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jueves, 2 de noviembre de 2023

La revolución popular de 1907

 


Editorial

La revolución que se inició a fines de septiembre del año pasado [levantamientos en Jiménez y Acayucan (septiembre, 1906), huelga de Cananea (junio 1906), y huelga de Río Blanco (enero, 1907)] y que está próxima a continuar, es una revolución popular de motivos muy hondos, de causas muy profundas y de tendencias bastante amplias. No es la revolución actual del género de la de Tuxtepec, de La Noria, verdaderos cuartelazos fraguados por empleados mismos del gobierno, por ambiciosos vulgares que no aspiraban a otra cosa que a apoderarse de los puestos públicos para continuar la tiranía que trataban de derribar, o para sustituir en el poder a gobernantes honrados como Juárez y como Lerdo de Tejada, a cuya sombra los bandidos no podían medrar.

Una revolución como aquellas que encabezó Porfirio Díaz o como las que antes de la guerra de Tres Años se siguieron una después de otra en nuestro desgraciado país; una revolución sin principios, sin fines redentores, la puede hacer cualquiera en el momento que se le ocurra lanzarse a la revuelta y bastará con apresar a los que hacen de cabecillas para destruir el movimiento; pero una revolución como la que ha organizado la Junta de Saint Louis, Missouri, no puede ser sofocada ni por la traición, ni por las amenazas, ni por los encarcelamientos, ni por los asesinatos. Eso es lo que ha podido comprobar el dictador y de ello proviene su inquietud. No está en presencia de un movimiento dirigido por aventureros que quieren los puestos públicos para entregarse al robo y a la matanza como los actuales gobernadores, sino de un movimiento que tiene sus raíces en las necesidades del pueblo y que, por lo mismo, mientras esas necesidades no sean satisfechas, la revolución no morirá, así perecieran todos sus jefes; así se poblasen hasta reventar los presidios de la República y se asesinase por millares a los ciudadanos desafectos al gobierno…


-Ricardo Flores Magón 

Revolución, n. 2. 8 de junio de 1907


(Tomado de: Armando Bartra (Selección) - Ricardo Flores Magón, et al: Regeneración, 1900-1918. Secretaría de Educación Pública, Lecturas Mexicanas #88, Segunda Serie, México, D.F., 1987)

lunes, 18 de septiembre de 2023

Juana B. Gutiérrez

 


La insurrección y la palabra

Juana B. Gutiérrez

(1875-1942)


Juana Belén Gutiérrez Chávez nació en San Juan del Río, Durango, el 27 de enero de 1875. "Este dato debe ser importante importantísimo, porque lo han anotado con minuciosa escrupulosidad en los registros de la cárcel, cada vez que he estado ahí".

Procedente de una familia de escasos recursos, fue hija de Santiago Gutiérrez y Porfiria Chávez. Su padre ejercía oficios de campo y orfebrería según lo demandara la población, a fin de ganar algunos centavos que le permitieran sostener la casa.

A pesar de la precariedad en que creció, logró acercarse a la lectura en forma autodidacta. Su condición de clase la hizo consciente, a muy temprana edad, de la explotación e injusticias de que era víctima el grueso de los trabajadores.

Se casó a los 17 años con Cirilo Mendoza, un obrero analfabeta a quien enseñó a leer y escribir. Sin embargo, "la muerte prematura de su esposo la dejó desde muy joven en estado de viudez y con tres hijos que alimentar: los pequeños Santiago, Julia y Laura Mendoza Gutiérrez". Santiago murió a corta edad, apenas unos años después que su padre, lo que significó un duro golpe para Juana.

su vocación contestataria la aproximó al pensamiento liberal en su vertiente federalista y anticlerical. Para difundir sus perspectivas, se sirvió de su pluma y se convirtió en periodista: "A sus 22 años empezó a colaborar como corresponsal en periódico liberales y opositores al régimen porfirista: en El Diario del Hogar, fundado por Filomeno Mata y en El Hijo del Ahuizote dirigido por Daniel Cabrera.

A pocos meses de su incursión en la prensa publicó un reportaje denunciando las condiciones de trabajo de los mineros de Coahuila, mismo que fue interpretado por el gobierno como un desafío y provocó su primer encarcelamiento. Mientras purgaba su condena, gente de la localidad suplicó por su excarcelación:


A la señora Mendoza la estimamos por su abnegación y su virtud irreprochable como esposa y madre, por su inquebrantable energía y por su claro talento que será mañana gloria de nuestras letras. Si la virtud y el talento merecen consideración, deseamos que esta vez se le guarden cumplidas a la señora Mendoza en atención a la desgracia que le aflige, pues no hace aún ni un mes que se murió su padre, y en atención a la estimación que le profesamos [...] No pedimos más que sin demora se le admita la fianza.


Apenas quedó en libertad reafirmó sus opiniones pasadas y se involucró con mayor brillo en la oposición ideológica a Porfirio Díaz. Viajó a Guanajuato en 1901 y desde ahí fundó el semanario Vésper, nombre que dedicó a su hijo fallecido, quien disfrutaba observando una estrella vespertina. El lema bajo el que se rigió la publicación fue ¡Justicia y Libertad!:


Y el periódico se publicó con gran regocijo del impresor que en muy poco tiempo se había llevado todos mis ahorros. Cuando estos hubieron concluido hice vender las cabras. ¡Mis cabras! Confieso que cuando llegó ese trance tuve el impulso de volverme a la montaña, un deseo desesperado de abrazar a la "Sancha", mi cabra favorita, de remontar a las cumbres, de ver el sol; aquel sol ardiente que reverberaba en las lomas y quemaba la frente... Sí, volver a la montaña... No, decididamente yo no me volvería a la montaña mientras Porfirio Díaz fuera Presidente.


Juana marcó un parteaguas en la historia de México, pues fue de las primeras mujeres en dirigir una publicación. Desde su primer número, Vésper contó con el respaldo de los Flores Magón:


La señora Juana de Gutiérrez de Mendoza, acaba de fundar en Guanajuato un periódico liberal, Vésper, destinado a la defensa de las instituciones liberales y democráticas. Los dos primeros números que tenemos a la vista desbordan entusiasmo y fe por la sagrada causa de la libertad. Vésper, está destinado a desempeñar importante papel en este momento en que los buenos mexicanos luchan contra el personalismo entronizado, para preparar el advenimiento de una era de progreso para nuestra Patria.


La sagacidad e ironía que esgrimía Juana en sus artículos dedicados al clero y al Estado provocaron la rabia del gobernador, quien ordenó incautar la imprenta y detener a la autora de los textos que consideraba oprobiosos. Gracias a la advertencia de un amigo, la joven logró burlar a sus captores.

Se trasladó a la Ciudad de México y reanudó la edición de Vésper en 1903, a pesar de sus dificultades económicas y de que ya era identificada como subversiva por los agentes de Díaz. Desde sus páginas, reprochó a los hombres omisos su tibieza ante el yugo que los despojaba de sus derechos:


Porque sois incapaces de defender a vuestros conciudadanos, por eso lo hacemos nosotras, porque soy incapaces de defender vuestra libertad, por eso hemos venido a defenderla para nuestros hijos, para la posteridad a quien no queremos legar sólo la mancha de nuestra ignominiosa cobardía. Porque no usáis de vuestros derechos, venimos a usar de los nuestros, para que al menos conste que no todo era abyección y servilismo en nuestra época.


En el mismo año figuró como primera vocal del Club Liberal "Ponciano Arriaga", puesto desde el que firmó una protesta por el cierre de publicaciones y el encarcelamiento de periodistas liberales, gracias a ello entró en contacto con Santiago de la Hoz, Elisa Acuña y Rosetti, Antonio Díaz Soto y Gama y Camilo Arriaga. A pesar de que su labor era más que visible, nunca fue avalada por asociaciones como la Prensa Asociada de México, integrada en su mayoría por hombres cercanos al régimen.

