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lunes, 10 de julio de 2023

Ya nunca más; sin PRI


Sin PRI:

CUAUHTÉMOC, ¿EL RELEVO?


De crédulos y cándidos, los mexicanos tenemos poco: casi todo el mundo se imaginó desde el principio que la "corriente democratizadora" y la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas habían salido de las altas esferas del gobierno; luego hubo dudas cuando los ataques contra el hijo de Tata Lázaro menudearon y él tocó temas como la corrupción de Pemex y el verdadero poderío militar, pero eso acabó en el retiro de Heberto Castillo. De nueva cuenta, no hubo nadie que no estuviera seguro de que el grupo en el poder jugaba con dos barajas: Salinas o Cuauhtémoc, Cuauhtémoc o Salinas.

Los analistas imparciales están divididos. Unos consideran que la determinación estaba tomada desde el principio, y que se impulsó a Castillo para no hacer las cosas demasiado evidentes. Otros piensan que las dos postulaciones surgieron espontáneamente y se dejaron correr hasta que los estrategas del comando mayor advirtieron dos hechos: uno, la muy real y muy alarmante fuerza de Manuel J. Clouthier; dos, que el número de seguidores de Cuauhtémoc sí crecía, pero no a costa del PAN, sino a expensas del PRI.

Abundan los indicios que sugieren que los segundos estaban o están en lo cierto. A toro pasado, ¿no es verdad que la directiva del PRI y los funcionarios federales nunca le pegaron fuerte al michoacano? ¿No es cierto que los tres partidos que inicialmente integraron el Frente Democrático Nacional (el PARM, el PPS y el PST) fueron siempre de invernadero, abonados y regados con el agua y los fertilizantes que sólo hay en los canales y bodegas de la Federación? ¿No tuvo el ingeniero Cárdenas tres veces más dinero que cualquier opositor (13,800 millones contra menos de un tercio de subsidio para el PRT, para el PMS y para el PDM y nada para los panistas, que no aceptaron fondos públicos) y "buena prensa" en medios afines al PRI o de algún modo alineados con él?

Y los del revés. Clouthier arrasó por primera vez en Yucatán, pero los agentes federales sabían que le había ido inesperadamente bien en Querétaro, Guanajuato, Aguascalientes, Jalisco. Luego vino el alarde en Puebla; el domingo 7 de mayo fue la "toma" de la plaza de toros de Cuatro Caminos y se comprobó que había empuje panista en el DF y en el estado de México. Siguieron Sinaloa, Sonora, Chihuahua, Durango, la Macroplaza de Monterrey y, después de muchos titubeos e indecisiones, el PRI escogió el peor momento para anunciar el fallo sobre Monclova y... sobre el gobierno y su partido cayó el cierre parcial de setenta carreteras, de Chiapas a Baja California, a cargo de un panismo tan disciplinado y entrenado que no se registró en toda la república protesta formal de los automovilistas perjudicados. Luego, a mediados de junio, la "cadena humana por la democracia" llevó a las banquetas de dieciséis kilómetros de la avenida Insurgentes una multitud como nunca se había visto.

En ese momento deben haberse reanudado, si alguna vez se suspendieron, las negociaciones. Con rapidez, sin paciencia para los que quisieron poner objeción, a matacaballo: a Clouthier no lo habían detenido la campaña de prensa para impedir que lo postularan, ni las acusaciones de que estaba al servicio de los norteamericanos, ni la agresión en Ciudad Juárez en la que asesinaron a una niña, ni la falta de dineros públicos, ni las puertas cerradas de algunos medios informativos; era, es, una amenaza muy verdadera y muy grande, y había que lanzar contra ella todos los proyectiles disponibles... incluso un segundo candidato del grupo en el gobierno.

Cuauhtémoc Cárdenas respondió tal vez a la pregunta de qué pondrán en el sitio del PRI que ya no existe: pondrían las mismas siglas, u otras, con una tendencia a la izquierda, y llamarían a los pseudopriístas como Porfirio e Ifigenia para reconstruir los cuadros del partido, diseminados por Echeverría y desechados despectivamente por Jesús Reyes Herodes.

