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lunes, 25 de septiembre de 2023

Del cacao que se coge en la Nueva España y corre por toda ella, 1586

Del cacao que se coge en la Nueva España y corre por toda ella, 1586


Fray Alonso Ponce

Viaje a Chiapas (Antología).

[...]


El cacao es una fruta como almendras sin cáscara, más corta y más ancha y no tan puntiaguda ni tan delgada, o se puede decir que tiene la proporción y hechura de los piñones con cáscara, pero mucho más gruesa y de color entre colorado y negro, los árboles que llevan estas fruta son a manera de los naranjos, tienen la hoja como la del laurel, aunque más ancha y que tira un poco a la del naranjo; en su tronco desde el mesmo suelo y en lo grueso de las ramas echan unas mazorcas larguillas y redondas con unas puntas al cabo, y dentro destas, debajo de una corteza, están los granos que llaman cacao, cójenlas a su tiempo y quiébranlas, y sacada la fruta, pónenla a curar al sol. Es el árbol del cacao muy delicado, de suerte que no le ha de dar el sol a lo menos de lleno, ni le ha de faltar agua para que dure mucho y lleve mucha fruta, aunque en Yucatán se da sin agua, en hoyas y lugares húmedos y umbríos, pero eso es poco y de poco fruto. Por esa razón tienen los indios sus cacauatales donde hay agua con qué regarlos, y cuando los plantan entreplantan también ciertos árboles que se hacen muy altos y les hacen sombra, a los cuales llaman madres de cacao. Hay en aquello de Xoconusco y en lo de Xuchitepec, y en otras provincias de lo de Guatemala, dos cosechas de cacao en cada un año, la una es entre Pascua y Pascua, y esta es la más gruesa y principal, la otra y menos principal es por nuestro Padre San Francisco: cuando acude bien, hay árbol que lleva pasada de cien mazorcas, las cuales son muy vistosas, y cada una de las medianas tiene a veintiocho a treinta granos. Este cacao sirve de moneda menuda en toda la Nueva España, como en Castilla la de cobre, cómpranse con el cacao todas las cosas que con el dinero se comprarían, vale en lo de Guatemala una carga de cacao que contiene veinticuatro mil granos, treinta reales de a cuatro, y llevado a la Nueva España, a la Puebla de los Ángeles, a la Tlaxcalla y México, se vende cuando más barato a cincuenta reales de a cuatro. Hay indios que si guardaran y tuvieran mañana, fueran muy ricos por las huertas y cosechas que tienen desta fruta, pero españoles que tratan en ella hay muchos dellos muy prósperos; llévanla a la Nueva España, a lo de México en harrias por tierra y en navíos por el mar del Sur, y en esta granjería hayan grandes intereses y ganancias y a trueque deste cacao les llevan a los indios a sus pueblos y casas, la ropa y las demás cosas que han menester. Demás de ser moneda el cacao se come tostado como si fueran garbanzos tostados, y así es muy sabroso, hacen dél muchas diferencias de bebidas muy buenas, unas de ellas se beben frías y otras calientes, y entre esas hay una muy usada que llaman chocolate, hecha del cacao sobredicho molido y de miel y agua caliente, con lo cual le echan otras mezclas y materiales de cosas calientes: es esta bebida muy medicinal y saludable.


(Tomado de: López Sánchez, Cuauhtémoc (recopilación) - Lecturas Chiapanecas IV. Miguel Ángel Porrúa, Librero-Editor. México, D. F., 1991)

jueves, 27 de julio de 2023

De la provincia de Xoconusco, 1586

 


De la provincia de Xoconusco, 1586


Fray Alonso Ponce

Viaje a Chiapas (Antología).

Tuxtla Gutiérrez,

Gobierno Constitucional del Estado de Chiapas [...]


Aquella provincia de Xoconusco es gobernación que se provee de España, aunque está sujeta a la audiencia de Guatemala. Solía ser muy rica y próspera y muy poblada de indios y frecuentada de españoles mercaderes, por el mucho cacao que en ella se daba y por el grande trato que de ello había, ya tiene muy pocos indios, que dicen no llegan a dos mil, y el trato del cacao va cesando en ella y se pasa a otra provincia más adelante en el mismo camino de Guatemala llamadas de los Xuchitepeques, con todo esto es muy nombrada la de Xoconusco y por antonomasia la llaman la Provincia, como San Pablo llaman el Apóstol, a David el Profeta, y Aristóteles el Filósofo. Residen en ella siete clérigos que administran los Santos Sacramentos y doctrina cristiana los indios, y dellos, aunque pocos, son sustentados y regalados, porque con el cacao se puede hacer y hace mucha hacienda. En toda aquella provincia hace un calor excesivo, porque cae en la costa del mar del Sur, y casi toda es tierra llana, dánse en ella muchas frutas de las Indias de tierra caliente, y de las de España todo género de naranjas, limas y limones hay por allí muchos y muy caudalosos ríos por causa de los cuales y de las muchas ciénagas, no se puede ir a Guatemala por aquel camino en tiempo de aguas, y entonces váse por la provincia de Chiapa y tómase el camino por la venta de Gironda, como atrás queda dicho. Por causa de estos ríos y ciénagas y el demasiado calor y las muchas huertas de cacao, abundan aquella provincia de moxquitos, los cuales la defienden varonilmente con sus armas tan agudas y subtiles, y para defenderse los hombres de su persecución usan en las camas pabellones cerrados, y aunque los indios de aquella tierra tienen, como dicho es, lengua particular, tratan empero y contratan en la mexicana con los españoles, porque esta como atrás queda dicho corre hasta Guatemala y Nicaragua y aún más adelante. Hay también en aquella provincia muchas estancias de ganado mayor, porque tiene grandes pastos y muy buenos, con abundancia de agua; donde éstas están se llama el Despoblado porque no hay ningunos pueblos entremetidos en ellas, como presto se verá, aunque primero será razón tratar alguna cosa del cacao, de quien hemos hecho ya alguna mención.


(Tomado de: López Sánchez, Cuauhtémoc (recopilación) - Lecturas Chiapanecas IV. Miguel Ángel Porrúa, Librero-Editor. México, D. F., 1991)

lunes, 10 de octubre de 2022

Selección Nacional; primera experiencia 1923


(Club América en la cancha, 1925)

Hacia 1923, el futbol en México era practicado comúnmente por equipos conformados en las colonias extranjeras residentes en nuestro país. Había, sin embargo, un club en la capital cuyos integrantes eran mexicanos: el América. Su juego dinámico y de estilo definido llamó la atención de Juan de Dios Bojórquez, embajador de México en Guatemala. Invitado a aquel país a finales de 1922, el América fue la primera representación del futbol mexicano en el extranjero.

En 1923 México decide devolver la invitación al país centroamericano para que conforme una selección que venga a disputar una serie de tres partidos en contra de un representativo nacional. Las fechas marcadas para tal encuentro fueron el 9, 12 y 16 de diciembre de ese mismo año.

Con gran entusiasmo, se decidió formar en México, por primera vez en la historia, un conjunto que sería llamado Selección Nacional. Se nombró como entrenador al siempre polifacético Rafael Garza Gutiérrez "Récord", hombre clave en aquel América de los años veinte, quien sería auxiliado en la banca por Adolfo Frías. Cabe hacer mención de que aunque al representativo se le llamaría nacional, en realidad lo que hoy conocemos como Primera División comprendía solamente el Distrito Federal, en donde actuaban el España, Asturias, Aurrerá, Germania, América México y el recién aparecido Necaxa. El llamado se hizo una semana antes de la competencia para que todos los jugadores pudieran tocar el balón y decidieran qué uniforme se utilizaría para la ocasión. Los 14 convocados en el Parque España de Paseo de la Reforma fueron: Nacho de la Garza; Rafael Garza Gutiérrez "Récord" y Pedro "Perico" Legorreta; Manuel "Güero" Yáñez; Enrique "La Matona" Esquivel, Agustín Ojeda y Roberto Jardón; Carlos Garcés, Horacio Ortiz, Adeodato López, Mauro Guadarrama, "La Venada" Alatorre, Cornelio Cuevas y Alfredo "Fofo" García Besné.

Guatemala viajó con 13 jugadores para encarar estos encuentros amistosos: Luis Cruz Bolaños y Horacio Magnall; Adán Boza, F. Meza y Victorio Granai; David Barrios, Roberto Figueredo y León Arango; Santos Carrera, Alfredo Zúñiga, Enrique Álvarez, Lisandro Bocaletti y Rafael Villacorta.

