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viernes, 20 de diciembre de 2024

Telenovelas VIII Un camino inexplorado: el humor negro



Un camino inexplorado: el humor negro 


En 1963 Ernesto Alonso reunió a tres "monstruos sagrados" del teatro nacional: las españolas Amparo Rivelles y Ofelia Guilmáin, y la cubana Carmen Montejo, para interpretar los papeles principales de una telenovela escrita especialmente para ellas por el talentoso dramaturgo Hugo Argüelles, Doña Macabra. Hacía su aparición un género inexplorado hasta entonces por la telenovela: el humor negro. La historia fue un éxito absoluto: dos ancianas medio brujas son asediadas por un ambicioso pariente político convencido de que ellas esconden en su casa un tesoro. Las tres actrices estuvieron soberbias en sus papeles,  acompañadas por dos excelentes primeros actores: Enrique Rambal y Narciso Busquets, con la muy ágil dirección del propio Alonso. 

Con esta telenovela empezó la grabación en "locaciones": se grababa en el exterior para "darle aire" a la producción (y a veces también para ahorrarse algunos pesos de escenografía). En aquellos tiempos heroicos la grabación en locaciones era algo digno de verse: los gigantescos camiones llamados "unidades de control remoto" llevaban en sus entrañas las máquinas de videotape y ocupaban una cuadra entera junto con el camión de la planta de energía, el camión de maquillaje, el de vestuario y el cámper que hacía las veces de camerino y vestidor de los actores. Era un desfile circense que partía de Televicentro entre los aplausos y la admiración de los curiosos. Por otra parte, el personal de estas unidades estaba capacitado para filmar con sus cámaras partidos de fútbol, pero no las sutilezas de una telenovela, de modo que el director se les veía negras para hacerles entender que lo que iban a filmar no se parecía a un tiro a gol sino a una escena de amor. Con todo, gustó mucho ver a los actores caminando por calles verdaderas. 

Hugo Argüelles volvió a incursionar en la telenovela y en 1964 presentó, también para Ernesto Alonso y la Rivelles, La mujer dorada, uno de los fracasos más sonados del medio por lo audaz de su argumento: en un circo se exhibe casi desnuda a una bella mujer que tiene la piel dorada, como de angelito barroco; sus amigos son el enano, la mujer gorda, los siameses, la mujer barbuda. Este desfile monstruoso desagradó a los ejecutivos de Telesistema, quienes ordenaron el corte repentino de la telenovela en el capítulo 40, sin remate ni explicación. Al día siguiente, en su horario se pasaba un documental sobre la pesca de atún en Alaska.


(Tomado de: Reyes de la Maza, Luis - Crónica de la Telenovela I. México sentimental. Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 1999)

viernes, 3 de mayo de 2024

Telenovelas VI Caridad Bravo Adams: la novela rosa

 


Caridad Bravo Adams: la novela rosa


Cuando la televisión recurrió a Caridad Bravo Adams, a mediados de los años sesenta, se pudo declarar la primera madurez de la telenovela; doña Caridad era una veterana de las letras con una carrera notable. Tabasqueña criada en Puerto Rico, regresó a México en 1934 para actuar en obras de corte nacionalista, recitar sus poemas, llenos de nostalgia y desarraigo y aparecer brevemente en una película de amores chinacos, Corazón bandolero. Sin embargo, terminó radicando en La Habana, donde probaría sus armas radiofónicas con la serie La novela del aire, que en la W inspiró El teatro del aire. El éxito de su radionovelas y la publicación de sus primeras novelas, de cortes desmesuradamente rosa, se reflejó en la filmación de varias de ellas, como La mentira en 1952, La intrusa en 1953, Pecado mortal y Estafa de amor en 1954 y Corazón salvaje en 1955.

Su ingreso en la telenovela, con una adaptación de Corazón salvaje, fue un éxito que todavía se recuerda: era 1966 y tenía su primer estelar Enrique Álvarez Félix, recién egresado de la Escuela de Ciencias Políticas de la UNAM, que despertaba comentarios por doquier debido al parecido físico con su legendaria madre; Enrique Elizalde era "Juan del Diablo" (el primero de la serie), Julissa, hija de Rita Macedo y Luis de Llano era "Mónica" y Jacqueline Andere, "Aimée". Pese a la pobreza de la producción, el desempeño de esos jóvenes actores, apoyados por veteranos como Miguel Manzano y Fanny Schiller, dirigidos con gran pericia y malicia por Ernesto Alonso, hizo que esa enredada historia de amores cruzados de dos hermanas por un desgastado levantara pasiones sobre todo entre las adolescentes, que no habían oído la radionovela ni visto la película 10 años atrás.