Un proyecto así se tropezó con varios peros. Uno: la candidatura "única" de izquierda no le restó votos al PAN, aunque posiblemente romperá el frente para la defensa del voto, en el que los blanquiazules parecían tener puestas muchas esperanzas, y desde luego contó en contra de Clouthier en las casillas, a la hora de las actas. Dos: consecuentemente, la maniobra tampoco aumentó el número de sufragios en favor de los candidatos del PRI. Tres: no será difícil que los jefes del PRI y del FDN se entiendan y formulen una estrategia común (si entendimiento y estrategia no existieron desde el principio), pero entre los subordinados de ambos bandos las hostilidades fueron de veras y no hubo manera de diluirlas, aunque eso no tuvo significado sino hasta después del momento crítico de la votación.

Y cuatro: ¿habrá sido enterrado del plan y le habrá dado su aprobación el cetemista Fidel Velázquez?

Y cinco: ¿qué pasará en los ámbitos financieros nacionales e internacionales si se extiende la noción de que hubo y hay un acuerdo "secreto" entre el PRI y los izquierdosos, y de que el frente cardenista de reconstrucción nacional o cualquier pancarta equivalente desplazarán al liquidado partido del gobierno y se instalarán en su lugar con igual jerarquía, parecidas atribuciones y... una media vuelta al tornillo ideológico hacia la izquierda? ¿Volverán así del extranjero los grandes capitales?


(Tomado de: Teissier, Ernesto Julio. Ya nunca más México en 1989. Política mexicana. Editorial Grijalbo, S.A., México, Distrito Federal, 1989)

jueves, 27 de abril de 2023

Mando de un solo hombre


Mando de un solo hombre:

¿OBSOLETO? ¿PRÁCTICO Y MODERNO?

No hay fórmulas pacíficas ni afables para salvar el presidencialismo como hasta ahora se ha practicado en México. Es un método que no necesariamente desaparecerá pero que si, se pretende que siga en vigor, demandará una dosis masiva de autoritarismo, la que podría o no acarrear conflictos sociales, en la inteligencia de que aún así el procedimiento se modificaría sustancialmente.

¿Debe el próximo presidente mantener el dominio sobre el poder legislativo -y que por favor nadie hable de "aceptación razonada" por parte de los congresistas del PRI, pues nadie recuerda que una iniciativa de ley enviada de Palacio recibiera una votación en contra- y poder mandar a un abogado de sus confianzas para encabezar el poder judicial?

El "no" salta instintivamente a los labios, pero el tema requiere algo más de análisis. En estos últimos años del siglo XX, los teorizantes que hablan en contra del mando supercentralizado casi no tienen nada nuevo que añadir, pero los que opinan favorablemente dicen tener de su lado "experiencias históricas recientes", señalan a las Cuatro Hermanitas de Asia (Corea del Sur, Formosa, Hong Kong y Singapur) como ejemplos de países bien manejados y prósperos, y subrayan que cada uno de ellos tiene un gobierno de "mano firme"; de allí continúan a la llamada Tesis de Heinlein, según la cual "una sociedad industrial verdaderamente progresista es incompatible con una democracia verdadera y operante".

Robert Heinlein, un escritor de ficción científica que prefiere imaginarse variantes sociales en vez de jugar con rayos mortales y naves interestelares, no explica muy claramente el por qué de su afirmación pero se apoya un poco en la capacidad destructiva de las tecnologías y presenta una afirmación en seco, muy manuable para los debates no muy rigurosos.

Para quienes gustan de citarlo, sin embargo, el inconveniente es que con igual informalidad los partidarios de un sistema de frenos y contrapesos que aminore el poderío personal absoluto tienen para escoger, en México, ejemplos que van desde el absurdo risible hasta la tragedia negra: familiares y amistades designados en puestos de gabinete; amigos y amigas enriquecidos a lo tonto por medio de concesiones y contratos y negocios escandalosos; congresos que de pie vitorearon y aplaudieron a rabiar la primera gran devaluación de Echeverría y la "mexicanización" de la banca de López Portillo, para no hablar del día en que el candidato supuestamente amarrado, Mario Moya Palencia, recibió una ovación de los diputados por haberse presentado en el "augusto recinto" acompañado de Goyo Cárdenas, un célebre estrangulador de mujeres "rehabilitado". La broma de "es la hora que usted diga, señor presidente" tiene entre nosotros poca gracia, porque nos toca el nervio de la vergüenza ajena que nos dan los quinientos casos de abyección, indignidad y servilismo que cada uno puede mencionar.

