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lunes, 23 de junio de 2025

Porfirio Díaz en Les Invalides, 1911




 1. Porfirio Díaz


Eran los primeros días de julio de 1911. El expresidente de México, exiliado en París, había cumplido el pasado 16 de septiembre 81 años. Ahora había recibido la visita de un general francés, Gustave Niox gobernador de Los Inválidos, quien lo había invitado a visitar la tumba de Napoleón. Porfirio Díaz se hospedaba en el Hotel Astoria en la suite 102, frente al Arco del Triunfo. 

El 20 de julio una escolta pasó por él y lo llevó a Les Invalides. 

Vestía una levita negra cruzada que en el ojal de la solapa izquierda mostraba la única condecoración extranjera que don Porfirio usaba: el botón rojo de la Legión de Honor, concedido muchos años antes por la República Francesa a su glorioso adversario. Recibió con beneplácito las muestras de deferencia y afecto de los viejos oficiales franceses; el intercambio de frases cordiales, brevemente franco-mexicanas, no duró mucho porque el general Niox invitó a empezar la visita, primero de la tumba de Napoleón, luego de la sala México del Museo Histórico del Ejército. 

Un gesto de Niox cambió el aire majestuoso y prudente de Don Porfirio. El general francés evocó la guerra de intervención. Al hacer un homenaje a los soldados muertos en defensa de su patria, tuvo también palabras para quienes defendieron con sus vidas el pabellón que les había sido confiado. Lo rodeaban algunos soldados más de la guerra de México, entre ellos el general Charles Lanes, que había participado en el sitio de Oaxaca como subteniente de un regimiento de zuavos bajo las órdenes del Mariscal  Bazaine. Don Porfirio respondió a las palabras de Niox evocando algunas anécdotas de la guerra de Intervención. Recordó con admiración el brío del comandante Henri Testard, abatido el 3 de octubre de 1866 en Miahuatlán, y que por instrucciones suyas había sido sepultado con honores en la cañada de los Nogales. Su perro, dijo, no dejaba que nadie se acercara al cadáver de Testard; fue necesario apaciguarlo para recoger la espada, que se mandó después a su familia por conducto de Bazaine. Al terminar los discursos, todos pasaron a la capilla de Los Inválidos. Ahí, en el momento de bajar por uno de los lados, el custodio de la cripta, un inválido condecorado, entregó las llaves al general Díaz para que abriera con su propia mano la puerta de bronce de la tumba de Napoleón. Don Porfirio descendió los escalones hasta llegar a la tumba, frente a la cual inclinó la cabeza por unos instantes. Tal vez en ese momento recordó que durante la batalla de Puebla había vencido a los franceses con los mismos fusiles utilizados por ellos al ser derrotados junto con el Emperador en la batalla de Waterloo. Niox caminó en dirección al general tomando entre sus manos la espada que llevaba consigo Napoleón en Austerlitz. Pronunció algunas palabras en francés para dirigirse después a Díaz en un español arcaico. 

-Mi general -le dijo-, en nombre del ejército francés os ruego que toméis esta espada.

Don Porfirio titubeo antes de aceptar 

-No podría quedar en mejores manos. 

*

El divisionario Gustave Niox (1840-1921) quien organizó la visita de Don Porfirio a la tumba de Napoleón y los encuentros con los veteranos de la Intervención francesa era un capitán de Estado Mayor de 23 años cuando llegó a México en 1862. Sirvió en el Estado Mayor General y en el Servicio Topográfico. Estuvo en los sitios de Puebla y Oaxaca antes de regresar a Francia el otoño de 1965 por una razón muy precisa: una sordera acelerada que le imposibilitaba participar en la guerra. Lo designaron al Servicio Histórico; recibió en 1867 los archivos del Cuerpo Expedicionario y fue encargado de su clasificación, que se ha mantenido tal cual hasta la fecha. Eso le permitió escribir una notable Historia de la expedición de México que no ha sido superada. 

