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lunes, 30 de noviembre de 2020

Isabela Corona


Una gran actriz en el teatro (desde los años veinte) y en el cine (desde los años treinta) y al final de una muy larga vida artística en la televisión, Isabela Corona (bautizada así por el Doctor Atl) siempre estuvo segura de que el talento actoral era su mejor arma; nunca le importó no ser bonita o bella en el sentido convencional del término; sin embargo, no era "fea" sino diferente, angulosa, interna, "interesante" sobre todo "interesante"; quizá porque estaba muy segura de su enorme capacidad de actriz, de una actriz de tipo diferente que utilizaba magistralmente su bella voz de recitadora de contralto. Fundadora del Teatro Orientación, musa y amada de Julio Bracho, amiga directa de Carlos Chávez, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Antonieta Rivas Mercado, intérprete teatral de O'Neill, Girardoux, Esquilo, Usigli. Inolvidable en La noche de los mayas, La isla de la pasión y El ángel negro, su desempeño en el cine se elevó a lo que se llama una creación, donde los ojos de Isabela Corona , esos ojos que muestran la mayor ambigüedad, intensidad, terror quizá, son dignos de una canción como la que le hicieron a su contraparte norteamericana, Bette Davis, con la que siempre se le ha equiparado, porque como ella (para todos sus admiradores y sobre todo admiradoras) representó magníficamente a la mujer fuerte, a la mujer inteligente.

(Tomado de: Ramón, David - Somos Uno, especial de colección, Las 100 estrellas del siglo XX. Año 7, núm. 1. Editorial Eres, S.A. de C.V., México, D.F., 1997)

miércoles, 6 de mayo de 2020

Germán Valdés, Tin Tan


Con una modernidad insólita y fresca, adquirida en el otro lado, o por lo menos en la frontera (tan cerca de Estados Unidos), irrumpe Tin Tan en el mundo del espectáculo mexicano a principios de los nos cuarenta. Tin Tan, muy literalmente, es el arquetipo del "pachuco" nacido como afirmación individual y regional ante la hegemonía del mundo anglosajón: él porta pantalones anchísimos con valencianas enormes, saco muy amplio de inmensas hombreras con solapas muy grandes y casi tan largo como un abrigo, del pantalón cuelga una larga cadena de reloj, porta un sombrero de ala ancha, rematado con una pluma de pavo real, todo en colores muy fuertes.
El pachuco habla spanglish, es decir, una mezcla de inglés y español; el pachuco es excéntrico en las dos sociedades: la mexicana y la americana, el pachuco es loco, insólito, diferente y original, exactamente como Tin Tan, que además canta, baila, corre y hace extrañas asociaciones de palabras y tiene un ángel extraordinario y es un ser de esencia kinética, con una extrema agilidad física y mental, siempre en movimiento y haciendo "locuras" (algunas geniales) e improvisando.
Tin Tan es enamorado, Tin Tan es radiofónico y es, sobre todo, cinematográfico; es, a todas luces, un genial comediante que nació para los espacios físicos que el cine brinda, para que una cámara lo persiga sin parar o viceversa. Tin Tan es sexy y siempre está rodeado de hermosas mujeres por las que no oculta, sino todo lo contrario, un interés fuertemente erótico, pero Tin Tan es un héroe y súper héroe noble, biueno y blanco y es un excelente compañero y está rodeado por los mejores actores que crecen y se crecen junto a él. Tin Tan tiene una larguísima carrera y es y será, en muchos momentos de su filmografía, la más alta e insólita comicidad del cine mexicano en todo su esplendor como en Calabacitas tiernas y El rey del barrio.

