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jueves, 28 de noviembre de 2024

Mexicanos en Estados Unidos, historia de una minoría IV Arizona


Mexicanos en Estados Unidos, historia de una minoría IV 

Arizona 

La colonización de Arizona provino del norte del estado mexicano de Sonora y comenzó en los siglos XVII y XVIII, por una serie de misiones que abrieron los valles de los ríos de San Miguel, Altar, Santa Cruz y San Pedro. Continuó el proceso de colonización más que nada en forma de latifundios, sujetos a continuas invasiones de los indios. Cuando en 1751 se retiraron temporalmente las tropas mexicanas, las incursiones de los apaches arrasaron casi toda la provincia, cuya extensión cubría casi todo lo que ahora es Arizona. Un precario equilibrio de fuerzas militares se logró después, y entonces lentamente, en los años posteriores, los indios lograron otra vez la superioridad, al grado de que, en 1856, casi todos los colonos de Arizona vivían en la ciudad fortificada de Tucson, para protegerse.

En Arizona el cambio a la supremacía anglo fue menos doloroso que en otras partes, porque había muy pocos residentes mexicanos. En la década de 1880 el colapso final de la resistencia de los indios coincidió muy estrechamente con el principio de la minería a gran escala y la construcción de ferrocarriles. Los pocos mexicanos que vivían en Arizona no fueron lo suficientemente numerosos para alimentar el apetito insaciable de mano de obra barata. Se importaron miles de brazos más por medio de los mercados de trabajo de Laredo y de El Paso. En esta forma el modelo texano de transición al trabajo asalariado apareció muy pronto en Arizona, y con él la lúgubre sucesión de linchamientos, asesinatos impunes y actos de cuerpos de vigilantes, contra una población de clase trabajadora a la que se consideraba de raza diferente.

Los lineamientos de la colonización de Arizona se caracterizan por el gran número de poblaciones mineras aisladas, casi todas ellas formadas por una gran mayoría de mexicanos. Algunos eran nativos, otros fueron importados. Otros más probablemente llegaron a las minas cuando estas abrieron o se cerraron por la misma compañía, que tenía pertenencias en diferentes partes.

Estas poblaciones formadas por empresas mineras empezaron a aparecer en gran número allá por 1880, casi siempre en lugares sumamente aislados como eran Tubac, Miami, San Manuel, Mamooth, Walker, Dewey, Morenci, Duquesne, Metcalf, Ajo, Bluebell y muchos otros. Algunas todavía existen, otras se han convertido en poblaciones fantasmas. Los puestos mineros avanzados también dieron ímpetu a la creación de numerosas poblaciones mayores de Arizona como Bisbee, Prescott y Douglas. Generalmente las poblaciones mineras estaban totalmente aisladas de la sociedad normal americana de la época. Algunos de estos pueblos o eran muy pequeños o estaban por entero bajo la férula de un solo patrono, que no proveía sino los más rudimentarios servicios públicos. Desde el principio hubo una separación rígida por ocupaciones, que implicaba la segregación de los mexicanos de los anglos, con caracteres discriminatorios adicionales, como la implantación de un horario especial para mexicanos en las tiendas de las compañías.

El cobre fue el producto mineral más importante de Arizona y su explotación aumentó rápidamente debido a la gran demanda nacional de equipo eléctrico. En pequeña escala existía también la ganadería y el cultivo de algodón, pero a causa de la aridez de las tierras, estas actividades eran arriesgadas e implicaban costos muy altos. Los mismos intereses que controlaban la economía, controlaban políticamente el gobierno del territorio. En estas regiones del oeste de los Estados Unidos, tan aislados del resto del país, no podía ser de otra forma. Los gobiernos territoriales eran brevemente definidos como "malos gobiernos" por un Congreso lejano, que no tenía responsabilidad alguna para con los habitantes; se disponía apenas de presupuestos limitados para destacamentos militares, servicio indígena, construcción de carreteras y rutas postales, y de una administración pública frecuentemente inadecuada y corrupta.


(Tomado de: W. Moore, Joan - Mexicanos en Estados Unidos (historia de una minoría). Cuadernos Mexicanos, año II, número 92. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)

jueves, 29 de junio de 2023

Mexicanos en Estados Unidos, historia de una minoría III Nuevo México


Mexicanos en Estados Unidos, historia de una minoría III


Nuevo México


El modelo texano de subordinación económica de los mexicanos se extendió hacia el oeste hasta la región granera y ganadera del este de Nuevo México, todavía conocida como "Pequeño Texas". Cuando los grandes ganaderos comenzaron a cercar sus tierras y alejar a los anglos y a los mexicanos que se dedicaban a la cría de ovejas, se generó suficiente fricción como para producir las famosas guerras del Condado de Lincoln de 1869 a 1881. Algunos mexicanos lograron retener sus propiedades, aunque el abuso del pastoreo en casi todas las zonas de Nuevo México había perjudicado esa forma de actividad económica mucho antes de 1900.


Nuevo México entró al período de colonización de los anglos, con su población mexicana concentrada en tres tipos de áreas habitadas: poblados militares y administrativos (como Santa Fe y Albuquerque), grandes ranchos y un número considerable de poblaciones pequeñas. Casi todas las poblaciones dependían en gran medida de la ganadería y de la agricultura. Debido al aislamiento y a las continuas guerras con los indios, la penetración de los anglos fue muy lenta; en 1848 vivían en este territorio 60,000 habitantes, prácticamente todos ellos mexicanos. La mayoría habitaba dentro de un radio de 80 kilómetros de Santa Fe o aguas arriba de los ríos Grande y Pecos. Los habitantes de habla española de Nuevo México, a diferencia de los de la frontera de Texas, tenían una amplia variación de estructuras sociales y un grupo gobernante bien establecido, hábil en todos aspectos, e interesado por retener la hegemonía. En esta forma la legislatura territorial estuvo dominada por "hispanoamericanos" (miembros de no más de 20 familias prominentes), desde su establecimiento, hasta que en 1912 Nuevo México se convirtió en estado. Durante 64 años se mantuvo una alianza entre los españoles acaudalados y algunos intereses anglos de la banca, la ganadería y los ferrocarriles, misma que controló eficazmente la vida política por medio del tristemente célebre Santa Fe Ring (Círculo de Santa Fe). [El Círculo de Santa Fe fue una alianza de intereses mexicanos y anglos que dominó la vida económica y política de Nuevo México durante un período posterior a la Guerra Civil].