Huérfano, becario, era hijo de un teniente coronel de caballería, y tan pronto regresó de México se casó con una prima de la isla de la Reunión. Con todo y sordera cayó preso en Metz con Bazaine y tuvo una muy brillante carrera. Ya jubilado siguió trabajando como comandante de Les Invalides y director del Museo Histórico del Ejército. Por eso pudo recibir a Don Porfirio. 


Porfirio Díaz: 

“Cuando ustedes empezaron de verdad la guerra, a finales de abril (1862), el general Zaragoza me ordenó tomar posesión de los territorios que ustedes debían desocupar, según lo pactado. Llegué cerca de Orizaba y mandé a mi hermano Félix a observar su retirada; los suyos lo atacaron a él y a sus cincuenta jinetes. Félix quedó preso -no tardó en evadirse- con los que no murieron. Así empezó la guerra. Cuando Lorencez marchó rápidamente sobre Puebla, me tocó atrincherar la tropa en las cumbres de Acultzingo para frenar su progresión; cumplimos y nos retiramos sobre Puebla donde los zuavos nos alcanzaron a los dos días. Me tocó defender la Ladrillera hasta que al final de la tarde los franceses exhaustos se retiraron en buen orden. No volví a pelear contra ustedes sino hasta marzo de 1863. Durante ese terrible sitio de Puebla, defendí la línea de San Agustín sin mayor problema. Nos acabó el hambre. Nos rendimos el 17, una rendición muy digna frente a un enemigo caballeroso. Dos días después tuve la oportunidad de escapar tranquilamente, saliendo por la puerta, confundido entre las visitas. Acompañé al gobierno de Juárez, cubriendo su retirada hacia el norte, hasta que me encargaron la defensa de la ciudad de Oaxaca. 

Recuerdo perfectamente el juego de las tres esquinas; los franceses construían un camino para llevar su artillería pesada a Teotitlán. Mi Ejército de Oriente adoptó entonces la guerra de guerrillas. Brincourt tenía toda la razón en lo que decía a Bazaine cuando le reclamaba libertad de maniobra.

El Ejército de Oriente en Oaxaca era la última gran fuerza organizada de la república, por eso Bazaine decidió hacer una campaña formal contra nosotros. Me preparé para un sitio, dejando fuera de la ciudad las dos brigadas de caballería. 

El 8 de febrero de 1865 hice personalmente la rendición de la ciudad; esa misma noche quedé en el cuartel de Bazaine en calidad de prisionero; habíamos negociado personalmente, cara a cara, la rendición. Ahí nos conocimos y seguimos siempre en muy buenas relaciones. ¿Cómo han podido ver en este hombre un traidor? Me consta que era un militar pundonoroso y un hombre de palabra.”


(Tomado de Meyer, Jean - Yo, el francés. Crónicas de la Intervención francesa en México, 1862-1867, Maxi Tusquets Editores S.A. de C.V., México, Distrito Federal, 2009)

lunes, 23 de agosto de 2021

Mariano Escobedo

 

 


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Mariano Escobedo (1826-1902)


Cuando se enteró de la entrada del ejército estadounidense a suelo mexicano, tomó la decisión que habría de dirigir su vida para siempre. Apenas tenía 20 años, pero ya era un jinete ejemplar. Pocos como él conocían los caminos del norte del país. Desde pequeño había ayudado a su padre a llevar ganado por esas veredas. Nunca se imaginó que, al enlistarse como soldado raso para luchar contra la invasión estadounidense, comenzaría a forjar una de las más ilustres carreras militares.

Durante la invasión, participó destacadamente en varias refriegas, pero la que mayor atención le otorgó fue la de la Angostura, donde hasta el ejército enemigo se vio sorprendido por sus hazañas. Escobedo hizo prisioneros a 37 hombres en la acción del Cañón de Santa Rosa. Quienes lo vieron en aquella ocasión supieron que aquel joven tenía un largo y próspero futuro. En especial en un país donde la forma de dirimir desacuerdos ideológicos, políticos, religiosos y sociales era por medio de las armas.