Los tres partidos fueron emocionantes y la asistencia a los mismos fue buena.

Nuestro seleccionado ganó el primer partido por dos a uno. El honor de anotar el primer gol como seleccionado correspondió a Mauro Guadarrama al minuto 42 del primer tiempo.

El árbitro para este encuentro fue el magnífico silbante Enrique Gavaldá, que realizó una atinada labor. El segundo partido también fue dominado con un 2-0 y el último encuentro, con un Guatemala más ofensivo, terminó con empate a tres goles. Por primera vez en las tribunas retumbó el grito de México, México. La Selección, por fin, había nacido.


(Tomado de: Calderón Cardoso, Carlos - Selección Nacional I. Con el orgullo a media cancha (1923-1970). Editorial Clío, Libros y Videos, S.A. de C.V., México, 2000)

sábado, 4 de junio de 2022

Augusto Monterroso

 


Augusto Monterroso tuvo una patria por nacimiento (Guatemala) y otra por elección (México). Durante 1994 cumplió cincuenta años de actividades en México y, en colaboración con Bárbara Jacobs, su esposa, entregó a la imprenta una compilación de relatos melancólicos de diversos autores bajo el nombre de Antología del cuento triste.

Augusto Monterroso, también conocido como Tito Monterroso,  nació en la ciudad de Guatemala el 21 de diciembre de 1921. En 1944, luego de haber fundado la revista literaria Acento y el periódico El Espectador, en su país, llegó exiliado a México. Realizó sus estudios profesionales en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) entre 1945 y 1949. Colaboró en el servicio exterior guatemalteco en las embajadas en México y Bolivia durante el gobierno de Jacobo Arbenz. Al ser derrocado éste (1954), se mudó a Chile donde fue secretario particular de Pablo Neruda. En 1956 regresó a México y recibió una beca para estudiar para estudiar filología en el Colegio de México. Desempeñó más tarde algunos puestos en la UNAM. Fue director de publicaciones, investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas y jefe de redacción de la Revista de la Universidad de México. Fue jefe de publicaciones del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Por otra parte, realizó realizó tareas docentes en instituciones educativas e impartió varios talleres literarios.

Monterroso fue autor de una amplia obra escrita traducida a los idiomas más importantes. De ella surgió, al menos, un clásico: La oveja negra y otras fábulas, texto que Italo Calvino elogió ampliamente en sus Seis propuestas para el próximo milenio.

Aparte de ese libro destacan en su bibliografía: Movimiento perpetuo (1972), Lo demás es silencio (1978), y Viaje al centro de la fábula (1982). Su trabajo literario le significó numerosos reconocimientos como el Premio Xavier Villaurrutia (1985) y la Orden del Águila Azteca (1988). A mediados de 1993 concluyó Los buscadores de oro, un sensible repaso a los acontecimientos emotivos de su infancia. [Murió el 7 de febrero de 2003 en la ciudad de México].

(Tomado de: Todo México 1995. Resumen ilustrado de los acontecimientos más importantes registrados en México en 1994 para la actualización de la Enciclopedia de México. Kentucky, EUA, 1995)

lunes, 31 de enero de 2022

Manuel Gamio

 


Antropólogo y arqueólogo, nació y murió en la Ciudad de México (1893-1960). Abandonó sus estudios en la Escuela de Minería para radicarse en la finca de su familia en Santo Domingo, en los límites de Oaxaca, Veracruz y Puebla, donde aprendió náhuatl con los peones. Allí surgió su interés por los problemas sociales y económicos de los indígenas y del medio rural. Estudió arqueología con el doctor Nicolás León y con Jesús Galindo y Villa en el Museo Nacional (1906-1908), donde fue auxiliar de investigador en historia. Llevó cursos de arqueología en Columbia University bajo la dirección de Franz Boas (1909-1911). Fue miembro de la expedición arqueológica a Ecuador (1910). Obtuvo grados de Maestro de Artes (1911), de Doctor en Filosofía (1921) y de Doctor Honoris Causa en Letras (1948) en la propia Columbia. También obtuvo este grado en la UNAM (1951).

Gamio exploró en las cercanías de Azcapotzalco (1909) y en Chalchihuites, Zac. (1910); clasificó con Boas la cerámica del Valle de México, que llamó Tipo de los Cerros (1911); realizó la primera excavación en San Miguel Amantla, donde encontró tres tipos culturales, base de posteriores estratigrafías. Como jefe del Departamento de Antropología ordenó (1917) exploraciones en Copilco, Pedregal de San Ángel, para determinar si había objetos culturales bajo la lava, encontrando así la cerámica que llamó Arcaica o del Hombre del Pedregal; promovió que se investigara el montículo donde Cummings descubrió el monumento redondo de Cuicuilco; descubrió las ruinas del Templo Mayor de Tenochtitlan en el cruce de las calles Seminario y Guatemala, en la Ciudad de México; dirigió con Reygadas y Marquina las exploraciones del centro ceremonial de Teotihuacan llamado La Ciudadela, e hizo su restauración (1917-1920); y exploró en Yucatán y en Miraflores, Guatemala, C.A. (1925). A partir de esta fecha se interesó más por el problema del mejoramiento económico y social de los grupos humanos que por el aspecto histórico, constituyéndose así en el primer indigenista moderno. Desempeñó puestos importantes: director de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas; subsecretario de Educación Pública (1925); magistrado del Supremo Consejo de Defensa y Prevención Social (1930-1932); director del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM (1938), y director del Instituto Indigenista Interamericano (1942-1960). Perteneció a treinta y una sociedades científicas del país y del mundo.

Sus obras principales: Arqueología de Azcapotzalco, México, 1912; Investigaciones arqueológicas en México 1914-1915, Washington, 1917; Monumentos arqueológicos en las inmediaciones de Chalchihuites, Zac., México, 1910; Forjando patria, México, 1916; Escandaloso fraude arqueológico, México, 1920;. El "Cerro del Conde", México, 1920; El censo de la población mexicana desde el punto de vista antropológico, México, 1920; Los cambios de gobierno en México, México, 1920; Álbum de colecciones arqueológicas seleccionadas por Franz Boas, México, 1921; El celibato y el desarrollo de la población en México, México, 1922; Los animales domésticos europeos y sus influencias en la cultura aborigen de México, México, 1922; Algunas sugestiones a los misioneros indigenistas, México, 1922; "Cultural Evolution in Guatemala and its Geographic and Historic Handicaps", en Arte and Archeology, 1926 y 1927; Las excavaciones del Pedregal de San Ángel y la cultura arcaica del Valle de México, México, 1932; Algunas consideraciones sobre la salubridad y la demografía en México, México, 1939; Algunas consideraciones sobre niveles culturales de los grupos indios y mestizos, ponencia presentada en Pátzcuaro, 1940; Calificación de características culturales de los grupos indígenas, México, 1942; Las características culturales y los censos indígenas, México, 1942; Consideraciones sobre el problema indígena en América, México, 1942; Exploración económico-cultural en la región oncocercosa de Chiapas, México, 1945; Consideraciones sobre el problema indígena, México, 1966; y Consideraciones sobre problemas del Valle del Mezquital, México, 1952. Escribió las novelas Estéril (1923) y Vidas dolientes (1937). Dirigió la obra La población del Valle de Teotihuacan, en tres volúmenes, que no ha sido superada (México, 1922).

El antropólogo peruano Luis E. Varcárcel dijo de él: "La obra de Gamio se emparenta con la de Bartolomé de las Casas y la de Tata Vasco. Sigue la salvadora tradición. Pertenece a la minoría de los hombres de América que no son cómplices, con su silencio, del crimen de genocidio que se ha venido repitiendo desde 1492. Don Manuel Gamio, desde su sitial de México, dirige, sin pausa, la gran cruzada. Le vemos enhiesto, desde Magallanes hasta Alaska, como un vigía, como un acucioso centinela."

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen V, - Gabinetes - Guadalajara)

sábado, 8 de enero de 2022

Hongos sagrados, redescubrimiento en México

 


[...] En la historia en desarrollo de los hongos mexicanos, es obligado un reconocimiento especial a la contribución del sabio amateur (en el significado original, complementario, del término), R. Gordon Wasson. Él y su finada esposa. Valentina P. Wasson, redescubrieron, a mediados de los años cincuenta, el culto viviente del hongo entre los indios oaxaqueños, y eso los convirtió en objeto de atención mundial, no sólo a través de las páginas de la revista Life y en las publicaciones científicas sino también en su extraordinario libro Mushrooms, Russia and History (1957). En esas páginas Borhegyi y Wasson sugirieron una conexión entre los hongos sagrados de México y los hongos de piedra prehistóricos de Guatemala. 