La mayoría de los recién llegados residentes de Nuevo México vivía a distancia considerable de la frontera y no sufrió muchas molestias ni por la guerra casi permanente, ni por las invasiones armadas del sur de Texas. Hasta la llegada de los ferrocarriles, el movimiento a través del territorio no fue fácil en ninguna dirección y solo hasta 1886 fue relativamente fácil pasar de un lado a otro de la frontera, porque los invasores apaches controlaban grandes extensiones de esta área.


Sin embargo, los cambios económicos desintegraron rápidamente esta pequeña y extrañamente aislada sociedad mexicana. Para el año de 1900, el abuso de las tierras de pastoreo, la erosión, la integración de grandes ranchos, la continua división de tierras entre herederos y la asignación de tierras de pastoreo para uso federal (ferrocarriles, fundos de poblaciones y bosques nacionales) forzaron a muchos, quizás a todos los agricultores y ganaderos en pequeño, a convertirse en jornaleros. Al mismo tiempo, algo de inmigración procedente del oeste de Texas, aumentó la disponibilidad de mano de obra e hizo que bajaran los salarios. En esta forma, antes de la vuelta del siglo, el habitante de los pueblos de Nuevo México estaba esforzado en una lenta lucha, sin esperanza, contra la indigencia. No se llegaría a sentir todo el efecto de estos fenómenos durante algunas generaciones, pero la decadencia de la cría de ovejas era obvia; esta primera y tradicional actividad de los mexicanos de Nuevo México estaba desapareciendo y, con ella, una forma muy antigua de organización social.


Nuevo México desarrolló muy lentamente la discriminación y el aislamiento de la minoría mexicana. Como escribe Nancie González: "Los casamientos entre hombres anglos y mujeres mexicanas eran bastante frecuentes y no estaban restringidos a ninguna clase social. Ocurrían a menudo fusiones de negocios y comercios entre anglos y mexicanos; en la política, las coaliciones de anglos y mexicanos actuaban juntas en los partidos políticos importantes." Pero hay evidencia de que este espíritu tolerante empezó a cambiar en 1900, cuando llegaron más pobladores norteamericanos, e importantes intereses ganaderos, mineros y de transporte. En 1881, las nuevas líneas férreas que con gran eficacia abrieron el territorio, permitieron que docenas de poblaciones aisladas establecidas por empresas privadas, explotaran los cuantiosos recursos mineros de Nuevo México con mano de obra mexicana. Los nuevos mercados de lana, carne y cueros, abiertos por los ferrocarriles, aceleraron la consolidación de ranchos más grandes y eficientes. El proceso de cercar las propiedades acabó lentamente con los criadores de ovejas y los ganaderos en pequeño. Las mismas fuerzas que entrañaban oportunidad económica para las grandes empresas de los anglos, estaban llevando a una porción considerable de mexicanos a la condición de minoría dependiente.


I Introducción 

II Texas

III Nuevo México 


(Tomado de: W. Moore, Joan - Mexicanos en Estados Unidos (historia de una minoría). Cuadernos Mexicanos, año II, número 92. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)

jueves, 25 de mayo de 2023

Mexicanos en Estados Unidos, historia de una minoría II Texas


Mexicanos en Estados Unidos, historia de una minoría II

Texas

La frontera original de los pobladores mexicanos en Texas no se extendía más allá del Río Nueces; al norte y al este de este río los hostiles comanches impedían que se avanzara más. Había bastantes poblaciones mexicanas, hasta en la peligrosa zona situada entre el Río Grande y el Río Nueces, pero la mayoría de los mexicanos (probablemente el 80%) habitaba en el valle del bajo Río Grande y en las ciudades ribereñas, y El Paso era la ciudad importante ubicada más al oeste. En las hoy ciudades texanas como Starr, Zapata, Cameron e Hidalgo vivieron estos primeros pobladores por millares. En el oeste y el sur de Texas, la población aumentó rápidamente de 8,500 en 1850 a 50,000 en 1880 y 100,000 en 1910, a pesar del temor y el dislocamiento causado por las muchas guerras, pequeñas y grandes. Durante un episodio de la guerra Cortina, en 1859, una franja de la parte baja de Texas, de 240 km de largo por 80 a 120 de ancho, fue invadida y devastada por jinetes mexicanos. Texas también fue la única porción de la zona fronteriza que estuvo seriamente comprometida en la Guerra Civil.

La economía de la región dependía del gran rancho ganadero, pero con una modalidad primitiva, común en los estados fronterizos, basada en la propiedad del ganado, más que de la tierra. Después de la anexión de Texas, los anglos asumieron fácilmente su papel de terratenientes (entre 1840 y 1859 todas las concesiones mexicanas, con la excepción de una en el condado de Nueces, pasaron a manos de los pobladores anglos (anglosajones). Había peones mexicanos dispuestos a trabajar en estos ranchos. Mientras tanto, surgió una serie de poblaciones mercantiles a lo largo del Río Grande: Brownsville, Dolores, Laredo, Río Grande City, Roma) para manejar las necesidades comerciales del área. Aunque estas poblaciones ribereñas tenían residentes anglos y europeos, la mayoría estaba formada por mexicanos. Aquí aparecieron elementos mexicanos de clase media que iban a tener importancia en el futuro, cuando empezó a anglicanizarse más el Río Grande. El cambio tuvo lugar con mucha lentitud; en 1903, Brownsville tenía únicamente... 7,000 habitantes, mexicanos en su mayoría. En esa época, Corpus Christi todavía no era puerto de altura y tenía únicamente 4,500 habitantes. En mayor grado todavía, predominaban numéricamente los mexicanos en el Valle del Río Grande y en las poblaciones ribereñas.

