lunes, 31 de mayo de 2021

Tomás Garrido Canabal


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Existe en México un estado denominado Tabasco,

 y al cual la naturaleza colmó de tantos dones que

 un día los dioses se pusieron celosos... allí el árbol

 del bien y del mal apenas producía el primero, y

 los dioses hicieron que el árbol echara el segundo

 fruto, y como primer espécimen de la cosecha soltó

 a un bípedo humano... se decía llamar Garrido

 Canabal. Y el bípedo, por la ley de la cachiporra,

 del colmillo más fuerte y del zarpazo que mayor

 cantidad de sangre derrama, se encaramó sobre el

pavor de todas aquellas gentes buenas y sencillas,

 y se hizo Gobernador del Estado.

Luis C. Sepúlveda, El Informador,

13 de noviembre de 1931.

Tomás Garrido Canabal (1890-1943) fue Gobernador de Tabasco de 1919 a 1934 en periodos interrumpidos. Durante su gobierno mantuvo un cacicazgo de corte militar y tintes fascistas; promovió la persecución religiosa solapada por Plutarco Elías Calles; creó ligas de resistencia; "compartió" el poder con su familia; proscribió la libertad de prensa y de reunión; cambió la educación laica por la educación racionalista con libros de texto socialistas, y promulgó una serie de leyes absurdas en las que fueron sesgadas las libertades esenciales.

La persecución del mandatario local contra los católicos incluyó el asesinato de sacerdotes, o su obligación de casarse; el cierre de todas las iglesias y la destrucción de altares; además, orilló al pueblo a comer carne los días de vigilia, suprimió la Navidad, prohibió símbolos religiosos en las tumbas y proscribió la palabra "dios" y todas las que lo aludieran, como "adiós". El pasatiempo de los empleados públicos bajo su gobierno era formar en las calles filas de imágenes de santos y "fusilarlas".

Pero no sólo imágenes religiosas fueron pasadas por las armas: en noviembre de 1931, El Informador denunció en sus páginas la barbarie ejecutada por Garrido: "Confirmese la noticia de que el gobernador Garrido Canabal ordenó que fueran ahorcados ochenta y cinco campesinos de Villa Guerrero porque éstos en acción de justicia colectiva lincharon al alcalde Chables de ese pueblo, por haber estuprado y dado muerte a una niña de pocos años. Chables era uno de los secuaces mimados de Garrido Canabal [...] En salsas fuertes nadie puede superar al Garrido caníbal de Tabasco".

En 1933, el gobernador creó el Bloque de Jóvenes Revolucionarios conocido como los Camisas Rojas, "un grupo de choque que allanaba domicilios, destruía imágenes religiosas, humillaba a los bebedores y apaleaba a los políticos antigarridistas". Posteriormente, convertido en secretario de Agricultura durante la presidencia de Cárdenas, se trasladó a la ciudad de México.

El 30 de diciembre de 1934, al momento que los feligreses católicos salían de misa en la parroquia de Coyoacán, un grupo numeroso de Camisas Rojas atacó a los fieles. Fallecieron seis. Después de esta matanza, el presidente Cárdenas le pidió la renuncia y Tomás Garrido Canabal marchó al exilio a Costa Rica. Murió en Los Ángeles, California, en 1943.

(Tomado de: Molina, Sandra – 101 villanos en la historia de México. Grijalbo, Random House Mondadori, S.A. de C.V., México, D.F. 2008).



jueves, 27 de mayo de 2021

Leyenda de la calle del Relox


El reloj de Palacio
Leyenda de las calles del Reloj

Lector, escúchame atento
esta tosca narración
y júzgala la tradición,
fábula, consejos o cuento.
En un libro polvoriento
la encontré leyendo un día,
y hoy entra a la poesía
desfigurada y maltrecha;
el verso es de mi cosecha
y la conseja no es mía.

