Mujer que viste un traje derivado tal vez de la maja andaluza o de la lagarterana; castor rojo bordado de lentejuela, blusa que deja adivinar la opulencia del seno, medias blancas, zapatillas y rebozo. Los de china y charro se consideran atuendos nacionales. Antonio Carrión, historiador de fines del siglo XIX, identificó arbitrariamente a Catarina de San Juan, mística poblana del siglo XVII, con la "china poblana". La primera fue una esclava que procedía de Filipinas, como la nao de Manila, también llamada "de China", y vivió en la Puebla de los Ángeles. Según advierte Manuel Toussaint: "Nada tiene que ver este traje de nuestra china poblana de hoy, con la indumentaria paupérrima que Catarina usó para cubrir su desnudez... Como esclava, ningún lujo o gala puede haberse permitido y, ya mujer, en Puebla, esclava de sus amos y esclava de Dios ante todo, su indumento se reducía, como dice así confesor y biógrafo, a saya, manta y toca." "China" es voz quichua y significó en su origen hembra de cualquier animal; luego pasó a denominar una sirvienta, una india o mestiza, una mujer del bajo pueblo. La primera documentación de esta palabra es de 1553. Santillán, en sus Tres relaciones, refiere que los soldados españoles en Perú tenían indias "para chinas de sus mujeres y a veces para manceba de ellos y de otros". Juan de Ulloa, en su Relación histórica del viaje a la América Meridional, describe su visita a Quito hacia 1749 y dice de las chinas "que así llaman a las indias mozas solteras, criadas de las casas y conventos".
Según Rufino Cuervo, en el lenguaje bogotano del siglo pasado [s. XIX] "china" equivalía a chica, muchacha, rapaza. Se ignora cuándo y cómo llegó el vocablo a México; pero se conoce la característica de la china mexicana, gracias a varios autores dignos de crédito. Joaquín García Icazbalceta dice que todavía alcanzó a conocerlas y aprueba la pintura que de ellas hace Manuel Payno en su Viaje a Veracruz: "Una mujer del pueblo que vivía son servir a nadie y con cierta holgura a expensas de un esposo o de un amante, o bien de su propia industria. Pertenecía a la raza mestiza y se distinguía por su aseo, por la belleza de sus formas, que realzaba con su traje pintoresco, hasta ligero y provocativo, no menos que por su andar airoso y desenfadado". Supone García Icazbalceta que después de haber desaparecido de México, las chinas subsistieron algún tiempo en Puebla, y de ahí les vino el nombre de poblanas. La interpretación de poblana de Puebla, aplicada a la china, parece discutible: poblano, en Hispanoamérica, equivale en ocasiones a pueblerino, campesino, lugareño, habitante de aldea. Esta acepción se conserva todavía en Yucatán. Es posible que por la convergencia de poblano como pueblerino y poblano como gentilicio de Puebla, se haya creado una confusión. En las obras de Guillermo Prieto, china y aun china poblana no necesariamente se refieren a china de Puebla. Payno, a su vez, sólo usa la palabra "china", sin añadidura de "poblana", y Somoano hace lo mismo. El confesor de Catarina de San Juan, el padre José del Castillo Grajeda, sabía que la religiosa había nacido en el imperio del Gran Mogol, la India; sin embargo, dice que hablaba como "todas las que son de nación china". La propia Catarina se define como una "china bozal". El traje de la china poblana es de fines del siglo XVIII o principios del XIX, casi 2 siglos después de la llegada a Puebla de la pequeña esclava hindú. De ahí que el deslinde de las dos figuras opuestas -la pobre religiosa que sufre martirios y la mujer alegre y vital- sea imprescindible. v. Nicolás León: La China Poblana (1923); R. Carrasco Puente: Bibliografía de Catarina de San Juan y de la China Poblana (1950).
(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S.A. México, D.F. 1977, volumen III, Colima-Familia)
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