Sin embargo, los grandes ranchos de ganado bovino y ovino del sur y del este de Texas, se cercaron poco después de la invención del alambre de púas, en 1875. Cercar una propiedad tenía mucha importancia, porque el fraccionamiento de los ranchos, antes casi irrestrictos, alejaba a un gran número de pequeños y medianos hacendados, tanto mexicanos como anglos, que poseían ganado, pero no tierras. Pocos años después, el cultivo del algodón se trasladó lentamente del este al sur de Texas, al continuar un movimiento hacia el oeste, donde había las tierras baratas que desde antes caracterizaban a las zonas algodoneras. En vista de que el algodón requiere mucha mano de obra y entonces ya no había esclavos negros que siguieran las nuevas plantaciones hacia el oeste, la consecuente demanda de jornaleros o arrendatarios para cultivar algodón fue tan grande que fijó, casi como en su forma moderna, el destino económico del inmigrante mexicano y del antiguo poblador mexicano de Texas. Unos cuantos mexicanos lograron adquirir la propiedad de la tierra que trabajaban, pero no fueron muchos.

En 1890 el cultivo del algodón en el corazón del sur de Los Estados Unidos estaba bien establecido en el condado de Nueces. Los atractivos precios para adquirir buenas tierras algodoneras, las utilidades altas, logradas al desmontar y cultivar las antiguas tierras de pastoreo, y la disponibilidad de mano de obra barata procedente del otro lado de la frontera, en pocos años llevó a la ruina a casi todos los viejos ranchos ganaderos del sur de Texas. Para el año de 1900 ya se había definido al trabajador mexicano, en los medios rurales y urbanos de Texas, como un ser inferior, miembro de una raza distinta, sin derecho a igualdad social, educativa ni política. Los vestigios de la igualdad del mexicano sobrevivieron en forma limitada solo en algunas poblaciones comerciales del Valle del Río Grande donde prevalecía una mayoría de mexicanos.


I Introducción 

II Texas

III Nuevo México 


(Tomado de: W. Moore, Joan - Mexicanos en Estados Unidos (historia de una minoría). Cuadernos Mexicanos, año II, número 92. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)

lunes, 24 de abril de 2023

Mexicanos en Estados Unidos, historia de una minoría I

 


Mexicanos en Estados Unidos, historia de una minoría I

La historia de la minoría mexicana es distinta a la de cualquier otro grupo minoritario norteamericano. El único paralelo cercano es el de los indios americanos, y aún ahí, encontramos pocas semejanzas. Los mexicanonorteamericanos se convirtieron en minoría por conquista, no mediante la inmigración a este país como gente subordinada. El comienzo de la historia de los mexicanonorteamericanos que data del siglo XIX, es la relación de cómo se convirtieron en pueblo subordinado. Como veremos, el proceso varió ligeramente en cada uno de los estados fronterizos: Texas, Nuevo México, Arizona y California. El comienzo de esta historia, con sus importantes variaciones de estado a estado, sentó las bases de la inmigración que vino de México, en mayor escala, en el siglo XX, e influyó en el papel económico, político y social que podían desempeñar los mexicanonorteamericanos.

Es casi imposible escribir una historia coherente relativo a cualquier minoría norteamericana. La historia se nutre normalmente de documentos, en los que los mexicanos aparecen sólo ocasionalmente y por casualidad, cuando reaccionan o actúan frente a un interés o acción de la sociedad en sentido más amplio. Con la excepción de Nuevo México, no hay ningún registro de los actos de la minoría mexicana en el desarrollo de los eventos económicos y sociales de la historia de los Estados Unidos. Aun los estados fronterizos, hasta hace poco tiempo, estuvieron aislados y alejados de los principales acontecimientos de la historia de los Estados Unidos. Se puede decir que la repentina aparición de los mexicanonorteamericanos en la conciencia americana es sólo un aspecto de la repentina aparición de la región entera en un panorama nacional con estrecha interdependencia.

Principio de la historia de los mexicanos: hasta 1900

La historia de esta minoría comienza cuando los estados fronterizos pasaron a los Estados Unidos. Esto ocurrió por medio de rebelión (en Texas), después de una guerra entre México y los Estados Unidos (Texas, [California] y Nuevo México), y por adquisición (Arizona y Nuevo México). En el período transcurrido entre la Batalla de San Jacinto, en 1836, y la compra Gadsden de 1853, los Estados Unidos adquirieron los actuales estados de Texas y Nuevo México y parte de Colorado, Arizona, Utah, Nevada y California.

En este enorme escenario, en esa época, no había más que un puñado de actores. Si observamos el número aproximado de mexicanos que había en cada uno de esos estados, cuando pasaron a depender de los Estados Unidos, comenzaremos a entender la experiencia diversa de los mexicanos en cada zona. Había quizás 5,000 mexicanos en Texas, 60,000 en Nuevo México, no más de 1,000 en Arizona y tal vez 7,500 a lo largo de California. Existían también algunos poblados en lo que es ahora Colorado, pero muy pequeños, y estaban demasiado aislados para que los tomemos en cuenta.

Generalmente, los pobladores mexicanos se establecieron en forma semejante a las varillas de un gran abanico: penetraron al sudoeste a través de los pasos montañosos y los valles de los ríos. El "abanico" que formaron sus poblaciones abarcó más de 3,200 kilómetros en su extremo norte, pero en muy pocos lugares se extendió más de 240 kilómetros al norte de la frontera mexicana. Estos primeros pobladores españoles establecieron pequeños núcleos cerrados, fáciles de defender, en valles estratégicos en las riberas fértiles y en otras típicas ubicaciones fronterizas. Tres factores casi siempre determinaron la elección del sitio: la existencia de agua, medios de transporte y protección contra los indios merodeadores.

