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sábado, 19 de abril de 2025

Texas, Nuevo México, California… I



Texas, Nuevo México, California…


I


Determinó la esclavitud la desmembración de México? ¿Hubiera ocurrido sin ella? 


La carta de Benjamín Franklin a su hijo William, fechada en Londres el 28 de agosto de 1767, refiriéndole sus entrevistas con lord Shelburne, sobre el proyecto de colonización del Valle del Misisipí, "...en la bahía de México, para ser usado contra Cuba o el mismo México...", descubre que la anexión de la isla y la de México, o, por lo menos, de una parte de éste, está ya en la mente de las clases dirigentes de las trece colonias. 

Ya la memoria secreta del Conde de Aranda a Carlos III, en el temprano 1783, prevenía: "Esta república federal ha nacido pigmea... Vendrá un día en que será un gigante, un coloso temible en esas comarcas... El primer paso será apoderarse de las Floridas para dominar el Golfo de México. Después de habernos hecho dificultoso el comercio con la Nueva España, aspirará a la conquista de este vasto imperio que no nos será posible defender contra una potencia formidable establecida en el mismo continente y, a más de eso limítrofe... ¿Cómo podemos nosotros esperar que los americanos respeten el reino de la Nueva España cuando tengan facilidad de apoderarse de este rico y hermoso país?”.

En abril de 1802, Jefferson instruía a Livingston, primer ministro en París: "En el globo existe un solo sitio cuyo propietario es nuestro enemigo natural: es Nueva Orleans, por donde deben pasar al mercado tres octavos de lo que produce nuestro territorio. Francia, al colocarse en tal puerta, asume respecto a nosotros una actitud de desafío. España podía haberlo conservado, tranquilamente, por años; su estado es tan débil que difícilmente sentiríamos su posesión de ese lugar, y no pasaría mucho tiempo sin que surgiera algunas circunstancia que resultaría en la sesión, por lo que valía la pena esperarnos." Y Livingston contestaba a Jefferson: "Como parte del territorio de España, Luisiana no tiene frontera precisa, por lo que es fácil prever el destino de México.”

Es muy conocida la advertencia del embajador español en Washington, Luis de Onís, al virrey de México, Francisco Xavier Venegas, en nota reservada, fechada en Filadelfia, el 10 de Abril de 1812: "Cada día se van desarrollando más y más las ideas ambiciosas de esta república, y confirmándose sus miras hostiles contra España. V. E. se haya enterado ya por mi correspondencia que este gobierno se ha propuesto nada menos que fijar sus límites en la embocadura del río Norte o Bravo [o río Grande], siguiendo su curso hasta el grado 31, y desde allí, tirando una línea recta hasta el mar Pacífico, tomándose por consiguiente las provincias de Texas, Nueva Santander, Coahuila, Nuevo México y parte de la provincia de Nueva Vizcaya y la Sonora. Parecerá un delirio ese proyecto a toda persona sensata; pero no es menos seguro que el proyecto existe, y que se ha levantado un plano expresamente de estas provincias por orden del Gobierno, incluyendo también en dichos límites la isla de Cuba, como una pertenencia natural de la república.”

El mismo año 1812, el insurgente mexicano Bernardo Gutiérrez de Lara acude a Monroe, entonces secretario de Estado, en pos de ayuda para la independencia de su país. Monroe se la ofrece, pero exige la seguridad de que el nuevo Estado adopte la forma federal y se incorpore a Estados Unidos. 

Todo este periodo, desde fines del siglo XVIII y durante toda la lucha independentista de México, está lleno de historias de expediciones contra el territorio mexicano, organizadas en territorio norteamericano, patrocinadas, o, por lo menos, permitidas por las autoridades norteamericanas. 

En 1818, a propósito de la sesión de la Florida por España a Estados Unidos, surgió la discusión de los límites entre Estados Unidos y Nueva España. Entonces John  Quincy Adams sostuvo al mismo Luis de Onís: "Que el Misisipí en todo su curso hasta el Océano fue descubierto por súbditos franceses, desde el Canadá, en 1663; que La Salle, francés, comisionado y facultado por Luis XIV, descubrió la Bahía de San Bernardo y formó allí una colonia en el año 1665, al Oeste del Río Colorado, y que siempre se había entendido, como por derecho debía entenderse, que aquella posesión en la Bahía de San Bernardo, en conexión con la del Misisipí, se extendía hasta el Río Bravo…”.