Hubo en un pueblo de España
cuyo nombre no es del caso
porque el tiempo con su paso
todo lo borra o lo empaña,
un noble que cada hazaña
de las que le daban brillo,
celebraba en su castillo
dando dinero a su gente
construyendo un nuevo puente
o alzando un nuevo rastrillo.

Era el noble de gran fama,
de carácter franco y rudo,
con campo azul en su escudo
y en su torre un oriflama.
Era señor de una dama
piadosa como ninguna;
dueño de inmensa fortuna
por trabajo y por herencia
y tan limpio de conciencia
como elevado de cuna.

Una vez, para decoro
de sus ricas heredades
cruzó yermos y ciudades
para combatir al moro.
Llevóse como tesoro
y como escudo a la par,
un talismán singular
atado a un viejo rosario:
un modesto escapulario
con la Virgen del Pilar.

Era el precioso legado
de sus ínclitos mayores;
desde sus años mejores
lo tuvo siempre a su lado.
Y como voto sagrado
de cristiano y caballero
juzgó su deber primero
en el combate ceñido
llevarlo siempre escondido
tras de su cota de acero.

En ocasión oportuna
el noble llegó a creer
que ante el moro iba a perder
honra, blasón y fortuna.
Soñó que la media luna
nuncio de sangre y de penas,
en horas de espanto llenas
iba en sus feudos a entrar
y hasta la vio coronar
sus respetadas almejas.

Y no sueño, realidad
pudo ser en un momento,
pues fue tal presentimiento
engendro de la verdad.
Acércanse a su heredad
Muslef y sus caballeros;
mira brillar los aceros
al fulgor de alta linterna
y sale por la pierna
en busca de sus pecheros.

Anda con paso inseguro
de un hachón a los reflejos;
"alarma", grita a lo lejos
el arquero sobre el muro.
Como a la voz de un conjuro
del noble a los servidores
surgen entre los negrores
de aquella noche maldita
y lo siguen cuando grita:
"¡Sus!¡a degollar traidores!"

Corren y en breves instantes
terror y el espanto difunden
y en una masa se funden
asaltados y asaltantes.
Los cascos y los turbantes,
revueltos y confundidos,
entre quejas y alaridos
vense en las sombras surgir,
sin lograrse distinguir
vencedores y vencidos.

El noble señor avanza
en pos del blanco alquicel
de un moro que en su corcel
huye blandiendo su lanza.
Resuelto a asirlo le alcanza
por ciega rabia impelido,
y cruel y enardecido
le mata con gran fiereza
y le corta la cabeza,
pues Muslef era el vencido.

Al tornar lleno de gloria
a su castillo feudal
dijo: "Es un ser celestial
el que me dio la victoria.
El que ampara la memoria
y el lustre de mis abuelos;
el que me otorga consuelos
cuando vacila mi planta;
es... ¡la imagen sacrosanta
de la Reina de los Cielos!

"Siempre la llevé conmigo
y hoy de mi fe como ejemplo
he de levantarle un templo
donde tenga eterno abrigo.
El mundo será testigo
de que ferviente la adoro,
y cual reclamo sonoro
de su gloria soberana
daré al templo una campana
hecha con armas del moro."

El tiempo corrió ligero
y el templo se construyó,
como que el noble empeñó
palabra de caballero.
Sobre su recinto austero,
todo el feudo acudió a orar
venerando en el altar
en lujoso relicario,
un modesto escapulario
con la Virgen del Pilar.

Los siglos, que todo arrasan,
lo más sólido destruyen,
los hombres llegan y huyen
y los monumentos pasan. 
Templos que en la fe se abrasan
ceden del tiempo al estrago;
todo es efímero y vago
y en las sombras del no ser
lo que vistió el oro ayer
hoy lo encubre el jaramago.

Quedóse el templo en ruinas,
sus glorias estaban muertas
y ya en sus naves desiertas
volaban las golondrinas.
Sobre sus muros, espinas;
verde yedra en la portada;
la virgen, abandonada
por ley aciaga e injusta,
y la campana vetusta
eternamente callada.

