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jueves, 20 de junio de 2024

10 batallas decisivas en México (V)



10 batallas decisivas en la historia de México [V]


Luis A. Salmerón Sanginés


(Maestro en Historia por la UNAM. Cursa el doctorado en Historia en la misma institución y es profesor de la Universidad Pedagógica Nacional. Especialista en investigación iconográfica y divulgación histórica)

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Batalla de Calpulalpan

22 de diciembre de 1860

Ese día se enfrentaron en las cercanías de Calpulalpan (hoy en Jilotepec, Estado de México) los ejércitos de los partidos liberal y conservador en lo que sería la última batalla de la Guerra de Reforma (1858-1860).

En la primera etapa del conflicto la balanza parecía inclinarse a favor de los conservadores, quienes contaban con el apoyo de la mayoría del ejército formal, pero poco a poco la tendencia fue revirtiéndose hasta que en Calpulalpan el partido conservador se jugó la última carta con su mejor general, Miguel Miramón, al mando de ocho mil soldados, treinta cañones y algunos de los oficiales más experimentados como Leonardo Márquez o Miguel Negrete.

Por su parte, los liberales contaban con once mil hombres, aunque poco menos de la mitad de cañones que los conservadores; su general en jefe, Jesús González Ortega, contaba con oficiales como Ignacio Zaragoza y Leandro Valle. Su ejército estaba formado por las guerrillas republicanas que se habían levantado contra el golpe de Estado tres años atrás y, pese a no tener en su mayoría educación militar, eran soldados curtidos en los campos de batalla.

El combate inició a las ocho de la mañana con la ventaja inicial de los conservadores que, tomando la iniciativa y aprovechando la superioridad de su artillería, atacaron el ala izquierda liberal, pero dos horas después la superioridad numérica del bando enemigo y una serie de movimientos estratégicos para envolver a los conservadores por la retaguardia decidieron la victoria liberal. El ejército conservador quedó completamente destrozado.

Tres días después de la batalla, en la Navidad de 1860, González Ortega entró a la capital al frente de treinta mil soldados, marcando el triunfo liberal en la Guerra de Reforma. Así el Estado laico y republicano se afirmó en la historia mexicana al someter a las poderosas corporaciones que influían decisivamente en el rumbo del país: la Iglesia y el Ejército.


(Tomado de: Salmerón, Luis A. - 10 batallas decisivas en la historia de México. Relatos e historias en México. Año VII, número 81, Editorial Raíces, S.A. de C. V., México, D. F., 2015)

jueves, 8 de septiembre de 2022

Batalla de Cumbres de Acultzingo, 1862



Primer enfrentamiento contra los franceses, 28 de abril de 1862

El ejército francés, cuyos jefes y su emperador creían que podían conquistar México con poco más de cinco mil hombres en unas cuantas semanas y casi sin combate, se enfrentaron por primera vez con los patriotas mexicanos en un estrecho paso de la sierra llamado Cumbres de Acultzingo. 

Luego de romperse las negociaciones entre los representantes del emperador de los franceses y los del gobierno mexicano, el ejército francés, fuerte en seis mil hombres, había salido de sus campamentos en Orizaba y, rompiendo su promesa de regresar al puerto de Veracruz, avanzaron hacia la Ciudad de México, ocupando el pueblo de Acultzingo.

El gobierno mexicano había reunido precipitadamente un pequeño ejército para oponerlo al avance de los franceses, cuyo jefe era el general Ignacio Zaragoza, quien decidió esperar a los invasores en la ciudad de Puebla, hacia la que se retiró sin combatir, pero dejó en las Cumbres de Acultzingo -entrada natural al altiplano central- una parte de sus fuerzas a las órdenes del general José María Arteaga, con instrucciones de causar a los enemigos el mayor daño posible y retrasar su marcha. 