En 1820, el puritano Moisés Austin, de Luisiana, obtiene del gobernador español de Texas permiso para introducir 300 familias norteamericanas. Cada colono recibirá 640 acres, más 320 para la esposa, 100 para cada hijo y 50 para cada esclavo. Los colonos profesarán la fe católica, jurarán fidelidad al rey y se obligarán a defender el territorio contra los indios y los filibusteros. En 1823 el gobierno independiente ratificó la concesión de Austin. "La ayuda que Poinsett prestó a Austin debió ser muy fuerte, pues consiguió que los hombres de Estado de México pusieran su atención en el proyecto y que decidieran en un asunto que les repelía…”  Poinsett había llegado a fines de octubre de 1822, con "carácter particular", pero a bordo de un buque de guerra de los Estados Unidos. Aunque solo se trataba de una visita muy breve, apenas duró catorce días, Poinsett llevó tan lejos su influencia como que obtuvo la libertad de 23 norteamericanos que conspiraban para la segregación de Texas. Eran los primeros... Nuevas concesiones atrajeron mayor número de colonos. En 1827 llegaron a 10,000. En 1820, a 20,000. Hacia 1826 ya se alzan contra México. Y nuevamente es Poinsett quien media a su favor. 

Y el sondeo "informal" de Poinsett en las conferencias del 7 y 8 de noviembre de 1822, descritas por Francisco de Paula Azcárate, comisionado de Iturbide: "Encontré que el señor Poinsett sobre una mesa tenía extendido el mapa de América de Melish y que con vista de él se empeñó en persuadirme que la línea tirada desde la embocadura del río Sabina... no era el lindero mejor para perpetuar la división del territorio de la nación mexicana y el de los Estados Unidos... y aunque era cierto que la línea referida estaba convenida por el Tratado de Onís, enviado de la España, supuesta nuestra gloriosa independencia, se podría variar de mutuo acuerdo eligiendo tierras que con viveza me señalaba en el mismo mapa, sin mentar siquiera su nombre, y así recorrió de mar a mar. Percibí que la idea era absorberse toda la provincia de Texas, y parte del reino de León para hacerse de puertos, embocaduras de ríos y barras en el Seno Mexicano; tomarse la mayor parte de la Provincia de Coahuila, la Sonora y California baja, toda la Alta y el Nuevo México, logrando así hacerse de minerales ricos, de tierras feracísimas y de puertos excelentes en el mar del Sur. 

"...al día siguiente, antes de entrar en materia, le presenté mi credencial y le exigí la suya. Sin leer la mía, me repuso no venir con carácter público alguno, sino sólo como un viajero que manifestaba francamente sus opiniones…

"...alargamos la discusión y entonces pude percibir que sus objetos eran 5: 1° apoderarse de todas las tierras feracísimas y ricas de minerales que he referido; 2° tener puertos en una y otra mar para hacer exclusivamente el comercio interior de las provincias mediterráneas de nuestro territorio por el Río grande del Norte cuya navegación facilitaríase con botes de vapor; 3° hacerse exclusivamente del comercio de la peletería de castor, oso, racón, marta, sibolos, grasas y otros renglones...; 4° apropiarse exclusivamente la pesquería de la perla que se hace en las costas interiores y exteriores de ambas Californias, la de la nutria, la del vayenato, la de la cachalaza, la de la sardina y la de la concha...; 5° apropiarse también el comercio de cabotaje…”.

Poinsett fue acreditado como ministro más tarde, en 1825. Las instrucciones de Clay -marzo 26- le ordenaban negociar nuevos límites, "más lógicos y ventajosos..." Entonces Poinsett dedicó sus mejores energías a trabajar por la frontera que había propuesto en 1822. Para favorecer su plan, organiza las logias yorquinas, a través de las cuales crea el "partido americano", fuerza primigenia de la antipatria. Tras bastidores, Poinsett intriga, divide, enreda, azuza, maneja el entreguismo criollo, prepara la mutilación territorial. Hasta que la animosidad popular impone su retiro, a fines de 1829. "Su primer paso había sido formar una institución egoísta que se extendió que se extendió por toda la comunidad, que admitió en su seno a toda clase de gente, sin discriminación alguna, y que acabó siendo la directora de los destinos de la nación... Esta sociedad toma posesión del gobierno, arruina las finanzas, desorganiza el ejército, destruye la confianza pública, y quita de lugares de responsabilidad a todos aquellos cuyo patriotismo hubiera sido una garantía de buena administración..." - Anthony Butler, sucesor de Poinsett, a Van Buren, , secretario de Estado. México, 21 de mayo de 1830. 


