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lunes, 24 de marzo de 2025

Miguel Guridi y Alcocer

 


Guridi y Alcocer (Miguel) .-Nació en el pueblo de San Felipe Ixtacuiztla (E. de Tlaxcala). Hizo sus estudios en el seminario seminario Palafoxiano de Puebla, fue catedrático de Filosofía y Sagrada Escritura y censor de la Academia de Bellas Artes. En la Universidad de México fue graduado de doctor en Teología el 9 de octubre de 1790. Fue cura de Tacubaya y, nombrado diputado a Cortes, pasó a España en 1810. Volvió a México en 1813, y fue nombrado provisor y vicario general del arzobispado, y después cura del Sagrario. Escribió: Arte de la lengua latina. México, 1805. -Disertación sobre los daños que causa el juego. Representación de la diputación americana sobre las convulsiones de la América. Londres, 1812. -Curso de Filosofía moderna. Sermones. Tres tomos. Informes sobre la inmunidad eclesiástica. Discursos varios. Poesías líricas y dramáticas. Apología de la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe, México, 1820, y una larga y muy extraña relación de su propia vida.


(Tomado de: México en las Cortes de Cádiz (Documentos). El liberalismo mexicano en pensamiento y en acción. Colección dirigida por Martín Luis Guzmán. Empresas Editoriales, S. A. México, D. F. 1949)

jueves, 13 de febrero de 2025

José Miguel Gordoa

 


Gordoa (José Miguel). Nació en el Real de Álamos, Zacatecas. Estudió primero en el Colegio de San Ildefonso, de México, y después se incorporó a la Universidad de Guadalajara. Representó a la provincia de Zacatecas en las Cortes españolas, de las que era presidente cuando llegó el decreto de Fernando VII, de 4 de mayo de 1814, en que manifestaba que no juraría la Constitución y disolvía las Cortes. En esa ocasión pronunció un discurso que causó grandísima sensación y fue publicado en España y América. Regresó a México trayendo la cruz de Carlos III. Fue electo diputado por Zacatecas al Congreso Constituyente de 1824. Se le consagró obispo de Guadalajara en agosto de 1831.


(Tomado de: México en las Cortes de Cádiz (Documentos). El liberalismo mexicano en pensamiento y en acción. Colección dirigida por Martín Luis Guzmán. Empresas Editoriales, S. A. México, D. F. 1949)

lunes, 13 de enero de 2025

México en las Cortes de Cádiz, I


 

México en las Cortes de Cádiz, I


Corría el año de 1809. España se debatía en una lucha heroica y desesperada contra las fuerzas invasoras de Napoleón I. Gobernaba el país la Suprema Junta Gubernativa del Reyno, instalada en Sevilla y fue ese organismo el que decretó la convocatoria definitiva de las Cortes, que llamó "generales y extraordinarias" de la nación, para el 1° de enero de 1810, de manera que estuviesen reunidas a principios de marzo de ese año. En este llamado no se citaba a las diputaciones de América y Asia, cosa que se hizo por instrucción especial del Consejo de Regencia de España e Indias el 14 de febrero de 1811. 

En la Nueva España recibió la convocatoria la Audiencia, la cual gobernaba por haber sido depuesto el anciano e inepto arzobispo virrey D. Francisco Javier Licona, y fue este cuerpo el que hizo publicar el decreto donde se contiene una larga y calurosa exposición de motivos para explicar el llamado a los españoles americanos a integrar las Cortes. En el preámbulo se decía: "Desde el principio de la Revolución declaró la patria esos dominios parte integrante y esencial de la monarquía española. Como tal les corresponden los mismos derechos y prerrogativas que a la metrópoli. Siguiendo este principio de eterna equidad y justicia, fueron llamados esos naturales a tomar parte en el Gobierno representativo que ha cesado; por él la tienen en la Regencia actual, y por él la tendrán también en la representación de las Cortes nacionales, enviando a ellas diputados según el tenor del decreto que va a continuación de este manifiesto. 

"Desde este momento, españoles americanos, os véis elevados a la dignidad de hombres libres; no sois ya los mismos que antes, encorvados bajo un yugo mucho más duro mientras más distantes estabais del centro del poder, mirados con indiferencia, vejados por la codicia y destruidos por la ignorancia. Tened presente que al pronunciar o al escribir el nombre del que ha de venir a representaros en el Congreso nacional, vuestros destinos ya no dependen ni de los ministros, ni de los virreyes, ni de los gobernadores: están en vuestras manos. 

