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martes, 6 de agosto de 2024

Historia cultural del cactus VI Historia revolucionaria

 


Historia cultural del cactus 

6 Historia revolucionaria


España conservó durante dos siglos y medio el monopolio de la cochinilla, vigilándo celosamente todos los barcos que zarpaban de las costas mexicanas. El menor intento de exportar el piojo colorante era castigado con la pena de muerte. Sin embargo, un francés, Thierry de Menonville, desafió la terrible pena para procurar a su patria, recién convertida en república, la preciosa materia tintorera. Registró por la noche, cautelosamente, algunas de las mejores plantas-criaderos de cochinilla en el estado de Oaxaca ("Juaxaca", escribe él) y consiguió un puñado de piojos purpúreos. Logró llegar felizmente con su botín a Santo Domingo, donde la cochinilla se crió y se multiplicó, y pronto pudo enviarse a París un barril del precioso colorante.

La cochinilla llega ahora al momento culminante de su historia. El polvo obtenido de ella fue empleada para teñir con el rojo de la libertad la bandera de la República francesa, el glorioso tricolor con que se abanderó a la Convención Nacional en 1793. Los animalillos sustraídos de la Nueva España, fueron los encargados de ungir la nueva bandera de la Revolución.

Desgraciadamente, también el destructor de la república se adornó con la sangre de la cochinilla: el nuevo colorante rindió su tributo al tinte del que surgió la casaca roja del primer cónsul. Más tarde, un cactus mexicano vuelve a aparecer enlazado aunque solo anecdóticamente, con el nombre de Napoleón.

A comienzos del siglo XIX, un capitán inglés llamado Sidney Longwood trasplantó los grandes cactus candelabros de México a la isla de Santa Elena, carente todavía de historia. Ninguna ley española se oponía a esta operación de trasplante, pues las plantas de adorno quedaban todavía, por aquel entonces, al margen de la industria y el comercio. En Santa Elena las nuevas plantas cobraron gran altura y se ramificaron formando sobre la columna recta del tronco candelabros de muchos brazos, como en su tierra natal de México, con la única diferencia de que no florecían. La primera vez que se encendieron en ellos cientos de llamas, formadas por flores verdes y amarillas con puntas rojas, fue en la tarde del mes de mayo en que murió Napoleón. Parecía como si unos espíritus escondidos detrás de las rocas hubiesen esperado esta hora para aprender sus antorchas. A la vista de aquellos sirios encendidos de pronto, los barcos que cruzaban a lo lejos, susurraban: “Ha muerto”.



(Tomado de Kisch, Egon Erwin. Descubrimientos en México. Volumen 1. Prólogo de Elisabeth Siefer. Edición aumentada. Colección ideas, #62. EOSA, Editorial Offset, S.A. de C.V., México, Distrito Federal, 1988)

domingo, 12 de mayo de 2024

Historia cultural del cactus V Manufactura


 

Historia cultural del cactus


5. Manufactura


Y se apoderan del país con todo lo que repta por su suelo, vuela por su cielo y nada en sus aguas. Entre lo que reptaba por su suelo estaba la cochinilla, animal diminuto llamado a adquirir gran importancia. Cortés envió varias muestras a España, "simplemente por razones de ciencia", como hubo de manifestar disculpando el envío. Los españoles, que de primera intención desdeñaron como inútiles los granos de maíz y de cacao, el tomate y la vainilla y los trozos del jade más precioso, comprendieron inmediatamente el valor potencial de aquel colorante para la manufactura de tejidos de lana de Barcelona y la fabricación de telas de seda de Valencia.


Se plantaron a toda prisa las supuestas semillas, viendo con asombro que no retoñaban. Las autoridades en vista de ello pidieron a la Nueva España vástagos para plantar, tubérculos o raíces y les fueron enviados los de la Opuntia cochinellifera. De ellos surgieron en los territorios cálidos de la corona de España, en Argelia y en las Canarias, las chumberas, cuyas hojas se llenaron de bolitas diminutas, abarrotadas del ansiado colorante.


Ya existían grandes plantaciones de las que se obtenían ricas ganancias y aún no se había descubierto que las semillas vegetales no tenían nada de semillas vegetales. Cuando en 1703, Mynheer Ruyscher vio moverse a la cochinilla a través del microscopio que Leuwenhook acababa de inventar, todo el mundo meneó la cabeza escépticamente. ¿Un piojo? No era posible ¿Cómo iba a salir de un vulgar piojo un colorante tan precioso como éste?


Cuando preparaba en mi casa los apuntes para esta catedrática lección, abrí sobre la mesa un librote encuadernado en piel de cerdo que apenas me dejaba sitio libre para escribir. El título de esta obra, reducido a proporciones humanas, reza así: Museum Museorum o panorama de todas las materias y especias... desplegado ante la vista del doctor Michael B. Valentini; Francfort sobre el Mayn, Anno Domini MDCCXIV. (Largos años pasé por Europa buscando inútilmente esta obra alemana, que es, además de muchas otras cosas, una tecnología completa del período de la manufactura, para venir a dar con ella -¡oh milagros del exilio!- en la ciudad de México.) Todavía en 1714, el autor de este mamotreto lleno de erudición se resistía a dejarse convencer del todo por el microscopio:


Aún no está claro si la cochinilla debe considerarse como semilla o como otra cosa, y acerca de ello existen diversas opiniones -dice el infolio en su lenguaje arcaico-. Algunos la consideran como una semilla, razón por la cual la mayoría de los boticarios la clasifican entre las demás semillas y la incluyen en sus catálogos bajo el nombre de Sem. Coccinillae; otros, opinan que la cochinilla procede del coco, dándose ese nombre entre los españoles a un grano pequeño; otros, como Wilhelmus Piso en su Historia de las plantas brasileñas, describe minuciosamente una especie de higuera India en la que crecen, según ellos, las cochinillas.


Valentini enumera los muchos empleos que se dan a este diminuto y problemático cuerpo colorante en la manufactura de la época y apunta el hecho de que Italia debe a la cochinilla de la Nueva España la coloración roja de su vidrio.


(Continuará)


(Tomado de Kisch, Egon Erwin. Descubrimientos en México. Volumen 1. Prólogo de Elisabeth Siefer. Edición aumentada. Colección ideas, #62. EOSA, Editorial Offset, S.A. de C.V., México, Distrito Federal, 1988)

viernes, 19 de abril de 2024

Historia cultural del cactus IV Historia antigua

  


Historia cultural del cactus 

4. Historia antigua


La planta que ven ustedes aquí, señores, es la Opuntia cochinellifera y fue cogida por mí en la Pirámide de las Serpientes que se alza no lejos de la Ciudad de México [en Tenayuca, Edo. de México]. Un muchachito indio que vendía ídolos junto a la pirámide, metió el dedo en la axila de la planta, sacó una cosita diminuta, rojiza, como espolvoreada de harina, me la alargó y me dijo: "Una cochinilla". La aplastó contra la planta y salió sangre, en tal cantidad, que una de las paletas del nopal, teñida por ella, parecía un pedazo de carne cruda. Del animalito no quedó nada.