En cierta noche el horror
de algo extraño se apodera
de aquel pueblo cuando oyera
de la campana el rumor.
Desde el más alto señor
al pobre y al pequeñuelo,
acuden con vivo anhelo
a mirar quién la profana
y se encuentran la campana
sola, repicando a vuelo.

Asaltan con gran trabajo
la torre donde repica
y su espanto multiplica
ver que toca sin badajo.
El noble, el peón del tajo,
el alcalde, el alguacil,
con agitación febril
y con ánima turbada
exclaman: "¡Está hechizada
por los siervos de Boabdil!"

Entre temores y enojos,
propios de aquellos instantes,
los sencillos habitantes
ya no pegaron los ojos.
Con sobresalto y sobrinos
el temor al pueblo excita;
lleva el cura agua bendita
y como todos, temblando,
comienza a rezar, regando
a la campana maldita.

A medida que mojaba
el agua bendita el hierro,
cual diabólico cencerro
más la campana sonaba.
La gente se santiguaba
triste, amedrentada y loca;
el cura a Jesús invoca
y por fin llega a exclamar:
"No la podemos callar
porque el diablo es quien la toca".

Tras esa noche infernal
se dio cuenta al nuevo día
de aquella aventura impía
al consejo y al fiscal.
Éste, en tono magistral,
bien estudiado el conjunto,
resolvió tan grave punto
y por solución perfecta
dijo: "Que tuvo directa
parte el diablo en el asunto."

Y como sentencia sana,
poniendo al espanto un dique,
declaró nulo el repique
de la maldita campana;
que cualquier mano profana
con un golpe la ofendiera;
que el pueblo la maldijera,
siendo el alcalde testigo
y desterrada, en castigo, 
para las Indias saliera.

Cumplida aquella sentencia,
maldecida y sin badajo,
a México se la trajo
antes de la Independencia.
de algún Virrey la indolencia
la dio castigo mayor
quedando en un corredor
del Palacio abandonada,
por ser campana embrujada
que a todos causaba horror.

Alguien la alzó en el espacio,
le dio voz y útil empleo,
y fue un timbre y un trofeo
en el reloj de palacio.
El tiempo a todo reacio
y que méritos no advierte,
puso un término a su suerte
cambiando su condición
y encontró en la fundición
metamorfosis y muerte.

En el libro polvoriento
que al acaso registré,
la descripción encontré
de tan raro monumento.
Tuvo como un ornamento
de sus nobles condiciones,
de su abolengo pregones
en la parte principal,
una corona imperial
asida por dos leones.

En el cuerpo tosco y rudo
consagrando sus sonidos,
se miraban esculpidos
un calvario y un escudo;
y como eterno saludo
de la tierra en que nació
en sus bordes se grabó
una fecha y un letrero:
"Maese Rodrigo" (el obrero
que la campana fundió).

Produjo tal sensación
entre la gente más llana
ver un reloj con campana
en la virreinal mansión,
que son eterna expresión
de aquel popular contento
las calles que el pueblo atento
"del Reloj" sigue llamando,
constante conmemorando
tan fausto acontecimiento.

Dos centenares de auroras
la campana de palacio
lanzó al anchuroso espacio
sus voces siempre sonoras.
Después de marcar las horas
con solemne majestad,
dejole a nuestra ciudad
recuerdo imperecedero,
que es su toque postrimero
vibrando en la eternidad.