"Es preciso que en este acto, el más solemne, el más importante de vuestra vida civil, cada elector se diga a sí mismo: a ese hombre envío yo, para que, unido a los representantes de la metrópoli, haga frente a los designios destructores de Bonaparte; este hombre es el que ha de exponer y remediar todos los abusos, todas las extorsiones, todos los males que han causado en estos países la arbitrariedad y nulidad de los mandatarios del Gobierno antiguo; éste, el que ha de contribuir a formar con justas y sabias leyes un todo bien ordenado de tantos, tan vastos y tan separados dominios; éste, en fin, el que ha de determinar las cargas que he de sufrir, las gracias que me han de pertenecer, la guerra que he de sostener, la paz que he de jurar. 

"Tal y tanta es, españoles de América, la confianza que vais a poner en vuestros diputados. No duda la patria ni la Regencia, que habla por ella ahora, que estos mandatarios serán dignos de las altas funciones que van a ejercer. Enviadlos, pues, con la celeridad que la situación de las cosas públicas exige; que vengan a contribuir con su celo y con sus luces a la restauración y recomposición de la monarquía; que formen con nosotros el plan de felicidad y perfección social de estos inmensos países, y que concurriendo a la ejecución de obra tan grande, se revistan de una gloria que sin la revolución presente ni España ni América pudieron esperar jamás. 

"Conforme a esta instrucción para que concurrieran diputados de los dominios españoles de América y de Asia, los cuales representarán digna y lealmente la voluntad de sus naturales en el Congreso, del que habrán de depender la restauración y la felicidad de toda la monarquía, tendrán parte en la representación nacional de las Cortes extraordinarias del Reyno diputados de los virreynatos de Nueva España, Perú, Santa Fe y Buenos Aires y de las capitanías generales de Puerto Rico, Cuba, Santo Domingo, Guatemala, provincias internas, Venezuela, Chile y Filipinas. 

"Estos diputados serán uno por cada capital cabeza de partido de estas diferentes provincias. 

"Su elección será por el Ayuntamiento de cada capital, nombrándose primero tres individuos naturales de la provincia, dotados de probidad, talento e instrucción y exentos de toda nota, y sorteándose uno de los tres, el que salga a primera suerte será diputado. 

"Las dudas que puedan ocurrir sobre estas elecciones serán determinadas breve y perentoriamente por el virrey o capitán general de la provincia, en unión de la Audiencia…"

De esta manera, según frase del historiador Labra y Martínez, América entró por amplia puerta a compartir con las provincias de la metrópoli el gobierno y dirección de toda España, hecho singularísimo y de enorme trascendencia. 

Diecisiete fueron los diputados elegidos por la Nueva España, en su mayor parte eclesiásticos, y todos ellos, según afirmación del libro México a través de los siglos, mexicanos de nacimiento, con excepción de uno. Fueron estos diputados: 

el Dr. D. José Beye Cisneros, por México; 

el canónigo don José Simeón de Uria, por Guadalajara; 

el canónigo don José Cayetano de Fonserrada, por Valladolid; 

D. Joaquín Maniau, contador general de la renta del tabaco, por Veracruz;

D. Florencio Barragán, teniente coronel de milicias, por San Luis Potosí; 

el canónigo D. Antonio Joaquín Pérez, por Puebla; 

el eclesiástico D. Miguel González Lastri, por Yucatán; 

D. Octaviano Obregón, oidor honorario de la Audiencia de México, por Guanajuato;

el Dr. Don Mariano Mendiola, por Querétaro;

D. José Miguel de Gordoa, eclesiástico, por Zacatecas; 

el cura D. José Eduardo de Cárdenas, por Tabasco;

D. Juan José de La Garza, canónigo de Monterrey, por Nuevo León; 

el Lic. D. Juan María Ibáñez de Corvera, por Oaxaca;

D. José Miguel Guridi y Alcocer, cura de Tacubaya, por Tlaxcala, a cuya ciudad se concedió derecho de elección por los servicios prestados a los españoles durante la conquista. 

Las provincias internas de Sonora, Durango y Coahuila designaron su representantes a los eclesiásticos don Manuel María Moreno, Don Juan José Güereña y Don Miguel Ramos Arizpe. 

De estos diputados, D. José Florencio Barragán por San Luis Potosí, y el Lic. Corvera, por Oaxaca, no fueron a España, y el Dr. Manuel María Moreno, representante por Sonora, debía morir en Cádiz a las pocas semanas de su llegada.