Pero sería injusto desdeñar el arsenal de los antagonistas. Que, además, resulta altamente ilustrativo. 

"Nada es más fluctuante que el valor de los esclavos; una de las últimas leyes de Luisiana lo redujo en veinticinco por ciento a las veinticuatro horas de conocerse el proyecto. Si nos tocara la suerte -y confío que así sucederá- de adquirir Texas, el precio de los esclavos aumentaría." Es el razonamiento de Upshur, en la Convención de Virginia, en 1829. Fue más tarde Upshur fue más tarde secretario de Estado en el gobierno de Taylor, en las vísperas de la invasión y la guerra. 

Doddrigde, otro convencional, agrega: "La adquisición de Texas elevaría considerablemente el valor de los esclavos."

Pronto el debate llega al senado. He aquí Cómo opina Calhoun en mayo de 1836, ya segregada Texas: "Existen poderosas razones para que Texas forme parte de la Unión. Los Estados del sur, poblados por esclavos, están profundamente interesados en prevenir que la nación disponga de un poder que los moleste; y los intereses marítimos y manufactureros del Norte están igualmente interesados en hacer a Texas parte de la Unión." Calhoun sería después secretario de Estado de Taylor. 

En agosto de 1843, el secretario de Estado Upshur escribe el encargado de negocios de los Estados Unidos en Texas, W. S. Murphy: "El establecimiento en el centro mismo de nuestros estados esclavistas  de un país independiente, cuyo gobierno prohibiera la existencia de la esclavitud, sin embargo de estar ese país habitado por personas que en su gran mayoría nacieron entre nosotros, educada según nuestras costumbres y vulgarizadoras de nuestro idioma, no dejaría de producir los más desventurados efectos en los dos partidos. Si Texas estuviera en tal condición, su territorio proporcionaría un fácil refugio a los esclavos fugitivos de Luisiana y Arkansas y sería un apoyo para ellos, un estímulo para que se fugaran, lo que posiblemente no podría contrarrestarse por los reglamentos municipales ni por los de esos Estados."

El 18 de enero de 1844 Murphy dice a Upshur: "Si Texas no se agregara a los Estados Unidos, no podría mantener esa institución diez años y, probablemente, ni la mitad de ese tiempo."

El 24 de septiembre insistía: "La Constitución de Texas asegura al amo el derecho perpetuo sobre el esclavo y prohíbe la introducción a Texas de esclavos procedentes de otras partes, salvo de los Estados Unidos... Si los Estados Unidos conservan y aseguran a Texas la posesión de su Constitución y la presente forma de gobierno, habremos ganado todo lo que podemos desear y también todo lo que Texas pide y anhela…""

Y el 23 de mayo de 1844, suscrita ya la anexión, Green, encargado de negocios de Estados Unidos en México, dice a Bocanegra, ministro de Relaciones Exteriores de México: "El suscrito ha recibido, también, instrucciones para notificar al Gobierno mexicano que este paso fue impuesto a los Estados Unidos, para su defensa propia, como consecuencia de la política adoptada por la Gran Bretaña respecto a la abolición de la esclavitud en Texas. Era imposible para los Estados Unidos presenciar con indiferencia los esfuerzos de la Gran Bretaña para abolir la esclavitud en ese territorio. No podía dejar de ver que la Gran Bretaña poseía los medios, en vista de la efectiva condición de Texas, para cumplir los objetivos de su política, salvo que fueran evitados por eficientes medidas, ya que, de consumarse, conducirían a un estado de cosas peligroso, en exceso, para los Estados adyacentes y para la Unión misma."


Otros testimonios concilian los puntos de vista: "La anexión ha sido una medida política largo tiempo acariciada y creída indispensable (por los Estados Unidos) para su salvaguardia y bienestar y, en tal virtud, ha sido un objeto constantemente perseguido por todos los partidos, y su adquisición fue asunto de negociaciones de todos los gobiernos durante los últimos veinte años... El azar de un asunto de política sobre asuntos importantes entre los Estados Unidos y una de las principales potencias de Europa desde el reconocimiento de Texas, ha vuelto la adquisición más esencial, todavía, para la salvaguardia y seguridad de los Estados Unidos, y, en consecuencia, ha aumentado proporcionalmente la necesidad de la adquisición." Quien así se expresa es nada menos que el ministro de los Estados Unidos en México, Shanon, en nota dirigida al ministro de Relaciones Exteriores de México, Rejón, el 14 de octubre de 1844.