Esta planta se cultivó antaño para fomentar la cochinilla que vive en ella. En tiempos de los aztecas, se juntaba toda la sangre de estas pulgas purpúreas para entregarla al erario imperial: los príncipes de las tribus y los héroes guerreros eran recompensados con vasijas llenas de esta especie de carmín. La clase más preciosa de todas, la sangre de las cochinillas vírgenes o, por lo menos, de las hembras no embarazadas, solo podía emplearse para teñir túnicas del propio emperador y el manto del supremo sacerdote. En aquel México todavía no descubierto, el emperador y el verdugo vestían ropa del mismo color, como en el Sacro imperio Romano de la nación germánica. Pues en realidad el supremo sacerdote sacerdote de los aztecas era, al mismo tiempo, el supremo verdugo y tenía por trono y por altar el patíbulo, como nos lo relata Heine: 


Sobre las gradas de mármol del altar 


Se encuclilla un hombrecillo de cien años 


Sin un pelo en la cabeza ni en la barba, 


Revestidos de una roja camisola. 


Es el supremo sacerdote


Y está afilando su cuchillo…


De nada le sirvió afilar el cuchillo, de nada sirvieron los sacrificios humanos. El invasor avanzaba sobre la capital de los aztecas para arrancar el manto púrpura de los hombros del emperador y la camisola escarlata de los hombros del sacerdote-verdugo. Y los dioses no lo impidieron.


Pero lo que no pudieron impedir los dioses, por poco lo impide un modesto cactus, un nopal de la región de Cholula. En Cholula, Hernán Cortés pasó a cuchillo a la población; en tres horas amontonaron seis mil muertos. El Nuevo Mundo no había visto jamás, hasta entonces, una matanza semejante. Consumada esta hazaña, los españoles avanzaron sobre la capital, precedidos por el estandarte de la caballería. Era un día caluroso; los caballeros chupaban afanosamente, para apagar la sed, los frutos rojos de los nopales de Cholula.


Por el camino se ordena hacer alto: "¡Desmonten! ¡Rompan filas!" Pero, ¿Qué es esto, Dios del Cielo? ¡Sangre, es sangre! ¡Los soldados de Cortés orinan sangre! No cabe duda, sus venas han reventado: es un castigo de la Providencia por los crímenes horrorosos cometidos por ellos contra los indios. Los jinetes se apiñan temblorosos, caen de rodillas, elevan sus oraciones a Santiago de Compostela, hacen voto de enmienda y se niegan a seguir bajo las armas.


Poco después llegan a pie las tropas auxiliares de los indios. También ellas orinan rojo, pero la cosa no parece inquietarlas poco ni mucho. Los pecadores arrepentidos averiguan por los naturales del país que aquella "sangre" es, simplemente, la orina teñida por el zumo de las tunas de Cholula. No hay, pues, tal castigo del cielo ni motivo para arrepentirse. Descargada su conciencia de escrúpulos, los católicos caballeros prosiguen sus crueles hazañas guerreras.


(Continuará)


Tomado de Kisch, Egon Erwin. Descubrimientos en México. Volumen 1. Prólogo de Elisabeth Siefer. Edición aumentada. Colección ideas, #62. EOSA, Editorial Offset, S.A. de C.V., México, Distrito Federal, 1988)

viernes, 26 de enero de 2024

Historia cultural del cactus I Heráldica

 


Historia cultural del cactus 

(una catedrática lección)


1. Heráldica


No crean ustedes, señores, que el cactus figura en el escudo de México porque sea una planta nativa de este país. No; el emblema existía ya antes de que los aztecas conocieran la tierra que habría de ser la suya. Vinieron desde el remoto norte, desde las selvas hiperbóreas de América, por decirlo así, en busca de una patria, aquella patria que el oráculo les había anunciado. Se pasaron años y años recorriendo valles y montañas en todas direcciones y luchando con otras tribus, hasta que por fin, en el año 1325, encontraron la tierra prometida. No podía caberles la menor duda, pues la meta había sido señalada con toda precisión por la profecía: el signo indicado era un nopal de tres palas coronado por dos flores abiertas, sobre una roca rodeada por las aguas y, posada en lo alto, un águila real con una serpiente en el pico.

Sobre las aguas remansadas en el fondo de este valle, en las lagunas, las lenguas de tierra, las riberas y las islas, establecieron sus moradas aquellos indios cansados de largos siglos de vida nómada y dieron a su nueva sede el nombre con que ya la habían bautizado en los sueños de su largo peregrinar: Tenochtitlán, que quiere decir "donde está el nopal silvestre". La ciudad fundada por los aztecas se llama hoy México. La serpiente y el águila no abundan ya tanto como entonces, pero el cactus sigue dominando como entonces el paisaje mexicano.

México ostentaba el cactus como símbolo en sus banderas, en sus velas y en el cuño de sus monedas. Cuando alguna familia de sangre India solicitaba del virrey la merced de la nobleza, le presentaba su árbol genealógico, en que el árbol no era tal árbol, sino un nopal. Cuando visita uno la sala de códices del Museo Nacional, se convence de que las paletas ovales del nopal, con su forma de escudo o blasón, se prestan mucho más para inscribir nombres de personas y fechas que las hojas de roble o de tilo de los árboles genealógicos europeos.


(Continuará)


Tomado de Kisch, Egon Erwin. Descubrimientos en México. Volumen 1. Prólogo de Elisabeth Siefer. Edición aumentada. Colección ideas, #62. EOSA, Editorial Offset, S.A. de C.V., México, Distrito Federal, 1988)

lunes, 30 de octubre de 2023

Manuel Buendía: lo público y lo privado

 


Manuel Buendía: lo público y lo privado

El 30 de mayo de 1984, al salir de su oficina, Manuel Buendía columnista de Excélsior, es asesinado por la espalda. La foto de portada de Impacto es despiadada: el cadáver de Buendía en la calle, de bruces, cubierto por su gabardina. En el momento de su muerte, Buendía, probablemente el periodista más leído del país, investiga diversos vínculos entre política y delito: los asesinatos de grupos ultraderechistas en Guadalajara, los negocios turbios del sindicato petrolero, el tráfico clandestino de armas, las "irregularidades" del aparato judicial y, tal vez, el narcotráfico. Nada se encuentra en sus archivos, presumiblemente saqueados.

