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lunes, 26 de mayo de 2025

Matías Romero, sobre la política que adoptará Lincoln, 1860

 


Matías Romero informa sobre la política que se supone adoptará Lincoln respecto a México al asumir el poder. 


Washington, noviembre 25 de 1860.

Excelentísimo señor ministro de Relaciones Exteriores.

Heroica Veracruz .

Excmo. señor:

Después de escrita mi nota reservada número trece, fecha de ayer, relativa a las complicaciones que hay en la política de este país y el provecho que de ellas puede sacar México, recibí una carta de una persona que reside en Nueva York, que se ocupa bastante de los sucesos de México y que asegura que ha adquirido de una fuente muy respetable y del carácter más fidedigno, lo que pasó a referir respecto de la política que la administración republicana, que se instalará el 4 de marzo próximo, se propone seguir en los negocios de México. 

La parte relativa de dicha carta es como sigue: 

"La política de la nueva administración será ocuparse desde luego de la cuestión mexicana haciendo de ella una cuestión nacional, a fin de distraer la atención pública del asunto de la esclavitud. Los dos grandes puntos de nuestra política con referencia a México serán: 

"1°- Asegurar una tranquilidad duradera en la República Mexicana con más efectivo auxilio moral y pecuniario, concedido al único partido que puede consolidar allí un Gobierno estable, el partido cuyos principios están de acuerdo con las tendencias del siglo, a saber, el partido liberal constitucional y 

"2°- Asegurar una gran expansión de nuestro tráfico con México, por medio de un tratado de comercio basado sobre principios amplios de reciprocidad mercantil. 

"La necesidad de facilitar de alguna manera fondos para sostener por algunos años un Gobierno estable se comprende en la primera proposición.

"El nombramiento de un nuevo Ministro será uno de los primeros actos de la próxima administración y se tendrá gran cuidado de elegir a una persona cuyos deseos y habilidades la hagan propia para desarrollar ese plan”.

Todo lo cual tengo la honra de comunicar a V. E. para conocimiento del Excmo. señor Presidente.

Reproduzco a V. E. con este motivo las seguridades de mi muy distinguida y respetuosa consideración. 

Dios y Libertad.


Matías Romero


(Tomado de: Tamayo, Jorge L. - Benito Juárez, documentos, discursos y correspondencia. Tomo 3. Secretaría del Patrimonio Nacional. México, 1965)

sábado, 19 de abril de 2025

Texas, Nuevo México, California… I



Texas, Nuevo México, California…


I


Determinó la esclavitud la desmembración de México? ¿Hubiera ocurrido sin ella? 


La carta de Benjamín Franklin a su hijo William, fechada en Londres el 28 de agosto de 1767, refiriéndole sus entrevistas con lord Shelburne, sobre el proyecto de colonización del Valle del Misisipí, "...en la bahía de México, para ser usado contra Cuba o el mismo México...", descubre que la anexión de la isla y la de México, o, por lo menos, de una parte de éste, está ya en la mente de las clases dirigentes de las trece colonias. 

Ya la memoria secreta del Conde de Aranda a Carlos III, en el temprano 1783, prevenía: "Esta república federal ha nacido pigmea... Vendrá un día en que será un gigante, un coloso temible en esas comarcas... El primer paso será apoderarse de las Floridas para dominar el Golfo de México. Después de habernos hecho dificultoso el comercio con la Nueva España, aspirará a la conquista de este vasto imperio que no nos será posible defender contra una potencia formidable establecida en el mismo continente y, a más de eso limítrofe... ¿Cómo podemos nosotros esperar que los americanos respeten el reino de la Nueva España cuando tengan facilidad de apoderarse de este rico y hermoso país?”.

En abril de 1802, Jefferson instruía a Livingston, primer ministro en París: "En el globo existe un solo sitio cuyo propietario es nuestro enemigo natural: es Nueva Orleans, por donde deben pasar al mercado tres octavos de lo que produce nuestro territorio. Francia, al colocarse en tal puerta, asume respecto a nosotros una actitud de desafío. España podía haberlo conservado, tranquilamente, por años; su estado es tan débil que difícilmente sentiríamos su posesión de ese lugar, y no pasaría mucho tiempo sin que surgiera algunas circunstancia que resultaría en la sesión, por lo que valía la pena esperarnos." Y Livingston contestaba a Jefferson: "Como parte del territorio de España, Luisiana no tiene frontera precisa, por lo que es fácil prever el destino de México.”

Es muy conocida la advertencia del embajador español en Washington, Luis de Onís, al virrey de México, Francisco Xavier Venegas, en nota reservada, fechada en Filadelfia, el 10 de Abril de 1812: "Cada día se van desarrollando más y más las ideas ambiciosas de esta república, y confirmándose sus miras hostiles contra España. V. E. se haya enterado ya por mi correspondencia que este gobierno se ha propuesto nada menos que fijar sus límites en la embocadura del río Norte o Bravo [o río Grande], siguiendo su curso hasta el grado 31, y desde allí, tirando una línea recta hasta el mar Pacífico, tomándose por consiguiente las provincias de Texas, Nueva Santander, Coahuila, Nuevo México y parte de la provincia de Nueva Vizcaya y la Sonora. Parecerá un delirio ese proyecto a toda persona sensata; pero no es menos seguro que el proyecto existe, y que se ha levantado un plano expresamente de estas provincias por orden del Gobierno, incluyendo también en dichos límites la isla de Cuba, como una pertenencia natural de la república.”

El mismo año 1812, el insurgente mexicano Bernardo Gutiérrez de Lara acude a Monroe, entonces secretario de Estado, en pos de ayuda para la independencia de su país. Monroe se la ofrece, pero exige la seguridad de que el nuevo Estado adopte la forma federal y se incorpore a Estados Unidos. 

Todo este periodo, desde fines del siglo XVIII y durante toda la lucha independentista de México, está lleno de historias de expediciones contra el territorio mexicano, organizadas en territorio norteamericano, patrocinadas, o, por lo menos, permitidas por las autoridades norteamericanas. 

En 1818, a propósito de la sesión de la Florida por España a Estados Unidos, surgió la discusión de los límites entre Estados Unidos y Nueva España. Entonces John  Quincy Adams sostuvo al mismo Luis de Onís: "Que el Misisipí en todo su curso hasta el Océano fue descubierto por súbditos franceses, desde el Canadá, en 1663; que La Salle, francés, comisionado y facultado por Luis XIV, descubrió la Bahía de San Bernardo y formó allí una colonia en el año 1665, al Oeste del Río Colorado, y que siempre se había entendido, como por derecho debía entenderse, que aquella posesión en la Bahía de San Bernardo, en conexión con la del Misisipí, se extendía hasta el Río Bravo…”.

En 1820, el puritano Moisés Austin, de Luisiana, obtiene del gobernador español de Texas permiso para introducir 300 familias norteamericanas. Cada colono recibirá 640 acres, más 320 para la esposa, 100 para cada hijo y 50 para cada esclavo. Los colonos profesarán la fe católica, jurarán fidelidad al rey y se obligarán a defender el territorio contra los indios y los filibusteros. En 1823 el gobierno independiente ratificó la concesión de Austin. "La ayuda que Poinsett prestó a Austin debió ser muy fuerte, pues consiguió que los hombres de Estado de México pusieran su atención en el proyecto y que decidieran en un asunto que les repelía…”  Poinsett había llegado a fines de octubre de 1822, con "carácter particular", pero a bordo de un buque de guerra de los Estados Unidos. Aunque solo se trataba de una visita muy breve, apenas duró catorce días, Poinsett llevó tan lejos su influencia como que obtuvo la libertad de 23 norteamericanos que conspiraban para la segregación de Texas. Eran los primeros... Nuevas concesiones atrajeron mayor número de colonos. En 1827 llegaron a 10,000. En 1820, a 20,000. Hacia 1826 ya se alzan contra México. Y nuevamente es Poinsett quien media a su favor. 