Pero la desmembración de México se hubiera producido igual con o sin la esclavitud. La tendencia expansionista es una de las constantes de la historia norteamericana. La esclavitud es un fenómeno superviniente y coadyuvante. Ya antes, Estados Unidos había adquirido la Luisiana y las Floridas. Y después del desgarramiento de México, Estados Unidos toma las Filipinas, Puerto Rico, Panamá. Para no entrar en el orden de la expansión económico-política. Admitir que la esclavitud determinó las desmembración de México equivale a olvidar toda la historia de los Estados Unidos, velar su carácter expansionista, cerrar los ojos a la perspectiva histórica. 

Fundamentalmente, equivale a olvidar la naturaleza de la formación histórica que Estados Unidos representa.


(Tomado de: Medina Castro, Manuel. El Gran despojo. Texas, Nuevo México y California. Editorial Diógenes, S. A. México, Distrito Federal, septiembre de 1971)


martes, 22 de junio de 2021

Bernardo de Gálvez

 


49° virrey de la Nueva España (1785-1786), nació en Macharavialla, España, en 1746; murió en la ciudad de México, en 1786. Militar de carrera, conde de Gálvez e hijo de Matías de Gálvez -48° virrey-, llegó al país en 1765, con el cargo de capitán, destinado a las campañas de la frontera norte. En 1772 regresó a España en compañía de su tío José de Gálvez y en 1775 tomó parte en la expedición a Argel; en 1776 regresó a Nueva España con el puesto de coronel de regimiento de Luisiana, provincia que llegó a gobernar en 1777. Durante esta época practicó una política antibritánica, persiguió el contrabando inglés y favoreció el comercio con Francia, estableció el libre tráfico con Cuba y Yucatán, y fomentó la colonización de Nueva Iberia y Gálveston, llamada así en su honor. Se preparó secreta y activamente para la guerra con Gran Bretaña y obtuvo notables triunfos como los de Manchac, Baton Rouge y Panmure, en 1779; de Mobila, en 1780, y de Panzacola, en 1781, que le valieron los grados de mariscal de campo y teniente general de Luisiana y Florida -segregadas de Cuba-, el mando del ejército expedicionario en América y el título de conde de Gálvez (1783). En 1785 se le confió a Gálvez el gobierno de Cuba e inmediatamente el virreinato de México, por fallecimiento de su padre; entró a la capital de Nueva España el 17 de junio de ese mismo año. Su virreinato fue breve y llegó a despertar sospechas en la corte por su popularidad. Durante su gobierno ocurrieron dos grandes calamidades: la helada de 1785 -año del hambre- y su consecuencia, la epidemia de 1786 -año de la peste-.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen V, - Gabinetes - Guadalajara)

sábado, 28 de septiembre de 2019

Luis de Onís, informe de la expansión territorial de los Estados Unidos, 1812


Informe de Luis de Onís acerca de la expansión territorial de los Estados Unidos. 1812