El crimen, determinante en la historia de la libertad de expresión, da lugar a protestas, promesas y búsquedas policiales tan costosas como inútiles. Se habla de la CIA y se investiga (o eso se dice) a la extrema derecha de Guadalajara (los "tecos"), a un traficante de armas alemán, a los dirigentes petroleros. (Se manejan 298 hipótesis de las causas del atentado). Se insinúa que la orden vino de José Antonio Zorrilla Pérez, jefe de la Dirección Federal de Seguridad y amigo de Buendía. Nada sucede, salvo el hostigamiento a las amistades del periodista y un rechazo categórico de los procuradores: "No hubo motivos políticos en el crimen." Por último, el 20 de junio de 1989 la Procuraduría de Justicia del D. F. arresta a Zorrilla Pérez y a Rafael Moro Ávila por el crimen. En ese coro de voces sin destinatario que es también la opinión pública, la convicción generalizada acerca de los autores intelectuales del asesinato apunta "hacia arriba" y ven en Zorrilla a un segundón.


(Tomado de: Carlos Monsiváis – Los mil y un velorios (Crónica de la Nota Roja). Alianza Editorial y CNCA, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, D.F., 1994) 

jueves, 7 de septiembre de 2023

Juan de Dios Arias

 

Juan de Dios Arias

1828-1886

Periodista, militar y poeta poblano que nació en 1828. Desde adolescente se ganó la vida por medio de ocupaciones mercantiles, las cuales no le privaron de escribir artículos llenos de ingenio e ironía. Ocupó uno de los primeros puestos en el periodismo mexicano al iniciarse en 1844, escribiendo para El Centinela y otros periódicos liberales. En 1856 publicó el periódico satírico La Pata de Cabra. Luego colaboró en La Orquesta y en La Sombra. Su participación en la política como liberal lo llevó a ocupar una curul como diputado varias veces, incluso en el Congreso Constituyente de 1856-1857.

Ingresó al ejército y alcanzó el grado de coronel. En la campaña contra los franceses fue secretario del general Mariano Escobedo durante el sitio de Querétaro. Sirvió en los cargos de oficial mayor de la Secretaría de Relaciones y desempeñó la Secretaría de la Legación Mexicana en los Estados Unidos. Después fue subsecretario de Estado en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Escribió la Reseña Histórica del Ejército del Norte durante la Intervención Francesa, publicada en México en 1867. Colaboró en la magna obra México a Través de los Siglos. Murió en la Ciudad de México. 


(Tomado de: de Lara, María Eugenia, y Amparo Gómez Tepexicoapan - Liberales mexicanos del siglo XIX. Álbum fotográfico. Varía Gráfica y Comunicación, S. A. de C. V. México, D. F., 2000)

jueves, 2 de febrero de 2023

Seis ademanes

 


Seis ademanes

Dentro de la serie de ademanes que tiene el hombre para evitar palabras o para subrayarlas hay algunos que son exclusivos de una raza o nación. En México veo tres ademanes nacionales o propios que son los que doy en diseño para su mejor comprensión. El ademán 1, significa dinero (pesos); el número 2, unidad mínima de tiempo y de volumen; el número 3, acción de gracias.

Cuando un español quiere significar dinero valiéndose de la de la mímica, frota repetidamente la yema del pulgar contra el índice.

Este ademán, que es ante todo movimiento, como si fuésemos pasando una por una las monedas, se usa también en México pero no es el típico. El ademán mexicano es mucho más sobrio y contundente, consiste en abrir ciertos dedos de modo que evoque la forma del peso. Es un ademán estático.

Cuando un español quiere decirle a otro, valiéndose de la mímica, que espere un poco, tiene que acudir a una serie de movimientos aproximativos: con la mano hace un signo de detener o aguardar y, con la expresión del rostro y el movimiento de la cabeza, una especie de súplica confirmativa. Total, movimientos y pocas sobriedad. El mexicano, en cambio, no tiene más que estirar paralelamente dos dedos dejando entre ellos un pequeño espacio. Ademán muy plástico, muy sobrio y sin dinamismo.

Finalmente cuando el español quiere agradecer algo pronuncia las gracias acompañándolas con una sentimiento de la cabeza. En cambio, el mexicano que agradece un cigarrillo, por ejemplo, no tiene más que levantar la mano abierta, darle un giro de un cuarto de círculo y afirmar esta postura.

En estos tres ademanes mexicanos hay la nota común ya dicha, expresividad estática, lo cual hace pensar en el hieratismo de las razas asiáticas. Pero vemos además esto otro: que el mexicano consiguió sus ademanes propios para estas tres cosas, el dinero el tiempo o el espacio, y la cortesía.

Más tarde averigüé que los mexicanos tienen tres ademanes para señalar la altura: uno para la altura de los seres humanos, otro para la altura de los animales y otro para la de las cosas. En cada uno de estos casos presenta la mano una postura especial. Para el primero se apiñan los dedos, cuidando de unir el pulgar y el índice; para el segundo, la mano extendida y plana se proyecta como telón o cuchillo; y, para la tercera, se extiende plana, como si fuese a posarse en la superficie de una mesa o de un libro.


¿Qué es esto? ¿No es una maravilla, por lo pronto? ¿No es una maravilla de finura, de agudeza, llegar a diferenciar con esos tres ademanes las tres categorías de lo humano, lo animal y lo inerte?

No creo que exista otro pueblo tan sensible a las alturas. ¿Proviene ello de una vieja civilización que se cuidaba mucho de las jerarquías? ¿Será un residuo azteca? ¿Hay entre los indios o los chinos algo parecido? Y hago esta pregunta porque los orientales y los mexicanos coinciden en otras sutilezas de olfato y de paladar que no alcanzamos los occidentales.

No creo que los etnólogos deban pasar por alto estos ademanes significativos de los mexicanos. Téngase en cuenta que los mexicanos son hombres que no bracean ni manotean al hablar; vicios comunes entre latinos. Sus ademanes no son como los del español o del italiano: alharaquientos, improvisados, tumultuosos y personalísimos; son pocos y rituales. Hasta el grado de poder catalogarse y dibujarse. Yo puedo dibujarlos y decir: ademán para indicar pesos; ademán para indicar agradecimiento; ademán para indicar tamaño del hombre, de la bestia o de la cosa.

De los seis ademanes genuinamente mexicanos, los que más se prestan a filosofar son el de espacio y tiempo y los de altura.

Vemos que uno y otros son signos de medición. "Espérame tantito", "dame tantito café" o bien "la mesa, el animal o el niño eran así de altos".