Ésa fue la primera vez que se consideraba por escrito tal posibilidad. Pero esto nos lleva un poco adelante en nuestra historia, que propiamente debe de empezar en el siglo XVI, cuando Sahagún describió por primera vez los hongos alucinogénicos de tallo esbelto con pequeñas cabezas redondas que los aztecas llamaban teonanácatl, carne o alimento de los dioses. Bernardino de Sahagún explicó que éstos usualmente eran ingeridos con miel (como también se dice que los toman los lacandones), y que podían tener efectos agradables o aterrorizantes. 

Francisco Hernández (1651) fue más específico: mencionó tres tipos de hongos intoxicantes que eran reverenciados por la gente del México central durante la época de la Conquista. En el siglo XVII, Jacinto de la Serna y Ruiz de Alarcón aún se hallaban perturbados por la continua supervivencia de tales hongos en el ritual indígena, pero a partir de entonces desaparecieron de la literatura antropológica, sin que uno solo fuese identificado botánicamente; permanecieron tan ignorados que el botánico-economista Safford (1915) decidió que no habían existido en absoluto y que el teonanácatl ¡tuvo que haber sido peyote! 

El veredicto etnocéntrico de Safford llegó a ser aceptado ampliamente a pesar de algunas referencias históricas muy especificas, como la descripción de Sahagún: “Crece en los valles, entre la hierba. La cabeza es pequeña y redonda, el tallo largo y delgado.” Esta descripción difícilmente corresponde al cacto del peyote, que se da solamente en los altos desiertos semiáridos del norte. 

Una de las personas que no estuvieron de acuerdo con Safford fue el ya mencionado Dr. Reko, quien insistió en que las viejas fuentes estaban en lo correcto y que el uso de hongos alucinogénicos verdaderamente sobrevivía en los pueblos de las montañas de Oaxaca.

HALLADO AL FIN: UN CULTO DEL HONGO VIVIENTE EN MÉXICO 

A fines de los años treinta se demostraría que Reko tenía razón. En 1936 “Papá” Weitlaner encontró hongos mágicos por primera vez en las tierras mazatecas de Oaxaca. 

Envió una muestra a Reko, quien a su vez la mandó al Museo Botánico de Harvard, pero desafortunadamente ésta llegó muy deteriorada y no se pudo identificar. En 1938, Weitlaner, su hija Irmgard y el que después sería su esposo, Jean Basset Johnson, durante un viaje de campo a Huautla de Jiménez se convirtieron en los primeros extraños a los que se les permitió presenciar, aunque sin participar, a un ritual de curación de toda una noche en el que se comieron hongos. Johnson, quien perdió su vida en Noráfrica en 1944, describió la experiencia en un encuentro de la Sociedad Mexicana de Antropología en agosto de 1938 y en una ponencia más extensa que fue publicado por el Museo Etnográfico de Gothenburg (1939). 

Johnson escribió que el uso del hongo parecía estar diseminado en toda la región mazateca; los chamanes o curanderos los usaban con el propósito de adivinar la causa de enfermedades, y se creía que los hongos, a los que se reverenciaba devotamente, eran los que hablaban durante la sesión y no los curanderos. Johnson también confirmó que los indios conocían no sólo una sino diversas variedades de hongos intoxicantes. 

En agosto de 1938, un mes después de la experiencia de Weitlaner y Johnson en Huautla de Jiménez, Schultes y Reko recibieron de los informantes indígenas del mismo pueblo muestras de tres distintas especies que, se les dijo, eran reverenciadas por la gente a causa de sus propiedades visionarias. Schultes tomó notas meticulosas de su morfología y en 1939 publicó la primera descripción científica. En 1956, el distinguido micólogo francés Roger Heim, director del Museo de Historia Natural de París, identificó una como psilocybe caerulescens; otra fue definida por el micólogo de Harvard, Dr. David Linder, como panaeolus campanulatus y subsecuentemente redefinida como p. sphinctrinus; y la tercera, como stropharia cubensis por el doctor Rolf Singer. 

Schultes y Reko, en su viaje de campo de 1938, también habían podido delimitar el área del uso del hongo sagrado más allá de los límites de la región mazateca hasta otros grupos indígenas del sureste de México. En los años posteriores se han agregado más poblaciones fungómanas a la lista, incluyendo, en 1970 y 1971, a la matlatzinca de San Francisco Oxtotilpan, un pequeño pueblo ubicado a cuarenta kilómetros al sudeste de Toluca en el Estado de México, y posiblemente también a los choles y los lacandones de las planicies mayas. Los matlatzincas, que pertenecen a la familia del lenguaje otomí, uno de los más viejos de México, han sido los primeros habitantes del México central identificados como consumidores de hongos alucinogénicos desde los siglos XVI y XVII; y los choles y los lacandones son, como ya se ha visto, los primeros grupos mayas entre los que se han hallado hongos sagrados en épocas históricas. En conjunto, ahora tenemos noticia de unos quince diferentes grupos indígenas, cada uno de ellos con su propio lenguaje, cuyos curanderos emplean hongos alucinogénicos.

Es muy probable que haya otros, incluyendo a los de habla maya de las planicies, y quizá incluso del altiplano, entre los cuales se descubrirá que la antigua práctica ha sobrevivido.


(Tomado de: Furst, Peter T. - Alucinógenos y Cultura. Colección Popular #190. Traducción de José Agustín. Fondo de Cultura Económica, México, 1980)

martes, 25 de mayo de 2021

Gabino Gaínza

 


Militar, nació en Pamplona, España, en 1754; murió en la ciudad de México en 1825. En 1780 llegó a América para luchar a favor de la independencia de E.U.; en 1784 se trasladó a Perú, en 1814 a Chile y en 1820 llegó a Guatemala como subdirector general del ejército. En 1821, siendo jefe absoluto del mando militar y civil de Guatemala, al enterarse de la sublevación de Iturbide, de la proclamación del Plan de Iguala y de la insurrección de Chiapas, convocó el 13 de septiembre a la reunión de autoridades y notabilidades guatemaltecas que acordó proclamar la independencia respecto de España, convocar un Congreso que decidiera la forma de gobierno y constituir una Junta Provisional Consultiva presidida por él mismo. A invitación de Iturbide, en el sentido de que la América Central debía formar parte del Imperio Mexicano. Gaínza logró la anuencia de los gobernadores de Nicaragua y Honduras, y en el plebiscito del 5 de enero de 1822, la mayoría de la opinión guatemalteca; tres días después, Gaínza declaró la incorporación de América Central al Imperio Mexicano. Al oponerse San Salvador, Gaínza le declaró la guerra y tras de sucesivas derrotas, Iturbide le hizo relevar por Filisola el 22 de junio de 1822, año en que regresó a la Ciudad de MexIco.


(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen V, - Gabinetes - Guadalajara)

sábado, 6 de febrero de 2021

Vicente Filisola

Gral. Vicente Filisola, militar, nacido en Rivelle, Italia, en 1785; murió en Ciudad de México en 1850. Se distinguió en la guerra de independencia y fue el primer jefe del ejército independiente que entró con 4 mil hombres a la capital tres días antes de hacerlo el Ejército Trigarante. En 1822 pasó a Guatemala con la misión de conservar el orden durante el plebiscito en que se resolvería la anexión a México por parte de Guatemala. Divisionario en la campaña de Texas, se retiró hasta el Río Bravo por orden de Santa Anna; se intentó juzgarlo por haber obedecido, pero al terminar la guerra no hubo acción contra él. Más tarde fue presidente del Supremo Tribunal de Guerra. Escribió: Memoria para la Guerra de Tejas (1848).