Y el sondeo "informal" de Poinsett en las conferencias del 7 y 8 de noviembre de 1822, descritas por Francisco de Paula Azcárate, comisionado de Iturbide: "Encontré que el señor Poinsett sobre una mesa tenía extendido el mapa de América de Melish y que con vista de él se empeñó en persuadirme que la línea tirada desde la embocadura del río Sabina... no era el lindero mejor para perpetuar la división del territorio de la nación mexicana y el de los Estados Unidos... y aunque era cierto que la línea referida estaba convenida por el Tratado de Onís, enviado de la España, supuesta nuestra gloriosa independencia, se podría variar de mutuo acuerdo eligiendo tierras que con viveza me señalaba en el mismo mapa, sin mentar siquiera su nombre, y así recorrió de mar a mar. Percibí que la idea era absorberse toda la provincia de Texas, y parte del reino de León para hacerse de puertos, embocaduras de ríos y barras en el Seno Mexicano; tomarse la mayor parte de la Provincia de Coahuila, la Sonora y California baja, toda la Alta y el Nuevo México, logrando así hacerse de minerales ricos, de tierras feracísimas y de puertos excelentes en el mar del Sur. 

"...al día siguiente, antes de entrar en materia, le presenté mi credencial y le exigí la suya. Sin leer la mía, me repuso no venir con carácter público alguno, sino sólo como un viajero que manifestaba francamente sus opiniones…

"...alargamos la discusión y entonces pude percibir que sus objetos eran 5: 1° apoderarse de todas las tierras feracísimas y ricas de minerales que he referido; 2° tener puertos en una y otra mar para hacer exclusivamente el comercio interior de las provincias mediterráneas de nuestro territorio por el Río grande del Norte cuya navegación facilitaríase con botes de vapor; 3° hacerse exclusivamente del comercio de la peletería de castor, oso, racón, marta, sibolos, grasas y otros renglones...; 4° apropiarse exclusivamente la pesquería de la perla que se hace en las costas interiores y exteriores de ambas Californias, la de la nutria, la del vayenato, la de la cachalaza, la de la sardina y la de la concha...; 5° apropiarse también el comercio de cabotaje…”.

Poinsett fue acreditado como ministro más tarde, en 1825. Las instrucciones de Clay -marzo 26- le ordenaban negociar nuevos límites, "más lógicos y ventajosos..." Entonces Poinsett dedicó sus mejores energías a trabajar por la frontera que había propuesto en 1822. Para favorecer su plan, organiza las logias yorquinas, a través de las cuales crea el "partido americano", fuerza primigenia de la antipatria. Tras bastidores, Poinsett intriga, divide, enreda, azuza, maneja el entreguismo criollo, prepara la mutilación territorial. Hasta que la animosidad popular impone su retiro, a fines de 1829. "Su primer paso había sido formar una institución egoísta que se extendió que se extendió por toda la comunidad, que admitió en su seno a toda clase de gente, sin discriminación alguna, y que acabó siendo la directora de los destinos de la nación... Esta sociedad toma posesión del gobierno, arruina las finanzas, desorganiza el ejército, destruye la confianza pública, y quita de lugares de responsabilidad a todos aquellos cuyo patriotismo hubiera sido una garantía de buena administración..." - Anthony Butler, sucesor de Poinsett, a Van Buren, , secretario de Estado. México, 21 de mayo de 1830. 


Pero sería injusto desdeñar el arsenal de los antagonistas. Que, además, resulta altamente ilustrativo. 

"Nada es más fluctuante que el valor de los esclavos; una de las últimas leyes de Luisiana lo redujo en veinticinco por ciento a las veinticuatro horas de conocerse el proyecto. Si nos tocara la suerte -y confío que así sucederá- de adquirir Texas, el precio de los esclavos aumentaría." Es el razonamiento de Upshur, en la Convención de Virginia, en 1829. Fue más tarde Upshur fue más tarde secretario de Estado en el gobierno de Taylor, en las vísperas de la invasión y la guerra. 

Doddrigde, otro convencional, agrega: "La adquisición de Texas elevaría considerablemente el valor de los esclavos."

Pronto el debate llega al senado. He aquí Cómo opina Calhoun en mayo de 1836, ya segregada Texas: "Existen poderosas razones para que Texas forme parte de la Unión. Los Estados del sur, poblados por esclavos, están profundamente interesados en prevenir que la nación disponga de un poder que los moleste; y los intereses marítimos y manufactureros del Norte están igualmente interesados en hacer a Texas parte de la Unión." Calhoun sería después secretario de Estado de Taylor. 

En agosto de 1843, el secretario de Estado Upshur escribe el encargado de negocios de los Estados Unidos en Texas, W. S. Murphy: "El establecimiento en el centro mismo de nuestros estados esclavistas  de un país independiente, cuyo gobierno prohibiera la existencia de la esclavitud, sin embargo de estar ese país habitado por personas que en su gran mayoría nacieron entre nosotros, educada según nuestras costumbres y vulgarizadoras de nuestro idioma, no dejaría de producir los más desventurados efectos en los dos partidos. Si Texas estuviera en tal condición, su territorio proporcionaría un fácil refugio a los esclavos fugitivos de Luisiana y Arkansas y sería un apoyo para ellos, un estímulo para que se fugaran, lo que posiblemente no podría contrarrestarse por los reglamentos municipales ni por los de esos Estados."

El 18 de enero de 1844 Murphy dice a Upshur: "Si Texas no se agregara a los Estados Unidos, no podría mantener esa institución diez años y, probablemente, ni la mitad de ese tiempo."

El 24 de septiembre insistía: "La Constitución de Texas asegura al amo el derecho perpetuo sobre el esclavo y prohíbe la introducción a Texas de esclavos procedentes de otras partes, salvo de los Estados Unidos... Si los Estados Unidos conservan y aseguran a Texas la posesión de su Constitución y la presente forma de gobierno, habremos ganado todo lo que podemos desear y también todo lo que Texas pide y anhela…""

Y el 23 de mayo de 1844, suscrita ya la anexión, Green, encargado de negocios de Estados Unidos en México, dice a Bocanegra, ministro de Relaciones Exteriores de México: "El suscrito ha recibido, también, instrucciones para notificar al Gobierno mexicano que este paso fue impuesto a los Estados Unidos, para su defensa propia, como consecuencia de la política adoptada por la Gran Bretaña respecto a la abolición de la esclavitud en Texas. Era imposible para los Estados Unidos presenciar con indiferencia los esfuerzos de la Gran Bretaña para abolir la esclavitud en ese territorio. No podía dejar de ver que la Gran Bretaña poseía los medios, en vista de la efectiva condición de Texas, para cumplir los objetivos de su política, salvo que fueran evitados por eficientes medidas, ya que, de consumarse, conducirían a un estado de cosas peligroso, en exceso, para los Estados adyacentes y para la Unión misma."