(Tomado de: México en las Cortes de Cádiz (Documentos). El liberalismo mexicano en pensamiento y en acción. Colección dirigida por Martín Luis Guzmán. Empresas Editoriales, S. A. México, D. F. 1949)

viernes, 13 de diciembre de 2024

Miguel Ramos Arizpe

 


Ramos Arizpe (Miguel).- Nació en lo que entonces se llamaba Valle de San Nicolás, en Coahuila, y hoy tiene su nombre, el 15 de febrero de 1775. Comenzó sus estudios en el seminario de Monterrey y los terminó en Guadalajara, donde recibió el grado de bachiller en filosofía, cánones y leyes. En 1803 se ordenó sacerdote en México, y fue nombrado capellán familiar y sinodal del obispado de Monterrey; más tarde fue promotor fiscal, defensor de obras pías y catedrático de derecho civil y canónico en el seminario de esa ciudad. En 1807 pasó a Guadalajara, donde obtuvo el grado de licenciado y doctor en cánones, alcanzó un curato y fue propuesto para una canonjía. En septiembre de 1810 fue electo diputado a las Cortes de Cádiz, donde brilló por su talento y se distinguió por su ardiente patriotismo. Por eso fue puesto en la cárcel de Madrid y enseguida desterrado por cuatro años a la Cartuja de Arachristi, en Valencia, donde permaneció hasta 1820, en que fue nuevamente electo diputado a las Cortes españolas. En el mismo año fue nombrado chantre de la catedral de México. Consumada la independencia, volvió a México. Fue presidente de la comisión de Constitución del Congreso de 1823, de modo que contribuyó en gran parte a formar la Constitución federal de 1824. Después fue sucesivamente ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos, ministro plenipotenciario para arreglar los tratados con la República de Chile deán de la catedral y nuevamente ministro de Negocios Eclesiásticos; diputado a los congresos de 1841 y 1842. Murió en México el 28 de abril de 1843. 


(Tomado de: México en las Cortes de Cádiz (Documentos). El liberalismo mexicano en pensamiento y en acción. Colección dirigida por Martín Luis Guzmán. Empresas Editoriales, S. A. México, D. F. 1949)

martes, 24 de septiembre de 2019

Exhortación de los diputados a la unión por equidad y justicia, 1810


Exhortación de los Diputados 

Para las Cortes a los habitantes de Nueva España.
[En la que se llama a la unión para luchar por la equidad y la justicia].