La expansión territorial de los Estados Unidos preocupó al gobierno español desde que ella comenzó a manifestarse con la compra de la Louisiana a Napoleón, por parte de Jefferson. La idea del presidente norteamericano está en relación estrecha con las postuladas por los fisiócratas franceses a fines del siglo XVIII.
***
Luis de Onís al virrey, sobre el plan de gobierno de los Estados Unidos, para anexar el territorio que adquieran. Abril 1° en Filadelfia.
Excelentísimo señor: muy señor mío. Cada día se van desarrollando más y más las ideas ambiciosas de esta República y confirmándose sus miras hostiles contra la España: Vuestra Excelencia se haya enterado ya por mi correspondencia, que este gobierno no se ha propuesto nada menos que el de fijar sus límites en la embocadura del río Norte o Bravo, siguiendo su curso hasta el grado 31 y desde allí tirando una línea recta hasta el mar Pacífico, tomándose por consiguiente las provincias de Texas, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo México y parte de la Provincia de Nueva Vizcaya y la Sonora. Parecerá un delirio este proyecto a toda persona sensata, pero no es lo menos seguro que el proyecto existe, y que se ha levantado un plan expresamente de estas provincias por orden del gobierno, incluyendo también en dichos límites la isla de Cuba, como una pertenencia natural de esta República. Los medios que se adoptan para preparar la ejecución de este plan, son los mismos que Bonaparte y la República romana adoptaron para todas sus conquistas; la seducción, la intriga, los emisarios, sembrar y alimentar las disensiones en nuestras provincias de este continente, favorecer la guerra civil, y dar auxilios en armas y municiones a los insurgentes: todos estos medios se han puesto en obra y se activan diariamente por esta administración contra nuestras posesiones. Suscitóse como Vuestra Excelencia sabe, por estos americanos, la revolución en la Florida occidental; se enviaron emisarios para hacer que aquellos incautos habitantes formasen una constitución y declarasen su independencia; y verificado esto, hicieron entrar tropas bajo el pretexto de que nosotros no estábamos en estado de apaciguarlos, y se apoderaron de parte de aquella provincia, protestando en virtud de mis representaciones y de los papeles que hice publicar bajo el nombre de “un celoso americano”, que no por eso dejaría de ser la Florida objeto de negociación: trataron de corromper al brigadier Folck, gobernador de Panzacola, y a otros jefes, sin fruto; dieron posteriormente órdenes al general Mathews, gobernador de la Georgia, para que sedujese a los habitantes de la Florida oriental y a la tropa, ofreciendo cincuenta fanegadas de tierra a los que se declarasen por este gobierno, pagarles sus deudas y conservarles sus sueldos. En virtud de mis oficios, se ha calmado un poco este medio inicuo, pero no se ha abandonado: se protege abiertamente por la administración a todo español descontento, y al paso que en el país se le desprecia, y aun se rehúsa su admisión en toda sociedad, sin distinción de clase ni partido, se le estimula por aquélla para que se sirva de todas sus conexiones en los países españoles a fin de fomentar la independencia. No hay paraje quizás en nuestras Américas, en donde no haya emisarios napoleónicos y de este gobierno: éstos se unen en todas partes para fomentar la guerra civil y la independencia, pero con distintas miras; pues Napoleón quiere que le sirvan estos americanos para su proyecto, y ellos fingiendo que trabajan por él obran para sí; son infinitos los socorros en armas que han enviado a Caracas y Buenos Aires, y es sabido que la independencia de Cartagena fue de resultas de un armamento de fusiles que llevaron de aquí los diputados cartagineses Omaña y La Lastra, y verosímilmente de las instrucciones que les sugirió este gobierno. En el día, ha comisionado esta administración a un abogado de Nueva Orleans, de mucha fama, para que se ponga en relación con los insurgentes de ese reino; les ofrezca todo género de auxilios en dinero, armas y oficiales, para hacer la guerra a las tropas del rey, y entre la caterva de emisarios que tiene sembrados por aquel país, ha pasado ya uno hacia Natchitóchez, para escoger el punto donde pueda hacerse con seguridad el depósito de todos estos auxilios.
Al paso que este gobierno emplea todos estos ardides para conseguir el objeto de revolucionar la América, acaba de consagrarse por un acto del Congreso, la reunión a la provincia o Estado de Nueva Orleans, de la parte de Florida que media entre el Misisipi al río Perla, y para salvar en cierto modo un hecho tan escandaloso y la representación que hice en nombre del rey, cuando supe que iba a tratarse de ello, han añadido otra vez la cláusula de que no por eso dejará de ser objeto de negociación; bien que indicando bastante claro que la negociación nunca podría versar sobre devolución de territorio, sino sobre compensación. Para dar un aspecto de la mejor inteligencia con la España, y de sus deseos de conservar con ella la paz y buena armonía que existe, afectan dar la mayor atención a las repetidas representaciones que he hecho contra los corsarios que se arman en estos puertos, y se han dado efectivamente las órdenes más ejecutivas, para que se cele el abuso que se hace de estas costas para introducir los géneros robados, y para aprovisionarse para el corso; se han hecho ya algunos ejemplares contra los corsarios franceses, y ha habido una presa española conducida a estos puertos devuelta al propietario, deduciendo los derechos del pleito y la mitad de su valor, que se ha dado a los apresadores, pero en medio de esto, no debe perderse de vista que los decretos del Congreso, para levantar setenta y cinco mil hombres de tropa, con el pretexto de tomar el Canadá, son real y verdaderamente destinados para fomentar nuestras disensiones y para aprovechar las circunstancias que se presenten, a fin de ir ejecutando el plan que he manifestado a Vuestra Excelencia con respecto a nuestras posesiones, ya sea por medio de conquista, ya sea por el de inducirlas a que entren en esta confederación.
 He creído de mi deber dar a Vuestra Excelencia todas estas noticias, para que no perdiendo de vista unas ideas tan perjudiciales a la seguridad de ese precioso reino, confiado al celo de Vuestra Excelencia, se sirva adoptar las medidas de precaución que le dicte su ilustrado talento, para destruir tan infernales tramas, hijas de la política de Bonaparte y connaturalizados ya en este suelo republicano, más que en ninguno otro de la Europa.
El consuelo que podemos tener contra tan perversos designios es, que esta administración falta de medios para armar y mantener el ejército que ha decretado, y amenazada de una guerra contra la Inglaterra, retrocederá de sus proyectos siempre que en su ejecución halle la más mínima resistencia, y que sólo se contentará con emplear el medio bajo de la intriga, seducción, y fomento de nuestras disensiones, fácil de contener con una bien meditada energía, para castigar severamente a los que empleasen en estos manejos, y con una actividad infatigable para descubrirlos.
Dios guarde a Vuestra Excelencia su vida muchos años. Filadelfia, 1° de abril de 1812.-Excelentísimo Señor.-Besa la mano de Vuestra Excelencia su más atento servidor.- Luis de Onís.- Excelentísimo Señor Virrey de Nueva España.


