martes, 31 de mayo de 2022

Expansión territorial y conquistas siglo XVI, I

 


Las conquistas iniciadas antes de 1530 en el territorio novohispano se encuentran en clara relación con la figura de Hernán Cortés, como todo lo que sucedió durante aquellos años en la naciente colonia, ya que si algunas no se realizaron directamente por su mandato, los personajes que las llevaron a cabo están unidos al conquistador por lazos de compañerismo o de odio. En el primer caso se encuentra Francisco de Montejo, que en 1527 inició la conquista de Yucatán, después de haber desempeñado en la corte el cargo de procurador, que le dio el recién fundado ayuntamiento de Veracruz. En el segundo se haya Nuño de Guzmán, quien, desde su llegada como gobernador a Pánuco, estableció con don Hernando una fuerte rivalidad, y cuando tuvo prerrogativas de poder, siendo presidente de la primera Audiencia, lo persiguió encarnizadamente. Algunos historiadores ven en su partida hacia la conquista de los territorios que después serían Nueva Galicia un intento de superar lo que Cortés había realizado.

El mismo año 1530 marca el momento en que el marqués del Valle de Oaxaca -con ese título había vuelto de España el conquistador de Tenochtitlan- perdió la relevancia que anteriormente tenía, pues sufrió duros enfrentamientos con la segunda Audiencia y con el primer virrey, y su actuación fue reducida a la preparación de expediciones marítimas que mandó para explorar la Mar del Sur (océano Pacífico), de acuerdo con las capitulaciones que celebró con la reina gobernadora en 1529. Años después también fue desplazado en este campo por el virrey Antonio de Mendoza, quien se incautó de los navíos que habían quedado en los astilleros.

La tercera década del siglo XVI señala el inicio de un cambio en la manera de realizar las conquistas, porque hasta ese momento se había sometido a grupos de indios que eran agricultores sedentarios, los cuales aceptaban, por lo general, el dominio que se les imponía. Pero en regiones vecinas de lo conquistado hasta entonces y de los territorios recorridos durante ese tiempo por Nuño de Guzmán, actualmente designados Mesoamérica, existían tribus que tenían otra manera de vivir. Eran grupos de vida semisedentaria, que se desplazaban de un sitio a otro en busca de caza o de frutos para la recolección. La presencia de los españoles les hacía abandonar las zonas donde se movían generalmente para refugiarse en sitios inaccesibles. Estos indios fueron llamados genéricamente chichimecas.

Fray Juan de Torquemada los describe de la siguiente manera: "Hacia las partes del norte (en contra de la ciudad de México, y en grandísima distancia apartadas de ella) hubo unas provincias (y puede ser que al presente las haya), cuya principal ciudad fue llamada Amaqueme y cuyos moradores, en común y genérico vocablo, fueron llamados chichimecas, gente desnuda de ropas de lana, algodón, ni otra cosa que sea de paño o lienzo, pero vestida de pieles de animales; feroces en el aspecto y grandes guerreros, cuyas armas son arcos y flechas. Su sustento ordinario es la caza, que siempre siguen y matan; y su habitación, en los lugares cavernosos; porque como el principal ejercicio de su vida es montear, no les queda tiempo para edificar casas". Era, pues, necesario reducirlos a la vida sedentaria. A causa de esta necesidad, los ejércitos conquistadores fueron paulatinamente cambiando su índole, y a los soldados españoles, acompañados de gran cantidad de indios aliados, se unieron los animales necesarios para la alimentación del ejército, las carretas con los objetos indispensables para acampar y finalmente las familias para formar los núcleos fundadores de nuevas poblaciones.

Expediciones militares

La llegada en 1536 a Nueva España de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca y de sus compañeros dio un nuevo impulso a la preparación de expediciones que se lanzaron en busca de nuevas tierras, las cuales se suponían muy pobladas y ricas.

Cabeza de Vaca era el tesorero de la expedición que en 1527 zarpó de Sanlúcar de Barrameda, al mando de Pánfilo de Narváez, para conquistar el territorio comprendido entre La Florida y el río de Las Palmas, río considerado el límite por el norte de la provincia de Pánuco. Los españoles desembarcaron en La Florida y caminaron en busca de poblados, marchando siempre cerca de la costa. Muchas fueron las penalidades que sufrieron hasta que al final decidieron abandonar la empresa.

Con cinco barcas intentaron navegar hasta llegar a la provincia de Pánuco, que creían muy cercana, pero los vientos y las corrientes los separaron. La de Alvar Nuñez fue arrastrada hacia la playa, donde al poco tiempo la gente se reunió con los supervivientes de otra barca que también había naufragado. Unos indios que estaban recogiendo alimentos en la región de apoderaron de ellos. Esos indios pertenecían a diferentes grupos, unidos sólo por las necesidades de la recolección; al no encontrar los medios suficientes para subsistir se separaron, y Cabeza de Vaca tuvo que dejar a sus compañeros para seguir a los indígenas que lo apresaron. Vivió durante seis años solo, "y porque yo me hice mercader, procuré de usar el oficio lo mejor que supe, y por esto me daban de comer y me hacían buen tratamiento y rogábanme que me fuese de unas partes a otras", dice. Y prosigue: "...y este oficio me estaba a mí bien, porque andando en él tenía libertad y no era esclavo". Un día se enteró de que en una población cercana se encontraban otros españoles, a los que tenían esclavizados. Eran Alonso del Castillo Maldonado, Andrés Dorantes y su esclavo morisco Estebanico. A fin de estar con ellos y poder escapar juntos dejó el comercio y quedó sirviendo a los indios, mientras que se les presentaba la ocasión de huir. Esta ocasión la tuvieron cuando sus amos, impulsados por el mal clima y la falta de alimentos, se movieron a otro sitio y descuidaron la vigilancia que tenían sobre ellos. Durante su huida se vieron obligados a practicar curaciones, en la forma en que Alvar Nuñez describe: "La manera con que nosotros curamos era santiguándolos y soplándolos y rezando un Pater Noster y un Ave María y rogando lo mejor que podíamos a Dios Nuestro Señor que les diese salud e inspiraste en ellos que nos hiciesen algún buen tratamiento. Quiso Dios Nuestro Señor y su misericordia que todos aquellos por quienes suplicamos, luego que los santiguamos decían a los otros que estaban sanos y buenos". Esto les dio fama y les mereció el respeto de los pueblos que visitaban durante su recorrido.

Y así, pasando de una tribu a otra, atravesaron extensos territorios hasta encontrarse con Diego de Alcaraz, capitán de Nuño de Guzmán, que incursionaba por el norte del actual estado de Sinaloa en busca de indios a fin de esclavizarlos. Pasó luego a la provincia de Culiacán. En Compostela vio a Nuño de Guzmán y de allí fue conducido ante el virrey Antonio de Mendoza, quien se interesó mucho en la narración que le hizo del viaje, y consideró indispensable recoger mayor información.

Fray Marcos de Niza (1539)

Para ampliar las noticias que Alvar Nuñez proporcionó sobre los territorios del norte, salió hacia esa región fray Marcos de Niza, franciscano "docto, no solamente en la teología, pero aún en la cosmografía, en el arte de la mar", según fray Antonio de Ciudad Rodrigo.

Por guía tuvo a Estebanico, el esclavo de Andrés Dorantes. Cuando llegaron a una población llamada Vacapa, el franciscano decidió permanecer en ella, mientras Estebanico se adelantaba a explorar; acordaron que, junto a los informes, le mandaría una cruz cuyo tamaño sería proporcional a la calidad de lo encontrado. Fray Marcos recibió una cruz del tamaño de un hombre y salió en busca del morisco, del cual seguía recibiendo cruces cada vez mayores, pero no le alcanzó.

Las noticias que le llegaban junto a las cruces eran muy halagüeñas. Le hablaban de la ciudad de Cíbola, la primera y la más pequeña de siete ciudades con grandes casas de varios pisos que tenían las fachadas adornadas con turquesas. Transcurridas algunas jornadas llegó un indio portador de malas nuevas. Antes de llegar a Cíbola, Esteban había mandado un mensajero pidiendo que se le recibiera, pero el señor se negó. Sin importarle la negativa, el esclavo siguió adelante, y los de la población lo hicieron prisionero. Al día siguiente intentó huir, pero los indios lo persiguieron y lo mataron a flechazos.

Fray Marcos siguió su camino a pesar de la oposición de sus guías y acompañantes, y llegó a la vista de Cíbola. Desde un cerro la divisó, pareciéndole mayor que la Ciudad de México. Alentando por las noticias de que más adelante había seis ciudades aún mayores, quiso hallarlas, pero cuando pensó en que si moría no habría quien informara al virrey acerca de los territorios visitados, tomó posesión de la tierra en nombre del rey y regresó a Nueva España.

Francisco Vázquez de Coronado (1540)

A la expectación que causó en el virreinato la noticia de la existencia de las siete ciudades se sumó la curiosidad por saber a quién correspondería hacer la conquista. Cortés quiso hacer valer su nombramiento de capitán general y las capitulaciones que tenía para la exploración de la Mar del Sur. El virrey se negó a reconocerle ningún derecho y organizó la expedición que debería partir a la conquista de esos territorios. Confió el mando a Francisco Vázquez de Coronado, que era gobernador de Nueva Galicia.

