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viernes, 8 de noviembre de 2019

Cuitláhuac


Décimo rey de los mexicanos, hermano de Moctezuma II. Fue señor de Iztapalapa y dirigió la expedición para someter a los mixtecos (1506). A la llegada de los españoles a México-Tenochtitlan fue hecho prisionero junto con otros nobles, pero se le puso en libertad, después de la matanza del templo Mayor organizada por Alvarado (junio de 1520), para que convenciera a la población de que cesara su hostilidad y restableciera el servicio del mercado. Hizo, sin embargo, lo contrario: organizó al pueblo para la guerra, mandó embajadores a solicitar la ayuda de sus aliados, propuso a Tlaxcala, Cholula y Michoacán una alianza contra los invasores, y batió a los españoles, durante la retirada de éstos, conocida como la Noche Triste (30 de junio). Muerto Moctezuma, acaso porque Cortés le atribuyó responsabilidad en la conducta de Cuitláhuac, fue electo soberano por el consejo indígena y subió al trono el 7 de septiembre. Su coronación se celebró con gran suntuosidad: en su honor y en el de los dioses se sacrificó a los prisioneros españoles. Murió el 25 de noviembre, víctima de la viruela traída por los soldados de Narváez. Según bernal Díaz del Castillo, los mexicanos lo creían “buen rey y no de corazón tan flaco como Moctezuma”. Las obras de defensa de la ciudad, iniciadas por él, fueron continuadas por Cuauhtémoc.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Tomo III, Colima-Familia; México, D.F. 1977)



lunes, 4 de noviembre de 2019

Bernal Díaz del Castillo


Nació en Medina del Campo, España, entre 1492 y 1493; murió en la ciudad de Guatemala hacia 1585. Pasó al Nuevo Mundo como soldado de Pedrarias Ávila o Pedro Arias de Ávila, gobernador de Tierra Firme (Nicaragua-Costa Rica). Fue a Cuba y participó en las expediciones de Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalba (1517-1518), y se alistó en la de Hernán Cortés. Al lado de Pedro de Alvarado, quien era su jefe inmediato, fue testigo y actor de la conquista, desde la salida del puerto de Santa María, el 18 de febrero de 1519, hasta la malaventurada expedición de las Hibueras (Honduras). Participó en los principales acontecimientos, presenció la sangrienta matanza de Cholula, vio la prisión de Moctezuma II, sufrió la derrota de la Noche Triste, tomó parte en el sitio y toma de México-Tenochtitlan y fue testigo del tormento de Cuauhtémoc. En más de una ocasión escapó milagrosamente de la muerte, y salió herido en la garganta en un ataque a Texcoco. Residió por algún tiempo en la Villa del Espíritu Santo de Coatzacoalcos, donde fue regidor. Embarcó a España en 1539 con el propósito de hacer valer sus derechos obtenidos en la conquista y con no poco trabajo consiguió que se le hiciera merced de un corregimiento en Soconusco. Volvió a México en 1541, y como la suerte le fuera adversa, resolvió ir a la ciudad de Santiago de Guatemala. En 1551 viajó por segunda vez a España, solicitando premios e implorando justicia, hasta lograr un corregimiento en la capital de Guatemala, en donde vivió el resto de sus días. Ya viejo, en 1568 terminó su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, en estilo “rudo y selvático”, según la calificó Marcelino Menéndez y Pelayo. Sin embargo, es una obra única en su género dentro de todas las literaturas. Cautiva tanto por la pujante rudeza de su estilo, cuanto por lo que el relato mismo tiene de deslumbrador y pintoresco. Presenta un cuadro completo de la conquista: sucesos, pormenores minuciosos, anécdotas, dichos célebres, descripciones de lugares, retratos de personajes, juicios, críticas punzantes, relaciones de peligros y fatigas, todo consignado con gran sencillez y sinceridad. Así como las obras de López de Gómara, Gonzalo de Illescas y Leonardo de Argensola exaltan a Cortés, atribuyéndole la gloria de la conquista, Díaz del Castillo hace hincapié en los méritos de los soldados y reivindica para la hueste el valor heroico de aquella hazaña. La razón que movió a Bernal Díaz a escribir su Historia fue la de rectificar a Francisco López de Gómara, teniendo a la vista su Historia General de las Indias. La obra de Bernal Díaz se publicó en Madrid en 1632 por fray Alonso Remón, cronista general de la Orden de la Merced, quien utilizó una copia enviada por el autor a España. Remón añadió al texto el relato de los hechos que supuso realizados por el mercedario Bartolomé de Olmedo, algunos recortes y ajustes, una conclusión, un epítome y el texto continuado -a causa de su muerte- por fray Gabriel Ardazo de Santander, obispo de Otranto. Una segunda edición se hizo en Madrid (1632-1665), a la que se añadió otro capítulo, “que es el último del original”. A partir de entonces se ha publicado muchas veces, utilizando el manuscrito original que existe en Guatemala. Son las más conocidas las ediciones de Rivadeneyra (Madrid, 1906), Espasa Calpe (1942 y 1955), Genaro García (1904) y Porrúa (1960). Ha sido traducida, además, al francés, inglés, alemán y búlgaro. v.Luis González Obregón: El capitán Díaz del Castillo, conquistador y cronista de Nueva españa. Noticias biográficas y bibliográficas (1894-1898); Genaro García: “Bernal Díaz del Castillo. Nota bio-bibliográfica” en Anales del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología (1903); Alberto María Carreño: Bernal Díaz del Castillo, descubridor, conquistador y cronista de Nueva España (1946); Jacinto Hidalgo: “El ideario de Bernal Díaz”, en Revista de Indias (Madrid, 1948); y Herbert Cervin: Bernal Díaz del Castillo. Historian of the Conquest (Norman, Okla., 1963).