Otros testimonios concilian los puntos de vista: "La anexión ha sido una medida política largo tiempo acariciada y creída indispensable (por los Estados Unidos) para su salvaguardia y bienestar y, en tal virtud, ha sido un objeto constantemente perseguido por todos los partidos, y su adquisición fue asunto de negociaciones de todos los gobiernos durante los últimos veinte años... El azar de un asunto de política sobre asuntos importantes entre los Estados Unidos y una de las principales potencias de Europa desde el reconocimiento de Texas, ha vuelto la adquisición más esencial, todavía, para la salvaguardia y seguridad de los Estados Unidos, y, en consecuencia, ha aumentado proporcionalmente la necesidad de la adquisición." Quien así se expresa es nada menos que el ministro de los Estados Unidos en México, Shanon, en nota dirigida al ministro de Relaciones Exteriores de México, Rejón, el 14 de octubre de 1844.


Pero la desmembración de México se hubiera producido igual con o sin la esclavitud. La tendencia expansionista es una de las constantes de la historia norteamericana. La esclavitud es un fenómeno superviniente y coadyuvante. Ya antes, Estados Unidos había adquirido la Luisiana y las Floridas. Y después del desgarramiento de México, Estados Unidos toma las Filipinas, Puerto Rico, Panamá. Para no entrar en el orden de la expansión económico-política. Admitir que la esclavitud determinó las desmembración de México equivale a olvidar toda la historia de los Estados Unidos, velar su carácter expansionista, cerrar los ojos a la perspectiva histórica. 

Fundamentalmente, equivale a olvidar la naturaleza de la formación histórica que Estados Unidos representa.


(Tomado de: Medina Castro, Manuel. El Gran despojo. Texas, Nuevo México y California. Editorial Diógenes, S. A. México, Distrito Federal, septiembre de 1971)


lunes, 31 de octubre de 2022

El Caracol y el Sable V

 


Esclavos

Hacia la primera década de este siglo, John Kenneth Turner, periodista norteamericano, se preguntó: ¿Qué es México? Y, como ha sido frecuente en nuestra historia, su respuesta fue un descubrimiento.

Turner oyó, de cuatro desterrados mexicanos en Los Ángeles, una descripción distinta de la que prevalecía respecto de nuestro país. “¿Quieren hacerme creer –dijo- que todavía hay verdadera esclavitud en el hemisferio occidental? ¡Bah! Ustedes hablan como cualquier socialista norteamericano. Quieren decir esclavitud del asalariado, o esclavitud de condiciones de vida miserables. No querrán significar esclavitud humana.”

Los desterrados insistieron:

“-Sí, esclavitud, verdadera esclavitud humana. Hombres y niños comprados y vendidos como mulas, exactamente como mulas, y como tales pertenecen a sus amos: son esclavos.

“-¿Seres humanos comprados y vendidos como mulas en América? ¡En el siglo XX! Bueno, si esto es verdad, tengo que verlo.”

En 1908 emprende su primer viaje al México de Porfirio Díaz. La región descrita en el primer capítulo de su libro es Yucatán. Sobre una tierra, "la de menos sierra, porque toda ella es una viva laja”, Turner entra a un laberinto de fibras, espadas vegetales y cárceles de piedra, representando el papel de un inversionista; única farsa posible para reunir testimonios de unos y otros: propietarios y esclavos. Había pasado la crisis de 1907 y el supuesto capital que invertiría le abre las puertas de las oficinas de Mérida y de las haciendas de la península. Conoce la vida de los reyes del henequén, en sus blancos palacios de Mérida, y la que padecen 8 mil yaquis, 3 mil coreanos y 125 mil mayas.

En la hacienda de San Antonio Yaxché, hombres vestidos de andrajos y descalzos trabajan sin descanso, con mucho cuidado y con la velocidad de los obreros mejor pagados. También trabajaban a destajo y su premio consistía en librarse del látigo, y, con los hombres, mujeres, niños y a veces niñas. Entre los filos hirientes de las plantas, la jornada duraba lo que la luz del día. En cada arbusto debían quedar 30 hojas, tajantes las puntas y en hileras sus fibras verdes. Los hombres trabajaban amenazados por las púas y el látigo del capataz. “Es necesario pegarles –dijo a Turner un representante de la Cámara Agrícola-, sí, muy necesario, porque no hay otro modo de obligarlos a hacer lo que uno quiere. ¿Qué otro modo hay para imponer disciplina en las fincas? Si no los golpeáramos, no habría nada.” Terminando su tarea los encerraban. Guardias armados vigilaban las puertas. Al amanecer, formados en el patio, pasaban lista. Mañana a mañana uno de ellos era atado a las espaldas de un chino para recibir del capataz 15 azotes con fibras de henequén, mojadas y endurecidas. Era la advertencia. En fila caminaban rumbo al campo, aguardándole, a cada uno, 2 mil hojas de henequén, el sol implacable y el látigo.

En 1908, el precio de la fibra era de 8 centavos. El costo de producción no era mayor de un centavo. El sistema de la deuda, transmitido a varias generaciones: el jornal de $22.50 al año; el acasillamiento, la persecución de los que huían –casi siempre de una finca a otra-, la comida de frijol, tortilla y pescado una vez al día, y la renovada presencia de los yaquis, hacían posible que la vida de 50 familias, en Mérida, transcurriera en palacios y jardines.

La esclavitud de los mayas era el fin de una larga, dolorosa lucha empezada en la ocupación de Tepich hacia 1847. en pocas horas aquel poblado se convirtió en un hacinamiento de escombros y brasas. Ni una choza quedó en pie. La tropa cegó los pozos, las cisternas y cubrió de barro los cuerpos y despojos de las víctimas. Los indios fueron derrotados; sus caudillos, fusilados. Dos años después empezó la deportación de los vencidos a Cuba. Los hacendados llegaron a vender –y aun las señoras y los jovencitos de Mérida participaron en el negocio- a los hombres, en cuarenta pesos; en veinticinco a las mujeres. A los niños menores de diez años, los regalaban. La “raza maldita”, que dijera O’Reilly, debía salir de su país. Juárez y Melchor Ocampo hicieron cuanto pudieron para impedir las atrocidades. Los hacendados, para mantener la esclavitud, llegaron a pedir de Estados Unidos apoyo para separar, políticamente, Yucatán. La venta de mayas a Cuba terminó 15 años después, pero no la esclavitud. Los indios, acosados, se refugiaron en la parte oriental de la península; para exterminarlos, Díaz decretó en 1902 la organización de esa zona en territorio federal. Quintana Roo fue, a partir de ese año, una región de guerra. El ejército, dotado de máuseres en 1898, derrotó a los indios y los persiguió con saña por la selva.

En 1902, J. P. Morgan, “El Magnífico”, convocó a los interesados en el henequén –McCormick, Glessner, Deering, Jones- y los agrupó en una sola, poderosa compañía: la International Harvester, para comprar y exportar, a todo el mundo, el henequén en rama. El agente de la Harvester en México, Olegario Molina, hacendado, gobernador y ministro de Fomento y Colonización, recomendó, a partir de entonces, producir más para vender barato. La fibra bajó de precio acarreando la ruina, la desesperación y el hambre: de 9.48 centavos de dólar la libra en 1902 a 3 centavos en 1911.

Los propietarios consideraban terminada la campaña contra los indios. Las haciendas habían logrado un sistema de opresión que hacía imposible la escapatoria de los esclavos. La exportación de henequén, 1877 a 1911, fue de 2,150,458,958 kilos, con un valor de 452,081,615 pesos.

