(1402-1472) Tenía apenas 16 años cuando, desde su escondite, cubierto por la sombra de un capulín, vio a su padre Ixtlixóchitl, rey de Texcoco, pelear y morir. Aún retumbaban en sus oídos las últimas palabras que le había dicho antes de que le ordenara esconderse: “Lo que te encargo y te ruego es que no desampares a nuestros súbditos y vasallos, ni eches en olvido que eres chichimeca; debes recobrar el trono que tan injustamente Tezozómoc -rey de Azcapotzalco- nos arrebata y vengar la muerte de tu afligido padre”. Ese día, mientras incineraba el cuerpo de su padre, auxiliado por súbditos leales, el príncipe Alcomiztli Nezahualcóyotl juró no olvidar su promesa.
Había nacido el 28 de abril de 1402 en la ciudad de Texcoco. Su educación, como la de todo miembro real, fue severa pero efectiva. En su adolescencia ingresó a la escuela de la nobleza, cocida como Calmécac. Ahí aprendió a realizar cada uno de los deberes sociales. Aprendió los códices, pero muy en especial, encontró gusto por la memorización de poemas y cantos sagrados. Quizás eran éstos y los que él mismo escribió, los que repertía en los días y meses que siguieron a la muerte de su padre, mientras estaba escondido de los guerreros de Tezozómoc, quienes tenían instrucciones de hallarlo darle muerte para que no hubiera quien pudiera reclamar el trono de Acolhuacan.
Durante cuatro años, Nezahualcóyotl se ocultó en bosques y montañas. En más de una ocasión estuvo cerca de caer prisionero; sin embargo, el pueblo, que lo veía cono el verdadero rey -mientras que a Tezozómoc se le consideraba un usurpador-, le auxilió en diversas ocasiones para escapar de sus verdugos, hasta que llegó con los tlaxcaltecas y encontró un refugio donde descansar.
Con paciencia fue tejiendo su venganza. Consiguió que su tío Chimalpopoca enviara a un grupo de mujeres nobles a pedir a Tezozómoc que permitiera a Nezahualcóyotl ingresar a Tenochtitlan, en donde viviría pacíficamente. El encanto de las damas auspició la aceptación. Dos años más habrían de pasar para que Tezozómoc le permitiera ingresar a Texcoco.
Pero el tiempo venció a la venganza. Corría el año de 1427 cuando Azcapotzalco amaneció sin rey. Tezozómoc había vivido más de cien años. Antes de dar su último suspiro, pidió a sus hijos asesinar lo más pronto posible a Nezahualcóyotl, a quien había soñado destruyendo su reino y convertido en águila y en león.
El encargo recayó en Maxtla, su hijo mayor y nuevo rey de Azcapotzalco. Sin embargo, Nezahualcóyotl había aprovechado el tiempo para hacer alianzas con los señores de Tenochtitlan y Tlatelolco. Los ejércitos de Tlaxcala, Cempoala, Cholula y Huejotzingo se unieron a él y, reunidos en los llanos de Apan, esperaron el momento exacto para entrar a Texcoco.
Las guarniciones de Maxtla, aquel 5 de agosto de 1427, no pudieron resistir el embate y, en menos de un día, Nezahualcóyotl recuperó el reino de su padre y de inmediato comenzó a reorganizar el gobierno. Aquel joven poeta que cargaba con una promesa parecía haber quedado atrás. El gobernante emergía del guerrero. Pero antes de que eso ocurriera por completo, fue por Maxtla hasta Azcapotzalco, en la que fue una de las guerras más atroces del mundo prehispánico y de la cual salió vencedor el rey poeta. Cerró ese capítulo de su vida dando muerte a Maxtla y esparciendo su sangre a los cuatro puntos del universo. Tenía 25 años y su promesa había sido cumplida.
Durante los 45 años que duró su reinado, Nezahualcóyotl logró consumar la toma de Xochimilco (1429) gracias a su alianza con Tenochtitlan y Tlatelolco; y gracias a la Triple Alianza que formó con el emperador mexica, Itzcóatl, y el señor de Tacubaya, Totoquihauhtzin, pudo consolidar el imperio más grande del mundo prehispánico. A él se debe el balneario de Chapultepec, así como el acueducto que dotó de agua a Tenochtitlan. De forma especial promovió la educación, la justicia, la recaudación de tributos y las artes. Nunca un gobernante tan supremo como aquél, que había comenzado desde varios años atrás a forjar su propio destino a pesar de las contrariedades que pudo encontrar en su camino. Su fortaleza le permitió vengar a su padre, pero su sabiduría y nobleza lo convirtieron en un hombre mejor: en el líder que la gente confiaba para seguir hacia la creación de un imperio insuperable. El joven poeta nunca dejó de escribir, aun cuando la muerte le afligiera: “Allá donde no hay muerte/allá donde ella es conquistada/que allá vaya yo”.
(Tomado de: Tapia, Mario - 101 héroes en la historia de México. Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2008)