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen IV, - Familia - Futbol)

martes, 29 de diciembre de 2020

Carlos Mérida


Oriundo de Quetzaltenango, Guatemala, es Carlos Mérida [1891-1984]. Su formación básica de pintor la recibió en París, donde vivió durante cuatro fructíferos años, plenos de experiencia. En 1915 retornó a Guatemala a descubrir el país, como más tarde habría de sucederle a Diego Rivera; ante sus ojos se mostró el arte de los mayas y el colorido fabuloso de los textiles indígenas. El impacto fue tan poderoso que no habrá de desaparecer, a pesar de las muchas variaciones que a lo largo del tiempo ha tenido esa influencia, en el caso suyo, es como una constante oculta.
Un primer viaje en 1919 le trajo a México. Atraído por el movimiento de los muralistas retornó en 1921, para sentar sus reales en este país en el cual vive hasta el presente. ¿Es Carlos Mérida un artista guatemalteco? Sí, por la nacionalidad que no ha perdido. Pero es mexicano por los años que lleva en este país, conviviendo con otros artistas y contribuyendo como ellos a dar carácter a lo que es correcto denominar escuela mexicana de pintura. Carlos Mérida ha creado aquí lo más significativo de una obra de fama internacional; aquí ha triunfado, es un valor de la cultura de este país.
En el gran arranque que fueron las pinturas del Anfiteatro Bolívar, Mérida intervino como entusiasta ayudante de Diego Rivera. Más tarde y por su cuenta corrió la decoración mural de la sala infantil de la Biblioteca de la Secretaría de Educación Pública. Pinturas por desgracia perdidas. Tal fue su breve paso por el muralismo comprometido con lo nacional; quizá su propia posición patriótica mantenida hasta hoy haya sido la causa fundamental de su falta de interés para militar en las filas de los pintores mexicanos del ciclo muralista.
En adelante Carlos Mérida se dedicó a trabajar una obra que en nada se identificaba con la expresión oficial de este país. Rehuyó todo compromiso político con el nacionalismo mexicano, máxime cuando los artistas se organizaron en un sindicato al cual se afilió inicialmente, pero cuyos dictados pronto abandonaría. Él quedó como un solitario dentro de un ambiente que en ese momento rebosaba creatividad, renovación plástica y un cierto idealismo que unía a la mayoría. Pero de la prueba a que se sometió voluntariamente habría de salir triunfante y poseedor de una personalidad propia que, al final, es el motor que suele impulsar a los artistas.
Según Justino Fernández, hacia 1927 Carlos Mérida empezó pintar cuadros abstractos, lo "que resultaba exótico en el medio". Visto con cierto detenimiento, el citado año resultó significativo en la trayectoria del artista. Realizó su segundo viaje a Europa y en París pudo conocer directamente los últimos movimientos del arte de vanguardia; así fue como se informó de lo que hacían maestros como Pablo Picasso, Wasily Kandinsky, Joan Miró, Paul Klee y el gran sudamericano Joaquín Torres García, por sólo citar a los más conocidos. Sin embargo, en esos momentos lo novedoso estaba en la obra de los surrealistas, y en los considerables esfuerzos que se realizaban con el abstraccionismo. Pero quizá el suceso de mayor importancia para Mérida en ese año, fue abandonar lo que ya constituía su pasado: la liquidación de los temas inspirados en el mundo indígena guatemalteco y su color de lo folklórico. En adelante sus obras estarán influidas por dos factores, o sea, la integración de sus raíces americanas, sutilmente expresadas, con las corrientes del arte de este siglo [XX], sagazmente asimiladas en Europa.

Es conveniente asentar aquí que Carlos Mérida es un magnífico dibujante, con una tendencia hacia la simplificación de las formas que lo lleva a los diseños de carácter geométrico; hacia la abstracción, en la que no llegó a caer por completo, pues en todo cuanto hace existe más de una referencia a la naturaleza, las figuras humanas y en ocasiones las de algunos animales.
Mérida es tanto un gran dibujante como un gran pintor, que maneja con sello personal una exhuberante paleta de vivos colores, característica fundamental de su obra. Logra está creación valiéndose de distintas técnicas y materiales diversos, como el óleo, y otros novedosos, como la caseína, y las vinílicas, en bases como la tradicional tela de lino, pero también sobre el moderno masonite y el antiguo papel de amate. Incluso en obras en las que Mérida ha recurrido al mosaico de vidrio, sus colores se imponen. "A nuevas ideas, nuevos materiales, y a la inversa", tal ha sentenciado este hombre, que ha sobresalido también en el arte de la estampa moderna y que no se ha detenido ante la experimentación misma.
Las pinturas de Carlos Mérida situadas entre 1932 y 1943 participan de una doble posición estética: la del surrealismo y la referente a la abstracción. Para un artista poseedor de una fantasía fincada en lejanas herencias en las que la magia y los mitos desempeñaron primordial función, hasta cierto punto estaba dispuesto para la aceptación y práctica del arte surrealista. No es necesario aclarar, por otra parte, que el de Carlos Mérida fue un surrealismo en el que la originalidad de lo americano está presente, de manera un tanto semejante al caso de Wilfredo Lam; si para el cubano la jungla tropical y fetichista es el leitmotiv de su obra, para Mérida la presencia de ciertos signos procedentes de los códices mayas, será el tema distintivo en sus telas surrealistas; como ejemplos se citan los siguientes: Variaciones sobre un tema maya (1939) y Tiempo en rojo mayor (1942). En cambio en otros cuadros expresó el surrealismo ortodoxamente en función de los sueños, como en Símbolos de sueños insólitos (1939) y Sueño de un convaleciente (1939).

Ya se ha indicado que el abstraccionismo de Carlos Mérida debe tomarse con cierta cautela, ya que en él no llega a perderse por completo lo objetivo de la naturaleza. En medio de composiciones excelentemente estructuradas por colores, el espectador no precipitado no se encontrará con la simple idea de los objetos, sino con algo más que eso. No obstante, hay algunas obras en las cuales llegó a una expresión lírica del abstraccionismo; aun en aquellas en las que sin duda depende del impacto que debió causarle Hans Arp, quien como él militó tanto en el surrealismo como en el arte abstracto; como ejemplo de lo aseverado se citan los cuadros Claro de tierra y La espía, ambos de 1936. El caso de Mérida frente al abstraccionismo, se debió quizá a un problema de ambigüedad artística, el cual fue obstáculo para que se entregara por completo a esa corriente; es probable que dentro de la misma habría figurado de manera sobresaliente.
La obra de Carlos Mérida le valió el ser considerado como un artista de vanguardia en el momento en que se pretendía que para el arte mexicano no había más que una ruta: la del muralismo politizado. Su obra novedosa apareció hacia 1940 en cuadros que llamaron la atención por el carácter plano que tenían las figuras. Estás se mostraban recortadas entre sí y con una tendencia abierta hacia lo geométrico, a ello contribuía el acento dado con vivos colores, divididos por las líneas de un dibujo de trazo firme. A partir de este año Mérida recobró la imagen de los hombres y los animales, pues los temas pintados le eran sugeridos por las antiguas leyendas mayas contenidas en las páginas del Popol-Vuh. Así produce El pájaro Cu y La luna y el venado, de 1951.
En la década de los cincuenta Carlos Mérida introdujo como elementos básicos en su obra las formas geométricas: el cuadrado, el triángulo y el rectángulo, más el círculo. La rítmica composición que hay en los cuadros está ordenada por una serie de ejes que se cruzan para dar forma a las figuras citadas, con las que se construyen los cuerpos de hombres, animales y la arquitectura de edificios. Los colores obedecen también a la estructuración rítmica de la composición. Ante la nueva expresión de Mérida, Justino Fernández escribió lo siguiente: "La geometría adquiere interesantes efectos en sus manos, ya sea insinuando el movimiento de las formas o bien dándole la rigidez que conviene a su concepción".

En ciertas obras de este periodo, que habrá de prolongarse considerablemente a pesar de algunas innovaciones, Mérida retornaría al abstraccionismo de carácter geométrico; quizá ha sido el momento en que más cerca cha estado de una abstracción completa, lo que se confirma en los cuadros titulados Composición en líneas (1954) y Armonía en rojos (1958). Sin embargo, ésto no fue sino una excepción, pues la mayor parte de lo que produce hasta la fecha fluctúa entre ese abstraccionismo geométrico y una figuración alusiva a la representación del hombre. Este es, por otra parte, el estilo pictórico de Carlos Mérida, que lo distingue de sus contemporáneos. En buen número de cuadros trabajados conforme a sus conceptos de la geometría, existe un ritmo estructural que parece provenir de las composiciones musicales, lo cual no es extraño, si se tiene presente que Mérida intentó ser músico, hasta que una incipiente sordera cae lo impidió, y ha sido un fanático de la música, de manera particular del jazz; en un cuadro como Paisaje de la urbe No. 1 (1956), fácilmente se advierte la estructura de ritmos, como sucede en la música.
A través de lo expuesto hasta aquí se comprende la importancia que la obra de Carlos Mérida adquirió ante las jóvenes generaciones de artistas, que vieron en él un antecedente y, por lo mismo, un precursor de la renovación que éstos se propusieron realizar en favor del arte contemporáneo de México. Cuando aquí se inició una tardía corriente abstraccionista, los jóvenes se encontraron con Mérida, que se constituyó en un estímulo y ejemplo a seguir.