Sólo de 1902, año de la fundación de la Harvester, a 1911, la exportación fue de 927,520,098 kilos de henequén en rama con un valor de 231,272,842 pesos. La exportación dependía de la concentración del henequén en unas cuantas manos; de la feudalización de la tierra y de los hombres. En abril de 1909, dos meses después de aplastada la última rebelión indígena –la del 20 de enero de 1909-, Olegario Molina denunció, como ministro de Fomento y Colonización, la falta de títulos legales en una zona de 2,700 hectáreas en el partido de Tizimín. Los pueblos, las rancherías y las aldeas que abarcaban eran numerosas. El jefe político de Tizimín comunicó a los campesinos y rancheros que estaban emplazados por dos meses para desocupar las tierras o “quedar sujetos al nuevo propietario”. Lo mismo ocurrió, en ese año, en el partido de Espitia. Era el procedimiento seguido desde 1880 y, en Yucatán, coincidente con las guerras a los indios. Extensas tierras fueron cubiertas de henequén. La Harvester hizo uno de los negocios más cuantiosos de su historia. Los indios no recibían salario, sólo una comida al día. El ejército resguardaba las ciudades y los pueblos. Los rurales iban de un sitio a otro fusilando o encarcelando indios. Los mayordomos, látigo en mano, vigilaban la tarea durante 12 o más horas. Los indios habían sido “pacificados” y para reconocer el mérito de haberlo logrado, al fin de la batalla en Quintana Roo, el Congreso de la Unión otorgó a Porfirio Díaz la condecoración del Gran Cordón del Mérito Militar. La unidad de la patria se había, al fin, logrado. El equilibrio de las “razas”, tenazmente buscado desde 1847, era perfecto. El henequén, sin embargo, exigía de brazos. Los cordeles elaborados por la Harvester para los sacos de azúcar y café no bastaban. Los 125 mil mayas no alcanzaban a producirlos. Los indios, “raza” débil, morían jóvenes. Fue necesario llevar a los henequenales, chinos, coreanos y yaquis.

En 1905 Porfirio Díaz dio la orden de que los indios rebeldes de Sonora, sus mujeres e hijos, fueran deportados a Yucatán.

El origen del conflicto fue la apropiación de las tierras del Valle del Yaqui. Durante 24 años gobernaron el estado de Sonora, Ramón Corral, Rafael Izábal y el general Luis G. Torres. La guerra empezó en 1880. un grupo de rurales, ebrios, saquearon una aldea. La protesta ante el gobernador Corral fue rechazada. Idéntica respuesta recibieron del jefe de la zona militar, Luis G. Torres. Los yaquis organizaron su propia defensa y empezó la campaña que duró 25 años, en los cuales un ejército permanente persiguió implacablemente, por valles y montañas, a hombres, mujeres y niños.

El exterminio de los yaquis tenía por objeto el despojarlos de sus tierras comunales, las cuales se extendían en las márgenes de los ríos Yaqui y Mayo. En 1890 Díaz otorgó a Carlos Conant 300 mil hectáreas; éste, a su vez, organizó en Nueva York la Sonora and Sinaloa Irrigation Company, que construyó los primeros canales de riego. Hacia 1902 la compañía de Conant se declaró en quiebra. Las tierras se fraccionaron. Los accionistas pidieron los terrenos de la margen izquierda del río Yaqui y nuevamente se hizo la guerra a los indios. En 1908 los hermanos Richardson compraron las acciones de la Sonora and Sinaloa y obtuvieron de varios capitalistas norteamericanos un crédito por 15 millones de dólares. Los canales de riego abrieron al cultivo 35 mil hectáreas, la invasión trajo consigo otra guerra más contra los yaquis. Las órdenes a los soldados se convirtieron en premios a los que presentaban las orejas de los prisioneros. Ahorcaban sin descanso, sirviéndose de la misma reata para cuatro o cinco capturados. El fusilamiento de Cajeme, capitán de la tribu yaqui, apagó la resistencia el tiempo justo de la lucha reanudada por Tetabiate. Varias veces se intentó hacer la paz. Los tratados fueron desconocidos una y otra vez por las autoridades. En el refugio de la isla Tiburón algunos yaquis se creían a salvo; se presentó el gobernador Izábal y exigió a los seris que le entregaran las manos de los refugiados con la alternativa de sufrir ellos el exterminio de no cumplir su orden. Los seris cumplieron. En 1898, al aumentar el poder combativo del ejército por el nuevo armamento adquirido, la resistencia de unos cuantos centenares de yaquis era cada vez más débil. Entonces empezó la deportación de los supervivientes a Yucatán.

“¿Por qué se hace sufrir a una porción de mujeres, de niños y de viejos –preguntó Turner a un médico militar-, sólo porque algunos de sus parientes en cuarto grado están luchando allá lejos, en las montañas?”

el médico militar respondió:

“¿La razón? No hay razón. Se trata solamente de una excusa y la excusa es que los que trabajan contribuyen a sostener a los que luchan. Pero si esto es verdad, lo es en mínima parte, pues la gran mayoría de los yaquis no se comunican con los combatientes. Puede haber algunos culpables, pero no se hace ningún intento por descubrirlos, de manera que por lo que un puñado de yaquis patriotas estén haciendo, se hace sufrir y morir a decenas de miles. Es como si se incendiase a toda una ciudad porque uno de sus habitantes hubiera robado un caballo.”

La deportación fue un incalculable negocio. Quinientos yaquis eran entregados, cada mes, en Yucatán. Los sacaban de las rancherías en las que cultivaban la tierra, de las aldeas y pueblos. Los hacían caminar miles de kilómetros; otros, los ancianos, morían en las jornadas. A bordo de los navíos 200 de ellos se arrojaron al mar en suicidio colectivo. La tierra quedaba despoblada.

Los soldados y agentes del gobierno enviaban ópatas y pimas, y todo hombre, mujer o niño, que vistieran andrajos. Cada uno costaba, a los hacendados de Yucatán, $65.00. Turner transcribe este diálogo con un oficial encargado de las deportaciones:

“-Durante los últimos tres y medio años –me dijo- he entregado exactamente en Yucatán 15,700 yaquis; entregados, fíjese usted, porque hay que tener presente que el gobierno no me da suficiente dinero para alimentarlos debidamente y del 10 al 20 por ciento mueren en el viaje.

“-Estos yaquis se venden en Yucatán a $65.00 por cabeza: hombres, mujeres y niños. ¿Quién recibe el dinero? Bueno, “10.00 son para mí en pago de mis servicios; el resto va a la Secretaría de Guerra. Sin embargo, eso no es más que una gota de agua en el mar, pues lo cierto es que las casa, vacas, burros, en fin, todo lo que dejan los yaquis abandonado cuando son aprehendidos por los soldados, pasa a ser propiedad privada de algunas autoridades del gobierno de Sonora.”

Turner describe el viaje de los yaquis a Yucatán, partiendo de los sitios en que eran concentrados. Los ve en la ciudad de México, comprueba su penoso camino por las tierras áridas y también a bordo de los barcos de carga. Dialoga con hombres y mujeres: sus breves historias, sus angustias y dramas increíbles.

“-¿A quién pertenecen –pregunta a una mujer- todas esas criaturas, estos muchachos, todos del mismo tamaño?

“-¿Quién sabe? –le responde-. Sus padres han desaparecido, lo mismo que nuestros hijos.”

Los acompaña en su travesía. El agua del mar entra por las hendiduras de la embarcación. Hay enfermos y muchos mueren. Frío y hambre. Agrupados, esperan el desembarco. En Yucatán son entregados a sus compradores. Separan las familias que estaban unidas y empieza el segundo capítulo de su esclavitud: el trabajo entre las púas del henequén.