(Tomado de: Ramón, David - Somos Uno, especial de colección, Las 100 estrellas del siglo XX. Año 7, núm. 1. Editorial Eres, S.A. de C.V., México, D.F., 1997)




miércoles, 29 de abril de 2020

Ingenuas del Cine Mexicano

(Esther Fernández)
En este sentido, el paradigma por excelencia es Esther Fernández en "Allá en el rancho grande" (1936), de Fernando de Fuentes. Como Crucita, ingenua muchacha provinciana, buena, noble, pura y virtuosa, ni siquiera se entera que su madrina (la maravillosa archivillana Emma Roldán) la ha vendido en 100 pesos; ni tampoco de las difamaciones y especulaciones de que es objeto, siendo, por supuesto, totalmente inocente, pues está completamente dedicada al amor de Tito Guízar. Al final, con él forma una pareja idílica... Por supuesto, en su larga y fecunda filmografía, Esther Fernández actuó luego un poco menos como ingenua (por ejemplo, en "Santa" de Norman Foster), pero sin duda, fue una de las muchachas buenas y bellas por excelencia del cine mexicano.
(Lilia Michel)
Lilia Michel es casi una ingenua perversa por su vestuario: basado en un suéter pegadísimo que revela sus perfectos senos copa B; su boca hace mohines deliciosos y denota también mucho erotismo, pero lo asombroso es que en realidad ella es ajena a todo esto; es una muchacha caprichosa, malcriada y adorable. Ingenua hija de María Félix en "Vértigo" (1945), casi ajena a la formidable pasión que ésta vive con su novio, Emilio Tuero. La Michel hace una gran pareja con Jorge Negrete en "No basta ser charro" (1945), de Juan Bustillo Oro, una parodia de las películas rancheras y, sobre todo, de la figura del charro propuesta por el cine mexicano.
(Carmelita González)
Carmelita González es también hija o por lo menos hijastra de María Félix en "Que Dios me perdone" (1947). Ella es una apasionada de los conciertos de buena música por radio y casi en éxtasis, exclama: "¡Están tocando a Beethoven!", ajena, por supuesto, a los terrible problemas psicológicos y maquinaciones de Lena Kovich, judía sefardita, espía y madre mártir que se apoya demasiado en la ayuda del psiquiatra-novio de Carmelita. Hija política de Joaquín Pardavé en "El barchante Neguib" (1945); robada por un bandido legendario, pero al fin y al cabo casándose con el bueno de la película en "Se la llevó el Remington" (1948), Carmelita (compañera de Pedro Infante y Jorge Negrete en "Dos tipos de cuidado") fue una presencia agradable y constante en el cine mexicano.
(Alma Delia Fuentes)

(Angélica María)
Veteranísima ingenua, Alma Delia Fuentes, absolutamente inolvidable como niña en una de las joyas del cine mexicano, "Una familia de tantas" (1948), de Alejandro Galindo, ya despuntando como adolescente en otra joya nacional, "Los olvidados" (1950), de Luis Buñuel. Casi siempre al borde de la agresión masculina de los villanos (que exacerba con su delicada belleza rubia), la Fuentes fue una de las grandes adolescentes del cine mexicano, papel que más tarde sustentarían acabadamente muchachas como Angélica María (que al igual empezó desde pequeña en el cine mexicano y es la única que ha ganado un Ariel como mejor actriz femenina siendo aún niña), representante de la juventud rebelde y rockanrolera de finales de los 50 y en pleno auge en los 60. Protagonista, entre muchas otras películas en su calidad de "Novia de la juventud", de "Muchachas que trabajan" (1961), cuyo título lo dice todo: son chicas modernas.
(Rosita Arenas)

(Ariadne Welter)
Otras muchachas que trabajan y que por lo tanto son heroínas sesenteras de nuestro cine, son Rosita Arenas y Ariadne Welter, aunque ambas en realidad iniciaron su carrera en los 50. Rosita Arenas, fina rubia espigada, pizpireta y simpática, tiene una intervención notable en "El bruto" (1952), donde no se la comían presencias como la de Katy Jurado o Pedro Armendáriz. La Welter, de procedencia europea y hermana de Linda Christian, filmó también con autores del cine mexicano, como el propio Luis Buñuel ("Ensayo de un crimen, 1955). Era una figura erótica con cierta frescura y originalidad que destacó también bajo la dirección de Roberto Gavaldón en "Sombra verde" (1955).