La agitación social generada por las reuniones entre los grupos disidentes derivó en la aprensión de sus cabezas más notorias -entre ellos los Flores Magón- bajo el cargo de sedición. Juana fue a visitarlos mientras purgaban su condena y descubrió la monstruosa desigualdad que insensibilizaba a los hombres y los arrojaba al abismo del crimen.

Ella también fue encarcelada al poco tiempo, cuando Díaz sintió que había erradicado los diarios de mayor circulación y decidió encargarse de los de menor tiraje. "Vésper, que hasta entonces había sido respetado, fustigó con indignación a la tiranía, y la tiranía llena de odio se despojó del último resto de pudor y arrojó a las galeras de Belém a la Sra. Gutiérrez de Mendoza [...] y a la Srita. Acuña y Rosetti de la misma publicación."

Cuando salió de prisión siguió los pasos de sus colegas y partió rumbo a Laredo, ya que el gobierno había amenazado con clausurar al medio que le permitiera escribir a cualquiera del grupo. Llegó a territorio estadounidense, acompañada por Elisa Acuña, gracias al apoyo incesante de su amigo Santiago de la Hoz

Ya reunidos en el exilio, los periodistas relataron sus peripecias:


Hace más de 3 años que se nos persigue, pero sin resultado. Los inicuos procesos contra periódicos independientes como Regeneración, Renacimiento, Excélsior, El Hijo del Ahuizote, Vésper, El Demófilo y tantos otros en que tuvimos parte, no nos desconcertaron y tampoco nos hicieron vacilar las vejaciones personales... Efectuando una violación a la ley como nunca antes se había visto ni aún en México, el autócrata Díaz ordenó al juez de la causa contra El Hijo del Ahuizote, Excélsior y Vésper que prohibieran la publicación de nuestros periódicos.


En Estados Unidos hubo una división en el grupo de liberales mexicanos. Camilo Arriaga -hijo de Ponciano Arriaga, constituyente de 1857- había asumido un liderazgo que ponderaba la negociación con Díaz por la vía democrática, mientras que Ricardo Flores Magón promovía luchar contra él por conducto del anarquismo. La facción encabezada por Arriaga, de la que Juana formaba parte, se trasladó a San Antonio para evitar que las fricciones trascendieran. Desde esa nueva sede operativa, Vésper volvió a editarse.

la ruptura definitiva de Juana y los Flores Magón se consumó en marzo de 1904, tras la muerte de Santiago de la Hoz. De acuerdo con Enrique Flores Magón, él y de la Hoz fueron a bañarse al río Bravo e, inesperadamente, un torbellino atrapó al segundo hasta que se ahogó. Sin embargo, otras voces acusaron al sobreviviente de haber asesinado a su compañero por rencillas ideológicas. Juana, entristecida por la suerte de su amigo, suscribió la versión del homicidio y se distanció de los anarquistas.

A principios de 1906, Regeneración saludó el regreso de Vésper, pero al poco tiempo de lo acusó de obstruir el crecimiento del Partido Liberal y a Juana de difamar a sus miembros más importantes:


Reconocemos a la Sra. de Mendoza el derecho de juzgarnos como mejor le plazca y hacer esfuerzos por arrebatarnos la confianza de los liberales en provecho de ella y de Camilo Arriaga, que quisieran estar en nuestro lugar. Desgraciadamente para ellos, nuestros correligionarios están probando que prefieren estar con los que hacemos trabajos prácticos [...] que con los que sólo saben criticar, sembrar divisiones y declararse a sí mismos los más aptos, los más honrados y los más dignos de confianza.


Juana reaccionó y emprendió una campaña de denuncia en contra de los excesos de los Flores Magón, a quienes acusó de manejar los fondos de las asociaciones liberales en su beneficio y de cobrar por las conferencias que impartían. Ricardo Flores Magón hizo todo cuanto pudo por desprestigiarla profesional y moralmente:


Cuando estábamos en San Antonio supimos, eso es asquerosísimo, que Doña Juana y Elisa Acuña y Rosetti se entregaban a un safismo pútrido que nos repugnó. Pudimos comprobarlo de muchas maneras, y descubrimos que en la capital de la República no se hablaba de otra cosa entre los que conocían a las señoras "liberales" que de sus asquerosos placeres.

[...]

Nosotros pensamos que era indecoroso que se nos viera unidos a esas mujeres y procuramos alejarnos de ellas, pero sin darles a entender que nos daban asco. Doña Juana estaba acostumbrada a que yo la mantuviera y cuando vio que no le daba más dinero se volvió enemiga mía y del grupo. Ahora ha visto que los correligionarios están con nosotros y nos ayudan en nuestros trabajos y eso le ha llenado de despecho y por eso ataca. Si a ella le ayudaran los correligionarios no haría tal. Pero cómo le han de ayudar si ya muchos están enterados de sus porquerías.


El encono aumentó cuando Juana puso en duda las intenciones altruistas de los que habían sido sus compañeros:


Cuando llegamos a Laredo, el primer proyecto que [los Flores Magón] nos expusieron fue... ¡Oh! Dios de las libertades, el matemático proyecto de dar en el Teatro de aquella ciudad CONFERENCIAS POLÍTICAS SOBRE NUESTRO PAÍS A PESETA LA ENTRADA [...] esos son los REDENTORES!(?) estos son los patriotas, estos son los miembros de la Junta Organizadora, estos son, en fin, los insultadores de mujeres que rugen de rabia y despecho porque hemos sido bastante dignas y amamos bastante a nuestra patria para no llevar sus desdichas al mercado, para no vender por una peseta sus infortunios [...] Creo que antes que ser socialistas debemos ser mexicanos y entiéndase bien, por los vericuetos que pretende guiar Regeneración, ni llegaremos a ser socialistas y dejaremos de ser mexicanos.


La división involucró incluso a Madero, quien era uno de los principales apoyos económicos de los opositores y tomó partido por el grupo de Juana. Los siguientes años fueron para ella de intenso activismo, pues además de su labor periodística se dedicó a fortalecer las filas del Partido a Liberal en la lucha antirreeleccionista. Por entonces hizo amistad con Dolores Jiménez y Muro, con quien promovió la creación de distintas agrupaciones dedicadas a la difusión de ideas reformistas en contra de Díaz. También se preocupó por la participación de la mujer en la vida social y política, lo que la llevó a fundar el Club Femenil Antirreeleccionista Hijas de Cuauhtémoc.

En 1910 apoyó la candidatura de Madero y dio a conocer "la visión que entonces ella tenía de sí y la independencia de carácter que sostendría a lo largo de su vida. Afirmaba estar en posesión de su libertad, en pleno uso de sus derechos y de su soberanía, sin yugos ni cadenas, sin preocupaciones ni prejuicios, desconociendo temores y abominando cobardías, para 'nosotros no hay tiranía posible y con ser así nos basta para ser inmensamente libres'".

La oposición fue nuevamente perseguida por los esbirros de un Díaz temeroso de perder la elección presidencial. Entre encarcelamientos y homicidios, Juana siguió en pie de guerra contra el gobierno generador de la desigualdad que tanto abominaba. Cuando estalló la Revolución, la periodista demostró ser una luchadora tenaz, participó en distintas sublevaciones y, cuando al fin Madero se alzó con la victoria, abogó por quienes habían caído presos en los distintos frentes.