Desde los primeros años fue esencial protegerse de los indios. Bien pudieron haber existido alrededor de 120,000 indios nómadas en estos territorios. Casi todos los indios del siglo XIX, especialmente las tribus más prósperas de apaches, controlaban por la fuerza casi toda esta región, lo que contribuyó a que se aislaran y mantuvieran intactas las poblaciones e instituciones mexicanoespañolas. Carey McWilliams escribe: "De 1848 a 1887 los angloamericanos estuvieron tan preocupados con los indios que disponían de poco tiempo para dedicarse a la colonización de la región o a la explotación de sus recursos." Sobre todo, las interminables emboscadas, batallas y matanzas acaecidas en los territorios de Nuevo México y Arizona hicieron que a los mexicanos les conviniera la protección de tropas norteamericanas. En 1886, el último de los grupos invasores de apaches cruzó la frontera con México o cayó bajo el dominio de los Estados Unidos. Fue entonces cuando pudo empezar la colonización del sudoeste por los angloamericanos.


I Introducción 

II Texas

III Nuevo México 


(Tomado de: W. Moore, Joan - Mexicanos en Estados Unidos (historia de una minoría). Cuadernos Mexicanos, año II, número 92. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)

lunes, 14 de noviembre de 2022

Causas y consecuencias de la guerra con México, 1847

 


Causas y consecuencias de la guerra con México

William Jay

[William Jay (1789-1858), hijo de John Jay, actor de la independencia norteamericana. Graduado de Yale, representa el tipo del reformador de la primera mitad del XIX, campeando por la abolición de la esclavitud, la paz y la difusión de la Biblia. Fundó la Sociedad Bíblica Americana y escribió para la Sociedad Británica Pacifista un librito para demostrar los males de la guerra (1842). Se opuso con ardor a la guerra y publicó en 1849 un libro para demostrar la culpabilidad de los Estados Unidos en la guerra del 47 (A Review of the Causes and Consequences of the Mexican War), que ha sido la obra más citada por los historiadores mexicanos. El trozo que incluimos es parte de ella]


INMEDIATAMENTE después que se obtuvo el voto final del senado en favor de la anexión de Texas, se levantó de su asiento un senador de la Florida y presentó una iniciativa en el sentido de que se declarara que el presidente debía emprender negociaciones inmediatas para obtener que se cediera la isla de Cuba a los Estados Unidos. No se proponía una acción determinada, pues el objeto que se perseguía con esa iniciativa era únicamente familiarizar al público con los métodos a que debía recurrirse para adquirir territorio esclavista. La anexión de Texas obraba exactamente en la misma forma en que el olor de la sangre excita a un lobo hambriento, y el ansia de adquirir territorios mexicanos, en vez de quedar satisfecha, provocaba una ferocidad voracísima. En realidad Texas había sido conquistada virtualmente bajo la administración de Mr. Tyler y hay razones para creer que Mr. Polk estaba decidido a que su administración se señalara por la anexión de California. Esta provincia había despertado desde hacía mucho tiempo la codicia de los esclavistas y se habían hecho grandes esfuerzos por orientar a la opinión pública de acuerdo con las funciones del presidente. Los periódicos abundaban en artículos referentes a la fertilidad de California, su enorme importancia para los Estados, como hecho incontrovertible los designios secretos de la Gran Bretaña de adjudicarse esos territorios ya fuese por la fuerza o bien mediante un tratado. Recordará el lector la prematura toma de posesión y anexión permanente de California que realizó el comodoro Jones; también tendrá presente que en un período anterior se hicieron muchos esfuerzos infructuosos por adquirir por compra esa provincia, en todo o en parte. Ya habían penetrado en esos territorios de California tan lejanos muchos aventureros incansables, y la opinión se había propagado extensamente de que una región demasiado valiosa y atractiva para que pudiera dejársele en poder de los mexicanos. El gobierno de México, aleccionado con lo ocurrido por efecto de la colonización de Texas, dio órdenes de que se expulsa de California a todos los ciudadanos de Estados Unidos. Nuestro ministro protestó contra esa disposición y entonces se modificó el ordenamiento del gobierno mexicano en el sentido de que quedaron incluidos todos los extranjeros considerados como peligrosos para la paz pública. Sin embargo, de ello, Mr. Calhoun secretario de Estado a la sazón, ordenó que se presentará una nueva protesta al gobierno mexicano.

Veamos ahora lo que confesó en unas declaraciones nuestro ministro Mr. Thompson: "A fines de diciembre de 1843 recibí noticias de que el gobierno mexicano había expedido una orden de expulsión contra los nacionales de Estados Unidos que se hallaran en el departamento de California y territorios circunvecinos. Hasta ese momento, sin embargo, no se había pretendido aplicar tal disposición. Unos cuantos años antes se había dado una orden semejante, que incluía no sólo a los ciudadanos de los Estados Unidos, sino también a los súbditos británicos; y la disposición se había puesto en práctica con gran perjuicio y en algunas ocasiones hasta con ruina total de las personas expulsadas. Durante seis meses habían luchado inútilmente los ministros de Inglaterra y de los Estados Unidos solicitando que se derogará la ley. Tuve la buena suerte, sin embargo, después de dirigir algunas notas severas al gobierno mexicano, de que se anulara el decreto, pero no antes de apelar a la última ratio de la diplomacia: exigir mis pasaportes, medida a la que rara vez puede apelar con justificación un agente diplomático sin órdenes expresas de su gobierno. Confieso que sentí positivo miedo de que se me enviasen los pasaportes; pero me pareció que el paso estaba justificado por las circunstancias y que con él ponía fin a una larga discusión. El resultado demostró que mis cálculos eran exactos. Se derogó la ley y se enviaron instrucciones en ese sentido a todos los Departamentos, algunos de los cuales se hallan a 2,000 millas de la capital. Confieso que al asumir esa actitud altiva respecto a la orden de expulsar a nuestra gente de California, sentí ciertos escrúpulos, porque se me había informado que estaba urdiéndose un complot por los americanos y otros extranjeros que residían en California y que pensaban repetir en aquel territorio las escenas que se habían desarrollado en Texas".

