaso cubierto con estampillas a granel. El chiste le costó una multa de cincuenta pesos.
El pueblo acudía con gran placer a divertirse al Orrín, cuya capacidad, dos mil butacas, era abarrotada semana a semana. Uno de los momentos más gratos, le costó a Ricardo Bell una multa de cincuenta pesos por un chiste que tenía una historia tragicómica.
Resulta que el gobierno de Manuel González, con el decreto de 16 de diciembre de 1881, creó una moneda de uno, dos y cinco centavos con liga de setenta y cinco a ochenta por ciento de cobre y de veinte a veinticinco de níquel, estableciendo que la emisión no podía ser de más de cuatro millones de pesos.
El valor del níquel era de ocho pesos el kilo y del cobre de sesenta y cinco centavos, así que acuñación dejaba grandes utilidades, por lo que se acuñó más moneda de la que se necesitaba. Fue tanto el descrédito que se excluyó del mercado a todas las demás monedas y se vendía por peso y con menor valor que el legal.
Dos años después del decreto, en vísperas de la Navidad, la población no aguantó más. Hubo una sublevación de las placeras de los mercados de El Volador y de La Merced, quienes, enardecidas se dirigieron hasta Palacio Nacional, al que apedrearon, gritando contra el gobierno y rompiendo vidrios y faroles. A los guardias les arrojaban puños de monedas.
Cuando la multitud se encontraba más enardecida, apareció el general Manuel González, sin ninguna escolta, por la calle de Seminario. Al ser reconocido fue apedreado. El presidente abrió la portezuela, se bajó del coche y la muchedumbre, impresionada por este acto de valor, le abrió el paso hasta la puerta Mariana, por donde entró a Palacio.
La guardia hizo una descarga al aire y salieron patrullas para desalojar la plaza. Todo el día recorrieron la ciudad piquetes de tropa, por lo que los actos de protesta debieron suspenderse.
La prensa oficial al dar la noticia dijo que al llegar el presidente Manuel González a Palacio Nacional, el pueblo lo había recibido entre aplausos y vítores.
Y aquí es donde Ricardo Bell entra en esta historia. Durante su actuación dominical en el Circo Orrín, apareció en el redondel dando vueltas a toda carrera y, tras él, el director corría dándole de chicotazos, mientras Bell gritaba a voz en cuello:
-¡Ya no más ovaciones, Mister Orrín!
La multa que debió pagar el célebre payaso fue de cincuenta pesos.


(Tomado de: Sánchez González, Agustín - Terribilísimas historias de crímenes y horrores en la ciudad de México en el siglo XIX. Ediciones B, S.A. de C.V., México, D.F., 2006)

lunes, 20 de enero de 2020

José María Iglesias

Abogado y político mexicano, nació en México, D. F., el 5 de enero de 1823. sus padres fueron don Juan N. Iglesias y Castro y doña Mariana Inzaurraga y Carrillo. Estudió la carrera de abogado, terminándola en el año de 1845. Fue asimismo catedrático del primer curso de Artes en el Colegio de San Gregorio, cargo que desempeñó antes de obtener el título de abogado.
Maestro de física en 1845 y de Derecho en 1846, munícipe del Ayuntamiento de México en 1847. Ministro del Supremo Tribunal de la guerra cuando se encontraba el gobierno de México en Querétaro, durante la invasión americana.
Contrajo matrimonio con la señorita Juana Calderón Tapia en 1849. Diputado en 1852, obtuvo triunfos parlamentarios por su talento e ilustración. En 1857, Comonfort lo nombró ministro de justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública. Fue magistrado de la Suprema Corte de Justicia en 1858, cuando era presidente de ella don Benito Juárez.
En 1860 se le nombró Administrador General de Rentas y después de la Aduana de México.
Durante la invasión francesa acompañó al señor Juárez, habiendo sido designado ministro de Justicia, Fomento e Instrucción Pública. En 1864 fue nombrado ministro de Hacienda hasta julio de 1867, en que el gobierno nacional regresó a México. En 1868 fue diputado al Congreso Federal; después ocupó los ministerios de Gobernación, Justicia e Instrucción, hasta 1871.
Siendo presidente de la República el licenciado Sebastián Lerdo de Tejada, Iglesias fue designado presidente de la Suprema Corte de Justicia de la nación. Debido a la ley de 18 de mayo de 1875, que restringía la actuación de la Suprema Corte, presentó su renuncia, pero no le fue aceptada. Con la reelección de Lerdo, estalló en su contra la revolución porfirista. Iglesias como presidente de la Suprema Corte de Justicia asumió la presidencia, declarando por medio de un manifiesto que Lerdo había roto sus títulos legales y que por ministerio de ley, como presidente de la Corte, le correspondía dicho cargo.
En Salamanca lanzó un manifiesto y fue reconocido por los gobernadores de los estados de Guanajuato, Querétaro, Aguascalientes, San Luis Potosí y Jalisco. Ante el triunfo de Díaz, Iglesias marchó a Guadalajara, después a Colima y Manzanillo, embarcándose rumbo a Mazatlán, hasta llegar a San Francisco, California. Regresó en 1877 a México, en donde murió el 17 de diciembre de 1891.
Es uno de los autores de los Apuntes para la historia de la guerra entre México y los Estados Unidos, México, 1850. Colaboró en El Siglo XIX, de Ignacio Cumplido. Escribió un Estudio constitucional sobre las facultades de la corte de Justicia. En Nueva York escribió para justificar su actitud política La cuestión presidencial en 1876 y la Autobiografía del señor licenciado don José María Iglesias.
Publicó a partir de 1862-1866 la Revista histórica sobre la Intervención Francesa, con profundas y atinadas reflexiones acerca de ese hecho.

