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lunes, 12 de abril de 2021

Batallón Olimpia, 1968

 


Grupo de élite del EMP que intervino activamente en la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968.

De acuerdo a numerosos testimonios, los elementos del Batallón Olimpia intervinieron en el operativo vestidos de civil, portando un guante blanco en la mano izquierda, y cuando un helicóptero lanzó bengalas, comenzaron a disparar en contra de las tropas del Ejército acantonadas en la plaza; después participación en la detención y tortura de los dirigentes estudiantiles. El Batallón estuvo al mando del general Crisóforo Mazón Pineda.

(Tomado de: Roldán Quiñones, Luis Fernando. Diccionario irreverente de Política mexicana. Con ilustraciones de Helguera. Grijalbo/Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2006).

jueves, 12 de diciembre de 2019

Breve historia de la guerrilla mexicana


La guerrilla mexicana surgió como consecuencia de la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968 y tuvo 2 focos principales: el primero apareció en la Universidad Patricio Lumumba, de Moscú, donde era becario el maestro de escuela Fabricio Gómez Souza, originario de Nanchital, Ver., quien al escuchar por radio lo ocurrido en Tlatelolco, llegó a la conclusión de que el régimen priista iba a derrumbarse y creyó ver la oportunidad de acelerar su caída. Con este fin reunió a una docena de estudiantes mexicanos y entre todos formaron el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), con Gómez Souza como jefe.

En busca de ayuda, los del MAR acudieron a la embajada cubana, pero Fidel Castro le tenía pavor a Gustavo Díaz Ordaz y nada consiguieron. En seguida presentaron su solicitud a las autoridades soviéticas, las cuales no podían arriesgar la suerte del gran aparato de espionaje contra Estados Unidos que mantenían en México y tampoco les dieron nada, aunque se les sugirió ponerse en contacto con la embajada de Corea del Norte. en este país imperaba el generalísimo Kim II Sung, un megalómano famoso por sus extravagancias y delirio de grandeza, que aspiraba a convertirse en líder de todo el Tercer Mundo y, por lo tanto, aprobó entusiastamente la petición de los mexicanos.


Peregrinación al lejano Oriente

Apenas un mes después del “Tlatelolcazo”, Gómez Souza viajó a Pyongyang, capital de Corea del Norte, donde se le pidió reunir por lo menos medio centenar de revolucionarios fanáticos que recibirían entrenamiento especial en Corea del Norte y volverían a México para encargarse de entrenar a otros revolucionarios. A fin de no llamar la atención, los futuros guerrilleros deberían llegar en 3 contingentes sucesivos. De vuelta en Moscú, Gómez Souza recibió de la embajada norcoreana 25,000 dólares para que él y 4 de sus compañeros fuesen a México a efectuar el reclutamiento inicial. Los 5 llegaron al país por rutas separadas en los primeros meses de 1969.

A principios de 1970, el medio centenar de guerrilleros ya había llegado a Pyongyang, en 3 contingentes. Por la vía de París viajaron a Berlín oriental y de allí tomaron el tren a Moscú. Luego, amparados por pasaportes norcoreanos con nombres supuestos, tomaron el Transiberiano hasta llegar a su destino. (Los soviéticos argumentaron que su implacable policía para nada sospechó de tantos norcoreanos que hablaban español; y el gobierno mexicano, entonces simpatizante del “socialismo” aceptó la explicación.)

Los guerrilleros fueron llevados a un campo de entrenamiento situado a 50 kilómetros al noroeste de Pyongyang, donde fueron sometidos a un régimen castrense-monacal, de largos y constantes ejercicios, sin ninguna diversión, hacinados en barracas de madera y bajo la prohibición de beber alcohol o tener relaciones sexuales. Se les enseño manejo de armas, karate, técnicas para dinamitar y de asalto a bancos e instalaciones militares, métodos para disfrazarse y organizarse, manejo de claves y aparatos de telecomunicación, etc. Sobre todo, se les impartió un fuerte adoctrinamiento para que perdieran el miedo a morir y matar.

El fracaso de los coreanos


En septiembre de 1970 todos estaban ya de regreso en México. No se les proporcionaron armas ni dinero en escala importante, pues las armas debían obtenerlas asesinando soldados y policías y el dinero lo conseguirían por medio de asaltos a bancos y secuestro de personajes acaudalados. Cada guerrillero debía reclutar y entrenar a 10 más y así sucesivamente, hasta disponer de varios millares y quedar en condiciones de tomar el poder. Con rapidez pasmosa instalaron centros de entrenamiento en México, D.F., Zamora, Mich., San Miguel Allende y Salamanca, Gto., Querétaro, Qro., Puebla, Pue., Chapala, Jal., y Acapulco, Gro.