Cuando los franceses empezaron a escalar las cumbres, el día 28 de abril, los dos mil soldados de Arteaga se enfrentaron con los franceses que, por primera vez, se encontraban con resistencia armada en su camino. Luego de combatir durante tres horas, Arteaga ordenó a sus hombres retirarse hacia Palmar, pero el valiente general mexicano fue gravemente herido en las piernas; sus hombres estaban a punto de ser rodeados cuando llegó en su auxilio una fuerza de caballería mandada por el general Porfirio Díaz, que permitió que la División de Arteaga llegara sana y salva a Puebla, tal como había ordenado Zaragoza. Una vez que los soldados mexicanos se retiraron, los franceses pudieron avanzar, llegando al día siguiente al valle de Puebla.

Fue en Acultzingo donde los franceses tuvieron la primera muestra de la tenaz y heroica resistencia del pueblo mexicano que, apenas una semana después, se hizo más que evidente cuando el orgulloso y pretendidamente invencible ejército invasor fue derrotado en la ciudad de Puebla por las fuerzas de Ignacio Zaragoza.


(Tomado de: Salmerón, Luis A.  y Salmerón, Pedro Agustín - Cumbres de Acultzingo. Relatos e historias en México. Año III, número 29, Editorial Raíces, S.A. de C. V., México, D. F., 2011)

jueves, 4 de agosto de 2022

10 batallas decisivas en México (IV)

 


10 batallas decisivas en la historia de México [IV]


Luis A. Salmerón Sanginés


(Maestro en Historia por la UNAM. Cursa el doctorado en Historia en la misma institución y es profesor de la Universidad Pedagógica Nacional. Especialista en investigación iconográfica y divulgación histórica)

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La defensa de la ciudad de México

19 de agosto-13 de septiembre de 1847

El conflicto armado entre México y Estados Unidos inició formalmente en mayo de 1846, mediante una declaración de guerra leída por el presidente James K. Polk, emitida cuando ya sus ejércitos hollaban suelo mexicano. El 7 de julio el Congreso mexicano respondió: "El Gobierno, en uso de la natural defensa de la Nación, repelerá la agresión que los Estados Unidos de América han iniciado y sostienen contra la República Mexicana".

Después de quince meses de  desastres y malas decisiones militares, tenían al ejército mexicano arrinconado y a un poderoso ejército invasor a las puertas de la capital de la República avanzando por los pueblos situados al sur.

El 19 de agosto de 1847 el Ejército Mexicano del Norte, comandado por el general Gabriel Valencia, fue derrotado en las lomas de Padierna, al sur de la ciudad de México, con lo que desapareció el más fogueado de los contingentes que la nación podía oponer al invasor. Aunque Valencia había recibido órdenes de no atacar al enemigo mientras no llegara el grueso del ejército de Santa Anna, abandonó sus posiciones y atacó por su cuenta en un acto valeroso pero de flagrante indisciplina militar que arruinó los planes del alto mando mexicano.

Los soldados se batieron a lo largo del día 19 en la periferia de la ciudad (el pedregal de San Ángel, San Gerónimo, Anzaldo y otras posiciones), en terrenos de difícil acceso. Por su parte, las fuerzas del general Santa Anna llegaron apresuradamente a posiciones cercanas adonde se desarrollaba el combate. Al amanecer las tropas seguían en sus posiciones, confiando en que el grueso del ejército atacaría la retaguardia enemiga, pero Santa Anna ordenó la retirada rumbo a la ciudad de México, abandonando a su suerte a los hombres de Valencia.

Consumada la derrota, Santa Anna ordenó que las fuerzas se concentraran en la ciudad dejando en la retaguardia fortificada en el convento de Churubusco, a la Guardia Nacional del Distrito Federal integrada por voluntarios, así como al Batallón de San Patricio, formado en su mayoría por irlandeses que en 1846 habían desertado del ejército estadounidense.

El convento de Churubusco fue atacado el mismo 20 de agosto. El desorden que reinaba en los mandos nacionales había hecho que el parque enviado al improvisado baluarte no fuera del calibre adecuado, por lo que después de rechazar a los atacantes varias veces y de infringirles pérdidas cuantiosas, los defensores de Churubusco hubieron de rendirse al invasor.