(Tomado de: Delmari Romero Keith – Otras figuras del muralismo. Historia del arte mexicano, fasc. #105, Arte contemporáneo; Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V., México, D.F., 1982)

lunes, 20 de julio de 2020

Porfirio Díaz Mori III 1867-1915 2a parte


Fuera de dos amagos de guerra con Guatemala, el primero por las pretensiones de ese país sobre el Soconusco y el segundo por el asesinato en México de un presidente guatemalteco derrocado, la política internacional de Porfirio Díaz fue pacífica y amigable con todas las naciones, inclusive con Francia, con cuyo gobierno firmó la paz. A propuesta de Estados Unidos, la capital mexicana fue sede de la Segunda Conferencia Internacional Americana, reunida en el Palacio Nacional del 23 de octubre de 1901 al 31 de enero de 1902, sin resultados importantes, excepto la firma de un tratado por el cual las naciones del continente se sujetaban en sus controversias al arbitraje. Inmediatamente después, Estados Unidos, como representante de la Iglesia Católica de California, reclamó a México el pago de los intereses vencidos del fondo piadoso de las Californias; el asunto se sometió a arbitraje y México fue condenado a pagar $1.420,682 y una anualidad perpetua. En 1902 las fuerzas norteamericanas que habían peleado en Cuba contra España abandonaron la isla, ésta se constituyó en nación soberana y México estableció relaciones con la nueva república. En 1903 el gobierno norteamericano, con el propósito de obtener el dominio sobre el canal interoceánico que pensaba abrir en el Istmo de Panamá, provocó la segregación de este departamento, que lo era de Colombia; el gobierno de Díaz tardó en reconocer la independencia de Panamá, pero al fin lo hizo el 1° de marzo de 1904. En ocasión del conflicto bélico de Guatemala contra El Salvador y Honduras, Estados Unidos y México actuaron como árbitros y lograron armonizar a los contendientes en julio de 1906. A poco estalló otra contienda entre Honduras y Nicaragua; México fue nuevamente invitado por Estados Unidos como socio en el arbitraje, pero como el presidente Teodoro Roosevelt deseaba que el fallo fuera apoyado con la fuerza de las armas, Porfirio Díaz se rehusó. Sin embargo, en una reunión de los estados centroamericanos celebrada en Washington y convocada por los gobiernos de Estados Unidos y México, se llegó a un tratado de paz entre ambas naciones. A principios del siglo XX ocurrieron varios hechos que incomodaron al gobierno de Washington: la Suprema Corte de Justicia mexicana falló contra los reclamantes norteamericanos de la empresa de Tlahualillo; el gobierno mexicano solicitó la devolución de las tierras de El Chamizal, incorporadas a Estados Unidos por desviación del río Bravo; México dio asilo al presidente de Nicaragua, José Santos Zelaya, derrocado por una revuelta apoyada por Estados Unidos, cuyo gobierno pretendía que el exmandatario fuera enviado a Washington para ser juzgado por la muerte de dos filibusteros norteamericanos; el gobierno de Díaz contrató con la casa inglesa de Pearson la administración del ferrocarril de Tehuantepec, artilló el istmo defensivamente y, por último, se negó a prorrogar el arrendamiento de la Bahía Magdalena.
La obra educativa del régimen porfirista fue modesta en relación con el tiempo en que se realizó, pero apreciable en cuanto a sus logros. En 1887 se fundaron escuelas normales de maestros en Jalapa y en México. En 1891 se creó el Consejo Superior de Instrucción Pública, elevado en 1905 al rango de Secretaría. Justo Sierra, su primer titular, reunió las escuelas de especialidades (medicina, leyes, minería y otras) y en 1910 las organizó en una Universidad Nacional, con lo cual restauró la antigua Real y Pontificia, suprimida en 1833 por Valentín Gómez Farías. En 1878 había 4,498 escuelas primarias oficiales y 696 particulares. Treinta años después, las del gobierno se habían duplicado (9,541) y las privadas, triplicado (2,527), dando un total de 12,068. Sin embargo, se carecía de maestros, pues era un oficio mal remunerado.
La obra principal del porfirismo fue el impulso económico, basado en el capitalismo liberal. Desde su primer período presidencial, Díaz fomentó los transportes por ferrocarril. Ante la mezquindad de los inversionistas mexicanos, recurrió a los extranjeros, a quienes otorgó ventajosas concesiones para construir vías férreas. Los contratos más importantes se firmaron con compañías norteamericanas: James, Sullivan, Symons y Camacho y David Ferguson. Se concedieron subvenciones de $6,500 (México-Laredo) a $9,500 (México-El Paso) por kilómetro. En 1897 se habían tendido 13,584 kilómetros de vía, en comparación con los 578 que existían cuando Díaz asumió el poder. México era entonces el primer país de Latinoamérica en comunicaciones ferroviarias. En 1898, a instancias del ministro de Hacienda, José Ives Limantour, se pensó nacionalizar los ferrocarriles, cesaron las concesiones y el gobierno procuró adquirir el mayor número de acciones de las compañías. El 28 de febrero de 1908 se consolidaron las propiedades ferrocarrileras en una sola empresa constituida y ubicada en el país y 3 meses después se crearon los Ferrocarriles Nacionales de México, con participación preponderante del Estado. Al término del porfirismo (mayo de 1911) había en la República 50 líneas de vía ancha y 49 de vía angosta, con un total de 19,748 kilómetros de jurisdicción federal aparte otros 4,840 de líneas estatales y particulares. La minería (no el petróleo, que apenas comenzaba a explotarse en el mundo) era la principal fuente de riqueza de México. Gracias a las vías férreas, las compañías fundidoras norteamericanas se establecieron en México e introdujeron técnicas modernas para el tratamiento de los metales. Contribuyó a acelerar este fenómeno la energía eléctrica y la mayor producción de cobre.
De las 1,030 compañías mineras que operaban en el país en 1910, 840 eran norteamericanas; 148, mexicanas; y el resto, inglesas o francesas. En 1877 Porfirio Díaz llegó a la Presidencia en una situación financiera de completa bancarrota. La paz impuesta dio seguridades al capital extranjero. El prestamista más pródigo fue Inglaterra, cuya moneda era la más fuerte en aquel tiempo. En las postrimerías del porfirismo la deuda exterior ascendía a 22.700,000 libras esterlinas, pero el país tenía una capacidad de pago muy superior a esa cifra. El ministro de Hacienda más notable que tuvo el presidente Díaz fue José Ives Limantour, hijo de francesa, pero mexicano por nacimiento. Para superar el presupuesto deficitario, agregó a los impuestos ya existentes gravámenes sobre bebidas alcohólicas, tabaco y herencias; rebajó los sueldos de los empleados públicos y redujo el número de plazas; y suprimió los derechos que imponían al comercio los estados.
Con estas medidas el presupuesto gubernamental de 1895 tuvo ya un supéravit de $2 millones, que llegó a 10 en 1897. Con tales excedentes se emprendieron obras en toda la República y particularmente en la Ciudad de México, como el gran canal del desagüe y el Hospital General. El Teatro Nacional (hoy Palacio de las Bellas Artes), el Palacio de Correos y el Ministerio de Comunicaciones. Se inició la construcción de un Palacio Legislativo, a imitación del Capitolio de Washington, parte de cuya estructura se convirtió posteriormente en el Monumento a la Revolución. Con apoyo en la inversión extranjera, se introdujo la energía eléctrica. Cuando se terminó la presa de Necaxa, era la más grande del mundo. Primero en los estados y luego en la capital, se estableció el servicio de tranvías eléctricos. El alumbrado público se renovó para utilizar la nueva energía. La Ciudad de México rivalizaba con las mejores de Europa.
Las principales leyes porfiristas en materia de propiedad territorial fueron las de Colonización (1883), de Aprovechamiento de aguas (1888), y de Enajenación y Ocupación de Terrenos Baldíos (1894), todas las cuales contribuyeron a incrementar el latifundismo. A este fenómeno estuvieron vinculadas las compañías deslindadoras, que recibían en pago de su trabajo una tercera parte de las superficies mesuradas. Hacia 1890, cuando ya se habían deslindado 32 millones de hectáreas, 28 de ellos (14% de la superficie total de la República) estaban en poder de 27 compañías. Este proceso de concentración de la propiedad en el campo llegó a su máximo en 1910, cuando las haciendas, en manos de 830 terratenientes, comprendían el 97% de la superficie rural; el 2% correspondía a los pequeños propietarios y el 1% a los pueblos.
La producción de maíz siempre fue deficitaria; se obtuvieron, en cambio, grandes excedentes de azúcar. Los peones agrícolas ganaban de 8 a 25 centavos diarios, lo mismo que en 1810, y se les proveía de lo indispensable en las tiendas de raya, mediante un sistema de crédito que los mantenía sujetos al amo hasta la redención de las deudas, que nunca podían pagar. Esta situación propició las rebeliones agrarias. Los obreros, a su vez, percibían salarios irrisorios a cambio de jornadas de 16 horas, sin disponer de un día de descanso en todo el año. Esto dio motivo a que fructificaran las prédicas socialistas y a que apareciera el sindicalismo en las circunstancias más adversas. En ocasiones desesperadas los trabajadores recurrieron a la huelga, considerada entonces como un delito, según ocurrió en Cananea (1° de junio de 1906) y Río Blanco (1907), movimientos que fueron reprimidos con crueldad.
En 1903, cuando Porfirio Díaz contaba ya con 73 años de edad, se reformó la Constitución para alargar a 6 años el periodo presidencial. Al año siguiente Díaz fue reelegido por sexta vez. En 1908 concedió una entrevista al periodista norteamericano James Creelman, que fue publicada en el Pearson's Magazine, en el cual anunció sus deseos de retirarse del poder y el agrado con que vería la formación de partidos políticos que contendieran en las elecciones de 1910. Estás declaraciones estimularon a la juventud ansiosa de entrar en política, pero estaba ya tan consagrada la figura de Díaz, que los partidos se conformaron con disputarse la vicepresidencia. El Reeleccionista sostenía la fórmula Díaz-Corral; el Nacional Democrático, la planilla Díaz-Bernardo Reyes, hasta que éste manifestó su decisión de apoyar el binomio propuesto por los reeleccionistas; y el Antireeleccionista, que acabó postulando a Madero  y Emilio Vázquez Gómez. 
Mientras tanto, se celebró con gran pompa el primer centenario de la Independencia nacional. El 27 de septiembre de 1910 el Congreso declaró reelectos a Porfirio Díaz y Ramón Corral, y el 1° de diciembre tomaron posesión de su cargo para el siguiente sexenio. El descontento era ya general y los barruntos de revolución, evidentes. Madero expidió el Plan de San Luis el 5 de octubre de 1910, por el cual desconocía al gobierno e invitaba a la rebelión para el día 20 de noviembre. La revolución iniciada en Chihuahua, cundió rápidamente por todo el país. Ciudad Juárez se rindió a los revolucionarios el 10 de mayo de 1911; Colima, el 20; Acapulco y Chilpancingo, el 21; Tehuacán, Torreón y Cuernavaca, el 22. El 21 de mayo se firmó un convenio de paz por el cual Porfirio Díaz y Corral renunciarían a sus puestos. El primero tardó en hacerlo y el pueblo n la Ciudad de México se amotinó ante la casa del caudillo tuxtepecano. El 31 de mayo Díaz embarcó rumbo a Europa en el vapor alemán Ipiranga, acompañado de su familia y otras personas. Había cumplido 80 años y 30 de haber gobernado con poderes absolutos. Residió en París, Francia, donde murió el 2 de julio de 1915, a los 84 años cumplidos.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S.A. México, D.F. 1977, volumen III, Colima-Familia)

