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martes, 23 de octubre de 2018

Francisco Javier de Balmis

Francisco Javier de Balmis




Nació en Alicante, y murió en Madrid, ambas en España (1753-1819). En 1783 pasó a La Habana y luego a México, donde fue cirujano mayor del Hospital de San Juan de Dios y estudió las propiedades de algunas plantas contra el mal venéreo. Publicó, a propósito, Tratado de las virtudes del agave y la begonia (Madrid, 1794). Fue después médico de Carlos IV, a quien persuadió de que enviase a América una expedición para propagar la vacuna contra la viruela, recién descubierta por Jenner en Inglaterra. Nombrado jefe de la misión, se valió de unos niños que por inoculaciones sucesivas conservaron fresco el virus.
 Partió de España en 1804. Estuvo en Puerto Rico, Puerto Cabello, Caracas, La Habana, Mérida, Veracruz y México. La vacuna llegó hasta Texas, por el norte, y hasta la Nueva Granada por el sur. En la capital novohispana tuvo que vencer la oposición del virrey Iturrigaray. En 1805 se embarcó en Acapulco rumbo a Manila y regresó a la península en 1806. En 1810 volvió a México. Escribió Instrucción sobre la introducción y conservación de la vacuna y tradujo del francés el Tratado histórico-práctico de Moreau sobre el mismo tema. El doctor Miguel Muñoz conservó y propagó la vacuna en México hasta 1844, año en que se encargó de ella su hijo Luis, pasando después al cuidado del doctor Luis Malanco.

(Tomado de: Enciclopedia de México, volumen 2, pág. 8. Bajos-Colima)





domingo, 17 de junio de 2018

La estatua de Carlos IV



Para congraciarse con la Corte,  el virrey don Miguel de la Grúa Talamanca y Branciforte, pidió permiso para erigir en México una estatua en honor del rey Carlos IV, cuyo costo no sería de los fondos reales, sino particulares del virrey y la contribución de altas personalidades de la colonia.

Obtenida la autorización, se comisionó al escultor valenciano don Manuel Tolsá, director de la escuela de Bellas Artes de San Carlos, para que ejecutara la obra.

Mientras se continuaba la construcción, el 18 de julio de 1796, se colocó provisionalmente en la Plaza Mayor, una estatua ecuestre de madera y yeso.

El 31 de mayo de 1798, Branciforte terminó su gestión y la fundición de la estatua continuaba en los talleres de Tolsá ubicados en la huerta del colegio de San Gregorio. Encendidos los hornos para proceder la fusión, colaborando con el director de la Academia de San Carlos, el español don Salvador de la Vega y 27,615 kilogramos de metal, los que se vaciaron sobre el molde, necesitándose catorce meses para cincelar y pulir, esta estatua de cuatro metros setenta y cinco centímetros de alto.

El 19 de noviembre de 1903, la estatua fue colocada en un carro de seis ruedas de bronce y salió por la puerta que daba al Puente del Cuervo (3ª. De Colombia) hasta su destino, el día 28 a las once de la mañana, al día siguiente terminó la maniobra y se procedió a hacer los preparativos para la solemne inauguración.

El 9 de diciembre con motivo del cumpleaños de la reina María Luisa, después de la misa de gracias, el virrey don José de Iturrigaray acompañado de los Tribunales, los Oidores, Regidores, el Cabildo, la nobleza y una gran concurrencia, se descubrió la estatua echándose a vuelo las campanas y los saludos de la artillería y fusilería, reunidos en la Plaza Mayor de la ciudad de México.

El barón de Humboldt que se encontraba en México en esta época digo: “Es la estatua mejor que las existentes en Europa, a excepción de la de Marco Aurelio en Roma…”.
Después de la consumación de la Independencia de México, esta joya de arte estuvo en peligro de desaparecer, por lo que fue trasladada en el año de 1822 al patio de la Universidad ubicada atrás del mercado del Volador.

Fue destruido también, el conjunto arquitectónico que servía de marco a la estatua, así como la glorieta; los balaustres fueron llevados a formar bancas en la Alameda.

(Tomado de: Casasola, Gustavo – 6 Siglos de Historia Gráfica de México 1325-1976. Vol. 2. Editorial Gustavo Casasola, S.A. México, 1978)






Corrido de Carlos IV
 Anónimo

Ya con cabeza de bronce
lo tenemos en la plaza,
venga y lo tendremos con
cabeza de calabaza.
dicen que de gobernante
no tiene más que el bastón,
más, le falta de hombre un poco
ya lo asustó Napoleón.
Si vienes, es un disparate;
quédese en su madriguera,
no queremos ya mandones
vestidos de hojas de higuera.
Si hubiera Revolución
en la tierra de Colón
fuera una desproporción
la venida del panzón.

En esta composición satírica se hacía alusión a la estatua ecuestre de Carlos IV, conocida como El Caballito y al propio Rey español Carlos IV, en el momento en que las tropas de Napoleón invadieron España en 1808, y en la Nueva España se corrió el rumor de que Carlos IV, abdicado del trono por la presión de Napoleón Bonaparte, se refugiaría en la Colonia.

(Tomado de: Antonio Avitia Hernández- Corrido Histórico mexicano (1810-1910) Tomo I)




jueves, 3 de mayo de 2018

Manuel Tolsá

Manuel Tolsá


Nació en Enguerra, Valencia, en 1757, llegó a México en 1791 para hacerse cargo de la dirección de la Academia de San Carlos. Entre las grandes y monumentales obras que dejó este arquitecto, y escultor, se encuentran la estatua de Carlos IV,


el edificio del Colegio de Minería,


el Ciprés de la catedral de Puebla,


la conclusión del exterior de la catedral de México, la casa del Marqués del Apartado, la casa del Conde de Buenavista y


 muchas otras más.

Tolsá contrajo matrimonio en esta capital con una mexicana, la señora Luisa Sáenz, de quien tuvo cinco hijos. Murió el 24 de diciembre de 1816 ostentando el título de Escultor de Cámara del Rey de España, Ministro de la Junta de Comercio, Moneda y Minas y Director General de la Real Academia de San Carlos de Nueva España.


(Tomado de: Casasola, Gustavo – 6 Siglos de Historia Gráfica de México 1325-1976. Vol. 2. Editorial Gustavo Casasola, S.A. México, 1978)