miércoles, 11 de septiembre de 2019

Los arcos del amor, Querétaro



El amor llevó el agua a los queretanos… y los abasteció durante más de doscientos años.
Fue el amor lo que provocó se construyeran los que serían el símbolo del Estado queretano: los arcos.
Mil doscientos ochenta metros de arcos… 74 que se empezaron a construir hace 260 años y se terminaron doce años después… de entonces a la fecha han resistido el paso del tiempo, imperios, revoluciones y no dudamos que todo se deba al amor: El del protagonista y creador de la obra hacia una joven monja… Don Juan Antonio de Urrutia y Arana vivía en la capital, donde se enamoró de la joven a quien sus padres mandaron al convento capuchino en Querétaro… todo para alejarla de las tentaciones que el marqués, hombre casado, le provocaba.
El Romeo mexicano, al saber del traslado de su dama a Querétaro, la sigue y se instala junto con su familia a dos casas del convento capuchino… y dicen las malas lenguas que visitaba a su Julieta con frecuencia… no quería que nada le faltara, y como en aquel entonces le faltaba el agua, prometió dota a su amada del preciado líquido.
Una promesa ambiciosa, pero que el marqués cumpliría… Encontró a 19 kilómetros de la ciudad una fuente natural de agua y mandó construir un drenaje de cantera desde allí hasta el sitio en donde quedarían sus arcos para llevar el agua a su amada… Le llevó doce años para que los arcos funcionaran como acueducto, pero cumplió su palabra, la novia recibió el agua, lo mismo que toda la ciudad de Querétaro. Y no sólo eso, sino que los arcos que se iniciaron por la magia del amor continúan ahí, ya no surtiendo agua, pero sí como símbolo inconfundible de Querétaro… Arcos de 23 metros de alto y de dos metros los más bajos, todos de cantera y mampostería, se encuentran prácticamente como cuando fueron construidos… y todo ello lo agradecen los queretanos, sobre todo los del pueblo de La Cañada, que le mandaron hacer una estatua al marqués… Años después la estatua fue llevada a Querétaro para restaurarla y a su vuelta fue recibida con todos los honores. “Como si se tratara de la procesión de un santo”, dicen, acompañaron a la estatua con flores, cohetes y música. Un justo reconocimiento para quien dio tanto por amor… ¿Y a cambio qué? podríamos preguntar. Pues a cambio de nada, se supone, porque dicen que fue un amor platónico el del marqués por la monja y viceversa… Lo cierto y lo mágico es que los arcos permanecen como recuerdo del agua que llegó por amor.


(Tomado de: Sendel, Virginia - México Mágico. Editorial Diana, S.A. de C.V., México, D.F., 1991)



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