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lunes, 23 de agosto de 2021

Mariano Escobedo

 

 


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Mariano Escobedo (1826-1902)


Cuando se enteró de la entrada del ejército estadounidense a suelo mexicano, tomó la decisión que habría de dirigir su vida para siempre. Apenas tenía 20 años, pero ya era un jinete ejemplar. Pocos como él conocían los caminos del norte del país. Desde pequeño había ayudado a su padre a llevar ganado por esas veredas. Nunca se imaginó que, al enlistarse como soldado raso para luchar contra la invasión estadounidense, comenzaría a forjar una de las más ilustres carreras militares.

Durante la invasión, participó destacadamente en varias refriegas, pero la que mayor atención le otorgó fue la de la Angostura, donde hasta el ejército enemigo se vio sorprendido por sus hazañas. Escobedo hizo prisioneros a 37 hombres en la acción del Cañón de Santa Rosa. Quienes lo vieron en aquella ocasión supieron que aquel joven tenía un largo y próspero futuro. En especial en un país donde la forma de dirimir desacuerdos ideológicos, políticos, religiosos y sociales era por medio de las armas.

Por conciencia fue liberal. Por ello, durante la Revolución de Ayutla se unió a la lucha contra el régimen santannista. Fue en su ciudad natal, Galeana, donde en 1855 encontró a los hombres que irían con él hacia la libertad. Su paso por el sur de Nuevo León fue exitoso yreplegó a los conservadores hacia Saltillo donde impuso el orden liberal.

Para cuando dio inicio la Guerra de Reforma (1858-1861) entre liberales y conservadores, Escobedo era ya un reconocido militar. Enfrentó en el centro del país a destacados militares, como Miguel Miramón, el azote de los liberales, y venció a la mayoría, incluido este último, en distintas batallas en Zacatecas, Guanajuato y San Luis Potosí. Quizá su derrota más sensible fue la que sufrió en Irapuato frente a Adrián Woll.

Pero su fama y heroicidad serían realmente reconocidas durante la Intervención Francesa. Por segunda ocasión, el neoleonés se lanzó en defensa de su patria. Su aplaudida participación en la batalla del 5 de mayo de 1862 le valió el ascenso a general brigadier. Varias fueron las acciones de Escobedo contra los franceses y en todas destacó por su coraje, inteligencia y decisión. Ello le llevó a participar en el sitio de Querétaro en 1867. La toma de esa plaza fue el tiro de gracia al imperio de Maximiliano.

A pesar de haber ocupado en varias ocasiones la gubernatura de Nuevo León y San Luis Potosí, ser ministro de Guerra e incluso diputado, su verdadero legado se encuentra en las batallas que tan destacadamente libró en contra de conservadores y enemigos extranjeros. Su participación en cada una de ellas fue definitiva para el triunfo de unos y derrota de otros. Murió en 1902, ocupando una curul desde la que se oponía al régimen de Porfirio Díaz.


(Tomado de: Tapia, Mario - 101 héroes en la historia de México. Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2008) 


jueves, 18 de marzo de 2021

Corrido del sitio de Querétaro


Al patíbulo del Cerro de las Campanas

van a morir mis compañeros,

sucumbieron cual fieles guerreros.

Eran Méndez, Mejía y Miramón.


Ya la muerte fue llegando,

compañeros..., ¡qué dolor!,

que por ser Emperador

la existencia fue a perder,

y sus títulos de honor;

todito se acabó.

¡Adiós, Gobierno imperial!


Adiós, querida Carlota,

que te hallas en Miramar,

llorando loca de amores

a tu esposo sin cesar.


Año de sesenta y siete,

Miguel López, ¡qué dolor!,

en el día quince de mayo

entregó al Emperador.


Ese fuerte de la Cruz

se rindió a discreción,

fue por haberlo vendido

Miguel López, ¡qué dolor!


El general Escobedo

a sus tropas les decía:

-Éntrenle, fieles muchachos,

con todo valor y hombría.


Las cinco de la mañana,

el Emperador corría

al Cerro de las Campanas

con Miramón y Mejía.

¡Viva Juárez, mexicanos!


¡Vivan los republicanos

que nos dieron libertad!

¡Viva don Porfirio Díaz

que a sus pies hizo rodar

el infame Gobierno imperial!


Por el Cerro de las Cruces

empezaron a tirar

los de las blusas rayadas

que tiraban con afán; 

los de adentro les decían:

-¡Tengan sus piezas de pan!

¡Apárenlas, que allá van!


Juárez pensaba indultar

al grande Maximiliano

y deseaba que a su tierra

lo mandasen desterrado.


Pero Lerdo de Tejada,

según dicen, lo inclinó

a firmarle la sentencia

y el indulto no valió.


Aristócratas damas

pedían del Emperador

la vida, con grande afecto

y lágrimas de dolor.


Pero era fuerza y preciso

que el Archiduque muriesen,

para así salvar la patria

y el honor no padeciese.


El sitio fue muy terrible,

como pocos había habido,

fraguado con mucha astucia

y con genio precavido.


El mexicano triunfó

de la imperial opresión.

¡Viva Juárez y su Ley!