Con la esperanza de presenciar la transformación social que se auguraba tras la caída de Díaz, Juana recorrió las regiones campesinas del centro del país. Acompañada por Dolores Jiménez, Gildardo Magaña, Santiago Orozco y Camilo Arriaga, descubrió que la precariedad y la explotación seguían vigentes, por lo que decidió apoyar la naciente lucha de Emiliano Zapata. La tensa situación de Morelos provocó fusilamientos sumarios de los simpatizantes del zapatismo, entre los que se hallaba Orozco. Para salvar la vida de su joven amigo y alertar de las atrocidades que ocurrían en Cuautla, Juana escribió una extensa carta dirigida a Madero:


La segunda vez que vine me encontré esta desgraciada Ciudad hecha un dolor de una sola pieza, horrorizada y atemorizada ante la amenaza de ser matada por el asesino Figueroa. El crimen se consumó; Figueroa fue Gobernador y el terror comenzó a reinar en Morelos. Los habitantes de ésta emprendieron la fuga y era doloroso contemplar el éxodo sombrío de este desgraciado pueblo que se marchaba qué sé yo a dónde en defensa de la vida.

Hicimos circular unas hojas sueltas invitando al pueblo para que se preparara para las elecciones de gobernador, a fin de que en ellas hiciera triunfar a su favorito Emiliano Zapata. Esto bastó para que la persecución se recrudeciera y fueran perseguidas hasta las señoritas en cuya casa yo me había alojado. A mí misma me llamó el presidente municipal [...] y me dijo que: "Como autoridad me prohibía que hiciera propaganda electoral en favor de Zapata." Yo me reí de él y continué mi trabajo porque esa es la voluntad de este pueblo y la mía. Los vecinos quisieron que viniera Santiago Orozco, mi hijo, y lo mandé llamar inmediatamente, tocándole estar aquí el día de las elecciones secundarias. Al terminar éstas, el presidente del Colegio Electoral invitó a los concurrentes a que hicieran una manifestación para dar cuenta al pueblo del resultado de las elecciones. Los manifestantes comenzaron a vitorear a Zapata y el tal Presidente que es un Sr. Balbuena, se dirigió al pueblo diciéndole que no aclamara Zapata porque la autoridad no quería. A su vez habló Santiago y dijo que el pueblo era soberano y estaba en su derecho al aclamar a Zapata. Después, y en un lugar privado, se reunió el pueblo y Santiago les habló de la convivencia de guardar un orden absoluto para evitar que los enemigos tuvieran pretextos para perseguirlos, pero que no desmayaran; que el presidente municipal le había dicho que este era un pueblo de ladrones y asesinos, de bandidos e incendiarios, pero él que sabía lo contrario, estaría siempre al lado de ese pueblo, aunque también le llamaran bandido, ladrón e "incendiario". [...] Al martes siguiente llegaron fuerzas de Figueroa al mando de Federico Morales, y a las 5 de la tarde aprehendieron a un hombre del pueblo, fusilándolo una hora después. En la madrugada de ese día yo salí para México, a caballo, acompañándome Santiago hasta Ozumba, de donde se regresó a ésta a instancia de los mismos vecinos.

En el mismo momento en que Santiago se disponía a ponerme un mensaje a México avisándome que sacaban a Marino, fue aprendido él. Un amigo me dio aviso por telégrafo de la aprehensión de Santiago, y me dirigí al Ministerio de Gobernación y al Procurador General en demanda de garantías. Debido a esto se suspendió la ejecución de Santiago que había ordenado Figueroa, quien ya imposibilitado para consumar ese asesinato más, lo mandó poner a disposición del juez de letras de esta Ciudad. Y aquí está, preso, sin que el juez de ni un paso en el proceso, ni haya medio alguno de ponerlo en libertad. Esto es sencillamente abominable y no se nota la ausencia de dn. Porfirio Díaz.

De suerte que, en los momentos en que lea Ud. esta carta, habrá llegado ya al puesto para cuya conquista contribuimos, y nosotros, los que hemos gastado todos nuestros elementos y toda nuestra existencia por conquistar la libertad, no podemos disfrutar ni de la libertad material, lo cual no deja de hacernos reír un poco.

Le ruego a Ud. que si le es posible, se sirva decirme qué puedo esperar de Ud. en este asunto, en la inteligencia de que la libertad de Santiago me importa más que mi propia vida.


Juana volvió a Morelos y se alegró de encontrar a Orozco con vida. Hacia finales de 1912 integró el "Comité Femenil Pacificador", que tenía como finalidad informar a las mujeres sobre los inconvenientes de nuevos levantamientos armados, para que ellas difundieran ese mensaje entre sus familiares y amigos.

Cuando ya había asumido mayor protagonismo en el movimiento de Zapata, la sorprendió la noticia del asesinato de Madero a manos de los golpistas encabezados por Huerta. Para entonces ya ostentaba un grado militar y era famosa entre la tropa por haber mandado fusilar a un soldado que violó a una joven después de una batalla.

En septiembre de 1913 cayó presa acusada de conspirar contra el gobierno En complicidad con el mismísimo jefe del Ejército del Sur. En la prensa, se difundió que pasaría poco tiempo en la cárcel de Belém, pues purgaría su condena en las Islas Marías. Su hija Laura guardó fiel recuerdo de los días aciagos de la detención de Juana, de la angustia que le atormentó hasta que supo de su paradero y de los rumores que la misma autoridad hizo circular asegurando que había delatado a sus compañeros de lucha.

Sus captores la sometieron a interrogatorios, amenazas y maltratos creyendo que lograrían doblegarla y obtener información invaluable para desarticular el movimiento de Zapata, pero ella mantuvo la entereza y logró engañarlos dándoles datos y nombres falsificados:


Urrutia creía que yo estaba haciendo las grandes revelaciones y habló con Chávez y Pita de tratar este asunto con Huerta. Aquello acabó por divertirme pero mi diversión duró poco. Urrutia ordenó que me deportaran a Quintana Roo. A las 2 de la mañana Urrutia volvió, insistiendo que revelara quiénes ayudaban a los rebeldes. Era muy tonto y muy aparatoso y trató de impresionarme presentándome un papel y lápiz para que "por última vez" escribiera a mis familiares. Y se retiró a otra pieza. Por una ventana del piso alto, vi llegar a los soldados de la gendarmería montada. Aquello sí no era broma. O tal vez lo sería, pero como las deportaciones eran muy acostumbradas, yo creí en mi inmediata deportación y una verdadera angustia me encogió el estómago. "Pues ahora sí que desintegré el gabinete de Victoriano Huerta" dije para mí sola. Pero aquella triste broma me sugirió una idea que traté de poner en orden inmediatamente. Como un rayo, con esa rapidez del pensamiento y de la necesidad apremiante, imaginé los sucesos. Todo se reducía a que salieran como yo me los imaginaba. Esperé, fumando desesperadamente, pero con una apariencia tan tranquila como me era posible simular. Media hora después volvió Urrutia, insistiendo en obtener revelaciones. -Bueno, respondí simulando enojo, ¿por qué me pregunta usted a mí?, si ustedes lo saben mejor, si ustedes mismos son los que ayudan a los rebeldes... -¿Qué está usted diciendo? gritó Urrutia en el colmo de su furia. -Eso mismo. -¿A quién se refiere usted?... dígalo enseguida. -No creo que usted ignore las actividades del Sr. Lic. Calero y sus amigos. No acababa de pronunciar esas palabras, cuando Urrutia gritó llamando a Chávez y a Pita, ordenándoles que inmediatamente aprendieran a Calero, que según recuerdo era senador o no sé qué. Urrutia dio una patada en el suelo y reiteró la orden con feos modos. Los esbirros salieron contristados. Urrutia dio varias vueltas por la estancia haciendo preguntas. Yo había recobrado todo el aplomo de que me era posible disponer ante una fiera como aquélla, regocijada por el magnífico resultado. Si aquello continuaba así, Atenor Sala me pagaría la trastada de poner sobre mi pista a la policía, y de más a más con la aprehensión de Calero, la gente del gobierno de Huerta se enredaria entre sí, y por el momento no me deportarían, dándome tiempo para intentar otro recurso... Calero fue detenido a aquellas horas Atenor Sala también, Palacios y otro señor que no reconocía yo, igualmente, y el lío estaba ya, entre ellos mismos... La culpa de esta lenidad la eché sobre el licenciado Rodolfo Reyes, que había ordenado al juez que favoreciera a Sala y socios. No aseguro que así haya ocurrido, pero sí creo que aquel lío influyó poderosamente en la caída de Urrutia, Reyes, etc. Teniendo la seguridad absoluta de que el general Robles dejó el Estado de Morelos a causa de mi revelaciones. En parte estaba logrado el objeto de mi viaje.