Ciertamente un mandatario que tuviera la firme voluntad de impedir los actos de lambisconería podría lograrlo -lo consiguieron en sus respectivos periodos don Adolfo Ruiz Cortines y el licenciado Gustavo Díaz Ordaz-, pero al primero de esos personajes se le atribuye la reflexión de que "resulta extremadamente difícil aguantarle dos años de adulación y bajeza a un político mexicano". Los que saben de sicología explican la fragilidad de los poderosos ante el halago con la noción de que los seres humanos tenemos algo de narcisismo para equilibrar el instinto de autodestrucción, de modo que cuando un extraño coincide con lo que pensamos ya tiene andada una buena parte del camino.

 La necesidad de ponerle un punto final a la práctica del presidencialismo persiste y pasa por encima de todos los alegatos. La verdad es que se abusó y se abusa de él; que el pueblo mexicano está cansado de la prepotencia, que en ocasiones no es tanto del gobernante en turno como de quienes le rodean, pero de todas maneras a él es a quien se hace responsable por el silogismo de que si es capaz de echarlo a caminar debería ser capaz también de pararlo, y si no lo hace es porque no quiere; que al ejemplo de las Cuatro Hermanitas, cuyos jefes de estado practican un absolutismo solo ligeramente velado, pueden oponerse las evidencias de que el balance de los poderes dentro de un estado democrático funcionan sin problemas graves Y con grandes ventajas en Francia, Inglaterra, Estados Unidos, España y otra decena de países que no tienen mucho que envidiar en materia de prosperidad y que representan desde la izquierda moderada hasta el conservadurismo, y desde las repúblicas hasta las monarquías.

El presidencialismo tiene desventajas políticas, económicas, sociales y de toda índole. Varios de los candidatos de la oposición a la presidencia lo impugnaron durante sus campañas, unos de frente y otros por inferencia; pero ninguno fue tan incisivo como el licenciado Antonio Ortiz Salinas, que en una conferencia en la Universidad Autónoma de Chihuahua, en diciembre de 1987, citó un caso que nadie puede ignorar.

Dijo que, en marzo de 1982, el entonces presidente José López Portillo pidió a dos personas que estudiaran "opciones para encarar la crisis económica". Esa pareja, en la que no estaban representados Hacienda y el Banco de México, le propuso en abril del mismo año la "nacionalización" de la banca, que de hecho ya era nacional. López Portillo solicitó luego la opinión de otras dos personas, a las que casi llegó a juramentar para que guardaran el secreto.

La noche del día último de agosto, el gobernante dio a conocer su decisión a una parte del gabinete, la indispensable para que la medida pudiera ponerse en práctica de inmediato. El día primero de septiembre, antes del informe, lo supieron otros colaboradores. Y allí sigue el texto de Ortiz Salinas:

"Se advierte que en este proceso de toma de decisiones no hubo conocimiento público previo, ni discusión o toma de opinión de otros sectores no intervinieron los funcionarios responsables del sector financiero [del gobierno] ni del sector privado, ni miembros del poder legislativo, ni de los medios de difusión, ni de ningún otro grupo de interés o depresión.

"La decisión fue tomada directa y personalmente por el presidente, sin otra opinión real que la del pequeño grupo encargado de preparar los documentos. La decisión así tomada es un claro ejemplo del presidencialismo en la toma de decisiones y del enorme poder concentrado en manos de una persona, así como evidencia de sus facultades reales de decisión, que le permiten actuar sin necesidad de negociación, consulta u opinión."