Se creía que las fuerzas podrían salir en 1539, pero algunos levantamientos de indios en Nueva Galicia, que hubo que combatir, hicieron que se aplazara la partida hasta el año siguiente. Paralelamente a la hueste que marchaba por tierra, zarparon dos navíos al mando de Hernando de Alarcón, quien fue costeando el golfo de California y penetró por el río que hoy conocemos con el nombre de Colorado, hasta su confluencia con el ahora llamado Gila. Como no logró tener noticias de Vázquez de Coronado y de su gente, tomó posesión de la tierra, dejó unas señales y regresó al puerto de Acapulco.

Mientras tanto, Vázquez de Coronado se internó hacia lo que hoy es Nuevo México. Exploró regiones que actualmente constituyen los estados de Utah, Colorado y Arizona en los Estados Unidos, y sus gentes encontraron las señales dejadas por Hernando de Alarcón. Acerca de las supuestas riquezas que debería hallar, el jefe de la expedición decía en una carta al rey: "...me dieron los naturales un pedazo de cobre, que un indio principal traía colgado del cuello; envíolo al visorrey de la Nueva España, porque no he visto en estas partes otro metal sino aquél y ciertos cascabeles de cobre que le envíe y un poquito de metal que parecía oro, que no he sabido de dónde sale, mas de que creo que los indios que me lo dieron lo hubieron de los que yo aquí traigo de servicio, porque de otra parte yo no le puedo hallar el nascimiento, ni sé de dónde sea". Desilusionado, regresó a Nueva España en 1542.

Ginés Vázquez del Mercado (1552)

Por un tiempo se dejó de pensar en las Siete Ciudades. El oro perdió su primacía ante la plata, descubierta en Zacatecas por Juan de Tolosa en 1546. Con la esperanza de encontrar vetas ricas, mucha gente penetraba en regiones inexploradas. Así, Ginés Vázquez del Mercado, habiendo recibido informes por parte de unos indios sobre un cerro de plata que se encontraba en la región al norte de Zacatecas, exploró la zona y descubrió el cerro que lleva su nombre. Su desilusión fue muy grande cuando se dio cuenta de que éste no era de plata, sino de hierro. Al regresar combatió, en la población de el Sain, Co unos indios que lo hirieron y a los pocos días murió.

Francisco de Ibarra (1554 y 1562)

Uno de los compañeros de Juan de Tolosa en la fundación de la villa de Zacatecas fue Diego de Ibarra, quien logró un lugar muy destacado en la sociedad de Nueva España y casó con una hija del virrey Luis de Velasco. Por medio de éste consiguió autorización para conquistar y explorar el norte de la región ya poblada.

Como su condición de rico minero y comerciante no le permitía abandonar fácilmente sus negocios para lanzarse a la aventura, puso al mando de la expedición a su sobrino Francisco, quien descubrió las minas de San Martín y El Aviño, recorrió el valle que llamó de Guadiana (descubierto por Vázquez del Mercado en su infortunada aventura) y regresó a Zacatecas. Ocho años después recibió el nombramiento de gobernador de Nueva Vizcaya, nombre con que se designaron las tierras que había recorrido.

En una segunda penetración en su gobernación, Francisco de Ibarra fundó Durango en el ya mencionado valle de Guadiana; descubrió las minas de Topia, marchó hacia la costa del Pacífico y fundó un fuerte en la región de los sinaloas, al norte del estado que hoy lleva ese nombre. La población más cercana era la villa de Culiacán, que pertenecía a Nueva Galicia. Sus habitantes vivían siempre amenazados por los ataques de los indios y al sur no tenían ningún lugar habitado por españoles que les permitiera una fácil comunicación con Guadalajara, capital del reino neogallego, a causa de lo cual pidieron a Ibarra que fundara una villa. Esta fue San Sebastián, hoy Concordia, que puso bajo su gobierno; esto le acarreó un pleito de jurisdicciones con Nueva Galicia, que reclamó como suya la región. Cuando Ibarra realizó la fundación, la zona estaba despoblada; por eso la nueva villa quedó dentro del gobierno de Nueva Vizcaya.

Don Francisco fue después en busca de Nuevo México. Esta designación no se refiere al actual estado de la Unión Americana ni tampoco a lo que se designaba con aquel nombre en la colonia. Ibarra pretendía hallar un Nuevo México, que no era sino el supuesto lugar donde iniciaron su peregrinación los fundadores de Tenochtitlan, "origen, venida, raíz y tronco de los antiguos culhuas mexicanos, teniendo sospecha seria de gran número de indios, poblaciones y riquezas", dice Baltasar de Obregón, que participó en esta conquista.

Pero el gobernador de Nueva Vizcaya no encontró este Nuevo México; con todo, esta adversa circunstancia no destruyó la fe en la existencia de esa quimérica región. El oidor don Alonso de Zorita solicitó autorización de la corona para colonizar la susodicha zona, y el antes mencionado Baltasar de Obregón esperaba lo mismo.

Tristán de Luna y Arellano (1559)

Después de la frustrada expedición que en 1512 Juan Ponce de León realizó a La Florida en busca de la fuente de la juventud, muchos españoles la habían costeado o habían desembarcado en sus playas, pero sin que se consiguiera fundar en ella ningún establecimiento.

Alonso Álvarez de Pineda en 1519, Lucas Vázquez de Ayllón en 1524, Pánfilo de Narváez en 1528 y Hernando de Soto en 1531 son algunos de los que llegaron a la península sin conseguir ningún fruto para la corona española.

También hubo intentos misionales. Fray Luis de Cáncer, el cual había participado en la experiencia de la Verapaz, consiguió del emperador una orden para que el virrey Antonio de Mendoza le procurara los medios necesarios para la evangelización de La Florida. Creyendo que los anteriores desembarcos podían haber predispuesto a los indios en contra de los españoles, el fraile pidió al piloto que los dejara en algún lugar que todavía no hubiera sido reconocido. Parece ser que por un error los navíos llegaron a un sitio cercano al lugar en donde Narváez había desembarcado. Cáncer y un compañero bajaron a tierra y, a pesar de sus gestos de paz, los indígenas los mataron. Los que estaban en los barcos no se dieron cuenta de nada. Ante la tardanza de fray Luis, bajaron otros dos frailes, que fueron hechos prisioneros y lograron salvar la vida mediante la intervención de un español, superviviente de anteriores expediciones, que habitaba allí. Viendo que era inútil continuar en su intento, regresaron a Nueva España.

En 1558, el rey Felipe II ordenó a don Luis de Velasco que preparara la conquista de La Florida. Se habían tenido noticias de que en esas tierras se quería establecer una colonia francesa; para impedirlo se acordó poblarlas con españoles. El virrey organizó una fuerza al mando de Tristán de Luna y Arellano, persona de relieve en la sociedad novohispana. Partieron de Veracruz y desembarcaron en un puerto al que llamaron Santa María. Las tierras les parecieron fértiles y ricas. Creyendo que las naves estaban bien protegidas de los vientos, no las descargaron y dejaron esa labor para cuando hubieran construido un fuerte. Los vientos soplaron con gran violencia y los navíos quedaron destrozados; los dos mil componentes de la expedición se encontraron sin alimentos. Se internaron en la región en busca de comida y con la esperanza de encontrar algún poblado, pero la realidad es que se hallaron ante extensas llanuras en las que desaparecía la fertilidad que habían visto en la costa. Un destacamento descubrió el pueblo de Nanicpana, donde se les suministró maíz y frijoles. Cuando los alcanzaron los demás de la fuerza, muy pronto los alimentos se terminaron; los indios, ansiosos por deshacerse de ellos, disfrazaron a un indigena de embajador de un poblado vecino llamado Coza e hicieron creer a los españoles que se les invitaba a pasar al susodicho pueblo. Abandonaron Nanicpana y después de un día de camino el supuesto embajador y su comitiva desaparecieron. Muy tarde se percataron del engaño. Tristán de Luna y Arellano decidió volver a la costa. Mandó a dos frailes en unas pequeñas embarcaciones para pedir auxilio al virrey, quien mandó en su ayuda a otra armada bajo las órdenes de Ángel de Villafañe: las disputas y divisiones que se suscitaron en el campamento hicieron imposible que se pudiera reorganizar la fuerza para reemprender la conquista.

Años después ésta se llevó a cabo desde Cuba, sin que el gobierno de Nueva España interviniera.

Luis de Carbajal (1579)

Hombres procedentes de Nueva Vizcaya habían fundado algunos establecimientos en el noroeste del virreinato, pero, en realidad, la zona no se hallaba poblada. En 1579, Luis de Carbajal, que tenía estancias de ganado en la provincia de Pánuco, límite de lo colonizado hasta entonces en la costa del golfo de México, capituló a fin de poblar al norte de dicha provincia. Nuevo Reino de León sería el nombre que se daría a lo pacificado por él. Carbajal confiaba en la experiencia que había adquirido en el trato con los indios no sometidos, que había conocido durante sus recorridos al norte de Tampico.

La capitulación establecía que el territorio que debía conquistar tendría como límites Nueva Galicia y Nueva Vizcaya, y que su extensión no debía sobrepasar las doscientas leguas. También autorizaba que cien pobladores viajaran al Nuevo Reino de León, sin la obligación de demostrar su calidad de cristianos viejos.