Discretos, juiciosos y fieles habitantes de las provincias de este hermoso y felicísimo reyno: quando impedidos del zelo por la religión, del amor a la patria y del deseo de la futura permanente felicidad de estos países privilegiados, estaban vuestros Representantes en cortes alegres en el sacrificio que hacían de su comodidad y quietud, por que iban en vuestro nombre a procurar la mayor gloria del Señor, el cabal esplendor y lustre de la heroica nación española, la libertad de un Príncipe tan digno como desgraciado, la universal prosperidad de ambas Españas, y que quedarán indeleblemente escritas en los fastos de la historia las demostraciones de la religiosidad, patriotismo, fidelidad y heroísmo de este venturoso terreno: quando impacientes por el logro de tan sublimes é importantes fines, sin embargo del dolor natural de alejarse de vosotros, llevaban con amargura los precisos moemntos de dilación en su marcha, por lo que retardaban el instante de presentarse en Europa la representación Americana, despues de vencidos trabajos y peligros de tierra y mar, como un exemplar de fidelidad, de patriotismo, de cristiandad y de nobleza: los detestables movimientos con que algunos, mal aconsejados y temerarios, han perturbado, en muy pocos lugares la tranquilidad y órden público, los estrechan a comenzar las funciones de su alto encargo, dirigiéndose a vosotros mismos.
No es esto suponer en vosotros aún el mas ligero principio del mal, que todos detestamos es sí solo confortaros para que gloriosamente perfeccioneis el bien tan santamente comenzado: es pediros que con la constancia en vuestros procederes generosos y nobles, hagais ver al universo, que el yerro detestable de unos pocos solo sirve para acrisolar y hacer que brille mas la fidelidad y virtud general de la Nueva España, como ha servido á la de la antigüa el no haber imitado a los que desgraciadamente prevaricaron; y finalmente que vigoriceis la voz de nuestra representación con la conservación de vuestro empeño por la santa causa, y que hagais lo que pide de todos la religión, la pátria, el honor y vuestro verdadero interes.
Solamente la soberbia puede hacer creer al hombre que sus pensamientos y medidas son capaces de mejorar las cosas por los caminos mismos que la esperiencia ha acreditado, propios únicamente para empeorarlas, y ofuscándole la razón lo precipiten á abismos de males. Emprende con arrogancia; pero esta sirve solo para dañar á innumerables y hacer víctima de la desgracia aún al soberbio mismo.
La santa religión, obrando dulcemente sobre nuestros espíritus, es la que conduce al hombre por principios siempre justos, siempre benéficos, siempre saludables. El amor y respeto á Dios, y el amor y compasión á sus hermanos, son sus dos bases, y sobre ellas se levanta sólidamente el admirable edificio de la sociedad cristiana y civil. Con solo estos principios afirma la autoridad y protexe la justicia: une á hombres y los hace obrar unidos en bien de todos. Sin ella la autoridad no se respeta, y el vicio triunfa: sin ella no reyna el amor paciente, generoso y de caridad, y una pequeña chispa abrasa y devora el hermoso campo de una sociedad floreciente. Ella fundada en la verdad no tolera pretextos para obrar el mal con disimulo a los ojos de los hombres, y eternamente condena toda transgresión de sus santas é inalterables máximas.
Exige con imperio, por el respecto á Dios, la fiel observancia de los juramentos prestados en su santo nombre, y de quanto necesita su cabal cumplimiento: demanda el aborrecimiento de toda acción pecaminosa, y mas la del escándalo; y clama por el origen de la felicidad comun, que es la santa union entre los hombres. ¿Y todo esto no se ve conculcado si no tomais empeño en impedir el progreso de aquellos movimientos : si no lo tomais en sufocar la perversa semilla de la discordia?
Ella es la que ha hecho buscar pretextos para levantar estandarte en que consta escrito lo contrario de lo que se obra. Se dice que viva la religión, al mismo tiempo que se violan su moral y sus preceptos: que viva el deseado Fernando, al mismo tiempo que se ponen medios para debilitar la fuerza de sus armas, la defensa de sus estados: y que muera el mal gobierno, á el mismo tiempo que se quiere vivir sin ninguno, por que jamas lo tiene la asonada y confusion. Solo sirve esta para facilitar al tirano universal de la religion y del estado lo que tanto ha deseado, y es dividir la antigüa de la Nueva España, para que aquella sucumba sin los socorros de esta; esta no se sostenga sin las armas de aquella, y ambas sean presa de su tirania, ó del poder de otra nación armada y poderosa. Unidas ambas triunfarán por fin con el favor del cielo, y lograrán la corona de sus fatigas; pero separadas, hoy será la una causa de la desgracia de la otra, para que mañana esta misma coopere á la ruina de aquella, y queden para siempre sepultadas la gloria y la libertad de ambas.
esta es la verdad, y engaño lo contrario, y por tanto la pátria exige que por todos los arbitrios se procure la conservación de la tranquilidad y de la union. Por medio de ésta se tributará á Dios el culto pacífico y solemne que la ennoblece, se cuidará de las buenas costumbres, que hacen a los estados florecientes y respetables: se formará el nudo indisoluble, que tanto irrita al enemigo comun, por impenetrable a su traidora espada: y se conservará terso y sin mancha el honor de estos fidelísimos y cristianos reynos.
Ellos debieron la felicidad del cristianismo á los religiosos esfuerzos de los Monarcas españoles: ellos han progresado baxo sus sabias leyes, y de España recibieron la sangre y la nobleza los españoles americanos, quienes hasta los días presentes han correspondido á su metrópoli con su amor, su docilidad y sus arbitrios, resultando de esta hermandad y alianza la felicidad general. Tamaño bien no puede desatenderse sin ignonimia y deshonor. Por bienes de menos consideracion pide la prudencia conservar la union y despreciar quejas, que pueden gloriosamente disiparse en tiempos mas oportunos. Defender a los padres de la opresion y servidumbre: socorrerlos en su necesidad, y acreditar siempre la gratitud es loable en los hijos, á mas de ser obligacion, como lo es en los padres procurar las ventajas de estos, y en el protector las del cliente, y en todos defender lo que forma su esplendor y su gloria. Son tan estrechos los vínculos que la naturaleza y las leyes han establecido entre ambos, que es imposible imaginar honor ó ignominia en uno que no sea trascendente á los otros. Asó cooperar con todos sus arbitrios los españoles de ambos mundos á la laudable union que los ha conservado, es timbre de la nación entera, y de la santa religion, que hoy mas que nunca pide la conservacion de los estrechos lazos de la caridad en beneficio de ella misma y del interes sólido de quantos tenemos la dicha de profesarla.