En El presidencialismo mexicano, un estudioso a quien ocasionalmente se considera muy cercano a las esferas oficiales muestra que tiene mucha independencia de criterio. El doctor Jorge Carpizo, rector de la UNAM, recuerda en ese libro que en 1976 el poder legislativo autorizó a Luis Echeverría a contratar créditos y empréstitos por 83,222 millones de pesos, pero él se fue de largo hasta 123,557 millones, un exceso del 48%, aparte de 100,000 millones que gastó sin molestarse en pedir la autorización de los diputados.

Conclusión del doctor Carpizo:

"...El presidente dispone en realidad de los fondos públicos como le parece, con una discrecionalidad absoluta, y la Cámara de Diputados ni siquiera se atreve a protestar, sino que busca argumentos para justificar esa situación…"

Y el remache:

"Pocas actitudes son tan peligrosas y tristes: en la práctica mexicana, el presidente y sus colaboradores no están sujetos a ningún control respecto a los gastos públicos, ni en cuanto a los empréstitos y créditos."


Queda todavía la sensacional sorpresa de otro estudioso del Derecho, cuyo nombre guardaremos para el final del capítulo. El jurista dice: "Creemos... con Montesquieu, que todo hombre investido de poder normalmente tiende a su abuso, y que es necesario implantar mecanismos institucionales que lo limiten".

(¿Para qué implantar otros, si los que existen serían suficientes? ¿Qué hay de malo con la división de poderes y con el respeto que el ejecutivo debería tenerles al legislativo y al judicial? ¿Para qué están allí, ya desde el enfoque de la organización de un estado democrático, las organizaciones intermedias de la sociedad civil, como los medios de información independientes, las agrupaciones gremiales, las cámaras empresariales y los clubes de servicio, para no mencionar sino unos cuantos? Hay un motivo para este pequeño olvido, pero lo veremos más tarde).

Mientras tanto continúa:

"El sistema mexicano es puramente presidencialista. El jefe del Ejecutivo federal es el mismo tiempo jefe del Estado y jefe del gobierno. La dirección política del gobierno federal es determinada libremente por el presidente, con independencia del poder legislativo; los colaboradores del presidente... son... auxiliares dependientes de su único titular... el presidente es políticamente independiente del congreso de la unión; esto es, no tiene que sujetarse a su opinión para imprimir a su gobierno las directrices que juzgue conveniente."

El hasta ahora incógnito jurisperito tiene más que decir:

"De manera directa o indirecta, el jefe del Ejecutivo controla también los nombramientos y el funcionamiento general del amplio sector público dependiente del gobierno federal."

En tres de los párrafos siguientes de su libro, el autor deja ver un poquito más de su pensamiento:

"Un fenómeno importantísimo para comprender la realidad del sistema político mexicano y el papel de la presidencia de la República es la organización del Partido de la Revolución Mexicana [quiso decir Partido Nacional Revolucionario] en 1929.

"Esta situación ha erigido al presidente de la República en el foco central de la vida política mexicana. El partido dominante [se refiere al PRI] provee la mayoría de los miembros del congreso de la unión, de las legislaturas de los estados y de los gobernadores de éstos, así como de los órganos municipales…

"De esta manera, el presidente de la República es constitucionalmente jefe del Estado y jefe de gobierno; políticamente es el jefe del partido dominante del país y árbitro de los diversos intereses que... presionan el poder público para obtener de éste actitudes y medidas benéficas para cada sector."

Y ahora sí, el título del libro: Estudios de Derecho Constitucional, editado por Porrúa en 1980.

Y el nombre del autor: Miguel de la Madrid Hurtado.


El rector Jorge Carpizo, por su parte, comentó: 

"El jefe real del PRI  es el presidente de la República, y nadie lo discute o duda... El hecho de ser jefe real... [le] otorga una serie de facultades situadas más allá del margen constitucional, como son... la designación de su sucesor, el nombramiento de los gobernadores, los senadores, de la mayoría de los diputados, de los principales presidentes municipales…"

Y allí es donde el rector de la UNAM abre la puerta para que entren los asegunes, porque a continuación dice que: 

"...es claro que el presidente saliente escoge a su sucesor, y tiene para ello un margen de libertad muy amplio; quizás su única limitación sea que el escogido no vaya a ser fuertemente rechazado por amplios sectores del país, lo que en realidad es difícil, o que... cometa un disparate garrafal."