Desde Tampico penetró en lo que hago hoy es el estado de Nuevo León y fundó la villa de San Luis en el lugar donde se encuentra actualmente la ciudad de Monterrey. También fundó León, en la sierra que luego se llamaría de Cerralvo, donde encontraron minerales, y Nuevo Almudén en la Monclova actual. Uno de sus capitanes, Gaspar Castaño de Sosa, exploró al norte del río Bravo, recorriendo territorios que en la actualidad son los estados norteamericanos de Texas y Nuevo México.

Cuando Carbajal cambió los alcaldes de la villa de Saltillo, entró en conflicto con las autoridades de Nueva Vizcaya, considerando que se encontraba dentro de las tierras que le concedían las capitulaciones. Al ser llamado a la capital del virreinato para responder a una acusación de judaizante, se vio obligado a interrumpir sus conquistas. A pesar de que no se probó su culpabilidad, fue procesado por no haber denunciado a sus parientes, que sí lo eran. Se le condenó a seis años de destierro, pero murió antes de que cumplir la sentencia.

Los pobladores establecidos en los pueblos fundados por él, los abandonaron para ir a vivir en zonas mejores.

Juan de Oñate (1597)

Con sus imaginadas y ocultas riquezas, Nuevo México seguía atrayendo el interés de los españoles. Algunos, como Sánchez Chamuscado en 1581, Antonio de Espejo en 1582 y Gaspar Castaño de Sosa en 1590, hicieron incursiones por aquellas tierras, pero no establecieron ninguna población. En 1595, Juan de Oñate obtuvo la autorización para llevar a cabo la conquista. Partió para las minas de Santa Bárbara y valle de San Bartolomé, que eran las poblaciones más septentrionales de Nueva Vizcaya. Su fuerza estaba compuesta por soldados y familias de españoles y de indios, los cuales deberían integrar los primeros núcleos pobladores. El mismo Oñate describe a su expedición en carta al virrey: "Salí... con la gran máquina de carretas, mujeres y niños que usía sabe bien". Al frente marchaban los soldados para señalar dónde debían establecerse los pueblos. Los frailes y las familias llegaban después.

La tierra le pareció adecuada para fundar. Dice: "... Dios sea bendito por siempre, que muy en servicio suyo y de la Real Majestad hase llegado a posesión tal y tan buena, que ninguna de las que Su Majestad tiene en las Indias le hace ventaja". Pero muchos de sus compañeros no compartían su optimismo, y se insubordinaron y trataron de obligarlo a regresar ante los indios salvajes y la llegada del invierno. Logró sofocar la rebelión y estableció algunos pueblos, iniciando la pacificación del territorio, al que se le impuso el nombre de Nuevo México.

Oñate recorrió una inmensa extensión de tierra: tocó regiones que hoy pertenecen a los actuales estados norteamericanos de Texas, Colorado, Arizona y California. Pero toda esta actividad fue la causa de que descuidara las poblaciones fundadas recientemente. Sus habitantes las abandonaron, porque no encontraban las riquezas que creyeron allí había. Para evitar que se despoblasen, impuso castigos tan severos que originaron una acusación de crueldad ante la corte. Por otra parte, el virrey, marqués de Montesclaros, resolvía, con mucha lentitud las solicitudes de ayuda que le presentaba y en 1607 renunció a su cargo de gobernador.

Los pobladores que quedaron en Nuevo México eran muy pocos. Aunque algunos indios sedentarios habían aceptado su permanencia, otros los rechazaban y hostilizaban constantemente. Los españoles, por su parte, les exigían que trabajaran en su favor y que les proporcionaran mantenimientos. En 1680 estalló la rebelión. Ante la fuerza de la sublevación, el gobernador Antonio de Otermín decidió abandonar la provincia y trasladó a los colonizadores al sur del río Bravo, donde se fundó El Paso. Nuevo México no se recuperó hasta 1692, mediante la acción de Diego de Vargas Zapata.

(Tomado de: Camelo, Rosa - Expansión territorial y conquistas. Historia de México, tomo 6, México colonial. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)

jueves, 26 de mayo de 2022

Plan de San Luis, 1910

 




PLAN DE SAN LUIS POTOSÍ

LOS PUEBLOS, en su esfuerzo constante por que triunfen los ideales de libertad y justicia, se ven precisados, en determinados momentos históricos, a realizar los mayores sacrificios. 

Nuestra querida Patria ha llegado a uno de esos momentos: una tiranía que los mexicanos no estábamos acostumbrados a sufrir, desde que conquistamos nuestra independencia, nos oprime de tal manera, que ha llegado a hacerse intolerable. En cambio de esa tiranía se nos ofrece la paz, pero es una paz vergonzosa para el pueblo mexicano, porque no tiene por base el derecho, sino la fuerza; porque no tiene por objeto el engrandecimiento y prosperidad de la Patria, sino enriquecer a un pequeño grupo que, abusando de su influencia, ha convertido los puestos públicos en fuente de beneficios exclusivamente personales, explotando sin escrúpulos todas las concesiones y contratos lucrativos. 

Tanto el poder Legislativo como el Judicial están completamente supeditados al Ejecutivo; la división de los poderes, la soberanía de los Estados, la libertad de los Ayuntamientos y los derechos del ciudadano sólo existen escritos en nuestra Carta Magna; pero, de hecho, en México casi puede decirse que reina constantemente la Ley Marcial; la justicia, en vez de impartir su protección al débil, sólo sirve para legalizar los despojos que comete el fuerte; los jueces, en vez de ser los representantes de la justicia, son agentes del Ejecutivo, cuyos intereses sirven fielmente; las cámaras de la Unión, no tienen otra voluntad que la de! Dictador; los gobernadores de los Estados son designados por él y ellos a su vez designan e imponen de igual manera las autoridades municipales. 

De esto resulta que todo el engranaje administrativo, judicial y legislativo obedecen a una sola voluntad, al capricho del general Porfirio Díaz, quien en su larga administración ha mostrado que el principal móvil que lo guía es mantenerse en el poder y a toda costa. 

Hace muchos años se siente un profundo malestar, debido a tal régimen de Gobierno; pero el general Díaz, con gran astucia y perseverancia, había logrado aniquilar todos los elementos independientes, de manera que no era posible organizar ninguna clase de movimiento para quitarle el poder de que tan mal uso hacía. El mal se agravaba constantemente, y el decidido empeño del general Díaz de imponer a la Nación un sucesor y siendo éste el señor Ramón Corral, llevó ese mal a su colmo y determinó que muchos mexicanos, aunque carentes de reconocida personalidad política, puesto que había sido imposible labrársela durante 36 años de Dictadura, nos lanzáramos a la lucha, intentando reconquistar la soberanía del pueblo y sus derechos en el terreno netamente democrático. 

Entre los partidos que tendían al mismo fin, se organizó el Partido Nacional Antirreeleccionista, proclamando los principios de SUFRAGIO EFECTIVO y NO REELECCIÓN, como únicos capaces de salvar a la República del inminente peligro con que la amenazaba la prolongación de una dictadura cada día más onerosa, más despótica y más inmoral. 

El Pueblo Mexicano secundó eficazmente a ese Partido y, respondiendo al llamado que se le hizo, mandó sus representantes a una Convención, en la que también estuvo representado el Partido Nacional Democrático, que asimismo interpretaba los anhelos populares. Dicha Convención designó sus candidatos para la Presidencia y Vicepresidencia de la República, recayendo esos nombramientos en el señor Dr. Francisco Vázquez Gómez y en mí para los cargos respectivos de Vicepresidente y Presidente de la República. 

Aunque nuestra situación era sumamente desventajosa porque nuestros adversarios contaban con todo el elemento oficial, en el que se apoyaban sin escrúpulos, creímos de nuestro deber, para mejor servir la causa del pueblo, aceptar tan honrosa designación. Imitando las sabias costumbres de los países republicanos, recorrí parte de la República haciendo un llamamiento a mis compatriotas. Mis jiras fueron verdaderas marchas triunfales, pues por donde quiera el pueblo, electrizado por las palabras mágicas de SUFRAGIO EFECTIVO y NO REELECCIÓN, daba pruebas evidentes de su inquebrantable resolución de obtener el triunfo de tan salvadores principios. Al fin llegó un momento en que el General Díaz se dió cuenta de la verdadera situación en la República y comprendió que no podría luchar ventajosamente conmigo en el campo de la Democracia, y me mandó reducir a prisión antes de las elecciones, las que se llevaron a cabo excluyendo al pueblo de los comicios por medio de la violencia, llenando las prisiones de ciudadanos independientes y cometiéndose los fraudes más desvergonzados. 

En México, como República democrática, el poder público no puede tener otro origen ni otra base que la voluntad nacional, y ésta no puede ser supeditada a fórmulas llevadas a cabo de un modo fraudulento. 

Por este motivo el pueblo mexicano ha protestado contra la ilegalidad de las últimas elecciones; y queriendo emplear sucesivamente todos los recursos que ofrecen las leyes de la República en la debida forma, pidió la nulidad de las elecciones ante la Cámara de Diputados, a pesar de que no reconocía al dicho cuerpo un origen legítimo y de que sabía de antemano que, no siendo sus miembros representantes del pueblo, sólo acatarían la voluntad del General Díaz, a quien exclusivamente deben su investidura. 

