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jueves, 3 de octubre de 2024

Daniel Zaragoza, el conocimiento del oficio

 


Daniel Zaragoza el conocimiento del oficio 



Daniel Zaragoza viene de una familia en la que el boxeo ha sido una pasión y una práctica comunes. Su padre, Agustín Zaragoza, fue boxeador profesional cuando la luz que emanaban los grandes ídolos de los años treinta, Casanova, Kid "Azteca" y Conde, oscurecía todo a su alrededor. Don Agustín, comentaría alguna vez, se dio cuenta de que no iba a trascender pero que lo que obtuviera de las tres o cuatro peleas semanales que realizaba en arenas pequeñas le ayudaría para sacar adelante a su familia. 

Después vino su hermano Javier, quien se entusiasmó con la posibilidad de representar a México en la Olimpiada de 1968. Ese espíritu lo llevó a obtener la medalla de bronce en la división de los gallos. Esas dos experiencias sin duda animaron a Daniel a decidirse por la práctica de ese deporte. 

En 1978 decidió asistir a las Olimpiadas y las próximas se realizarían en Moscú 1980. Llegar a los Juegos Olímpicos y ganar una medalla eran las metas que quería cumplir. En el camino de su preparación encontraría tres elementos fundamentales para su carrera: un amigo, Gilberto Román; un maestro, Rafael Beristáin, y -factor determinante- la fortaleza física y psicológica para llegar a ser un grande entre los grandes.

Las expectativas que llevaba a Moscú no se cumplieron. Si la decisión, en los inicios de su carrera, era sólo dedicarse al boxeo amateur, a su regreso y motivado por las buenas bolsas que le prometieron, determinó su entrada al profesionalismo. Debutó el 17 de octubre de 1980. Un día en que se preparaba para una pelea en puerta escuchó los gritos de "¡campeón! ¡campeón!" a la puerta del gimnasio. Eran para Pipino Cuevas, que había llegado. Se acercó a la ventana y vio un Corvette rojo estacionado: de él había bajado Cuevas. Daniel se prometió comprarse uno cuando fuera campeón. Siguió entrenando, ahora con más ganas. 

Para 1982 y con cerca de 15 peleas en su cuenta, se coronó campeón nacional de los pesos gallo. Ya como tal, las buenas bolsas llegaron y las defensas se sucedieron hasta que el 4 de mayo de 1985 enfrentó, como retador al campeonato mundial de los gallos, a Freddy Jackson, en Aruba. Zaragoza recuerda la pelea: "Era como las tachuelas para el águila descalza, tenía un estilo que nunca se me acomodó... pero lo vencí, gracias a que yo ya me sentía campeón mundial y no me iba a quitar el gusto este peleador.”

En su primera defensa perdió por decisión ante el colombiano Miguel Happy Lora; tuvo problemas con la báscula: "Ya no marcaba [el peso y] tuve un error garrafal, tremendo... me metí a la división 15 días antes... es de las peores tonterías que se pueden cometer pues se tiene que seguir corriendo duro, entrenando duro y sin comer... llegué muy debilitado a la pelea.”

Hasta el 29 de febrero de 1988, recibió la revancha, ahora en peso súper gallo. La pelea era ante otro mexicano que había tenido años de mayor Gloria, Carlos Zárate. La pelea se llevó a cabo en California y Zaragoza lo noqueó en diez rounds. Perdió el campeonato después de cinco defensas, frente a Paul Banke, en abril de 1990. 

Recibió su tercera oportunidad a los 34 años, contra el japonés Kyoshi Hatanaka. Daniel triunfó de nuevo y en Oriente el combate fue declarado la mejor pelea de la década. Perdió el título ante Tracy Patterson, el 25 de septiembre de 1993. El retiro estaba cerca. Pero, como Ave Fénix, volvió a ganar un campeonato mundial ante Héctor Acero; lo perdería finalmente ante otro mexicano. Daniel Zaragoza conquistó cuatro campeonatos mundiales, todos a base de disciplina y constancia.