Día a día, mucho más que los mayas, son azotados. Quince latigazos contados cada seis segundos por el capataz. “el extraordinario verdugo, llamado mayocol –escribió Turner-, un bruto peludo de gran pecho, se inclinó sobre la cubeta y metió las manos hasta el fondo. Al sacarlas, las sostuvo en alto para que se vieran cuatro cuerdas que chorreaban, cada una de ellas como de un metro de largo. Las gruesas y retorcidas cuerdas parecían cuatro hinchadas serpientes a la escasa luz de las lámparas; y a la vista de ellas, las cansadas espaldas de los 700 andrajosos se irguieron con una sacudida; un involuntario jadeo se escuchó entre el grupo. La somnolencia desapareció de sus ojos. Por fin estaban despiertos, bien despiertos.”

Entre el henequén, el látigo y el hambre, el yaqui prefirió la muerte por su propia voluntad.

Si en el cultivo del henequén los mayas morían más de los que nacían, y los yaquis soportaban un año, los esclavos de Valle Nacional sobrevivían ocho meses.

¡Quince mil hombres entraban cada año a cultivar tabaco!

Escribió Turner: “No hay supervivientes de Valle Nacional... no hay verdaderos supervivientes –me contó un ingeniero del gobierno que está a cargo de algunas mejoras en ciertos puertos-. De vez en cuando, sale alguno del Valle y va más allá de El Hule. Con paso torpe y mendigando hace el pesado camino hasta Córdoba; pero nunca vuelve a su punto de origen. Esa gente sale del Valle como cadáveres vivientes, avanzan un corto trecho y caen.”

Valle Nacional, situado al noroeste de Oaxaca, es una honda cañada de 3 a 10 kilómetros de anchura, rodeada por montañas inaccesibles. Las plantas de tabaco se extendían por la faja de tierra lo mismo que las haciendas, en las cuales el monopolio de los hermanos Balsa, españoles, ejercía el poder a nombre del gobierno. Era el sitio del castigo de los que cometían delitos menores, de los capturados por la gendarmería y el de los rebeldes; de los caídos en desgracia por algún conflicto con la burocracia. Hombres, mujeres y también niños.

Como en Yucatán, Turner representa idéntica farsa: la de un norteamericano que pretende adquirir una hacienda. Conoce palmo a palmo el Valle, pregunta por los que desaparecen y la causa de las muertes colectivas. Ve las tareas en el campo bajo el látigo de los capataces, y escucha el relato de un hombre que le señala el rumbo de los pantanos donde agonizantes y muertos son arrojados a los caimanes. Sabe de los esqueletos hacinados en las hondonadas y en Tuxtepec recibe esta proposición:

“-El hecho de que soy cuñado de Félix Díaz, y además amigo personal de los gobernadores de Oaxaca y Veracruz y de los alcaldes de esas ciudades, me coloca en situación de atender los deseos de usted mejor que cualquier otro. Yo estoy preparado para proporcionarle cualquier cantidad de trabajadores, hasta cuarenta mil por año, hombres, mujeres y niños, y el precio de $50.00 por cada uno. Los trabajadores menores de edad duran más que los adultos; le recomiendo usarlos con preferencia a los otros. Le puedo proporcionar a usted mil niños cada mes, menores de 14 años, y estoy en posibilidad de obtener su adopción legal como hijos de la compañía, de manera que los pueda retener legalmente hasta que lleguen a los 21 años.

“-Pero ¿cómo puede adoptar mi compañía –le respondió Turner- como hijos a doce mil niños por año? ¿Quiere decir que el gobierno permitiría semejante cosa?

“-Eso déjemelo a mí –contestó el cuñado de Félix Díaz-. Lo hago todos los días. Usted no paga los $50.00 hasta que tenga en su poder a los niños con sus papeles de adopción.”



(Tomado de: García Cantú, Gastón - El Caracol y el Sable. Cuadernos Mexicanos, año II, número 56. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)


viernes, 23 de octubre de 2020

Los negros y la música en la Nueva España


EL INSTRUMENTO MUSICAL Y EL OBJETO SONORO EN LOS NEGROS DE LA NUEVA ESPAÑA

los negros traídos a la Nueva España correrían diferente suerte a la de los llevados a otros países de América. Mientras en algunos países del Caribe eran distribuidos en comunidades de acuerdo a sus orígenes, lo que provocó que ahí los negros hayan conservado gran cantidad de tradiciones africanas, en la Nueva España eran juntados indiscriminadamente y llevados a residir a lugares donde fueron vecinos de culturas indígenas. Este contacto terminaría siendo solidario propiciando el mestizaje no solo entre indios y negros, sino también con españoles, de lo que surgieron castas, mestizos que en un principio habrían de ser severamente discriminados, pero que con el tiempo serían la mayoría de habitantes de este país.
Los negros presentaron ante la esclavitud dos actitudes: se resignaron a su condición de esclavos, o asumieron su libertad por medio del matrimonio con indígenas o españoles lo que provocaría su más rápida aculturación, no reproducirían más sus instrumentos ancestrales, adoptaron y adaptaron instrumentos musicales europeos e indígenas a su sentido y modo de ejecución; la otra actitud de rebeldía a asumir su condición de esclavos propició el movimiento cimarrón, es decir, la huída y refugio a lugares recónditos, ya por negros de la Nueva España o de la Unión Americana. De esta situación se provocó probablemente que, en huída y refugio constante, los negros pudieran reproducir objetos que fabricaban en África entre ellos instrumentos musicales.
Al parecer otra razón que propició en algunas regiones en que había esclavos negros el que siguieran usando algunos de sus ancestrales instrumentos fue que las estrictas prohibiciones de la Nueva España no lo fueran tanto en los señoríos o territorios que ocuparon algunos caciques españoles o misiones religiosas, como sucedió en la región de la Costa Chica, habitada aún en la actualidad por negros y mulatos que siguen ejecutando varios instrumentos de origen africano; o como sucedió en Chiapas, Tabasco y Guatemala en una hacienda formada por una misión religiosa que se valió en su empresa de un grupo de negros, lo que provocó la existencia de varios instrumentos de origen africano y la utilización de instrumentos indígenas y europeos bajo esquemas africanos.
La influencia africana en la música de la Colonia no se dio sólo con la implantación de instrumentos musicales africanos, aunque existen en cantidad mayor a la comúnmente supuesta, la influencia musical africana en la Colonia se dio mayormente en la forma de ejecutar instrumentos indígenas y/o europeos, los que adaptaron tempranamente; hay varias referencias coloniales que mencionan la ejecución de instrumentos musicales europeos por negros desde el siglo XVI, como la del atentado hecho al poeta Gutierre de Cetina en la ciudad de Puebla, donde se menciona la presencia de un negro que se encontraba tañendo una vihuela; asimismo existen otros en que se mencionan fiestas religiosas que en interpretación de autoridades eclesiásticas, eran deshonestas entre los negros y mulatos; bailes o zarandeados que eran gustados además entre los novohispanos de la clase popular como el famoso chuchumbé de fines de la Colonia. En este sentido son varias las referencias que aparecen en los documentos del  ramo de la Inquisición que se encuentran en el Archivo General de la Nación en que aparecen mencionados negros que infringían musical y danzariamente  la moral religiosa y que sin embargo iban popularizándose cada vez más aun entre los novohispanos; de ahí surgen personajes negros como Melchor el cantador, Benito Delgado guitarrista, Nicolás Andrés Lázaro y muchos más todos ellos músicos juzgados por participar en fiestas no permitidas por la iglesia; se menciona en esos documentos el uso entre negros de arpas y guitarras que bien podían haber sido adaptadas en sustitución a dotaciones africanas, instrumentos que aunque en modelos diferentes y con otros géneros musicales significaría un canal donde volcaron su quehacer musical.

