martes, 17 de septiembre de 2019

Sucesos de la Semana, 13 de febrero de 1913



Sucesos de la Semana


El Abogado Cristiano, jueves 13 de febrero de 1913


Verdaderamente sensacionales fueron las declaraciones hechas por el ex-embajador Calero al decir, entre otras cosas, que durante diez meses había estado mintiendo al Gobierno americano acerca de la situación del país y la esperanza de un pronto arreglo de las dificultades. Toda la prensa se le fue encima al ex-diplomático, condenándolo de la manera más dura, por la indignidad que revela en sus declaraciones.
Lo peor del caso es que el mismo Calero resulta engañado, pues él creyó engañar a los americanos cuando éstos bien sabían que no lo conseguía la verdad, pues siempre están al tanto de la verdadera situación del país.


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La discusión que se ha estado llevando a cabo en el Senado sobre el proyecto de ley para el empréstito de los cien millones de pesos, ha sido una de las más tremendas que se hayan sostenido en el seno de aquella alta cámara. La lucha fue encarnizada, resultando que la votación se empató: como resultado de esto, se tuvo que seguir discutiendo el asunto y sujetarse a una nueva votación. Después, el dictamen se aprobó en lo general para discutirse en lo particular, y aquí están ahora los senadores.
Los oposicionistas han hecho esfuerzos sobrehumanos por que no se autorice al Ejecutivo para que obtenga dinero, seguros de que con ello el Gobierno caerá indefectiblemente.


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El zapatismo que enarbola la bandera del bandidaje, escribió otra negra página cerca de Atlautla, arriba de Amecameca, el domingo antepasado, cuando, enmedio de salvaje gritería, descarriló un tren de pasajeros, balaceó y aniquiló a la pequeña escolta que iba en el tren, y robó y mató al pasaje. La historia del asalto se condensó en un furgón con cadáveres y otro con heridos que llegaron a esta capital la tarde del lunes.


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El Sr. Araujo, Presidente del Salvador, fue cobardemente asaltado durante una serenata en un parque, recibiendo heridas de bala y machete. Aunque al principio se dijo que podría sobrevivir a sus heridas, desgraciadamente sucumbió a ellas, causando esto una consternación general.
El Presidente salvadoreño fue víctima de una conspiración fraguada en Guatemala.


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La nota de tremenda resonancia ha sido el cuartelazo llevado a cabo por algunos jefes militares que llamaron a Bernardo Reyes y a Félix Díaz para encabezar este levantamiento.
En la capital no habíamos sufrido nada: nosotros habíamos visto la revolución y los asaltos del bandidaje desde lejos. La fusilería no había dejado oír su terrible música, ni la ametralladora nos había dejado oír su canto; lo habíamos adivinado a distancia. Pero el domingo en la mañana nos tocó nuestro turno. El despertar de la ciudad fue enmedio de la conmoción producida por tropas que se rebelaban por jóvenes aspirantes que, sin conciencia alguna del papel que asumían, manchaban con una felonía su hoja de servicios.
La Escuela de Aspirantes formó el eje del cuartelazo, juntamente con algunos cuerpos de artillería. Libertaron a Bernardo Reyes y a Félix Díaz, y se dispusieron al ataque del Palacio Nacional. Reyes cayó muerto luego de un balazo que le abrió la frente, cerca del legendario copete. La balacería en el Zócalo fue terrible, y la mortandad fue sencillamente espantosa. Murieron muchos aspirantes y soldados del 1er. regimiento de caballería que se había rebelado. También gente del pueblo, tanta gente como a esa hora hay siempre en el Zócalo, tomando los trenes, vendedores, pueblo que salía y entraba a misa en la catedral. Murieron muchas mujeres y niños; muchos infelices papeleros estaban tirados todavía con sus periódicos debajo del brazo.
La confusión causada en la capital con el tiroteo, que se prolongó por unos veinticinco minutos o treinta, no es cosa para describirse. Se suspendió todo tráfico, ni tranvías, ni coches, ni automóviles; las pocas casas de comercio que se estaban abriendo se cerraron violentamente y otras reforzaron más sus cerraduras. Estamos prácticamente sin policía; pero afortunadamente no ha faltado ni la luz ni la fuerza, si no las noches hubieran sido horribles.
Estamos escribiendo estas líneas el martes en la mañana, cuando se preparan ya las fuerzas para un combate que será terrible. Ha estado llegando desde ayer lunes en la tarde mucha tropa y algunos de los más valientes jefes; en los momentos en que escribimos, las tropas están tomando todas las calles que desembocan en la Ciudadela donde se ha hecho fuerte Félix Díaz con su gente. Cuando este número se lea por nuestros suscriptores la faz de las cosas habrá cambiado completamente. No sabemos de parte de quién quedará la victoria, pero sí podemos anticipar que va a ser una lucha horrible en que la artillería va a jugar un gran papel.
Por un golpe de audacia, Díaz se juega por segunda vez la suerte. Pronto sabremos el resultado. Hace dos horas que se entabló el combate y se sigue luchando de un modo encarnizado.
Ha amanecido el martes y el fuego, suspendido ayer a las 6, se reanudó hoy a las 7 de la mañana. 


(Tomado de: Labrandero Iñigo, Magdalena, et al, (coordinadores) - Nuestro México #4, La Decena Trágica, 1913. UNAM, México, D. F., 1983)

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