La estrategia de Juana dio resultado y causó confusión entre los mandos huertistas. Estuvo diez meses en prisión haciéndose pasar por delatora, gracias a lo cual quedó libre y pudo trasladarse de nuevo a territorio morelense. Retomó la actividad periodística en Vésper y fundó La Reforma, desde el cual escribió sobre la problemática de los indígenas en cuestiones de tenencia de la tierra, salud y educación.

La victoria de Venustiano Carranza sobre Huerta conllevó un intento de pacificación, sin embargo, la causa constitucionalista no reconoció a Zapata como líder revolucionario y lo tachó de bandido, al tiempo que zapatistas y villistas se aliaron al advertir que no tenían cabida en la nuevo proyecto de nación.

Juana, a través de sus publicaciones, fue artífice de la resistencia zapatista y una de las principales detractoras de Carranza, por lo que pisó nuevamente la cárcel en 1916, en esta ocasión acompañada por su hija Laura, quien era su asistente.

Después de pasar casi un año en la penitenciaría, Juana fundó la Colonia Agrícola Experimental Santiago Orozco, uno de los primeros proyectos autosustentables que se emprendieron en México. El objetivo era instalar una comunidad constituida fundamentalmente por indígenas que se dedicaran a producir sus propios alimentos sin intermediarios. Aunque se les otorgaron subsidios para la compra de instrumentos de labranza, no recibieron apoyo suficiente para convertir el experimento en una forma de vida.

En 1922 Juana se incorporó a la primera campaña de alfabetización nacional promovida por José Vasconcelos. Desempeñó su labor docente en Jalisco y Zacatecas, entidades por las que viajó sin descanso impartiendo clase incluso en los poblados de más difícil acceso. "Como reconocimiento a su desempeño como maestra misionera, en 1926 se le nombró inspectora de escuelas rurales en Zacatecas. [...] Además de sus funciones [...] funda y forma parte de una agrupación de indígenas llamada Consejo de los Caxcanes, cuya finalidad fue el rescate de los valores y la dignidad de la raza y la cultura indígena."

Al margen de sus trabajos como profesora, en 1924 publicó el libro Por la tierra y por la raza, en el que denunciaba la marginación indígena propiciada por el clero y proponía la adopción de modelos autóctonos para el desarrollo social. Los comunistas criticaron su acendrado nacionalismo. Posteriormente editó y distribuyó algunos folletos en los que opinaba acerca de la realidad política después de la Revolución. En el transcurso de la guerra cristera recibió el nombramiento de directora del Hospital Civil de Zacatecas y mantuvo intacta su vocación de servicio.

Para 1932 reapareció Vésper en la que sería su última etapa. Juana redactó un texto a modo de recapitulación de todo lo que esa pequeña publicación había significado para ella y en la lucha por la construcción de un país democrático, en el que la libertad de expresión fuera un derecho:


Fue en 1901, alborada de este siglo tormentoso, cuando Vésper surgió a la vida con firmezas de roca y rebeldías montaraces que nada ni nadie pudo quebrantar, porque Vésper no surgió de los invernaderos de la civilización, surgió de las montañas, entre la aspereza del monte y la inmensidad azul, a donde no pueden llegar las fragilidades de la civilización. Abriéndose paso por entre un breñal de dificultades, Vésper vivió quince años, quince años de una vida agitada, intermitente, viendo la luz casi siempre a hurtadillas, desde el escondite sitiado por sus perseguidores, desde las prisiones por sobre el hombro de los carceleros, desde el rincón sombrío, en la tierra extraña, allí donde alumbra apenas el triste sol de los expatriados... Hoy, la sementera está cubierta de brotes, no importa si apenas se advierten perdidos entre el espeso matorral; están allí demandando cultivo, y hay que darse a la tarea de cultivar la fecunda sementera. Este trabajo es duro, laborioso, difícil, pero no imposible. Vésper es de estirpe de labradores y hará a conciencia su tarea en el campo que ayer se regó con sangre de los suyos. Después de tres lustros de luchas más intensas mientras más calladas, Vésper vuelve ya con mañaneros fueros en la misma cumbre: ¡Justicia y Libertad!


A finales de esa década, Gildardo Magaña, su antiguo compañero de batalla, la invitó a participar en el gobierno de Michoacán como directora de la Escuela Industrial para Señoritas, en la que organizó cooperativas y estudió las condiciones de trabajo de los obreros. La vida aventurera y desafiante que llevó le impidió seguir trabajando, por lo que el gobierno le ofreció una pequeña pensión por los servicios que prestó a la patria. La escritora, revolucionaria y activista Juana B. Gutiérrez de Mendoza falleció el 13 de Julio de 1942, dejando tras de sí un ejemplo de insurrección y dignidad ante la pobreza y la injusticia.


(Tomado de: Adame, Ángel Gilberto - De armas tomar. Feministas y luchadoras sociales de la Revolución Mexicana. Aguilar/Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. de C. V. Ciudad de México, 2017)

jueves, 8 de julio de 2021

El Caracol y el Sable III

(Grabado: José Guadalupe Posada)

EL CARACOL Y EL SABLE III

La larga marcha del periodismo libre

En 1883, bajo el gobierno de Manuel González, se reforman los artículos 6° y 7° de la Constitución. El primero de los artículos: “La manifestación de las ideas no puede ser objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa...” y el segundo de ellos: “Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquier materia...” contenían, sólo en parte, los ideales de los reformadores. El artículo 7° establecía los límites legales de la libertad en cuanto su ejercicio se refería a la vida privada, la moral y la paz pública. “¡La paz pública! –dijo Zarco el 25 de julio de 1856, señalando el peligro del concepto-. Esto es lo mismo que el orden público. El orden público, es una frase que inspira horror; el orden público reinaba en nuestro país cuando lo oprimían Santa Anna y los conservadores, cuando el orden consistía en destierros y proscripciones. El orden público... el reinado tranquilo de todas las tiranías.” Y tal orden había de ser invocado, en 1883, para restringir las libertades de expresión, suprimiendo los jurados de imprenta e instaurando los procedimientos santanistas promulgados en la ley Lares del 25 de abril de 1854. los jueces podían, como entonces, multar a los editores, imponer penas corporales a los periodistas, ordenar la confiscación de las imprentas –los útiles de trabajo señalados como reos del supuesto delito- y clausurar periódicos. No era coincidencia la reforma porfiriana. En los días de Santa Anna la persecución a los periodistas –más de 52 diarios y semanarios fueron cerrados- concurrió con el decreto sobre “Los anexionistas”. Las bocas oficiales hablaban del delito de traición a la patria mientras el gobierno vendía el territorio de La Mesilla –109 574 km2 – a Estados Unidos.

El porfiriato hace otro tanto con las reformas constitucionales de la libertad de expresión, la reelección y las concesiones mineras y ferrocarrileras. Dos años después de expedidos los decretos sobre los artículos 6° y 7°, ante la elección de personas adictas al grupo porfirista, desaparecen los primeros periódicos. Algunos editores buscan asilo en Estados Unidos. En Brownsville y San Francisco se imprimen, por breve tiempo, El Mundo y La República. La persecución, en México, era implacable. En los estados los periodistas eran asesinados impunemente o enviados a San Juan de Ulúa. La prensa nacional, una conquista lograda con esfuerzos y sacrificios incontables, era suprimida.