Por conciencia fue liberal. Por ello, durante la Revolución de Ayutla se unió a la lucha contra el régimen santannista. Fue en su ciudad natal, Galeana, donde en 1855 encontró a los hombres que irían con él hacia la libertad. Su paso por el sur de Nuevo León fue exitoso yreplegó a los conservadores hacia Saltillo donde impuso el orden liberal.

Para cuando dio inicio la Guerra de Reforma (1858-1861) entre liberales y conservadores, Escobedo era ya un reconocido militar. Enfrentó en el centro del país a destacados militares, como Miguel Miramón, el azote de los liberales, y venció a la mayoría, incluido este último, en distintas batallas en Zacatecas, Guanajuato y San Luis Potosí. Quizá su derrota más sensible fue la que sufrió en Irapuato frente a Adrián Woll.

Pero su fama y heroicidad serían realmente reconocidas durante la Intervención Francesa. Por segunda ocasión, el neoleonés se lanzó en defensa de su patria. Su aplaudida participación en la batalla del 5 de mayo de 1862 le valió el ascenso a general brigadier. Varias fueron las acciones de Escobedo contra los franceses y en todas destacó por su coraje, inteligencia y decisión. Ello le llevó a participar en el sitio de Querétaro en 1867. La toma de esa plaza fue el tiro de gracia al imperio de Maximiliano.

A pesar de haber ocupado en varias ocasiones la gubernatura de Nuevo León y San Luis Potosí, ser ministro de Guerra e incluso diputado, su verdadero legado se encuentra en las batallas que tan destacadamente libró en contra de conservadores y enemigos extranjeros. Su participación en cada una de ellas fue definitiva para el triunfo de unos y derrota de otros. Murió en 1902, ocupando una curul desde la que se oponía al régimen de Porfirio Díaz.


(Tomado de: Tapia, Mario - 101 héroes en la historia de México. Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2008) 


miércoles, 5 de agosto de 2020

Miguel Negrete

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Miguel Negrete (1824-1897)

La noticia corrió como reguero de pólvora. Una nueva rebelión estaba por azotar al país. Aquel junio de 1879, los periódicos publicaban: "Si las revoluciones de los pueblos no son más que la esperanza de sus necesidades legítimas no satisfechas, la revolución de México no llegará a su fin mientras no se dé un gobierno que conozca esas necesidades y sea capaz de satisfacerlas". Era la letra de Miguel Negrete. El mismo que había brillado en la victoria del 5 de mayo de 1862. De ahí su trascendencia.
Si alguien sabía de rebeliones, ése era el poblano. Después de enfrentar valerosamente a los estadounidenses entre 1846 y 1848, se había unido a la Revolución de Ayutla contra el régimen de Antonio López de Santa Anna. Tomó el llamado de las armas al inicio de la Guerra de Reforma, aunque lo hizo del lado de los conservadores bajo el mando de Miguel Miramón. Con él obtuvo victorias importantes y derrotas catastróficas como la del 22 de diciembre de 1860, que dio fin a la guerra a favor de los liberales.
Por sus servicios anteriores y sus conocimientos, fue amnistiado y desde entonces se mantuvo en las filas liberales. Fue por esos tiempos que la Intervención Francesa caló en el alma nacional. Desde el primer instante, Negrete defendió el honor patrio. Luchó contra el ejército galo en las Cumbres de Acultzingo el 28 de abril de 1862, donde a pesar de que las bajas del enemigo fueron muchas, hubo la necesidad de replegarse para esperarlo en mejor sitio: la ciudad de Puebla.
El 5 de mayo siguiente, Negrete fue encomendado para defender el Fuerte de Loreto. Era, sin duda, uno de los puntos principales por los que el ejército francés trataría de apoderarse de la ciudad. Tras un bombardeo tan fuerte como inútil, las tropas francesas decidieron comenzar su ataque. Negrete logró que sus hombres, después de algunas horas, replegaran al enemigo. A su lado, su antiguo enemigo, Felipe Berriozábal, apoyó la defensa. Ambos, unidos por la defensa de la patria, olvidaron cualquier enfrentamiento anterior. Negrete había convencido a todos de que su compromiso con la nación era superior a cualquier ideología. "Yo tengo patria antes que partido", había dicho alguna vez.
Después de aquella gloria, fue ministro de Guerra con Juárez. Sin embargo, unos años después se sublevó contra él en dos ocasiones sin éxito. En una de ellas, fue hecho prisionero y se ordenó su fusilamiento. Pero Porfirio Díaz lo perdonó por sus servicios anteriores. Más tarde, apoyaría el Plan de la Noria y de Tuxtepec junto al oaxaqueño.
Aquel 1879 la amistad estaba perdida. El levantamiento en contra de Díaz, sin embargo, no habría de durar mucho tiempo. Fue rápidamente derrotado y aunque continuó sublevándose, no llegó nunca más a ocupar un puesto de honor.