Después, representantes de ambos gobiernos acordaron un armisticio para negociar el cese de la invasión. Al descubrir los mexicanos que Texas ya no era el motivo de la guerra, sino la pretensión norteamericana de obtener mayores territorios, se rompió la tregua el 6 de septiembre.

El día 8 los estadounidenses avanzaron sobre Molino del Rey, cerca de Chapultepec, defendido por la Guardia Nacional, y en pocas horas, en una de las batallas más sangrientas de la historia de México, las tropas nacionales fueron vencidas. El cerco se cerró en torno al último bastión mexicano: el Castillo de Chapultepec, defendido por menos de mil hombres, entre los cuales había algunos cadetes del Colegio Militar, que ahí tenía su sede.

El 13 de septiembre, luego de dos días de feroz bombardeo, los invasores asaltaron el Castillo. Al pie de la rampa fue destrozado el Batallón Activo de San Blas, muriendo su jefe, coronel Felipe Santiago Xicoténcatl, y casi todos sus soldados. Entonces los invasores avanzaron. Se creían vencedores cuando desde las alturas les dispararon certeramente los últimos defensores de la soberanía nacional: los jóvenes cadetes del Colegio Militar.

Las batallas por la ciudad de México fueron el último acto de uno de los episodios más funestos de la historia nacional. Las divisiones internas, la pésima conducción militar, la ausencia de un mando político unificado e incluso las mezquindades y los egoísmos personales costaron al país la pérdida de más de la mitad de su territorio, dejándolo en una bancarrota económica, política y moral de la que tardaría décadas en levantarse. Por otro lado, la obtención de ese territorio por Estados Unidos modificaría la historia de esa nación al convertirse en uno de los pilares de su creciente poderío económico para acelerar su carrera como potencia mundial.


(Tomado de: Salmerón, Luis A. - 10 batallas decisivas en la historia de México. Relatos e historias en México. Año VII, número 81, Editorial Raíces, S.A. de C. V., México, D. F., 2015)

jueves, 16 de junio de 2022

10 batallas decisivas en México (III)

 


10 batallas decisivas en la historia de México [III]

Luis A. Salmerón Sanginés

(Maestro en Historia por la UNAM. Cursa el doctorado en Historia en la misma institución y es profesor de la Universidad Pedagógica Nacional. Especialista en investigación iconográfica y divulgación histórica)


Batalla de San Jacinto

21 de abril de 1836

El río San Jacinto atestiguó ese día la última batalla de la Guerra de Texas. En poco más de media hora el ejercito mexicano fue derrotado dejando en el campo más de seiscientos soldados y otros siete centenares fueron tomados prisioneros por el ejército rebelde liderado por Sam Houston, que los mandos nacionales suponían en retirada.

Después de las victorias mexicanas en El Álamo, Encinal del Perdido y Goliad el mes anterior, el ejército había iniciado la persecución de las tropas rebeldes que huían hacia territorio estadounidense para reorganizar sus tropas. Durante marzo y parte de abril, dividido en varias columnas, ocupó las poblaciones importantes. Pero debido a la lentitud con que marcharía el grueso del ejército, el general en jefe y presidente de México, Antonio López de Santa Anna, decidió adelantarse con una tropa de soldados experimentados con la esperanza de atrapar al general Houston, iniciando así el 14 de abril una penosa carrera donde los mexicanos, que no conocían el terreno y partían con desventaja, llevaron la peor parte.

Una semana después, Santa Anna logró alcanzar a los tejanos y luego de algunas escaramuzas con sus avanzadas, el 21 de abril decidió esperar refuerzos a orillas del río San Jacinto, al este de la actual ciudad de Houston. Suponiendo que los rebeldes estaban más interesados en poner distancia entre ellos y su ejército, Santa Anna tomó pocas precauciones. Los soldados, agotados, se desprendieron de sus pertrechos para dormir mejor.