En febrero de 1971, 4 guerrilleros alquilaron una casa en Jalapa, Ver., donde se establecería un centro de entrenamiento para manejo de explosivos. Por el aspecto estrafalario de los jóvenes, un vecino supuso que eran hippies marihuanos y los denunció a la policía local, que como medida precautoria dio aviso a la Dirección Federal de Seguridad.

El subdirector de la DFS, Miguel Nazar Haro, viajó a Jalapa para ver qué sucedía. Al entrar a la casa se llevó la primera sorpresa: se topó con un pizarrón tapizado de diagramas de torres de transmisión eléctrica, con indicaciones sobre los puntos donde se debe colocar los explosivos para derribarlas. Los hombres de Nazar no tuvieron más que permanecer en el domicilio para ir deteniendo uno por uno a los guerrilleros que fueron llegando. En los interrogatorios confesaron lo que planeaban hacer y dijeron que esperaban la llegada de otros “estudiantes”. El jefe del centro tenía instrucciones de reportarse a Gómez Souza cada cierto tiempo y, cuando faltaron los reportes, el propio cabecilla se trasladó a Jalapa para investigar. En total cayeron así 19 “coreanos” -entre ellos Gómez Souza- y 21 reclutas nuevos. Ese golpe y otros que vinieron en rápida sucesión determinaron la muerte del MAR. A fines de 1976 se supo que sólo quedaban en libertad 11 “coreanos”, pues los demás habían sido muertos o estaban en la cárcel. Pero la actividad subversiva no desapareció, sino que fue heredada por un segundo foco guerrillero.


Soldados dormidos

El 2 de octubre de 1968, el estudiante de filosofía y letras de la UNAM, David Jiménez Sarmiento, miembro de la Juventud Comunista, escapó sano y salvo de Tlatelolco y de inmediato se prometió luchar hasta el último aliento por vengar a sus compañeros caídos. Rápidamente reunió a varios camaradas para formar 3 comandos guerrilleros llamados “Lacandones”, “Arturo Gámiz” y “Patria o Muerte”, los cuales tomaron la vanguardia de la subversión cuando los “coreanos” fueron prácticamente liquidados.

Los de este segundo foco se inspiraban en el ejemplo de Arturo Gámiz, un maestro de escuela comunista radicado en el DF que, tratando de emular las hazañas de Fidel Castro, el 23 de septiembre del ya lejano 1963 y en compañía de una docena de compañeros atacó por sorpresa el pequeño cuartel militar de Madera, Chih., con la idea de establecer un foco guerrillero en la Sierra Madre. Varios soldados que dormían fueron muertos, pero otros tomaron las armas y en un santiamén mataron a Gámiz y 10 de sus acompañantes. Los fugitivos fueron ultimados por elementos del ejército el 11 de septiembre de 1968.

Los viejos comunistas tachaban de infantilismo la aventura de Gámiz, pero muchos jóvenes vieron en él a un héroe de epopeya, el revolucionario suicida que alcanza en el martirio la gloria suprema. Los distintos comandos actuaban con independencia unos de los otros y se ha dicho, aunque sin confirmarlo, que desde Moscú o La Habana les llegaron órdenes de formar un solo grupo, al que llamaron Liga 23 de Septiembre, en recuerdo de la fecha en que Gámiz llevó a cabo el ataque al cuartel de Madera. (Sólo los famosos Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, así como algunos grupos menores, se mantuvieron ajenos a la Liga).

Los hijos de la decadencia

Entre los independientes destacaron 4 hermanos apellidados Campaña López y originarios de Cosalá, Sin., Dos de los hermanos, Carlos y Alfredo, estudiantes de la Universidad de Guadalajara y miembros de la Juventud Comunista, asaltaron varios bancos y empresas a fines de 1972 y principios de 1973. Poco después fueron aprehendidos y, para liberarlos, un tercer hermano, llamado Juventino y apodado “Ho Chi Minh”, fundó las FRAP (Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo). Los Campaña López llevaron a cabo varios secuestros muy sonados, como el del cónsul norteamericano de Guadalajara, Terrance Leonhardy, el del industrial Pedro Sarquis y el de José Guadalupe Zuno, suegro del presidente Echeverría; como pago por las liberaciones obtuvieron varios millones de pesos y la libertad de 30 guerrilleros, entre ellos los hermanos Carlos y Alfredo, quienes fueron enviados en avión especial a Cuba.

Las FRAP perdieron terreno poco a poco y el principal dolor de cabeza del gobierno pasó a ser la Liga 23 de Septiembre, que hasta en el título de su periódico clandestino -Madera- proclamaba su carácter suicida y, en sus páginas, remachaba las tesis de que no tiene nada de malo matar policías o soldados, ya que éstos son instrumentos de la burguesía, y llamaban “expropiaciones” a los secuestros y asaltos bancarios.