viernes, 10 de abril de 2020

Río Suchiate, en cuaresma


En cuaresma el Suchiate deja de ser la frontera


Texto: Elizabeth Hanckel
Fotografías originales: Ricardo Mata
Original en inglés. Traducción: Rocío Mendicuti

Imagínese unas fronteras abiertas con afluencia libre de gente y de cosas.
 Imagínese un lugar sin límites en las tarifas, sin agentes aduanales y sin patrullas fronterizas. ¿Es este algún sueño futurista? Por el contrario, este lugar existe una vez al año en el río Suchiate, en la frontera de México con Guatemala.
Desde hace muchos años, antes de lo que el más anciano pueda siquiera recordar, comenzó una fiesta el domingo anterior al Miércoles de Ceniza que no termina sino hasta el siguiente domingo. Esta fiesta gira en torno a una peregrinación anual, o romería, que se hace a Tecún Umán, en Guatemala, pueblo fronterizo con Ciudad Hidalgo, Chiapas. Durante esta semana, más de 100 mil personas de los alrededores dejan sus pueblos para ir a rendir homenaje a la imagen del Jesús de las Tres Caídas. La inmensa mayoría de los peregrinos que llegan a esta fiesta son indígenas guatemaltecos. Hay tzuthuiles, mames, quichés, calchikeles e incluso kechkes, que llegan desde Verapaz, aunque también hay gran cantidad de chiapanecos y oaxaqueños.
Llegan por todos los medios posibles: apretados en camiones, en camionetas, en autos, en trenes y camiones de carga, desde la costa y las montañas. Ahí hay padres, niños, abuelos, primos, hermanos, hermanas, tías y tíos. Esta tradición está tan arraigada que poblaciones como las de Nahuala y Samayac, en Guatemala, se convierten en pueblos fantasmas, ya que la mayoría de la gente que los habita se dirige a Ayutla, nombre más sonoro anterior al nombre de Tecún Umán.
Aunque la romería de Ayutla tiene sus raíces en las costumbres y creencias religiosas, el hecho es que actualmente 100 mil personas convergen en el mismo lugar al mismo tiempo, creando un gran negocio y gran entretenimiento. Los habitantes de Ayutla, aunque tienen igual fervor por el Jesús de las Tres Caídas, no entran a la iglesia durante la primera ceremonia, porque se encuentran preparando todo para convertir su pueblo en una inmensa casa de huéspedes. Alimentos y diversión están a la venta en absolutamente todo el pueblo. El mercado comienza afuera de la iglesia con los predecibles puestos de comida, bandas de música para el baile, juegos de puntería, pajaritos de la suerte y tiendas de chucherías. Pero el verdadero mercado se lleva a cabo en el río, o para ser exactos, adentro del río.
El río Suchiate, que forma parte de la frontera entre México y Guatemala, tiene más de 100 m de ancho y cuando comienzan las lluvias de mayo puede "barrer" a una persona para depositarla justo dentro del Pacífico. Sin embargo, en la primera semana de Cuaresma, el agua sólo llega a la cintura y al corazón del mercado. A la vista del puesto de inmigración en el puente entre México y Guatemala, miles de personas, principalmente de Guatemala, compran a los cientos de vendedores, principalmente de México. Los puestos están literalmente colocados dentro del agua, así que, técnicamente, uno puede reclamar estar en su propio país.
Para la gente que está en el río, tan opuesta a los que están sobre el puente, no hay colas, no hay documentos que sellar, no hay formas aduanales que llenar, no hay derechos sobre los que discutir, no hay impuestos que pagar, ni empleados ásperos con quien tratar. En el río, la gente es libre de comprar lo que quiera, de quien quiera, al precio que quiera. ¿Y qué es lo que eligen comprar? Principalmente lo usual: sombreros, ropa, galletas, comida enlatada, cerámica, zapatos, botas, sarapes e innumerables cubetas de aluminio y tubos del mismo material que flotan por todos lados junto a los puestos, amarrados a los puestos, amarrados unos con otros.
Durante los días que dura la primera semana de Cuaresma, las personas, la mayoría vestidas con trajes típicos indígenas, compran todo lo que pueden en este mercado del río vadeando de puesto en puesto.
Para muchos de los peregrinos que van a Ayutla esta es la única oportunidad que tienen de visitar un país extranjero. Un agitado servicio de transbordador trabaja todo el día entre México y Guatemala: gigantescas cámaras de hule inflado que se cubren con tablas amarradas y juntas que sirven como asientos, y en las que el remero trabaja en el timón mientras vadea el río empujando su embarcación desde atrás. Algunas familias se amontonan para hacer el cruce internacional con la emoción reflejada en sus ojos y sus sonrisas. Para otras, la emoción no está solamente en hacer un cruce internacional, sino en hacerlo sin barco. La mayoría de estos intrépidos viajeros buscan la seguridad en el gentío. Apiñonados en montones o en hileras de 15, atravesados a la manera de una cadena de margariras, cruzan el río lentamente, buscando dar un paso firme cada vez para no empaparse. Muchas mujeres, indecisas entre la modestia y el deseo de que no se les mojen las faldas, arrojan la modestia a un lado y echan sus faldas muy por arriba del muslo, riendo nerviosamente de su propio abandono.
En el río, en la periferia de donde está situado el mercado, los peregrinos aprovechan la oportunidad de bañarse y lavar su ropa, mientras que el pueblo, lleno hasta el "tope", no puede ofrecer mucho en materia de higiene. La gente se amontona cerca de la ribera o alrededor de las salientes de piedra para bañarse; los hombres por un lado, las mujeres y los niños por el otro.
El amanecer y el crepúsculo señalando principio y el fin de la actividad del mercado en el río. En el pueblo, estos son los momentos más fervientes para los devotos del Jesús de las Tres Caídas. Mientras que el mercado en el río duerme, la oscura iglesia se llena, haciendo muy difícil el moverse. La única luz que hay dentro del templo proviene de la veladoras que parecen alfombrar el piso. Conforme uno se acerca al altar, las veladoras se agrandan y se ven más densas, creando casi una hoguera de luz y de color. Un murmullo monótono llena la nave mientras se entonan las plegarias y los cánticos. Las manos suplicantes se mueven constantemente como si le hicieran señales a Dios. Los que van a suplicar tienen que esperar durante horas en largas filas que ocupan calles enteras, para finalmente recibir el consuelo y la bendición mientras besan y tocan la imagen del Jesús que data del siglo XVII.
Para el sacerdote Jesús Rodríguez, la intensidad y el fervor de las masas son agotadores. Aunque ha estado en el cercano pueblo de San Marcos durante un año y sabía de la peregrinación, nos confesó que nada podría haberlo preparado para este evento: "Cuando yo presencié por primera vez este fenómeno en 1979, nos dijo, la emoción, la intensidad y las necesidades de la gente; el reto físico de siquiera poder moverse dentro de la iglesia y en el pueblo; la larga semana de actividad continua, tanto en el día como en la noche, fueron abrumadores." Y cuando se le pregunta si duerme durante esta semana, la respuesta que da el padre Jesús es: "A veces, cuando me caigo de cansancio". Muchos peregrinos tal vez dirían lo mismo si se les preguntara.