Desaparecen El Federalista, de Trejo; El Correo del Lunes, de Carrillo; El Socialista, de Mata y Rivera; y El Siglo XIX, el gran periódico de Ignacio Cumplido que divulgara la doctrina liberal. Según el Diario Oficial, en 1883 había en México 300 periódicos. Ocho años después eran doscientos. El gobierno, mediante subsidios, mantenía la apariencia de libertad de expresión a través de una tolerancia ante críticas tímidas –ninguna alusión a errores del Presidente de la República- a funcionarios o gobernadores, en El Demócrata, El Diario del Hogar, La República Mexicana, La Opinión, El Monitor Republicano, El Tiempo, El Nacional y La Voz de México, en cuyas páginas se divulgaron los argumentos de los conservadores contra la Reforma y el liberalismo mexicano. Unos y otros periódicos tenían sus horas contadas, al aparecer, en 1896, El Imparcial de Rafael Reyes Espíndola, quien absorbería todas las subvenciones. Reyes Espíndola, en su periódico, se ufanaba de haber contribuido a abolir la libertad de prensa en México. Una de sus campañas más constantes había sido contra el “fuero del periodismo, viejo lobo del jacobinismo”; en realidad, los restos constitucionales de la dignidad del periodista ante el poder público. El premio a Espíndola fue la organización de una empresa para el aniquilamiento de la prensa independiente, la defensa y el prestigio del grupo gobernante. Luis Cabrera, en el Primer capítulo de los cargos concretos –publicado en El Partido Democrático el 4 de septiembre de 1909- señaló la cantidad de 50 mil pesos anuales como subsidio a El Imparcial. En once años, Reyes Espíndola había comprado dieciocho casas, los terrenos de la colonia El Mundo y El Imparcial y su residencia en Azcapotzalco. La empresa había logrado editar, además, El Mundo Ilustrado, El Heraldo, El Debate y La Revista Universal. En las columnas de sus periódicos colaboraban los adictos al régimen: Bulnes, Díaz Dufoo, Peña Idiáquez, Flores, Etcétera, quienes, a más de canonjías oficiales, eran catedráticos o diputados. En las columnas de El Imparcial se hacía una defensa periódica de los ideales de la Reforma –el mismo culto que dio origen al Hemiciclo de Juárez: retórica liberal y violación de la Constitución-; se discutía sobre la veracidad de episodios nacionales del pasado pero, como lo describió Heriberto Frías, el procedimiento era la falsificación de la verdad para que nadie supiera lo que había ocurrido. “Los noticieros –escribió en su peculiar estilo- que conocían en camisa y aun en cueros vivos, en toda su anatomía patológica, a personajes de la triste política nacional; los pobres diablos de reporteros, que tan saturados estaban del fango en que arrastrábanse rutilantes todas las avideces victoriosas: ministros, senadores, financieros, y sus hijos, y sus esposas, y sus queridas, y sus secretarios, y sus cortesanos, y sus criados, cuya vida íntima conocían tan bien ellos, los despreciados, los irresponsables noticieros tenían que llamarlos con algún calificativo honorífico, con algún título más que nobiliario; imprescindiblemente, sabían la verdad y la referían a sus jefes, pero bien se cuidaban de decirla en el periódico...”

En 1893 se imprimió, a pesar de todo, El Demócrata, dirigido por Joaquín Clausell. “Una consecuencia de la época”, se decía en el editorial del 1° de febrero de aquel año, y en verdad lo era. Sus redactores, estudiantes de leyes e ingeniería, Gabriel González Mier, José Ferrel, Francisco O´Reilly, Francisco J. Mascareñas, José Antonio Rivera, Querido Moheno –quien después sería “ministro” de Victoriano Huerta- y Jesús, Ricardo y Enrique Flores Magón procedían de manera distinta a los noticieros descritos por Heriberto Frías.

Una mañana llegó a las oficinas de El Demócrata un compañero de los Flores Magón. “Dice mi padre –confesó aquel joven estudiante- que el Presidente recibe muchas quejas de funcionarios a quienes exhiben ustedes hasta el escarnio. Le dicen que a través de ellos están pegándole a él...”

-Nosotros estamos publicando la verdad –repuso Jesús Flores Magón.

-Si Porfirio Díaz decide que están ustedes interponiéndose en su camino, les irá mal.

-Él es la rata más grande de todas –bromeó Enrique Flores Magón-. Así, puede él dar la mordida más grande.

Sonó, aquel día, un golpe en la puerta. Enrique Flores Magón evocaría, años después, la figura del inspector de Policía, Miguel Cabrera, gritar a los redactores: “¡Manos arriba!” Los gendarmes inquirían por Ricardo, el cual, simulando ser impresor, mandil en mano abandonó el taller con los obreros. Jesús fue encarcelado el Belén. Desaparecido El Demócrata, los Flores Magón compran una imprenta –seis años de privaciones- y fundan Regeneración. El primer número aparece el 7 de agosto de 1900. las persecuciones, el ensañamiento policiaco y el acoso que padecían, no lograron impedir que el tiraje del periódico fuera de unos 30 mil ejemplares. El pueblo se hacía leer los artículos en los que se exhibía el sistema político del país; los crímenes y despojos de los funcionarios. La tarea de Flores Magón les acarreó la ayuda monetaria de muchos lectores. Nuevamente la policía irrumpe en los talleres; aprehende a Ricardo y a Jesús y los lleva a la cárcel de Belén. Los padecimientos de los Flores Magón no parecían terminar. Muere su madre. Durante su breve agonía, recibe a un emisario del gobierno, el cual la conmina a que haga jurar a sus hijos que desistirán de atacar a Porfirio Díaz. “...prefiero verlos –le respondió doña Margarita Flores- colgados de un árbol o en la horca, y no que se retracten, o arrepientan...” ¿No había dicho su esposo, antes de morir, a sus hijos,: “Que no les robe el tirano su hombría”?

De la cárcel de Belén, aquel año de 1900, salía don Daniel Cabrera. Como director de El Hijo de El Ahuizote habrían de encarcelarlo trescientas veces. El administrador de su periódico, Manuel Domínguez, diría que al abrirse las celdas, los carceleros les arrojaban “un dedal con piojos” para infectarles el tifo. Belén, con su patio de arcos, su pileta de agua cenagosa, sus galeras pestilentes, sus calabozos húmedos, sus celdas en que apaleaban a los reos, era el sitio organizado por el gobierno para quebrarles la hombría a los rebeldes. Ángel de Campo –el dulce Micrós- vio una mañana, desde la azotea de la prisión, cómo se despiojaban las mujeres; pasear, acorralados, a los hombres; ir y venir a unos y otros entre frazadas de colores, cobijas deshilachadas, harapos y petates amarillentos. El vaivén, el vocerío, le pareció –y así lo fue siempre- el pueblo mismo reunido para no se sabía qué propósito. Pasos adelante, Micrós lo descubriría al ver un patio recubierto de hierbas anémicas en que dormitaban soldados. En la pared, dibujada en azul una cruz, el musgo no había borrado los rastros de los disparos. Era el paredón. Día tras día llevaban atado a un prisionero. Los galeros anticipaban la sentencia: “Fulano de tal... ¡sale a su destino!” Los reos acompañaban al sentenciado, durante largos, inimaginables minutos, cantando el Alabado, el canto de Fray Margil de Jesús para dar gracias al Creador en los campos cristianizados. La descarga apagaba las voces. Tal era el destino.

