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sábado, 17 de marzo de 2018

Diego Muñoz Camargo


Diego Muñoz Camargo



Floreció en la segunda mitad del siglo XVI Diego Muñoz Camargo, tlaxcalteca, hijo de español, y de noble india, que fue educado en la fe católica, y que instruido desde sus primeros años en la lengua castellana, escribió en ella su Historia de la República y de la ciudad de Tlaxcala, a la que debió su reputación literaria, a pesar de que no llegó a darse a la estampa.

En esa Historia, citada frecuentemente por Prescott y por otros muchos autores de fama bien adquirida, se contienen importantes y curiosas noticias acerca de las diversas razas que ocuparon sucesivamente la mesa central de México.

Nacido y criado el autor entre los indios, cuando aún quedaban vestigios del paganismo, se encontró en aptitud de conocer la condición de los antiguos pobladores para dar en su obra, como lo hizo, las más curiosas noticias sobre lo que eran las instituciones civiles y religiosas de aquellos pueblos, al verificarse la conquista. En aquella se descubre cómo el patriotismo de Muñoz Camargo se inflamaba al hablar de la antigua enemistad entre sus compatriotas y los aztecas, enemistad cuyo odio sobrevivió entre los dos pueblos rivales, aun después de sujetos al mismo yugo.

La Historia de Tlaxcala se conservó inédita por mucho tiempo, guardándose su manuscrito en el convento de San Felipe Neri de México, donde Torquemada la consultó varias veces. Había permanecido oculta para los demás historiadores, cuando Muñoz la incluyó en su magnífica colección, y la depositó en los archivos de la Real Academia de la Historia de Madrid. Lleva el título de Pedazo de historia verdadera.

El escritor inglés Prescott la copió para utilizarla en su obra, y de ella dice lo siguiente:

La obra de Camargo abraza también una narración de la conquista y de los primeros fundamentos del régimen colonial. Siendo indio (Camargo), debería uno pensar que su crónica adolecía de todas las preocupaciones, o a lo menos de toda la parcialidad propia de un indio; pero no es así, pues convertido al cristianismo, muestra tan vivas simpatías hacia los conquistadores como hacia sus compatriotas. El deseo de ensalzar las hazañas de estos últimos y de hacer la debida justicia a las proezas de los blancos, ocasiona a veces los más raros contrastes, y hace que la obra sea muy inconsecuente. En cuanto a la ejecución literaria, tiene poco mérito; demasiado grande, sin embargo, si se atiende a la imperfección con que un indio debe haber poseído la lengua castellana, en cuyos rudimentos le instruyeron los misioneros. Con todo, en punto a estilo, bien pudiera competir con el de los misioneros mismos”.

Quien ha merecido como Muñoz Camargo tan honrosa mención de un historiador como Prescott, no debe dejar de aparecer en esta serie de biografías, por más que sean escasas las noticias que acerca de su vida puedan darse.

Recordarlo es pagar un tributo al hombre a quien se debe, como acabamos de ver, uno de los monumentos más estimables de la historia patria.

(Tomado de: Francisco Sosa - Biografías de Mexicanos Distinguidos)