jueves, 11 de noviembre de 2021

Juan A. Mateos

 


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Juan A. Mateos (1831-1913)

Guardaba cada batalla en su memoria o en los papeles sueltos en donde siempre escribía algún comentario o recuerdo que no quería se perdiera con el tiempo. En el campo de guerra se batía como si el fuego y el coraje dieran sentido a su vida. Pero el capitalino Juan Antonio Mateos era mucho más. Aquel 1854 había interrumpido su carrera de Leyes en el Colegio San Juan de Letrán de la Ciudad de México para luchar a favor de sus ideas liberales. El deber le había llamado a las armas, pero estaba seguro de que regresaría a la senda del conocimiento.

Así lo hizo en el momento en que la guerra se intensificaba. Aunque su participación en los campos liberales había sido trascendental, el destino le tenía marcadas nuevas y más importantes tareas. No por ello dejó de participar en grandes batallas, más aún después de enterarse de que su hermano Manuel había sido fusilado por órdenes del general conservador Márquez. Mateos no encontró consuelo hasta terminada la Guerra de Reforma, cuando por fin tuvo tiempo de escribir lo que había vivido como combatiente.

Sin embargo, aquella tranquilidad le duraría poco, pues la Intervención Francesa lo obligó a enfrentar a un nuevo enemigo. Esta vez su trinchera sería las de las letras. Por medio de varios artículos atacó la ocupación francesa y al llamado Segundo Imperio. Fue por uno de sus artículos, publicado en La Orquesta, que Mateos fue encarcelado.

La prisión no lo hizo cambiar de ideas. Una vez en libertad, volvió al ataque, esta vez criticando duramente el proyecto de colonización de Sonora. Ésta vez su castigo fue el destierro en San Juan de Ulúa y, meses más tarde, en Yucatán. Fue entonces que Mateos decidió volver a las armas. Con algo de fortuna logró ponerse a las órdenes de Porfirio Díaz, a cuyo lado luchó exitosamente en contra de las tropas invasoras. Mateos fue testigo y partícipe de la derrota final del imperio de Maximiliano y vio al poder republicano y progresista, en la figura de Benito Juárez, tomar las riendas del país. El capitalino no podía más que enorgullecerse de ello.

No descansó y siguió escribiendo, contando sus recuerdos de lo que había sucedido en el país y dejando crónicas fidedignas para la posteridad. Juárez le reconoció su aporte nombrándolo ministro de la Suprema Corte de Justicia. El abogado fue además diputado y director de la Biblioteca del Congreso, pero fue el soldado y el escritor el que ha pasado para siempre a la historia.


(Tomado de: Tapia, Mario - 101 héroes en la historia de México. Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2008) 

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