Don Daniel Cabrera resistió todas las humillaciones. Al salir de Belén, volvía a denunciar los actos de Díaz, sus ministros, sus gobernadores, sus militares y sus jefes políticos. Sin embargo, El Hijo de El Ahuizote había venido a menos: se vendían 250 ejemplares. Ricardo y Enrique Flores Magón –Jesús abandonó la lucha para siempre- acudieron a don Daniel. Parecía repetirse la escena de la juventud de Cabrera, cuando pidió permiso a Vicente Riva Palacio para titular a su periódico El Hijo del Ahuizote, recogiendo la lección liberal que Riva Palacio divulgara en El Ahuizote; “Voy a concederte –le contestó a Cabrera- el permiso que me pides con esta condición: que seas honrado y que seas valiente.” Don Daniel alquiló su periódico a los Flores Magón. Poco después se les unirían, con idéntico fervor, Juan Sarabia y Librado Rivera.

En el taller de la calle de Santa Teresa número 1, José Guadalupe Posada –el más grande artista de su tiempo- hacía estampas para la Gaceta Callejera y otras hojas de Antonio Vanegas Arroyo. En sus grabados –más de veinte mil- ha dejado el testimonio de lo que fue el porfiriato: captura de indios, de obreros y “alborotadores” para servir en el ejército, “enganchados” que habrían de morir en Valle Nacional; condenados a muerte que pasan bajo escolta militar, ante la mirada compasiva de los curiosos; infelices que reciben descargas en los paredones de la Escuela de Tiro; hombres ateridos, envueltos en sus cobijas, ajenos a cuanto ocurría en torno suyo; jefes políticos ventrudos; rurales implacables; niños y perros husmeando en las aceras; madres que claman por la desaparición de sus hijos; desfiles del ejército; soldados que eran campesinos y obreros; sus pies, con guaraches, lo demostraban; mujeres que disputan ante los comerciantes; indios lapidados en las calles; gente vestida de percal, harapos, cobijas, fraques, casacas, crinolinas, levitas, paletós o dragonas, se vuelven calaveras que corren, huyen, se hieren, saltan, fusilan, claman al cielo y buscan, ágiles, un rincón para ponerse a salvo de las cargas de caballería de los gendarmes. Es el mundo que ve una mañana a un enorme caracol –el país de Liliput- en la Plaza de la Constitución, lento, adormilado, dejar una estela viscosa que desaparece en Palacio Nacional. Pero no es el caracol el que gobierna sino la muerte; la calavera catrina, la calavera campesina, la calavera burocrática, la calavera científica, la calavera militar; la muerte que enseñorea todo; la danza de la muerte que es la imagen fiel del disloque que reinaba; niños enajenados para venderlos como esclavos, jóvenes capturados para servir en el ejército; campesinos extenuados; obreros hambrientos, empleados tuberculosos. Muerte, sólo muerte. No había otra cosa sobre México que un sable afilado que segaba vidas y ese caracol que nadie podía mover del centro del país.


 Tomado de: García Cantú, Gastón - El Caracol y el Sable. Cuadernos Mexicanos, año II, número 56. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)


jueves, 13 de mayo de 2021

El Caracol y el Sable I

 

(Grabado: José Guadalupe Posada)

EL CARACOL Y EL SABLE I

El caracol y el sable es un texto histórico de alta calidad literaria que nos enseña lo que puede ocultarse tras el silencio y la aparente pasividad del pueblo.

Una revolución estalla cuando los oprimidos ya no soportan el régimen imperante, cuando los explotados no pueden continuar más la vida que los ahoga, cuando se han acumulado necesidades profundas que ya no pueden esperar. Toda revolución es una ruptura del orden social vigente, es la expresión más honda de la voluntad de los hombres que empeñan todo, vida y futuro, para construir nuevas formas de convivencia común.

En 1910, los campesinos, comuneros, indígenas, artesanos y obreros transformaron sus agravios en rebeldía construyendo los ejércitos populares y haciendo otra revolución. El caracol y el sable es una narración apasionada que muestra como se incubó, de manera silenciosa, pero persistente, la insurgencia de millones de hombres radicalmente opuestos a la invasión de sus tierras, al robo de sus bosques y aguas, al trabajo mal pagado, a las formas despóticas de la vida pública, a los fraudes electorales, al nulo respeto por la disidencia, a la clausura de las libertades civiles.

 

Gastón García Cantú es uno de los estudiosos más destacados de la Historia Nacional. Editorialista reconocido y narrador de episodios olvidados de la vida pública, es autor de múltiples trabajos, entre los cuales descuellan: El socialismo en el México del Siglo XIX, las invasiones norteamericanas a México, Entrevista con Javier Barrios Sierra y Utopías Mexicanas. De este último libro se ha seleccionado el material que el lector tiene en sus manos.


Ricardo, Emiliano y Doroteo


De 1889 a 1891 tiene lugar algunas huelgas importantes. Al preparase la tercera reelección de Porfirio Díaz no es la clase obrera, sin embargo, la que tiene la dirección de la lucha política: la protesta popular se inicia en los patios de la Escuela de Minería.

-¡Tenemos que suprimir esta farsa que es una tragedia para México!

Uno de los estudiantes preguntó al orador:

-Dinos, Ricardo, ¿qué proyectas? ¿Tienes un plan?

-¡Sí, lo tengo!: Vamos por la ciudad. Digamos al pueblo que tiene derechos, los cuales escupe el dictador. Expliquémosles sus errores y apremiémosles para que barran estas infamias. ¿Cómo? Obligando a Díaz a que abandone su odiosa idea de reelegirse. ¡Marchando al Palacio Nacional si es necesario!

Y empezó la agitación de la “plebe intelectual” –según la designación de Justo Sierra- no conquistada por la burguesía. Trescientos jóvenes arengaron al pueblo en mercados y plazas públicas.

En la reunión más numerosa la gendarmería montada disparó contra aquellos grupos inermes. Fue la señal que despertó a los obreros y a los artesanos. Durante 14 días se combatió en la ciudad. El ejército intervino y las capturas de estudiantes y obreros culminaron, para unos, en los calabozos de la cárcel de Belén; para otros, en Valle Nacional y las haciendas henequeneras de Yucatán. Una cosa se había logrado a pesar de que no había dirección alguna en la agitación política: demostrar al pueblo que el gobierno debía ser derrocado. Es más, en las arengas estudiantiles se dijo que la reelección de Díaz estaba apoyada por empresarios extranjeros. El lenguaje de los jóvenes era claro, directo, comprensible:

-¿Quién –decía en el mitin del zócalo Enrique Flores Magón- vende nuestro país a los industriales franceses, ingleses y norteamericanos, de modo que, además de ser esclavos de la iglesia seamos también esclavos de los países extranjeros?

Un lenguaje así respondía al empleado por Zamacona, Rocha, Bulnes, Sierra y Pineda, quienes en su Manifiesto a la nación, a nombre de un supuesto partido liberal, justificaban la reelección de Díaz calificando la obra del régimen, en ferrocarriles, como la de un factor por el cual México era parte de la civilización y demostraba “con hechos cada día más notorios –decían- que se conoce el valor de esa fuerza mental que se transforma en inconmensurable fuerza física que se llama ‘ciencia’ “.

Y científico llamaría el pueblo, a partir de entonces, al grupo gobernante.

Dos años después de los sucesos en la ciudad de México, un grupo de profesionales y estudiantes editaban El Demócrata, en cuyas páginas se hicieron las primeras denuncias de la condición de servidumbre de campesinos y obreros y de los atropellos de que unos y otros eran víctimas. Cuando el periódico alcanzó un tiraje de 10 mil ejemplares fue confiscado, y los Flores Magón, aprehendidos.

En esos años, otro joven, Emiliano Zapata, al celebrarse una fiesta en su pueblo, Anenecuilco, fue capturado por la policía acusado de rebelde. Atado de codos lo llevaron rumbo a Cuautla, donde les salió al paso su hermano Eufemio y otros campesinos. Desataron a Emiliano y los dos hermanos huyeron al sur del estado de Puebla. Zapata diría más tarde que allí conoció que las desventuras de los campesinos de su tierra eran idénticas a las de otros rumbos. Ya en Anenecuilco demandó, en los tribunales de la ciudad de México, como otras tantas comisiones del pueblo lo hicieran, respeto para los fundos legales del ejido. Nada obtuvo. Días después convoca a los campesinos y empieza su lucha. Los hacendados exigieron su aprehensión y Zapata, derrotado, fue a dar, como soldado, al noveno regimiento de caballería. Era el aprendizaje que le faltaba para saber cómo organizar militarmente a los campesinos.