Por la tarde, algunos mexicanos fueron despertados por el estruendo de las armas comandadas por Houston; a otros los sorprendieron comiendo en el rancho, con la caballería desmontada, y a la infantería sin sus armas cargadas. Santa Anna y su cuerpo de oficiales dormían en sus tiendas.

En pocos minutos la mayoría de los soldados mexicanos huían en desbandada. Los que no caían muertos o heridos en el campo fueron tomados prisioneros, entre ellos Santa Anna, quien poco después, desde prisión, ordenó al grueso del ejército replegarse al sur del río Nueces, perdiendo así Texas. Santa Anna estuvo preso durante siete meses y a su regreso fue repudiado por los mexicanos; pero el gobierno ya no tendría las fuerzas militares suficientes para recuperar ese territorio y, diez años después, sería anexado a Estados Unidos.


(Tomado de: Salmerón, Luis A. - 10 batallas decisivas en la historia de México. Relatos e historias en México. Año VII, número 81, Editorial Raíces, S.A. de C. V., México, D. F., 2015)


lunes, 13 de junio de 2022

Rubén Jaramillo


Mayo en la memoria

Es asesinado Rubén Jaramillo

23 de mayo de 1962


Aquel día un destacamento militar apoyado por policías judiciales sacó de su casa, en Tlaquiltenango, Morelos, al dirigente campesino Rubén Jaramillo, a su esposa Epifanía, que estaba encinta, y a sus hijos Enrique, Filemón y Ricardo. Dos horas después la familia fue acribillada en las cercanías de las ruinas de Xochicalco, consumándose así uno de los más atroces crimenes políticos del siglo XX mexicano.

Rubén Jaramillo nació en Tlaquiltenango hacia 1900. En 1914 se incorporó al Ejército Libertador del Sur del general Emiliano Zapata y se convirtió en un oficial apreciado y querido por los habitantes de Morelos y el sur de Puebla.

En 1918 Jaramillo reunió a los hombres que lo seguían y les explicó que la revolución zapatista había sido derrotada, por lo que valía más guardar las armas y retirarse para continuar la lucha en un momento más propicio.

Durante los años siguientes, trabajó en diferentes ranchos y haciendas, y conoció la cárcel en la que lo metieron los carrancistas luego del asesinato de Zapata. En los años veinte encabezó una lucha legal por la reforma agraria y consideró que el reparto prometido sólo era una bandera política y no un verdadero compromiso del gobierno. Al comenzar la década de los treinta, era el más conocido y respetado de los dirigentes campesinos del poniente de Morelos.

También apoyó decididamente la candidatura presidencial de Lázaro Cárdenas en 1934 y durante la campaña electoral preparó un estudio sobre la agricultura de la región que concluía con la petición de que el Estado construyera una gran central azucarera. Ese fue el origen del ingenio de Zacatepec, inaugurado por Cárdenas en 1938 y cuyo primer consejo de administración presidió Jaramillo.

En 1939, por expresa petición del general Cárdenas, Jaramillo y todos sus seguidores apoyaron la candidatura de Manuel Ávila Camacho, pero cuatro años después, considerando que el nuevo presidente había traicionado definitivamente los ideales de la Revolución, el dirigente llamó a sus compañeros a desenterrar las armas para recomenzar la lucha por la tierra y la libertad, reviviendo el zapatismo.

Pacificado gracias a la mediación de Cárdenas, Jaramillo siguió luchando por los derechos de los campesinos y colaboró con diversos movimientos nacionales. Pero desesperado por la corrupción de los políticos, las amenazas a los luchadores sociales y la imposibilidad de transformar las cosas por medios políticos, planeó levantarse en armas contra el gobierno por tercera vez.

Sin embargo ya no le dieron tiempo: fue asesinado y con él fueron sacrificados su esposa e hijos. Al día siguiente, sorteando el cerco militar que rodeaba el panteón de Tlaquiltenango, miles de campesinos acudieron a su entierro.