(Tomado de: Hanckel, Elizabeth - Río Suchiate: en Cuaresma deja de ser frontera. Traducción: Rocío Mendicuti. México Desconocido, noviembre 1991, número 177, Año XV. Editorial Jilguero, S.A. de C.V.)

lunes, 4 de noviembre de 2019

Bernal Díaz del Castillo


Nació en Medina del Campo, España, entre 1492 y 1493; murió en la ciudad de Guatemala hacia 1585. Pasó al Nuevo Mundo como soldado de Pedrarias Ávila o Pedro Arias de Ávila, gobernador de Tierra Firme (Nicaragua-Costa Rica). Fue a Cuba y participó en las expediciones de Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalba (1517-1518), y se alistó en la de Hernán Cortés. Al lado de Pedro de Alvarado, quien era su jefe inmediato, fue testigo y actor de la conquista, desde la salida del puerto de Santa María, el 18 de febrero de 1519, hasta la malaventurada expedición de las Hibueras (Honduras). Participó en los principales acontecimientos, presenció la sangrienta matanza de Cholula, vio la prisión de Moctezuma II, sufrió la derrota de la Noche Triste, tomó parte en el sitio y toma de México-Tenochtitlan y fue testigo del tormento de Cuauhtémoc. En más de una ocasión escapó milagrosamente de la muerte, y salió herido en la garganta en un ataque a Texcoco. Residió por algún tiempo en la Villa del Espíritu Santo de Coatzacoalcos, donde fue regidor. Embarcó a España en 1539 con el propósito de hacer valer sus derechos obtenidos en la conquista y con no poco trabajo consiguió que se le hiciera merced de un corregimiento en Soconusco. Volvió a México en 1541, y como la suerte le fuera adversa, resolvió ir a la ciudad de Santiago de Guatemala. En 1551 viajó por segunda vez a España, solicitando premios e implorando justicia, hasta lograr un corregimiento en la capital de Guatemala, en donde vivió el resto de sus días. Ya viejo, en 1568 terminó su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, en estilo “rudo y selvático”, según la calificó Marcelino Menéndez y Pelayo. Sin embargo, es una obra única en su género dentro de todas las literaturas. Cautiva tanto por la pujante rudeza de su estilo, cuanto por lo que el relato mismo tiene de deslumbrador y pintoresco. Presenta un cuadro completo de la conquista: sucesos, pormenores minuciosos, anécdotas, dichos célebres, descripciones de lugares, retratos de personajes, juicios, críticas punzantes, relaciones de peligros y fatigas, todo consignado con gran sencillez y sinceridad. Así como las obras de López de Gómara, Gonzalo de Illescas y Leonardo de Argensola exaltan a Cortés, atribuyéndole la gloria de la conquista, Díaz del Castillo hace hincapié en los méritos de los soldados y reivindica para la hueste el valor heroico de aquella hazaña. La razón que movió a Bernal Díaz a escribir su Historia fue la de rectificar a Francisco López de Gómara, teniendo a la vista su Historia General de las Indias. La obra de Bernal Díaz se publicó en Madrid en 1632 por fray Alonso Remón, cronista general de la Orden de la Merced, quien utilizó una copia enviada por el autor a España. Remón añadió al texto el relato de los hechos que supuso realizados por el mercedario Bartolomé de Olmedo, algunos recortes y ajustes, una conclusión, un epítome y el texto continuado -a causa de su muerte- por fray Gabriel Ardazo de Santander, obispo de Otranto. Una segunda edición se hizo en Madrid (1632-1665), a la que se añadió otro capítulo, “que es el último del original”. A partir de entonces se ha publicado muchas veces, utilizando el manuscrito original que existe en Guatemala. Son las más conocidas las ediciones de Rivadeneyra (Madrid, 1906), Espasa Calpe (1942 y 1955), Genaro García (1904) y Porrúa (1960). Ha sido traducida, además, al francés, inglés, alemán y búlgaro. v.Luis González Obregón: El capitán Díaz del Castillo, conquistador y cronista de Nueva españa. Noticias biográficas y bibliográficas (1894-1898); Genaro García: “Bernal Díaz del Castillo. Nota bio-bibliográfica” en Anales del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología (1903); Alberto María Carreño: Bernal Díaz del Castillo, descubridor, conquistador y cronista de Nueva España (1946); Jacinto Hidalgo: “El ideario de Bernal Díaz”, en Revista de Indias (Madrid, 1948); y Herbert Cervin: Bernal Díaz del Castillo. Historian of the Conquest (Norman, Okla., 1963).

(Tomado de: Enciclopedia de México, Tomo III, Colima-Familia; México, D.F. 1977)





martes, 17 de septiembre de 2019

Sucesos de la Semana, 13 de febrero de 1913



Sucesos de la Semana


El Abogado Cristiano, jueves 13 de febrero de 1913


Verdaderamente sensacionales fueron las declaraciones hechas por el ex-embajador Calero al decir, entre otras cosas, que durante diez meses había estado mintiendo al Gobierno americano acerca de la situación del país y la esperanza de un pronto arreglo de las dificultades. Toda la prensa se le fue encima al ex-diplomático, condenándolo de la manera más dura, por la indignidad que revela en sus declaraciones.
Lo peor del caso es que el mismo Calero resulta engañado, pues él creyó engañar a los americanos cuando éstos bien sabían que no lo conseguía la verdad, pues siempre están al tanto de la verdadera situación del país.


***


La discusión que se ha estado llevando a cabo en el Senado sobre el proyecto de ley para el empréstito de los cien millones de pesos, ha sido una de las más tremendas que se hayan sostenido en el seno de aquella alta cámara. La lucha fue encarnizada, resultando que la votación se empató: como resultado de esto, se tuvo que seguir discutiendo el asunto y sujetarse a una nueva votación. Después, el dictamen se aprobó en lo general para discutirse en lo particular, y aquí están ahora los senadores.
Los oposicionistas han hecho esfuerzos sobrehumanos por que no se autorice al Ejecutivo para que obtenga dinero, seguros de que con ello el Gobierno caerá indefectiblemente.


***


El zapatismo que enarbola la bandera del bandidaje, escribió otra negra página cerca de Atlautla, arriba de Amecameca, el domingo antepasado, cuando, enmedio de salvaje gritería, descarriló un tren de pasajeros, balaceó y aniquiló a la pequeña escolta que iba en el tren, y robó y mató al pasaje. La historia del asalto se condensó en un furgón con cadáveres y otro con heridos que llegaron a esta capital la tarde del lunes.