El primer golpe de la Liga tuvo lugar el 17 de septiembre de 1973, cuando asesinaron al industrial regiomontano Eugenio Garza Sada en un fallido intento por secuestrarlo. El gobierno anunció que no negociaría con delincuentes y después de 2 o 3 fracasos la Liga dejó de promover secuestros, para concentrarse en los asaltos bancarios. Todavía en 1976 trataron infructuosamente de secuestrar a Margarita López Portillo, hermana del presidente electo, y en este fallido intento murió el fundador, Jiménez Sarmiento.

Los de la 23 de Septiembre asesinaron -frecuentemente a sangre fría- a por lo menos 76 policías antiterroristas. Un día se metieron al Hospital Naval del DF y dieron muerte sorpresiva a 4 marineros de guardia para quitarles las armas. Además del odio que sentían ante los elementos policiacos, actuaban motivados por la esperanza de crear pánico entre los familiares, para que los instaran a buscar un trabajo menos peligroso. Inevitablemente, los policías respondían con el mismo odio y extraoficialmente se sabe que dieron muerte a centenar y medio de guerrilleros, además de que lograron encarcelar a cerca de 300.

Hasta 1976, fecha del último balance publicado, quedaban en libertad cerca de 200 guerrilleros cuyos descendientes o émulos -el más notable es el Subcomandante Marcos- siguen atizando la subversión en escala menor, aunque sus probabilidades de éxito se han reducido desde que a últimas fechas la sociedad mexicana dio pruebas de rechazar cada vez más firmemente las soluciones violentas.

(Tomado de: Acosta, Jaime - II Breve historia de la guerrilla mexicana. Contenido, #462, diciembre de 2001. México, D.F.)

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Las fuerzas armadas abrieron fuego contra los manifestantes de México 1968


Las fuerzas armadas abrieron deliberadamente fuego en contra de los manifestantes de México

