Arribaron entonces a Veracruz los barcos de guerra de la triple alianza formada por Inglaterra, España y Francia, dispuestos a invadir México si no se satisfacían sus reclamaciones presentadas al gobierno de Juárez. A causa del clima pestífero del puerto, las tropas europeas obtuvieron la concesión de avanzar hasta La Soledad, a donde no llegaba la epidemia de fiebre amarilla, mas con el compromiso solemne de retirarse si se llegaba a un acuerdo satisfactorio. El gobierno mexicano desplegó sus fuerzas -entre ellas las de Porfirio Díaz- en puntos de observación. Los emisarios de España e Inglaterra llegaron a un acuerdo y se retiraron; pero no así los de Francia, cuyos soldados, violando su compromiso, avanzaron sobre el punto de observación donde estaba Díaz y lo atacaron por sorpresa. El general Ignacio Zaragoza ordenó la retirada hacia Puebla y Porfirio Díaz cubrió la retaguardia, para lo cual hubo de resistir a los franceses en las cumbres de Acultzingo, de manera que fue su tropa la que cambió los primeros disparos con los invasores. En Puebla, a Porfirio Díaz se le apostó en la Ladrillera de Azcárate. El 5 de mayo de 1862, rechazados los invasores en los fuertes de Loreto y Guadalupe, cargaron duramente sobre la línea de Díaz, quien logró detenerlos y los obligó a retirarse persiguiéndolos luego hasta el anochecer. En esta acción su iniciativa fue más allá de las órdenes de Zaragoza. Los franceses se acantonaron en Orizaba.
El ejército mexicano estableció líneas de ataque, pero Ignacio Zaragoza murió al poco tiempo, víctima del tifo, y fue sustituido por Manuel González Ortega, quien fue batido por los invasores en el cerro del Borrego. Los franceses consolidaron su estancia en Orizaba, donde permanecieron 10 meses, durante los cuales se reorganizaron y recibieron cuantiosos refuerzos de Francia para proseguir la campaña. Debido a esto la victoria del 5 de mayo se redujo a un mero incidente de guerra. El 18 de marzo de 1863 los franceses tomaron nuevamente la iniciativa. Esta vez despreciaron los fuertes de Loreto y Guadalupe y pusieron sitio a Puebla. Se desplazaron para circunvalar la ciudad y lo hicieron con tan poco cálculo que en breve sus destacamentos quedaron muy alejados entre sí. El general Porfirio Díaz, que observaba la maniobra, propuso un ataque masivo sobre alguno de ellos, con el fin de quebrantar al enemigo y romper sus comunicaciones; pero González Ortega rechazó la proposición y los franceses pudieron establecer el cerco. Díaz mandaba la línea de San Agustín, que el enemigo escogió para abrirse paso. Del 1° al 3 de abril resistió victoriosamente y allí mismo fue ascendido a general de Brigada. La defensa de Díaz convenció al enemigo de que no podría tomar la plaza por asalto. Se decidió entonces rendirla por hambre, durante un sitio que se prolongó por más de un mes, hasta que el 18 de mayo, en que González Ortega, falto de municiones de guerra y de boca, y sin esperanzas de recibir auxilios del exterior, decidió rendirse incondicionalmente. Los jefes y oficiales fueron hechos prisioneros y se dispuso embarcarlos a Francia. Porfirio Díaz, al igual que otros, logró escaparse con relativa facilidad y acudió a la Ciudad de México, donde Juárez le propuso el ministerio de guerra, que él rehusó. Ante el avance francés, apoyado por los conservadores y el clero, el gobierno abandonó la capital y se estableció en San Luís Potosí. Díaz, al mando de una brigada, tomó parte en aquella retirada desastrosa, en la cual a punto estuvo de desaparecer el ejército mexicano a causa de la falta de pagos, las deserciones y el desaliento. En Querétaro, del general Felipe Berriozábal, nombrado desde San Luis general en jefe del ejército republicano, se dedicó de inmediato a reorganizar aquella masa informe de hombres y material. Porfirio Díaz fue designado jefe del ejército de oriente, con mando en los estados de Oaxaca, Veracruz, Chiapas, Tabasco, Yucatán y Campeche. Para penetrar a territorio de Oaxaca, con su ejército de 2 mil hombres, Díaz tuvo que marchar desde Acámbaro por territorios en poder de los franceses y sus aliados mexicanos. Sin embargo, pudo llegar a la antigua Antequera a fines de noviembre de 1863. Destituyó al gobernador, que estaba en tratos con el enemigo; asumió el poder civil, que delegó inmediatamente en el general José María Ballesteros; y se dedicó a aumentar su fuerza para resistir a los invasores, que ya lo amenazaban desde Tehuacán. Aislado del gobierno federal, que se retiraba cada vez más al norte, todo cuanto hacía era a su discreción. El 19 de agosto de 1864 atacó San Antonio Nanhuatipan, pero fue rechazado. Maximiliano, recién llegado a México, pretendió atraerlo por medio de un pariente de Juárez, el licenciado Manuel Dublán, y le propuso dejarle el mando militar en los puntos que la República había puesto a su cargo. El emperador insistió por conducto del general Uraga, antiguo liberal que se había pasado al bando de los imperiales. Díaz rechazó nuevamente la oferta y mandó advertir a Maximiliano que fusilaría a cualquier otro emisario. Los franceses decidieron entonces aplastarlo.