(Erna Martha Bauman)

(Jacqueline Andere)

(Mapyta Cortés)
Un poco posteriores son Erna Martha Bauman, Jacqueline Andere y Mapyta Cortés; ésta última nunca logró pasar de películas musicales de mediana calidad, generalmente dirigidas por su tío, Fernando Cortés (su tía, claro, es Mapy), de enredos de internados de señoritas o de variedades de medianoche. La Bauman, preciosa rubia que fue Miss México, hizo cintas como "Jóvenes y bellas" (1961), que en realidad parece definir a toda una generación fílmica de damitas jóvenes, pues en ésta aparecían también María Duval, María Eugenia San Martín y Ariadne Welter. Un caso muy particular por su enorme simpatía y por su voz ronquita, es el de Anabel Gutiérrez, adorada por toda una generación de sociólogos universitarios que hoy ya peinan canas. Estaba deliciosa en "Escuela de vagabundos" y muchas otras comedias, esencialmente en el papel de la muchacha que despierta al amor ("Llamas contra el viento"). Con excepción de Jacqueline Andere, la cual destacó fundamentalmente en dos películas de ensayo: "Lola de mi vida" (1964) y "El ángel exterminador" (1962) y que luego aparecía ahí en películas de juventud o de terror, todas estas muchachas ingenuas o semi, están definidas por un título tan significativo como "Señoritas" (1958), aunque con la excepción de Mapyta Cortés, eran otras las muchachas que aparecían ahí como ingenuas (Sonia Furió, Ana Bertha Lepe). Y no olvidemos que hay una "Sor ye ye": Hilda Aguirre.

(Anabel Gutiérrez)


(Hilda Aguirre)

Ahora, en un "flashback", volvamos a los inicios y a la Época de Oro del cine mexicano. Primero, en los 50, está la inolvidable Irasema Dilián, rubia tierna, interesante y significativa, con títulos como "Muchachas de uniforme" (1950), "Las infieles" (1953), o "Un luto de bondad" (1954), y un poco antes, Blanca Estela Pavón, heroína popular casi a la altura de deidad religiosa en su serie con Pedro Infante: "Nosotros los pobres" (1947), "Ustedes los ricos" (1948) o "La mujer que yo perdí" (1949). Las chicas "de entonces" querían ser malas como María Elena Márquez en "Yo quiero ser mala" (1949), conocida también como Marisela, por su papel como hija de María Félix en "Doña Bárbara" (1943), a quien le quitaba, a pesar de todo, el galán. Deliciosa, única, María Elena Márquez destacó en muchas, muchas películas, pero quizás más que nunca en "La trepadora" (1949).

Rosario Granados, importada de Chile, era una muy plácida belleza rubia (al grado de que aquí le aplicaron el diminutivo y quedó en Charito). Competía inútilmente contra María Félix en "La diosa arrodillada" (1947). Quizá un título la defina: "Inmaculada" (1950). Asimismo, Virginia Serret competía infructuosamente contra la Félix en "La mujer sin alma" (1943); era deliciosa heroína ingenua en "El moderno Barba Azul" (1946), nada menos que junto a Buster Keaton; y ya significativamente, le destrozaba el rostro a cuchilladas Ninón Sevilla en "Aventura en Río" (1952).

Susana Guízar siempre aparecía "de cieguita"; en "Señora tentación" (1947) compite y gana en bondad (y obtiene al galán) a Ninón Sevilla. Finalmente, un caso muy especial es Rita Macedo, que indudablemente dejó huella con su belleza, su talento y su temperamento. Es muy singular ingenua mexicana en "Rosenda" (1948), pero en nuestro cine, trasciende a muchísimo más en toda una larga filmografía: "Ensayo de un crimen" (1955), "Nazarín" (1958), ambas de Luis Buñuel; "Por la puerta falsa" (1950), de Fernando de Fuentes; "Duelo en las montañas" (1949), de Emilio Fernández; "Tú, yo, nosotros" (1971), de Gonzalo Martínez, Juan Manuel Torres y Jorge Fons.