(Tomado de: Maldonado, Marco A., y Zamora, Rubén A. - Cosecha de campeones. Historia del box mexicano II, 1961-1999. Editorial Clío Libros y Videos, S.A. de C.V., México, abril 2000)

jueves, 30 de marzo de 2023

Lupe Pintor, una izquierda bien educada


Lupe Pintor: una izquierda "bien educada"

No fue quizá la mejor manera de llegar a una pelea de campeonato. Guadalupe Pintor, el noqueador de Cuajimalpa, se enfrentó al campeón gallo del Consejo Mundial de Boxeo, su compatriota y compañero de establo, Carlos "Flaco" Zárate.

Zárate era considerado uno de los noqueadores más temibles de los últimos tiempos y, con la experiencia que dan los años, había pulido su técnica boxística. La historia se volvía a repetir: de nuevo frente a frente madurez y juventud.

Las apuestas favorecían al "Cañas" y la afición mexicana se inclinaba, en su mayoría, por el de Tepito. Aunque el historial de Pintor no era tan contundente como el de su adversario, sí era para preocuparse: de sus últimas 22 salidas, en 18 había acabado con sus oponentes por el método del cloroformo.

Zárate contra Pintor, una misma escuela, una misma izquierda fulminante. Cara o cruz. Y lo que tanto temía Zárate aconteció: la pelea llegó hasta el límite. Los jueces vieron ganar a Pintor y, de alguna manera, mandaron a Carlos al retiro. Toda la prensa coincidió en que Zárate había sido despojado de su corona. Sin embargo, la verdad fue que no pudo contra Pintor en la única pelea de su carrera boxística en la que hubo 15 campanadas.

El reinado de Pintor no fue tan prolongado como el de su antecesor. Defendió con éxito ocho veces el título entre nocauts, victorias por decisión y un empate.

Lupe Pintor, conocido también como "El Grillo de Cuajimalpa", enfrentó cierta indiferencia por parte de la afición. Sólo en su lugar de origen tenía calidad de ídolo. En 1982 tuvo poca actividad, apenas y defendió una vez el título e intento infructuosamente obtener la corona de los supergallos antes del campeón, y verdugo acérrimo de los mexicanos, Wilfredo Gómez.

Parecía que la carrera de Pintor iba en franco declive. El Consejo llegó a desconocerlo en 1983 y para el mes de agosto de 1985 volvió a disputar el título supergallo, ahora ante el mexicano Juan Meza. Era su última oportunidad para obtener la corona en esa división ya que muchos consideraban que los mejores tiempos del de Cuajimalpa había pasado.

La mejor arma de los dos era de izquierda -considerada la mano buena en el boxeo-. La de Pintor estaba mejor educada, pero la de Meza era más explosiva.

El combate fue feroz -el Consejo lo consideró el mejor del año. Pintor tumbó tres veces a su rival para acreditarse una victoria por decisión unánime, en una pelea pactada a 12 rounds, según lo mandaba el recién modificado reglamento del Consejo para peleas de campeonato del mundo.

La victoria, escenificada en el Palacio de los Deportes en la Ciudad de México, provocó una locura colectiva entre los 15 mil espectadores presentes. Pintor por fin era un ídolo pero su carrera estaba por llegar a su ocaso. Cinco meses después, Smart Payakaroon le arrebata el título en Tailandia.


(Tomado de: Maldonado, Marco A., y Zamora, Rubén A. - Cosecha de campeones. Historia del box mexicano II, 1961-1999. Editorial Clío Libros y Vídeos, S.A. de C.V., México, abril 2000)

jueves, 16 de febrero de 2023

Carlos Zárate, un flaco de mucho peso

 


Carlos Zárate: un flaco de mucho peso

Los tiempos de "Mantequilla" se habían ido y las glorias del gran "Púas" formaban parte ya de la nostalgia. Nuevos nombres sin embargo incursionaban en el ambiente boxístico. Se hablaba de Miguel Canto, Pipino Cuevas, Alfonso Zamora y Carlos Zárate, muy jóvenes todos ellos.