(Tomado de: Enciclopedia de México, Tomo III, Colima-Familia; México, D.F. 1977)





jueves, 7 de febrero de 2019

De Anáhuac a la Nueva España




El nombre de una de las naciones más pujantes del mundo contemporáneo, la mayor de lengua española, es México. En tanto que Argentina, Brasil, Venezuela, Colombia y Bolivia tienen nombre europeos (argento, brasa, Venecia, Colón, Bolívar), México (como Canadá, Nicaragua, Perú, Uruguay y Chile) es voz que procede de un idioma aborigen de América.

Documentos antiguos y descubrimientos recientes nos permiten aclarar sobre bases científicas la etimología de México, objeto de controversias desde la época prehispánica.

El territorio que hoy, grosso modo, ocupa el mapa de la República Mexicana, se llamó Anáhuac (“rodeado de agua”, “junto al agua”) en la época anterior a la conquista, y Nueva España desde la conquista hasta los albores de su independencia (segunda década del siglo XIX). Juan de Grijalva dio este nombre a la tierra que descubrió en 1518, es decir, a la costa “mexicana” del Golfo de México hasta Cabo Rojo. Hernán Cortés adoptó el año siguiente, al iniciar la conquista, la denominación de Grijalva.

“En una nao que de esta Nueva España (…) despaché el 16 de julio de 1519…”

(Segunda Carta de Relación a Carlos V, fechada el 30 de octubre de 1520).

En la misma Carta, Cortés propone e impone al emperador el nombre elegido:

"Por lo que yo he visto e comprendido acerca de la similitud que toda esta tierra tiene a España, así en la fertilidad como en la grandeza y fríos que en ella hace y en otras muchas cosas que la equiparan a ella, me parece que el más conveniente nombre para esta dicha tierra era llamarse la Nueva España del Mar Océano, y así en nombre de vuestra majestad se le puse aqueste nombre. Humildemente suplico a vuestra alteza lo tenga por bien y mande que se nombre así."

Con todo, también en la dos veces citada Carta de Relación, está mencionada la voz indígena que habrá de convertirse, tres siglos más tarde, en el nombre de Anáhuac independiente: México. Cortés dice que México es una provincia en la cual se halla la ciudad de Temixtitan.

Emperador de la América mexicana

En otra carta a Carlos V, escrita ya después de la conquista, Cortés llama a la capital azteca Mexico Temixtitla. Emplea, pues, la palabra Mexico (llana y con el sonido silbante que tenía la equis entonces: es decir Meshicco), como la oía pronunciar a su intérprete, la Malinche. Por obvias razones políticas, Cortés estableció la capital de la Nueva España en el área de la destruida metrópoli indígena. Es posible que los españoles prefirieran usar el nombre de Mexico (Meshico) debido a la resonancia del imperio mexica (meshícatl) del cual eran los herederos. La circunstancia decisiva por la cual México ha prevalecido sobre Tenochtitlan es su pronunciación más fácil para los hispanohablantes y su brevedad, que aumenta cuando México se vuelve esdrújulo. (Meshico se vuelve Méshico).

Al independizarse la colonia del dominio español, obviamente la nueva nación no podía seguir llamándose “Nueva España”. En 1821 los soldados de Iturbide proclamaron a éste “Emperador de la América Mexicana”; dos años más tarde se promulgó la constitución de los Estados Unidos Mexicanos. El nombre de la capital se volvió definitivamente el del país: México.

Pero México es, además, el nombre de una de las entidades federativas; ampara, pues, la capital metropolitana, el estado y la nación entera. Es nombre uno y trino.

(Tomado de: Gutierre Tibón - Historia del nombre y de la Fundación de México. Fondo de Cultura Económica, Sección de Obras de Historia, México, D.F., 1975)