Al describir California, decía Mr. Thompson: "El azúcar, el arroz y el algodón tienen allí un clima que les es perfectamente propio." Claro está que los mismos móviles que produjeron las "escenas desarrolladas en Texas" darían origen a su reproducción en California. Ya veremos después que Mr. Thompson no estaba mal informado.

Había dos modos de adquirir a California: mediante negociaciones y mediante una guerra. Lo primero era lo más económico y probablemente lo segundo sería lo más expedito, pero a menos que fuese México quien rompiera las hostilidades, resultaría en extremo peligroso recurrir a la guerra exponiendo la popularidad y la estabilidad de la administración.

Si obráramos con alguna fanfarronería al presentar nuestras reclamaciones, hinchándolas hasta el punto máximo posible, y después ofrecíamos bondadosamente el echarlo todo al olvido a cambio de que se nos cediera la California, a lo cual podíamos agregar, para dulcificar la cosa, unos cuantos millones de compensación, quizá podríamos amedrentar a México hasta el punto de inducirlo a que nos cediera su provincia. Pero el resultado era dudoso. México había sido siempre tenaz en la defensa de su suelo y se había rehusado a aceptar todo cohecho a cambio de una parte de él. La única alternativa en pie era la guerra. México se hallaba en ese momento con una sensibilidad extrema por obra de los de Texas. Su ministro en Washington había pedido sus pasaportes al aprobarse la resolución conjunta de las cámaras legislativas. Mr. Shannon, después de insultar al gobierno con su conducta ofensiva, había salido de México y todo trato diplomático entre los dos países se hallaba en suspenso. En tales circunstancias no sería difícil provocar una guerra, y tal conflicto nos daría posesión de California. Pero luego, una guerra, para ser popular o siquiera tolerable para la gente del norte de los Estados Unidos que participaría de las cargas de la Guerra sin participar a la vez del botín que se obtuviese, tendría que ser "una guerra provocada por actos de México".

Así que lo más conveniente era intentar en primer término negociaciones pacíficas, y si fracasaban, producir la guerra induciendo a México a dar el primer golpe. Una guerra de este orden sería defensiva, no agresiva; claro que México sería humillado inmediatamente y nos tocaría a nosotros imponer las condiciones de paz, una de las cuales sería la renuncia a la provincia codiciada. Los hechos posteriores prueban que la política que acabamos de explicar fue la que adoptó desde luego Mr. Polk y a la cual se aferró con una pertinancia sin titubeos.


(Tomado de: Vázquez de Knauth, Josefina - Mexicanos y norteamericanos ante la guerra del 47. Colección SEP/Setentas #19. SEP, México, D. F., 1972)

viernes, 25 de octubre de 2019

Colonización de Texas, 1821, 1823, 1824


Colonización de Texas, 1821, 1823, 1824


El primero de los documentos transcritos a continuación fue concertado entre Moisés Austin y el gobierno español, el 17 de enero de 1821. El segundo, entre Stephen F. Austin y el gobierno mexicano el 11 de marzo de 1823. El último, un decreto del gobierno federal del 18 de agosto de 1824. El objetivo era poblar el vasto territorio norteño, que había sido descuidado por completo por el Virreinato. Austin se interesó en él y se le otorgaron los permisos necesarios ante la falta de interés de los mexicanos por colonizar el norte.


  1. Permiso concedido a Moisés Austin para colonizar Texas.
1a Que pudiesen establecer en Texas trescientas familias precisamente de la Luisiana, e introducirlas por Moisés Austin.
2a Los individuos de estas familias debían de ser todos católicos romanos, o hacerse tales antes de entrar en el territorio de Texas.
3a Que trajesen consigo constancias fidedignas de su buena vida y costumbres.
4a Que prestasen todos el debido juramento de obedecer y defender al gobierno de rey de España, y de observar la constitución política de la monarquía española, sancionada en 1812.



     b)  Permiso de colonización a Stephen F. Austin
En cuanto a lo 2o se autoriza a Austin, para que, acompañado del gobernador de Texas o de un comisionado que éste nombre, proceda a repartir, señalar, y poner en posesión a cada uno de los nuevos colonos de la cantidad de tierra que va indicada, y que les espida el título a nombre del gobierno a cuyo fin y para los demás que indica el expediente, se remita copia testimoniada de él al expresado gobernador. En cuanto a lo tercero, todas las familias que a más de las trescientas citadas vengan a poblar Texas, deberán establecerse en lo interior de la provincia, y al lado de las antiguas poblaciones, en los términos prevenidos por la ley de colonización. En conformidad de la misma, y por lo tocante al cuarto punto se conceden a Austin por vía de indemnización de los gastos que ha erogado las porciones de terreno que corresponden a su familia, según lo dispuesto en el artículo 19 bajo las condiciones que en él se individualizan. En cuanto al quinto punto, se autoriza a Austin, para que con total arreglo a la ley indicada, proceda a formar una población de las familias que se hayan introducido e introduzcan hasta las trescientas del permiso en el sitio más a propósito del que actualmente ocupan, procurando que sea el más central posible de los terrenos distribuidos a los colonos, quienes deberían acreditar que son católicos, apostólicos Romanos, y de buenas costumbres; advirtiéndose que el gobernador de Texas o su comisionado en unión de Austin señale y mida el terreno donde deba fundarse la población indicada, vendiendo los terrenos para la fabricación de casas al precio  que se regule por peritos. Y en cuanto a los demás pormenores que se contienen en el referido punto, como pide Austin, quedando a cargo del gobernador de Texas, informar lo que se le ocurra para el arreglo del gobierno de esta población y que en ella y las demás que se funden sean auxiliadas con el Pasto espiritual, acerca de la ciudadanía que solicita Austin notifíquesele ocurra a la junta nacional instituyente a quien toca concedérsela; y por último se le autoriza para que organice a los nuevos colonos en cuerpos de milicia nacional, a fin de conservar la tranquilidad interior, dando cuenta de todo al gobernador de Texas y obrando bajo sus órdenes a las del capitán general de la provincia encargándosele al mismo tiempo que mientras se organiza el gobierno de la población administre justicia, corte las diferencias que se susciten entre los habitantes y conserve el buen orden y tranquilidad dando parte al gobierno de cualquier cosa notable que ocurra. -Andrés Quintana.
Es copia de sus originales de que certifico.- México 11 de marzo de 1823.- Valle.



c) Decreto del Gobierno Federal para colonización.
En plenas sesiones del segundo Congreso Constituyente, se dio el decreto de la colonización que a continuación se transcribe.