Desgraciada la Nueva España si en ella llegáran a dominar las divisiones. Se ofuscarán sus glorias: se frustrarán sus esperanzas: y se acabará su interes. No son predicciones funestas de ánimos afligidos: son doctrinas sentadas en el libro magistral de la esperiencia. Es demasiado grande para referir quanto contiene: pero alguna cosa de las recientes podemos traer á la memoria para convencimiento. Mirad á Francia, á esta nacion, á la qual sus ciencias, sus artes sus industrias y sus armas habian hecho casi árbitra del mundo, y decidnos ¿hasta quando duraron sus glorias, y qual fué la época en que se vio privada con ignominia de ellas? ¿No es verdad que duraron mientras que se conservó unida, respetando las potestades, venerando las leyes, manteniéndose tranquila, y siendo sábia hasta los términos que decía San Pablo, esto es, los de la justa sobriedad? ¿No es evidente que desde que abrazó el partido de la division y novedad se convirtió en objeto de detestacion, y que por querer mostrarse mas sábia de lo que conviene, solo causó á si y á otras naciones muerte de millones de hombres (triste consecuencia de toda revolucion), devastacion de providencias, ruina de estados, y que por último el decantado proyecto de una libertad imaginaria lo concluyeron con hacerle vilmente esclava del hombre mas aborrecible, por que ya no podia sufrir los males que le causaba el fermento de su division, y porque tarde y á costa suya conoció que no es posible que los hombres puestos en movimiento, y exaltada la ambicion de cada uno puedan poner fin a la rebelion y desconcierto, como confesó a su pesar uno de los faccionarios mismos? Esta es verdad de hecho, y que nadie puede negar si observa con humildad la miseria del hombre. En su retiro, y preocupado piensa facil y sujetable á órden un movimiento popular que transtorna un sistema social ya establecido, y si por precipitacion lo emprende, despreciando los medios que sirvieran para una pacífica racional reforma de abusos y defectos, viene á hallarse implicado en males sin remedio, sin conseguir su fin, y quedando por autor de mayores excesos. La soberbia del hombre y sus pasiones una vez sueltas no se sujetan a la misma razon que antes servia de freno, y resistiendo toda sujecion la subordinacion falta por grados. como ya se oye de esos hombres que se han revuelto, y viene á resultar de la imaginacion de reforma el universal transtorno.
Pocos son los lugares á donde ha llegado la llama que se desea apagar; pero en ellos se observan lagrimas, vejaciones, opresion y ruinas, y á otros amenaza la necesidad y la hambre, consiguiente á la destrucion de los sembrados que ya han consumido los bagages de los revoltosos, y en que como en la dilapidacion de otros bienes, serán perjudicados muchos hijos del pais por el derecho de suceder á sus padres, los que conservando sus riquezas pudieran proporcionarles una suerte mas ventajosa y brillante. ¿Y no será interes de todos procurar con viva diligencia extinguir esa maldita discordia que lo causa todo, que ofende la religion, que destruye la pátria y favorece á su enemigo, que mancha el honor y destruye nuestro verdadero interes?
Sí, sí, y por tanto todos cooperamos á tan importante objeto segun nuestros arbitrios. Sacerdotes, anunciad con vigor la ley de Jesucristo, ley toda de amor y de caridad, ley que por lo mismo prescribe no el amor que tienen aun los Etnicos, sino tambien el de los enemigos, que pide evitemos hasta las palabras que ofenden, por que son dice San Pablo, útiles solo para la subversion. Repetid el ejemplo del Señor sufrido y perdonando injurias y manso y suave aún en las palabras de correccion. Inspirad en todas partes el amor mutuo. Jueces, Padres y Rectores inculcadlo tambien con discrecion. Súbditos, prestad vuestros oidos con docilidad á los consejos de la religion y la sabiduria, que os lo piden para vuestro provecho.
Tomemos todo empeño en olvidar y desterrar sobrenombres que nos dividan. Suene solo la amable voz de cristiano español, que nos dice quanto nos interesa. España es una aunque tenga diversas provincias, unidas ó distantes: la religion es una, aunque haya en ella diferentes estados: y por lo mismo todos somos hermanos por religion y por origen: todos hijos de la Iglesia y de Jesucristo, para quien no hay distincion de judio ni de griego, y todos vasallos de un mismo Soberano; en cuyo vinculo nos enlaza, ademas de las razones insinuadas de la naturaleza y la política, la del religioso juramento que como tales hemos presentado.
No es justo ni prudente por medio de convulsiones peligrosas buscar remedio á quejas que lo tienen expedito en la paz y hermandad, útil á la religion, necesaria á la pátria, conveniente al honor e indispensable para nuestro verdadero interes, hoy especialmente que la Providencia nos ha puesto al frente un Gefe que tendrá, nos atrevemos á asegurarlo, una dulce satisfacción de extender hasta donde pueda la clemencia con los arrepentidos.
No cerreis, pues, los oidos fidelisimos habitantes de estas provincias, á la voz de vuestros Representantes: vuestra docilidad dará mas eficacia á nuestra representacion, y ella junta en las córtes con la de las otras provincias, hará que se vean triunfantes con devida igualdad los derechos de todas las partes que componen la monarquía: que todos queden sin motivo de queja gobernados por leyes sábias, en que solo resplandezca la equidad, justicia é imparcialidad, que son los fines de la congregación de ellas, decretada para gloria de Dios y de su santa religion, bien de la pátria, honor de la nacion entera, y firmeza del sólido interés de todos. México, y Octubre 3 de 1810.       
      