El haber dado con un signo para aquel diminutivo de tantito es un hallazgo feliz pero, además, tiene que responder a la psicología mexicana, cautelosa, refrenada, medida.

¿Ven ustedes? Ya salió la medida.

El mexicano es cauto y meticuloso, muy distinto que el español. Si este dice: "espérame un rato", o, incluso "espérame un ratito", no expresa lo mismo que el mexicano con su "espérame tantito".

Este tantito es sumamente nebuloso, no compromete a nada. Es una medida elástica y escurridiza; cautelosa. Con él expresa el mexicano la relatividad del tiempo y el espacio.

Muchos de los diminutivos que se usan en México se deben probablemente al mismo sentimiento de inseguridad, a la misma idea de relatividad. "Te veo en la nochecita." "En la mañanita, en la tardecita." "Orita vengo." "Lueguito".

El mexicano desmigaja el tiempo, lo hace migas, para que no le coaccione ni comprometa.

Y, pasando a los ademanes que indican alturas, nos encontramos con el mismo escrúpulo, con la misma meticulosidad.

¿Qué es eso de medir a todos con el mismo rasero? ¿Es que se pueden sumar o barajar cantidades heterogéneas?

Pues fijémonos bien en cómo son los ademanes que aplican en cada caso. ¿Por qué se pone la mano en esa postura cuando se refiere al tamaño de un burro? Porque así alude a las cuatro patas y al avance del caminar, se le supone en cuatro patas. ¿Y por qué en esa otra cuando se trata de la mesa o de cosa inerte? Porque con tal postura se indica mejor la gravitación, la inercia de los objetos. ¿Y por qué en la otra cuando hablamos del niño? Porque el ser humano es espiritual y erguido.

Estas explicaciones no se las he oído a ningún mexicano, pero me parecen lógicas y perfectamente aceptables.


(Tomado de: Moreno Villa, José – Cornucopia de México y Nueva Cornucopia mexicana. Colección Popular #296, Fondo de Cultura Económica, S.A. de C.V., México, D.F., 1985)


jueves, 11 de noviembre de 2021

Juan A. Mateos

 


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Juan A. Mateos (1831-1913)

Guardaba cada batalla en su memoria o en los papeles sueltos en donde siempre escribía algún comentario o recuerdo que no quería se perdiera con el tiempo. En el campo de guerra se batía como si el fuego y el coraje dieran sentido a su vida. Pero el capitalino Juan Antonio Mateos era mucho más. Aquel 1854 había interrumpido su carrera de Leyes en el Colegio San Juan de Letrán de la Ciudad de México para luchar a favor de sus ideas liberales. El deber le había llamado a las armas, pero estaba seguro de que regresaría a la senda del conocimiento.

Así lo hizo en el momento en que la guerra se intensificaba. Aunque su participación en los campos liberales había sido trascendental, el destino le tenía marcadas nuevas y más importantes tareas. No por ello dejó de participar en grandes batallas, más aún después de enterarse de que su hermano Manuel había sido fusilado por órdenes del general conservador Márquez. Mateos no encontró consuelo hasta terminada la Guerra de Reforma, cuando por fin tuvo tiempo de escribir lo que había vivido como combatiente.

Sin embargo, aquella tranquilidad le duraría poco, pues la Intervención Francesa lo obligó a enfrentar a un nuevo enemigo. Esta vez su trinchera sería las de las letras. Por medio de varios artículos atacó la ocupación francesa y al llamado Segundo Imperio. Fue por uno de sus artículos, publicado en La Orquesta, que Mateos fue encarcelado.

La prisión no lo hizo cambiar de ideas. Una vez en libertad, volvió al ataque, esta vez criticando duramente el proyecto de colonización de Sonora. Ésta vez su castigo fue el destierro en San Juan de Ulúa y, meses más tarde, en Yucatán. Fue entonces que Mateos decidió volver a las armas. Con algo de fortuna logró ponerse a las órdenes de Porfirio Díaz, a cuyo lado luchó exitosamente en contra de las tropas invasoras. Mateos fue testigo y partícipe de la derrota final del imperio de Maximiliano y vio al poder republicano y progresista, en la figura de Benito Juárez, tomar las riendas del país. El capitalino no podía más que enorgullecerse de ello.

No descansó y siguió escribiendo, contando sus recuerdos de lo que había sucedido en el país y dejando crónicas fidedignas para la posteridad. Juárez le reconoció su aporte nombrándolo ministro de la Suprema Corte de Justicia. El abogado fue además diputado y director de la Biblioteca del Congreso, pero fue el soldado y el escritor el que ha pasado para siempre a la historia.


(Tomado de: Tapia, Mario - 101 héroes en la historia de México. Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2008) 

lunes, 13 de septiembre de 2021

Francisco Zarco

 


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Francisco Zarco (1829-1869)

"Del favor de la providencia y del patriotismo de los mexicanos, esperamos que al verse libres del yugo que los oprimía, sepan con cordura y con decisión salvar a su patria y acentuarse sobre bases sólidas la libertad", escribió al triunfo de la Revolución de Ayutla en el periódico En Siglo XIX, del cual  era editor. Tenía 26 años y era ya considerado una de las plumas más certeras de todo el país.

Su historia era admirable. Nacido en Durango, apenas había contado con algunos estudios durante su juventud en la Ciudad de México. Sin embargo, Francisco Zarco era un aguerrido autodidacta. Su memoria impactaba a quienes lo conocían y poseía un talento para los idiomas y las letras.

Tan sólo contaba con 14 años cuando entró a la Secretaría de Relaciones Exteriores como traductor -dominaba el inglés, francés e italiano-. Tres años más tarde, su inteligencia y erudición lo impulsaron a la secretaría del Consejo de Gobierno. Unos meses después, fue designado oficial mayor de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Apenas cumplía la mayoría de edad y su carrera política ya era envidiable. Para Zarco, el cielo era el límite.

Pero su verdadera pasión fue siempre el periodismo. Desde muy joven comenzó a escribir en diversos periódicos del país. Creía en las ideas liberales y se convirtió en uno de los principales periodistas políticos de México. No hizo de menos la crónica, pero fue en la columna política donde impuso su estilo combatiente y veraz. Desde las páginas de El Demócrata y El Siglo Diez y Nueve promulgaba el liberalismo. En sus artículos emprendió la lucha contra el centralismo durante la Revolución de Ayutla, y contra el conservadurismo en tiempos de la Guerra de Reforma.

"Demos libertad en todo, para todo y para todos", señalaba Zarco cuando le tocó ser diputado en el Congreso Constituyente de 1856 y 1857. Su participación en la formulación de la Carta Magna resultó fundamental. Defensor de la educación popular, la libertad de prensa y expresión, la igualdad, la democracia y los derechos populares e indígenas, también hubo de sufrir persecución, encarcelamiento y torturas por sus escritos, aunque siempre salió fortalecido de estos trances. No obstante, su salud comenzó a deteriorarse con rapidez.

