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jueves, 10 de octubre de 2019

Huelga de Cananea, 1906


Desde principios del año de 1906 comenzó la agitación obrera. Lázaro Gutiérrez de Lara, que sostenía relaciones epistolares con Ricardo Flores Magón, enemigo del régimen porfirista y que entonces publicaba en los Estados Unidos el periódico Regeneración, organizó el “Club Liberal de Cananea” en la población del mismo nombre. Los miembros del club no sólo sostenían ideas políticas opuestas al gobierno, sino también principios de transformación nacional, de honda transformación tendiente a mejorar las condiciones económicas y culturales del pueblo mexicano.
En Cananea había descontento entre los trabajadores de la empresa norteamericana que explotaba las minas de cobre: The Cananea Consolidated Cooper Company, tanto por los bajos salarios como por los malos tratos que recibían del personal norteamericano y en particular de algunos capataces. La situación era cada vez más difícil y la tirantez de relaciones aumentaba cada día entre obreros y patrones. Al fin, la huelga comenzó el 1° de junio de aquel año. Los dos principales dirigentes del movimiento fueron los trabajadores Manuel M. Diéguez y Esteban B. Calderón. 
Al día siguiente de iniciada la huelga, los obreros presentaron a la empresa un pliego de peticiones que el abogado de la misma calificó de absurdas. Y bien vale la pena reproducir aquí tan importante documento histórico:

MEMORANDUM

1. Queda el pueblo obrero declarado en huelga.

2. El pueblo obrero se obliga a trabajar sobre las condiciones siguientes:

I. La destitución del empleo del mayordomo Luis (nivel 19).

II. El mínimo sueldo del obrero será cinco pesos, con ocho horas de trabajo.

III. En todos los trabajos de la “Cananea Consolidated Cooper Co.”, se ocuparán el 75% de mexicanos y el 25% de extranjeros, teniendo los primeros las mismas aptitudes que los segundos.

IV. Poner hombres al cuidado de las jaulas, que tengan nobles sentimientos para evitar toda clase de irritación.

V. Todo mexicano, en los trabajos de esta negociación, tendrá derecho a ascenso, según se lo permitan sus aptitudes.

Aquí es preciso señalar el hecho de que fueron los mineros de Cananea los primeros que en México lucharon por conquistar la jornada de ocho horas y un salario mínimo suficiente para satisfacer, dentro de marcos humanos, las necesidades del trabajador y de su familia; fueron los primeros mártires de noble cruzada, héroes anónimos, precursores de la revolución social que había de transformar la fisonomía de la nación. 
el 1° de junio por la tarde se organizó una ordenada manifestación de tres mil trabajadores de la empresa minera. Desfilaron por las calles de la población hasta la maderería de la Cananea Cooper, para invitar a los obreros que aún seguían trabajando a unirse al movimiento. Éstos lo hicieron desde luego, provocando la ira de los jefes norteamericanos. Los hermanos Metcalf, desde un balcón, arrojaron agua con una manguera sobre los manifestantes.
La respuesta fue una lluvia de piedras y la contrarrespuesta un tiro que mató instantáneamente a un obrero. La lucha comenzó. Los dos hermanos Metcalf y diez trabajadores mexicanos murieron en el primer encuentro. La lucha se reanudó en más de una ocasión durante ese día y el siguiente. De un lado el gobernador del Estado de Sonora, Rafael Izábal, que había llegado a Cananea con alrededor de cien hombres, las autoridades locales, los empleados extranjeros de la compañía, y 275 soldados norteamericanos al mando del coronel Rining, que había cruzado la frontera a petición del acobardado e imbécil mandatario sonorense. Del otro lado los cinco mil trescientos trabajadores de las minas de cobre. Aquéllos, perfectamente armados; éstos, prácticamente inermes. Es cierto que asaltaron los montepíos y se apoderaron de algunos rifles, escopetas y pistolas, más bien pronto se les agotó el parque y se quedaron indefensos.
Perdieron los obreros. Las amenazas del jefe de las armas, general Luis E. Torres, de enviar a los huelguistas a pelear en contra de la tribu yaqui, por una parte, y por la otra el hambre, los obligaron a regresar al trabajo. Manuel M. Diéguez, Esteban B. Calderón y José María Ibarra fueron aprehendidos y sentenciados a sufrir quince años de prisión en el castillo de San Juan de Ulúa, la espantosa y subhumana cárcel adonde el porfirismo arrojaba a sus víctimas. Así, a sangre y fuego, con mano de hierro, se creyó que podían contenerse las legítimas aspiraciones de la masa trabajadora. Se ignoraba que causa que tiene mártires es causa que triunfa; a veces desde luego y en ocasiones después de largo tiempo; pero siempre, siempre, la sangre injustamente vertida se transforma en simiente que germina en nuevos anhelos y rebeldías. La historia de México lo comprueba plenamente.     


(Tomado de: Silva Herzog, Jesús - Breve historia de la Revolución Mexicana. *Los antecedentes y la etapa maderista. Colección Popular #17, Fondo de Cultura Económica; México, D.F., 1986)


sábado, 6 de abril de 2019

Escándalos huelguistas en Cananea, 1906

Escándalos huelguistas en Cananea


Muertos y heridos


Incendio de depósitos de maderería


Los trabajadores mexicanos apedrean a sus capataces americanos


El gobernador Izábal en el lugar de los sucesos, y el general Torres, jefe de las armas en marcha con fuerzas bastantes para restablecer el orden y garantizar la vida y la propiedad


El Imparcial, domingo 3 de junio de 1906


Desde anteayer por la noche, y la madrugada de ayer, se estuvieron recibiendo en esta capital noticias de graves desórdenes ocurridos en Cananea, importante centro minero del Estado de Sonora. En posesión de datos fidedignos sobre el asunto, podemos relatar los hechos en la forma siguiente:


Desde hace varios días, un grupo de obreros mexicanos,de los que trabajan en la gran empresa minera allí establecida, sabedores de que su jornal, que juzgan inferior al que ganan sus compañeros americanos, iba a ser disminuido aún, venían preparando una huelga, a la que no faltaron iniciadores de mala fe, con es común en esta clase de conflictos.