En esos años, otro joven, Doroteo Arango, hacía su aprendizaje de bandolero con uno de los hombres más famosos del rumbo de Canatlán: Ignacio Parra:

Mucha guerra Parra dio,

era valiente y cabal,

perteneció a la cuadrilla

del gran Heraclio Bernal.

Cuando Doroteo Arango abandonó al valiente Parra, al trote de su caballo, por las llanuras de Chihuahua, se va haciendo Pancho Villa. El “corrido” popular desaparece también en la leyenda del guerrillero. Pancho Villa regresaba a los dominios de los hacendados. Ellos, según sus propias palabras, lo devolverían al camino de sus sufrimientos. El móvil para la lucha habría de dárselo don Abraham González. Después, nadie lo contuvo. Él y sus caballerías destruirían al ejército de la dictadura.

En aquel entonces, un hombre de 35 años, Venustiano Carranza, era elegido presidente municipal de un pueblecito de Coahuila: Cuatrociénegas. Veinte años antes, Carranza había sido un alumno distinguido de la Escuela Nacional Preparatoria. Llegaba a la presidencia municipal después de una larga contienda contra el gobernador García Galán; de protestar por la brutalidad policiaca y de andar por la sierra, con el rifle “venadero” bajo el brazo, defendiéndose de la cacería desatada en contra suya. Fue una de tantas pequeñas rebeliones la de aquel ranchero acosado por un gobernador; pero, de todas las que ocurrieron, fue la de mayor trascendencia en la educación de un revolucionario.

(Tomado de: García Cantú, Gastón - El Caracol y el Sable. Cuadernos Mexicanos, año II, número 56. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f).


lunes, 22 de marzo de 2021

Teodoro Flores

 


Militar liberal. Indio serrano azteca, descendiente de los guerreros mexicas que fueron enviados antes de la conquista para vigilar a los mixtecos. Con sus indígenas serranos oaxaqueños luchó a favor de Benito Juárez; y más tarde, al lado de Porfirio Díaz, contra el Imperio de Maximiliano. Tuvo tres hijos: Jesús, Ricardo y Enrique -todos Flores Magón-. A éstos dio a conocer las costumbres y tradiciones de su raza, haciendo hincapié en la comunidad de bienes: "Entre nosotros, todo es de todos; la tierra la trabajamos en común, y lo que producen los hombres hábiles se debe distribuir entre todos, según la necesidad de cada familia". En 1910 abandonó a Porfirio Díaz, que había perseguido a sus hijos Jesús y Ricardo, y quien le propuso un entendimiento a cambio de que aquéllos dejaran de oponérsele. Su respuesta: "Prefiero morir sin volver a ver a mis hijos; es más, prefiero verlos colgados de un árbol, antes de saber que se han retractado o arrepentido de lo que hayan hecho o dicho".

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen IV, - Familia - Futbol)





