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jueves, 28 de julio de 2022

Corrido El exterminio de Morelos, 1912


 

El exterminio de Morelos

Marciano Silva

Dios te perdone, Juvencio Robles,

tanta barbarie, tanta maldad,

tanta ignominia, tantos horrores,

que has cometido en nuestra entidad;

de un pueblo inerme los hombres corren

y después de esto vas a incendiar;

qué culpa tienen sus moradores

que tú no puedas al fin triunfar.


Si es que a Emiliano Zapata buscas,

allá en los montes le encontrarás,

marcha a los campos contra él y lucha

y así de gloria te cubrirás;

deja a los pueblos, no tienen culpa,

ya no los mandes a exterminar,

el que es valiente nunca ejecuta,

hechos tan viles como el actual.


Lo que es Cartón y Rasgado en suma

en nuestro Estado nunca podrán

vencer a Neri, que es la figura

más formidable que hay en el plan;

saben muy bien los sitios que ocupa,

al fin se animan pero no van,

y como prueba les diré algunas

de sus hazañas en realidad.


Llegan a un pueblo que abandonado

sus habitantes dejaron ya,

tiran balazos, por si emboscados

los zapatistas llegan a estar;

si este saludo no es contestado

entonces entran allí a incendiar;

triunfan los leales de un pueblo aislado

al cual dejaron sin un hogar.


Si zapatistas llegan a un pueblo

y son en número regular,

mandan un parte luego al gobierno

más inmediato sin dilatar:

"aquí se encuentran los bandoleros,

pueden venirlos a exterminar";

el bravo jefe responde luego:

"cuentos de viejas, qué van a estar".


Pero si saben que ya se fueron

y que muy lejos deben estar,

entonces marchan, pero ligeros,

con sus cañones a bombardear;

las pobres casas son los guerreros

con quienes van a contrarrestar

y las mujeres que sin remedio

se llevan como un trofeo marcial.


¡Cuántos pacíficos ha matado

Cartón en su cruel avilantez;

cuando algún pueblo llega a incendiar

y en sus hogares encuentra a alguien,

luego en su parte pone el menguado:

"hónrome participar a usted

que a zapatistas he derrotado

quité caballos y armas también".


Son nuestros pueblos sólo unos llanos,

blancas cenizas, cuadros de horror,

tristes desiertos, sitios aislados,

donde se agita sólo el dolor;

fúnebres restos que veneramos

como reliquias de nuestro amor,

donde nacimos, donde nos criamos,

y alegres vimos la luz del Sol.


Adiós, Cartón y Juvencio Robles,

adiós, Rasgado, bravo adalid,

llévenle a Huerta sus batallones

y su estrategia tan infeliz;

díganle que ya no hay poblaciones

ni bandoleros que perseguir,

sólo Zapata y sus escuadrones

siempre dispuestos a combatir.


Bravos guerreros, hijos de Esparta,

que al fin se honraron con acabar,

pero a los pueblos, porque a Zapata

ni la razón han podido dar;

quemar a un pueblo creo que no es gracia,

matar inermes es cosa igual,

dejar familias en la desgracia,

eso no es honra de un militar.


Cuántas familias se hallan llorando

en tierra extraña sin un hogar,

y por su pueblo siempre anhelando

sin que ese instante pueda llegar;

cuántas familias peregrinando

de pueblo en pueblo siempre andarán

hasta que el cielo diga: "hasta cuando",

a sus hogares se volverán.


Soldados viles, que habéis jurado

ser la defensa de la Nación,

ya no exterminen a sus hermanos

y alcanzarán su salvación;

negros caínes cual inhumanos

tened un rasgo de abnegación,

quiero se dignen, cual mexicanos,

oír los clamores de la razón.


La guerra zapatista fue sostenida por las comunidades y poblados pequeños del estado de Morelos, lugares de donde provenían la mayoría de los combatientes revolucionarios zapatistas.

Como para el ejército huertista era muy difícil batir a los zapatistas en el terreno de las armas, por el hecho de que, en su táctica de guerra de guerrillas, los zapatistas aparecían y desaparecían al amparo de la sierra del estado de Morelos; durante los años de 1912 a 1913 y parte del 14, el general Juvencio Robles y sus subalternos Luis G. Cartón y Alberto T. Rasgado optaron por combatir a los zapatistas en sus fuentes de abastecimiento, con el exterminio sistemático de las cosechas, reconcentración e incendio de los poblados que simpatizaban o ayudaban a los zapatistas.

La sensibilidad del extraordinario corridista don Marciano Silva nos narra, en su peculiar estilo de bola suriana, los detalles del exterminio del estado de Morelos por los huertistas, el corrido debió ser compuesto antes de la muerte del general Felipe Neri Jiménez.


(Tomado de: Avitia Hernández, Antonio - Corrido Histórico mexicano (1910-1916) Tomo II. Editorial Porrúa, colección “Sepan cuántos…” #676. México, D.F. 1997)