“El soberano Congreso general constituyente de los Estados Unidos Mexicanos, ha tenido a bien decretar:
1° La nación mexicana ofrece a los extranjeros que vengan a establecerse en su territorio, seguridad en sus personas y en sus propiedades, con tal que se sujeten a las leyes del país.
2° Son objeto de esta ley aquellos terrenos de la nación, que no siendo de propiedad particular, ni pertenecientes a corporación alguna o pueblo, pueden ser colonizados.
3° Para este efecto, los congresos de los Estados formarán a la mayor brevedad las leyes o reglamentos de colonización de su respectiva demarcación, conformándose en todo a la acta constitutiva, constitución general y reglas establecidas en esta ley…
...7° Antes del año de 1840 no podrá el congreso general prohibir la entrada de extranjeros a colonizar a no ser que circunstancias imperiosas lo obliguen a ello con respecto a los individuos de alguna nación.
8° El gobierno, sin perjudicar el objeto de esta ley, tomará las medidas de precaución que juzgue oportunas para la seguridad de la federación con respecto a los estranjeros que vengan a colonizar.
16° El gobierno, conforme a los principios establecidos en esta ley, procederá a la colonización de los territorios de la República.


(Tomado de: Matute, Álvaro - Antología. México en el siglo XIX. Fuentes e interpretaciones históricas. Lecturas Universitarias #12. Universidad Nacional Autónoma de México, Dirección General de Publicaciones, México, D.F., 1981)






sábado, 28 de septiembre de 2019

Luis de Onís, informe de la expansión territorial de los Estados Unidos, 1812


Informe de Luis de Onís acerca de la expansión territorial de los Estados Unidos. 1812


La expansión territorial de los Estados Unidos preocupó al gobierno español desde que ella comenzó a manifestarse con la compra de la Louisiana a Napoleón, por parte de Jefferson. La idea del presidente norteamericano está en relación estrecha con las postuladas por los fisiócratas franceses a fines del siglo XVIII.
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Luis de Onís al virrey, sobre el plan de gobierno de los Estados Unidos, para anexar el territorio que adquieran. Abril 1° en Filadelfia.
Excelentísimo señor: muy señor mío. Cada día se van desarrollando más y más las ideas ambiciosas de esta República y confirmándose sus miras hostiles contra la España: Vuestra Excelencia se haya enterado ya por mi correspondencia, que este gobierno no se ha propuesto nada menos que el de fijar sus límites en la embocadura del río Norte o Bravo, siguiendo su curso hasta el grado 31 y desde allí tirando una línea recta hasta el mar Pacífico, tomándose por consiguiente las provincias de Texas, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo México y parte de la Provincia de Nueva Vizcaya y la Sonora. Parecerá un delirio este proyecto a toda persona sensata, pero no es lo menos seguro que el proyecto existe, y que se ha levantado un plan expresamente de estas provincias por orden del gobierno, incluyendo también en dichos límites la isla de Cuba, como una pertenencia natural de esta República. Los medios que se adoptan para preparar la ejecución de este plan, son los mismos que Bonaparte y la República romana adoptaron para todas sus conquistas; la seducción, la intriga, los emisarios, sembrar y alimentar las disensiones en nuestras provincias de este continente, favorecer la guerra civil, y dar auxilios en armas y municiones a los insurgentes: todos estos medios se han puesto en obra y se activan diariamente por esta administración contra nuestras posesiones. Suscitóse como Vuestra Excelencia sabe, por estos americanos, la revolución en la Florida occidental; se enviaron emisarios para hacer que aquellos incautos habitantes formasen una constitución y declarasen su independencia; y verificado esto, hicieron entrar tropas bajo el pretexto de que nosotros no estábamos en estado de apaciguarlos, y se apoderaron de parte de aquella provincia, protestando en virtud de mis representaciones y de los papeles que hice publicar bajo el nombre de “un celoso americano”, que no por eso dejaría de ser la Florida objeto de negociación: trataron de corromper al brigadier Folck, gobernador de Panzacola, y a otros jefes, sin fruto; dieron posteriormente órdenes al general Mathews, gobernador de la Georgia, para que sedujese a los habitantes de la Florida oriental y a la tropa, ofreciendo cincuenta fanegadas de tierra a los que se declarasen por este gobierno, pagarles sus deudas y conservarles sus sueldos. En virtud de mis oficios, se ha calmado un poco este medio inicuo, pero no se ha abandonado: se protege abiertamente por la administración a todo español descontento, y al paso que en el país se le desprecia, y aun se rehúsa su admisión en toda sociedad, sin distinción de clase ni partido, se le estimula por aquélla para que se sirva de todas sus conexiones en los países españoles a fin de fomentar la independencia. No hay paraje quizás en nuestras Américas, en donde no haya emisarios napoleónicos y de este gobierno: éstos se unen en todas partes para fomentar la guerra civil y la independencia, pero con distintas miras; pues Napoleón quiere que le sirvan estos americanos para su proyecto, y ellos fingiendo que trabajan por él obran para sí; son infinitos los socorros en armas que han enviado a Caracas y Buenos Aires, y es sabido que la independencia de Cartagena fue de resultas de un armamento de fusiles que llevaron de aquí los diputados cartagineses Omaña y La Lastra, y verosímilmente de las instrucciones que les sugirió este gobierno. En el día, ha comisionado esta administración a un abogado de Nueva Orleans, de mucha fama, para que se ponga en relación con los insurgentes de ese reino; les ofrezca todo género de auxilios en dinero, armas y oficiales, para hacer la guerra a las tropas del rey, y entre la caterva de emisarios que tiene sembrados por aquel país, ha pasado ya uno hacia Natchitóchez, para escoger el punto donde pueda hacerse con seguridad el depósito de todos estos auxilios.
Al paso que este gobierno emplea todos estos ardides para conseguir el objeto de revolucionar la América, acaba de consagrarse por un acto del Congreso, la reunión a la provincia o Estado de Nueva Orleans, de la parte de Florida que media entre el Misisipi al río Perla, y para salvar en cierto modo un hecho tan escandaloso y la representación que hice en nombre del rey, cuando supe que iba a tratarse de ello, han añadido otra vez la cláusula de que no por eso dejará de ser objeto de negociación; bien que indicando bastante claro que la negociación nunca podría versar sobre devolución de territorio, sino sobre compensación. Para dar un aspecto de la mejor inteligencia con la España, y de sus deseos de conservar con ella la paz y buena armonía que existe, afectan dar la mayor atención a las repetidas representaciones que he hecho contra los corsarios que se arman en estos puertos, y se han dado efectivamente las órdenes más ejecutivas, para que se cele el abuso que se hace de estas costas para introducir los géneros robados, y para aprovisionarse para el corso; se han hecho ya algunos ejemplares contra los corsarios franceses, y ha habido una presa española conducida a estos puertos devuelta al propietario, deduciendo los derechos del pleito y la mitad de su valor, que se ha dado a los apresadores, pero en medio de esto, no debe perderse de vista que los decretos del Congreso, para levantar setenta y cinco mil hombres de tropa, con el pretexto de tomar el Canadá, son real y verdaderamente destinados para fomentar nuestras disensiones y para aprovechar las circunstancias que se presenten, a fin de ir ejecutando el plan que he manifestado a Vuestra Excelencia con respecto a nuestras posesiones, ya sea por medio de conquista, ya sea por el de inducirlas a que entren en esta confederación.
 He creído de mi deber dar a Vuestra Excelencia todas estas noticias, para que no perdiendo de vista unas ideas tan perjudiciales a la seguridad de ese precioso reino, confiado al celo de Vuestra Excelencia, se sirva adoptar las medidas de precaución que le dicte su ilustrado talento, para destruir tan infernales tramas, hijas de la política de Bonaparte y connaturalizados ya en este suelo republicano, más que en ninguno otro de la Europa.
El consuelo que podemos tener contra tan perversos designios es, que esta administración falta de medios para armar y mantener el ejército que ha decretado, y amenazada de una guerra contra la Inglaterra, retrocederá de sus proyectos siempre que en su ejecución halle la más mínima resistencia, y que sólo se contentará con emplear el medio bajo de la intriga, seducción, y fomento de nuestras disensiones, fácil de contener con una bien meditada energía, para castigar severamente a los que empleasen en estos manejos, y con una actividad infatigable para descubrirlos.
Dios guarde a Vuestra Excelencia su vida muchos años. Filadelfia, 1° de abril de 1812.-Excelentísimo Señor.-Besa la mano de Vuestra Excelencia su más atento servidor.- Luis de Onís.- Excelentísimo Señor Virrey de Nueva España.