(Tomado de: Peza, Juan de Dios – Leyendas históricas, tradicionales y fantásticas de las calles de la Ciudad de México. Prólogo de Isabel Quiñonez. Editorial Porrúa, S.A. Colección “Sepan cuantos…”, #557, México, D.F., 2006).

martes, 25 de mayo de 2021

Gabino Gaínza

 


Militar, nació en Pamplona, España, en 1754; murió en la ciudad de México en 1825. En 1780 llegó a América para luchar a favor de la independencia de E.U.; en 1784 se trasladó a Perú, en 1814 a Chile y en 1820 llegó a Guatemala como subdirector general del ejército. En 1821, siendo jefe absoluto del mando militar y civil de Guatemala, al enterarse de la sublevación de Iturbide, de la proclamación del Plan de Iguala y de la insurrección de Chiapas, convocó el 13 de septiembre a la reunión de autoridades y notabilidades guatemaltecas que acordó proclamar la independencia respecto de España, convocar un Congreso que decidiera la forma de gobierno y constituir una Junta Provisional Consultiva presidida por él mismo. A invitación de Iturbide, en el sentido de que la América Central debía formar parte del Imperio Mexicano. Gaínza logró la anuencia de los gobernadores de Nicaragua y Honduras, y en el plebiscito del 5 de enero de 1822, la mayoría de la opinión guatemalteca; tres días después, Gaínza declaró la incorporación de América Central al Imperio Mexicano. Al oponerse San Salvador, Gaínza le declaró la guerra y tras de sucesivas derrotas, Iturbide le hizo relevar por Filisola el 22 de junio de 1822, año en que regresó a la Ciudad de MexIco.


(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen V, - Gabinetes - Guadalajara)

jueves, 20 de mayo de 2021

Brigada Blanca

 


Organismo contrainsurgente de élite constituida oficialmente el 7 de junio de 1976 con el nombre de Brigada Especial por Miguel Nassar Haro para perseguir y exterminar a los guerrilleros a mediados de la década de los setenta y principios de los ochenta.

¿Cómo estaba conformada la Brigada?

Eran aproximadamente 250 elementos; sus comandantes y las corporaciones que las integraron fueron:

Miguel Nassar Haro, comandante de la Brigada, Dirección Federal de Seguridad.

Florentino Ventura, Policía Judicial Federal.

Teniente Coronel Francisco Quiroz Hermosillo, Policía Militar Federal.

Jesús Miyazawa Álvarez, Policía Judicial del Distrito Federal.


(Tomado de: Roldán Quiñones, Luis Fernando. Diccionario irreverente de Política mexicana. Con ilustraciones de Helguera. Grijalbo/Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2006).

lunes, 17 de mayo de 2021

Jesús Galindo y Villa


Ingeniero, historiador y maestro, nació y murió en la ciudad de México (1867-1937). Ejerció la cátedra durante cincuenta años, fue director del Museo Nacional de Arquitectura, de la Academia de Bellas Artes, del Conservatorio de Música, regidor de la ciudad de México (1899-1903 y 1908-1911), director del Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores (1912), presidente de la Sociedad de Geografía y Estadística (1891), de la Sociedad Astronómica de México (1903), de la Academia Mexicana de la Historia, de la"Antonio Alzate" y de no pocas extranjeras. En febrero de 1937 fue objeto de un homenaje nacional por su magisterio en la Universidad Nacional y otras instituciones docentes. Autor de numerosas obras, algunas de las principales son las siguientes: Geografía de la República Mexicana, 1926, dos tomos; Geografía de México, Barcelona, 1930; Geografía del Distrito Federal y del Valle de México, 1932; Historia sumaria de la ciudad de México, 1925; México, la ciudad capital, Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, t. XLIII, 1932; Reseña histórico-descriptiva de la ciudad de México, 1901; Elementos de historia nacional, 1930; El Panteón de San Fernando y el futuro Panteón Nacional. Notas históricas, geográficas y descriptivas, 1908; El Códice Troano. El templo de los guerreros en Chichén-Itzá, en Memorias de la Academia "Antonio Alzate", t. 53 (161-169); Algo sobre los zapotecas y los edificios de Mitla (Conferencia de divulgación), 1905; El Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología. Breve reseña. 1922; Las ruinas de Cempoala y el templo del Tajín, 1912; La fundación de Villa Rica y su autor. La obra de la Conquista española en México, 1920; La plaza mayor de la Ciudad de México, 1914; Códice Mendocino, 1925, colección de Mendoza O., documento del siglo XVI que se conserva en la Biblioteca Bodleiana de Oxford, Inglaterra; Elementos de historia general, 2a ed., 1926; La Orden de Caballeros de Colón y su establecimiento en México. Nota sobre su origen, su desarrollo y fines principales, 1914 (contiene, además, noticias sobre la Orden en los Estados Unidos y Cuba); Polvo de la historia, 1923 (la segunda edición, editorial Patria, 1954, tiene un breve prólogo de Dolores Galindo y Villa con noticias y anécdotas de Galindo y Villa); Don Francisco del Paso y Troncoso. Su vida y sus obras, 1923. v. Noticia de diversos escritos de Jesús Galindo y Villa, director de la Academia Nacional de Bellas Artes, profesor del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, publicados de 1887 a 1912, México, 1913.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen V, - Gabinetes - Guadalajara). 