(Tomado de: Contreras Arias, Juan Guillermo. Atlas Cultural de México. Música. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1988)

jueves, 14 de noviembre de 2019

Orígenes del movimiento obrero, 1853


Las sociedades Mutualistas y la Organización Obrera en la época de la Reforma

Es evidente que el movimiento de la Reforma, con sus leyes de desamortización de bienes de las corporaciones civiles y religiosas, así como de la nacionalización de bienes eclesiásticos tendía “a la libre circulación de una gran parte de la propiedad raíz, en sus manos (casas y terrenos), base fundamental de la riqueza pública; trasladando estos bienes a otras manos y creando más de 9,000 propietarios que pagaron a la nación por los bienes confiscados a la Iglesia, $2,319,280.72, afirma Miguel Lerdo de Tejada. Pero al mismo tiempo, el total de las adjudicaciones y relatos indica que la mayor parte de los nuevos propietarios eran ya antiguos propietarios…
Esto revela que algunos poseedores de bienes, ya ricos, se enriquecieron más todavía; que otros sectores de la población, pasaron de las capas medias no adineradas a las pudientes, apoderándose por todos los medios de las tierras comunales de los pueblos. Y convirtiendo a sus moradores campesinos, en una masa de peones explotados en las haciendas y latifundios.
De aquí, a primera vista, la paradójica e inverosímil alianza entre los hacendados y la pequeña burguesía urbana y rural (únicas capas sociales beneficiadas con las leyes de desamortización de la Reforma), alianza que hizo prolongarse (hasta hoy podemos decir y a pesar de la revolución de 1910) las formas semifeudales de explotación en nuestros campos y una economía industrial retrasada, característica inconfundible de los países de tipo semi-colonial como México.
Fue dentro de estas circunstancias históricas y económicas que se constituye en la ciudad de México el 5 de julio de 1853, por un grupo de obreros sombrereros, la Sociedad Particular de Socorros Mutuos; la cual establecía en una de sus bases constitutivas como motivo de esta actitud societaria, lo siguiente:
La esclavitud moderna, que nos arrebata las ganancias de nuestro trabajo.” La sociedad se organizó con 33 socios, pero un mes más tarde contaba con 120 miembros.
Durante algunos años ésta fue la forma predominante en la organización de los obreros y artesanos para poner un dique a la explotación patronal de que eran objeto así como a la de los maestros artesanos; no conocían otra más eficaz, lo raquítico del desarrollo industrial no podía tampoco sugerirles otra forma superior.
Más adelante, en los años subsecuentes se inició su desarrollo, sin que llegara a constituir una verdadera fuerza del movimiento cooperativo como medio de mejorar las condiciones económicas de los trabajadores.

La revolución burguesa en Europa

En poco más del decenio transcurrido de 1848 a 1861, se habían desarrollado importantes y trascendentales acontecimientos en Europa, los cuales sin lugar a duda, influyeron en el pensamiento revolucionario del mundo, alcanzando su repercusión hasta nuestro país y las tierras de América.
Los obreros de Alemania y Francia tomaban parte por primera vez en la lucha por el poder, (1848-49) pero la burguesía y pequeña burguesía, mejor preparadas por la experiencia, los traicionaron en su intento dejando burladas sus aspiraciones.
El liberalismo inglés tiene su periodo de actividades bajo la dirección de Stuart Mill y Gladstone. En los Estados Unidos estalla la guerra de Secesión, separación entre el norte y el sur, aparentemente por la liberación de los esclavos y decretada por el presidente Lincoln; en el fondo, en realidad, porque la libertad de los negros esclavizados constituía un verdadero ataque a los intereses de la burguesía rural e industrial del sur de la Unión Americana, como se llamaban entonces los Estados Unidos. La burguesía del norte vería colmados sus deseos obligando al sur a pagar salarios de “hombres libres” a sus esclavos, colocándose así en un plano de igualdad para competir “honestamente en el mercado y en el comercio”, lo que difícilmente podía hacer mientras la burguesía suriana tuviera esclavos.
En Francia se rehace la “oposición” burguesa-republicana, obligando a Napoleón III a otorgarle algunas concesiones.
En la rusia de los zares la burguesía liberal se enfrenta a la influencia de la Alemania de Bismarck y se inicia, en 1861, un largo largo periodo revolucionario al decretarse la libertad de los campesinos, aboliendo su régimen de servidumbre. El Japón hace su entrada en la vida occidental, la cual copia y asimila rápidamente, hasta nuestros días, convirtiéndose en peligroso competidor de las naciones imperialistas que le sirvieron de modelo.

Los albores del obrerismo y el socialismo en México, sus iniciadores

Atraído por las leyes expedidas por Comonfort para la creación de colonias agrarias, llegaba de Europa en febrero de 1861, un hombre cuya educación ideas y actividades habrían de jugar un papel importante en la iniciación del estudio sobre las cuestiones sociales entre los artesanos, obreros y estudiantes del país.
Plotino C. Rhodakanaty, griego y educado en Viena y Berlín, había sido sin duda uno de tantos espíritus inquietos, imbuidos de la diversidad de teorías y doctrinas del socialismo utópico, entonces muy en boga en Europa. Por lo menos esto lo induce a crear su actividad como escritor y como mentor más tarde. Escribió un opúsculo que tituló “Cartilla socialista o sea el catecismo elemental de la escuela de Carlos Fourier: El Falansterio.” (Imprenta de V. G. Torres.-México, 1861 16 páginas en 8°).
Apareció una segunda edición de este folleto en 1879, bajo el nombre de Cartilla socialista o sea el catecismo elemental de la escuela societaria de Carlos Fourier, editada por Plotino C. Rhodakanaty, fundador de “La social”, quien la dedica al uso, instrucción y práctica de las clases obrera y agrícola de la República. Por ese tiempo también apareció el libro Las atracciones guardan proporción a los destinos, de Fourier. (Imprenta de El socialista.- México, 1879. 24 páginas en 8°). Intentó fundar en 1863 una escuela, y aunque no pudo lograrlo, sí reunió a un grupo de estudiantes en torno suyo. En 1864 publicaba otro libro Neo-panteísmo, consideraciones sobre el hombre y la naturaleza. (160 páginas en 8°), obra de la cual fue publicada una síntesis en 1855 bajo el nombre de Médula panteísta del sistema filosófico de Spinoza.
Del grupo formado en derredor de Rhodakanaty se distinguieron tres jóvenes, que fueron por así decirlo, el primer grupo socialista en México: Francisco Zalacosta, estudiante; Santiago Villanueva, obrero, y Hermenegildo Villavicencio, estudiante. Estos jóvenes entusiastas y generosos se echan a cuestas la tarea de organizar a los obreros en octubre de 1864, alentados y dirigidos por Rhodakanaty. Villanueva organiza la sociedad Mutualista del Ramo de Sombrerería y poco después la sociedad Mutua del Ramo de Sastrería que se reorganizó después de estar disuelta por más de diez años.
Comenzó entonces la pugna ideológica entre los mismos paladines de las nuevas ideas. Pues aunque todos hablaban de socialismo, Villanueva y Rhodakanaty, mostrándose más moderados, propugnaban por la organización a base de ayuda mutua, mientras Zalacosta hacia mayor propaganda socialista diferenciando su posición de la de sus compañeros. Años más tarde Zalacosta planteaba así el problema en su periódico La Internacional: ¿Qué es lo que debe animar a la asociación obrera? ¿Filantropía o solidaridad? Rhodakanaty, Villanueva y Villavicencio se inclinaban con espíritu conciliador al mutualismo, aunque no dejaban de propagar el socialismo, esto dio como resultado la fundación en enero de 1865 del Grupo Socialista de Estudiantes.
Un cenáculo de teorizantes quizá, pero útil hasta cierto punto entonces.
Mientras tanto, en Europa cristalizaba al fin en la historia del proletariado el anhelo de constituir la Primera Internacional Obrera, lo que se llevó a cabo el 25 de septiembre de 1864 bajo la dirección de Carlos Marx; no obstante la gran influencia ideológica de Proudhon hasta 1868, incluso en los Congresos de la Primera Internacional en Ginebra y Lausana en 1866 y 1867. Las ideas de Marx predominaron totalmente después, a pesar de la oposición de Bakunin, ruso que ingresó a la Primera Internacional hasta 1868.
 A partir de ese año se desarrolló una lucha intensa dentro del seno de la propia Internacional, entre los partidarios de Marx y los de la oposición encabezada por Bakunin; lucha que se agudizó y extendió por todo el mundo entre los sectores obreros, hasta 1872 en que fueron expulsados los bakunistas de la Internacional durante el congreso celebrado en La Haya, bajo el cargo de sus actividades contrarrevolucionarias que conducían a la división del proletariado.
Los bakunistas sostenían los siguientes puntos de vista: “Igualdad de clases, abolición del derecho hereditario como punto de partida del movimiento social [una sandez como las expresadas en el México contemporáneo, sobre economía sexual, etcétera], ateísmo, como un dogma impuesto de antemano a todos los afiliados y como cuestión fundamental (herencia de las teorías absurdas de Proudhon), abstencionismo político”, médula teórica del apoliticismo bakuninista adoptada por el anarquismo, etcétera.
Tales fueron los motivos de divergencia que separaban a los marxistas de la Primera Internacional de los bakuninistas, encabezados por el neohegeliano y anarquista Miguel Bakunin cuyo programa, como podrá apreciarse, era una mezcla informe de las teorías del filósofo y economista francés Saint Simón por una parte y por otra, de las del fundador del anarquismo francés, Pedro José Proudhon.
Es decir que, a la vez que se declaraban idealistas al hablar de “igualdad de clases”, al mismo tiempo, ellos, los “anti-autoritarios”, pedían la imposición del dogma ateísta a todos los obreros de la Internacional; sembrando así la división en los cuadros de la clase obrera frente a la lucha contra el enemigo común, el capitalismo, y negando la posibilidad de ser un militante en las filas de la revolución a todo obrero que no fuese ateo.


(Tomado de: Díaz Ramírez, Manuel - Orígenes del Movimiento Obrero. Cuadernos Mexicanos, año II, número 75. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)


lunes, 10 de junio de 2019

Valle Nacional

Por todo el tiempo en tanto que México tenga memoria, la esclavitud de ahora estará acoplada con el nombre del demonio que hace posible su existencia. Su nombre es Porfirio Díaz. Y la más bestial de sus obras es el Valle Nacional.
Ciudadanos mexicanos: tomen nota de que sólo hay dos modos de llevar inocentes a ese purgatorio. Uno es vía jefe político, que opera directamente; el otro, mediante un enganchador (un sedicente agente de trabajo). Éste opera en alegre cooperación con un jefe político. El último, como ustedes lo saben para su pena, es nombrado por el gobernador de su estado. Responsable para con nadie, excepto el gobernador, a quien paga tributo anual, nunca se le pide cuenta de sus actos.
Observen lo que ocurre cuando este chacal de jefe político trabaja solo. No manda ladrones y otros delincuentes a la cárcel, los vende como esclavos al Valle Nacional. En muchos casos el jefe es de un carácter impaciente. Quiere hacerse rico prontamente. Así, no se contenta con vender puramente delincuentes.
¡Allí está el despreciable jefe político de Pachuca, por ejemplo!
Coge a cualquiera que le parece, en las calles. Lo conduce a la cárcel. Lo acusa de un delito imaginario, pero las víctimas nunca son juzgadas. Cuando el bribón tiene una cárcel completa, los manda al Valle Nacional.  Naturalmente que después que se le ha pagado tiene el gusto de dar una parte de este ensangrentado dinero a su distinguido patrón, su excelencia don Pedro A. Rodríguez, gobernador del estado de Hidalgo.
Conciudadanos: ustedes pueden saber de un amigo que no fue enviado al Valle Nacional directamente por su jefe político. Así es, pues la mayoría trabaja mediante enganchadores. ¿Por qué? Porque el traficar con seres humanos es ilegal. Los encogedizos principales usan a los enganchadores como fachada. Estos últimos desarrollan su negocio bajo la égida de los primeros. Así se ríen ante la idea de ser perseguidos.
¿Cómo teje su tela el araña enganchador? Anuncia solicitando trabajadores. Recibirán altos salarios, tres pesos por día, buena alimentación, alojamiento en buenas casas, sin pago de rentas. El pobre obrero, que recibe tal vez cincuenta centavos por día, cae en la ratonera. Firma contrato. Recibe un adelanto de cinco pesos que se le anima a gastar. Pocos días después, en rebaño juntamente con otros crédulos como él, llega a Valle Nacional. Allí, él y sus compañeros de infortunio son vendidos a los dueños de la plantación de tabaco.
¿Y cómo, conciudadanos, racionalizan los funcionarios del gobierno su participación en el comercio de esclavos? “¿Qué –claman indignados- no recibió el individuo un adelanto de cinco pesos? Es un adeudo que justamente debe ser pagado…” estos venales hipócritas alzan los hombros ante los derechos constitucionales del obrero. Pero, ¿cuándo, bajo Porfirio Díaz, han disfrutado las multitudes de sus derechos constitucionales?
¿Y qué hay de los propietarios de la plantación? Cínicamente protestan que su sistema no es de esclavitud. De ningún modo. Es puramente un arreglo por contrato. Sí, señor, el trabajador firmó un contrato. Por lo mismo, está ligado a sus condiciones… lo que los rectos dueños de la plantación no dicen es que en vez de tres pesos diarios prometidos por el enganchador, las condiciones de salario del contrato, que el analfabeto obrero firmó con una X, fueron llenadas más tarde por el enganchador o el dueño de la plantación. El salario se fija de costumbre a cincuenta centavos diarios.
Fíjense ahora, conciudadanos, lo que ocurre:
Al obrero atrapado, rara vez se le paga en dinero. Recibe crédito en la tienda del dueño de la plantación. Sus precios por ropa y otras cosas necesarias son hasta diez veces más altos que en los pueblos fuera del Valle Nacional. Pero esto no es todo. El esclavo debe restituir el precio de su compra. Es imposible que trabaje hasta liquidar su adeudo.
Muere esclavo, ¡generalmente dentro de un año!
¿Por qué, preguntarán ustedes quizás horrorizados de admiración, muere un hombre sano a los ocho o diez meses en el valle Nacional? Porque la infeliz criatura es obligada a trabajar desde antes del alba, a través de las largas, crueles, húmedas horas del día bajo el ardiente sol, y después de que el sol se pone porque se hunde bajo continuas, despiadadas golpizas del cabo, que lo obliga a esforzarse hasta el límite de su resistencia; porque la mala alimentación y las inmundas condiciones de alojamiento lo convierten en fácil presa de la malaria u otras enfermedades de tierra caliente…
¡Y por el aterrador conocimiento de que nunca podrá recuperar su libertad!
Pero pueden ustedes decir: “Díaz mismo no aprovecha directamente de este horrible comercio.” Muy bien. Concedámosle el beneficio de la duda. Pero ¿qué de los gobernadores de Veracruz, Oaxaca, Hidalgo –y sus serviles- que se aprovechan de ello? ¿Quién nombró a estos gobernadores? Porfirio Díaz. Ellos en turno designan sus satélites. Si Díaz quisiera, podría barrer con la esclavitud mañana. Y no sólo en Valle Nacional sino en las plantaciones de henequén de Yucatán; en las industrias de madera y fruta de Tabasco y Chiapas; las plantaciones de café, caña de azúcar y fruta de Veracruz, Oaxaca, Morelos, y casi la mitad de los estados de México.
¿Por qué no lo hace? Porque necesita a estas hienas humanas. Pálidas semejanzas de él mismo, las necesita para sostener su poder autoritario. Pero el día de la liberación se acerca. ¡Prepárense para él, conciudadanos!
Enrique Flores Magón
Regeneración, 1904
(Tomado de: Armando Bartra (Selección) - Ricardo Flores Magón, et al: Regeneración, 1900-1918. Secretaría de Educación Pública, Lecturas Mexicanas #88, Segunda Serie, México, D.F., 1987)