Parte de la omnipotencia presidencial se comunica de alguna manera a los subalternos. En la ya célebre junta en la Universidad de California -donde los segundos de a bordo de los tres candidatos más populares sostuvieron el debate que sus jefes no quisieron tener en México-, Víctor Manuel Camacho Solís respondió que el PRI es muy fuerte porque tiene la mayoría de los votos, y al ejército de su parte.


(Tomado de: Teissier, Ernesto Julio. Ya nunca más México en 1989. Política mexicana. Editorial Grijalbo, S.A., México, Distrito Federal, 1989)

lunes, 3 de abril de 2023

Ya nunca más, gracias a la oposición

 

(Jesús Reyes Heroles)

Ya nunca más: gracias a la oposición

Enfrentarse al partido del gobierno en México fue, hasta hace unos años, algo que sólo hacían cuatro tipos de personas: los ilusos, los tercos, los negociantes y los paleros.

El ejemplo perfecto de los empecinados es el PRT [Partido Revolucionario de los Trabajadores], cuya fracción regiomontana se regodea con el autoimpuesto apodo de "los terkos". Los ilusos forman legión, en su mayor parte son de izquierda, y vienen, atrás, entre los que apoyan a Cuauhtémoc Cárdenas, son: el "movimiento al socialismo" [MAS], la "unidad de izquierda". Los paleros recibieron registro "condicionado" de Jesús Reyes Heroles, fueron indultados por Manuel Bartlett Díaz y se convirtieron en "traidores": el PARM [Partido Auténtico de la Revolución Mexicana], el PPS [Partido Popular Socialista], el PST [Partido Socialista de los Trabajadores]. Pero los ilusos también eran los panistas.

Eran. Treinta años atrás, en las tertulias priístas se soltaban risotadas cuando alguien repetía por enésima vez que en política los tarugos irremediables nada más venían con tres pintas: los que piden prestado para casarse, los que siembran de temporal y los que le van al PAN [Partido de Acción Nacional]. En algunas rancherías apartadas todavía cuentan el chiste, y aún lo festejan, pero las risitas ya son forzadas y no duran mucho.

Hay motivos de los que se quieran: en los veinticinco años desde 1961 hasta 1985, el PRI [Partido Revolucionario Institucional] duplicó el número absoluto de sus votos, pero el PAN quintuplicó los suyos; la proporción sobre la votación total se le cayó al PRI un 25%, mientras la de AN subía tantito más de 100%. No son cifras que pueden tranquilizar a un revolucionario que mire más allá de sus narices, especialmente si contempla el panorama mundial.

Pero no es únicamente el PAN el que se ha fortalecido espectacularmente, también los partidos del Frente Democrático Nacional [FDN] dieron la sorpresa, y la respuesta de los electores a las prédicas del PRT y del PDM [Partido Demócrata Mexicano] rebasó los cálculos más optimistas. Los únicos dos partidos cuya votación real ha disminuido en 1988 respecto de las que obtuvieron en los anteriores comicios presidenciales de 1982, y hasta en la elección de diputados federales de medios sexenio, en 1985, son el PRI y el socialista que ahora languidece bajo el nombre de PMS [Partido Mexicano Socialista].

En términos generales, pues, la oposición se vigoriza y el partido del gobierno declina. Era una tendencia visible desde hace veinte años -hay en las hemerotecas pruebas de que varios analistas la señalaron al principio de 1968, y la subrayaron en 1972-, lo diferente es que ya tomó velocidad e impulso, y encuentra una resistencia que es prácticamente nula en el PRI, combinada con un pataleo feroz, casi desesperado y hasta medio impúdico, de diversos órganos del gobierno. El partido de la revolución ya no puede hacer su propia defensa; el aparato oficial ha saltado a cubrir la brecha, con todos los inconvenientes políticos que eso tiene.

Ese triple fenómeno (un partido oficial agonizante, una oposición fortalecida y engallada, un grupo en el poder sin experiencia en el manejo de la política y con poco respeto para la opinión pública) ha cerrado definitivamente un capítulo de la historia nacional.