Luis A. Salmerón, historiador.

(Tomado de: Salmerón, Luis A. - Mayo en la memoria. Es asesinado Rubén Jaramillo. Relatos e historias en México. Año VII, número 81, Editorial Raíces, S.A. de C. V., México, D. F., 2015)

lunes, 18 de abril de 2022

10 batallas decisivas en México (II)

 


10 batallas decisivas en la historia de México [II]

Luis A. Salmerón Sanginés

(Maestro en Historia por la UNAM. Cursa el doctorado en Historia en la misma institución y es profesor de la Universidad Pedagógica Nacional. Especialista en investigación iconográfica y divulgación histórica)


2

Batalla de Puente de Calderón

17 de enero de 1811

Ese día fueron destrozadas en Puente de Calderón, cerca de Guadalajara, las tropas insurgentes, cuyo número varía -según las fuentes- entre ochenta mil y cien mil hombres; mientras que en el bando realista, comandado por Félix María Calleja, ascendían a sesenta mil.

Los insurgentes habían instalado en Guadalajara su cuartel general a finales de noviembre de 1810, y entre el 14 y 15 de enero de 1811 partieron rumbo a Puente de Calderón, donde habían decidido presentar batalla. El general en jefe fue Ignacio Allende y el cura Miguel Hidalgo dirigió a las reservas.

Al inicio los rebeldes parecían inclinar la balanza de la victoria hacia su bando, pero después de cuatro horas de intensos combates un hecho fortuito -en el que coinciden la mayoría de los historiadores que se ocupan de la época- decidió la batalla a favor de los realistas: un cañón depositó una granada en un carro de municiones insurgente provocando una explosión y un enorme incendio en la yesca que desencadenó el caos entre los rebeldes, que iniciaron una desordenada huída que el futuro virrey Calleja supo capitalizar lanzando una feroz carga a bayoneta sobre el campo de batalla.

El desastre fue total y el inmenso ejército insurgente fue destrozado en menos de seis horas. La principal consecuencia fue la deserción: miles de hombres abandonaron el campo de batalla y fue imposible volver a reunirlos. Nunca más Hidalgo o Allende lograrían reunir un ejercito que amenazara la estabilidad de la colonia y dos meses después cayeron prisioneros en su huída al norte.

En la derrota de Puente de Calderón la discordia entre los mandos rebeldes ya se había hecho presente y tal vez fue una de sus principales causas. Con esa batalla terminó la enorme oleada insurreccional que había comenzado cuatro meses antes en el pueblo de Dolores. A partir de entonces la insurgencia perdió la fuerza inicial y luego el ejercito de José María Morelos sería derrotado en 1815.


(Tomado de: Salmerón, Luis A. - 10 batallas decisivas en la historia de México. Relatos e historias en México. Año VII, número 81, Editorial Raíces, S.A. de C. V., México, D. F., 2015)


jueves, 17 de marzo de 2022

10 batallas decisivas en México (I)



10 batallas decisivas en la historia de México [I]

Luis A. Salmerón Sanginés

(Maestro en Historia por la UNAM. Cursa el doctorado en Historia en la misma institución y es profesor de la Universidad Pedagógica Nacional. Especialista en investigación iconográfica y divulgación histórica)


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Caída de Tenochtitlan

13 de agosto de 1521

Tras resistir un largo asedio ante enemigos cuya superioridad numérica era abrumadora, ese día se rindieron los últimos defensores de la gran ciudad de Tenochtitlan, iniciándose así la dominación española sobre el territorio que hoy constituye México.

La batalla duró 93 días, durante los cuales los mexicas más de una vez estuvieron a punto de obligar al enemigo a retirarse, pero el capitán español Hernán Cortés, mediante la diplomacia, la fuerza o la astucia, fue aislándolos y ganando cada vez más aliados para su causa, de modo que a los tlaxcaltecas (primeros que se le unieron) se agregaron más y más pueblos.