(Tomado de:  Ramón, David - Somos Uno, especial de colección, Grandes rostros del cine mexicano. Año 4, núm. 80. Editorial Eres, S.A. de C.V., México, D.F., 1993)

lunes, 2 de marzo de 2020

Esperanza Iris


Señora del teatro lírico
Por su bella voz, desde muy niña triunfó cantando la diva tabasqueña de la belle époque mexicana. El público había amado su presencia escénica desde pequeña y la vio crecer en el escenario donde despertaba una adoración sin límites. Reina de un espectáculo teatral y musical en que se interpretaban zarzuelas, a la llegada a México de María Conesa al Teatro Principal, en 1907, decidió cambiar de género, abrazando el de la opereta, género donde como nunca lució su hermosísima voz de claro y melódico timbre.
Sangre de artista, una de las operetas que interpretaba con mayor éxito, parecía una definición muy apropiada de su persona. Pero el público mexicano literalmente la consideró y la coronó como "La reina de la opereta" y muchos en realidad la consideraba "La emperatriz de la opereta".
En giras internacionales, actuando y cantando La Duquesa del Bal tabarín, El Conde de Luxemburgo, La princesa de los Balcanes y Eva, la Iris triunfó en Sudamérica, Madrid, La Habana, en perpetuas "noches de gloria" (por cierto, título también de una película que interpretó en 1937), aunque su vida privada siempre fue particularmente desgraciada. Con el producto de su arte edificó uno de los teatros más bellos y suntuosos de la ciudad, el Teatro Esperanza Iris, en la calle de Donceles (hoy restaurado), pero al que se le ha quitado su nombre, que deben reintegrársele, pues es el mínimo homenaje que este país y esta ciudad deben a una de sus más preclaras artistas que elevó a milagro el arte lírico.

(Tomado de: Ramón, David - Somos Uno, especial de colección, Las 100 estrellas del siglo XX. Año 7, núm. 1. Editorial Eres, S.A. de C.V., México, D.F., 1997)

lunes, 15 de julio de 2019

Ricardo Montalbán



El erotismo del matador

"Niño bien" mexicano de fina estampa, que había estudiado en Estados Unidos, debuta en el cine mexicano en 1942, y se coloca como símbolo erótico masculino encarnando al torero Jarameño en Santa, dirigida por Norman Foster (con un guión calcado del que escribió Welles para Dolores del Río), y nuevamente vuelve a ser matador en La hora de la verdad. Justamente como la figura del torero que tan bien representa, es alto, distinguido, con una sexualidad pasiva-agresiva que se ofrece al toro y al público, al que vence con su inteligencia, de donde nace el verdadero erotismo. Figura a lo Byron: figura romántica, figura fálica, se convierte en un perfecto "amante latino" importado por Hollywood, donde permanece como galán de cine y t.v., eternamente guapo y sexy. (David Ramón)

Parte memorable de su cuerpo:
El torso.

Su papel más sexy:
El de La hora de la verdad, donde casi siempre aparece toreando.

Su escena más provocadora:
En la película Santa, cuando tiene relaciones íntimas con la heroína.