(Tomado de: Matute, Álvaro - Antología. México en el siglo XIX. Lecturas Universitarias #12. Universidad Nacional Autónoma de México. Dirección General de Publicaciones, México, D.F., 1981)

lunes, 9 de septiembre de 2019

El comercio de Nuevo México, antes de 1821


Antecedentes del comercio de Santa Fe

[...]
Como las leyes coloniales prohibían todo comercio con el extranjero, el comercio entre Luisiana y Nuevo México que existía desde finales del siglo XVII se hacía a través de los pieles rojas. El derecho de asiento concedido a los ingleses empezó en 1713 con el tratado de Utrecht, y fue entonces cuando los franceses de la Luisiana establecieron el fuerte de Natchitoches, en el Misisipí. Un par de años después, en 1717, Louis Juchereau de St. Denis, que trataba de establecer comercio directo entre Luisiana y Nuevo México, fue apresado en territorio de Nuevo México y enviado a la capital. Sus guías, los pieles rojas, pudieron seguir acudiendo a las ferias anuales de Santa Fe y Taos, a las que llamaban cambalaches, y donde llevaban pieles de cíbola y tasajo para cambiar por cuchillos, pucheros, ollas de cobre.
Cuando en 1803 Luisiana pasó a manos de los Estados Unidos, los mercaderes franceses y los angloamericanos intercambiaron información, lo que habría de despertar el interés de la frontera norteamericana por un probable comercio con Santa Fe cuando esas notas fueron suficientemente conocidas.
A principios del siglo XIX Zabulon Montgomery Pike, en su estudio de las provincias fronterizas de la Nueva España, nombró a William Morrison, de Kaskasia, Illinois, como el primer norteamericano que organizó una aventura comercial hacia Nuevo México, doce años después de la apertura del Camino Real. Morrison había enviado a Batista Lalande a comerciar a Santa Fe, pero éste se quedó a vivir ahí, guardándose el producto de la mercancía. Pike, enviado a reconocer el territorio cercano a Nuevo México, pasó por Kaskasia, y Morrison le pidió que presentara una demanda contra Batista Lalande. La lectura del diario de Pike resulta de interés. Pike se valió de la demanda como pretexto para enviar a uno de sus acompañantes, el doctor Robinson, a explorar el territorio cercano a Santa Fe, en un intento por estudiar las perspectivas de comercio, fuerzas militares y conocimiento del país en general.
Pike relata el establecimiento de dos ciudadanos norteamericanos en Santa Fe: Lalande y un tal James Parsley, llegados en 1802. El permiso de residencia de ambos tal vez lo obtuvo don Pedro Bautista Pino, delegado de Nuevo México a las cortes de Cádiz, quien había recomendado al virrey la apertura de Santa Fe con el propósito de equilibrar su balanza comercial, puesto que el gobierno de Nuevo México tenía un déficit anual de 52 mil pesos debido a que sus importaciones ascendían a 112 mil pesos al año mientras que sus exportaciones sólo llegaban a 60 mil.
El teniente Zabulon Montgomery Pike había sido enviado por el gobierno estadounidense a reconocer y explorar el territorio desde San Luis Misuri hasta las fuentes del Misisipí, y de ahí a la Luisiana. Resulta curioso que en el momento de ser arrestado haya consignado en su diario que había tenido intención de penetrar en territorio español: “Nuestra mira era la de conseguir el conocimiento del país en cuanto a prospectos para el comercio, su fuerza, etcétera”.
Cleve Hallenbeck, en su Land of Conquistors, opina que los historiadores contemporáneos concuerdan en que Pike debe haber tenido instrucciones que nunca se hicieron públicas. No hay duda de que el viaje había sido organizado con algo de misterio; el mismo Pike se quejó de que muchos de sus compatriotas lo acusaban de haber sido parte de un siniestro proyecto organizado por el general Wilkinson. Años más tarde Josiah Gregg, en su importante estudio del comercio de Santa Fe, relató cómo muchos de sus contemporáneos creían que la expedición de Pike había tenido relación con el famoso proyecto de Aaron Burr, vicepresidente de los Estados Unidos, quien fue acusado de querer formar un imperio posiblemente con la Luisiana, Texas y México. Aunque su actuación es aún fuente de controversia, sabemos que dijo a Andrew Jackson que planeaba invadir la Nueva España. Sea como fuere, Hallenbeck insiste en que la reiterada aseveración de Pike de que no sabía que se encontraba en el Río Bravo era falsa, ya que para entonces había mapas españoles en los Estados Unidos y el general Wilkinson seguramente poseía alguno.