(Tomado de: Tapia, Mario - 101 héroes en la historia de México. Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2008) 

miércoles, 15 de julio de 2020

Porfirio Díaz Mori II 1861-1867

Arribaron entonces a Veracruz los barcos de guerra de la triple alianza formada por Inglaterra, España y Francia, dispuestos a invadir México si no se satisfacían sus reclamaciones presentadas al gobierno de Juárez. A causa del clima pestífero del puerto, las tropas europeas obtuvieron la concesión de avanzar hasta La Soledad, a donde no llegaba la epidemia de fiebre amarilla, mas con el compromiso solemne de retirarse si se llegaba a un acuerdo satisfactorio. El gobierno mexicano desplegó sus fuerzas -entre ellas las de Porfirio Díaz- en puntos de observación. Los emisarios de España e Inglaterra llegaron a un acuerdo y se retiraron; pero no así los de Francia, cuyos soldados, violando su compromiso, avanzaron sobre el punto de observación donde estaba Díaz y lo atacaron por sorpresa. El general Ignacio Zaragoza ordenó la retirada hacia Puebla y Porfirio Díaz cubrió la retaguardia, para lo cual hubo de resistir a los franceses en las cumbres de Acultzingo, de manera que fue su tropa la que cambió los primeros disparos con los invasores. En Puebla, a Porfirio Díaz se le apostó en la Ladrillera de Azcárate. El 5 de mayo de 1862, rechazados los invasores en los fuertes de Loreto y Guadalupe, cargaron duramente sobre la línea de Díaz, quien logró detenerlos y los obligó a retirarse persiguiéndolos luego hasta el anochecer. En esta acción su iniciativa fue más allá de las órdenes de Zaragoza. Los franceses se acantonaron en Orizaba.
El ejército mexicano estableció líneas de ataque, pero Ignacio Zaragoza murió al poco tiempo, víctima del tifo, y fue sustituido por Manuel González Ortega, quien fue batido por los invasores en el cerro del Borrego. Los franceses consolidaron su estancia en Orizaba, donde permanecieron 10 meses, durante los cuales se reorganizaron y recibieron cuantiosos refuerzos de Francia para proseguir la campaña. Debido a esto la victoria del 5 de mayo se redujo a un mero incidente de guerra. El 18 de marzo de 1863 los franceses tomaron nuevamente la iniciativa. Esta vez despreciaron los fuertes de Loreto y Guadalupe y pusieron sitio a Puebla. Se desplazaron para circunvalar la ciudad y lo hicieron con tan poco cálculo que en breve sus destacamentos quedaron muy alejados entre sí. El general Porfirio Díaz, que observaba la maniobra, propuso un ataque masivo sobre alguno de ellos, con el fin de quebrantar al enemigo y romper sus comunicaciones; pero González Ortega rechazó la proposición y los franceses pudieron establecer el cerco. Díaz mandaba la línea de San Agustín, que el enemigo escogió para abrirse paso. Del 1° al 3 de abril resistió victoriosamente y allí mismo fue ascendido a general de Brigada. La defensa de Díaz convenció al enemigo de que no podría tomar la plaza por asalto. Se decidió entonces rendirla por hambre, durante un sitio que se prolongó por más de un mes, hasta que el 18 de