Le Monde, 5 de octubre de 1968
Claude Kiejmann, corresponsal

México, 4 de octubre.- Es una masacre: no existe otro término para describir lo que ocurrió durante el mitin organizado por el comité estudiantil de huelga en la Plaza de las tres Culturas, en el centro del barrio de Tlatelolco, inmenso centro urbano de concreto y cristal, que de ahora en adelante será tristemente célebre en la historia de la represión.
El lugar es el más adecuado para una emboscada, si emboscada hubo, como algunos aquí se muestran dispuestos a afirmarlo. En las últimas semanas ya se habían producido varias “batallas” en Tlatelolco, pero la del pasado miércoles fue de lejos la más dura.
El objetivo de ese mitin, que empezó a las 5 de la tarde, eras reclamar la salida de la tropa que todavía ocupa el Instituto Politécnico, ubicado a varios centenares de metros de la plaza. Se acababa inclusive de cancelar la consigna de marchar hasta el “Poli”. Varios oradores, hombres y mujeres integrantes del comité de huelga, ya habían tomado la palabra. Uno de ellos se encontraba en el tercer piso del edificio Chihuahua, en la galería abierta que sirve de descansillo y permite el acceso a los departamentos. Rodeado por unas 50 personas, estaba afirmando que era indispensable “continuar la lucha” y seguir exigiendo “un diálogo público con el gobierno para defender la Constitución y el derecho”. Hombres, mujeres y niños, muchos de ellos sentados en el suelo, escuchaban. Estudiantes caminaban entre los grupos y repartían volantes. En las grandes avenidas contiguas, el tráfico era normal. Las unidades del ejército se habían parapetado alrededor del Politécnico. En el cielo, el helicóptero de la policía del Distrito Federal vigilaba la ciudad. En el jardín del conjunto habitacional había niños que nadaban en la piscina. Los padres de familia regresaban a sus casas leyendo el periódico. Cinco minutos más tarde apareció un segundo helicóptero y a las 6 y 20 minutos vimos arriba de la iglesia Santiago-Tlatelolco una doble luz verde, una luz de bengala, Se oyeron unos gritos: “¡No pierdan la calma! ¡No corran!”.
Ya está oscureciendo y nadie entiende la razón de ese tumulto. El orador reitera las consignas de calma, pero bruscamente, uno de sus vecinos lo ataca y neutraliza, al tiempo que todos los que están en la tribuna intentan escaparse. Los atrapan agentes vestidos de civil que salen de los departamentos. En la explanada, antigua pirámide azteca rodeada por fosos, los manifestantes intentan huir sin entender claramente lo que está ocurriendo, pero se topan con militares, con la cabeza protegida por cascos, y metralletas y fusiles en las manos.
A la inversa de la versión dada por la mayoría de los diarios mexicanos, hasta ese momento no se disparó un solo tiro desde los edificios que rodean la plaza, bi tampoco de las azoteas. En cambio, entre la multitud se ven hombres vestidos de civil, llevando un guante blanco en la mano izquierda, que hacen señas a los militares. Después de esa señal, estos últimos abren un fuego nutrido contra la multitud. En ese momento empieza el horror. Saltamos de los terraplenes que tienen unos tres metros de altura. Es el pánico.
Los militares avanzan, obligándonos a replegarnos cerca de la iglesia. Desde el edificio, hombres vestidos de civil parecen dirigir el avance y los movimientos de los soldados haciéndoles grandes señas. Los soldados van llegando de todas las calles. Habrá más de cinco mil, se hablará de 300 tanques… Estos soldados matan. La mayoría de los estudiantes ayudan a las mujeres en su huída, las protegen. Ya cayó la noche. Nos inunda una lluvia torrencial. Los tanques se van acercando. Primero bloquean la entrada del edificio Chihuahua. Son las siete y quince de la noche, la balacera sigue. Tiros de bazuca incendian el edificio Chihuahua.
Las luces de los edificios están apagadas y ya no se ve a nadie. Más tarde nos enteraremos de que muchos departamentos están llenos de refugiados tendidos en el piso y en la oscuridad. Pasan detenidos, con las manos detrás de la nuca, empujados por soldados que los golpean. Otros han sido desvestidos y están mojados y desnudos en las azoteas de los edificios. En la Plaza de las Tres Culturas yacen muertos y heridos, entre ellos varios niños.
Se empuja a los detenidos, entre los cuales me encuentro, contra la iglesia. Tenemos los brazos en alto. Se ordena a los hombres tirar sus cinturones y a las mujeres sus paraguas. La balacera se paró a las ocho de la noche, quizás a las ocho y cuarto. El comportamiento de los detenidos llama la atención: una mezcla de valor y determinación, con mucho enojo también, y una gran calma. Para ellos hay un solo responsable: es Díaz Ordaz, ya que la Constitución mexicana únicamente autoriza al presidente de la República para dar a las Fuerzas Armadas la orden de disparar. Pero toda la gente que se encuentra aquí sabe de sobra que hace mucho tiempo que la Constitución no es más que un artificio.
Son las diez y media de la noche: la balacera vuelve a estallar. Esta vez se dispara en contra de los edificios ubicados del otro lado del barrio de Nonoalco, donde, según se dice, se esconden francotiradores. Esta segunda balacera se prolonga durante 20 minutos. Detrás de la iglesia se oyen golpes. Las mujeres suplican a los soldados que las dejen entrar al templo. Pero sólo se nos permitirá penetrar en el convento contiguo a la iglesia después de dos horas de espera. Ahí estaremos amontonadas 3,000 personas.
Todo el barrio está ocupado por tanques y soldados. A las cuatro de la mañana me liberan junto con una joven francesa que me acompañaba. En la ciudad se oyen los aullidos de las sirenas de las ambulancias.
El comité de huelga ha sido diezmado, pero todavía no se puede medir la amplitud del golpe que acaba de sufrir. Coraje, asombro, angustia y horror están en su punto culminante. Por lo que se dice, hay que remontarse a 1914, año del golpe de Estado del general Huerta contra el presidente Madero, para encontrar semejante carnicería en la capital mexicana. Mientras tanto, el secretario de la Defensa, el general Marcelino García Barragán, declara: “Yo soy el alto mando responsable. No se decretará el estado de sitio. México es un país en el que impera y seguirá imperando la libertad…”
Pero el editorialista del diario Excélsior, cuyos fotógrafos fueron heridos por el ejército, se pregunta cuál es la razón de esa masacre.

Tomado de: Rodríguez Castañeda, Rafael - Testimonios de Tlatelolco. PROCESO, Edición Especial. CISA Proceso Comunicación e Información SA de CV. México, 1988)