En tal estado las cosas, el pueblo, que es el único soberano, también protestó de modo enérgico contra las elecciones, en imponentes manifestaciones llevadas a cabo en diversos puntos de la República, y si éstas no se generalizaron en todo el territorio nacional fue debido a terrible presión ejercida por el Gobierno, que siempre ahoga en sangre cualquier manifestación democrática, como pasó en Puebla, Veracruz, Tlaxcala, México y otras partes. 

Pero esta situación violenta e ilegal no puede subsistir más. 

Yo he comprendido muy bien que si el pueblo me ha designado como su candidato para la Presidencia, no es porque haya tenido oportunidad de descubrir en mí las dotes del estadista o gobernante, sino la virilidad del patriota resuelto a sacrificarse, si es preciso, con tal de conquistar la libertad y ayudar al pueblo a librarse de la odiosa tiranía que lo oprime. 

Desde que me lancé a la lucha democrática sabía muy bien que el Gral. Díaz no acataría la voluntad de la Nación, y el noble pueblo mexicano, al seguirme a los comicios, sabía también perfectamente el ultraje que le esperaba; pero a pesar de ello, el pueblo dio para la causa de la Libertad un numeroso contingente de mártires cuando éstos eran necesarios, y con admirable estoicismo concurrió a las casillas a recibir toda clase de vejaciones. 

Pero tal conducta era indispensable para demostrar al mundo entero que el pueblo mexicano está apto para la democracia, que está sediento de libertad, y que sus actuales gobernantes no responden a sus aspiraciones. 

Además, la actitud del pueblo antes y durante las elecciones, así como después de ellas, demuestra claramente que rechaza con energía al Gobierno del Gral. Díaz y que, si se hubieran respetado sus derechos electorales, hubiese sido yo electo para Presidente de la República. 

En tal virtud, y haciéndome eco de la voluntad nacional, declaro ilegales las pasadas elecciones, y quedando por tal motivo la República sin gobernantes legítimos, asumo provisionalmente la Presidencia de la República, mientras el pueblo designa conforme a la ley sus gobernantes. Para lograr este objeto es preciso arrojar del poder a los audaces usurpadores que por todo título de legalidad ostentan un fraude escandaloso e inmoral. 

Con toda honradez declaro que consideraría una debilidad de mi parte y una traición al pueblo que en mí ha depositado su confianza no ponerme al frente de mis conciudadanos, quienes ansiosamente me llaman, de todas partes del país, para obligar al Gral. Díaz, por medio de las armas, a que respete la voluntad nacional. 

El Gobierno actual, aunque tiene por origen la violencia y el fraude, desde el momento que ha sido tolerado por el pueblo, puede tener para las naciones extranjeras ciertos títulos de legalidad hasta el 30 del mes entrante en que expiran sus poderes; pero como es necesario que el nuevo Gobierno dimanado del último fraude no pueda recibirse ya del poder, o por lo menos se encuentre con la mayor parte de la Nación protestando con las armas en la mano, contra esa usurpación, he designado el DOMINGO 20 del entrante noviembre para que de las seis de la tarde en adelante, en todas las poblaciones de la República se levanten en armas bajo el siguiente

PLAN 

l° Se declaran nulas las elecciones para Presidente y Vicepresidente de la República, magistrados a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y diputados y senadores, celebradas en junio y julio del corriente año. 

2° Se desconoce al actual Gobierno del general Díaz, así como a todas las autoridades cuyo poder debe dimanar del volo popular, porque, además de no haber sido electas por el pueblo, han perdido los pocos títulos que podían tener de legalidad, cometiendo y apoyando, con los elementos que el pueblo puso a su disposición para la defensa de sus intereses, el fraude electoral más escandaloso que registra la historia de México. 

3° Para evitar hasta donde sea posible los trastornos inherentes a todo movimiento revolucionario, se declaran vigentes, a reserva de reformar oportunamente por los medios constitucionales, aquellas que requieran reformas, todas las leyes promulgadas por la administración y sus reglamentos respectivos a excepción de aquellas que manifiestamente se hallen en pugna con los principios proclamados en este plan. Igualmente se exceptúan las leyes, fallos de tribunales y decretos que hayan sancionado las cuentas y manejos de fondos de todos los funcionarios de la administración porfirista en todos los ramos; pues tan pronto como la Revolución triunfe, se iniciará la formación de comisiones de investigación, para dictaminar acerca de las responsabilidades en que hayan podido incurrir los funcionarios de la Federación, de los Estados y de los Municipios. 

En todo caso serán respetados los compromisos contraídos por la administración porfirista con gobiernos y corporaciones extranjeras antes del 20 del entrante. 

Abusando de la ley de terrenos baldíos, numerosos pequeños propietarios, en su mayoría indígenas, han sido despojados de sus terrenos, por acuerdo de la Secretaría de Fomento, o por fallos de los Tribunales de la República. Siendo de toda justicia restituir a sus antiguos poseedores, los terrenos de que se les despojó de un modo tan arbitrario, se declaran sujetas a revisión tales disposiciones y fallos y se les exigirá a los que los adquirieron de un modo tan inmoral, o a sus herederos,  a sus herederos, que los restituyan a sus primitivos propietarios, a quienes pagarán también una indemnización por los perjuicios sufridos. Sólo en el caso de que estos terrenos hayan pasado a tercera persona, antes de la promulgación de este plan, los antiguos propietarios recibirán indemnización de aquellos en cuyo beneficio se verificó el despojo. 

4° Además de la Constitución y leyes vigentes, se declara Ley Suprema de la República, el principio de NO REELECCIÓN del Presidente y Vicepresidente de la República, de los gobernadores de los Estados y de los presidentes municipales, mientras se hagan las reformas constitucionales respectivas.  

5° Asumo el carácter de Presidente provisional de los Estados Unidos Mexicanos con las facultades necesarias para hacer la guerra al Gobierno usurpador del General Díaz. 

Tan pronto como la capital de la República y más de la mitad de los Estados de la Federación estén en poder de las fuerzas del Pueblo, el Presidente provisional, convocará a elecciones generales extraordinarias para un mes después y entregará el poder al Presidente que resulte electo, tan luego como sea conocido el resultado de la elección. 

6° El Presidente Provisional, antes de entregar el poder, dará cuenta al Congreso de la Unión del uso que haya hecho de las facultades que le confiere el presente Plan. 

7° El día 20 del mes de noviembre, desde las seis de la tarde en adelante, todos los ciudadanos de la República tomarán las armas para arrojar del poder a las autoridades que actualmente gobiernan. Los pueblos que estén retirados de las vías de comunicación, lo harán desde la víspera.

8° Cuando las autoridades presenten resistencia armada, se les obligará por la fuerza de las armas a respetar la voluntad popular; pero en este caso las leyes de la guerra serán rigurosamente observadas, llamándose especialmente la atención sobre las prohibiciones relativas a no usar balas explosivas ni fusilar a los prisioneros. También se llama la atención respecto al deber de todo mexicano de respetar a los extranjeros en sus personas e intereses. 

9° Las autoridades que opongan resistencia a la realización de este Plan serán reducidas a prisión para que se les juzgue por los tribunales de la República, cuando la revolución haya terminado. Tan pronto como cada ciudad o pueblo recobre su libertad, se reconocerá como autoridad legítima provisional al principal jefe de las armas, con facultad para delegar sus funciones en algún otro ciudadano caracterizado, quien será confirmado en su cargo o removido por el Gobierno Provisional. 

Una de las principales medidas del Gobierno Provisional será poner en libertad a todos los presos políticos. 

lO° El nombramiento del gobernador provisional de cada Estado que haya sido ocupado por las fuerzas de la Revolución será hecho por el Presidente provisional. Este gobernador tendrá la estricta obligación de convocar a elecciones para gobernador constitucional del Estado, tan pronto como sea posible, a juicio del Presidente Provisional. Se exceptúan de esta regla los Estados que de dos años a esta parte han sostenido campañas democráticas para cambiar de Gobierno, pues en éstos se considerará como gobernador provisional al que fue candidato del pueblo siempre que se adhiera activamente a este Plan. 

En caso de que el Presidente provisional no haya hecho el nombramiento de gobernador, que este nombramiento no haya llegado a su destino o bien que el agraciado no aceptara por cualquier circunstancia, entonces el gobernador será designado por votación de todos los jefes de las armas que operen en e! territorio del Estado respectivo, a reserva de que su nombramiento sea ratificado por el Presidente provisional tan pronto como sea posible.

11° Las nuevas autoridades dispondrán de todos los fondos que se encuentren en todas las oficinas públicas para los gastos ordinarios de la administración; para los gastos de guerra, contratarán empréstitos voluntarios o forzosos. Estos últimos, sólo con ciudadanos e instituciones nacionales. De estos empréstitos se llevará también una cuenta escrupulosa y se otorgarán recibos en debida forma a los interesados a fin de que al triunfar la Revolución se les restituya lo prestado.

Transitorio: A. Los jefes de fuerzas voluntarias tomarán el grado que corresponda al número de fuerzas a su mando. En caso de operar fuerzas militares y voluntarias unidas, tendrá el mando en ellas el jefe de mayor graduación, pero en caso de que ambos jefes tengan el mismo grado, el mando será del jefe militar. 

Los jefes civiles disfrutarán de dicho grado mientras dure la guerra, y una vez terminada, esos nombramientos a solicitud de los interesados, se revisarán en la Secretaría de Guerra, que los ratificará en su grado o los rechazará, según sus méritos. 