***


El Sr. Araujo, Presidente del Salvador, fue cobardemente asaltado durante una serenata en un parque, recibiendo heridas de bala y machete. Aunque al principio se dijo que podría sobrevivir a sus heridas, desgraciadamente sucumbió a ellas, causando esto una consternación general.
El Presidente salvadoreño fue víctima de una conspiración fraguada en Guatemala.


***


La nota de tremenda resonancia ha sido el cuartelazo llevado a cabo por algunos jefes militares que llamaron a Bernardo Reyes y a Félix Díaz para encabezar este levantamiento.
En la capital no habíamos sufrido nada: nosotros habíamos visto la revolución y los asaltos del bandidaje desde lejos. La fusilería no había dejado oír su terrible música, ni la ametralladora nos había dejado oír su canto; lo habíamos adivinado a distancia. Pero el domingo en la mañana nos tocó nuestro turno. El despertar de la ciudad fue enmedio de la conmoción producida por tropas que se rebelaban por jóvenes aspirantes que, sin conciencia alguna del papel que asumían, manchaban con una felonía su hoja de servicios.
La Escuela de Aspirantes formó el eje del cuartelazo, juntamente con algunos cuerpos de artillería. Libertaron a Bernardo Reyes y a Félix Díaz, y se dispusieron al ataque del Palacio Nacional. Reyes cayó muerto luego de un balazo que le abrió la frente, cerca del legendario copete. La balacería en el Zócalo fue terrible, y la mortandad fue sencillamente espantosa. Murieron muchos aspirantes y soldados del 1er. regimiento de caballería que se había rebelado. También gente del pueblo, tanta gente como a esa hora hay siempre en el Zócalo, tomando los trenes, vendedores, pueblo que salía y entraba a misa en la catedral. Murieron muchas mujeres y niños; muchos infelices papeleros estaban tirados todavía con sus periódicos debajo del brazo.
La confusión causada en la capital con el tiroteo, que se prolongó por unos veinticinco minutos o treinta, no es cosa para describirse. Se suspendió todo tráfico, ni tranvías, ni coches, ni automóviles; las pocas casas de comercio que se estaban abriendo se cerraron violentamente y otras reforzaron más sus cerraduras. Estamos prácticamente sin policía; pero afortunadamente no ha faltado ni la luz ni la fuerza, si no las noches hubieran sido horribles.
Estamos escribiendo estas líneas el martes en la mañana, cuando se preparan ya las fuerzas para un combate que será terrible. Ha estado llegando desde ayer lunes en la tarde mucha tropa y algunos de los más valientes jefes; en los momentos en que escribimos, las tropas están tomando todas las calles que desembocan en la Ciudadela donde se ha hecho fuerte Félix Díaz con su gente. Cuando este número se lea por nuestros suscriptores la faz de las cosas habrá cambiado completamente. No sabemos de parte de quién quedará la victoria, pero sí podemos anticipar que va a ser una lucha horrible en que la artillería va a jugar un gran papel.
Por un golpe de audacia, Díaz se juega por segunda vez la suerte. Pronto sabremos el resultado. Hace dos horas que se entabló el combate y se sigue luchando de un modo encarnizado.
Ha amanecido el martes y el fuego, suspendido ayer a las 6, se reanudó hoy a las 7 de la mañana. 


(Tomado de: Labrandero Iñigo, Magdalena, et al, (coordinadores) - Nuestro México #4, La Decena Trágica, 1913. UNAM, México, D. F., 1983)

sábado, 29 de junio de 2019

Chiapas y Soconusco, 1881



En el campo de la política exterior, tenemos la controversia suscitada con Guatemala. Gobernaba a la República de Guatemala Justo Rufino Barrios, de ingrata memoria, quien, como todo tiranuelo, desviaba el descontento que producía su mala administración con actitudes expansionistas y demagógicas.


Ansioso de poder y popularidad y mal aconsejado por grupos antimexicanos, trataba de afianzar su dictadura con el apoyo del gobierno norteamericano. Justo Rufino Barrios reclama a México, a base de una interpretación absurda de la historia de las relaciones entre los dos países, y con una argumentación jurídica totalmente inválida, la devolución de las provincias de Chiapas y Soconusco que desde el mes de septiembre de 1824 habían declarado, a base del libre principio de autodeterminación de los pueblos, anexarse a México y formar parte de la República mexicana como un estado más de nuestra federación, deseo que ratificaron con posterioridad a 1838, cuando se disolvió la República de Centroamérica, habiendo en 1840 pedido Soconusco su reincorporación a Chiapas y por tanto a México, lo cual fue aceptado por el Congreso. Más aún, en los años 1877 y 1879, Guatemala se comprometió a que comisionados de los dos países realizaran una serie de trabajos destinados a fijar con exactitud los límites entre las dos repúblicas, evitar el paso ilegal de uno a otro país, evitar la comisión de delitos en esa zona fronteriza, principalmente el paso de grupos armados merodeadores que ocasionaban frecuentes daños en las poblaciones mexicanas. México estaba interesado en contener también la intromisión de ingleses por el territorio de Belice y evitar que Gran Bretaña siguiera incitando a los indios de Yucatán y Quintana Roo a la rebelión.


Barrios deseaba reconstituir la unidad centroamericana a base de anexiones y para ello quería ocupar Chiapas y Soconusco como principio de anexarse después Costa Rica y El Salvador, que se opusieron a sus designios. Para realizarlo, pulsó al gobierno norteamericano, encabezado por el presidente J. A. Garfield, quien tenía como encargado del Departamento de Estado a James Blaine, que favorecía una política expansionista. Los Estados Unidos vieron con buenos ojos los deseos de Barrios, que solicitaba su ayuda, pues eso le permitía intervenir más hondamente en Centroamérica.


Fue en su mensaje presidencial del 16 de septiembre de 1881 cuando el presidente [Manuel] González dio a conocer a la nación las dificultades con el vecino país, acerca de lo cual encontró apoyo en el Congreso, que declaró por boca de su presidente: “La Representación Nacional aprueba los esfuerzos que el Poder Ejecutivo ha hecho para llevar a buen término y procurar solución honrosa a situación tan punible y puede estar seguro de que en ese sentido, así como en el sentido de la dignidad y del derecho de la República, contará siempre con el decidido apoyo del Poder Legislativo”.


Ignacio Mariscal, quien dirigía las relaciones exteriores, recibió de parte del ministro de los Estados Unidos en México, Philip H. Morgan, una comunicación en la que éste le informaba que su gobierno, atendiendo la petición guatemalteca, había creído conveniente actuar como consejero desinteresado en la diputa con Guatemala, pues estaba convencido “de los peligros que correrían los principios que México ha defendido tan señaladamente y con tan buen éxito, si viera con desprecio los límites que la separan con sus vecinas más débiles, o si se recurriera al uso de la fuerza para ejercer derechos sobre un territorio en disputa, sin la debida justificación de títulos legítimos…” El secretario [Ignacio] Mariscal, al informarse de las pretensiones norteamericanas, respondió que México no aceptaba ni siquiera discutir los derechos que tenía sobre Chiapas y Soconusco, los cuales integraban libremente la federación y que tampoco creía aceptable admitir la actuación de un árbitro en ese asunto que no lo requería.


Como al poco tiempo el presidente Garfield fue asesinado, le sucedió Chester Arthur quien nombró como secretario de Estado a Frederick Frelinhuysen, llevando ambos una política más conciliatoria. México, por otra parte, destacó a Marías Romero, hombre que gozaba de influencia y estima en los Estados Unidos y el cual, ligado por amplia amistad con el general Grant, convenció tanto a la opinión pública cuanto a los políticos yankis, de la justicia de México y de las desmedidas ambiciones de Barrios. Este, pese al envío de su canciller, Lorenzo Montúfar, y del viaje que él mismo hizo a Washington, no logró que los Estados Unidos impusiesen a México su intervención como árbitro en una disputa improcedente. Más aún, aceptó, no del todo convencido, pues más tarde crearía nuevas dificultades, firmar con Romero, quien estuvo debidamente acreditado, una convención preliminar en la que se indicaba que “la República de Guatemala prescinde de la discusión que ha sostenido acerca de los derechos que le asistan al territorio de Chiapas y su departamento de Soconusco”. México evitaba así no sólo perder una porción de su territorio, sino también someterse a la intervención de un extraño en una disputa injusta. La posición de México quedó bien sentada y el gobierno de [Manuel] González obtuvo por ello el apoyo de la opinión pública.



(Tomado de: Torre Villar, Ernesto de la - Inicio del porfirismo. Historia de México, tomo 10, Reforma, Imperio, República. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)