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jueves, 5 de octubre de 2023

El Caracol y el Sable VI

 



Las cárceles

Federico Gamboa, siendo subsecretario de Relaciones Exteriores, hizo un viaje a Veracruz en febrero de 1909. Su afán era conocer la prisión de San Juan de Ulúa para escribir algunas páginas de su novela La llaga. Gamboa, víctima del "documento humano" de los escritores naturalistas, pretendía encerrarse con los presos unas horas. Comunicó su propósito al director de la prisión, general José María Hernández, y éste le respondió en lenguaje llano:

-No se lo aconsejo, mi estimado subsecretario, pues correría usted el riesgo de que estos bárbaros, me lo violaran…

Gamboa, conducido por el propio Hernández, vio los calabozos y las tinajas de Ulúa. Escribió en su Diario: "...me enseñó los no menos espantables calabozos que apellidan, respectivamente, el "infierno", el "purgatorio", el "limbo" y la "gloria", que yo necesitaba ver con mis ojos para describirlos en mi libro. Todos ellos tenían inquilinos, y quiso mi mala estrella que en el "limbo" llevarse más de un año de estar aislado, incomunicado, el rebelde don Juan Sarabia, quien en las sombras de aquella especie de cisterna cálida y oliente a sudor y a mariscos, en camiseta y calzoncillos, se levantó del asiento que ocupaba para responder a nuestros buenos días. Me horroricé por dentro..." a pesar de su horror, Gamboa -así lo recordaría año y medio después Juan Sarabia- comentó: "Qué fresco, parece que estamos en la playa…"

Cuando visitó Gamboa San Juan de Ulúa, estaban prisioneros los líderes de la huelga de Cananea y los participantes en el asalto a Ciudad Juárez en 1906, a quienes se les acusaba, a  más del delito de rebelión, de "ultrajes al Presidente de la República", homicidio, robo de valores y destrucción de edificios. El trato a los presidiarios era cruel, inhumano. Había cantina y a los ebrios los perseguían los carceleros -así lo describió Esteban Baca Calderón- nervio de toro en mano, para golpearlos. No pocos murieron a palos. Periodistas y obreros -contados líderes de los trabajadores; casi todos los acusados de sedición morían en Valle Nacional o Quintana Roo- descargaban carbón de los transportes a los buques de guerra. De los testimonios de San Juan de Ulúa, el de Enrique Novoa, capturado en la rebelión de 1906 en Acayucan, es imborrable: "Las paredes se tocan y están frías, como hielo, pero es un frío húmedo y terrible que penetra hasta los huesos, que cala, por decirlo así. A la vez el calor es insoportable, hay un bochorno asfixiante; jamás entra una ráfaga de aire, aunque haya norte afuera. Las ratas y otros bichos pasan por mi cuerpo, habiéndose dado el caso de que me roan los dedos... Procuro dejarles en el suelo migas de pan para que se entretengan. Hay noches que despierto asfixiándome, un minuto más y tal vez moriría, me siento, me enjugo el sudor, me quitó la ropa encharcada y me visto otra vez para volver a empezar. Cuando esto sucede, rechino los dientes y digo con amargura ¡oh pueblo! ¡oh patria mía!" Los prisioneros que sobrevivieron reanudaron la lucha emprendida.  Veintisiete años después de las reformas a los artículos 6° y 7°, de las subvenciones a los periódicos, de la clausura de los diarios independientes, de las penas corporales, del acoso y el hambre, la prensa de oposición era invencible. Rafael de Zayas Enríquez, en sus Apuntes confidenciales para Porfirio Díaz verdadero informe de la situación nacional hacia 1906 y cuyas páginas recuerdan las de los visitadores de la Nueva España, porque a más de su veracidad no carecían de advertencias- había escrito de la tenacidad de los no pocos periodistas, de su conducta sincera y de la influencia que ejercían en el país. "Creer -escribió- que la persecución puede destruirla [a la prensa] o siquiera enfrenarla, es error más craso, porque se da a cada escritor perseguido la aureola de un mártir de la libertad, y el héroe de calabozo suele convertirse en héroe de barricada." Zayas entregó sus Apuntes en agosto. Un mes antes los lectores de regeneración habían leído el Programa y Manifiesto del Partido Liberal. La batalla contra la dictadura había empezado en un periódico.


(Tomado de: García Cantú, Gastón - El Caracol y el Sable. Cuadernos Mexicanos, año II, número 56. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)

lunes, 23 de mayo de 2022

Jesús Martínez "Palillo"

 


Apodado Palillo por su extraordinaria delgadez, el cómico tapatío fue azote de políticos y pillos, así como firme puntal de la risa y la emoción popular mexicanas.

Jesús Martínez Rentería nació en Guadalajara, Jalisco, el 13 de marzo de 1913. Huérfano de padre, estudió la primaria en el orfanato Luis Silva de aquella ciudad. Fue agente de tránsito, fotógrafo, sochantre de la catedral de su ciudad natal, novillero y cristero antes de iniciarse en la farándula, como corista del Teatro Principal de Guadalajara, a los 19 años.

Una afonía crónica cortó su breve experiencia lírica y lo empujó al humor. Empezó su carrera cómica en la carpa Teatro Salón Jalisco, como segundo actor, y en 1932 fue contratado por el Teatro Obrero. En 1934 se trasladó al Distrito Federal, trabajó en el Salón Mayab y en las carpas Ofelia, Moreno y Apolo. En 1937 fue contratado para actuar en el célebre Teatro Colonial, donde permaneció hasta su debut en el Follies Bergére en 1944. Desde el principio se hizo famoso por sus vigorosas sátiras políticas, que lo condujeron varias veces a la cárcel, a enfrentamientos físicos y a la clausura de funciones y teatros. En 1964, por ejemplo, el regente capitalino clausuró el Teatro Iris para evitar la representación de uno de sus sketchs: "El jurado de las Poquianchis".

Palillo escribió una columna en el semanario El Redondel durante varios años bajo el título de "Astillas de Palillo". La retomó, en 1994, en el diario deportivo Esto. También actuó en tres películas: Lo que el viento trajo, Ay Palillo, no te rajes (1944) y Palillo Vargas Heredia en 1947, ninguna de ellas recordada con gran entusiasmo por el actor. Como empresario artístico, creó la popular Carpa México.

Palillo fue un gran aficionado al futbol y fundó la Mutualidad Deportiva Nacional en ayuda de los deportistas incapacitados. Impulsó asimismo la construcción de la Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixhuca, en el D.F., cuyo estadio principal fue bautizado con su nombre. Fue socio fundador de la Asociación Nacional de Actores (ANDA) y un sindicalista muy tenaz. Falleció el 11 de noviembre de 1994, como consecuencia de un coma hepático, en la ciudad de México.