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miércoles, 25 de noviembre de 2020

Fermín Revueltas


(1902-1935). Nació el 7 de julio en Durango. Desde niño mostró afición por el dibujo. Así tomó en Guadalajara clases de pintura con el pintor Benigno Barrasa. De 1913 a 1919 vive en los Estados Unidos, donde estudia en Chicago y visita los museos y talleres de los artistas. Regresa a México en 1920, y forma parte del grupo de pintores de la Escuela de Pintura al Aire Libre, en Milpa Alta, D.F. En 1922 se une al grupo de pintores que inician el movimiento muralista en la Escuela Nacional Preparatoria. Ese mismo año tuvo una exposición individual en el Palacio de Bellas Artes. Su cuadro Indianilla fue premiado y adquirido por Bellas Artes. En París fue premiada su obra Casa de mi tío. En 1923 ingresa al Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores y Grabadores Revolucionarios. En 1925 dirige la Escuela al Aire Libre de Guadalupe Hidalgo y del colegio de San Pedro y San Pablo. Dos años después funda la Escuela al Aire Libre de Cholula, Puebla. Posteriormente es nombrado maestro en el Departamento de Bellas Artes y en la Escuela Industrial de Insurgentes. Realizó para la Escuela Nacional Preparatoria a la encáustica el mural Fiestas de la Virgen de Guadalupe. Al año siguiente pinta al fresco el Torito, en la Secretaría de Educación Pública. En 1932 ejecutó Símbolos del trabajo, un fresco en el diario El Nacional Revolucionario, hoy destruido. Después, la Alegoría de la producción (1933), a la encáustica, en el Banco Nacional Hipotecario y de Obras Públicas, hoy Banco Azteca. En 1934, Todo por la colectividad proletaria de México, muro en corral (ejecutado por la casa Montaña, de Torreón, Coahuila), en las oficinas del Partido Revolucionario Institucional de Culiacán, Sinaloa. Trabajó el mural al fresco en la Escuela de Ferrocarrileros de México, en 1934, y al año siguiente en la Escuela Gabriela Mistral, que quedó inconcluso. Había hecho los frescos del interior del monumento a Álvaro Obregón y decorado además la casa del general Almazán, así como un mural en la biblioteca de la finca "Eréndira" de Pátzcuaro, Michoacán.


(Tomado de: Delmari Romero Keith – Otras figuras del muralismo. Historia del arte mexicano, fasc. #100, Arte de la afirmación nacional; Salvat Mexllicana de Ediciones, S.A. de C.V., México, D.F., 1982)

lunes, 28 de enero de 2019

Fernando Leal

(1896-1964) Desde los días en que por iniciativa de Vasconcelos renació la decoración de edificios públicos, Leal ocupó un puesto importante. Nació en la ciudad de México; estudió en San Carlos y en la Escuela al Aire Libre de Coyoacán, de la que después fue director. Fue iniciador de la pintura mural y ensayó diversas técnicas. Sus temas fueron, básicamente, tradiciones populares y escenas con personajes del pasado bíblico. Entre su obra mural podemos mencionar: Los Danzantes de Chalma, a la encáustica, en la Escuela Nacional Preparatoria en 1922; La epopeya bolivariana (1930-1933), fresco de nueve tableros en el Anfiteatro Bolívar de la Universidad, siete de los cuales representan a los libertadores de América y otros dos simbolizan la ideología antiimperialista. Realiza, en 1935 Neptuno encadenado, fresco que se encontraba en el aula máxima del Instituto Nacional de Panamá, hoy destruido. En 1943, en la estación de ferrocarriles de San Luis Potosí, trabajó en el tema El triunfo de la locomotora y la edad de la máquina. En 1947 realiza al fresco para la Basílica de Guadalupe los siguientes tableros: La predicación de los franciscanos en Santa cruz Tlatelolco; Orquesta de Ángeles; La primera aparición; Juan Diego ante Zumárraga; La curación de San Bernardino; El Milagro de las rosas; La Cuarta aparición. En 1958, hace la Danza de Xochiquetzalli, Representación de la Celestina; Una pastorela a fines de la Colina; La gorda y el flaco en una carpa en mosaicos en vidrio en el teatro de La Paz, en San Luis Potosí.
(El triunfo de la locomotora y la edad de la máquina)

Leal tiene, junto a los otros fresquistas mexicanos, una preocupación por la composición lógica, que ha llevado hasta sus últimas consecuencias. En cuanto al colorido, la lección del maestro muestra una graduación sutil de las tonalidades que le permite alcanzar al mismo tiempo brillo y riqueza. Elimina los tonos sombríos; tiene en sus pinceles un registro muy amplio de color. Merecen algunos renglones los temas de características religiosas, campo al que se dedicó con verdadero acierto, como en La visión de Santo Domingo (1944-1947), en el arco del ábside de la iglesia de Santo Domingo, en San Luis Potosí. Se observa ahí el propósito de no hacer pintura alegórica ni simbólica, sino una pintura con un contenido nacional; en sus indios, sus mestizos, sus criollos, las escultóricas cabezas de los negros, están presentes los problemas sociales  que los hombres resuelven en su trabajo diario, y a través del cual, el pintor pretende mostrar la existencia de lazos providenciales, el milagro que envuelve nuestra diaria existencia y aun alcanza un sentido de nacionalidad; se trata en esta pintura religiosa de un nuevo humanismo nacionalista abierto a lo sobrenatural.

(Tomado de: Delmari Romero Keith – Otras figuras del muralismo, fasc. #100, Arte de la afirmación nacional; Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V., México, D.F., 1982)