(Tomado de:  Ramón, David - Somos, especial de colección núm. 6, Los símbolos sexuales + ardientes del mundo. Editorial Eres, S.A. de C.V., México, D.F., 1997)

miércoles, 10 de julio de 2019

Pedro Infante



El minotauro erótico

Con su cuerpo de gimnasio "a la antigüita", obviamente hecho a base de mucho aparato y mucha disciplina; un cuerpo de torote en el que destacaban sus bíceps desarrollados in extremis; con un rostro de rasgos correctos y una mirada en que la simpatía, la socarronería y la intención erótica competían para prevalecer. Enfundado en trajes de charro o de motociclista de la Dirección de Tránsito (atuendo que mucha gente encuentra irresistiblemente erótico, quizá por las botas), hizo gala de una voz excepcional, tremendamente erótica, su más fino y mejor instrumento sexual. Pedro Infante es un símbolo sexual sui generis idolatrado por las mujeres y hasta por los hombres -que lo sienten su mejor representante-, amado hasta por ellos en alguna forma, en ese erotismo que es el compadrazgo entre machos. (David Ramón)

Parte memorable de su cuerpo:
Los bíceps.

Su papel más sexy:
El de "Pepe el toro", en donde todas las mujeres quieren seducirlo y luce ampliamente sus bíceps.

Su escena más provocadora:
Cuando le canta a Miroslava en Escuela de rateros, se mete hasta su cama con su canción, en lo que constituye, sin duda alguna, un "coito fónico".

(Tomado de:  Ramón, David - Somos, especial de colección núm. 6, Los símbolos sexuales + ardientes del mundo. Editorial Eres, S.A. de C.V., México, D.F., 1997)




jueves, 13 de junio de 2019

Lilia Prado


La ingenua perversa

En el esplendor de su carrera, los 54 bien proporcionados kilos de Lilia Prado daban mucho de qué hablar, quizá porque se asentaban -literalmente- en un equilibrio perfecto que comprendía unas maravillosas piernas (empezó cuando ganó un concurso de las piernas más bonitas en el que la leyenda, Silvestre Revueltas, era parte del jurado), una increíble cinturita, un busto perfecto, y sobre todo, una región glútea justamente admirada, que propició varios inflamados poemas de Efraín Huerta. De ojo claro y rasgado, chatita, bonita, de boca muy sensual, ingenua y perversa, adoramos a Lilia Prado; bailarina, cantante, actriz, belleza y, sobre todo, erotismo desbordado. (David Ramón)

Parte memorable de su cuerpo:
La región glútea.

Su papel más sexy:
En Cuarto de hotel.

Su escena más provocadora:
En Subida al cielo, cuando se sube a un camión y la cámara prácticamente la ayuda, empujándola en su región glútea.

(Tomado de:  Ramón, David - Somos, especial de colección núm. 6, Los símbolos sexuales + ardientes del mundo. Editorial Eres, S.A. de C.V., México, D.F., 1997)




lunes, 4 de marzo de 2019

Lupe Vélez




La mexicana de fuego

Menuda de rasgos y de salvajes ojos verdes, chaparrita de lleno, de exquisitas curvas, de hermosos senos, muy bien torneadas piernas y boca de corazón, Lupe Vélez fue conocida como "la dinamita mexicana". Bailarina plena de simpatía y de fuego, tempestuosa y temperamental en sus papeles en Hollywood (e igual o más en la vida real). Lupe Vélez fue un torbellino sexy que cruzó, arrollándolo todo, el Hollywood de los veinte y treinta, después de haber triunfado en México, donde fue "bataclana" y donde era ídolo supremo de los asiduos al teatro de revista en el México postrevolucionario. Capaz de seducir lo mismo a Gary Cooper que a Johnny Weissmuller, a José Gorostiza o a Arturo de Córdoba, "la niña Lupe" se convirtió en leyenda al "suicidarse llena de glamour y vestida de blanco", pero en realidad muriendo ahogada en su propio vómito en el inodoro de su baño. (David Ramón)

Parte memorable de su cuerpo:
La región glútea, a la que imprimía increíbles movimientos y velocidad en sus bailes.

Su papel más sexy:
Canción de amor.

Su escena más provocadora:
Cuando seduce a Gary Cooper en La canción del lobo.

(Tomado de: Somos, especial de colección núm. 6, Los símbolos sexuales + ardientes del mundo, Editorial Eres, S.A. de C.V. México, D.F., 1997)