mayo, en que González Ortega, falto de municiones de guerra y de boca, y sin esperanzas de recibir auxilios del exterior, decidió rendirse incondicionalmente. Los jefes y oficiales fueron hechos prisioneros y se dispuso embarcarlos a Francia. Porfirio Díaz, al igual que otros, logró escaparse con relativa facilidad y acudió a la Ciudad de México, donde Juárez le propuso el ministerio de guerra, que él rehusó. Ante el avance francés, apoyado por los conservadores y el clero, el gobierno abandonó la capital y se estableció en San Luís Potosí. Díaz, al mando de una brigada, tomó parte en aquella retirada desastrosa, en la cual a punto estuvo de desaparecer el ejército mexicano a causa de la falta de pagos, las deserciones y el desaliento. En Querétaro, del general Felipe Berriozábal, nombrado desde San Luis general en jefe del ejército republicano, se dedicó de inmediato a reorganizar aquella masa informe de hombres y material. Porfirio Díaz fue designado jefe del ejército de oriente, con mando en los estados de Oaxaca, Veracruz, Chiapas, Tabasco, Yucatán y Campeche. Para penetrar a territorio de Oaxaca, con su ejército de 2 mil hombres, Díaz tuvo que marchar desde Acámbaro por territorios en poder de los franceses y sus aliados mexicanos. Sin embargo, pudo llegar a la antigua Antequera a fines de noviembre de 1863. Destituyó al gobernador, que estaba en tratos con el enemigo; asumió el poder civil, que delegó inmediatamente en el general José María Ballesteros; y se dedicó a aumentar su fuerza para resistir a los invasores, que ya lo amenazaban desde Tehuacán. Aislado del gobierno federal, que se retiraba cada vez más al norte, todo cuanto hacía era a su discreción. El 19 de agosto de 1864 atacó San Antonio Nanhuatipan, pero fue rechazado. Maximiliano, recién llegado a México, pretendió atraerlo por medio de un pariente de Juárez, el licenciado Manuel Dublán, y le propuso dejarle el mando militar en los puntos que la República había puesto a su cargo. El emperador insistió por conducto del general Uraga, antiguo liberal que se había pasado al bando de los imperiales. Díaz rechazó nuevamente la oferta y mandó advertir a Maximiliano que fusilaría a cualquier otro emisario. Los franceses decidieron entonces aplastarlo.
El propio general Bazaine acudió a territorio de Oaxaca y tomó el mando de las operaciones el 1° de enero de 1865. Díaz pensó adelantarse en el ataque, pero la defección de su caballería y el consejo de sus oficiales lo decidieron a resistir en la ciudad, a la que los franceses pusieron sitio. Las tropas de Díaz, muy inferiores en número y armamento, y minadas por la labor de los conservadores, empezaron a defeccionar y a pasarse al lado de los invasores, de suerte que el número de defensores se redujo de 2,800 a menos de mil, frente a los 9 mil franceses y mil imperialistas mexicanos. Díaz se rindió el 8 de febrero y quedó en calidad de prisionero de guerra. Conducido a Puebla, se le encarceló en el fuerte de Loreto, luego en el convento de Santa Catarina y por último en la Compañía, de dónde logró fugarse después de 10 meses de encierro.