(Tomado de: Navarro A., Ramiro - Sebastián Lerdo de Tejada. Historia de México, tomo 10, Reforma, Imperio, República. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)





viernes, 17 de enero de 2020

El Chalequero, 1888

(Grabado por José Guadalupe Posada)

(Basado en diversos textos, destacando: Hernán Robleto, Crímenes célebres; Carlos Roumagnac, Matadores de mujeres; Alberto del Castillo, Entre la moralización y el sensacionalismo. El surgimiento del reportaje policiaco en la ciudad de México en el porfiriato, Tesis de Maestría, de la ENAH) 
Francisco Guerrero llenó las páginas de la nota roja en México durante tres décadas. Más conocido como el Chalequero, este personaje era un violador, asesino de mujeres y degollador, que actuaba por los rumbos del barrio de Peralvillo, cerca del Río Consulado.
Existen dos versiones en torno al apodo. La primera se refería a los chalecos que portaba el criminal; la segunda, a decir de Hernán Robleto, provenía de que mataba y violaba "a chaleco", es decir, a fuerza, a las mujeres que enamoraba.
Durante siete años, el Chalequero actuó sin que nadie le echara el guante, a pesar de que durante todo este tiempo, continuamente, por el rumbo del Río Consulado, había aparecido una buena cantidad de mujeres degolladas y violadas. Se trataba de humildes prostitutas, cuya lista crecía diariamente, ante la impotencia de la policía por capturar al criminal.
Este hecho acrecentó la leyenda y la imagen del Chalequero se fue mitificando, provocando el temor de todas las mujeres del barrio.
En una hoja volante, publicada por Vanegas Arroyo, ridiculizaba a la policía:


El famoso Chalequero
eclipsó a Miguel Cabrera
porque el matador de Trono
no caerá en la ratonera...