(Tomado de: Briseño Senosiain, Lillian; Ma. Laura Solares Robles y Laura Suárez de la Torre (investigación y compilación) - La independencia de México: Textos de su historia. Tomo I Antecedentes. La lucha por la libertad. Coedición SEP/Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. México, D.F., 1985)

jueves, 15 de marzo de 2018

Lucas Alamán



Nació en Guanajuato, Gto., en 1792; murió en la Ciudad de México en 1853. Estudió química y mineralogía en el Real Seminario de Minería y luego pasó a Europa, en donde continuó aprendiendo minería en Freyberg y Gotinga, Alemania. En París cursó química y ciencias naturales. 

Fue electo diputado a las Cortes de Cádiz y durante su permanencia en España redactó el Ensayo sobre las causas de la decadencia de la minería en la Nueva España y un Dictamen sobre el importante ramo de la minería. Dicho dictamen sirvió de base a un decreto emitido por la Junta Provisional Gubernativa de México (1821), que se proponía impulsar las actividades mineras. Constituyó en Inglaterra la Compañía Unida de Minas, con la cual inició la explotación del Cerro del Mercado, Dgo. Alamán dedicó muchos esfuerzos al progreso económico del país, entre los cuales figuran la organización del Banco de Avío, la creación de industrias textiles en Orizaba y Celaya, el mejoramiento de la ganadería y la fundación de escuelas de artes y de agricultura. Fue apoderado y administrador de los intereses del antiguo Marquesado del Valle. sin embargo, su actividad más relevante la desarrolló como ministro de Relaciones Exteriores. Desde ese cargo se opuso a la colonización de Texas y se empeñó en fijar los límites entre México y Estados Unidos conforme al Tratado Adams-Onís; fomentó una política de acercamiento con las naciones hispanoamericanas, como defensa frente a Estados Unidos y estableció una relación pacífica con Guatemala. Aprovechó también el cargo para fundar el Archivo General de la Nación y el Museo de Antigüedades y de Historia Natural.

En lo político, Alamán aparece como campeón de las ideas conservadoras y monárquicas. Además de muchos artículos, informes oficiales y estudios particulares, dejó dos obras fundamentales: Disertaciones sobre la historia de la República Mexicana  desde la época de la conquista que los españoles hicieron a fines del siglo XVI de las islas y continente americano hasta la Independencia  e Historia de México desde los primeros movimientos que prepararon su Independencia en el año de 1808 hasta la época presente. La vida y obra de Alamán han sido muy controvertidas y han merecido numerosos estudios, entre otros los siguientes: Luis Chávez Orozco: “Lucas Alamán”, en Cuadernos Americanos (julio-agosto de 1943); Moisés González Navarro: El pensamiento político de Lucas Alamán (1952); Alfonso López Aparicio: Alamán, primer economista de México (1956); y José C. Valdés: Alamán, estadista e historiador (1938).

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen I, A - Bajío)