Halló refugio en el rancho del coronel republicano Bernardino García, quien se le unió con 14 hombres, los cuales fueron el pie veterano del nuevo ejército de oriente que se proponía crear. Se internó en el Estado de Guerrero y emprendió la guerra de guerrillas. En cada asalto a las partidas francesas e imperialistas, obtenía armas, dinero y nuevos soldados.
Al cabo de una serie de acciones venturosas, el 3 de octubre de 1866 triunfó en Miahuatlán contra el imperialista Oronoz y avanzó sobre la ciudad de Oaxaca ante la cual acampó el 8 de octubre. Levantó el campo para detener a un poderoso refuerzo imperial en La Carbonera, al que derrotó completamente; y tras esa victoria, volvió a Oaxaca, cuyo comandante, ya sin esperanza de recibir auxilios, se rindió incondicionalmente el 31 de octubre.
Porfirio Díaz, dueño del sur de la República y jefe de un poderoso ejército que había hecho surgir de la nada, se sintió capaz de emprender el avance hacia el norte, cuya meta final sería la capital de la República. Atacó primero Tehuantepec y marchó hacia Puebla de modo de no encontrarse con las tropas que regresaban a Francia, pero tan cerca de ellas que pudo ir recogiendo el armamento y los pertrechos que abandonaron. Bazaine quiso aproximarlo a Maximiliano, para no dejar en total desamparo al archiduque, y le propuso venderle a precio irrisorio el armamento que le sobraba; y el propio emperador le ofreció entregarle la Ciudad de México, todo lo cual rechazó Díaz con violencia. Puso sitio a Puebla el 9 de marzo de 1867 y ante la noticia de la proximidad de Leonardo Márquez, que había salido de Querétaro, apresuró el asalto y la plaza se le rindió el 2 de abril, junto con los fuertes de Loreto y Guadalupe. Márquez retrocedió hacia la Ciudad de México; fue alcanzado y derrotado por los republicanos en las haciendas de San Lorenzo y San Cristóbal, y luego perseguido hasta Texcoco (10 de abril). Díaz se detuvo en ese lugar para organizar el sitio a la Ciudad de México; circunvaló la plaza y fue cerrando cada vez más el cerco, sin que Márquez pudiera evitarlo; en esas circunstancias llegó la noticia de la caída de Querétaro y de la prisión de Maximiliano; las tropas auxiliares austriacas se negaron a seguir luchando; Márquez huyó de la capital y el general Tavares, que lo sucedió al mando, se rindió el 20 de junio. Porfirio Díaz tomó posesión de la capital; sus tropas no cometieron saqueo ni atropello alguno; no hubo represalias contra los imperialistas distinguidos y éstos se entregaron pacíficamente; sólo se fusiló al general Santiago Vidaurri, viejo liberal que defeccionó en favor del Imperio. El gobierno republicano, presidido por Benito Juárez, regresó a la capital el 15 de julio.
Al iniciarse el asedio a la Ciudad de México, Porfirio Díaz contrajo matrimonio por poder con su sobrina carnal Delfina Ortega Díaz, que residía en Oaxaca, hija de su hermana Manuela. Con ella tuvo 5 hijos, pero a excepción de Porfirio y Luz, todos murieron en la infancia...