jueves, 20 de agosto de 2020

Ricardo Flores Magón


Político, nació en San Antonio Eloxochitlán, Oaxaca, en 1873; murió en la prisión norteamericana de Leavenworth, Kansas, en 1922. En 1892 fue encarcelado por vez primera, a consecuencias de una manifestación estudiantil contra el presidente Porfirio Díaz. Al año siguiente formó parte de la redacción del periódico oposicionista El Demócrata, que fue suprimido por la dictadura antes de haber cumplido tres meses de vida. En 1900 fundó, junto con su hermano mayor Jesús, el periódico Regeneración, cuya campaña contra el gobierno le ocasionaron nuevo encarcelamiento. En 1901 asistió al Primer Congreso de Clubes Liberales en San Luis Potosí, y en 1902 tomó a su cargo el periódico antirreeleccionista de caricaturas El Hijo del Ahuizote, que había fundado Daniel Cabrera. Cuando en 1903 el presidente Díaz ordenó al Tribunal Superior de Justicia que prohibiese la publicación de cualquier escrito de los Flores Magón, Ricardo y Enrique se trasladaron a E.U. En Laredo, Texas, volvieron a editar Regeneración, pero hostilizados por las autoridades estadounidenses se refugiaron en San Luis Missouri, en donde proclamaron en compañía de Juan Sarabia, Antonio I. Villarreal, Librado Rivera, Manuel Sarabia y Rosalío Bustamante, el Programa del Partido Liberal, cuya junta organizadora habían constituido.
Este documento, que Ricardo Flores Magón firmó en su calidad de presidente de la Junta, constituye un riguroso y severo análisis de la situación del país bajo la dictadura y anticipa las aspiraciones que posteriormente hizo suyas, la revolución de 1910 y muchas de las cuales se convirtieron en preceptos constitucionales. He aquí algunos de los puntos principales: reducir el período presidencial a cuatro años; suprimir la reelección para el Presidente y los gobernadores de los estados; abolir la pena de muerte, excepto para los traidores a la patria; agravar la responsabilidad de los funcionarios públicos; multiplicar las escuelas primarias y declarar obligatoria la instrucción hasta la edad de 14 años; pagar buenos sueldos a los maestros y hacer obligatoria la enseñanza de los rudimentos de artes y oficios, y la instrucción cívica; prescribir que los extranjeros, por el solo hecho de adquirir bienes raíces, pierden su nacionalidad primitiva y se hacen ciudadanos mexicanos; establecer un máximo de ocho horas de trabajo y un salario mínimo; reglamentar el servicio doméstico y el trabajo a domicilio; prohibir el empleo de niños menores de 14 años; obligar a los dueños de minas, fábricas y talleres a mantener las mejores condiciones de higiene y de seguridad en sus propiedades; obligar a los patronos o propietarios rurales a dar alojamiento adecuado a los trabajadores; obligar a los patronos a la indemnización por accidentes de trabajo; declarar nulas las deudas de los jornaleros del campo para con sus amos; prohibir que se pague a los obreros de cualquier otro modo que no sea con dinero efectivo; suprimir las tiendas de raya; exigir a las empresas a no emplear sino una minoría de extranjeros; hacer obligatorio el descanso dominical; recobrar para el Estado las tierras que sus dueños dejen improductivas; dar tierras a quien las solicite, sin más condición que dedicarlas a la producción agrícola y no venderlas; crear un banco agrícola que haga préstamos a los agricultores pobres; gravar el agio, los artículos de lujo y los vicios, y aligerar de contribuciones los artículos de primera necesidad; hacer práctico el juicio de amparo, simplificando el procedimiento; establecer la igualdad civil para todos los hijos del mismo padre; establecer colonias penitenciarias de regeneración, en lugar de cárceles y penitenciarías; suprimir los jefes políticos; robustecer el poder municipal; proteger a los indios; estrechar lazos de unión con los países latinoamericanos; y confiscar, al triunfo de la revolución, los bienes de los funcionarios enriquecidos durante la dictadura. Se proponía, finalmente, reformar la Constitución en cuanto fuese necesario para poner en vigor ese programa.
El embajador norteamericano en México, Thompson, informó a su gobierno que las actividades de los Flores Magón eran anarquistas en sus designios y abrigaban "el propósito de crear un sentimiento revolucionario en el pueblo mexicano". Y la representación de México en Washington, a su vez, requirió la aprehensión de los miembros de la Junta, para ser deportados bajo el cargo de conato de homicidio, robo y daño en propiedad ajena. "Los llamados revolucionarios -decía la instancia- tratan de cambiar un gobierno por otro; pero Flores Magón y sus secuaces no cuentan con nada que merezca llamarse un plan político; no constituyen ni remotamente un partido ni tienen en México una agrupación organizada. Sus propósitos se reducen al robo y al asesinato, al despojo y a la usurpación". En este clima de presión oficial, en agosto de 1907 Ricardo Flores Magón, Librado Rivera y Antonio I. Villarreal fueron arrestados en Los Ángeles, Cal., por Thomas H. Furlong, jefe de la agencia de detectives Pinkerton, quien en 3 años había detenido y deportado a México a 180 revolucionarios refugiados en E.U. Esta vez, los dirigentes liberales fueron condenados a 36 meses de prisión, cuya sentencia cumplieron en Yuma y luego en Florence, ambas en Arizona.
Desde la cárcel, Flores Magón organizó el levantamiento previsto para el 25 de junio de 1908. Librado Rivera, su compañero de prisión, escribió en esos días la siguiente nota: "En la cárcel del condado de Los Ángeles hay una tela doble de alambre que sirve de separación entre los visitantes y los presos. Ricardo encontró una rendija entre la reja y la pared por donde apenas podía caber una carta, y desde entonces ese fue nuestro medio de comunicación con nuestros compañeros de afuera; pero como los esbirros no tardaron en descubrirlo, taparon con cemento todas las hendeduras, obligándonos a sentarnos un poco retirados del alambrado. Ricardo aguzó su ingenio y siempre encontró otros medios de comunicación que tal vez algún día referiré". A juzgar por un testimonio de Enrique Flores Magón (El Demócrata, septiembre 5 de 1924), había entonces en México 64 grupos liberales armados y listos para entrar en acción contra el gobierno de Díaz. Según Rivera, éstos no pasaban de 40. De todas suertes, el 26 de junio las guerrillas mandadas por Benjamín Canales, Encarnación Díaz Guerra y Jesús M. Rangel atacaron el pueblo de Las Vacas, en cuya acción murieron 9 rebeldes; la víspera se levantó el grupo de Viesca, que derrotó a la policía y proclamó el Programa del Partido Liberal, pero que tuvo que huir a la postre; y el 1° de julio, once "libertarios mexicanos" -que así se llamaban a sí mismos- entraron a la población de Palomas, procedentes de El Paso, Texas, comandados por Praxedis G. Guerrero. Éstos lograron volver a territorio norteamericano, pero los alzados de Viesca, batidos y capturados por las tropas federales, fueron muertos, unos, y condenados otros a purgar penas de 15 a 20 años en la prisión de San Juan de Ulúa.
En agosto de 1910 salieron de la cárcel del Estado de Arizona Flores Magón, Rivera y Villarreal. El día 7 se celebró en Los Ángeles, Cal., un gran mitin del Partido Socialista, convocado expresamente para recibirlos. Ahí se colectaron Dls. 414, con cuyo fondo inicial volvió a editarse, por tercera vez, el periódico Regeneración. A partir de ese momento se vuelve expresa la franca orientación anarquista de los antiguos dirigentes liberales y de su órgano de difusión. El 3 de septiembre, ya en vísperas del plan maderista de San Luis Potosí, Flores Magón escribía: "Derramar sangre para llevar al poder a otro bandido que oprima al pueblo, es un crimen; y eso será lo que suceda si tomáis las armas sin más objeto que derribar a Díaz para poner en su lugar un nuevo gobernante... La libertad política es una mentira sin la libertad económica". Ya entonces el magonismo rechazaba la demanda de "sufragio efectivo y no reelección" y atribuía a la acción política y a la lucha armada el objetivo central de la toma de la tierra. "La tierra es de todos -decía Flores Magón-; la propiedad territorial está basada en el crimen y, por lo mismo, es una institución inmoral". El viejo lema del Partido Liberal, Reforma, Libertad y Justicia fue sustituido por el de Tierra y Libertad.
Francisco I. Madero, en el Plan de San Luis Potosí, convocó al pueblo mexicano a la sublevación nacional del 20 de noviembre de 1910. El día 16 anterior, Flores Magón, desde Los Ángeles, Cal., giró instrucciones a sus partidarios para que aprovechando la ocasión se rebelasen también, pero sin hacer causa común con los maderistas. "El Partido Antireeleccionista -decía- sólo quiere libertad política, dejando que los acaparadores de tierras conserven sus vastas propiedades... El Partido Liberal quiere libertad política y libertad económica por medio de la entrega al pueblo de las tierras que detentan los terratenientes". Y unos días después (26 de noviembre) añadía: "El Partido Liberal trabaja por el bienestar de las clases pobres de la sociedad mexicana; no importa candidatura alguna, porque esa es una cuestión que tiene que arreglar el pueblo. ¿Quiere éste amos? ¡Que los nombre!"; pero a continuación advertía: "Los gobiernos tienen que proteger el derecho de propiedad y están instituidos precisamente para proteger ese derecho con preferencia a cualquier otro. No esperemos, pues, que Madero lo ataque en beneficio del proletariado".
Los magonistas emprendieron varios hechos de armas. El 23 de diciembre, una partida al mando de Praxedis G. Guerrero se apoderó de un tren cerca de Ciudad Juárez, el cual abandonaron en la estación García para tomar a caballo las poblaciones de Casas Grandes y Janos, en Chihuahua. Guerrero murió en combate el día 30. En enero de 1911 había grupos liberales insurreccionados en Sonora, Chihuahua, Tlaxcala, Veracruz, Oaxaca, Morelos y Durango. Lázaro S. Alanís merodeó en la frontera haciéndose de pertrechos y Prisciliano G. Silva enarboló la bandera de Tierra y Libertad en Guadalupe, donde fue arrestado por el propio Madero el 15 del mes siguiente. Otro dirigente libertario, Gabino Cano, fue aprehendido  en circunstancias semejantes. Flores Magón publicó entonces un violento artículo contra Madero. Antonio I.Villarreal y otros jefes abandonaron el Partido Liberal y se pronunciaron por el maderismo. El Partido Socialista de los E.U. condenó a Flores Magón y le retiró su apoyo.
La Junta Organizadora del Partido Liberal decidió concentrar toda su acción en la toma del Distrito Norte de la Baja California. Del 29 de enero de 1911, en que un grupo anarquista asaltó Mexicali, hasta el 22 de junio siguiente, en que las fuerzas federales derrotaron en Tijuana a quienes pretendieron instituir una república independiente, aprovechando la crisis provocada por la reciente sublevación nacional.
Mientras tanto, Francisco I. Madero quiso persuadir al Partido Liberal de que pactara una alianza con el Partido Antireeleccionista, llegando al extremo de enviar a Los Ángeles, con esa misión, a Jesús, hermano del líder anarquista, y a Juan Sarabia. Ricardo Flores Magón rechazó las proposiciones de de entendimiento, muy a pesar de que el 25 de mayo había renunciado Porfirio Díaz a la Presidencia.
El 14 de junio de ese año, la policía norteamericana allanó las oficinas del periódico Regeneración y detuvo a Ricardo y Enrique, a Librado Rivera y a Anselmo L. Figueroa, acusados de haber violado las leyes de neutralidad. A principios de septiembre salieron en libertad bajo fianza y el día 23 publicaron un manifiesto que sustituía el programa del 1° de julio de 1906: "Abolir el principio de la propiedad privada -decía- significa el aniquilamiento de todas las instituciones que componen el ambiente dentro del cual se asfixian la libre iniciativa y la libre asociación de los seres humanos". En octubre, Mother Jones, muy conocida en los medios socialistas de E.U., visitó al grupo, en comisión del gobierno de México, para pedir nuevamente a los rebeldes que regresaran al país e hicieran la paz con Madero. Flores Magón repuso: "Preferimos las inquietudes de nuestra vida de perseguidos a las delicias de una vida ociosa comprada con una traición".

Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen IV, - Familia - Futbol)