B. Todos los jefes, tanto civiles como militares, harán guardar a sus tropas la más estricta disciplina, pues ellos serán responsables ante el Gobierno Provisional de los desmanes que cometan las fuerzas a su mando, salvo que justifiquen no haberles sido posible contener a sus soldados y haber impuesto a los culpables el castigo merecido. 

Las penas más severas serán aplicadas a los soldados que saqueen alguna población o que maten a prisioneros indefensos. 

C. Si las fuerzas y las autoridades que sostienen al general Díaz, fusilan a los prisioneros de guerra, no por eso y como represalias se hará lo mismo con los de ellas, que caigan en poder nuestro; pero en cambio serán fusilados, dentro de las veinticuatro horas y después de un juicio sumario, las autoridades civiles y militares al servicio del General Díaz que una vez estallada la Revolución hayan ordenado, dispuesto en cualquiera forma, trasmitido la orden o fusilado a alguno de nuestros soldados. 

De esta pena no se eximirán ni los más altos funcionarios; la única excepción será el general Díaz y sus ministros, a quienes en caso de ordenar dichos fusilamientos o permitirlos, se les aplicará la misma pena, pero después de haberlos juzgado por los tribunales de la República, cuando haya terminado la Revolución. 

En el caso de que el general Díaz disponga que. sean respetadas las leyes de la guerra, y que se trate con humanidad a los prisioneros que caigan en sus manos, tendrá la vida salva; pero de todos modos deberá responder ante los tribunales de cómo ha manejado los caudales de la Nación y de cómo ha cumplido con la ley. 

D. Como es requisito indispensable en las leyes de la guerra que las tropas beligerantes lleven uniforme o distintivo, y como será difícil uniformar a las numerosas fuerzas del pueblo que van a tomar parte en la contienda, se adoptará como distintivo de todas las fuerzas libertadoras, ya sean voluntarias o militares, un listón tricolor; en el tocado o en el brazo. 

CONCIUDADANOS: Si os convoco para que toméis las armas y derroquéis al gobierno del general Díaz, no es solamente por el atentado que cometió durante las últimas elecciones, sino para salvar a la patria del porvenir sombrío que le espera continuando bajo su dictadura y bajo el Gobierno de la nefanda oligarquía científica, que sin escrúpulo y a gran prisa están absorbiendo y dilapidando los recursos nacionales, y si permitimos que continúe en el poder, en un plazo muy breve habrán completado su obra: habrán llevado al pueblo a la ignorancia y lo habrán envilecido; le habrán chupado todas sus riquezas y dejado en la más absoluta miseria; habrán causado la bancarrota de nuestra Patria, que débil, empobrecida y maniatada se encontrará inerte para defender sus fronteras, su honor y sus instituciones. 

Por lo que a mí respecta, tengo la conciencia tranquila y nadie podrá acusarme de promover la Revolución por miras personales, pues está en la conciencia nacional que hice todo lo posible para llegar a un arreglo pacífico y estuve dispuesto hasta a renunciar mi candidatura siempre que el general Díaz hubiese permitido a la Nación designar aunque fuese al Vicepresidente de la República; pero, dominado por incomprensible orgullo y por inaudita soberbia, desoyó la voz de la Patria y prefirió precipitarla en una Revolución antes de ceder un ápice, antes de devolver al pueblo un átomo de sus derechos, antes de cumplir, aunque fuese en las postrimerías de su vida, parte de las promesas que hizo en La Noria y Tuxtepec. 

Él mismo justificó la presente Revolución, cuando dijo: "Que ningún ciudadano se imponga y perpetúe en el ejercicio de! poder y esta será la última revolución". 

Si en el ánimo del General Díaz hubiesen pesado más los intereses de la Patria, que los sórdidos intereses de él y de sus consejeros, hubiera evitado esta Revolución, haciendo algunas concesiones al pueblo; pero ya que no lo hizo... i tanto mejor!, el cambio será más rápido y más radical, pues el pueblo mexicano, en vez de lamentarse como un cobarde, aceptará como un valiente el reto, y ya que el General Díaz pretende apoyarse en la fuerza bruta para imponerle un yugo ignominioso, el pueblo recurrirá a esa misma fuerza para sacudir ese yugo, para arrojar a ese hombre funesto del poder y para reconquistar su libertad. 


San Luis Potosí, octubre 5 de 1910. 

Francisco I. Madero.

(Tomado de: Silva Herzog, Jesús - Breve historia de la Revolución Mexicana. *Los antecedentes y la etapa maderista. Colección Popular #17, Fondo de Cultura Económica; México, D.F., 1986)

lunes, 23 de mayo de 2022

Jesús Martínez "Palillo"

 


Apodado Palillo por su extraordinaria delgadez, el cómico tapatío fue azote de políticos y pillos, así como firme puntal de la risa y la emoción popular mexicanas.

Jesús Martínez Rentería nació en Guadalajara, Jalisco, el 13 de marzo de 1913. Huérfano de padre, estudió la primaria en el orfanato Luis Silva de aquella ciudad. Fue agente de tránsito, fotógrafo, sochantre de la catedral de su ciudad natal, novillero y cristero antes de iniciarse en la farándula, como corista del Teatro Principal de Guadalajara, a los 19 años.

Una afonía crónica cortó su breve experiencia lírica y lo empujó al humor. Empezó su carrera cómica en la carpa Teatro Salón Jalisco, como segundo actor, y en 1932 fue contratado por el Teatro Obrero. En 1934 se trasladó al Distrito Federal, trabajó en el Salón Mayab y en las carpas Ofelia, Moreno y Apolo. En 1937 fue contratado para actuar en el célebre Teatro Colonial, donde permaneció hasta su debut en el Follies Bergére en 1944. Desde el principio se hizo famoso por sus vigorosas sátiras políticas, que lo condujeron varias veces a la cárcel, a enfrentamientos físicos y a la clausura de funciones y teatros. En 1964, por ejemplo, el regente capitalino clausuró el Teatro Iris para evitar la representación de uno de sus sketchs: "El jurado de las Poquianchis".

Palillo escribió una columna en el semanario El Redondel durante varios años bajo el título de "Astillas de Palillo". La retomó, en 1994, en el diario deportivo Esto. También actuó en tres películas: Lo que el viento trajo, Ay Palillo, no te rajes (1944) y Palillo Vargas Heredia en 1947, ninguna de ellas recordada con gran entusiasmo por el actor. Como empresario artístico, creó la popular Carpa México.

Palillo fue un gran aficionado al futbol y fundó la Mutualidad Deportiva Nacional en ayuda de los deportistas incapacitados. Impulsó asimismo la construcción de la Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixhuca, en el D.F., cuyo estadio principal fue bautizado con su nombre. Fue socio fundador de la Asociación Nacional de Actores (ANDA) y un sindicalista muy tenaz. Falleció el 11 de noviembre de 1994, como consecuencia de un coma hepático, en la ciudad de México.

viernes, 20 de mayo de 2022

Aurora Reyes

 


Las protagonistas

Aurora Reyes, luchadora magisterial, muralista y poeta


Ricardo Cruz García - Historiador

Apenas pasa los cinco años y ya ha vivido la guerra. La revolución no cesa y se cuela por las rendijas de la vida cotidiana, cuantimás para una descendiente de la familia Reyes. Al amanecer, con el barrio de La Lagunilla como forzoso refugio, la pequeña Aurora va con una tablita en la mano ofreciendo el pan que ha horneado pocas horas antes su mamá: "¡Bísquetes, hay bísquetes!", grita y vuelve a gritar, mientras se mantiene atenta a la bolsa con piedras que también carga para sorrajarle un proyectil en la cara o donde se pueda a alguno de los muchachos que con frecuencia intentan robarle su mercancía. Ni modo: hay que aprender a sobrevivir en tiempos de miseria, de hambre y de muerte.

Nacida en la población minera de Hidalgo del Parral, en Chihuahua, Aurora Reyes Flores vio la luz primera el 9 de septiembre de 1908, de acuerdo con su biógrafa Margarita Aguilar Urbán. Fue hija de León Reyes, el primer hijo del general porfiriano Bernardo Reyes, cuya muerte en 1913 provocó que el padre de Aurora se trasladara a la capital del país para asistir al funeral. Más tarde llegarían su esposa y su hija.

En medio de la Revolución, la familia tuvo que mantener un bajo perfil durante un tiempo para evitar alguna represalia. Fue en esos años cuando Aurora vivió en La Lagunilla, en una vecindad que después recordaría como espantosa y promiscua, rodeada de gente cuyo lenguaje podría llenar una antología de la "leperada mexicana". En la ciudad cursó algunos estudios básicos y -como señala Aguilar Urbán- en 1921 ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria, asentada en el antiguo Colegio de San Ildefonso y donde conoció a la joven Frida Kahlo, hija de otro personaje destacado en tiempos porfirianos: el fotógrafo Guillermo Kahlo.

Aurora no duró mucho en la Preparatoria, pues fue expulsada tras golpear a una prefecta que la había acusado de libertina y jefa de una banda de ladrones. Con una idea más clara de su vocación, su siguiente parada fue la antigua Academia de San Carlos, que contaba entre sus maestros a Alfredo Ramos Martínez y Fermín Revueltas. Alma inquieta, pronto también dejó esta escuela y buscó su propio camino de manera autodidacta.