No habiendo podido obtener el aumento de salario que deseaban, resolvieron, por fin, antes de ayer, declararse formalmente en huelga. Los organizadores de la huelga fueron de preferencia los mineros, quienes suspendieron sus trabajos. Pero los operarios de otros talleres, que no simpatizaban con el movimiento huelguista, continuaron sus labores como de costumbre. Los huelguistas decidieron entonces presentarse en los talleres, especialmente en la maderería, que es muy vasto, para hacer que sus compañeros abandonaran el trabajo.


Los empleados principales de la maderería, que son, en su mayor parte, americanos, al ver acercarse al grupo de los huelguistas, hicieron fuego sobre ellos, e hirieron a dos, entablándose un combate entre los americanos y los huelguistas, quienes no iban armados, y se proveyeron de piedras, con las que atacaron a los empleados americanos que sobre ellos habían disparado. Resultaron muertos en este conflicto, dos empleados americanos, los hermanos Metcalf, que recibieron una verdadera lluvia de piedras. Hubo también otros heridos y contusos, cuyo número se ignora.


Después de este incidente, los huelguistas, rechazados a balazos, se dispersaron por la población sin abandonar su actitud, ya francamente agresiva, y procuraron armarse. Los americanos se reunieron y persiguieron a los huelguistas por las calles. Según se sabe, hubo como diez muertos y muchos heridos. Los huelguistas, al retirarse, prendieron fuego a unos depósitos de madera situados al norte de Cananea, y el incendio fue tan aparatoso, que pudo ser visto a larga distancia y causó alarma, pues se creyó en Douglas, Arizona y en otras poblaciones cercanas, que todo Cananea estaba ardiendo.


Desde los primeros momentos, las autoridades de Cananea, que no tenían fuerza suficiente para reprimir el desorden, pidieron auxilio a la capital del Estado. El señor gobernador Izábal organizó inmediatamente una fuerza de infantería y caballería que marchara al lugar de los hechos.


Desde otro lado de la frontera, en Douglas, Arizona, donde se tuvo noticia desde luego de los acontecimientos, se reunieron voluntarios que ofrecieron sus servicios a las autoridades mexicanas, creyendo que se trataba de una calamidad más seria o de un conflicto más grave. Estos servicios, naturalmente, no fueron aceptados por el Gobierno local.


Por su parte, el general Luis E. Torres, jefe de las armas en Sonora, organizó también fuerzas de auxilio, que están ya en camino.




Nuestro corresponsal nos ha remitido lo siguiente:


Cananea, junio 2.


Ayer la multitud de trabajadores fueron a la maderería, pidiendo la salida de los que trabajaban allí; recibió por contestación tiroteo de los americanos, donde hubo los primeros dos heridos. Allí resultaron muertos a pedradas dos jefes Metcalf, hermanos, porque ningún mexicano tenía arma; al seguir los huelguistas por las calles y en el centro de población, sobre casas de familias mexicanas, andando en automóviles y a caballo muchos americanos armados, disparaban a todos los rumbos. Hasta esta hora hay quince muertos mexicanos y algunos heridos, entre ellos un niño, que salía de la escuela. Se teme habrá más novedad esta noche, pues los mexicanos, indignados por asesinatos cometidos, se dice han sacado todas las pistolas  de los montepíos y procuran armarse.”



En la Secretaría de Gobernación se recibió el siguiente mensaje:


“De Cananea, el 2 de junio de 1906
Señor ministro Ramón Corral
México


Alarmantísimas noticias que recibí en Naco me hicieron continuar lo más pronto posible, y encontré a todo mundo excitado y revoltosos que pasan de dos mil. Desde que supieron que venían se dividieron en seis grupos sin necesidad de fuerza, acompañado de Mr. Greene, Perfecto Aguilar, Comisario Rubio y cuatro policías. En su mayoría, pues solo tuve que mandar cuatro a la cárcel, se han mostrado obedientes a la autoridad; pero bastante alterados, y puede decirse, muchos de ellos irreconciliables con americanos. Los que vinieron conmigo de Naco, sólo bajaron para comer y regresan inmediatamente en el mismo tren. El alboroto fue provocado por algunos sediciosos que aprovecharon ignorancia de gente de trabajo, y ya están presos. Los principales serán cincuenta.


Resultado acontecimiento de ayer: diez muertos de los huelguistas y dos americanos, un mexicano de la otra parte, y ocho heridos. Incendiaron cinco almacenes de madera, semillas y pasturas y una carpintería. Se robaron 24 cajas de dinamita, y de dos montepíos sacáronse más de 300 armas. Espero fuerza despache anoche de Imuris para reconocer los otros dos grupos, que, dicen se compone de la gente peor, sobre todo, uno que está en un cerro difícil de ascender y en el que hay muchas casas. No podré hacerlo, antes porque aquí en las tres leguas de población no hay más de 30 policías. La demás gente armada se compone de empleados americanos, que se ocupan de cuidar los establecimientos de más interés”


Rafael Izábal


(Tomado de: Labrandero Iñigo, Magdalena, et al, (coordinadores) - Nuestro México #2, Las huelgas de Cananea y Río Blanco, 1906-1907. UNAM, México, D. F., 1983)