jueves, 13 de mayo de 2021

El Caracol y el Sable I

 

(Grabado: José Guadalupe Posada)

EL CARACOL Y EL SABLE I

El caracol y el sable es un texto histórico de alta calidad literaria que nos enseña lo que puede ocultarse tras el silencio y la aparente pasividad del pueblo.

Una revolución estalla cuando los oprimidos ya no soportan el régimen imperante, cuando los explotados no pueden continuar más la vida que los ahoga, cuando se han acumulado necesidades profundas que ya no pueden esperar. Toda revolución es una ruptura del orden social vigente, es la expresión más honda de la voluntad de los hombres que empeñan todo, vida y futuro, para construir nuevas formas de convivencia común.

En 1910, los campesinos, comuneros, indígenas, artesanos y obreros transformaron sus agravios en rebeldía construyendo los ejércitos populares y haciendo otra revolución. El caracol y el sable es una narración apasionada que muestra como se incubó, de manera silenciosa, pero persistente, la insurgencia de millones de hombres radicalmente opuestos a la invasión de sus tierras, al robo de sus bosques y aguas, al trabajo mal pagado, a las formas despóticas de la vida pública, a los fraudes electorales, al nulo respeto por la disidencia, a la clausura de las libertades civiles.

 

Gastón García Cantú es uno de los estudiosos más destacados de la Historia Nacional. Editorialista reconocido y narrador de episodios olvidados de la vida pública, es autor de múltiples trabajos, entre los cuales descuellan: El socialismo en el México del Siglo XIX, las invasiones norteamericanas a México, Entrevista con Javier Barrios Sierra y Utopías Mexicanas. De este último libro se ha seleccionado el material que el lector tiene en sus manos.


Ricardo, Emiliano y Doroteo


De 1889 a 1891 tiene lugar algunas huelgas importantes. Al preparase la tercera reelección de Porfirio Díaz no es la clase obrera, sin embargo, la que tiene la dirección de la lucha política: la protesta popular se inicia en los patios de la Escuela de Minería.

-¡Tenemos que suprimir esta farsa que es una tragedia para México!

Uno de los estudiantes preguntó al orador:

-Dinos, Ricardo, ¿qué proyectas? ¿Tienes un plan?

-¡Sí, lo tengo!: Vamos por la ciudad. Digamos al pueblo que tiene derechos, los cuales escupe el dictador. Expliquémosles sus errores y apremiémosles para que barran estas infamias. ¿Cómo? Obligando a Díaz a que abandone su odiosa idea de reelegirse. ¡Marchando al Palacio Nacional si es necesario!

Y empezó la agitación de la “plebe intelectual” –según la designación de Justo Sierra- no conquistada por la burguesía. Trescientos jóvenes arengaron al pueblo en mercados y plazas públicas.