De acuerdo con Aguilar Urbán, en 1927 recibió su nombramiento como profesora de Artes Plásticas de primaria y más tarde se integró a la planta docente de una prevocacional del IPN. La profesión de maestra la ejerció durante la mayor parte de su vida, hasta su jubilación en 1964.

Como mujer que creció con el fuego de la Revolución, Aurora coincidió con la ideología nacionalista impulsada por el Estado mexicano, al igual que lo hicieron Diego Rivera y otros artistas e intelectuales, y no dudó en respaldar la educación socialista implantada en el cardenismo. Incansable luchadora social, no evadió el debate público ni la polémica. Su activismo político la llevó a formar parte de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, la famosa LEAR, a la que ingresó en 1936. En ese mismo año elaboró su primer mural: Atentado a las maestras rurales, pintado en el Centro Escolar Revolución (en la actual esquina de Niños Héroes y Chapultepec, frente a la estación de metro Balderas), por el que sería ampliamente reconocida y considerada la primera muralista mexicana.

Como comunista, sindicalista y con una firme postura de izquierda antiimperialista y contra el fascismo, Aurora se mantuvo por muchos años en medio del debate público y el activismo político y social, incluido su apoyo a los estudiantes en 1968. Era vista como una mujer liberada, siempre firme en su lucha por los ideales revolucionarios que veía cada vez más ajenos a los gobiernos priistas. Su arraigado nacionalismo, su idea de la patria y su visión de la mujer y de la historia mexicana quedaron plasmados en sus libros de poesía como Humanos paisajes (1958), La máscara desnuda (1969), o Espiral en retorno (1981), pero sobre todo en su arte gráfico, en especial en sus otros grandes murales: los cuatro que pintó en 1962 al interior del antiguo Auditorio 15 de mayo del SNTE (en la calle de Belisario Domínguez del centro de Ciudad de México), hoy en el abandono; y El primer encuentro realizado en el edificio de la alcaldía de Coyoacán en 1978.

Si algo destaca en la larga trayectoria de Aurora Reyes es su lucha desde el magisterio por un país mejor, su visión de la educación como pilar del desarrollo y la importante labor del maestro "en los movimientos históricos de la patria", pero siempre con una postura crítica, pues como ella afirmó: "Amo por encima de todo la libertad". Murió hace 35 años, el 26 de abril de 1985.


(Tomado de: Cruz García, Ricardo - Aurora Reyes: lucha y arte. Relatos e historias en México. Año XII, número 140 Editorial Raíces, S.A. de C. V., México, 2020)

lunes, 16 de mayo de 2022

La Expedición Punitiva II

 


Las alas de la Punitiva.

La gran flota aérea de los Estados Unidos, bandada de pájaros de guerra que cubren el cielo y permiten a las escuadras y a los ejércitos maniobrar a la sombra, nació en los desiertos y en las montañas de Chihuahua hace cincuenta años, cuando la Expedición Punitiva trataba de capturar, vivo o muerto, a Pancho Villa, el locamente audaz asaltante de Columbus. Fueron los trabajos y penalidades, los éxitos y los fracasos, los vuelos entre la nieve y la lluvia, los aterrizajes forzados, las travesías rozando los árboles de las montañas, de once pilotos ahora olvidados, los que dieron tal caudal de experiencia, que la flota aérea americana lo está aprovechando todavía, desde los tiempos anteriores a la participación de Estados Unidos en la primera Guerra Mundial.

El 19 de marzo, una semana después de que las tropas de caballería al mando del general John J. Pershing cruzasen la frontera entre Nuevo México y Chihuahua, tras las huellas aún visibles de los corceles de Pancho Villa, salieron de Columbus ocho aeroplanos del ejército norteamericano con dirección al sur. La invasión es ya no sólo por la tierra, sobre la arena del desierto, sino por el aire, entre las nubes de tempestad. Sabiendo que el escuadrón estaba listo, Pershing telegrafió desde Nuevo Casas Grandes, ordenando que los ocho aeroplanos salieran a incorporársele. Pasaban diez minutos de las cinco de la tarde, cuando el octavo aparato se desprendió de la tierra en el campo de aviación de Columbus. El primero había traspasado ya la red invisible que debe existir marcando la frontera, y en formación, los ocho aparatos enfilaron abiertamente hacia el sur. Era la primera vez que Estados Unidos, en su historia militar, utilizaba la aviación como arma de combate. Eran ocho aviones lentos, carentes de los aparatos de precisión que ahora se usan, mal acoplados, mal inspeccionados. A la media hora de vuelo, uno da media vuelta y enfila proa nuevamente hacia Columbus, por haberse dado cuenta el piloto de que uno de los cilindros del motor no funcionaba. Pronto llegó la noche, pues eran los últimos días del invierno los que iban pasando. Siete aviones vuelan sobre territorio desconocido y se dispersan. Cuatro de ellos, entre sombras, llegan al pueblo de La Ascención y aterrizan en campo raso. Los otros tres se han perdido y nada se sabe de ellos sino hasta la mañana siguiente: uno aterrizó cerca de Janos, otro en Ojo Caliente, y el tercero, tratando de poner término a su vuelo en las inmediaciones de la estación de Pearson, se destroza las ruedas, capotea y queda en condiciones de no poder elevarse más. Es el marcado con el número 41. El piloto emprende la marcha a pie rumbo a Casas Grandes, y se envía un destacamento para recoger las partes del aeroplano que puedan ser aprovechables, pero encuentra villistas en el camino, se tirotea con ellos y se devuelve. Al día siguiente, un escuadrón más fuerte intenta de nuevo llegar hasta el aparato caído; nadie lo hostiliza ya, y puede recoger varias piezas, abandonando el resto, y cuando está a dos o tres kilómetros, ve una columna de humo: los villistas que han seguido a la columna, queman los restos del avión enemigo.

La escuadrilla comienza con mala fortuna. Vientos terribles hacen perder la ruta a los aviones y los precipitan sobre las montañas, donde corren el riesgo de estrellarse. El teniente T. S. Bowen, cogido en un remolino, cae con su aparato, que se destroza, y tiene que marchar a pie a rendir el parte de su desgracia.

Las funciones de la escuadrilla eran mantener comunicaciones entre las tres columnas volantes destacadas por Pershing hacia el sur y las bases de operaciones, y también, las de avisar de la presencia de cualquier grupo armado, no americano, que vieren en sus travesías. Con esa finalidad, los aeroplanos volaban todos los días, sobre montañas y valles, desiertos y ríos. Cuando dos aviones intentan pasar la Sierra de Cumbre, a través de la cual pasa un túnel del Ferrocarril Noroeste de México, las máquinas apenas pueden levantarse lo suficiente para pasar rozando con las ruedas las copas de los árboles.

Otro avión, el 44, es destruido al aterrizar en San Jerónimo. Se incendia. Y el 52, que hacía un reconocimiento entre Satevó y Parral, cayó cerca de Ojito, destrozándose en gran parte. A cien millas de distancia de la próxima base, el teniente I. A. Rader abandona su máquina y se marcha a pie por el desierto. El 42, después de varios vuelos, está de tal manera inservible, que se le desmantela y se le incendia en San Jerónimo.

Sin duda el más interesante incidente de la aviación americana en esos días, fue el vuelo hacia la ciudad de Chihuahua. En territorio que les era hostil, los americanos encontraban grandes dificultades para proveerse de alimentos. Y se decide pedir al cónsul de la ciudad de Chihuahua, Mr. Marion Letcher, que los adquiera ahí y los envíe por ferrocarril hacia el oeste. Dos aeroplanos llevarán por duplicado las comunicaciones al cónsul, por si uno fracasa. El número 43, piloteado por el capitán Benjamín D. Faulois y el teniente Herbert A. Dargue, debe aterrizar al sur de la ciudad, mientras el 45, en el que van el capitán T. F. Dood y el teniente Joseph E. Carberry, debe aterrizar al norte. Los dos llegan a su destino, al mediodía del 6 de abril. La población se da cuenta, comprende que los aviones han tocado tierra, y grandes grupos de gente indignada emprenden la marcha rumbo a los probables sitios de aterrizaje. Del 43, que está en el llano al sur, baja el capitán Faulois, y emprende la marcha rumbo al consulado americano mientras el avión se eleva de nuevo para reunirse con el que ha aterrizado en el lado norte, en las inmediaciones del pueblo de Nombre de Dios. Apenas tiene tiempo de elevarse antes de que cuatro soldados, que le han visto, le hagan fuego. El capitán Faulois es capturado y la policía se encamina con él hacia la Penitenciaría. Se ha juntado ya alrededor del grupo una gran multitud, hombres y muchachos, que gritan contra los americanos. Son los brazos abiertos que el general Pershing esperaba encontrar en Chihuahua. El coronel Miranda, jefe del estado mayor del general Luis Gutiérrez, interviene y consigue la libertad del prisionero, quien entonces pide a las tropas mexicanas protección contra el pueblo, temeroso de que algo les haya ocurrido a los dos aeroplanos y los demás tripulantes. En efecto, cuando llegan a Nombre de Dios, encuentran solamente un aeroplano, el del teniente Dargue. Él les informa que, cuando el otro aeroplano había tocado tierra, el capitán Dood se marchó a entregar sus despachos, pero el avión había sido rodeado por una multitud hostil que lanzaba gritos contra los invasores y procuraba dañar el aparato, quemando la tela con los cigarros o rasgándola con las navajas. Temerosos de que sus aviones fueran destruidos por la multitud que engrosaba de momento en momento, los dos pilotos decidieron emprender el vuelo, hacia el lado sur, donde esperarían a los capitanes. Carberry pudo despegar, mas en cuanto Dargue echó a andar su motor, una lluvia de pedradas cayó sobre el aparato unos cuantos metros corrió sobre el suelo y comenzó a elevarse, pero el estabilizador estaba roto por las pedradas, y tuvo que aterrizar inmediatamente. En cuanto lo vieron caído, los indignados habitantes se calmaron, y al día siguiente, arreglados los desperfectos, Dargue pude elevarse para informar a la Expedición Punitiva que ya el cónsul Letcher enviaba a los soldados la comida que les estaba haciendo falta.