domingo, 10 de noviembre de 2019

Cuauhtémoc

Debió nacer en Tenochtitlan hacia 1496. Hijo de Ahuíxotl, su filiación materna es imprecisa: unas fuentes señalan como su madre a Cuauyatitlali, princesa chontal, (del actual estado de Guerrero), y otras a la princesa tlatelolca Tlilalcápatl. Del náhuatl cuahutli, águila, y temoc, que baja, Cuauhtémoc significa “águila que desciende”, modo de aludir al sol (cuyo atributo era el águila) en el lapso en que declina del cenit al poniente. En 10 tochtli (1502) murió Ahuízotl y Cuauhtémoc quedó huérfano de padre, debiendo su madre atender a la educación del príncipe. “Desde los 3 años -dice el Códice Mendocino- se instruía al varón mexica en la obediencia, la laboriosidad, la devoción a los dioses y la sobriedad, con tal rigor que los métodos eran duros y no pocas veces crueles. La educación superior estaba reservada a los hijos de los militares y sacerdotes y se impartía en el Calmécac, establecimiento exclusivo y riguroso”. A los 15 años Cuauhtémoc debió ingresar al Calmécac. En esa escuela endureció su cuerpo en las prácticas más severas: durmió en el suelo para mortificar la carne, padeció ayuno y permaneció en vigilia para observar el tránsito de las estrellas o para bañarse en el frío estanque del recinto sagrado a la medianoche. Allí también fue iniciado en los secretos de su religión, en la astronomía y en la ciencia de su calendario. No se conocen con certeza las batallas de la época de Moctezuma II en que haya participado para alcanzar el grado de Tlacatecuhtli, o sea jefe supremo; pero debió acompañar al ejército azteca en sus incursiones al sur y en las guerras floridas de Tlaxcala.

en 1 Acatl (1519), año de la profecía de Quetzalcóatl, Hernán Cortés y su hueste tocaron suelo mexicano. Los emisarios de Moctezuma, enviados a la costa, regresaron con la descripción de los invasores: “De puro hierro se forma su traje de guerra, con hierro se visten, con hierro se cubren la cabeza; es de hierro su espada, su arco, su escudo…; vienen encima de ciervos y tienen, de este modo, la altura de los techos. Sólo sus rostros están visibles, enteramente blancos… y sus perros, muy grandes, con orejas plegadas, con lenguas colgantes, con ojos de fuego, salvajes como demonios, siempre jadeantes, moteados como de jaguar moteado”. Moctezuma dijo: “Entiendo que es el dios que aguardamos, Quetzalcóatl; este trono y silla y majestad suyo es, que de prestado lo tengo…” y entregó la ciudad a los españoles. Solo unos cuantos, especialmente Cuauhtémoc y Cuitláhuac, no creyeron en la supuesta divinidad de los intrusos. Estos encadenaron a Moctezuma, tendieron una celada a Cacama, aprehendieron a Cuitláhuac, quemaron vivo a Cuauhpopoca, saquearon los templos y palacios, y derrumbaron los ídolos.

El 20 de mayo de 1520 Cortés salió rumbo a Cempoala para detener a Pánfilo de Narváez. Pedro de Alvarado, que había quedado al frente de la guarnición en Tenochtitlan, arremetió en junio contra los indios nobles reunidos en el templo mayor y consumó una bárbara matanza. Este hecho provocó la sublevación popular. Los mexicanos atacaron a los españoles, les pusieron sitio en su cuartel y les cortaron las provisiones. Cuauhtémoc, al frente de un ejército, avanzó desde Tlatelolco, arrolló a Ordaz que le salió al paso con 400 arcabuceros y ballesteros, y aún desbandó a la tropa de Cortés, que venía de regreso. Las embestidas indígenas arreciaron durante los días siguientes. Cortés pidió a Moctezuma que impusiera paz y éste exhortó a sus súbditos, protegido por los escudos de los invasores, para que depusieran las armas; pero de la multitud surgió la voz de Cuauhtémoc, quien dijo en alto: “¿Qué dice éste bellaco de Moctezuma, mujer de los españoles, que tal puede llamarse, pues con ánimo mujeril se entregó a ellos de puro miedo y asegurándose nos ha puesto a todos en este trabajo ? ¡No le queremos obedecer porque ya no es nuestro rey, y como a vil hombre le hemos de dar el castigo y pago!”; y diciendo esto le tiró tal pedrada que lo derribó bañado en sangre. Los españoles decidieron entonces salir de México; pero en su huida, especialmente en la cortadura de Acalotlipan (Puente de Alvarado) y desde ahí hasta Popotla, fueron batidos, y deshechos los tlaxcaltecas que los acompañaban. A esta Noche Triste (30 de junio de 1520) siguió la retirada de Cortés a Los Remedios y después hacia Tlaxcala, donde buscó refugio.

