Ya nunca más: gracias a la oposición
Enfrentarse al partido del gobierno en México fue, hasta hace unos años, algo que sólo hacían cuatro tipos de personas: los ilusos, los tercos, los negociantes y los paleros.
El ejemplo perfecto de los empecinados es el PRT [Partido Revolucionario de los Trabajadores], cuya fracción regiomontana se regodea con el autoimpuesto apodo de "los terkos". Los ilusos forman legión, en su mayor parte son de izquierda, y vienen, atrás, entre los que apoyan a Cuauhtémoc Cárdenas, son: el "movimiento al socialismo" [MAS], la "unidad de izquierda". Los paleros recibieron registro "condicionado" de Jesús Reyes Heroles, fueron indultados por Manuel Bartlett Díaz y se convirtieron en "traidores": el PARM [Partido Auténtico de la Revolución Mexicana], el PPS [Partido Popular Socialista], el PST [Partido Socialista de los Trabajadores]. Pero los ilusos también eran los panistas.
Eran. Treinta años atrás, en las tertulias priístas se soltaban risotadas cuando alguien repetía por enésima vez que en política los tarugos irremediables nada más venían con tres pintas: los que piden prestado para casarse, los que siembran de temporal y los que le van al PAN [Partido de Acción Nacional]. En algunas rancherías apartadas todavía cuentan el chiste, y aún lo festejan, pero las risitas ya son forzadas y no duran mucho.
Hay motivos de los que se quieran: en los veinticinco años desde 1961 hasta 1985, el PRI [Partido Revolucionario Institucional] duplicó el número absoluto de sus votos, pero el PAN quintuplicó los suyos; la proporción sobre la votación total se le cayó al PRI un 25%, mientras la de AN subía tantito más de 100%. No son cifras que pueden tranquilizar a un revolucionario que mire más allá de sus narices, especialmente si contempla el panorama mundial.
Pero no es únicamente el PAN el que se ha fortalecido espectacularmente, también los partidos del Frente Democrático Nacional [FDN] dieron la sorpresa, y la respuesta de los electores a las prédicas del PRT y del PDM [Partido Demócrata Mexicano] rebasó los cálculos más optimistas. Los únicos dos partidos cuya votación real ha disminuido en 1988 respecto de las que obtuvieron en los anteriores comicios presidenciales de 1982, y hasta en la elección de diputados federales de medios sexenio, en 1985, son el PRI y el socialista que ahora languidece bajo el nombre de PMS [Partido Mexicano Socialista].
En términos generales, pues, la oposición se vigoriza y el partido del gobierno declina. Era una tendencia visible desde hace veinte años -hay en las hemerotecas pruebas de que varios analistas la señalaron al principio de 1968, y la subrayaron en 1972-, lo diferente es que ya tomó velocidad e impulso, y encuentra una resistencia que es prácticamente nula en el PRI, combinada con un pataleo feroz, casi desesperado y hasta medio impúdico, de diversos órganos del gobierno. El partido de la revolución ya no puede hacer su propia defensa; el aparato oficial ha saltado a cubrir la brecha, con todos los inconvenientes políticos que eso tiene.
Ese triple fenómeno (un partido oficial agonizante, una oposición fortalecida y engallada, un grupo en el poder sin experiencia en el manejo de la política y con poco respeto para la opinión pública) ha cerrado definitivamente un capítulo de la historia nacional.
La situación política del país ha comenzado a cambiar profundamente, de raíz; el cambio puede tomar distintos derroteros y conducirnos a diferentes destinos, pero no puede detenerse: el último punto de regreso quedó probablemente tan atrás como el año de 1972. Pero esa historia, la de cómo fue "liquidado" el PRI, es harina de otro costal y costal de otra estiba, y la veremos a su tiempo. Lo del momento es reiterar que hay una serie de viñetas -presidencialismo imperioso, decisiones unipersonales, prepotencia priísta, desdén hacia la opinión pública, provocaciones de fanáticos religiosos en reversa, monopolio educativo, sindicalismo desenfrenado, prensa comprometida, empresarios opulentos al amparo de conexiones políticas- que ya vimos, o estamos a punto de ver, por última vez.
Repito que el cambio no necesariamente será inmediato, pero no puede tardar mucho: no un sexenio, ni siquiera la mayor parte de él, desde luego. Vuelvo a decir que podría venir de varios rumbos y llevarnos a diversas estructuras nuevas, pero que las condiciones y peculiaridades de la vida pública nacional que nos han sido familiares o ya se fueron o pronto se irán.
Ya nunca más.
Y eso debemos reclamárselo, o agradecérselo, a la oposición.
(Tomado de: Teissier, Ernesto Julio. Ya nunca más México en 1989. Política mexicana. Editorial Grijalbo, S.A., México, Distrito Federal, 1989)
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