(Tomado de: Matute, Álvaro - Antología. México en el siglo XIX. Lecturas Universitarias #12. Universidad Nacional Autónoma de México. Dirección General de Publicaciones, México, D.F., 1981)

martes, 27 de agosto de 2019

Córdova, Alaska


Hace años me sobrecogió el descubrimiento,en el mapa de Alasca, de Córdova, el puerto más cercano al cabo San Elías. Escribí al alcalde Roy Goodman y poco a poco me enteré de la historia de la pequeña metrópoli hiperbórea que ostenta un nombre “tan nuestro”. Goodman y los demás cordoveses (o cordovanos, como ellos se definen) ignoraban que Córdova se originó en las expediciones de conquista que llevaron a cabo en el lejano norte España y Nueva España. El 16 de julio de 1741 es la fecha de descubrimiento de América desde el oeste: Vito Bering, navegante danés al servicio del zar de Rusia, entrevió en la bruma el monte San Elías, gigantesco pico volcánico visible desde el mar a 300 kilómetros de distancia; tiene una altura de 5,516 metros, poco menos que el pico de Orizaba. Las expediciones novohispanas, que salieron todas del puerto nayarita de San Blas entre 1774 y 1792 para ganarle a los rusos e ingleses la posesión de aquellas regiones boreales en el extremo de California, dejaron en la costa canadiense nombres muy nuestros: el estrecho Juan de Fuca, las islas Galiano, Valdés y Texada, la bahía Redonda. El estrecho de Malaspina recuerda al navegante italiano al servicio de España, Alejandro Malaspina, quien en 1791 midió la altura del San Elías. Más al norte se encuentran los estrechos de Laredo y de Caamaño y la isla de Aristazábal; más al norte todavía, ya en Alasca, a una latitud de 61 grados, está la ciudad de Valdéz, (hoy Valdez), así llamada por Cayetano Valdéz, jefe de la expedición compuesta por las goletas Mexicana y Sutil. El vecino puerto de Fidalgo inmortaliza al teniente de navío Salvador Fidalgo, comandante del paquebote San Carlos; un poco al sureste, el puerto Gravina es homenaje al siciliano duque de Gravina, capitán general de la Armada Española y futuro héroe de Trafalgar. Casi paralelo a la bahía Orca (también nombre castellano que recuerda el encuentro con uno de estos feroces cetáceos de los mares fríos) se encuentra el puerto de Córdova.
Está por investigarse en los archivos de la Marina el día de la toma de posesión de Córdova. Su nombre es una fabulosa reminiscencia, en el extremo norte de América, de la Córdoba del Guadalquivir, debida a hispanos y novohispanos. No es menos impresionante el nombre de la goleta de Valdéz, llamada La Mexicana decenios antes de la independencia y que se adoptara el nombre de México para la nueva nación.
A principios del siglo XX, cuando se descubrió en el retrotierra una prodigiosa riqueza mineraria, MIke Heney, constructor del Ferrocarril Alascano, escogió Córdova como puerto ideal para la exportación del cobre. Córdova se volvió el más conspicuo canal del mundo por el cual pasaba el rojo metal; esto duró hasta el agotamiento de las minas. En 1939 se oyó en el puerto el último silbido de la locomotora. Los cordovanos tuvieron que dedicarse a una nueva actividad: la pesca. Se multiplicaron las empacadoras de salmón y de cangrejo; hoy en día Córdova es una ciudad moderna, ansiosa de progreso, una meca de los que buscan su futuro en el norte. Desde hace poco sacude a Alasca una nueva fiebre del oro, mil veces más fuerte que la de 1982. Esta vez se debe al descubrimiento del oro negro. ¿Cómo llevarlo al mar? En lugar de arriesgar el transporte por superpetroleros rompehielos, que se abrirían camino a través de un dédalo de islas polares, -venciendo rutinariamente el fabuloso pasaje del noroeste- se ha optado por la construcción de un oleoducto transalascano que desembocará en Valdés, puerto libre de hielos todo el año. El Pacífico en lugar del Atlántico.
Las autoridades de Córdova, Alasca, aceptaron mi proposición de establecer una relación de hermandad con Córdoba, Veracruz. Ignoraban las raíces mexicanas de su ciudad: en el museo que planeé para los cordovanos habrá piezas arqueológicas totonacas, bordados de Amatlán de los Reyes, muestras de café y de ron cordobés; en tanto que el museo de nuestra Córdoba se enriquecerá con muestras de antiguas piezas de cobre de los indígenas alascanos, cabezas de alce y de oso pardo, muestras de los exquisitos cangrejos enlatados. Desde luego, habrá intercambio de fotomurales, hábilmente iluminados.