El multiasesino era descrito como "guapo, elegante, galán y pendenciero". Vestía con pantalón de casimir gris, chaqueta negra, sombrero ancho y zapatos negros. Gozaba de una colección de pantalones estrechísimos y por supuesto chalecos, con agujetas y chaquetas charras, con vivos de cuero.
La gente decía que tales elegantes ropajes no le costaban un centavo, pues era sostenido por una de sus amantes, conocida como la Burra Panda; además, se contaba, Francisco Guerrero era mantenido por un grupo de mujerzuelas.
Hacia 1888, la lista de mujeres que aparecieron degolladas en los márgenes del Río Consulado había crecido escandalosamente: Francisca, Emilia, Luisa, Candelaria, María de Jesús, Refugio, Lorenza, Soledad, Margarita, Josefa, Camila y Nicolasa, eran los nombres de las humildes prostitutas que habían caído en sus garras.
La policía no descansó hasta el momento en que logró capturar al matador tras su última fechoría: Murcia Gallardo retó al Chalequero a que se hicieran "bolas" en la calzada de Guadalupe. Tras su desaparición, un vecino lo denunció y con el testimonio de varias mujeres fue atrapado y se le pudo enjuiciar y condenar a muerte.
Alberto del Castillo, de quien hemos tomado varios de los datos señalados en este texto, recoge el testimonio de un par de mujeres que se salvaron de las garras del Chalequero.
Lorenza Urrutia declaró que lo conoció una mañana cuando iba para la Villa de Guadalupe. El hombre le pidió lumbre para encender un cigarro y luego comenzó a platicarle que las mujeres del rumbo no lo podían ver y le habían puesto el apodo de Antonio, el Chaleco. Al escucharlo, y conociendo los antecedentes, Lorenza se aterró, mientras el hombre sacó dos armas grandes e invitó a la mujer a sentarse. Ella le rogó que le permitiese llegar a la Villa, ofreciéndole volver, a lo que accedió el hombre. Lejos de hacerlo, la Urrutia volvió a México y se salvó.
El otro testimonio es el de Clara González, de setenta años, propietaria de un tendajón, que declaró conocer la mala fama de Antonio el Chaleco y deseó conocerlo. Algunas mujeres se lo enseñaron y desde entonces pudo notar que pasaba por la calzada en varias ocasiones y al verlo, las mujeres se escondían.
El Chalequero fue condenado a muerte en 1888. Más tarde, su sentencia fue permutada por una pena de veinte años en San Juan de Ulúa.
Sin embargo, reapareció en 1908 después de otro homicidio por los mismos rumbos, haciendo eco del viejo adagio: el asesino siempre vuelve al lugar del crimen.
El 28 de abril apareció el cadáver de una anciana degollada en los márgenes del Río Consulado. Vestía humildemente y uno de los vecinos dijo haberla visto varias veces en una pulquería conocida como Las Tres Piedras, acompañada de otro anciano.
El reportero de El Imparcial concluyó que las huellas del cuchillo que presentaba el cadáver correspondían a "la cuchillada de borrego" y exactamente al estilo del Chalequero. Esta información llenó de pavor a la población.
Con este dato, la policía investigó en torno al paradero de Guerrero y descubrió que había abandonado la prisión de San Juan de Ulúa dos años atrás, sin conocerse su paradero. El reportero indagó que Guerrero había regresado a vivir con una mujer llamada Antonia Gómez y que ambos trabajaban de porteros en una casa de la calle de San José de Gracia. Al entrevistar a Antonia, averiguó que la pareja se había disgustado y el criminal había abandonado la casa.
Más tarde, Antonia se enteró por una amiga que había visto a Guerrero con una anciana de pelo blanco y enaguas negras por el rumbo de Río Consulado.
El Chalequero fue descubierto y reaprehendido dos a semanas después. Confesó que había conocido a su víctima en la cantina El Morito, donde se tomaron unas copas y salieron a caminar por el río. Como en una película, el Chalequero volvió su vista veinte años atrás y terminó de matarla como a las otras mujeres.
Durante el juicio, seguido de cerca por cientos de personas, fue condenado a la pena capital. Empero, por segunda ocasión, se salvó del patíbulo. A los poca días de ser sentenciado, su cadáver fue encontrado en su celda de la cárcel de Belén; una fuerte tuberculosis terminó con su existencia.
Su entierro fue desairado y su cadáver fue a la fosa común.

(Tomado de: Sánchez González, Agustín - Terribilísimas historias de crímenes y horrores en la ciudad de México en el siglo XIX. Ediciones B, S.A. de C.V., México, D.F., 2006)