En los cuarenta años que vivió, Zarco se convirtió en el escritor liberal más importante del país. Su amor por la escritura le llevó a incluso renunciar a grandes puestos políticos. Benito Juárez lo invitó a formar parte de su gabinete en Gobernación y Relaciones Exteriores, pero rechazó ambos puestos para seguir con su labor periodística. El héroe de la pluma liberal murió muy pronto, pero sus escritos siguen siendo base fundamental para entender al México de aquel entonces.


(Tomado de: Tapia, Mario - 101 héroes en la historia de México. Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2008) 

jueves, 19 de agosto de 2021

¿Qué opinaba Fernández de Lizardi acerca de la independencia?

 

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¿Qué opinión tuvo Fernández de Lizardi acerca de la Independencia?

José Joaquín Fernández de Lizardi, autor de El periquillo sarniento, la primera novela hispanoamericana, reprobó desde siempre la corrupción de las autoridades coloniales. En su periódico El Pensador Mexicano atacó ferozmente al gobierno virreinal de Venegas. En un artículo felicitó al virrey por su cumpleaños y le sugirió modificar una orden recién emitida. El virrey lo mandó encarcelar y prácticamente por él se suspendió la libertad de prensa.

Para el escritor, quien fue una de las figuras políticas y literarias más importante de la época, la insurrección de 1810 había sido una improvisación sin resultados sustanciales, aunque eso no quiere decir que rechazara las ideas del cura Hidalgo. Por el contrario, Fernández de Lizardi era partidario de la independencia y alababa la lucha de José María Morelos y Pavón. Esto se puede constatar en su artículo "Aviso patriótico a los insurgentes de la sordina". Dio su apoyo a las ideas proindependentistas de los representantes americanos que fueron a Cádiz. Al restaurarse la Constitución de 1812, analizó en detalle el documento político en otro de sus periódicos, El Conductor Eléctrico.

En 1821 el ejército español había logrado capturar a todos los insurgentes, con excepción de la guerrilla de Vicente Guerrero. Ese mismo año, en su panfleto Chamorro y Dominguín, publicó "Diálogo jocoserio sobre la Independencia de América", en donde dijo que el ejército realista era tan débil que la independencia se daría casi por sí misma.

Es muy conocida su novela El periquillo sarniento, producto precisamente de la censura, pues al no poder redactar sus notas periodísticas, su máxima especialidad, decidió volcarse en la narrativa. Nunca perdió la oportunidad de educar, pues estaba convencido de la extrema importancia que esto tenía para las personas y desde luego para forjar a la nueva nación en vísperas de emerger. Por eso su estilo adopta un estilo de sermón. Su principal preocupación no era hacer literatura, sino corregir los abusos que existían en esa época en la sociedad. Sin embargo, ninguna causa le preocupó más que la educación infantil, una herencia de José María Barquera, editor del primer periódico mexicano: El Diario de México.

Fernández de Lizardi terminó por unirse al partido de Agustín de Iturbide en esta lucha por la búsqueda de la independencia. En Tepotzotlán, donde creció, era director del periódico que leían las tropas del Ejército Trigarante. Antes de que Iturbide fuera coronado emperador, Fernández de Lizardi se proclamó a favor de un sistema republicano. Después prefirió adoptar la monarquía con un emperador local, pues de acuerdo con los Tratados de Córdoba existía la posibilidad de que un Borbón viniera a gobernar México. Aunque intentó influir en las decisiones de Iturbide para lograr la institución de la monarquía constitucional, no lo logró y tiempo después le rogó abdicar. Tras la muerte del emperador disculpó sus peripecias en una obra titulada "Unipersonal de don Agustín de Iturbide, emperador que fue de México".

En 1823, en su periódico El Hermano del Perico que Cantaba Victoria, Fernández de Lizardi advirtió que existía la posibilidad de una nueva conquista española. Entre los ideales reformistas de Fernández de Lizardi sobresale su creencia en la igualdad ante la ley, por supuesto en la libertad de prensa, en la elección directa de los legisladores y en la importación de tecnología con miras a acumular el capital en México.

(Tomado de: Pacheco, Cecilia - 101 preguntas sobre la independencia de México. Grijalbo Random House Mondadori, S.A. de C.V., México, D.F., 2009)


lunes, 28 de junio de 2021

Federico Gamboa


Nació y murió en la Ciudad de México (1864-1939). Desempeñó varias misiones diplomáticas. De 1908 a 1911 fue subsecretario de Relaciones Exteriores, y ministro del ramo en 1913, con Victoriano Huerta, por lo cual fue desterrado, regresando al país en 1923. Fue compilador de documentos relativos a la reclamación del Fondo Piadoso de las Californias. Miembro de la Academia Mexicana correspondiente de la Real Academia Española, y su director de 1924 a 1939. Colaboró en distintos periódicos nacionales y extranjeros. Autor de las novelas Santa (1903), que se ha llevado a la pantalla varias veces, y La llaga (1910). Para el teatro escribió La última campaña (1894), La venganza de la gleba (1904) y Entre hermanos (1928). Sus memorias, publicadas con el título de Mi diario (cinco vols., 1907-1938), son documento interesante lleno de datos útiles para la historia del país y de las letras mexicanas. Representante del realismo español, recientemente se ha iniciado su revaloración. Hay una recopilación de sus principales trabajos novelísticos: Novelas, 1965, con prólogo de Francisco Monterde. Su labor periodística espera una investigación que sería de múltiple interés.

Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen V, - Gabinetes - Guadalajara)

lunes, 15 de febrero de 2021

Crimen de Estado

 

(Matanza de Acteal, Chiapas)

Asesinato o desaparición forzada de persona(s) o miembros de la clase política, que el imaginario colectivo tiene la certeza que fue planeado y ejecutado desde las estructuras de poder del régimen.

Crímenes de Estado memorables [hasta 2001]

1968. Matanza de Tlatelolco. Decenas de estudiantes fueron asesinados el 2 de octubre por las fuerzas de seguridad del Estado.

1971. Matanza del Jueves de Corpus. El 10 de junio, fueron asesinados decenas de estudiantes en el D.F.

1984. Manuel Buendía, periodista asesinado en el D.F. el 30 de mayo.

1988. Francisco Ovando y Román Gil, militantes del FDN [Frente Democrático Nacional] asesinados en el D.F. el 2 de julio.