Muerto Moctezuma (a consecuencia de la pedrada o asesinado por los españoles), el consejo indígena eligió a Cuitláhuac como señor de los mexicanos; a los 80 días de duelo por el fallecimiento de su antecesor, según el rito, fue entronizado (7 de septiembre), pero el 25 de noviembre murió víctima de la la viruela, enfermedad traída a México por un negro de la expedición de Narváez. Cuauhtémoc gobernó de hecho hasta enero de 1521 y ascendió después al trono al término del año indígena, durante los nemonteni, o cinco días aciagos. Enterado de que Cortés pensaba poner sitio a Tenochtitlan, organizó al ejército y al pueblo, ofreció quitar los tributos a sus vasallos, hizo salir de la ciudad a los inútiles, fortificó la plaza, destruyó los puentes y mandó armar 5 mil barcas. El conquistador, a su vez, ya repuesto, construyó bergantines en Tlaxcala y los transportó desarmados hasta el lago de Texcoco; destruyó a fuego la flota enemiga, cortó el acueducto y puso sitio a la ciudad.

Los aztecas defendieron tenazmente sus posiciones durante 75 días, del 30 de mayo al 13 de agosto de 1521, hasta que quedaron reducidos al islote de Tlatelolco, diezmados y hambrientos. En el último instante, Cuauhtémoc trató de poner a salvo a su familia en una canoa, pero fue apresado por García Holguín y llevado ante Cortés. “Señor Malinche -le dijo-: ya he hecho lo que soy obligado en defensa de mi ciudad y no puedo más, y pues vengo por fuerza ante tu persona y poder, toma ese puñal que tienes en el cinto y mátame luego con él”. El vencedor lo mantuvo prisionero y días después el tesorero Alderete, en Coyoacán, le aplicó aceite hirviendo en los pies para que confesara dónde había ociultado el tesoro de Moctezuma. Soportó el tormento con estoicismo y aun pudo reprender al señor de Tacuba, que se quejaba: “¿Estoy yo acaso -le dijo- en un deleite a baño?

En 1524 Cortés llevó consigo a Cuauhtémoc a la expedición de las Hibueras y el 26 de febrero de 1525, dando oídos a un rumor de sedición, mandó matarlo, junto con otro de los señores que lo acompañaban (acaso Cohuanacoxtzin, de Texcoco) y el fraile Juan de Tecto, según la interpretación que Jospe Corona ha hecho de la lámina CXXXV del Códice Vaticano Latino 3738. El lugar de la ejecución pudo ser Xicalango. v. Antigüedades de México basadas en la recopilación de Lord Kingsborough, estudio e interpretación de José Corona Núñez (1964).

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen III, Colima - Familia)

lunes, 31 de diciembre de 2018

Mercado de Tlatelolco, 1520

 
Hernán Cortés

"Esta gran ciudad de Temixtitan está fundada en esta laguna salada y desde la Tierra- Firme hasta el cuerpo de la dicha ciudad, [...], hay dos leguas. [...]. ... Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay todos los géneros de mercadurías que en todas las tierras se hallan, así de mantenimiento como de vituallas, joyas de oro y de plata, de plomo, de latón, de cobre, de estaño, de piedras, de huesos, de colchas, de caracoles y de plumas; véndese tal piedra labrada y por labrar, adobes, ladrillos, madera labrada y por labrar de diversas maneras. Hay calle de caza, donde venden todos los linajes de aves que hay en la tierra, así como gallinas, perdices, codornices, lavancos, dorales, zarcetas, tórtolas, palomas, pajaritos en cañuela, papagayos, búharos, águilas, falcones, gavilanes y cernícalos, y de algunas aves destas de rapiña venden los cueros con su pluma y cabezas y pico y uñas. Venden conejos, liebres, venados y perros pequeños, que crían para comer, castrados. Hay calles de herbolarios, donde hay todas las raíces y yerbas medicinales que en la tierra se hallan. Hay casas como de boticarios, donde se venden las medicinas hechas, así potables como ungüentos y emplastos. Hay casa como de barberos, donde lavan y rapan las cabezas. Hay casas donde dan de beber y comer por precio. Hay hombre como los que llaman en Castilla ganapanes, para traer cargas. Hay mucha leña, carbón, braseros de barro testeras de muchas maneras para camas, y otras más delgadas para asientos y para esterar salas y cámaras. Hay todas las maneras de verduras que se fallan, especialmente cebollas, puerros, ajos, mastuerzo, berros, borrajas, acederas y cardos y tagarninas, hay frutas de muchas maneras, en que hay cerezas y ciruelas que son semejables a las de España.
 
 Venden miel de abejas y cera y miel de cañas de maíz, que son tan melosas y dulces como las de azúcar, y miel de unas plantas que llaman en las otras y estas maguey, que es muy mejor que arrope y destas plantas facen azúcar y vino, que asimismo vende. Hay a vender muchas maneras de filado de algodón, de todos los colores, en sus madejicas, que parece propiamente alcaicería de Granada en las sedas, aunque esto otro es en mucha más cantidad. Venden colores para pintores cuantos se pueden hallar en España, y de tan excelentes matices cuanto pueden ser. Venden cueros de venado con pelo y sin él, teñidos, blancos y de diversos colores. Venden mucha loza, en gran manera muy buena; venden muchas vasijas de tinajas grandes y pequeñas, jarros, ollas, ladrillos y otras infinitas maneras de vasijas, todas de singular barro, todas o las más vedriadas y pintadas.
 