miércoles, 15 de enero de 2020

China poblana

Mujer que viste un traje derivado tal vez de la maja andaluza o de la lagarterana; castor rojo bordado de lentejuela, blusa que deja adivinar la opulencia del seno, medias blancas, zapatillas y rebozo. Los de china y charro se consideran atuendos nacionales. Antonio Carrión, historiador de fines del siglo XIX, identificó arbitrariamente a Catarina de San Juan, mística poblana del siglo XVII, con la "china poblana". La primera fue una esclava que procedía de Filipinas, como la nao de Manila, también llamada "de China", y vivió en la Puebla de los Ángeles. Según advierte Manuel Toussaint: "Nada tiene que ver este traje de nuestra china poblana de hoy, con la indumentaria paupérrima que Catarina usó para cubrir su desnudez... Como esclava, ningún lujo o gala puede haberse permitido y, ya mujer, en Puebla, esclava de sus amos y esclava de Dios ante todo, su indumento se reducía, como dice así confesor y biógrafo, a saya, manta y toca." "China" es voz quichua y significó en su origen hembra de cualquier animal; luego pasó a denominar una sirvienta, una india o mestiza, una mujer del bajo pueblo. La primera documentación de esta palabra es de 1553. Santillán, en sus Tres relaciones, refiere que los soldados españoles en Perú tenían indias "para chinas de sus mujeres y a veces para manceba de ellos y de otros". Juan de Ulloa, en su Relación histórica del viaje a la América Meridional, describe su visita a Quito hacia 1749 y dice de las chinas "que así llaman a las indias mozas solteras, criadas de las casas y conventos". 
Según Rufino Cuervo, en el lenguaje bogotano del siglo pasado [s. XIX] "china" equivalía a chica, muchacha, rapaza. Se ignora cuándo y cómo llegó el vocablo a México; pero se conoce la característica de la china mexicana, gracias a varios autores dignos de crédito. Joaquín García Icazbalceta dice que todavía alcanzó a conocerlas y aprueba la pintura que de ellas hace Manuel Payno en su Viaje a Veracruz: "Una mujer del pueblo que vivía son servir a nadie y con cierta holgura a expensas de un esposo o de un amante, o bien de su propia industria. Pertenecía a la raza mestiza y se distinguía por su aseo, por la belleza de sus formas, que realzaba con su traje pintoresco, hasta ligero y provocativo, no menos que por su andar airoso y desenfadado". Supone García Icazbalceta que después de haber desaparecido de México, las chinas subsistieron algún tiempo en Puebla, y de ahí les vino el nombre de poblanas. La interpretación de poblana de Puebla, aplicada a la china, parece discutible: poblano, en Hispanoamérica, equivale en ocasiones a pueblerino, campesino, lugareño, habitante de aldea. Esta acepción se conserva todavía en Yucatán. Es posible que por la convergencia de poblano como pueblerino y poblano como gentilicio de Puebla, se haya creado una confusión. En las obras de Guillermo Prieto, china y aun china poblana no necesariamente se refieren a china de Puebla. Payno, a su vez, sólo usa la palabra "china", sin añadidura de "poblana", y Somoano hace lo mismo. El confesor de Catarina de San Juan, el padre José del Castillo Grajeda, sabía que la religiosa había nacido en el imperio del Gran Mogol, la India; sin embargo, dice que hablaba como "todas las que son de nación china". La propia Catarina se define como una "china bozal". El traje de la china poblana es de fines del siglo XVIII o principios del XIX, casi 2 siglos después de la llegada a Puebla de la pequeña esclava hindú. De ahí que el deslinde de las dos figuras opuestas -la pobre religiosa que sufre martirios y la mujer alegre y vital- sea imprescindible. v. Nicolás León: La China Poblana (1923); R. Carrasco Puente: Bibliografía de Catarina de San Juan y de la China Poblana (1950).

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S.A. México, D.F. 1977, volumen III, Colima-Familia)

lunes, 13 de enero de 2020

Vicente Saldívar


A pesar de ser zurdo
Los primeros años de la década del sesenta le guiñarían el ojo a uno de los boxeadores más técnicos, cerebrales y disciplinado que nunca haya tenido el boxeo en México: hablamos de Vicente Saldívar, el "Zurdo de Oro". En 1960, como amateur, consiguió el título pluma del Distrito Federal, el nacional, el campeonato de los Guantes de Oro y representó a Mexico en las Olimpiadas de Roma. Contaba apenas con 17 años de edad.
Aún así, para los entrenadores no dejó de ser más que un aplicado púgil amateur con el agravante de ser zurdo, salvo para Adolfo "Negro" Pérez, quien pagó por el derecho de dirigirlo la cantidad de 5,000 pesos -aunque hay versiones que hablan de 14,000. Monto considerable porque se trataba, si acaso, de una promesa. Pero el "Negro" ya tenía al muchacho y sólo faltaba prepararlo para conseguir un campeonato.
El lanzamiento de Saldívar al profesionalismo atrajo la atención de la prensa. Al muchacho se le conocía como amateur y los medios declaraban que, a pesar de ser zurdo, era un "peleador muy espectacular", o "no por ser zurdo es peleador apagado y difícil". Los promotores no eran del gusto de contratar a púgiles cuya arma principal fuera su puño izquierdo.
Para casi todos los boxeadores, la provincia representaba la plaza del fogueo. Así, en febrero de 1961 Vicente debutó con un nocaut en el tercer asalto a Babe Palacios en la ciudad de Iguala, Guerrero. Sostuvo peleas en Oaxaca, León, Acapulco y Huachinango antes de hacer su debut en la capital del país. En todas sus peleas había despachado a sus contrincantes por la vía rápida. No había duda de su poderío, pero Saldívar no conseguía atraer a la afición.
Nocaut tras nocaut, Vicente se fue abriendo el espacio para la pelea grande a nivel nacional. El 8 de febrero de 1964 no tuvo problemas para vencer a Juan Ramírez, campeón del país en peso pluma, al cual derrotó de manera fulminante en el segundo asalto. Sin embargo, no hubo celebraciones frenéticas para el nuevo monarca.
Su trayectoria fue impresionante, no sólo por su golpeo demoledor, sino porque su pelea profesional número 25 se realizó bajo los reflectores que iluminaban el escenario de una pelea de campeonato mundial. El 26 de septiembre de 1964, se enfrentaba a un ídolo del pueblo mexicano: Ultiminio Ramos.