1993. Juan Jesús Posadas Ocampo. Arzobispo de Guadalajara, asesinado en esa ciudad el 24 de mayo.

1994. Luis Donaldo Colosio. Candidato del PRI a la presidencia de la República, asesinado en Tijuana el 23 de marzo.

1995. Matanza en Aguas Blancas [Guerrero]. 17 campesinos afiliados a la OCSS [Organización Campesina Sierra del Sur] fueron asesinados el 28 de julio.

1997. Matanza de Acteal [Chiapas]. 45 campesinos fueron masacrados en Chenalhó el 22 de diciembre.

2001. Digna Ochoa y Plácido. Abogada del Centro Pro y defensora de presos políticos, asesinada en el D.F. el 19 de octubre.

(Tomado de: Roldán Quiñones, Luis Fernando. Diccionario irreverente de Política mexicana. Con ilustraciones de Helguera. Grijalbo/Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2006)

miércoles, 19 de agosto de 2020

Carlos Denegri

Nació en Argentina, hijo del diplomático Ramón P. Denegri, en 1910; murió en la Ciudad de México en 1970. Abandonó los estudios para dedicarse al periodismo. Hizo entrevistas a los más famosos personajes de su tiempo, asistió al lanzamiento del Apollo XII a la Luna y llegó a sostener 6 columnas en el diario Excélsior, entre ellas Buenos días y Miscelánea dominical, de gran influencia en los medios políticos. Reunió algunos de sus reportajes en Luces rojas en el Canal (crónicas de la Segunda Guerra) y Veintinueve estados de ánimo (testimonios sobre la campaña presidencial de Adolfo López Mateos).

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S.A. México, D.F. 1977, volumen III, Colima-Familia)

miércoles, 1 de julio de 2020

Magda Donato

(Carmen Nelken Masberger), nació en Madrid, España, en 1902; murió en la Ciudad de México en 1966. Hija de alemán y francesa, se hizo famosa por sus reportajes, pues llegó a introducirse a la cárcel de mujeres y al manicomio para dar cuenta de la situación que ahí privaba. Escribió también cuentos e historietas infantiles, junto con su esposo el dibujante Salvador Bartolozzi. Se inició como actriz bajo la dirección de Azorín. En 1940 llegó a México, donde organizó un teatro para niños. Después, unida al grupo de la Maison de France, se dedicó a la escena, actuando en idioma francés. Tradujo al español, entre otras obras, Las sillas, de Ionesco, que representó, interpretando el papel de La Vieja, lo cual le valió ser designada la mejor actriz de 1960. Actuó también en la televisión. Poco antes de morir, instituyó el Premio Magda Donato con el que quiso estimular el quehacer artístico.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S.A. México, D.F. 1977, volumen III, Colima-Familia)

miércoles, 20 de mayo de 2020

Jorge Ferretis


[1902-1962] Nació en el estado de San Luis Potosí. Periodista y político afiliado al socialismo. Diputado federal. Por siete años desempeñó el cargo de director general de Cinematografía de la Secretaría de Gobernación. Autor de dos novelas, Tierra caliente (1935) y Cuando engorda el Quijote (1937); dos colecciones de novelas cortas, El sur quema (1937) y San Automóvil (1938); y dos tomos de cuentos, Hombres en tempestad (1941) y El coronel que asesinó un palomo (1952). Murió en un accidente automovilístico. Póstumamente se le publicó en 1968 otra colección de cuentos, Libertad obligatoria.

Tomado de: Menton, Seymour - El cuento hispanoamericano. Antología Crítico-histórica. Colección Popular #51. Fondo de Cultura Económica, S.A. de C.V., México, D.F. 1986)

sábado, 8 de febrero de 2020

Luis Vega y Monroy

Luis Vega y Monroy, escritor político que colabora para varias destacadas publicaciones y autor de libros como “Atisbos en Punta del Este”, “Reflejos en el Asfalto” y “Viñetas Queretanas”, es al mismo tiempo un humorista en serio -y en serie- y el mejor en manejar actualmente, a nuestro juicio, el difícil género epigramático.
Su “Fenomenología y Metafísica del Verbo Chingar”, que incluimos en la presente compilación, constituye no solamente un ensayo humorístico lleno de aciertos, sino también una búsqueda sicolósicológicagica de las implicaciones que el uso de este necesarísimo vocablo tiene en la vida del mexicano.
Embozado durante largo tiempo en el seudónimo de “Don Luis”, es en el epigrama repetimos- en donde Vega y Monroy alcanza, para nuestro gusto, hallazgos cimeros.
Su manejo magistral del idioma, su malicia exenta de amarguras y su ya añoso oficio de hacer reír diariamente a los lectores de periódicos, lo sitúan en la primera fila de los epigramistas mexicanos de ayer y de hoy.
Y amén de que muchos de los juicios políticos de “Don Luis” no coinciden con los nuestros, creemos que el siguiente muestrario de su vasta producción inédita servirá a los lectores de este libro como regocijo comprobatorio de cuanto hemos dicho.

  1. RAMON BETETA

Se cuenta aquí lo que le aconteció a don Ramón Beteta, siendo Secretario de Hacienda, en casa de “La Bandida”:

Fue a conocido lugar
un fiscal de mucha cuenta,
a fin de calificar
lo que se había de pagar
de impuestos sobre la renta.
Y le dijo una beldad:
-Allí en sus datos concentre
que al fisco, por equidad,
le daremos la mitad
de todo lo que nos entre.

  1. SALVADOR NOVO Y KITTY DE HOYOS

Salvador Novo, inigualable escritor de per-versos, recibió, a su vez, puyazos en todo lo alto, como el que le recetó “Don Luis”, allá por 1958, a propósito de los rumores de matrimonio entre el dramaturgo y la entonces apetitosa actricita Kitty de Hoyos:

Si esta unión hace el demonio
que en todo se ha de meter,
¿qué es lo que va a suceder
en tan raro matrimonio?
Pues la cosa más sencilla:
compartirán por igual
no sólo el pan y la sal
sino el techo y la tortilla.


  1. INDUSTRIALES

“Don Luis” fue convidado a una comida de hombres de negocios, durante la cual se hablaron maravillas sobre los productos de la industria nacional. En una servilleta, el epigramista escribió su particular interpretación de todo lo que ahí se dijo:

Un chico oyó enternecido,
a su padre -un industrial
de satisfacción henchido-
Uhablar de progreso habido
en la industria nacional.
Y al saber que un hermanito
le llegaba de París,
preguntó a su papacito:
-¿Cuando yo sea grandecito
ya se harán en el país?


  1. POLÍTICOS

Cuando Alfonso Martínez Domínguez fue designado presidente del PRI, comenzó a recibir un verdadero alud de adhesiones. Este fue el comentario:

En el PRI -cosa probada-
no existe ya en esta fecha
ala izquierda o ala derecha:
solamente ala… cargada.