 Venden maíz en grano y en pan, lo cual hace mucha ventaja, así en el grano como en el sabor, a todo lo de otras islas y Tierra Firme. Venden pasteles de aves y empanadas de pescado. Venden mucho pescado fresco y salado, crudo y guisado. Venden huevos de gallina y de ánsares y de todas las otras aves que he dicho, en gran cantidad; venden tortillas de huevos fechas. Finalmente, que en los dichos mercados se venden todas cuantas cosas se hallan en toda la tierra, que demás de las que he dicho son tantas y de tantas calidades, que por la prolijidad y por no me ocurrir tantas a la memoria, y aun por no saber poner los nombres, no las expreso. Cada género de mercaduría se vende en su calle, sin que entremetan otra mercaduría ninguna, y en esto tienen mucha orden. Todo lo venden por cuenta y medida, excepto que fasta agora no se ha visto vender cosa alguna por peso. Hay en esta gran plaza una muy buena casa como de audiencia, donde están siempre sentados diez o doce personas, que son jueces y libran todos los casos y cosas que en el dicho mercado acaecen, y mandan castigar los delincuentes. Hay en la dicha plaza otras personas que andan continuo entre la gente mirando lo que se vende y las medidas con que se miden lo que venden, y se ha visto quebrar alguna que estaba falsa ..."

(Tomado de: Hernán Cortés – Cartas de Relación. Editorial Porrúa, S.A. Colección “Sepan cuantos…”, #7, México, D.F., 1993)
 
 
 
 
Bernal Díaz del Castillo

«...Digo esto porque a caballo nuestro capitán, con todos los más que tenían caballos, y la más parte de nuestros soldados muy apercibidos, fuimos al Tatelulco, e iban muchos caciques que el Montezuma envió para que nos acompañasen; y cuando llegamos a la gran plaza, que se dice el Tatelulco, como no habíamos visto tal cosa, quedamos admirado de la multitud de gente y mercaderías que en ella había y del gran concierto y regimiento que en todo tenían; y los principales que iban con nosotros nos lo iban mostrando: cada género de mercaderías estaban por sí, y tenían situados y señalados sus asientos.
 
 Comencemos por los mercaderes de oro y plata y piedras ricas, y plumas y mantas y cosas labradas, y otras mercaderías, esclavos y esclavas: digo que traían tantos a vender a aquella gran plaza como traen los portugueses los negros de Guinea, e traíanlos atados en unas varas largas, con collares a los pescuezos porque no se les huyesen, y otros dejaban sueltos.
 
Luego estaban otros mercaderes que vendían ropa más basta, e algodón, e otras cosas de hilo torcido, y cacaguateros que vendían cacao; y desta manera estaban cuantos géneros de mercaderías hay en toda la Nueva-España, puestos por su concierto, de la manera que hay en mi tierra, que es Medina del Campo, donde se hacen las ferias, que en cada calle están sus mercaderías por sí, así estaban en esta gran plaza; y los que vendían mantas de henequén y sogas, y cotaras, que son los zapatos que calzan, y que hacen de henequén y raíces muy dulces cocidas, y otras zarrabusterías que sacan del mismo árbol; todo estaba a una parte de la plaza en su lugar señalado; y cueros de tigres, de leones y de nutrias, y de venados y de otras alimañas, e tejones e gatos monteses, dellos adobados y otros sin adobar. Estaban en otra parte otros géneros de cosas e mercaderías.

Pasemos adelante, y digamos de los que vendían frisoles y chía y otras legumbres e yerbas, a otra parte. Vamos a los que vendían gallinas, gallos de papada, conejos, liebres, venados y anadones, perrillos y otras cosas desde arte, a su parte de la plaza. Digamos de las fruteras, de las que vendían cosas cocidas, mazamorreras y malcocinado; y también a su parte, puesto todo género de loza hecha de mil maneras, desde tinajas grandes y jarrillos chicos, que estaban por sí aparte; y también los que vendían miel y melcochas y otras golosinas que hacían, como nuégados.

Pues los que vendían madera, tablas, cunas viejas e tajos e bancos, todo por sí. Vamos a los que vendían leña, ocote e otras cosas desta manera. ¿qué quieren más que diga? Que hablando con acato, también vendían canoas llenas de yenda de hombres, que tenían en los esteros cerca de la plaza, y esto era para hacer o para curtir cueros, que sin ella decían que no se hacían buenos.
 