La situación política del país ha comenzado a cambiar profundamente, de raíz; el cambio puede tomar distintos derroteros y conducirnos a diferentes destinos, pero no puede detenerse: el último punto de regreso quedó probablemente tan atrás como el año de 1972. Pero esa historia, la de cómo fue "liquidado" el PRI, es harina de otro costal y costal de otra estiba, y la veremos a su tiempo. Lo del momento es reiterar que hay una serie de viñetas -presidencialismo imperioso, decisiones unipersonales, prepotencia priísta, desdén hacia la opinión pública, provocaciones de fanáticos religiosos en reversa, monopolio educativo, sindicalismo desenfrenado, prensa comprometida, empresarios opulentos al amparo de conexiones políticas- que ya vimos, o estamos a punto de ver, por última vez.

Repito que el cambio no necesariamente será inmediato, pero no puede tardar mucho: no un sexenio, ni siquiera la mayor parte de él, desde luego. Vuelvo a decir que podría venir de varios rumbos y llevarnos a diversas estructuras nuevas, pero que las condiciones y peculiaridades de la vida pública nacional que nos han sido familiares o ya se fueron o pronto se irán.

Ya nunca más.

Y eso debemos reclamárselo, o agradecérselo, a la oposición.


(Tomado de: Teissier, Ernesto Julio. Ya nunca más México en 1989. Política mexicana. Editorial Grijalbo, S.A., México, Distrito Federal, 1989)


lunes, 27 de febrero de 2023

Ya nunca más, así cayeron las fortalezas, 1988

 


Ya nunca más: así cayeron las fortalezas

En el mes de mayo de 88 los partidos de oposición se rebelaron y se revelaron: Cuauhtémoc Cárdenas derribó los obstáculos que impedían su entrada a los centros de educación superior y refrendó en la explanada de la rectoría de la UNAM con un mitin de muchas decenas de miles, el golpe que había logrado asestar en La Laguna, y que repetiría en Uruapan; Manuel J. Clouthier perspunteó el territorio con actos impresionantes en la provincia (Mérida, Puebla, Guanajuato, Querétaro, Jalisco, San Luis Potosí, Durango, Sinaloa, varios etcéteras) y remató con un triple alarde: la toma del Toreo, la concentración en la Macroplaza y, ya en el siguiente mes, la "cadena humana por la democracia"

Pero fue en junio cuando pudimos entender qué tan carcomidas estaban algunas de las maderas del barco insignia de la flota del gobierno. Ante un ataque decidido, feroz y bien planeado, los estrategas con la divisa tricolor se refugiaron en tres técnicas que habían usado antes pero sin llevarlas hasta sus últimas consecuencias como ahora trataron de hacerlo.

Acentuaron primero la táctica de "cono del silencio". Ya podía cualquiera de los antagonistas lograr lo que fuera, desde la concurrencia de una muchedumbre hasta una frase afortunada, que del sitio de su triunfo no saldría una palabra, ni una fotografía, ni una nota periodística que no fuera peyorativa o desinformadora. Era como si el pueblo o la ciudad hubieran quedado dentro de una campana de cristal: allí estaban pero no salían noticias, los habitantes no hablaban con los forasteros, los teléfonos no contestaban.

Intensificaron enseguida el priismo rabioso y excluyente de los medios de difusión. El tiempo en pantalla para Carlos Salinas de Gortari y sus partidarios se ensanchó y las notas televisadas, perifoneadas o escritas sobre sus contrincantes casi desaparecieron: en Imevisión todavía no hay menciones a cuatro de los cinco candidatos; en Televisa se calcularon ocho minutos para el PRI por uno -y no en el mejor tiempo, ni en días escogidos, ni en los canales de mayor penetración- para sus oponentes; en el radio sólo Radio Red se mantuvo imparcial; en los periódicos capitalinos usaron la fórmula de las ocho para el presidente, el cintillo para Salinas y tres o cuatro notitas de una columna en "los calcetines" para los demás.