Pocos días después, el 19 de abril, el teniente Dargue y el capitán Robert H. Willis, que estaban tomando fotografías de los caminos que conducen a Chihuahua (lo que no era precisamente perseguir a Pancho Villa), se estrellan al occidente de la ciudad. Willis queda bajo el fuselaje roto, y sale todo cubierto de heridas. Incendian el aparato y en dos días de marcha, sin alimento ni agua, caminan los cien kilómetros que los separan de su base.

En un mes se han perdido seis aviones, las tres cuartas partes de la fuerza aérea de la Expedición. El resto de la escuadrilla se retira hacia Columbus, en espera de nuevos aparatos.

Villa, escondido en su cueva de la sierra de Santa Ana, herido en una pierna, inmovilizado, poseído por la calentura, oye los motores de los aviones americanos zumbar sobre la montaña y sobre la cañada. Él y sus fieles, Marcos Torres y Bernabé Cifuentes, desafían el peligro por la curiosidad y asoman la cabeza por la cueva para ver pasar a los aeroplanos. Varias veces sienten la vigilancia que sus enemigos ejercen desde las nubes. Pero lentos como son los aviones, son todavía demasiado veloces para darse cuenta de los seis ojos que los miran desde la gota negra de una cueva en el flanco de la montaña. Y pasan y vuelven a pasar, sin darse cuenta de que las hélices le hacen fresco en la cara a Pancho Villa. El teniente Rader, que se ha estrellado cerca de Ojito, está ahí nada más, al pie de la montaña, viendo su aeroplano inútil. Se encuentra más cerca de Villa que de su base, más cerca de Villa que ningún otro americano, pero no lo sabe, y quizá si lo supiera marcharía más de prisa para unirse con los suyos. Los villistas no lo molestan, porque sería dar señas de su presencia. Y no vuelven más aeroplanos por ahí, porque no quieren que les mire la mala estrella que cegó a Rader.

Villa duerme tranquilo, sin que le moleste más el zumbido de los motores.

En cuanto se da cuenta de que Pancho ha ocupado la ciudad de Chihuahua, el general Pershing se inquieta y pide permiso para atacar. Varios meses lleva ya la Punitiva sin desarrollar actividad alguna, y al sentir que nuevamente el atacante de Columbus ha puesto en pie de guerra un ejército de seis mil hombres, el jefe de la Expedición considera que ha llegado el momento de procurar su desbandada. He aquí lo que dice al general Funston, jefe del sector militar: "Debido a la audacia de Villa y a la ineficacia de las tropas carrancistas, el poder de aquél va creciendo. Informes que considero auténticos, señalan su fuerza en seis mil hombres. Cuatro trenes cargados de mercancía, capturada en Chihuahua, llegaron a San Isidro el día 5 del presente. Debe dársele un golpe rápido. Nuestro prestigio en México aumentaría en el momento. Tomando en cuenta las actividades de Villa en las últimas dos semanas, la pasividad de la Expedición a mi mando no es de desearse. Como lo he informado en anteriores comunicaciones, la ofensiva de nuestra parte no encontraría quizá resistencia por parte de las fuerzas carrancistas, y debe recibirse aprobación; el elemento civil nos recibirá bien, pues ahora se sorprende de nuestra inacción."

Y al transcribir el anterior mensaje al Departamento de Guerra, el general Funston se muestra de acuerdo: "Yo apruebo la anterior recomendación -dice-. Los éxitos de Villa lo están colocando rápidamente en el control de una gran parte del estado de Chihuahua. Los carrancistas que se le han opuesto han fracasado, habiendo sido seria y decisivamente derrotados varias veces en el curso del mes pasado. Y no veo la razón para creer que tendrán más fortuna en los meses próximos, pues Villa está adquiriendo mayor fuerza a cada momento y mayor influencia y está extendiendo la zona sobre la que tiene completa autoridad. Los informes del servicio secreto dicen que hay fuertes simpatías para Villa en Coahuila y Nuevo León, y yo creo que si se le permite seguir su carrera sin obstáculos, en el curso de pocos meses controlará todo el norte de México. Un rápido y decisivo golpe que le dirija ahora John J. Pershing detendrá su creciente poder, y si se le permite continuar hasta que Villa sea capturado, pondrá fin a su movimiento, beneficiando grandemente al gobierno de facto. John J. Pershing declara que tal esfuerzo no encontrará resistencia por parte de los carrancistas. Yo ciertamente veo que contará no sólo con su aprobación, sino con su ayuda. Ésta comprenderá el permiso para usar el Ferrocarril Central o el Noreste de Ciudad Juárez al sur, ya que Pershing necesita alguno de ellos para sus comunicaciones, pues no se podría asegurar el éxito completo en la persecución de Villa sin la posibilidad de seguirlo hasta el estado de Durango."

Una vez más, los jefes americanos demuestran su error en interpretar la situación, y hacen augurios que el tiempo se encargará de echar al viento. Funston asegura que Villa podrá controlar en pocos meses todo el norte de México, pues no creyó que las tropas carrancistas puedan tener mejor fortuna que la que tuvieron hasta el momento de la caída de Chihuahua. Ignora qué clase de gente es Francisco Murguía, quien avanza al galope de Santa Rosalía hacia Chihuahua. Ignora que en los momentos en que dicta su mensaje, en los llanos de Horcasitas Villa y Murguía, al frente de cuatro o cinco mil jinetes cada uno, se encuentran, cargan uno contra el otro, se mezclan, se hacen fuego con sus pistolas, se golpean con sus sables, se encrespan, se echan los caballos encima, caen en la tierra revueltos, y luchan ferozmente por cuatro horas hasta que Villa se retira rumbo a Chihuahua. Ciertamente no ha sido la fortuna la que decidió este encuentro, sino el valor, la decisión, el coraje, la fuerza. Francisco Villa ha encontrado un adversario de su categoría. No es ya José Cavazos quien lo combate, ni Jacinto B. Treviño ni Gabriel González Cuéllar. Es Francisco Murguía, a quien siguen Eduardo Hernández, Heliodoro Pérez, Pablo González el Güero y otros generales que usan la ropa bien apretada. Son los que van a asestarle los golpes definitivos en plena quijada. Primero en Horcasitas, después en muchos otros encuentros. Villa ganará alguno, pero cuando Murguía deja el mando de las tropas carrancistas en Chihuahua, ya Pancho va perdiendo la confianza en que algún día la División del Norte volverá a pasear victoriosa por la República. Por lo pronto, abandona la ciudad de Chihuahua y se encamina hacia la sierra, aproximándose hacia la Expedición Punitiva. Sabe que no corre peligro, pues a las instancias de Pershing para que se le permita atacar, Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos, contesta que se están desarrollando pláticas para el retiro de la Expedición y que ésta no debe dar un paso hacia adelante, ni disparar un solo tiro, si no es atacada en sus posiciones.

Villa se guarda mucho de atacarlas. Y los soldados vestidos de caqui lo ven pasar, casi frente a sus posiciones, llevándose los trenes cargados con el producto del saqueo de Chihuahua.


(Tomado de: F. Muñoz, Rafael - La Expedición Punitiva. Cuadernos Mexicanos, año I, número 19. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f) 

jueves, 12 de mayo de 2022

Museo Anahuacalli, ciudad de México

 


Calle del Museo, núm. 150, Coyoacán.

Aún rodeado por antiguas callejuelas que pertenecieron al añejo barrio de Churubusco, se levanta este impresionante edificio que recuerda a una pirámide prehispánica. La mole de piedra volcánica fue inaugurada en 1964 y se debe al diseño y concepción artística del talentoso pintor y muralista Diego Rivera, quien se inspiró en la arquitectura prehispánica del altiplano central. En el interior del edificio se pueden apreciar diversas ornamentaciones a base de piedras de colores que reproducen figuras de deidades indígenas del agua y de los vientos. A lo largo de su vida, Rivera reunió una numerosa colección de objetos y piezas arqueológicas de las distintas culturas que florecieron en el territorio nacional, la que posteriormente donó al pueblo de México. Hoy día esta colección se expone en el recinto y en ella se encuentran principalmente objetos de cerámica de uso ritual y doméstico procedentes de culturas como la olmeca, teotihuacana, mexica, zapoteca y mixteca. En el piso superior se encuentra la reproducción del estudio del maestro, con algunos objetos personales y obras de caballete sin concluir.