La adaptación de esa obra bastaría para que Bravo Adams figurara en la historia del género, por las varias versiones que se hicieron después, al mostrar que su dominio de la estructura dramática y lo inquietante de sus personajes, que nunca se alinean ni en el Bien puro ni en el Mal declarado, resisten el paso del tiempo. Pero de inmediato se adaptó La mentira, que pasó a la posteridad como la primera telenovela en cuyo honor se compuso un tema musical ("Se te olvida", de Álvaro Carrillo, cantado por Pepe Jara). Doña Caridad vería adaptadas una y otra vez todas sus obras: Estafa de amor, Bodas de odio, Pecado mortal, Yo no creo en los hombres, con la constante del melodrama puro: amores imposibles por razones de origen, por malentendidos que sitúan a los amantes en polos opuestos o por la presencia de un tercero en discordia y al final… el amor que todo lo vence.


(Tomado de: Reyes de la Maza, Luis - Crónica de la Telenovela I. México sentimental. Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 1999)

martes, 22 de diciembre de 2020

Ernesto Alonso


 Para finales de los años cincuenta era un actor consolidado. Había sido dirigido por los grandes: en cine por Luis Buñuel, en teatro por Salvador Novo, había compartido créditos con figuras de la talla de Miroslava, Jorge Negrete e Irasema Dilián, y había conquistado al público internacional.

Para entonces era famoso gracias a películas como Abismos de pasión, El jorobado (Enrique de Lagardere) y por supuesto, Ensayo de un crimen, que triunfó en Estados Unidos, Francia e Inglaterra.

Pero toda esa gloria pasada no lo haría pasar a la historia. Lo que realmente hará que Ernesto Alonso siempre sea recordado, son sus logros en televisión.

En el despunte de los años sesenta hizo un hueco entre sus compromisos y llegó para quedarse en la naciente industria telenovelera. Su carta de presentación, Cartas de amor, un melodrama de sólo 30 capítulos, luego Estafa de amor, Espejo de sombras y Niebla. Pero el verdadero brinco fue Las momias de Guanajuato, donde dejó constancia de su enorme creatividad que ya nunca descansaría. Su método: el experimento. Su gran logro: una nueva forma romántica, combinada con el suspenso, la acción y la aventura.

Hoy tiene 37 años de productor de telenovelas, y en su extraordinaria lista de éxitos están las históricas: Leyendas de México, La tormenta y Senda de gloria, las de humor negro como Doña Macabra y el controvertido thriller de la década de los ochenta: El maleficio.

B.G.

(Tomado de: Peña, Mauricio - Somos Uno, especial de colección, Las 100 estrellas del siglo XX. Año 7, núm. 1. Editorial Eres, S.A. de C.V., México, D.F., 1997)

viernes, 15 de febrero de 2019

Hugo Argüelles




Dramaturgo del género oscuro

Ciudad de México, septiembre de 1970.

Me recibió Macabra con sus ladridos de lobo, pero Hugo la calló, mientras me decía:

Lo que quiere es que la acaricies.

Primero muerta”, pensé yo, pero contesté: “Mejor enciérrala, ¿no?Macabra, como si me entendiera, me olió y muy digna se volteó para ignorarme el resto del tiempo.

Una vez dentro de la casa, por una de las ventanas que dan al patio vi cientos de palomas que revoloteaban ¿Y eso qué es?

Tengo una colección de palomas rarísimas que me han ido trayendo de aquí y de allá.

¿Dónde es “aquí y allá”?

De la India tengo unas que se llaman mokis y son sagradas; también tengo las capuchinas y otras que nacieron en Egipto y en África, y que ya se han reproducido. Mira, aquí fuera está el palomar (tan alto como un edificio). En la sala estilo Luis XV, destaca un majestuoso Cabrera y algunos hermosísimos retablos enmarcados en yeso. Decidí olvidar un poco el decorado y dedicarme a charlar con este singular escritor, cuando sobre la mesa vi unas hojas con un gigantesco curriculum vitae que se iniciaba así: “1952-1957.cinco años en la carrera de Médico Cirujano en la Facultad de Medicina.”