Esa fue la época en que la nación norteamericana discutía con España la extensión del recién adquirido territorio de la Luisiana. [...]
En ese marco histórico de desarrolló la expedición del teniente Zabulon Pike. Según Beck, en su Historia de Nuevo México, el más reciente estudio de la conspiración de Aaron Burr prueba que “la entrada del teniente Pike en Nuevo México fue un efecto secundario de la conspiración, y constituyó un probable intento de preparar el camino para un atentado filibustero”. Beck llama a Pike “cómplice involuntario del traidor general Wilkinson”, quien por haber perdido la confianza de Burr estaba listo para delatarlo. Considera que el doctor Robinson, acompañante de Pike, era probablemente un agente de Wilkinson que revelaría a los españoles los proyectos de Burr relativos a la posibilidad de invadir el norte de la Nueva España. En cuanto al pretexto de cobrar la deuda que Lalande, el comerciante prófugo, tenía con Morrison, fue un invento para proteger a Pike en caso de que la proyectada guerra con España comenzara durante su largo viaje. Pike construyó un fuerte en el Río Bravo, hacho que Beck interpreta como la creación de una excusa para poder reclamar ese territorio en caso de guerra con España. El análisis de la expedición de Pike lo lleva a afirmar que los papeles en poder de Pike convencieron a los españoles de que su finalidad era reclamar todo el territorio bañado por los tributarios del Misisipí, y controlar las tribus indígenas del área. [...]
En cuanto al proyectado reconocimiento de las provincias fronterizas de la Nueva España, Pike parece haberlo llevado a cabo extensamente, aunque no con profundidad. Además de escribir con detalle lo observado en el trayecto de Santa Fe a Chihuahua, Pike incluyó un extenso apéndice en el que proporcionaba infinidad de datos geográficos, políticos y económicos acerca de las provincias de la Nueva Vizcaya, Sonora, Sinaloa, Coahuila, Durango y hasta Guanajuato. Su relato es digno de leerse por ser el primero de una lista de relatos-diarios de norteamericanos que viajaron a Nuevo México y a otras provincias fronterizas en la época que precedió a la guerra con México. sus prejuicios encabezaron la lista de aquellos a quienes su fanatismo racial y religioso impidió ver algún valor en las costumbre hispanomexicanas.
Por medio de Pike sabemos cómo era Santa Fe entonces: un típico pueblo novohispano de la frontera, con su aspecto de aldea miserable, a excepción de sus iglesias. Santa Fe comerciaba con el resto de la Nueva España a través de Vizcaya, Sonora y Sinaloa, vendiendo 30 mil borregos al año, tabaco, pieles de venados, cabrito y búfalo, sal y estaño. Recibía productos manufacturados, armas, azúcar, hierro, municiones y vinos. De Sonora a Sinaloa llegaba oro, plata y queso. Durante su viaje Pike cayó en los prejuicios del tiempo y la tradicional leyenda negra, tan arraigada ya en las mentes estadounidenses: el atraso científico de los novohispanos, su degradación moral, la frivolidad de sus mujeres, el fanatismo y la superstición religiosa, su actitud servil ante las autoridades, no eran más que el fruto normal de su herencia española, y esto a pesar de que en su prólogo Pike dice haber suprimido muchas observaciones sobre las costumbres novohispanas por gratitud a aquellos que lo habían ayudado. Entre sus reflexiones anota que en “hospitalidad, generosidad y sobriedad la gente de la Nueva España destaca en el mundo, pero en patriotismo, energía de carácter e independencia de alma se encuentra entre lo más bajo”. Esto no dejaba de ser contradictorio. Una cosa era la realidad y otra los estereotipos.
