Diego Muñoz Camargo
Floreció en la segunda mitad del siglo XVI Diego Muñoz
Camargo, tlaxcalteca, hijo de español, y de noble india, que fue educado en la
fe católica, y que instruido desde sus primeros años en la lengua castellana,
escribió en ella su Historia de la
República y de la ciudad de Tlaxcala, a la que debió su reputación
literaria, a pesar de que no llegó a darse a la estampa.
En esa Historia,
citada frecuentemente por Prescott y por otros muchos autores de fama bien
adquirida, se contienen importantes y curiosas noticias acerca de las diversas
razas que ocuparon sucesivamente la mesa central de México.
Nacido y criado el autor entre los indios, cuando aún
quedaban vestigios del paganismo, se encontró en aptitud de conocer la
condición de los antiguos pobladores para dar en su obra, como lo hizo, las más
curiosas noticias sobre lo que eran las instituciones civiles y religiosas de
aquellos pueblos, al verificarse la conquista. En aquella se descubre cómo el
patriotismo de Muñoz Camargo se inflamaba al hablar de la antigua enemistad
entre sus compatriotas y los aztecas, enemistad cuyo odio sobrevivió entre los
dos pueblos rivales, aun después de sujetos al mismo yugo.
La Historia de
Tlaxcala se conservó inédita por mucho tiempo, guardándose su manuscrito en
el convento de San Felipe Neri de México, donde Torquemada la consultó varias
veces. Había permanecido oculta para los demás historiadores, cuando Muñoz la
incluyó en su magnífica colección, y la depositó en los archivos de la Real
Academia de la Historia de Madrid. Lleva el título de Pedazo de historia verdadera.
El escritor inglés Prescott la copió para utilizarla en su
obra, y de ella dice lo siguiente:
“La obra de Camargo
abraza también una narración de la conquista y de los primeros fundamentos del
régimen colonial. Siendo indio (Camargo), debería uno pensar que su crónica
adolecía de todas las preocupaciones, o a lo menos de toda la parcialidad
propia de un indio; pero no es así, pues convertido al cristianismo, muestra
tan vivas simpatías hacia los conquistadores como hacia sus compatriotas. El deseo
de ensalzar las hazañas de estos últimos y de hacer la debida justicia a las
proezas de los blancos, ocasiona a veces los más raros contrastes, y hace que
la obra sea muy inconsecuente. En cuanto a la ejecución literaria, tiene poco
mérito; demasiado grande, sin embargo, si se atiende a la imperfección con que
un indio debe haber poseído la lengua castellana, en cuyos rudimentos le
instruyeron los misioneros. Con todo, en punto a estilo, bien pudiera competir
con el de los misioneros mismos”.
Quien ha merecido como Muñoz Camargo tan honrosa mención de
un historiador como Prescott, no debe dejar de aparecer en esta serie de
biografías, por más que sean escasas las noticias que acerca de su vida puedan
darse.
Recordarlo es pagar un tributo al hombre a quien se debe,
como acabamos de ver, uno de los monumentos más estimables de la historia
patria.
(Tomado de: Francisco Sosa - Biografías de Mexicanos Distinguidos)