Bien tengo entendido que algunos se reirán desto; pues digo que es así; y más digo, que tenían hechos de cañas o paja o yerbas porque no los viesen los que pasasen por ellos, y allí se metían si tenían ganas de purgar los vientres porque no se les perdiese aquella suciedad. ¿Para qué gasto yo tantas palabras de lo que vendían en aquella gran plaza? Porque es para no acabar tan presto de contar por menudo todas las cosas, sino que papel, que en esta tierra llaman amatl, y unos cañutos de olores con liquidámbar, llenos de tabaco, y otros ungüentos amarillos, y cosas deste arte vendían por sí; e vendían mucha grana debajo de los portales que estaban en aquella gran plaza; e había muchos herbolarios y mercaderías de otra manera; y tenían allí sus casas, donde juzgaban tres jueces y otros como alguaciles ejecutores que miraban las mercaderías. Olvidado se me había la sal y los que hacían navajas de pedernal, y de cómo las sacaban de la misma piedra.
 
Pues pescaderas y otros que vendían unos panecillos que hacen de una como lama que cogen de aquella gran laguna, que se cuaja y hacen panes dello, que tienen un sabor a manera de queso; y vendían hachas de latón y cobre y estaño, y jícaras, y unos jarros muy pintados, de madera hechos. Ya querría haber acabado de decir todas las cosas que allí se vendían, porque eran tantas y de tan diversas calidades, que para que lo acabáramos de ver e inquirir era necesario más espacio; que, como la gran plaza estaba llena de tanta gente y toda cercada de portales, que en dos días no se viera todo. Y fuimos al gran cu, y ya que íbamos cerca de sus grandes patios, y antes de salir de la misma plaza estaban otros muchos mercaderes, que, según dijeron, eran de los que traían a vender oro en granos como los sacan de las minas, metido el oro en unos canutillos delgados de los ansarones de la tierra, y así blancos porque se pareciese el oro por de fuera; y por el largor y grosor de los canutillos tenían entre ellos su cuenta qué tantas mantas o qué xiquipiles de cacao valía, o qué esclavos u otra cualesquiera cosas a que lo trocaban...»
 
(Tomado de: Bernal Díaz del Castillo – Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Espasa-Calpe Argentina, S.A., Colección Austral #1274. México, D.F., 1955)
 
 

lunes, 11 de junio de 2018

Axayácatl

Axayácatl


Sexto señor de los aztecas, sucedió a su padre, Moctezuma I, en 1469; murió en 1483. Su nombre significa Máscara de agua.

Bajo su reinado se amplió el dominio tenochca. De temperamento guerrero y audaz, atacó ante todo el vecino reino de Tlatelolco, famoso por su gran mercado y rival de Tenochtitlan por sus pretensiones religiosas, que lo llevaron al intento de edificar un gran santuario a Huitzilopochtli, dios de la guerra. Axayácatl mató con su propia mano a Moquihuix, último rey de los tlatelolcas, en el Templo Mayor de la ciudad (1473). Pretendió, sin éxito, dominar a Tlaxcala. En una expedición guerrera a los Altos de Toluca, participó personalmente en la batalla, pero un guerrero matlatzinca le hirió tan gravemente una pierna, que el rey quedó cojo. Posteriormente realizó otras expediciones que afirmaron el dominio azteca en la región de los huastecos; reunió riquísimo botín en oro, plata y joyas de todas clases, que habían de caer en manos de los soldados de Cortés. Murió a la edad de 30 años. Le sucedió su hermano Tizoc.

Bajo Axayácatl las artes religiosas llegaron a su máximo desarrollo. En esa época se labró la gran Piedra del Calendario, que pesa más de 20 toneladas y tiene un diámetro de 4 metros. Durán (Historia I), Torquemada (Monarquía Indiana I), Tezozómoc (Crónica Mexicana) y otros historiadores ofrecen numerosos datos sobre el reinado de Axayácatl. Su nombre tiene las variantes de Axayaca, Axayacatzin, (Mendieta), Axáyatl (Sahagún), Jayacazi (Relación de Ichcateopan) y formas similares. Se atribuye a Axayácatl un poema elegíaco en celebración de Itzcóatl. He aquí la traducción del doctor Ángel María Garibay K.:


Tú festejado eres, divinos hechos hiciste.
Pero quedaste muerto donde el camino se tuerce.
Hechos desoladores hiciste.
No sin razón, dijo un hombre:
“El que persiste llega a cansarse:
ya a nadie sostiene en vida el que da la vida.”
Día de llanto, día de lágrimas:
triste está tu corazón.

(Tomado de: Enciclopedia de México)