El propio general Bazaine acudió a territorio de Oaxaca y tomó el mando de las operaciones el 1° de enero de 1865. Díaz pensó adelantarse en el ataque, pero la defección de su caballería y el consejo de sus oficiales lo decidieron a resistir en la ciudad, a la que los franceses pusieron sitio. Las tropas de Díaz, muy inferiores en número y armamento, y minadas por la labor de los conservadores, empezaron a defeccionar y a pasarse al lado de los invasores, de suerte que el número de defensores se redujo de 2,800 a menos de mil, frente a los 9 mil franceses y mil imperialistas mexicanos. Díaz se rindió el 8 de febrero y quedó en calidad de prisionero de guerra. Conducido a Puebla, se le encarceló en el fuerte de Loreto, luego en el convento de Santa Catarina y por último en la Compañía, de dónde logró fugarse después de 10 meses de encierro.
Halló refugio en el rancho del coronel republicano Bernardino García, quien se le unió con 14 hombres, los cuales fueron el pie veterano del nuevo ejército de oriente que se proponía crear. Se internó en el Estado de Guerrero y emprendió la guerra de guerrillas. En cada asalto a las partidas francesas e imperialistas, obtenía armas, dinero y nuevos soldados.
Al cabo de una serie de acciones venturosas, el 3 de octubre de 1866 triunfó en Miahuatlán contra el imperialista Oronoz y avanzó sobre la ciudad de Oaxaca ante la cual acampó el 8 de octubre. Levantó el campo para detener a un poderoso refuerzo imperial en La Carbonera, al que derrotó completamente; y tras esa victoria, volvió a Oaxaca, cuyo comandante, ya sin esperanza de recibir auxilios, se rindió incondicionalmente el 31 de octubre.
Porfirio Díaz, dueño del sur de la República y jefe de un poderoso ejército que había hecho surgir de la nada, se sintió capaz de emprender el avance hacia el norte, cuya meta final sería la capital de la República. Atacó primero Tehuantepec y marchó hacia Puebla de modo de no encontrarse con las tropas que regresaban a Francia, pero tan cerca de ellas que pudo ir recogiendo el armamento y los pertrechos que abandonaron. Bazaine quiso aproximarlo a Maximiliano, para no dejar en total desamparo al archiduque, y le propuso venderle a precio irrisorio el armamento que le sobraba; y el propio emperador le ofreció entregarle la Ciudad de México, todo lo cual rechazó Díaz con violencia. Puso sitio a Puebla el 9 de marzo de 1867 y ante la noticia de la proximidad de Leonardo Márquez, que había salido de Querétaro, apresuró el asalto y la plaza se le rindió el 2 de abril, junto con los fuertes de Loreto y Guadalupe. Márquez retrocedió hacia la Ciudad de México; fue alcanzado y derrotado por los republicanos en las haciendas de San Lorenzo y San Cristóbal, y luego perseguido hasta Texcoco (10 de abril). Díaz se detuvo en ese lugar para organizar el sitio a la Ciudad de México; circunvaló la plaza y fue cerrando cada vez más el cerco, sin que Márquez pudiera evitarlo; en esas circunstancias llegó la noticia de la caída de Querétaro y de la prisión de Maximiliano; las tropas auxiliares austriacas se negaron a seguir luchando; Márquez huyó de la capital y el general Tavares, que lo sucedió al mando, se rindió el 20 de junio. Porfirio Díaz tomó posesión de la capital; sus tropas no cometieron saqueo ni atropello alguno; no hubo represalias contra los imperialistas distinguidos y éstos se entregaron pacíficamente; sólo se fusiló al general Santiago Vidaurri, viejo liberal que defeccionó en favor del Imperio. El gobierno republicano, presidido por Benito Juárez, regresó a la capital el 15 de julio.