"Respetable público: me retiró del box"
La entrevista con Saldívar representaba la cuarta defensa del título de Ramos. A uno de los retadores lo había noqueado y con los otros dos alcanzó el triunfo por decisión. Éstas dos últimas peleas le habían restado a Ultiminio su fama de pegador fulminante. Sin embargo, nadie podía decir que la dinamita de sus puños estaba mojada. Saldívar había derrotado a todos sus oponentes por nocaut el año anterior, 1963. Aunque en sus últimas dos salidas obtuvo la victoria por decisión. Se encontraban en el ring dos boxeadores que podían acabar la pelea de un momento a otro. La seducción del nocaut atrajo a miles al coloso de Cuatro Caminos.
Eran tiempos de dedicatorias incuestionables. Las peleas estaban brindadas a algún personaje público casi por reglamento. Saldívar le dedicó la pelea al presidente López Mateos y al gobernador de Guanajuato. Los otros dos mexicanos que actuarían en la función eran el "Canelo" Urbina y José Medel, quienes brindaron su pelea al presidente municipal de Coronel, Guanajuato, y a Raúl Salinas Lozano, secretario de Industria y comercio, respectivamente. Al encuentro acudieron López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, ya entonces presidente electo. La taquilla fue un éxito.
Nunca en la historia del deporte se había recaudado tanto dinero: casi 1,850,000 de aquellos pesos.
Ultiminio llegó como favorito. En sus entrenamientos generaba una gran atención del público. Saldívar era un muchacho callado y disciplinado. En su gimnasio no era común tener una multitud arremolinada para verlo practicar. Dos estilos distintos de boxear, dos personalidades opuestas se enfrentaban ese 26 de septiembre de 1964.
La pelea empezó pareja. No se hicieron daño en los primeros cuatro rounds. A partir de quinto, el retador tomó la iniciativa, aunque estuvo a punto de caer en el octavo. El décimo asalto fue claramente para Saldívar el de Matanzas recibió una verdadera paliza. El undécimo round fue la conclusión del anterior. Entre las cuerdas y el retador, se encontraba un campeón que era molido a golpes. Se encendieron los focos rojos y la pelea concluyó. Saldívar era campeón del mundo. Tenía 21 años.
Saldívar se convirtió en un ejemplo de la disciplina boxística. Se preparaba a conciencia antes de cada pelea y no aceptaba visitas en sus entrenamientos. Tal vez por eso nunca alcanzó los niveles de idolatría de un Macias, un "Toluco" o un "Pájarito" Moreno. Pero Vicente daba un aviso al mundo del boxeo: el ring no estaba para dar sorpresas o golpes de suerte; la preparación y el cuidado personal se convertían en elementos centrales para un pugilista. El box estaba cambiando.
Las peleas que sostuvo en adelante fueron exclusivamente para defender su cinturón mundial pluma. Lo hizo exitosamente en ocho ocasiones.
Su retiro fue perfecto. El 14 de octubre de  1972 defendió su corona mundial de peso pluma ante el galés Howard Winston -a quien ya había derrotado un par de veces- en el Estadio Azteca. Momentos después de que el réferi detuvo la pelea en el duodécimo asalto y declaró a Saldívar vencedor, el campeón pidió el micrófono y dijo con acento sereno: "Respetable público. Me retiro del box. Muchas gracias." Posteriormente, ya en vestidores, confirmó: "Me voy entero."
Unos dijeron que se retiraba un gran campeón. Otros afirmaron que nunca demostró serlo, pues sus contrincantes no estaban a la altura del universo pluma. Lo cierto es que fue el boxeador más sólido que había tenido México hasta entonces.