En la reunión más numerosa la gendarmería montada disparó contra aquellos grupos inermes. Fue la señal que despertó a los obreros y a los artesanos. Durante 14 días se combatió en la ciudad. El ejército intervino y las capturas de estudiantes y obreros culminaron, para unos, en los calabozos de la cárcel de Belén; para otros, en Valle Nacional y las haciendas henequeneras de Yucatán. Una cosa se había logrado a pesar de que no había dirección alguna en la agitación política: demostrar al pueblo que el gobierno debía ser derrocado. Es más, en las arengas estudiantiles se dijo que la reelección de Díaz estaba apoyada por empresarios extranjeros. El lenguaje de los jóvenes era claro, directo, comprensible:

-¿Quién –decía en el mitin del zócalo Enrique Flores Magón- vende nuestro país a los industriales franceses, ingleses y norteamericanos, de modo que, además de ser esclavos de la iglesia seamos también esclavos de los países extranjeros?

Un lenguaje así respondía al empleado por Zamacona, Rocha, Bulnes, Sierra y Pineda, quienes en su Manifiesto a la nación, a nombre de un supuesto partido liberal, justificaban la reelección de Díaz calificando la obra del régimen, en ferrocarriles, como la de un factor por el cual México era parte de la civilización y demostraba “con hechos cada día más notorios –decían- que se conoce el valor de esa fuerza mental que se transforma en inconmensurable fuerza física que se llama ‘ciencia’ “.

Y científico llamaría el pueblo, a partir de entonces, al grupo gobernante.

Dos años después de los sucesos en la ciudad de México, un grupo de profesionales y estudiantes editaban El Demócrata, en cuyas páginas se hicieron las primeras denuncias de la condición de servidumbre de campesinos y obreros y de los atropellos de que unos y otros eran víctimas. Cuando el periódico alcanzó un tiraje de 10 mil ejemplares fue confiscado, y los Flores Magón, aprehendidos.

En esos años, otro joven, Emiliano Zapata, al celebrarse una fiesta en su pueblo, Anenecuilco, fue capturado por la policía acusado de rebelde. Atado de codos lo llevaron rumbo a Cuautla, donde les salió al paso su hermano Eufemio y otros campesinos. Desataron a Emiliano y los dos hermanos huyeron al sur del estado de Puebla. Zapata diría más tarde que allí conoció que las desventuras de los campesinos de su tierra eran idénticas a las de otros rumbos. Ya en Anenecuilco demandó, en los tribunales de la ciudad de México, como otras tantas comisiones del pueblo lo hicieran, respeto para los fundos legales del ejido. Nada obtuvo. Días después convoca a los campesinos y empieza su lucha. Los hacendados exigieron su aprehensión y Zapata, derrotado, fue a dar, como soldado, al noveno regimiento de caballería. Era el aprendizaje que le faltaba para saber cómo organizar militarmente a los campesinos.

En esos años, otro joven, Doroteo Arango, hacía su aprendizaje de bandolero con uno de los hombres más famosos del rumbo de Canatlán: Ignacio Parra:

Mucha guerra Parra dio,

era valiente y cabal,

perteneció a la cuadrilla

del gran Heraclio Bernal.

Cuando Doroteo Arango abandonó al valiente Parra, al trote de su caballo, por las llanuras de Chihuahua, se va haciendo Pancho Villa. El “corrido” popular desaparece también en la leyenda del guerrillero. Pancho Villa regresaba a los dominios de los hacendados. Ellos, según sus propias palabras, lo devolverían al camino de sus sufrimientos. El móvil para la lucha habría de dárselo don Abraham González. Después, nadie lo contuvo. Él y sus caballerías destruirían al ejército de la dictadura.