Para Carlos Zárate, el boxeo representó una excelente oportunidad para dejar los pleitos callejeros que, según se cuenta, era de uno o dos por noche. "El boxeo para mí es menos peligroso -dijo en una ocasión-. La pelea dura es en la calle, cuando te tunden a patadas o agarran una piedra y ¡zas!, te dan con ella, o traen un fierro para enterrártelo."

En la calle templó su puño y en los cuadriláteros se manifestó como lo que fue durante su carrera, un peleador espectacular. Desde que el "Púas" Olivares conquistó el título mundial de peso gallo, esta división estuvo monopolizada por mexicanos. Rafael Herrera, Jesús Castillo y Rodolfo Martínez fueron los pugilistas que, después de Rubén Olivares, acapararon el cetro de los gallos.

Carlos "Flaco" Zárate, también apodado el "Cañas", empezó en el box de renta allá por 1970. Fueron cinco años dando golpes como profesional antes de arribar a su pelea de campeonato frente al púgil más técnico del momento, Rodolfo Martínez.

Zárate no sólo llegaba invicto al combate por el título, sino que promediaba 3.4 rounds por pelea. La prensa comentaba que Martínez pondría a prueba la resistencia de Zárate, pero pobre de él si lo alcanzaba un sólido puñetazo. Los 22 años del "Cañas" se medirían con los 29 de Martínez; en el box, la edad tiene su peso: juventud contra experiencia, como se dice.

Momentos antes de la pelea, Zárate le comento a su amigo el "Púas": "No dejaré que los jueces hagan cuentas. En cuanto sienta mi mano... ¡abajo!" Esa fue su filosofía. Martínez lo supo en el noveno round cuando, con un salvaje derechazo del "Flaco", visitó la lona. Y eso fue todo.

Zárate no sólo se convirtió en el nuevo ídolo de su barrio, Tepito, sino de toda la afición boxística del país. Carlos se volvió también uno de los consentidos de la prensa deportiva. Su golpe explosivo revivía los tiempos de ese box mexicano que descuidaba un poco la técnica para poner el acento en ese "gran tónico de la hazaña": el nocaut.

Cómo campeón, Zárate tuvo dos peleas de gran taquilla. Una, frente a Alfonso Zamora, el campeón gallo de la AMB, a quien noqueó en el cuarto asalto pero donde no estaba en disputa el título, y la otra, frente a Wilfredo Gómez, campeón mundial supergallo. El puertorriqueño Gómez le dio una tunda a Zárate, le quitó lo invicto y de paso lo mandó a saborear la lona: nocaut en el quinto.

El "Cañas" hizo nueve defensas en la división de los pesos gallo, todas ganadas por la vía rápida. Nunca dejó, pues, que los jueces determinaran al ganador. Sus puños eran el mejor e inapelable árbitro. El 3 de junio de 1979 en las Vegas, Nevada, Zárate se enfrentó a su compañero de establo -ambos eran manejados por "Cuyo" Hernández- Guadalupe Pintor. Esta pelea se esperaba desde mucho tiempo atrás, pero que el vedetismo del "Cañas" y de su mánager la habían pospuesto a placer. Pintor se quejaba de que el preferido del "Cuyo" fuera a Zárate. Presiones y dinero se unieron para que se concretara la cita.

Que la pelea no llegaría al límite programado, era evidente; ya se preveía nocaut seguro, viniera de cualquiera de las dos esquinas. Si la pelea se prolongaba hasta el round 15, ahí estarían, por fin, los jueces como protagonistas…


(Tomado de: Maldonado, Marco A., y Zamora, Rubén A. - Cosecha de campeones. Historia del box mexicano II, 1961-1999. Editorial Clío Libros y Vídeos, S.A. de C.V., México, abril 2000)