¡Viva la Constitución!


Mucha sangre se perdió

y muchas viudas quedaron;

mas la patria se salvó

y el pendón republicano.


Memorable fue ese sitio

porque señaló la gloria

del valiente mexicano

que inmortaliza la historia.


¡Viva, viva el Benemérito

Juárez, el gran liberal!

¡Viva, viva su justicia

y su genio colosal!


¡Viva México por siempre!

Cantemos a una voz

y de Querétaro el sitio

que tanto triunfo alcanzó.


(Tomado de: Mendoza, Vicente T. – Corridos mexicanos. Lecturas Mexicanas #71; 1a serie. Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1985)

martes, 4 de junio de 2019

Ramón Corona



Nació en Tuxcueca y murió asesinado en Guadalajara, ambas del Estado de Jalisco (1837-1889). En 1858, cuando trabajaba en el mineral de Montaje, entonces del cantón jaliscience de Tepic, decidió afiliarse al partido liberal y hacer armas contra el cacique Manuel Lozada, aliado de los conservadores. Al frente de algunos hombres, se apoderó de Acaponeta en diciembre; se incorporó al coronel Bonifacio Peña en Escuinapa; juntos libraron el combate de El Espino, donde éste perdió la vida; asumió el mando de la tropa (a los 22 años de edad), tomó Tepic el 11 de junio de 1859, pero tuvo que abandonar la plaza ante la proximidad del general Leonado Márquez. En mayo de 1860 participó en la batalla de Santiago Ixcuintla, viajó con su cuerpo de ejército hasta Sayula, para reunirse con el gobernador Ogazón, y en enero de 1861, ganada ya la Guerra de Tres Años, volvió a territorio nayarita para continuar la campaña contra Lozada. Jefaturó sucesivamente el Batallón Degollado y la Brigada de Tepic. Organizó tres ofensivas contra el caudillo serrano, pero sólo obtuvo triunfos parciales. En 1863, invadido ya el país por los franceses, careció de recursos oficiales para mantener a sus soldados; organizó la Guardia Nacional en los pueblos que controlaba y dos veces fue a entrevistar al presidente Juárez, en San Luis Potosí, haciendo penosos recorridos por mar y tierra, para solicitar auxilios que no obtuvo. Mientras el cantón de Tepic quedaba en manos de Lozada, apoyado por los intervencionistas, Corona se incorporó en Jalisco a las fuerzas de Arteaga y Lopez Uraga. A partir de 1863 promovió y dirigió guerrillas y hostilizó al enemigo. El 15 de mayo de 1866 el presidente Juárez lo nombró general en jefe del Ejército de Occidente, formado a ritmo de la larga lucha contra los imperiales. Brigadas de este ejército derrotaron a los franceses en Palos Prietos (12 de septiembre de 1866), Mazatlán (ocupado el 13 de noviembre, tras un estrecho sitio) y la Coronilla (18 de diciembre), de modo que pudieron entrar a Guadalajara (día 21), limpiar de enemigos toda la entidad, hasta Colima (enero y febrero de 1867), avanzar sobre Querétaro (6 de marzo) y participar en el sitio y toma de la plaza que puso fin al imperio.


A principios de 1871 Corona se hizo cargo de la comandancia militar de Jalisco y el 28 de enero de 1873, al mando de 2,200 hombres, derrotó en La Mojonera, a 5 kilómetros de Chapala, a los 8 mil indígenas guerreros de Lozada, que habían proclamado un Plan libertador e invadido el Estado desde la Sierra de Alica. Luego persiguió al caudillo nayarita, durante 6 meses, en lo más intrincado de la tierra, hasta que al fin éste cayó prisionero y fue fusilado en Tepic el 19 de julio. En 1874 Corona fue nombrado ministro plenipotenciario en España y Portugal. Regresó a México el 10 de abril de 1885 y el 28 de enero del año siguiente fue postulado candidato al gobierno de Jalisco. Triunfante en los comicios, asumió el poder el 1° de marzo de 1887. Durante su administración fundó el Monte de Piedad y Caja de Ahorros; promulgó el Reglamento de Instrucción Primaria, según el cual las escuelas serían pagadas por el Estado; aumentó el número de planteles de 200 a 423; inició la práctica de visitar las poblaciones para conocer y resolver sus necesidades; expidió la Ley del Notariado; abolió las alcábalas (10 de octubre de 1887); impulsó la construcción del ferrocarril México-Guadalajara, inaugurado el 15 de mayo de 1888; reformó la Escuela de Medicina; gestionó el establecimiento de una sucursal del Banco de Londres y México; construyó el mercado que llevó su nombre, organizó la administración y equilibró las finanzas públicas. El 10 de noviembre de 1889, cuando se dirigía al Teatro Principal en compañía de su esposa, para concurrir a la representación de Los Mártires de Tacubaya, fue agredido a puñaladas por Primitivo Ron, un joven normalista de 22 años de edad que luego se quitó la vida. Corona murió al día siguiente y el Congreso lo declaró Benemérito del Estado en grado heroico.




(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. de C. V. D. F., 1977 tomo III, Colima - Familia)