Era diputado al Congreso de la Unión, por el Partido Popular Socialista, Leopoldo Trejo Aguilar; y a punto de finalizar su período, anunció su determinación de pasarse a las huestes del PRI:

Ya para expirar el plazo
de su político sino,
un diputado “pepino”
se puso a dar el cambiazo.
Y al quererse acomodar
de otro sol bajo el reflejo,
demostró que no era ...TREJO
sino bastante AGUILAR.

En cierta ocasión Fidel Velázquez, líder de la CTM, hizo recuerdos de cuando era un humilde lechero. El epigrama no se hizo esperar:

No es que del líder sospeche,
pero malicio enseguida
que en el curso de su vida
ha tenido mucha “leche”.

Con motivo de que en una ceremonia cívica un orador calificó de “Heroica” a nuestra metrópoli y de que Uruchurtu iniciaba su tercer sexenio como regente de ella, “Don Luis” comentó:

A esta urbe de los baches 
nuestro popular ingenio
le ha adjudicado tres “haches”;
¡una por cada sexenio!

Y cuando un 14 de septiembre los capitalinos se encontraron con la noticia de que Uruchurtu había renunciado, el epigramista remató:

El 14 del actual,
según la maledicencia,
fue el Día de la Independencia
del Distrito Federal.

Un verdadero escándalo político se suscitó cuando los diarios publicaron que la esposa de un presidente municipal de Saltillo, miembro del PRI, había votado por el PAN:

Si la oposición con furia
brama, grita, patalea,
amenaza, brinca, injuria,
pega, pellizca y pelea,
opino yo que conviene
ver en Saltillo qué pasa:
¡Consideren al que tiene
la oposición en su casa!

Según informes hechos públicos por la ORIT, hay en México nueve millones, por lo menos de personas que no trabajan. El dato le pareció dudoso a “Don Luis”, y replicó:

Aunque veamos que frecuentemente
México pasa por momentos críticos,
no creemos, señores, francamente,
que haya nueve millones de políticos.


  1. SOTANAS

A propósito de los curas progresistas, enemigos del celibato, que han colgado hábitos y se han casado, el epigramista concluyó:

El progresismo se afana
en querernos demostrar
que un clérigo puede andar
con sotana y con Mengana.

Durante muchos años el canónigo Ramón de Ertze Garamendi escribió en “Excélsior” una columna con el título de “Suma y Resta”. En ella publicó don Ramón, cierta vez, algunos juicios acerca del celibato eclesiástico. “Don Luis” escribió:

De haberse aquí derogado
el celibato… ¡Qué gesta!
Hasta uno que “Suma y Resta”
ya hubiera multiplicado.

El teólogo Samuel Bernardo Lemus escribió en “El Universal” un artículo en el que sostenía que el Ángel de la Columna a la Independencia es del sexo masculino. Al respecto, “Don Luis” preguntó con malicia:

Es audaz y extravagante
su afirmación, a mi fe;
que me diga entonces qué
tiene “arriba y adelante”. 

  1. ENCUERATRICES

A mediados de la década de los 50 las carteleras cinematográficas anunciaban una serie de filmes nudistas. En ellos Amanda del Llano, Ana Luisa Peluffo y Aída Araceli aparecían “in puribus naturalibus” (lo que vulgarmente significa “completamente en cueros”). A la Peluffo, entonces en el esplendor de sus atributos físicos, el epigramista le suscribió estos renglones:

Cuando la Peluffo estaba
usando la regadera,
al notar que se bañaba 
le dijo una compañera:
-Anita, ¿te estás bañando?
Y esto se oyó contestar:
-Nada más estoy lavando
mi ropa de trabajar.

Por estos mismos días una de las desnudistas mencionadas cumplió 17 años y con este motivo organizó una gran fiesta en su departamento. En el intermedio de los brindis, la anfitriona mostró a los incrédulos su acta de nacimiento:

En la fiesta a todo dar
que hizo en su departamento,
ella se puso a mostrar
el acta de nacimiento.
Y a un periodista sonriente
se le escuchó comentar:
-Es lo único, ciertamente,
que le faltaba enseñar.

  1. DEPORTISTAS

Un miembro del equipo mexicano de ping-pong que fue a China, afirmó a su regreso que ese sí es un país maravilloso. Maliciosamente, “Don Luis” le replicó:

Saco yo la conclusión
por ideas tan peregrinas,
que no fue a jugar ping-pong
sino a jugar “damas chinas”.

Y a propósito de un campeonato de futbol femenil, alguien le preguntó su opinión. Él contestó al vuelo:

A mí, como a muchos seres
de otras regiones remotas,
me gustan más las mujeres
que juegan con dos pelotas.

  1. ONASSIS Y JACQUELINE

El estilo “Jacqueline” es una nueva manera de embriagarse que “Don Luis” recomienda a las “caza fortunas”:

No se bebe cognac ni aguardiente
ni se cata dulzón moscatel:
se comienza con un “Presidente
y se acaba con “Viejo Vergel”.

En 1968 Onassis y Jacqueline anunciaron su deseo de pasar unas largas vacaciones en Baja California. El epigrama, dado el lema de las Olimpiadas de que “todo es posible en la paz”, fue de lo más oportuno:

Onassis y Jacqueline
harán el viaje, quizás,
para comprobar si al fin
Todo es posible en La Paz.”

  1. NERUDA Y JARA

Cuando el “Pen Club” de los Estados Unidos rindió homenaje al gran poeta comunista Pablo Neruda:

Si allá le rinden también
a Neruda pleitesía,
ese “Pen Club” debería
denominarse “Club Pen”.

En relación con el Premio Stalin de la Paz, que la URSS otorgó al general Heriberto Jara:

Si ha causado desconcierto
saber que sin más ni más
dieron al rojo Heriberto
el Premio Stalin de Paz,
yo pienso que no está mal
que le den esa medalla:
¡Es que llegó a general
sin una sola batalla!

  1. ENTRE IGUALES

“Un policía de la 12a. Delegación -publicaron los periódicos- les robó el sueldo a los jueces calificadores, y para colmo, estafó la Caja de Ahorros de la Jefatura. “Don Luis”, con criterio salomónico, terció:

Usted, lector, ¿qué le haría,
sin penas y sin temores,
a ese señor policía
que hizo tamaños horrores?
¿De la horca lo colgaba?
¿Lo ponía en el paredón?
¡No sea injusto! Yo le daba
sus cien años de perdón!

