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jueves, 1 de mayo de 2025

Roberto Gavaldón


 Roberto Gavaldón

(director)

(1906-1986, Chihuahua, México). Se dice que Roberto Gavaldón Leyva desde joven se fue a Hollywood para trabajar como extra en el cine, actividad que continúa en México durante 1932. Como su vocación era la realización, comienza como asistente de director. Pronto asimila las técnicas del cine y en 1944 debuta con La barraca, filme al que le da gra calidad y solidez, colocándolo entre los mejores cineastas de esa época (Emilio "El Indio" Fernández, Alejandro Galindo, Julio Bracho, Fernando de Fuentes e Ismael Rodríguez). Otras películas que realizó son Rayando el sol  (1945), La casa chica (1949), La diosa arrodillada 1947), El rebozo de Soledad (1952), El niño y la niebla (1953), Macario (1959), Rosa blanca (de 1961, la cual, por problemas de censura, estuvo enlatada más de 20 años), Doña Macabra (1971) y El gallo de oro (1964); además dirigió algunas producciones norteamericanas como El pequeño proscrito y la última cinta que realizó fue Cuando tejen las arañas en (1977). 

Amelia Camarena


(Tomado de: Dueñas, Pablo, y Flores, Jesús. La época de oro del cine mexicano, de la A a la Z. Somos uno, 10 aniversario. Abril de 2000, año 11 núm. 194. Editorial Televisa, S. A. de C. V. México, D. F., 2000) 

jueves, 4 de julio de 2024

La muerte a través del cine mexicano

 


La muerte a través del cine 

Por César Aguilera 

El misterio que rodea a la muerte ha inspirado a diversos cineastas para tratarla en sus historias, algunas con respeto y otros con irreverencia. 


La muerte, misteriosa como estremecedora, es el pasaje más dramático para todo ser humano y por ende, ha sido tema a tratar por el cine en diversas facetas, además de dar lugar a terroríficas aventuras de fantasmas, momias, vampiros y muertos vivientes, sin olvidar a la célebre Llorona, de legendario relatos. 

Julián Soler en su filme de 1934, Los muertos hablan, plasmó tenebrosos relatos, igual que Fernando Méndez -quien había llevado a la pantalla el vampirismo- hizo de la muerte toda una apología en películas como Misterios de ultratumba (Fernando Méndez, 1958). En tanto, Roberto Gavaldón con Doña Macabra (Roberto Gavaldón, 1971) recreó lúgubre ambiente para un texto de Hugo Argüelles, con actuaciones de Marga López y Carmen Montejo. También el humor macabro se hizo presente en El esqueleto de la señora Morales (Rogelio A. González, 1959), con Arturo de Córdoba y Amparo Rivelles. 

En 1968, Juan Ibáñez en coproducción con Estados Unidos presentó en thriller La cámara del terror, en cuatro episodios con Boris Karloff y Julissa, el cual revitalizó el género de horror. 


Día de muertos 

El 1 y 2 de noviembre días en que se recuerda a los muertos -niños y adultos, respectivamente- se ha convertido en una alegoría con olor a incienso, donde los panteones son escenarios de verbenas populares decoradas con papel picado, flores amarillas, pan de muerto, calaveras de azúcar y cirios que han hecho del poblado de Mixquic un atractivo turístico fotografiado en documentales.

Respecto a estas festividades, el cineasta soviético Sergei M. Eisenstein en su filme de 1931, ¡Que viva México!, muestra la esencia del simbolismo popular, en colaboración con el fotógrafo Eduard Tisse, quienes influirían años después en la mancuerna Emilio Fernández-Gabriel Figueroa. Apasionado por estas costumbres, el creador de El acorazado Potemkin, al llegar a México comentó: "de niño, en una revista alemana, vi el esqueleto de un revolucionario montado sobre la osamenta de un caballo, mientras las calaveras de una pareja bailaban; era fotografías del Día de muertos, entonces me dije: "qué país es ese que puede divertirse de manera semejante! Ahora vengo a filmar una película en México, de cuyo pueblo y arte soy gran admirador”.

Macario (Roberto Gavaldón, 1959) impactante obra en la que la muerte adquiere identidad, caracterizada por Enrique Lucero, al cual en tiempos del virreinato del siglo XVII, se le aparece a un paupérrimo leñador (Ignacio López Tarso), quien desesperado por la miseria, hace tratos con la parca. La historia está basada en un texto de Bruno Traven (1890-1969).


Picardía con la muerte 

La última película del director Luis Alcoriza fue Día de difuntos en 1986, rodada en el panteón del Cerro de la Estrella en Iztapalapa, comedia de picardía populachera que exhibe típicos individuos como un peluquero (Sergio Ramos "El Comanche"), "El Flaco" Ibáñez (zapatero) y un plomero (Pedro Weber "Chatanuga"), quienes al visitar año con año las tumbas de sus finados, se las ingenian para emborracharse y acabar bailando con las viudas sobre las tumbas hasta que la policía los corre. 


En defensa de la tradición 

En 1989 se estrenó Calacán, primer largometraje de Luis Kelly, egresado del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), quien escribió el relato sobre Calacán, pueblo michoacano habitado por calaveras, amenazado ante la invasión de calabazas de plástico del Halloween y otras modas que intentan acabar con las tradiciones.


(Tomado de: Aguilera, César - Somos Uno, especial de colección, Las rumberas del cine mexicano. La muerte a través del cine. Año 10, núm. 189. Editorial Televisa, S.A. de C.V., México, D.F., 1999)

sábado, 10 de noviembre de 2018

Bruno Traven




El 26 de marzo de 1969 B. Traven murió en su casa de la ciudad de México. El 19 de abril, en cumplimiento de su último deseo, su viuda, Elena Luján, esparció las cenizas del novelista sobre la selva próxima a Ocosingo, Chiapas, escenario de su libro La rebelión de los colgados. A fines de aquel año aparecieron sus Obras escogidas en dos tomos, con un prólogo de Luis Suárez. En 1966 Suárez había publicado en la revista Siempre! La única entrevista que concedió Traven.

A pesar del gran número de libros y artículos dedicados a aclarar el misterio de B. Traven, su identidad aún no lleva a establecerse con precisión. Él se empeñó en borrar a su persona para que sólo existieran sus obras, y dijo:

"Lo importante del escritor son sus libros, no su vida... Mi trabajo es lo importante,: yo no lo soy; solo soy un trabajador común y corriente."

Con base en las informaciones disponibles, podemos aventurarnos a intentar una nota biográfica. B. Traven nació en 1890, en Chicago, hijo de padres suecos y noruegos que lo llamaron Traven Torsvan Croves. A los 11 años se embarcó y recorrió el mundo como grumete y fogonero de barcos mercantes. Su experiencia marítima quedó en su primera novela, El barco de los muertos. En su casa mexicana muchos años después todos lo llamaban "Skipper" (capitán).

Había 1910 se presentó como actor en la ciudad alemana de Essen, asiento de las fábricas Krupp, que produjeron armas para los dos conflictos mundiales. Aunque no existen datos al respecto, es probable que Traven haya participado en la Guerra Mundial de 1914, cuando el futuro escritor tenía 24 años.

Reapareció en la Alemania de 1918, sacudida por la revolución de Rosa Luxemburgo. Fundó una revista política llamada El ladrillero y dio a conocer su primer libro, Cartas a la señorita X. Por entonces firmaba con el seudónimo de Ret Marut.

Cayó prisionero y estuvo a punto de morir. Logró escapar a Bélgica y llegó a Tampico en 1922. Trabajó en los campos petroleros y recorrió los caminos de la Sierra Madre Oriental. Allí nació su amor hacia el país que escogió como suyo. Traven solía decir:

"Los mexicanos son los mejores hombres de la tierra. En ningún sitio del mundo hay seres iguales. Nunca me preocupé por el dinero que no tenía en esos tiempos. Porque cada choza era tan acogedora como mi propia casa."

Lo que vivió y observó como obrero del petróleo, pizcador de algodón, leñador y gambusino, fue el material de libros que se han leído en todo el mundo, como La Rosa Blanca, El tesoro de la Sierra Madre, Salario amargo.

En 1930 llegó a la ciudad de México un fotógrafo norteamericano llamado simplemente Torsvan, a quien nadie identificaba con el autor de la ya famosa novela El barco de los muertos. Torsvan se inscribió en la Universidad Nacional, viajó a Palenque y, apasionado por el mundo indígena, se internó en la selva chiapaneca y llegó al entonces inexplorado Bonampak.

El fruto de aquellos años en el sur de México es tan importante o más que el producto de la época que pasó en el norte: La rebelión de los colgados, La carreta, Traza, Gobierno, Macario, El general, Tierra y libertad, Hacia el imperio de la caoba. Traven tomó la defensa de los indígenas y campesinos contra todos sus explotadores. El crítico Manuel Pedro González fue el primero en pedir que se considerara a Traven un escritor mexicano por la ternura, la vehemencia, la indignación y comprensión con que penetró en el drama de los sectores más numerosos e importantes de nuestra sociedad.

En 1948 Luis Spota logró encontrar a Traven en Acapulco y dio a conocer en la revista Hoy fotos en que el novelista aparecía de espaldas. Traven se convirtió en Hal Croves, guionista cinematográfico y "representante" del autor de La Rosa Blanca. En 1951 se naturalizó mexicano y en 1957 se casó con su traductora, Elena Luján. Que Croves era el único y verdadero Traven no era un enigma para sus amigos más íntimos, aunque sí para el público lector.

Como en Alemania se publicó un libro en que se decía que Traven estaba muerto y un grupo de gente se beneficiaba ilegalmente con sus derechos de autor, él decidió conceder la entrevista de 1966 a Luis Suárez. Así demostró que Ret Marut, Torsvan, Hal Croves y B. Traven eran la misma persona.

Aunque no escribió en español, B. Traven tiene un lugar único en la literatura mexicana por los temas de sus libros y, sobre todo, porque no lo hizo parte de nuestra tierra el azar sino su libre y apasionada elección.
 
(Tomado de: Bruno Traven. Cuadernos Mexicanos, año I, número 17, México, D.F., coedición SEP/Conasupo, s/f)