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S.A. México, D.F. 1977, volumen III, Colima-Familia)

martes, 5 de marzo de 2019

Felipe B. Berriozábal




Nació en Zacatecas, Zac., en 1829; murió en la ciudad de México en 1900. Quedó huérfano y pobre muy joven; trabajó arduamente, hizo ahorros y pasó a la capital de la República para inscribirse en la Escuela Nacional de Ingenieros. Interrumpió su carrera para luchar contra los norteamericanos con el grado de teniente (1846-1847). Recibió su título en 1849. Revisó los planos de los estados de México y Tlaxcala, hizo el avalúo de las fincas, tomó parte en la desecación de las lagunas de Lerma y en la canalización de este río, hizo las obras que evitaron las inundaciones de Toluca con aguas del Nevado y fijó los límites entre los estados de México y Michoacán. Afiliado al partido liberal en ocasión de la revolución de Ayutla, ocupó la plaza de Toluca y luego la defendió contra Piélago y Miramón (1856), asistió al ataque de la Ciudad de México (1858), participó en las batallas de Calamanda y El Ahorcado (marzo de 1859) y estuvo en la acción de Tacubaya (abril de 1859). En 1861 defendió Toluca contra los conservadores Buitrón y Neri. De diciembre de 1857 a febrero de 1862 ocupó 3 veces la gubernatura provisional del Estado de México, mientras ejercía la jefatura de las operaciones militares. En 1862 hostilizó a los franceses en Acultzingo (abril), y los rechazó en el cerro de Guadalupe (5 de mayo) y frente a Orizaba (14 de junio). En 1863, durante el sitio de Puebla, defendió el convento de San Agustín, pero cayó prisionero de los invasores cuando éstos tomaron la plaza. Logró evadirse y se presentó ante el presidente Juárez, de quien fue ministro de Guerra y Marina del 26 de mayo al 18 de agosto de 1863. El 30 de octubre de este año se hizo cargo del gobierno de Michoacán, pero ante la proximidad del ejército franco-mexicano, puso a salvo los archivos públicos, dio las bases para la organización de las guerrillas y el 24 de noviembre declaró capital a Uruapan, mientras durara la guerra. El 31 de marzo de 1864 renunció al gobierno y se retiró a Monterrey, para ponerse a las órdenes del presidente Juárez. Fue comandante militar de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, y combatió a los imperiales hasta el triunfo de la República. En 1876 formó parte del gabinete del presidente José María Iglesias, como ministro de Guerra, del 31 de octubre al 24 de diciembre. En 1880, reconciliado con el presidente Díaz, aceptó dirigir el ministerio de Gobernación del 21 de enero al 30 de noviembre. Volvió a ser ministro de Guerra y Marina del 20 de marzo de 1896 al 9 de enero de 1900, fecha de su muerte.

(Tomado de: Enciclopedia de México, volumen II, Bajos-Colima)

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Ignacio Zaragoza


Nació en 1829 en el poblado de Espíritu Santo, Texas, hoy Goliad. A la edad de 23 años se alistó en los Guardias Nacionales de Nuevo León y en 1853 ingresó al Ejército Permanente. Se adhirió al Plan de Ayutla y al Partido Liberal y combatió a Santa Anna. Al realizarse el golpe de Estado de Comonfort, peleó dentro de la ciudad de México en defensa de la Constitución; estuvo en la toma de Zacatecas y en la de San Luis Potosí. El 28 de febrero de 1859, el ministro de Guerra Santos Degollado, lo ascendió a general de brigada graduado; asumió el mando del sitio de Guadalajara, derrotando a las tropas de Leonardo Márquez. Fue el segundo de González Ortega en la batalla de Calpulalpan, México, que dio fin a la Guerra de Reforma.

Ministro de la Guerra en 1861, dejó el cargo para tomar el mando directo de tropas frente a la invasión francesa; en enero de 1862 se le nombró jefe del Ejército de Oriente que el 5 de mayo de 1862, en Puebla, se cubrió de gloria al derrotar a los invasores. Sobrevivió poco a su triunfo; atacado de tifo, murió en la ciudad que lleva su nombre, Puebla de Zaragoza, el 8 de septiembre de 1862, a la temprana edad de 33 años.

El gobierno, por decretos de 11 de septiembre, lo ascendió a general de división con antigüedad al 5 de mayo, lo declaró Benemérito de la Patria en grado heroico, ordenando se escribiese su nombre con letras de oro en el salón de sesiones del Congreso de la Unión, y declaró también 9 días de luto.

(Tomado de: Jorge L. Tamayo - Antología de Benito Juárez. Biblioteca del Estudiante Universitario #99)