  1. SUCULENCIAS

Recientemente el director de Industrial de Abastos, Rafael Gamboa Cano, ofreció una comida al “Club Primera Plana”, a cuyos miembros agasajó con carne de la mejor calidad. Al agradecer el ágape y jugando con los apellidos del anfitrión, “Don Luis” dijo:

Tan buena carne, a fe mía,
GAMBOA nos puso a la mano,
que más que de Ferrería,
parece de Fanny CANO.


i) FENOMENOLOGIA Y METAFISICA DEL VERBO “CHINGAR”

CHINGAR es el verbo más delicioso del léxico mexicano. Es una palabra tornasolada y proteica, con los más diversos sentidos según el tono con que se pronuncia, la hora en que sale retozona en medio de la charla, o las circunstancias que rodean su aparición, como chispa traviesa, entre el grupo de amigos. La palabra chingar salta de repente en la discusión que sostienen graves señorones de las finanzas y automáticamente el ambiente se torna cordial y se humaniza. Entre el murmullo de la cantina suena de pronto como un cañonazo. Adquiere tiernas y picarescas modulaciones en los dulces labios femeninos y hasta sugiere broncas promisiones viriles en la boca inocente del niño.
Chingar es un verbo que sirve para todo y que nos sirve a todos. Con él matizamos sabrosamente nuestro lenguaje. Tan pronto es vívida expresión de gozo, como estallido de ira y desesperación. A ratos es término juguetón y a ratos anuncio de tragedia. Chingar es el verbo que todos conjugamos en tiempos, modos, formas y personas. Es nuestra gramática parda que nos enseña a emplear el verbo en forma activa, pasiva, impersonal, recíproca y reflexiva. Es el verbo chingar nuestro verbo por excelencia.
Sin el verbo chingar no podría hablar el mexicano; es entraña en nuestra peculiar sicología. El verbo chingar es al mexicano lo que el calor a la llama, lo que la frescura a la brisa y lo que el perfume a la flor. Sin él no podríamos expresar nuestros sentimientos en su genuina hondura. Con el verbo chingar el mexicano ríe, llora, trabaja, vive, muere, se enfurece, se desahoga, se exalta y se calma. En México al que no chinga, lo chingan, porque en esta vida -¿quién no lo sabe?- hay que chingarse.
¿Qué decía en medio del combate el revolucionario a quien le había dado en la chapa del alma una bala enemiga?
-Ya me chingaron.
Aquí el verbo significa matar y morir. Pero de pronto obtiene otros matices y quiere decir sufrir, tolerar, soportar:
Llega una abnegada madre de familia, esposa de un mexicano habituado a los copetines y se queja amargamente con el señor cura de que ya no soporta la vida que le da su adorado maridito, porque además de gastarse la raya los sábados, le pega cuando no le tiene la comida caliente. El señor cura consuela a la mujer y le dice:
-Calma, hijita, ten paciencia. Dios habla por los que callan.
-Ay, padrecito -replica la mujer-. Pero mientras Dios habla por los que callan, ¿quién es la que se chinga?
El universitario que enseña a sus compañeros su boleta de reprobado, dice tristemente:
-Me chingaron en Derecho Administrativo.
Lo cual prueba que el verbo chingar también significa reprobar.
Llega el mocoso a su casa con un ojo morado y se escurre para que no lo vean sus padres:
-¿Qué te pasó? -le pregunta su hermanito.
-Me dieron un chingadazo.
Así pues, el verbo chingar también tiene la acepción de golpear de fea manera.
-¿Te acuerdas, compadre, de que en la misma vecindad donde yo vivía el año pasado había una muchacha muy bonita, de ojos verdes, buenísima, que se llamaba Rosita? Pues ya se la chingaron.
Y el compadre mientras lamenta lo sucedido, sabe que lo que le pasó a la pobre Rosita, no fue que la reprobaron ni que le pegaran, sino simplemente que le hicieron trizas la doncellez.
El verbo chingar sirve también para connotar las cosas buenas. Está platicando por teléfono la señorita secretaria con una de sus íntimas amigas:
-No dejes de ver, mana, la película que dan en el Ariel. Está chingonsísima.
Lo cual quiere decir que es una película extraordinaria, magnífica, morrocotuda. Del mismo modo, cuando alguien es un genio y sobresale por sus cualidades, no es cualquier cosa: es un chingón.
En cambio, cuando algo es insignificante, sin importancia de ninguna especie ¿cómo se le califica?
-Esto es una chingadera.
En otras palabras, no sirve para maldita la cosa.
Hay ocasiones en que el verbo chingar significa trabajar en forma intensa y eficaz:
-Ahora sí, muchachos -dice el jefe del taller-, a chingarle muy duro.
Y los "muchachos" a los que les gusta que les hablen "derecho", pues le chingan con fe y terminan pronto el trabajo.
El tono con que se pronuncia el verbo chingar en sus diferentes compuestos y formas, tiene capital importancia.
Llaman enérgicamente a la puerta y el que está saboreando su jaibolito lo deja y se apresura a abrir diciendo:
-¿Quién, chingao?
-¡Yo, chingao!
-¡Ah, chingao!
¿Cómo le dice un amigo a otro que viene a importunarlo cuando está más ocupado?
-No me estés chingando.
Pero a veces el verbo chingar tiene otro significado distinto. Es defraudar, madrugarle a uno, abusar de su confianza:
-Iba muy bien mi empresa; pero mi socio me chingó. Se fue con el producto de nuestro mejor pedido.
Con lo cual, y en son de queja, agrega:
-¿No te parece, hermano, que esas son chingaderas?
En otras ocasiones, chingar es hurtar:
-Chíngate esa botella de cognac -le dice el chofer al mozo-. Al cabo que el patrón no se da cuenta.
Ahora que cuando un mexicano quiere injuriar a otro en la peor de las formas -y este es el antecedente de muchos homicidios-, simplemente le dice:
-Anda y chinga a tu madre.
A continuación se escuchan balazos o el zumbar de los machetes.
Cuando una máquina se descompone, ¿qué es lo primero que uno dice con enfado?
-Esto ya se chingó.
Si una cosa es bonita pero inservible, se le designa cariñosamente con el nombre de chingaderita.
Si una cosa sale mal, todos dicen:
-Estuvo de la chingada.
Y para finalizar, el verbo chingar también significa concluir, terminar, acabar. A la hora en que se cierra el periódico, cuando ya todos están cansados y con ganas de irse a dormir, nada hay más grato que escuchar al subdirector cuando dice:
-Ahora sí, como dijo mi general Madrigal, esto ya chingó a su madre.


Don Luis.

(Tomado de: Elmer Homero (Rodolfo Coronado) – El despiporre intelectual (Antología de lo impublicable). Colección El Papalote, #6. Editores Asociados, S. A. México, D.F., 1974)