Al iniciarse el asedio a la Ciudad de México, Porfirio Díaz contrajo matrimonio por poder con su sobrina carnal Delfina Ortega Díaz, que residía en Oaxaca, hija de su hermana Manuela. Con ella tuvo 5 hijos, pero a excepción de Porfirio y Luz, todos murieron en la infancia...
El ejército mexicano estableció líneas de ataque, pero Ignacio Zaragoza murió al poco tiempo, víctima del tifo, y fue sustituido por Manuel González Ortega, quien fue batido por los invasores en el cerro del Borrego. Los franceses consolidaron su estancia en Orizaba, donde permanecieron 10 meses, durante los cuales se reorganizaron y recibieron cuantiosos refuerzos de Francia para proseguir la campaña. Debido a esto la victoria del 5 de mayo se redujo a un mero incidente de guerra. El 18 de marzo de 1863 los franceses tomaron nuevamente la iniciativa. Esta vez despreciaron los fuertes de Loreto y Guadalupe y pusieron sitio a Puebla. Se desplazaron para circunvalar la ciudad y lo hicieron con tan poco cálculo que en breve sus destacamentos quedaron muy alejados entre sí. El general Porfirio Díaz, que observaba la maniobra, propuso un ataque masivo sobre alguno de ellos, con el fin de quebrantar al enemigo y romper sus comunicaciones; pero González Ortega rechazó la proposición y los franceses pudieron establecer el cerco. Díaz mandaba la línea de San Agustín, que el enemigo escogió para abrirse paso. Del 1° al 3 de abril resistió victoriosamente y allí mismo fue ascendido a general de Brigada. La defensa de Díaz convenció al enemigo de que no podría tomar la plaza por asalto. Se decidió entonces rendirla por hambre, durante un sitio que se prolongó por más de un mes, hasta que el 18 de mayo, en que González Ortega, falto de municiones de guerra y de boca, y sin esperanzas de recibir auxilios del exterior, decidió rendirse incondicionalmente. Los jefes y oficiales fueron hechos prisioneros y se dispuso embarcarlos a Francia. Porfirio Díaz, al igual que otros, logró escaparse con relativa facilidad y acudió a la Ciudad de México, donde Juárez le propuso el ministerio de guerra, que él rehusó. Ante el avance francés, apoyado por los conservadores y el clero, el gobierno abandonó la capital y se estableció en San Luís Potosí. Díaz, al mando de una brigada, tomó parte en aquella retirada desastrosa, en la cual a punto estuvo de desaparecer el ejército mexicano a causa de la falta de pagos, las deserciones y el desaliento. En Querétaro, del general Felipe Berriozábal, nombrado desde San Luis general en jefe del ejército republicano, se dedicó de inmediato a reorganizar aquella masa informe de hombres y material. Porfirio Díaz fue designado jefe del ejército de oriente, con mando en los estados de Oaxaca, Veracruz, Chiapas, Tabasco, Yucatán y Campeche. Para penetrar a territorio de Oaxaca, con su ejército de 2 mil hombres, Díaz tuvo que marchar desde Acámbaro por territorios en poder de los franceses y sus aliados mexicanos. Sin embargo, pudo llegar a la antigua Antequera a fines de noviembre de 1863. Destituyó al gobernador, que estaba en tratos con el enemigo; asumió el poder civil, que delegó inmediatamente en el general José María Ballesteros; y se dedicó a aumentar su fuerza para resistir a los invasores, que ya lo amenazaban desde Tehuacán. Aislado del gobierno federal, que se retiraba cada vez más al norte, todo cuanto hacía era a su discreción. El 19 de agosto de 1864 atacó San Antonio Nanhuatipan, pero fue rechazado. Maximiliano, recién llegado a México, pretendió atraerlo por medio de un pariente de Juárez, el licenciado Manuel Dublán, y le propuso dejarle el mando militar en los puntos que la República había puesto a su cargo. El emperador insistió por conducto del general Uraga, antiguo liberal que se había pasado al bando de los imperiales. Díaz rechazó nuevamente la oferta y mandó advertir a Maximiliano que fusilaría a cualquier otro emisario. Los franceses decidieron entonces aplastarlo.