Ordenaron, finalmente, un bombardeo nutridísimo sobre la psicología de los votantes indecisos con declaraciones triunfalistas y una cadena de encuestas en las que el ex secretario de Programación aparecía adelante de sus oponentes con ventajas increíbles. Desde los 20 millones de votos trompeteados por Jorge de la Vega hasta la famosa encuesta Gallup, los proyectiles de propaganda llovieron día y noche sobre televidentes, radioescuchas y leeperiódicos sin darles a los contrincantes del partido del gobierno ni los "dos dedos de orilla p'arrimar el cayuco", que tradicionalmente piden los jarochos.

Toda esa situación dio una vuelta de campana.

Como en el cuento de Humpty Dumpty, ni todos los caballos y todos los hombres del rey juntos, desde luego con los recursos del reino, pudieron cerrarle a Cuauhtémoc el paso a la UNAM, y allí quedó claro por primera vez que el "invencible" ya no era tal. Los hombres del FDN aplastaron los argumentos soflameros de la pureza académica, hicieron jirones los cuentos acerca de la paz necesaria para la investigación científica y pulverizaron las amenazas de que otros grupos podrían agredir a los cardenistas. El barro de los pies del gigante no solo perdió el barniz, sino que también apareció rajado.

al regreso de una particularmente favorable gira, Clouthier empezó el asedio contra el reducto de Televisa, cuyo propietario se había declarado priísta con todas sus consecuencias, entre ellas la de aquella equidad de ocho por uno "de acuerdo con los votos que sacaron". El panista hizo una declaración contra la cadena en el aeropuerto y de allí se fue a la avenida Chapultepec, donde dejó el primero de una larga línea de grupos que, plantados frente a la puerta principal del edificio de la empresa, sostenían unas pancartas en que afirmaban que sus programas noticiosos no decían la verdad. Emilio Azcárraga hizo equipo con hombres de carácter que tienen poder, saben usarlo y no ceden con facilidad a presiones, pero parece que el sistema de los blanquiazules golpeó en los ratings y en la credibilidad; el 23 de junio, un socarrón Manuel J. Clouthier fue entrevistado por Guillermo Ochoa y, lo que sea de cada quien, se despachó con la cuchara grande.

Dos días antes de que Televisa cambiara su actitud, Excélsior, considerado por muchos como el más poderoso de los periódicos capitalinos, arrió sus banderines de combate y, mandó a ocho columnas de primera plana, con dos bajadas a dos, una nota en que el PAN, su dirigente mayor y su candidato, aclaraban que jamás habían confesado anticipadamente su derrota porque estaban seguros de que ganarían. El más acometivo de los diarios había sido el primero en comprender que apuntalar al PRI contra viento y marea, contra la imparcialidad y a veces contra los hechos atestiguados por millones de personas, no aumenta el prestigio, no incrementa la credibilidad y no le sirve a nadie: ni al candidato ni a su partido ni al gobierno, ni mucho menos a la respetabilidad profesional del periódico.

Y en alguna parte del camino quedaron las encuestas -que fueron tantas tan patosamente forjadas, tan absurdamente exageradas que causaron risa- y las fanfarrias triunfalistas, unas y otras aplastadas por las proporciones tan descabelladas de sus fantasías.

La lección ha quedado clara: el mexicano medio quizás es todavía ignorante, falto de educación formal, pero ya nadie puede hacerlo comulgar con ruedas de molino, y el que lo intente tendrá que atenerse a las consecuencias, que pueden voltearle el chirrión por el palito.

De aquí en adelante, el manipuleo de la opinión pública tendrá que hacerse con procedimientos mucho más depurados, y si alguien se atreve tendrá que comenzar abajo de cero porque los programas puestos en práctica este año se estrellaron contra prejuicios y desconfianzas hacia el gobierno y sus amigos, sentimientos que antes no estaban allí; ergo, que el tiro salió por la culata.

Al "mexicano nuevo" podrán convencerlo; engañarlo fácilmente, de plano y en seco, no.

Ya nunca más.


(Tomado de: Teissier, Ernesto Julio. Ya nunca más México en 1989. Política mexicana. Editorial Grijalbo, S.A., México, Distrito Federal, 1989)