(Tomado de: Breña Valle, Gabriel, y Cháirez Alfaro, Arturo - Guía México Desconocido, Descubriendo el Distrito Federal, guía número 14, 1994. Editorial Jilguero, S.A. de C.V).

lunes, 9 de mayo de 2022

La Ogresa de la Roma


Un buen día de 1941, en el edificio ubicado en Salamanca 19 de la colonia Roma, los vecinos comenzaron a tener problemas con el drenaje, por lo que el dueño del inmueble mandó traer a un plomero y varios albañiles para que desasolvaran las alcantarillas. En cuanto retiraron el tapón que conectaba con el drenaje de la ciudad los obreros se llevaron la sorpresa de su vida: en las tuberías encontraron un tapón conformado de trapos sanguinolentos, grasa y pedazos de carne putrefacta. Sin embargo, lo que más les puso la carne de gallina fue que entre todo el amasijo se encontraba un cráneo de bebé.  De inmediato la policía inició sus pesquisas y detuvo a una de las inquilinas, de nombre Felícitas Sánchez Aguillón, mujer de marcada fealdad que se presentó como enfermera. Conforme avanzó la investigación, los agentes de la ley encontraron que Felícitas se dedicaba a interrumpir embarazos no deseados y a traficar con bebés. Más aún, descubrieron que la mujer era una infanticida que por lo menos había asesinado a una docena de recién nacidos. La prensa de inmediato la bautizó con varios motes, pero el que la hizo famosa fue "la Ogresa de la colonia Roma".

Sánchez Aguillón, originaria de Veracruz, se dedicaba a realizar abortos clandestinos a las señoritas bien nacidas de la época, y a llevarse a los niños producto de sus amores ilícitos cuando la interrupción del embarazo ya no era viable. A los bebés que caían bajo su custodia los vendía a buen precio, y de los que no podía deshacerse los sometía a un terrible martirio que consistía en parodiar los cuidados de una madre amorosa: los bañaba con agua helada, los alimentaba con carne descompuesta y los hacía dormir en el piso. Cuando se cansaba de sus juegos, simplemente los apuñalaba, asfixiaba o los quemaba vivos.

Felícitas fue procesada en abril de 1941, únicamente por los delitos de aborto, inhumación ilegal de restos humanos y delitos contra la salud pública, todos cargos que alcanzaban fianza. Se tiene la sospecha de que entre sus clientes había poderosos funcionarios y notables de la época que abogaron por ella ante el temor de sus declaraciones.

De cualquier manera, la mujer no soportó el rechazo social y se suicidó con una dosis mortal de Nembutal el 16 de junio de ese mismo año.

(Tomado de: Delgado, Omar. Serial Nacional. La Ogresa de la Roma. Muy Interesante. Crimen. Casos en México. Vol. VI. Editorial Znet Televisa, S.A. de C. V. Ciudad de México, 2019)

jueves, 5 de mayo de 2022

Pawahtún, Cargador del Cosmos (Dios N)


Se creía que eran uno y cuatro a la vez, cada uno sosteniendo una esquina del cosmos, razón por la que frecuentemente se muestran con los brazos en alto, en actitud de cargar. Sus rasgos son los de un viejo desdentado con el rostro arrugado y el cabello envuelto en una red. En ocasiones sostiene una planta de lirio acuático o la flor de ésta puede aparecer como parte de su tocado. También se le representó con un caparazón de tortuga en la espalda, y su nombre en los códices, además del número 4, incluye un signo que representa a esa concha. 

Puede emerger de una flor, lo que es más común, de una concha de caracol. Reside en el cielo, la tierra y el inframundo, es decir, sostiene tanto la bóveda celeste como la superficie de la tierra. Es de naturaleza pétrea, por eso en muchas imágenes del Clásico porta en el cuerpo elementos del glifo tun (piedra). Este signo es un reforzador fonético, que junto con el prefijo en forma de red (pa) y el afijo (wah, "tamal"), que en los códices aparece como parte de su tocado, forman la palabra Pawahtún.

Su cabeza se utilizó para representar el número 5 (jo) y se cree que era la deidad que presidía los cinco días nefastos o sin nombre (wayeb') del calendario solar. Se le ha identificado con el dios Mam (abuelo) de las tierras altas de Guatemala y con los cuatro B'acab' (El Primero de la Tierra) de los yucatecos. Era además patrono de escribas y pintores.


(Tomado de: Pérez Suárez, Tomás - Dioses mayas. - Los dioses mayas. Arqueología Mexicana, vol. XV, núm. 88. Noviembre/diciembre 2007. Editorial Raíces/Instituto Nacional de Antropología e Historia. México, D.F.)

lunes, 2 de mayo de 2022

La Decena Trágica en México, 1913



El Cuartelazo felicista

o sea

La Decena Trágica en México

Samuel Margarito Lozano

Sangrientos sucesos ocurridos en México del 9 al 19 de febrero de 1913

Oigan, nobles ciudadanos,

prestadme vuestra atención

voy a cantar un corrido

de la actual Revolución.


Reyes y don Félix Díaz

echaron muy bien su trato

y para vengar rencores

idearon un cuartelazo.


Señores tengan presente,

que el día nueve de febrero

Mondragón y Félix Díaz

se alzaron contra Madero.


Era jefe Mondragón

del Segundo Regimiento

y salió de Tacubaya

para México en su intento.


Daba el reloj ese día

las siete de la mañana

cuando a México llegó

Mondragón con fuerza armada.


Dio libre a Bernardo Reyes

y después a Félix Díaz,

para avanzar a Palacio

reunieron las compañías.


Don Félix le dijo a Reyes

con audacia y con cautela

"Si usted asalta el Palacio

yo tomo la Ciudadela".


Reyes con todas sus tropas

su valor quiso mostrar,

y al acercarse a Palacio

la muerte vino a encontrar.


Allí cayó muerto Reyes

por una bala certera

y muchos muertos y heridos

se miraban por doquiera.


A las diez de la mañana

del día nueve de febrero

se dirigió hacia el Palacio

el presidente Madero.


Luego que llegó a Palacio

por el pueblo fue aplaudido

porque deveras ese hombre

de todos se hizo querido.


Con su estandarte glorioso

que en la mano lo traía,

recorrió todas las calles

pues temor no conocía.


Madero, estando en Palacio,

dijo: "qué ingrata es mi suerte,

doy mi vida por el pueblo,

yo no le temo a la muerte".


Mandó llamar a Blanquet

que en Toluca se encontraba

sin saber el presidente

que Blanquet lo traicionaba.


Cuando a México llegó

con sus tropas ya bien listas

se proclamó partidario

de las fuerzas felicistas.


Huerta le dijo a Madero

con palabra traicionera:

"Si usted me confía las tropas

yo tomo la Ciudadela".


El presidente le dijo:

"eso lo voy a ordenar

aunque yo sé demasiado

que usted me va a traicionar".


Luego Riveroll e Izquierdo

los dos con nefanda astucia

al presidente Madero

le pidieron su renuncia.


Madero les contestó

"No presento mi retiro

yo no me hice presidente,

fui por el pueblo elegido".


El presidente les dijo,

"quién fue el que los mandó"

y sacando su revólver,

el pecho les traspasó.


Don Aureliano Blanquet

le dijo al señor Madero,

cogiéndole por los hombros:

"dese usted por prisionero".


Terminaron los combates

el dieciocho de febrero,

quedando allí prisioneros

Pino Suárez y Madero.


Muchos soldados, ya muertos,

en Palacio y Ciudadela

fueron sus restos quemados

en los campos de Balbuena.


La sangre corrió a torrentes

pero era sangre de hermanos

siendo culpables de todo

ambiciosos mexicanos.


Huerta por sus partidarios

se hizo solo presidente,

luego que subió al poder

a Madero le dio muerte.


El veintidós de febrero

fecha de negros pesares,

mandó Huerta asesinar

a Madero y Pino Suárez.


El Presidente Madero

a Huerta le hizo favores,

un bien con un mal se paga

eso es muy cierto, señores.


Cárdenas fue el asesino

que hizo el tan chula gracia

de asesinar a dos héroes

Padres de la Democracia

Aquí terminan los versos

y si han logrado gustar,

son compuestos por Lozano,

un coplero popular.


Del 9 al 19 de febrero de 1913, el cuartelazo felicista, o la Decena Trágica, puso en entredicho la legitimidad militar del presidente Francisco I. Madero, quien, a su vez, había confiado en el general Victoriano Huerta para sofocar la rebelión. La caída de Madero se precipitó con la traición de Victoriano Huerta, quien se adhirió a las fuerzas rebeldes en el Pacto de la Ciudadela; lugar donde se dieron los más fuertes combates, realizado en el interior de la embajada estadounidense; con la anuencia del embajador Henry Lane Wilson. En el corrido se menciona al coronel Jiménez Riveroll y al mayor Izquierdo, quienes trataron de asesinar al presidente Madero en el Palacio Nacional el 18 de febrero, aunque, en esa ocasión, Madero fue defendido por el capitán Gustavo Garmendia.

Existen múltiples versiones de corridos sobre la Decena Trágica, dentro de las que se encuentra la de Daniel Castañeda, que cuenta con 250 cuartetas que relatan en detalle el proceso que llevó al poder a Victoriano Huerta, aquí ofrecemos la versión de Samuel Margarito Lozano.


(Tomado de: Avitia Hernández, Antonio - Corrido Histórico mexicano (1910-1916) Tomo II. Editorial Porrúa, colección “Sepan cuántos…” #676. México, D.F. 1997)