Por el gran número de observaciones culturales y geográficas la lectura de la relación de Pike vale la pena. Además no hay que olvidar que fue el primer viajero estadounidense en nuestras provincias fronterizas. Su libro termina con la relación del viaje de regreso, durante el cual le fue prohibido hacer observaciones astronómicas o tomar cualquier nota. Los prisioneros fueron llevados por los caminos más desconocidos para que Pike no pudiese tomar nota mental, según él interpretó, por miedo de una invasión. No sabía que su sarcasmo anotaba lo que sería muy verdadero: Pickney, ministro de Estados Unidos en España, la amenazaría con una guerra si no vendía Florida oriental a su país. Como consecuencia de lo visto y oído, Pike terminó su libro pidiendo veinte mil voluntarios para ayudar a la Nueva España a obtener su independencia. Los Estados Unidos se beneficiarían si ayudaban a la emancipación ya que se podrían hacer cargo del comercio de un país rico que, en opinión de Pike, nunca sería una nación de marinos.
La influencia de la relación de Pike en la nación norteamericana fue grande, pues enfatizaba el contraste entre las baratísimas materias primas de los estados fronterizos de México y los exorbitantes precios que pagaban por los productos manufacturados provenientes del centro del país, por lo que no es raro que pensara que los norteamericanos podrían terminar el desequilibrio comercial con los productos de su país, sin duda más baratos.
Interesado por el relato de Pike, y quizá con la idea de que la revolución de Hidalgo habría terminado con las restricciones comerciales, en el verano de 1812 Robert McKnight llegó a Santa Fe con una expedición, pero fue arrestado y estuvo en la cárcel de Chihuahua hasta 1822. Durante esos diez años el senador Benton, representante de Misuri ante el congreso de los Estados Unidos, trató inútilmente de que el secretario de Estado lo liberara. En 1815 Auguste Choteau y su expedición recibieron permiso del gobernador de Nuevo México, Alberto Mainez, para acampar al este del río Rojo y desde ahí comerciar con San Fernando de Taos y Santa Fe. Dos años después el nuevo gobernador, Pedro María de Allende, les retiró el permiso y los mandó arrestar. Un batallón de doscientos hombres fue enviado a buscar un fuerte estadounidense que se decía existía en el río de las Ánimas. No encontraron el fuerte pero Choteau y sus hombres, además de ser arrestados, fueron despojados de todos sus bienes. Como éstos ascendían a 30,338 pesos, Choteau y sus acompañantes se dirigieron a San Luis Misuri a pedir protección y ayuda a su gobierno. Esa demanda por confiscación de bienes parece haber sido la primera demanda comercial hecha al gobierno virreinal en relación con el comercio de Santa Fe. El caso de Choteau tiene una gran importancia histórica porque fue el típico de lo que sucedería a través de la historia de este comercio: Las autoridades de Nuevo México, nativas de esa región, estarían siempre dispuestas a conceder privilegios, a lo que las autoridades llegadas de la capital del país se opondrían. El gobernador Mainez, nacido en Nuevo México, trató de desarrollar un comercio para levantar la situación económica de la región. Por eso dio la concesión a Choteau; en cambio, el gobernador Allende, enviado de la capital, estaba empeñado en hacer efectivos los mandatos de la misma. Desde tiempos de la colonia la política del gobierno mexicano pareció haber confundido el bien de la nación con el de la capital. En la capital se veía claro el problema de la soberanía, que no lo era tanto en la provincia.


(Tomado de: Moyano Pahissa, Ángela - El comercio de Santa Fe y la guerra del 47. Colección SepSetentas, #283. Secretaría de Educación Pública, México, D.F., 1976)