(Tomado de: Maldonado, Marco A., y Zamora, Rubén A. - Cosecha de campeones. Historia del box mexicano II, 1961-1999. Editorial Clío Libros y Vídeos, S.A. de C.V., México, abril 2000)

viernes, 10 de enero de 2020

Chichicuilote

Nombre que se aplica a las aves zancudas del orden Charadriiformes, cuyas especies pertenecen a dos familias diferentes: a Scolopacidae, Crocethia alba y Totanus flevipes; y a Phalaropodidae, Lobipes lobatus y Steganopus tricolor. Crocethia alba mide 18 centímetros y tiene el plumaje casi blanco, aunque en invierno se torna moreno grisáceo en el dorso, con una línea oscura en los ojos; y el pico y las patas oscuros. Se reúne en grupos a la orilla del mar, donde al retirarse las olas corren tras ellas para recoger pequeños animalitos. Se le encuentra desde la región holártica. En invierno llega hasta la Patagonia. Totanus flevipes (gingüis) mide 24 centímetros y tiene el plumaje moteado de negro sobre fondo blanco, los ojos oscuros, el pico negro y las patas amarillas. Cría en regiones septentrionales de América, y en el invierno emigra hasta Chile y la Patagonia. Prefiere las praderas cenagosas y las orillas lodosas de las lagunas. Lobipes lobatus es también una pequeña zancuda de plumaje blanco y gris. El macho y la hembra cuidan a sus polluelos, y cuando el cazador se cerca, tratan de desviarlo, aun a costa de sus vidas. Vuelan a gran altura y descienden tan rápidamente que es difícil seguirlos con la vista. La hembra de Steganopus tricolor es de colores más llamativa y no se ocupa de su nido. Todos son comestibles.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S.A. México, D.F. 1977, volumen III, Colima-Familia)

miércoles, 8 de enero de 2020

El Partido Liberal Mexicano

Históricamente, la Revolución Mexicana se venía gestando desde la celebración en febrero de 1901, del Congreso Liberal, convocado por el Club Liberal Ponciano Arriaga, de San Luis Potosí, presidido por el ingeniero Camilo Arriaga. De este Congreso salieron los principales precursores que organizaron el movimiento armado de 1906, como Ricardo Flores Magón, Juan Sarabia, Librado Rivera, etcétera: movimiento que tenía como bandera el programa acordado por la junta organizadora del Partido Liberal Mexicano y fechado el 1° de julio del propio año de 1906.” En efecto, perseguidos tenazmente por la policía, acosados por todo el aparato de represión del porfiriato, algunos de los miembros de los antiguos grupos liberales convocados por el Club Ponciano Arriaga se refugiaron en los Estados Unidos, en donde, burlando también la acción de la policía yanqui, instalaron la junta organizadora del Partido Liberal Mexicano.

Actuaron, Como dirigentes de esa junta, Ricardo Flores Magón, Juan Sarabia, Antonio I. Villarreal, Enrique Flores Magón, Librado Rivera, y Manuel Sarabia. Y en el Manifiesto a la nación dado a luz por los organizadores del partido liberal se expresaron los objetivos que el propio partido perseguía: “El partido liberal lucha contra el despotismo reinante en nuestra patria, y seguro como está de triunfar al fin sobre la dictadura, considera que ya es tiempo de declarar solemnemente ante el pueblo mexicano cuáles son, concretamente, los anhelos que se propone realizar cuando logre tener la influencia que se pretende en la orientación de los destinos nacionales.” Aprobado, el programa del Partido Liberal Mexicano, propuso: establecer la jornada de trabajo de ocho horas y elevar el estándar de vida de las clases trabajadoras. Reglamentar los servicios domésticos y el trabajo a domicilio. Garantizar el tiempo máximo de trabajo y el salario mínimo. Evitar el trabajo a personas menores de catorce años. Obligar a los patronos a crear condiciones de trabajo higiénicas de vida para los trabajadores, y a resguardarlos de peligros. Establecer indemnizaciones por accidentes de trabajo. Evitar que los patrones pagaran en otra forma que no fuera con dinero en efectivo. Suprimir las tiendas de raya. Prohibir las multas a los trabajadores, así como los descuentos a su jornal; o bien que le fuera retardado el pago de éste por más de una semana, o que se le negara el pago inmediato de lo devengado al que se separara de su trabajo. Obligar a las empresas y negociaciones a utilizar una mayoría de mexicanos como empleados, y a no diferenciar, en el pago de sueldos, a los extranjeros de los nacionales.