¿Pero cómo, Hugo, después de cinco años dejaste tu carrera?

Sí, porque definitivamente no era lo mío. Desde el tercer año de medicina la inquietud de escritor estuvo por encima de la inquietud de ser médico, y bajo la tutela de Novo y Carballido cursé al mismo tiempo el primer año de Bellas Artes.

¿En tu casa lo sabían?

¡Claro que no! Pero surgieron entonces las obras Los cuervos están de luto y Los prodigiosos, que fueron premiadas inmediatamente.

Y con eso se acabó la mentira.

¡Cierto! Seguí la carrera de Letras Españolas, especialización en Arte Dramático, y de ahí a trabajar, con obras en escena.

¿Cuál fue tu primera obra que se estrenó?

Los cuervos, en 1960, producida y actuada por Carmen Montejo. Después Francisco del Villar la vio y se interesó en llevarla al cine, pero antes me pidió otra historia… Trabajé como enajenado, y en quince días surgió El tejedor de milagros.

¡Fantástica! Ganó un premio, ¿verdad?

Muchos en México, y uno en Alemania. Fui a Berlín con El tejedor, y me quedé en Europa estudiando y viendo mucho teatro.

¿Y la televisión?

Cuando regresé a México me mandó a llamar Ernesto Alonso y me dijo: “Las gentes como tú y yo nos hablamos de tú”. Surgió Doña Macabra, lo entusiasmó, la dirigió magníficamente y triunfó. ¿Tú sabes que Doña Macabra fue la única farsa de humor negro que se ha hecho en televisión? Era tanto el abuso del chantaje mental que había que sanearlo a base de humor negro.

¿Qué piensas del cine mexicano?

Va mejorando y con vistas a reconquistar otros mercados internacionales. Tanto por la temática que ya se atreve al estudio de caracteres y a no abusar de prototipos, como al nivel técnico, que es de indudable adelanto.

¿Trabajas para todo el que te lo pida?

No. Soy selectivo.

¿Dónde se han presentado tus obras?

Los cuervos se presentó en Checoslovaquia. El tejedor, en Alemania. Los prodigiosos, Medea, y Los visitantes del sueño, en Cuba. Y actualmente se estudia en Madrid la puesta en escena de La ronda de la hechizada.

¿Por todas te han premiado?

Por la mayoría.

¿Por qué siempre escribes obras tétricas?

Las siento. Mira, nada menos cuando empecé a escribir La hechizada, fue como si alguien me la dictara: estuve seis días sin despegarme del papel; pero lo curioso vino después: un buen día, leyendo de seres hechizados, descubrí que en Asturias –de donde es mi padre- existió hacia 1575 un monje que exorcizaba a los poseídos; prestó servicios, entre otros, a Carlos II el Hechizado. Este monje fue perseguido por la Inquisición y no se supo su fin. Parece que unas monjas de un convento lo protegieron, pero lo espeluznante del caso es que el monje se llamaba Hugo Fernando Argüelles.

Entiendo ahora que todo esto te produce el más profundo respeto…

Mucho, y en mi próximo viaje a España, que será pronto, me propongo investigar más sobre ese monje.
¿Tú dirías que eres “una buena persona”?

Ni bueno, ni malo. Tengo muchas amistades lo cual puede hacer pensar que soy buena persona, pero también tengo enemigos, y me encanta tenerlos, sobre todo si son interesantes y demoníacos para que la enemistad tenga sentido.

Para mí, que tú eres mucha pose.

Utilizo la pose porque da tranquilidad y te quita gente de encima, muchos imbéciles.

¿Ganas mucho?

Trabajo para vivir una buena vida, como a mí me gusta…

Dejar a Hugo fue un descanso para mi mente, porque a pesar de ser mi amigo, sus obras me producen escalofríos…



[Hugo Argüelles, 2 de enero de 1932, Veracruz, Veracruz; 24 de diciembre de 2003, Cd. De México]

(Tomado de: Helen Krauze – Pláticas en el tiempo. Serie: Alios Vientos. Editorial Jus, S.A. de C.V. México, D.F., 2011)