(Tomado de Tibón, Gutierre - México en Europa y en África. Colección Biblioteca Joven, #14. Fondo de Cultura Económica, S.A. de C.V. México, D.F., 1986)

jueves, 14 de marzo de 2019

Lienzo de Tlaxcala





Características físicas. 

La referencia que nos acerca más a las dimensiones del lienzo es de Alfredo Chavero, quien menciona que era una tira de tela de algodón que medía "cinco varas y cinco sesmas de largo por dos varas y media de ancho", lo cual equivaldría a 4.87 por 2.08 m de acuerdo con Martínez Marín. Chavero también menciona que "la pintura es a la aguada, y ejecutada por los pintores indígenas tlacuilos". La aguada es una técnica que permite combinar diferentes niveles de agua con pintura.



Contenido. 

Este documento contiene elementos tanto de origen prehispánico como colonial. Se compone de una escena principal que se encuentra en la parte superior central y 87 escenas más pequeñas que se leen de manera horizontal, comenzando desde el extremo superior izquierdo. La escena principal representa la estructura política de Tlaxcala. Las escenas más pequeñas se dividen en varias secciones temáticas que aluden a las fases históricas de la conquista, desde la llegada de los emisarios de Cortés a Tlaxcala, su recibimiento y la alianza que hicieron con los tlaxcaltecas, la matanza de Cholula y la derrota de Cuauhtémoc. A partir de la lámina 49 se pintó la participación tlaxcalteca en la guerra de conquista y las expediciones al occidente. Tras la descripción de la forma en la cual la provincia de Tlaxcala colaboró con Hernán Cortés y sus tropas en la conquista de Tenochtitlan, se deja ver el esfuerzo de las autoridades tlaxcaltecas por demostrar a la corona española el derecho que les asistía de hacer peticiones y ser acreedores de indulgencias.


(Tomado de: Sandra Amelia Cruz Rivera - Lienzo de Tlaxcala. Arqueológica Mexicana, edición especial #42, La colección de códices de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia. Editorial Raíces, México, D.F., 2012)

viernes, 1 de junio de 2018

Juan Bautista de Anza

Juan Bautista de Anza





Nació en el Presidio Fronteras y murió en Arizpe, ambos en la provincia de Sonora (1734-1788). Se inició en la milicia, en el propio cuartel donde nació, hijo del militar del mismo nombre que participó en la colonización de Chihuahua, el 1° de julio de 1755. Estuvo al frente de la compañía presidial de Tubac. Formó parte de cinco expediciones contra los seris. Fue de los oficiales encargados de expulsar a los jesuitas de la Provincia. En 1772, ante el avance de rusos e ingleses sobre California, planteó al virrey Bucareli la conveniencia de abrir un camino terrestre de Sonora a la Alta California. El 17 de septiembre de 1773 se le dio la autorización y partió de Tubac, Arizona, el 8 de enero de 1774; llegó al Río Colorado, a las costas del Pacífico (15 de marzo) y al puerto de Monterrey (18 de abril), tras una escala en la misión de San Gabriel (fundada por fray Junípero Serra). Regresó a Tubac el 27 de mayo, después de haber recorrido 594 leguas.



Se le ascendió a teniente coronel. En México entregó al virrey Bucareli el Diario de su viaje. Volvió al noroeste para organizar otra expedición, ahora hasta Monterrey y San Francisco, llevando cientos de familias a través del desierto en busca de un lugar adecuado para fundar un presidio. Esta ha sido la migración mayor por tierra de una colonia en la historia de Norte América, antes de la colonización de Oregón. Semejante hazaña fue llamada la Anábasis de la historia de California. En 1777 se le nombró comandante de Sonora y gobernador de la Provincia de Nuevo México.



A su iniciativa se debe el levantamiento del plano de la Provincia por el cadete Bernardo de Miera. Organizó una nueva expedición para comunicar Nuevo México con Sonora, desde Santa Fe a la ciudad de Arizpe. En 1784 se le separó del gobierno acusado de malos manejos, pero 2 años después se le reivindicó. Tuvo el mando de la Compañía Presidial de Tucson hasta su muerte. Los trabajos de exploración y colonización de Anza han sido ampliamente estudiados por los historiadores norteamericanos; Bowman y Heizer, por ejemplo, escribieron Anza and the Northwest Frontier of New Spain (Los Ángeles, 1967).


(Tomado de: Enciclopedia de México)