En aquel entonces, un hombre de 35 años, Venustiano Carranza, era elegido presidente municipal de un pueblecito de Coahuila: Cuatrociénegas. Veinte años antes, Carranza había sido un alumno distinguido de la Escuela Nacional Preparatoria. Llegaba a la presidencia municipal después de una larga contienda contra el gobernador García Galán; de protestar por la brutalidad policiaca y de andar por la sierra, con el rifle “venadero” bajo el brazo, defendiéndose de la cacería desatada en contra suya. Fue una de tantas pequeñas rebeliones la de aquel ranchero acosado por un gobernador; pero, de todas las que ocurrieron, fue la de mayor trascendencia en la educación de un revolucionario.

(Tomado de: García Cantú, Gastón - El Caracol y el Sable. Cuadernos Mexicanos, año II, número 56. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f).


lunes, 10 de mayo de 2021

Por qué tomaron los rebeldes el estandarte de la Virgen de Guadalupe como su imagen representativa


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¿Por qué tomaron los rebeldes el estandarte de la Virgen de Guadalupe como su imagen representativa? 

La devoción a la Virgen de Guadalupe en México es probablemente el factor religioso más importante en el país. Desde el siglo XVIII, pero en especial desde hace 200 años, tiene un papel fundamental en el sentido de la mexicanidad y de la identidad nacional. Así lo hizo saber fray Servando Teresa de Mier cuando en 1794 pronunció un sermón acerca de la Virgen de Guadalupe. El fraile regiomontano explicó que los antiguos mexicanos ya habían recibido la enseñanza cristiana antes de que llegaran los españoles, pues Quetzalcóatl era en realidad Santo Tomás. Éste cruzó el Atlántico para predicar la palabra de Cristo. Con estos argumentos ya no había justificación para la Conquista ni para la ocupación española. La aparición de la Virgen de Guadalupe en 1531 le otorgó a la iglesia mexicana una espiritualidad propia. Ya no eran los misioneros españoles los portadores de la religiosidad; era la intervención directa de la Madre de Dios, quien escogió a un Indio como testigo de su aparición, lo cual le daba un sustento nativo y, lo más importante, americano.

Era una creencia muy difundida que la Virgen socorría a los pobres y a los oprimidos. La evocación de su nombre era un remedio para la sequía y las epidemias. Defendía a las clases menos privilegiadas de las injusticias de los ricos y poderosos. Los rebeldes incluso llegaron a creer que la Virgen de Guadalupe intervenía por medio de estrategias milagrosas en el campo de batalla.

Desde hace 200 años la iniciativa de utilizar el blasón de la virgen como símbolo de la insurgencia se le ha adjudicado a Hidalgo. Fue en parte una contestación al uso de la Virgen de los Remedios por parte de los realistas. Ignacio Allende, lugarteniente del cura, al igual que muchos otros testigos, subrayó la espontaneidad con la que el religioso eligió esta imagen como insignia. Esta acertada elección le dio al movimiento una legitimidad religiosa. Pero se tiene registro en el Archivo General de la Nación de una confesión judicial en la que Allende, en mayo de 1811, se muestra ambiguo en cuanto a la autoría de la elección: "por idea de alguno de la compañía". Aunque la paternidad de la idea por lo visto no está clara, lo contrario sucede en cuanto a la respuesta. La aprobación fue absoluta y determinó en gran medida (aunque no en su totalidad) el éxito del movimiento: la gente del pueblo que se unió al ejército de Hidalgo en 1810 de Dolores a San Miguel el Grande y finalmente a la ciudad de Guanajuato, llevaba el estandarte con la imagen de la virgen. Durante los años de la rebelión perduró el uso tanto de la iconografía como de la palabra. En el saludo cotidiano en plazas, zócalos, afuera de las casas o en los caminos la gente utilizaba algún tipo de seña: "¿Quién vive?" La contraseña era: "Nuestra Virgen de Guadalupe" o "América". El hecho de contestar "España" o "Nuestro Señor Fernando" significaba que se era realista. Además la ideología se portaba literalmente en las mangas, en donde era frecuente llevar todo tipo de insignias y distintivos. También se llevaba en los sombreros, que en el caso de los realistas era común ver los famosos "Fernanditos".