El propio general Bazaine acudió a territorio de Oaxaca y tomó el mando de las operaciones el 1° de enero de 1865. Díaz pensó adelantarse en el ataque, pero la defección de su caballería y el consejo de sus oficiales lo decidieron a resistir en la ciudad, a la que los franceses pusieron sitio. Las tropas de Díaz, muy inferiores en número y armamento, y minadas por la labor de los conservadores, empezaron a defeccionar y a pasarse al lado de los invasores, de suerte que el número de defensores se redujo de 2,800 a menos de mil, frente a los 9 mil franceses y mil imperialistas mexicanos. Díaz se rindió el 8 de febrero y quedó en calidad de prisionero de guerra. Conducido a Puebla, se le encarceló en el fuerte de Loreto, luego en el convento de Santa Catarina y por último en la Compañía, de dónde logró fugarse después de 10 meses de encierro.
Halló refugio en el rancho del coronel republicano Bernardino García, quien se le unió con 14 hombres, los cuales fueron el pie veterano del nuevo ejército de oriente que se proponía crear. Se internó en el Estado de Guerrero y emprendió la guerra de guerrillas. En cada asalto a las partidas francesas e imperialistas, obtenía armas, dinero y nuevos soldados.
Al cabo de una serie de acciones venturosas, el 3 de octubre de 1866 triunfó en Miahuatlán contra el imperialista Oronoz y avanzó sobre la ciudad de Oaxaca ante la cual acampó el 8 de octubre. Levantó el campo para detener a un poderoso refuerzo imperial en La Carbonera, al que derrotó completamente; y tras esa victoria, volvió a Oaxaca, cuyo comandante, ya sin esperanza de recibir auxilios, se rindió incondicionalmente el 31 de octubre.
Porfirio Díaz, dueño del sur de la República y jefe de un poderoso ejército que había hecho surgir de la nada, se sintió capaz de emprender el avance hacia el norte, cuya meta final sería la capital de la República. Atacó primero Tehuantepec y marchó hacia Puebla de modo de no encontrarse con las tropas que regresaban a Francia, pero tan cerca de ellas que pudo ir recogiendo el armamento y los pertrechos que abandonaron. Bazaine quiso aproximarlo a Maximiliano, para no dejar en total desamparo al archiduque, y le propuso venderle a precio irrisorio el armamento que le sobraba; y el propio emperador le ofreció entregarle la Ciudad de México, todo lo cual rechazó Díaz con violencia. Puso sitio a Puebla el 9 de marzo de 1867 y ante la noticia de la proximidad de Leonardo Márquez, que había salido de Querétaro, apresuró el asalto y la plaza se le rindió el 2 de abril, junto con los fuertes de Loreto y Guadalupe. Márquez retrocedió hacia la Ciudad de México; fue alcanzado y derrotado por los republicanos en las haciendas de San Lorenzo y San Cristóbal, y luego perseguido hasta Texcoco (10 de abril). Díaz se detuvo en ese lugar para organizar el sitio a la Ciudad de México; circunvaló la plaza y fue cerrando cada vez más el cerco, sin que Márquez pudiera evitarlo; en esas circunstancias llegó la noticia de la caída de Querétaro y de la prisión de Maximiliano; las tropas auxiliares austriacas se negaron a seguir luchando; Márquez huyó de la capital y el general Tavares, que lo sucedió al mando, se rindió el 20 de junio. Porfirio Díaz tomó posesión de la capital; sus tropas no cometieron saqueo ni atropello alguno; no hubo represalias contra los imperialistas distinguidos y éstos se entregaron pacíficamente; sólo se fusiló al general Santiago Vidaurri, viejo liberal que defeccionó en favor del Imperio. El gobierno republicano, presidido por Benito Juárez, regresó a la capital el 15 de julio.
Al iniciarse el asedio a la Ciudad de México, Porfirio Díaz contrajo matrimonio por poder con su sobrina carnal Delfina Ortega Díaz, que residía en Oaxaca, hija de su hermana Manuela. Con ella tuvo 5 hijos, pero a excepción de Porfirio y Luz, todos murieron en la infancia...
(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S.A. México, D.F. 1977, volumen III, Colima-Familia)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario