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jueves, 28 de noviembre de 2024

Mexicanos en Estados Unidos, historia de una minoría IV Arizona


Mexicanos en Estados Unidos, historia de una minoría IV 

Arizona 

La colonización de Arizona provino del norte del estado mexicano de Sonora y comenzó en los siglos XVII y XVIII, por una serie de misiones que abrieron los valles de los ríos de San Miguel, Altar, Santa Cruz y San Pedro. Continuó el proceso de colonización más que nada en forma de latifundios, sujetos a continuas invasiones de los indios. Cuando en 1751 se retiraron temporalmente las tropas mexicanas, las incursiones de los apaches arrasaron casi toda la provincia, cuya extensión cubría casi todo lo que ahora es Arizona. Un precario equilibrio de fuerzas militares se logró después, y entonces lentamente, en los años posteriores, los indios lograron otra vez la superioridad, al grado de que, en 1856, casi todos los colonos de Arizona vivían en la ciudad fortificada de Tucson, para protegerse.

En Arizona el cambio a la supremacía anglo fue menos doloroso que en otras partes, porque había muy pocos residentes mexicanos. En la década de 1880 el colapso final de la resistencia de los indios coincidió muy estrechamente con el principio de la minería a gran escala y la construcción de ferrocarriles. Los pocos mexicanos que vivían en Arizona no fueron lo suficientemente numerosos para alimentar el apetito insaciable de mano de obra barata. Se importaron miles de brazos más por medio de los mercados de trabajo de Laredo y de El Paso. En esta forma el modelo texano de transición al trabajo asalariado apareció muy pronto en Arizona, y con él la lúgubre sucesión de linchamientos, asesinatos impunes y actos de cuerpos de vigilantes, contra una población de clase trabajadora a la que se consideraba de raza diferente.

Los lineamientos de la colonización de Arizona se caracterizan por el gran número de poblaciones mineras aisladas, casi todas ellas formadas por una gran mayoría de mexicanos. Algunos eran nativos, otros fueron importados. Otros más probablemente llegaron a las minas cuando estas abrieron o se cerraron por la misma compañía, que tenía pertenencias en diferentes partes.

Estas poblaciones formadas por empresas mineras empezaron a aparecer en gran número allá por 1880, casi siempre en lugares sumamente aislados como eran Tubac, Miami, San Manuel, Mamooth, Walker, Dewey, Morenci, Duquesne, Metcalf, Ajo, Bluebell y muchos otros. Algunas todavía existen, otras se han convertido en poblaciones fantasmas. Los puestos mineros avanzados también dieron ímpetu a la creación de numerosas poblaciones mayores de Arizona como Bisbee, Prescott y Douglas. Generalmente las poblaciones mineras estaban totalmente aisladas de la sociedad normal americana de la época. Algunos de estos pueblos o eran muy pequeños o estaban por entero bajo la férula de un solo patrono, que no proveía sino los más rudimentarios servicios públicos. Desde el principio hubo una separación rígida por ocupaciones, que implicaba la segregación de los mexicanos de los anglos, con caracteres discriminatorios adicionales, como la implantación de un horario especial para mexicanos en las tiendas de las compañías.

El cobre fue el producto mineral más importante de Arizona y su explotación aumentó rápidamente debido a la gran demanda nacional de equipo eléctrico. En pequeña escala existía también la ganadería y el cultivo de algodón, pero a causa de la aridez de las tierras, estas actividades eran arriesgadas e implicaban costos muy altos. Los mismos intereses que controlaban la economía, controlaban políticamente el gobierno del territorio. En estas regiones del oeste de los Estados Unidos, tan aislados del resto del país, no podía ser de otra forma. Los gobiernos territoriales eran brevemente definidos como "malos gobiernos" por un Congreso lejano, que no tenía responsabilidad alguna para con los habitantes; se disponía apenas de presupuestos limitados para destacamentos militares, servicio indígena, construcción de carreteras y rutas postales, y de una administración pública frecuentemente inadecuada y corrupta.


(Tomado de: W. Moore, Joan - Mexicanos en Estados Unidos (historia de una minoría). Cuadernos Mexicanos, año II, número 92. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)

lunes, 11 de septiembre de 2023

César Chávez

 


César Chávez

Nació en Yuma, Arizona, en 1927, pero creció en California. Como hijo de inmigrantes mexicanos dedicados a las labores del campo vivió las tribulaciones de los trabajadores agrícolas. De su familia recibió el espíritu de servicio, su fe católica y la conciencia de organizar a los trabajadores para demandas colectivas. Durante los años cuarentas emigró a San José, California, y se casó con su fiel compañera de lucha Helen Fábila. Ahí conoció al padre Donald Mcdonell quien tuvo enorme influencia en su vida, profundamente católica. Chávez recibió su entrenamiento formal como organizador trabajando para la Community Services Organization (CSO), a la que renunció en 1962 por no lograr su apoyo para organizar a los trabajadores del campo, la principal preocupación de su vida. Emprendió su viaje a Dellano, California, donde sin más ayuda que la de su familia y sus fieles compañeros, Gil Padilla y Dolores Huerta, se dio a la tarea de convencer a los campesinos, yendo de puerta en puerta, para formar el primer sindicato independiente de trabajadores agrícolas, la National Farm Workers Association (NFWA). Con un sindicato sin dinero, constituido por mexicanos y filipinos pobres, Chávez incluyó la religión y los derechos civiles en su disputa laboral, lo que le ganó la ayuda de la iglesia y de grupos pro derechos civiles. Bajo la bandera roja con el águila negra, tácticas no violentas y un discurso pacifista al grito "Justicia para los campesinos y viva la virgen de Guadalupe" Chávez logró convertir su movimiento denominado La Causa, en la gran cruzada nacional de lucha por una mayor justicia social. Académicos, estudiantes y trabajadores liberales se unieron a sus marchas, huelgas y boicots que culminaron con victorias para los trabajadores agrícolas. Fue reconocido por el gobierno de México con la condecoración El Águila Azteca en 1990. Chávez murió en 1993, cuando seguía incansable con su lucha, reconocida a nivel mundial. A su funeral asistieron más de cincuenta mil personas y estuvieron presentes la bandera de México y el estandarte de la virgen de Guadalupe. 


(Tomado de: Diaz de Cossío, Roger; et al. Los mexicanos en Estados Unidos. Sistemas Técnicos de Edición, S.A. de C. V. México, D. F., 1997)

lunes, 24 de abril de 2023

Mexicanos en Estados Unidos, historia de una minoría I

 


Mexicanos en Estados Unidos, historia de una minoría I

La historia de la minoría mexicana es distinta a la de cualquier otro grupo minoritario norteamericano. El único paralelo cercano es el de los indios americanos, y aún ahí, encontramos pocas semejanzas. Los mexicanonorteamericanos se convirtieron en minoría por conquista, no mediante la inmigración a este país como gente subordinada. El comienzo de la historia de los mexicanonorteamericanos que data del siglo XIX, es la relación de cómo se convirtieron en pueblo subordinado. Como veremos, el proceso varió ligeramente en cada uno de los estados fronterizos: Texas, Nuevo México, Arizona y California. El comienzo de esta historia, con sus importantes variaciones de estado a estado, sentó las bases de la inmigración que vino de México, en mayor escala, en el siglo XX, e influyó en el papel económico, político y social que podían desempeñar los mexicanonorteamericanos.

Es casi imposible escribir una historia coherente relativo a cualquier minoría norteamericana. La historia se nutre normalmente de documentos, en los que los mexicanos aparecen sólo ocasionalmente y por casualidad, cuando reaccionan o actúan frente a un interés o acción de la sociedad en sentido más amplio. Con la excepción de Nuevo México, no hay ningún registro de los actos de la minoría mexicana en el desarrollo de los eventos económicos y sociales de la historia de los Estados Unidos. Aun los estados fronterizos, hasta hace poco tiempo, estuvieron aislados y alejados de los principales acontecimientos de la historia de los Estados Unidos. Se puede decir que la repentina aparición de los mexicanonorteamericanos en la conciencia americana es sólo un aspecto de la repentina aparición de la región entera en un panorama nacional con estrecha interdependencia.

Principio de la historia de los mexicanos: hasta 1900

La historia de esta minoría comienza cuando los estados fronterizos pasaron a los Estados Unidos. Esto ocurrió por medio de rebelión (en Texas), después de una guerra entre México y los Estados Unidos (Texas, [California] y Nuevo México), y por adquisición (Arizona y Nuevo México). En el período transcurrido entre la Batalla de San Jacinto, en 1836, y la compra Gadsden de 1853, los Estados Unidos adquirieron los actuales estados de Texas y Nuevo México y parte de Colorado, Arizona, Utah, Nevada y California.

En este enorme escenario, en esa época, no había más que un puñado de actores. Si observamos el número aproximado de mexicanos que había en cada uno de esos estados, cuando pasaron a depender de los Estados Unidos, comenzaremos a entender la experiencia diversa de los mexicanos en cada zona. Había quizás 5,000 mexicanos en Texas, 60,000 en Nuevo México, no más de 1,000 en Arizona y tal vez 7,500 a lo largo de California. Existían también algunos poblados en lo que es ahora Colorado, pero muy pequeños, y estaban demasiado aislados para que los tomemos en cuenta.

Generalmente, los pobladores mexicanos se establecieron en forma semejante a las varillas de un gran abanico: penetraron al sudoeste a través de los pasos montañosos y los valles de los ríos. El "abanico" que formaron sus poblaciones abarcó más de 3,200 kilómetros en su extremo norte, pero en muy pocos lugares se extendió más de 240 kilómetros al norte de la frontera mexicana. Estos primeros pobladores españoles establecieron pequeños núcleos cerrados, fáciles de defender, en valles estratégicos en las riberas fértiles y en otras típicas ubicaciones fronterizas. Tres factores casi siempre determinaron la elección del sitio: la existencia de agua, medios de transporte y protección contra los indios merodeadores.

Desde los primeros años fue esencial protegerse de los indios. Bien pudieron haber existido alrededor de 120,000 indios nómadas en estos territorios. Casi todos los indios del siglo XIX, especialmente las tribus más prósperas de apaches, controlaban por la fuerza casi toda esta región, lo que contribuyó a que se aislaran y mantuvieran intactas las poblaciones e instituciones mexicanoespañolas. Carey McWilliams escribe: "De 1848 a 1887 los angloamericanos estuvieron tan preocupados con los indios que disponían de poco tiempo para dedicarse a la colonización de la región o a la explotación de sus recursos." Sobre todo, las interminables emboscadas, batallas y matanzas acaecidas en los territorios de Nuevo México y Arizona hicieron que a los mexicanos les conviniera la protección de tropas norteamericanas. En 1886, el último de los grupos invasores de apaches cruzó la frontera con México o cayó bajo el dominio de los Estados Unidos. Fue entonces cuando pudo empezar la colonización del sudoeste por los angloamericanos.


I Introducción 

II Texas

III Nuevo México 


(Tomado de: W. Moore, Joan - Mexicanos en Estados Unidos (historia de una minoría). Cuadernos Mexicanos, año II, número 92. Coedición SEP/Conasupo. México, D.F., s/f)

lunes, 6 de septiembre de 2021

Tratado de la Mesilla 1853

 


En 1853, en el último gobierno de Santa Anna, James Gadsen, enviado norteamericano a México, consiguió comprar para su gobierno el territorio de La Mesilla. Con él se define la frontera entre los dos países.


Artículo I

La República Mexicana conviene en señalar para lo sucesivo como verdaderos límites con los Estados Unidos los siguientes: Subsistiendo la misma línea divisoria entre las dos Californias, tal cual está ya definida y marcada conforme al Art. V del Tratado de Guadalupe Hidalgo, los límites entre las dos Repúblicas serán los que siguen: comenzando en el Golfo de México, a tres leguas de distancia de la costa, frente a la desembocadura del Río Grande, como se estipuló en el Art. V del Tratado de Guadalupe Hidalgo; de allí, según se fija en dicho Artículo, hasta la mitad del aquel río, al punto donde la paralela del 31°47' de latitud Norte atraviesa el mismo río; de allí cien millas en línea recta al Oeste; de allí al Sur a la paralela del 31°20' de latitud Norte; de allí, siguiendo la dicha paralela del 31°20' hasta el 111° del Meridiano de longitud Oeste de Greenwich; de allí en línea recta a un punto en el Río Colorado, 20 millas abajo de la unión de los Ríos Gila y Colorado, río arriba, hasta donde se encuentra la actual línea divisoria entre los Estados Unidos y México. Para la ejecución de esta parte del Tratado, cada uno de los dos Gobiernos nombrará un Comisario, a fin de que por común acuerdo de los dos así nombrados, que se reunirán en la ciudad de Paso del Norte, tres meses después del canje de ratificaciones de este Tratado, procedan a recorrer y demarcar sobre el terreno la línea divisoria estipulada por este Artículo, en lo que no estuviere ya reconocida y establecida por por la Comisión Mixta, según el Tratado de Guadalupe, llevando al efecto diarios de sus procedimientos y levantando los planos convenientes. A este efecto, si lo juzgaren necesario las Partes Contratantes, podrán añadir a su respectivo Comisario alguno o algunos auxiliares, bien facultativos o no, como agrimensores, astrónomos, etc.; pero sin que por esto su concurrencia se considere necesaria para la fijación y ratificación como la línea divisoria entre ambas Repúblicas, pues dicha línea sólo será establecida por lo que convengan los Comisarios, reputándose su conformidad en este punto como decisiva y parte integrante de este Tratado, sin necesidad de ulterior ratificación o aprobación y sin lugar a interpretación de ningún género por cualquiera de las dos Partes Contratantes.

La línea divisoria establecida de este modo será en todo tiempo fielmente respetada por los dos Gobiernos, sin permitirse ninguna variación en ella, si no es de expreso y libre consentimiento de los dos, otorgando de conformidad con los principios del Derecho de Gentes y con arreglo a la Constitución de cada país respectivamente. En consecuencia, lo estipulado en el Artículo V del Tratado de Guadalupe, sobre la línea divisoria en él descrita, queda sin valor en lo que repugne con la establecida aquí; dándose, por lo mismo, por derogada y anulada dicha línea, en la parte en que no es, conforme con la presente, así como permanecerá en todo su vigor en la parte en que tuviere dicha conformidad con ella.

Artículo II 

El Gobierno de México, por este Artículo, exime al de los Estados Unidos de las obligaciones del Art. XI del tratado de Guadalupe Hidalgo; y dicho artículo y el 33 del tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América, y concluido en México el día 5 de abril de 1831, quedan por éste derogados.

Artículo III 

En consideración a las anteriores estipulaciones, el Gobierno de los Estados Unidos conviene en pagar al Gobierno de México, en la ciudad de Nueva York, la suma de diez millones de pesos, de los cuales, siete millones se pagarán luego que se verifique el canje de las ratificaciones de este Tratado, y los tres millones restantes tan pronto como se reconozca, marque y fije la línea divisoria.

Artículo IV

Habiéndose hecho en su mayor parte nugatorias las estipulaciones de los Artículos VI y VII del Tratado de Guadalupe Hidalgo, por la cesión de territorio hecha en el Artículo I de este Tratado, aquellos dichos Artículos quedan por éste derogados y anulados, y las estipulaciones que a continuación se expresan substituidas en lugar de aquéllas. Los buques y ciudadanos de los Estados Unidos tendrán en todo tiempo libre y no interrumpido tránsito por el Golfo de California para sus posesiones y desde sus posesiones sitas al Norte de la línea divisoria de los dos países; entendiéndose que ese tránsito se ha de hacer navegando por el Golfo de California y por el Río Colorado, y no por tierra, sin expreso consentimiento del Gobierno Mexicano. Y precisamente y bajo todos respectos, las mismas disposiciones, estipulaciones y restricciones quedan convenidas y adoptadas por este Artículo, y serán escropulosamente observadas y hechas efectivas por los dos Gobiernos Contratantes, con referencia al Río Colorado, por la distancia y en tanto que la medianía de ese río queda como su línea divisoria común por el Art. I de ese Tratado. Las diversas disposiciones, estipulaciones y restricciones contenidas en el Art. VII del Tratado de Guadalupe Hidalgo sólo permanecerán en vigor en lo relativo del Río Bravo del Norte, abajo del punto inicial de dicho límite estipulado en el Art. I de este Tratado; es decir, abajo de la intersección del paralelo de 30°47'30" de latitud con la línea divisoria establecida por el reciente Tratado, que divide dicho río desde su desembocadura arriba, de conformidad con el Artículo V del Tratado de Guadalupe.

Artículo VI

No se considerarán válidas ni se reconocerán por los Estados Unidos ningunas concesiones de tierras en el territorio cedido por el Artículo I de este Tratado, de fecha subsecuente al día 25 de septiembre, en que el Ministro y signatario de este Tratado, por parte de los Estados Unidos, propuso al Gobierno de México dirimir la cuestión de límites; ni tampoco se respetarán ni considerarán como obligatorias ningunas concesiones hechas con anterioridad, que no hayan sido inscritas y debidamente registradas en los archivos de México.

Artículo VII

Si en lo futuro (que Dios no permita) se suscitase algún desacuerdo entre las dos naciones, que pudiera llevarlas a un rompimiento en sus relaciones y paz recíproca, se comprometen asimismo a procurar, por todos los medios posibles, el allanamiento de cualquiera diferencia; y si aun de esta manera no se consiguiere, jamás se llegará a una declaración de guerra sin haber observado previamente cuanto en el Artículo XXI del Tratado de Guadalupe quedó establecido para semejantes casos, y cuyo Artículo se da por reafirmado en este Tratado, así como el XXII.

Artículo VIII

Habiendo autorizado el Gobierno Mexicano, en 5 de febrero de 1853, la pronta construcción de un camino de madera y de un ferrocarril en el Istmo de Tehuantepec, para asegurar de una manera estable los beneficios de dicha vía de comunicación a las personas y mercancías de los ciudadanos de México y de los Estados Unidos, se estipula que ninguno de los dos Gobiernos pondrá obstáculo alguno al tránsito de personas y mercancías de ambas naciones y que, en ningún tiempo, se impondrán cargas por el tránsito de personas y propiedades de ciudadanos de los Estados Unidos, mayores que las que se impongan a las personas y propiedades de otras naciones extranjeras, ni ningún interés en dicha vía de comunicación o en sus productos se transferirá a un Gobierno extranjero.

Los Estados Unidos tendrán derecho de transportar por el Istmo, por medio de sus agentes y en valijas cerradas, las malas de los Estados Unidos que no han de distribuirse en la extensión de la línea de comunicación; y también los efectos del Gobierno de los Estados Unidos y sus ciudadanos, que sólo vayan de tránsito y no para distribuirse en el Istmo, estarán libres de los derechos de Aduana u otros impuestos por el Gobierno Mexicano. No se exigirá a las personas que atraviesen el Istmo, y no permanezcan en el país, pasaportes ni cartas de seguridad.

Cuando se concluya la construcción del ferrocarril, el Gobierno Mexicano conviene en abrir un puerto de entrada además del de Veracruz, en donde termine dicho ferrocarril en el Golfo de México, o cerca de ese punto.

Los dos Gobiernos celebrarán un arreglo para el pronto tránsito de tropas y municiones de los Estados Unidos, que este Gobierno tenga ocasión de enviar de una parte de su territorio a otra, situadas en lados opuestos del Continente.

Habiendo convenido el Gobierno Mexicano en proteger con todo su poder la construcción, conservación y seguridad de la obra, los Estados Unidos de su parte podrán impartirle su protección, siempre que fuere apoyado y arreglado al Derecho de Gentes.


(Tomado de: Matute, Álvaro - Antología. México en el siglo XIX. Fuentes e interpretaciones históricas. Lecturas Universitarias #12. Universidad Nacional Autónoma de México, Dirección General de Publicaciones, México, D.F., 1981)




viernes, 11 de diciembre de 2020

Ataque a Santa Isabel y Columbus, 1916

 

Santa Isabel y Columbus

Alberto Salinas Carranza

[Salinas Carranza, Alberto. La expedición punitiva. Prol. Luis Cabrera; Juicio crítico: Isidro Fabela. México, Ediciones Botas, 1936. 430p. p. 80-81, 101-104]

(Villa)... siguiendo la táctica que tan buenos resultados le diera más tarde, dispersó sus tropas, señalándoles fecha y lugar lejanos para volver a reunirse. "Las pequeñas columnas al mando de jefes valientes y leales a Villa, incursionaron por diferentes rumbos mientras se llegaba la fecha fijada por su jefe. Sorprendían pequeños destacamentos, asaltaban trenes, ocupaban puntos alejados de las vías férreas y descansaban en sitios conocidos por ellos, para luego volver a operar en mayor escala, hasta que nuevamente derrotados volvían a desbandarse.

En uno de los asaltos a los trenes de pasajeros, encontraron a 18 extranjeros de los cuales 15 eran ciudadanos americanos; mineros que se dirigían a la región de Cusihuiriáchic, estado de Chihuahua, región en donde los villistas habían estado alejados y que el gobierno no suponía en tranquilidad. Los villistas en realidad estaban a muchas leguas del sitio del asalto, pero conociendo el horario de los trenes, sabían a qué hora pasaba tal o cual convoy por determinado punto. El día anterior (9 de enero, 1916), Rafael Castro y Pablo López, dos de los más leales lugartenientes de Villa, a trote y galope, sin descansar un instante, caminaron toda la tarde y toda la noche. El alba encontró a los dos lugartenientes cabalgando aún a la cabeza de los suyos, hasta que por fin llegaron a la vía férrea con la caballada casi destrozada y la tropa llena de fatiga. Casi al mismo tiempo se dejó ver a lo lejos el humo de una locomotora.

Los mineros americanos habían obtenido el siguiente salvoconducto del gobernador de Chihuahua. Está fechado este documento en la capital de aquel estado, el día 3 de enero de 1916, y dice así: 

"He de merecer a las autoridades civiles y militares respeten en sus personas e intereses, al señor C. R. Watton, persona conocida y honorable, y desligada de toda participación política en el país."

Los villistas detuvieron el tren y abordaron el convoy enseguida, pasando por las armas a los extranjeros, cosa que hicieron frente al resto del pasaje, advirtiendo, además, que aquello no era sino el principio de su venganza.

Este incidente lamentable es conocido con el nombre de caso de Santa Isabel, por haber sido cerca de dicho punto en donde se cometió el atentado...

... Villa reunió sus efectivos en Las Cruces, Chih., en donde arengó a las tropas y les anunció que se acercaba a la frontera para atacar algún poblado americano, pero sin especificarles el punto preciso.

Los jefes subalternos que mandaban las diferentes columnas , Candelario Cervantes, Pablo López, Francisco Beltrán y Martín López, estuvieron de acuerdo y acogieron con entusiasmo el anuncio.

El día 3 de marzo salió la fuerza villista, efectuando una marcha nocturna, hacia San Miguel de Babícora. En este punto permanecieron los villistas en descanso durante todo el día 4 y por la noche emprendieron la marcha hacia Chahuichupa, a donde llegaron la madrugada del 5. También descansó la fuerza durante el día, emprendiendo por la noche la marcha a un rancho perteneciente a Ojitos a donde llegaron el día 6, y por último el día 8 descansaron en Boca Grande, habiendo emprendido la marcha hacia Columbus al anochecer. Cerca de este punto capturaron a un negro llamado Tomás, que les sirvió como guía hasta las propias goteras de Columbus.

El pueblo de Columbus se encuentra situado a unos cuatro kilómetros al Norte de la línea internacional. Una vía de ferrocarril y un camino carretero se cruzan perpendicularmente en pleno pueblo, dividiéndolo en cuatro sectores. La línea férrea corre de Oriente a Poniente; el camino carretero sigue en dirección de Norte a Sur. La mayor parte de las casas habitación y comerciales, quedan en el sector Noroeste; las construcciones militares en el Sureste.

Habiendo marchado Villa toda la noche, pasó la línea a unos cuatro kilómetros al Oeste de la garita internacional, sabedor que en ella había un corto destacamento de soldados federales mexicanos. Una vez en suelo americano, siguió rumbo al Este, deteniéndose en un punto conveniente, desde donde dividió a su gente en dos grupos: uno que debería atacar al pueblo de Oeste a Este, y otro, al campamento militar, siguiendo la dirección Noroeste.

Villa personalmente con 40 hombres, permaneció en las afueras de la ciudad cuidando la caballada encadenada, pues el ataque se llevó a cabo pie a tierra, por órdenes expresas del guerrillero.

Villa no intentaba posesionarse de Columbus; sabía que estaba defendida por unos 300 hombres, que constituían un efectivo más o menos igual al suyo. Su fin era provocar, con un albazo, un conflicto internacional, y luego huir; nada más.

Encontró la situación más fácil de lo que había supuesto y sus tropas penetraron hasta el corazón del pueblo, prendiendo fuego a dos manzanas.

Villa intentaba también detener el tren que corre entre Douglas, Arizona y El Paso, Texas, tren que sabía pasaba en la madrugada por la ciudad de Columbus, habiéndose escapado por mera casualidad, pues las tropas villistas vieron pasar dos trenes a corta distancia, momentos antes de que llegaran a la vía.

En uno de los tres, viajaban don Luis Cabrera, ministro de Hacienda del gobierno del señor Carranza y don Roberto Pesqueira. El licenciado Cabrera, unas cuantas semanas antes se había embarcado en Manzanillo, hasta donde lo acompañó el señor Carranza, y luego se dirigió a Hermosillo para asistir al matrimonio del general Obregón. Cabrera estuvo en el matrimonio del general citado, en Hermosillo, lo mismo que en el de Aarón Sáenz, que se llevó a cabo en Culiacán, Sin. Visitó el estado de Sonora, acompañado por el general Calles, y habiendo terminado su jira, se dirigía hacia El Paso, para luego volver a la ciudad de México.

Cuando Cabrera y Pesqueira llegaron a El Paso, tuvieron conocimiento de los acontecimientos de Columbus, sorprendiéndose por supuesto grandemente, pues hacía apenas unas cuantas horas habían pasado por dicho punto sin haber notado novedad alguna.

Los americanos se defendieron primero con fuego de fusilería y casi al último con ametralladoras, hasta que los asaltantes se retiraron sin ser perseguidos. En el encuentro murieron siete soldados americanos y siete civiles, habiendo sido mayor el número de heridos.

Los villistas tuvieron también pocas bajas, puesto que no asaltaron posición alguna, sino que se concretaron a entrar al pueblo, hasta donde encontraron resistencia.

La mayor parte de las bajas villistas fueron ocasionadas por el resplandor del incendio, pues teniendo que operar precisamente en la parte de la ciudad iluminada por las llamas, ofreció esta circunstancia un magnífico blanco a las tropas defensoras.

Algunos villistas que estuvieron en el asalto, están de acuerdo en afirmar que ellos no incendiaron aquella parte de la población, precisamente por considerar poco estratégica tal medida. En cambio, hacen notar que los incendios se iniciaron todos en la parte interior de los establecimientos comerciales, con lo que quieren decir que los propietarios mismos, aprovechándose de la ocasión, incendiaron sus establecimientos a fin de poder cobrar el seguro.

Pablo López, el asaltante de Santa Isabel, salió herido de ambas piernas.

El primer soldado americano muerto, fue uno que estaba de centinela en la propia comandancia del 13°. regimiento de caballería.

El coronel Slocum dice que, según confesión del propio Villa, sus pérdidas fueron de 190 hombres. Esto no es cierto; pero si realmente hubo ese número de mexicanos muertos, deben haber sido pobres gentes del pueblo, en quienes se vengaron los americanos.

Cuando los habitantes de Columbus, en su mayor parte mexicanos, se dieron cuenta del asalto, comprendieron que al cesar el fuego, las autoridades americanas podrían hacerlos responsables, suponiéndolos cómplices. Por está razón, al retirarse los villistas, muchos vecinos, casi todos a pie, se agregaron a los villistas.

De un contingente de 400 combatientes, no pudo haber jamás 190 bajas. Es tan absurda la versión, que no merece la pena ocuparse de ello. Además, no hubo precisamente combate, ni asalto, ni contra-ataque, ni toma o defensa de zona o edificio alguno.

Cuando amaneció, los villistas permanecían a la vista del pueblo, sin gran prisa por huir. Desde la colina Coots, situada al Oeste de Columbus, estuvieron cambiando algunos disparos con las tropas defensoras al mando personal del coronel Slocum.

Si Villa se hubiera visto en situación difícil, en la madrugada, o hubiera creído peligroso para sus fuerzas el movimiento que durante el día se organizara para perseguirlo, habría huído a toda prisa desde el amanecer.

(Tomado de: Contreras, Mario, y Jesús Tamayo - Antología. México en el siglo XX, 1913-1920, textos y documentos. Tomo 2. Lecturas Universitarias #22. Dirección General de Publicaciones UNAM, 1983)

miércoles, 5 de junio de 2019

Estados perdidos de México y la esclavitud




Los estados perdidos por México y la esclavitud

Una fase del movimiento antiesclavista [norteamericano] incluía la ayuda, para que escaparan esclavos durante la noche, a refugios seguros en el Norte, o, a través de la frontera, en el Canadá. Una red elaborada de rutas secretas para los fugitivos, conocida como “el ferrocarril subterráneo”, se estableció firmemente poco después de 1830 en todas las regiones del Norte. Las operaciones que tuvieron mayor éxito ocurrieron en el territorio del antiguo Noroeste. Solamente en Ohio se estima que no menos de 40,000 fugitivos esclavos escaparon hacia la libertad en los años de 1830 a 1860. En número de las sociedades locales antiesclavistas aumentaron a tal grado que en 1840 existían 2,000, con una totalidad de cerca de 2000,000 miembros.

A pesar de que el único objetivo de los abolicionistas activos era convertir a la esclavitud en un problema de conciencia para cada hombre y mujer, la gente del Norte, en conjunto, se mantenía aislada de cualquier participación en el movimiento antiesclavista. Ocupados como estaban con sus propios problemas, opinaron que la esclavitud era un asunto que los habitantes del Sur tenían que resolver por medios propios. Les parecía que la agitación desenfrenada de los fanáticos antiesclavistas amenazaba la integridad de la Unión, cosa mucho más importante para ellos que la abolición de la esclavitud. No obstante, en 1845, la adquisición de Texas y, poco después, las ganancias territoriales en el Suroeste como resultado de la guerra con México, convirtió el problema moral de la esclavitud en una cuestión política candente. Hasta ese momento, había parecido que la esclavitud se limitaría a regiones donde ya existía. Se le habían marcado sus límites por medio del Tratado de Misurí de 1820 y no había tenido oportunidad de traspasarlos. Pero ahora, con nuevos territorios anexados a la Unión, que parecían apropiados para una economía esclavista, la expansión de la “industria peculiar” nuevamente se convertía en una probabilidad real.


Muchos habitantes del Norte creían que, si la institución se mantenía dentro de límites cerrados, con el tiempo entraría en decadencia y moriría. Para justificar su oposición a la anexión de nuevos Estados esclavistas, señalaron, como precedentes obligatorios, las declaraciones de Washington y Jefferson y el Decreto de 1787 que prohibía la extensión de la esclavitud al Noroeste. Como en Texas ya existía la esclavitud, fue aceptada en la Unión, naturalmente, como un estado esclavista. Pero California, Nuevo México y Utah no lo tenían. Cuando los Estados Unidos, en 1846, se disponían a adquirir esas regiones, cuatro grupos principales hicieron sugestiones que entraban en conflicto entre sí. Los extremistas del Sur pretendían que todo el territorio adquirido de México pasara a los propietarios de esclavos. Los norteños, decididamente antiesclavistas, exigían que todas las nuevas regiones se cerraran a la esclavitud. Un grupo de hombres moderados sugirieron que se extendiera la línea del Tratado de Misurí hasta el Pacífico, con estados libres al Norte de ella y con estados esclavistas al Sur. Otro grupo moderado propuso que el problema se dejara a la “soberanía popular”, es decir, que el gobierno autorizara a los colonizadores a establecerse en el nuevo territorio con o sin esclavos, como quisieran, y cuando llegara el tiempo de convertir aquella región en estados, la gente misma diera solución al problema. Cada vez más, el peso de la opinión pública del Sur se inclinaba por el punto de vista de que la esclavitud tenía derecho a existir en todos los territorios; y cada vez más la opinión del Norte se inclinaba por el punto de vista de que no tenía el derecho de existir en ninguno. En 1848, cerca de 300,000 hombres votaron por los candidatos de un Partido de Tierra Libre que declaraba que la mejor política era “limitar, localizar y desanimar la esclavitud”.



El descubrimiento de oro en California, en enero de 1848, precipitó un torrente de buscadores de oro de todas las partes del mundo, que hicieron un total de más de 80,000 inmigrantes en el año de 1849. California se convirtió en un problema muy serio, pues forzosamente el Congreso tendría que determinar la situación política de esta nueva entidad antes de que pudiera establecerse un gobierno legal. Las esperanzas de la nación estaban puestas en el senador Henry, que, en dos ocasiones, en tiempos de crisis, había salido avante con arreglos mediadores. Esta vez, solventó de nuevo, una disputa regional peligrosa, con un plan bien trazado. Su transacción (después de ciertas modificaciones hechas por el Congreso) proponía, entre otras cosas, que se admitiera a California como un estado con una constitución de territorio libre (es decir, que se prohibiera la esclavitud), mientras que el resto de la nueva anexión se dividiera en dos territorios, el de Nuevo México y el de Utah, y que se constituyeran sin hacer mención de la esclavitud; que las reclamaciones de Texas sobre una parte de Nuevo México se satisfacieran con el pago de diez millones de dólares; que se estableciera una maquinaria más efectiva para capturar esclavos prófugos y regresarlos a sus amos; y que el comercio de esclavos (pero no la esclavitud) se aboliera en el Distrito de Columbia. Estas medidas -famosas en la historia norteamericana como el “Convenio de 1850”- fueron aprobadas, y el país respiró lanzando un suspiro de sincero alivio.

Durante tres cortos años, pareció que esta transacción había arreglado casi todas las diferencias. No obstante bajo la superficie, la tensión permanecía y crecía. La nueva Ley relativa a Esclavos Fugitivos ofendió profundamente a muchos norteños. Rehusaron tomar parte en la captura de esclavos, y, en cambio, ayudaron a los fugitivos a escapar. El “Ferrocarril Subterráneo” llegó a ser más eficiente y descarado en llevar a muchos a lugar seguro.

(Tomado de: Whitney, Frances - Síntesis de la historia de los Estados Unidos [An outline of american history]. Colección El mundo de hoy. Editorial Limusa-Wiley, S. A. México, D. F., 1966)

miércoles, 18 de julio de 2018

Arizona

Arizona



Por decreto del 3 de mayo de 1865, Maximiliano creó el departamento de este nombre, uno de los cincuenta en que se dividió el Imperio. Tenía la siguiente demarcación: “Confina al norte con los estados Unidos de América; al este y al sur con el departamento de Sonora y al oeste con el mar de Cortés y el departamento de California, del cual está dividido por la corriente del río Colorado. Su capital: El Altar”.

(Tomado de: Enciclopedia de México)

viernes, 1 de junio de 2018

Juan Bautista de Anza

Juan Bautista de Anza





Nació en el Presidio Fronteras y murió en Arizpe, ambos en la provincia de Sonora (1734-1788). Se inició en la milicia, en el propio cuartel donde nació, hijo del militar del mismo nombre que participó en la colonización de Chihuahua, el 1° de julio de 1755. Estuvo al frente de la compañía presidial de Tubac. Formó parte de cinco expediciones contra los seris. Fue de los oficiales encargados de expulsar a los jesuitas de la Provincia. En 1772, ante el avance de rusos e ingleses sobre California, planteó al virrey Bucareli la conveniencia de abrir un camino terrestre de Sonora a la Alta California. El 17 de septiembre de 1773 se le dio la autorización y partió de Tubac, Arizona, el 8 de enero de 1774; llegó al Río Colorado, a las costas del Pacífico (15 de marzo) y al puerto de Monterrey (18 de abril), tras una escala en la misión de San Gabriel (fundada por fray Junípero Serra). Regresó a Tubac el 27 de mayo, después de haber recorrido 594 leguas.



Se le ascendió a teniente coronel. En México entregó al virrey Bucareli el Diario de su viaje. Volvió al noroeste para organizar otra expedición, ahora hasta Monterrey y San Francisco, llevando cientos de familias a través del desierto en busca de un lugar adecuado para fundar un presidio. Esta ha sido la migración mayor por tierra de una colonia en la historia de Norte América, antes de la colonización de Oregón. Semejante hazaña fue llamada la Anábasis de la historia de California. En 1777 se le nombró comandante de Sonora y gobernador de la Provincia de Nuevo México.



A su iniciativa se debe el levantamiento del plano de la Provincia por el cadete Bernardo de Miera. Organizó una nueva expedición para comunicar Nuevo México con Sonora, desde Santa Fe a la ciudad de Arizpe. En 1784 se le separó del gobierno acusado de malos manejos, pero 2 años después se le reivindicó. Tuvo el mando de la Compañía Presidial de Tucson hasta su muerte. Los trabajos de exploración y colonización de Anza han sido ampliamente estudiados por los historiadores norteamericanos; Bowman y Heizer, por ejemplo, escribieron Anza and the Northwest Frontier of New Spain (Los Ángeles, 1967).


(Tomado de: Enciclopedia de México)