Miguel Hidalgo, como se acostumbra creer, eligió la imagen de la virgen sin mayor premeditación, pero el éxito de la elección residió en que liberaba a los criollos de sus orígenes españoles.

(Tomado de: Pacheco, Cecilia - 101 preguntas sobre la independencia de México. Grijalbo Random House Mondadori, S.A. de C.V., México, D.F., 2009)

jueves, 6 de mayo de 2021

Hombre-murciélago

 

(Dios murciélago o buiguidi beela. Cultura zapoteca. Epiclásico. Miraflores, Chalco, estado de México. MTM.)

Esta asombrosa figura impresiona desde el primer momento. Con su cabeza de murciélago, sus garras y pies del mismo animal pero con cuerpo humano, con un collar del que penden tres campanas, cuyo badajo es un pequeño fémur, el dios nos transporta al mito nahua que nos relata cómo, en cierto momento, muerde el clítoris de la diosa Xochiquetzal; el sangrado dará comienzo a la menstruación. Así comienza el ciclo femenino de la vida y la muerte, es decir, el de los días fértiles y los que no lo son. Pero va más allá: el murciélago hematófago habita en cuevas, matriz que puede parir pueblos y a la vez es entrada al inframundo, lo que denota la importancia de la dualidad vida-muerte.

Su relación con la noche es evidente, pues es cuando sale para alimentarse, por eso la figura muestra restos de haber estado pintado de color negro. Para los mayas, este animal ocupaba uno de los escaños o cámaras que estaban en el camino al inframundo, tal como lo expresa el Popol-Vuh: "Zotzi-ha, la Casa de los Murciélagos, se llamaba el cuarto lugar de castigo. Dentro de esta casa no había más que murciélagos que chillaban, gritaban y revoloteaban en la casa. Los murciélagos estaban encerrados y no podían salir".


(Tomado de: Matos Moctezuma, Eduardo - "Voces de barro" - Los ejes de vida y muerte en el Templo Mayor y en el recinto ceremonial de Tenochtitlan. Arqueología Mexicana, edición especial #81. Agosto de 2018. Editorial Raíces/Instituto Nacional de Antropología e Historia. Ciudad de México)


lunes, 3 de mayo de 2021

Fuerte de San Diego de Acapulco


El fuerte de San Diego de Acapulco fue erigido al fondo de la gran bahía, en la cima de un cerro. Por la importancia que adquirió Acapulco desde mediados del s. XVI -era el puerto de entrada de las mercancías llegadas del Oriente- el virreinato decidió protegerlo de los ataques piratas. La obra se construyó de 1778 a 1784; resultó muy deteriorada a consecuencia del terremoto ocurrido en 1776 y fue reconstruida en el último tercio del s. XVIII, según proyecto del Ing. Miguel Constanzó.


Tiene una forma pentagonal regular y el recinto fortificado está constituido por 5 baluartes, unidos por otras tantas cortinas en cuyos interiores hay galerías abovedadas, con techo a prueba de bombas, para servir como alojamientos y depósitos de víveres y municiones.

La fortaleza tiene un foso cavado en la roca, que rodea al recinto; en el frente de gola se halla la puerta de entrada, a la que se llega por un puente fijo de mampostería y por un puente levadizo.


Fue asediada por primera vez y ocupada militarmente, el 20 de agosto de 1813 por Morelos, y recuperada posteriormente por los españoles. Constituyó el último baluarte del gobierno virreinal en la Costa del Pacífico, pues fue entregada al gobierno independiente el 15 de octubre de 1821. La atacó sin éxito Santa Anna en 1854, durante la Revolución de Ayutla. Durante la revolución maderista (1911) Acapulco fue, gracias a su fortaleza, la única ciudad de Guerrero que los revolucionarios no pudieron ocupar, no obstante que la atacaron con denuedo. Actualmente el fuerte es monumento nacional.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen IV, - Familia - Futbol)