miércoles, 5 de junio de 2019

Estados perdidos de México y la esclavitud




Los estados perdidos por México y la esclavitud

Una fase del movimiento antiesclavista [norteamericano] incluía la ayuda, para que escaparan esclavos durante la noche, a refugios seguros en el Norte, o, a través de la frontera, en el Canadá. Una red elaborada de rutas secretas para los fugitivos, conocida como “el ferrocarril subterráneo”, se estableció firmemente poco después de 1830 en todas las regiones del Norte. Las operaciones que tuvieron mayor éxito ocurrieron en el territorio del antiguo Noroeste. Solamente en Ohio se estima que no menos de 40,000 fugitivos esclavos escaparon hacia la libertad en los años de 1830 a 1860. En número de las sociedades locales antiesclavistas aumentaron a tal grado que en 1840 existían 2,000, con una totalidad de cerca de 2000,000 miembros.

A pesar de que el único objetivo de los abolicionistas activos era convertir a la esclavitud en un problema de conciencia para cada hombre y mujer, la gente del Norte, en conjunto, se mantenía aislada de cualquier participación en el movimiento antiesclavista. Ocupados como estaban con sus propios problemas, opinaron que la esclavitud era un asunto que los habitantes del Sur tenían que resolver por medios propios. Les parecía que la agitación desenfrenada de los fanáticos antiesclavistas amenazaba la integridad de la Unión, cosa mucho más importante para ellos que la abolición de la esclavitud. No obstante, en 1845, la adquisición de Texas y, poco después, las ganancias territoriales en el Suroeste como resultado de la guerra con México, convirtió el problema moral de la esclavitud en una cuestión política candente. Hasta ese momento, había parecido que la esclavitud se limitaría a regiones donde ya existía. Se le habían marcado sus límites por medio del Tratado de Misurí de 1820 y no había tenido oportunidad de traspasarlos. Pero ahora, con nuevos territorios anexados a la Unión, que parecían apropiados para una economía esclavista, la expansión de la “industria peculiar” nuevamente se convertía en una probabilidad real.


Muchos habitantes del Norte creían que, si la institución se mantenía dentro de límites cerrados, con el tiempo entraría en decadencia y moriría. Para justificar su oposición a la anexión de nuevos Estados esclavistas, señalaron, como precedentes obligatorios, las declaraciones de Washington y Jefferson y el Decreto de 1787 que prohibía la extensión de la esclavitud al Noroeste. Como en Texas ya existía la esclavitud, fue aceptada en la Unión, naturalmente, como un estado esclavista. Pero California, Nuevo México y Utah no lo tenían. Cuando los Estados Unidos, en 1846, se disponían a adquirir esas regiones, cuatro grupos principales hicieron sugestiones que entraban en conflicto entre sí. Los extremistas del Sur pretendían que todo el territorio adquirido de México pasara a los propietarios de esclavos. Los norteños, decididamente antiesclavistas, exigían que todas las nuevas regiones se cerraran a la esclavitud. Un grupo de hombres moderados sugirieron que se extendiera la línea del Tratado de Misurí hasta el Pacífico, con estados libres al Norte de ella y con estados esclavistas al Sur. Otro grupo moderado propuso que el problema se dejara a la “soberanía popular”, es decir, que el gobierno autorizara a los colonizadores a establecerse en el nuevo territorio con o sin esclavos, como quisieran, y cuando llegara el tiempo de convertir aquella región en estados, la gente misma diera solución al problema. Cada vez más, el peso de la opinión pública del Sur se inclinaba por el punto de vista de que la esclavitud tenía derecho a existir en todos los territorios; y cada vez más la opinión del Norte se inclinaba por el punto de vista de que no tenía el derecho de existir en ninguno. En 1848, cerca de 300,000 hombres votaron por los candidatos de un Partido de Tierra Libre que declaraba que la mejor política era “limitar, localizar y desanimar la esclavitud”.



El descubrimiento de oro en California, en enero de 1848, precipitó un torrente de buscadores de oro de todas las partes del mundo, que hicieron un total de más de 80,000 inmigrantes en el año de 1849. California se convirtió en un problema muy serio, pues forzosamente el Congreso tendría que determinar la situación política de esta nueva entidad antes de que pudiera establecerse un gobierno legal. Las esperanzas de la nación estaban puestas en el senador Henry, que, en dos ocasiones, en tiempos de crisis, había salido avante con arreglos mediadores. Esta vez, solventó de nuevo, una disputa regional peligrosa, con un plan bien trazado. Su transacción (después de ciertas modificaciones hechas por el Congreso) proponía, entre otras cosas, que se admitiera a California como un estado con una constitución de territorio libre (es decir, que se prohibiera la esclavitud), mientras que el resto de la nueva anexión se dividiera en dos territorios, el de Nuevo México y el de Utah, y que se constituyeran sin hacer mención de la esclavitud; que las reclamaciones de Texas sobre una parte de Nuevo México se satisfacieran con el pago de diez millones de dólares; que se estableciera una maquinaria más efectiva para capturar esclavos prófugos y regresarlos a sus amos; y que el comercio de esclavos (pero no la esclavitud) se aboliera en el Distrito de Columbia. Estas medidas -famosas en la historia norteamericana como el “Convenio de 1850”- fueron aprobadas, y el país respiró lanzando un suspiro de sincero alivio.

Durante tres cortos años, pareció que esta transacción había arreglado casi todas las diferencias. No obstante bajo la superficie, la tensión permanecía y crecía. La nueva Ley relativa a Esclavos Fugitivos ofendió profundamente a muchos norteños. Rehusaron tomar parte en la captura de esclavos, y, en cambio, ayudaron a los fugitivos a escapar. El “Ferrocarril Subterráneo” llegó a ser más eficiente y descarado en llevar a muchos a lugar seguro.

(Tomado de: Whitney, Frances - Síntesis de la historia de los Estados Unidos [An outline of american history]. Colección El mundo de hoy. Editorial Limusa-Wiley, S. A. México, D. F., 1966)