El 7 de agosto, con los aztecas diezmados por el hambre y la enfermedad provocada por la ingestión de agua salobre y contaminada, Cortés ordenó la ofensiva final. Se combatió casa por casa, canal por canal, hasta encerrar a los últimos guerreros mexicas y a las mujeres y niños que habían tomado las armas para defender su ciudad en el centro de Tlatelolco.

Cuauhtémoc, el último gobernante mexica, se convenció de que era imposible seguir resistiendo y, cuando el 13 de agosto los españoles doblegaron la resistencia de su último bastión, él había escapado con la intención de encabezar la lucha desde otro lugar, pero fue interceptado por uno de los bergantines que los españoles habían botado en el lago de Texcoco. Fue llevado preso ante Cortés, a quien, según la tradición, dijo: "Señor, ya yo he hecho lo que estaba obligado en defensa de mi ciudad y vasallos, y no puedo más; y pues vengo por fuerza y preso ante tu persona, toma ese puñal que traes en la cinta y mátame luego con él".

Así, la complejidad política y la enemistad granjeada por los aztecas con sus pueblos vecinos se conjuntaron con la capacidad de Cortés para tejer las alianzas que permitieron consumar la caída de México-Tenochtitlan.

El abrupto vuelco que sufrieron las culturas mesoamericanas modificó radicalmente la historia de este territorio que sería Nueva España y en donde nacería la sociedad que luego fundó la nación mexicana.


(Tomado de: Salmerón, Luis A. - 10 batallas decisivas en la historia de México. Relatos e historias en México. Año VII, número 81, Editorial Raíces, S.A. de C. V., México, D. F., 2015)



lunes, 14 de marzo de 2022

Batallones Rojos

 


Batallones Rojos

Col. Constitución de 1917

Del. Iztapalapa,

México, D. F., C. P. 09260


Los Batallones Rojos, que se hicieron famosos en las batallas de Celaya y el Bajío durante la Revolución mexicana, estaban conformados por obreros organizados y armados que se integraron al Ejército Constitucionalista, liderado por Venustiano Carranza, en lo más crudo de la guerra civil entre las facciones revolucionarias que azotó a México en 1915.

El 17 de febrero de ese año, en la ciudad de México, firmaron una trascendental alianza los constitucionalistas y la más activa de las organizaciones obreras del país: la Casa del Obrero Mundial, fundada el 22 de septiembre de 1912 al calor de la Revolución, aprovechando las libertades de asociación de que disfrutaba el país bajo el presidente Francisco I. Madero.

La organización obrera reunía a diversas agrupaciones sindicales y mutualistas de la capital de la República y recogía la experiencia que los trabajadores mexicanos habían acumulado en la defensa de sus derechos. Durante el gobierno de Victoriano Huerta, la Casa del Obrero fue cerrada. Uno de los primeros actos de la revolución que triunfó sobre el huertismo en 1914 fue justo reabrirla.

Mientras la organización obrera reiniciaba sus actividades, los revolucionarios triunfantes se dividieron en dos facciones y en diciembre de 1914 empezó la nueva lucha, esta vez de constitucionalistas contra convencionistas. En el seno de la Casa del Obrero se dieron intensos debates entre quienes rechazaban la participación en la lucha y los que apoyaban a una u otra de las facciones rivales, hasta que los argumentos del general Álvaro Obregón y del pintor Gerardo Murillo -conocido como Dr. Atl- convencieron a la mayoría de los dirigentes del organismo de aliarse con los constitucionalistas.

De esa manera la Casa del Obrero Mundial se comprometía a aportar voluntarios a las filas de los constitucionalistas, y éstos por su parte a convertir en leyes las demandas de los obreros.

Luis A. Salmerón, historiador.

(Tomado de: Salmerón, Luis A. - Cartografía urbana: Batallones Rojos. Relatos e historias en México. Año VII, número 81, Editorial Raíces, S.A. de C. V., México, D. F., 2015)