Menos justo que en materia obrera, lo fue en materia agraria el programa del partido liberal, puesto que olvidado de que lo fundamental de las actividades revolucionarias radicaba en la necesidad de acabar con los grandes latifundios y las haciendas en manos de nacionales y extranjeros, se conformó con proclamar el deber, para los propietarios de la tierra, de hacerla productiva, recomendando que el Estado recobrara la que no fuera objeto de producción a fin de repartirla entre quienes quisieran cultivarla, siempre con la obligación de no venderla; para que la diera a los mexicanos que desearan repatriarse con afanes agrícolas, fijando el Estado mismo la extensión a que tuvieran derecho. Además, sugirió también, que al triunfo del partido liberal, se confiscaran “los bienes de los funcionarios enriquecidos bajo la dictadura actual y lo que produzca se aplicará al cumplimiento del capítulo de tierras, especialmente a restituir a los yaquis, mayas, y otras tribus, comunidades o individuos, los terrenos de que fueron despojados”.

En el aspecto religioso exigió el estricto acatamiento a las leyes de Reforma. Y en cuanto al problema educativo, se pronunció en favor de la enseñanza laica y el adiestramiento, con la práctica en los talleres escolares, del ejercicio manual.

Con todo lo que de contradictorio y débil posee este programa, debe considerarse como el primer esfuerzo serio, coordinado, de los grupos oposicionistas, en su lucha contra el gobierno del general Díaz. Para explicarse estas contradicciones, hay que tener presente el espíritu pequeño burgués de los componentes del Partido Liberal Mexicano, su origen anarco-sindicalista y su extracción liberal clásica. Mas a pesar de estas limitaciones, el Partido Liberal Mexicano tuvo una gran influencia en la preparación de los ánimos y de la acción del pueblo contra la dictadura porfiriana. Pero su influencia no se detuvo allí, sino que rebasando los límites del tiempo, se hizo sentir, luego, en el pensamiento de los legisladores que en el constituyente de 1917 plasmaron, de un modo categórico, las aspiraciones más elementales de los obreros, de los campesinos, y del pueblo mexicano en general.

Pasando a vías de hecho y poniendo la teoría en práctica, el Partido Liberal Mexicano dirigió los movimientos huelguísticos más importantes de la primera década del siglo presente [siglo XX], así como los levantamientos campesinos que durante este mismo tiempo estallaron aquí y allá.

(Tomado de: Mancisidor, José - El fin del Porfiriato. Cuadernos Mexicanos, año I, número 41. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)

lunes, 6 de enero de 2020

Famie Kauffman, Vitola


Nació en Toronto, Canadá, aunque creció y se formó artísticamente en Cuba. A los 12 años de edad debutó en la estación de radio CMQ y en el teatro José Martí de La Habana. Fue el 11 de mayo de 1942 cuando adoptó el sobrenombre de "Vitola". 
A fines de 1943 llegó a la ciudad de México para presentarse en el Teatro Arbeu, donde impresionó a los espectadores con su desacralizante humor al interpretar el bel canto, su extrema delgadez y, sobre todo, su enorme estatura (1.78 metros).
Fue tal su éxito al ser promocionada como la única "soprano cómica" del mundo que la contrataron para actuar en el cine mexicano con Se acabaron las mujeres (1946), dirigida por el cubano Ramón Peón. Con el tiempo, su extraordinaria vis cómica fue aprovechada en las primeras películas de Germán Valdés "Tin-Tán". A la fecha ha actuado en 62 producciones. Su más reciente incursión en sets tuvo lugar en Lola, la trailera (1983), de Raúl Fernández. [Murió el 21 de febrero del año 2009]

(Tomado de: Ceballos, Edgar - Somos Uno, especial de colección, Las reinas de la risa. Año 12, núm. 216. Editorial Eres, S.A. de C.V., México, D.F., 2002)