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jueves, 6 de marzo de 2025

Juárez acelera las operaciones sobre México, 1860

 


Juárez desea se aceleren las operaciones sobre la ciudad de México, 1860 


Teúl, noviembre 13 de 1860.

Excmo. Sr. don Manuel Doblado.

Guanajuato 

Muy señor mío y amigo:

Acabando de recibir la apreciable suya ha llegado también un extraordinario de Guadalajara que trajo varias noticias importantes para todos los jefes que actualmente figuran en beneficio de la actual revolución, una de ellas alarmante por las complicaciones que pueden resultar por el negocio de la ocupación de la conducta de platas y otras muy favorables respecto al giro -que la unidad y energía de los jefes han sabido mostrar- para salvar circunstancias muy críticas, cuyo curso habría desnaturalizado en totalidad los trofeos que nuestro partido ha conseguido por la unidad del Ejército Federal. Las primeras se refieren a que si no se indemnizan las sumas extranjeras de la conducta que se tomó, hay un conflicto, porque sabe que circula la noticia de una junta de Ministros extranjeros en Jalapa para tomar el partido que crean más ventajoso y será probablemente el apoderarse de los puertos de nuestra República. 

El señor Juárez, para evitar tal conflicto, quiere que se aceleren las operaciones de guerra sobre México y que, concluyendo pronto, pueda irse el grueso del Ejército Federal a impedir el golpe que se prepara; también hace una excitativa para impedir en lo moral tal golpe y ésta se refiere a que cada Gobernador se comprometa a satisfacer proporcionalmente al poder monetario de su Estado, un contingente que permita y sea susceptible de indemnizar en compañía las cantidades sustraídas y los daños y perjuicios a que la reclamación de dichos caudales pueda dar lugar. 

Las segundas consisten en que el Excmo. Sr. don Santos (Degollado) quiere sustraerse al ridículo que ha caído sobre él, así como también la censura que ante el Gobierno General y ante la Nación toda, se ha contraído por la ocupación de la conducta como por su malhadado plan que seguramente viene a complicar un tanto la situación; el tal modo consistió en un pronunciamiento que iba a efectuar mandando a Zaragoza, sin tener ya facultades para ello, que toda la fuerza la pusiera a las órdenes del Sr. (López) Uraga, a quien confería sus omnívoras facultades y le hacía observaciones muy exageradas con respecto a personas que si bien deben pagar con sus intereses, había de ser más bien por un conducto adecuado. Usted adivinará el resto, pues no se pueden encomendar a la pluma, cosas que por un extravío puedan interpretarse desfavorablemente. La persona contra que se procedía es Muñoz Ledo, a quien se debían intervenir sus bienes todos, para indemnizar los perjuicios ocasionados…

El Sr. Zaragoza desconoció el mandato de don Santos y respondió a Uraga dignamente lo mismo que a Mirabete, ayudante de don Santos, que venía de orden superior a encargarse de la comisaría. Todos estos golpes, dados en falso, lo han desconcertado a tal grado que no es posible sea capaz de aventurar nada nuevo. 

Se dice vagamente que (López) Uraga estaba en el complot dirigido desde que sé yo qué punto, creo que de México. 

Dos comunicaciones llegaron a la vez para las destitución de don Santos, una por la ocupación de la conducta, otra por el plan Mathew-Degollado. Todo esto es demasiado serio para verlo como un acontecimiento muy pasajero que sea superficial. 

Además ha llegado Francisco Cendejas, como comisionado del Sr. Juárez hacia González Ortega; no sé aún su comisión porque no quiso venir acá. Todo esto lo debe usted saber porque sus agentes son siempre mejores, pero lo informo yo por si usted no tuviere conocimiento de esto.

Muy de la aprobación del señor (González) Ortega ha sido la ejecución del pobre Patrón y desea que si Andrade está en igual caso se le aplique la ley. 

Hágame usted favor de saludar a Doloritas, a mi familia, la de Siliceo, a Prieto, etc. y, agradeciéndole y aceptando sus ofrecimientos, soy de usted su s. s.

José G. Lobato


(Tomado de: Tamayo, Jorge L. - Benito Juárez, documentos, discursos y correspondencia. Tomo 3. Secretaría del Patrimonio Nacional. México, 1965)

martes, 7 de enero de 2025

Proclama de Ignacio Zaragoza a las fuerzas constitucionalistas, 1860

 


Proclama del Gral. Ignacio Zaragoza a las fuerzas constitucionalistas, 1860 


Compañeros:

Con el heroico combate del día 29 del mes anterior (y) la feliz jornada del 1° del presente [se refiere al asalto a Guadalajara y al combate de Zapotlanejo] habéis dado muerte a las últimas esperanzas de la reacción. La traición de Tacubaya queda vencida; los derechos del pueblo quedan garantizados.

Franco tenéis el paso hacia la Capital de la República: sus puertas se os abrirán y si vuestros enemigos, ciegos por sus crímenes, aún hicieren un esfuerzo para oponer resistencia, con otro combate arrancaréis de sus manos las cadenas allí forjadas para oprimir al pueblo mexicano. 

Soldados: paz quieren los habitantes de la República y la paz ha sido conquistada por vuestro valor. Después será necesario consolidarla: tal vez la Patria os volverá a exigir vuestros servicios. Si entonces, como ahora, los prestáis con el mismo entusiasmo, castigaréis a los revoltosos y jamás desaparecerán de nuestro suelo las instituciones republicanas y las bases consignadas en el Código Constitucional de 1857. 

Estad preparados para la última jornada: en ella seréis conducido siempre a la victoria, por vuestro jefe, el activo demócrata que en Peñuelas y Silao arrancó para su frente, en beneficio social, un laurel a la fortuna. Entretanto, recibid las felicitaciones de la Patria: ella saluda a los guerreros que le han dado vida cuando estaba amenazada su nacionalidad: os reconoce por sus buenos hijos y yo recordaré con orgullo que tuve el honor de mandar el ejército de operaciones en los días felices de sus más gloriosos triunfos. 


Guadalajara, noviembre 4 de 1860.

Ignacio Zaragoza


(Tomado de: Tamayo, Jorge L. - Benito Juárez, documentos, discursos y correspondencia. Tomo 3. Secretaría del Patrimonio Nacional. México, 1965)

domingo, 8 de septiembre de 2024

Carta de Juárez, optimista por situación militar, 1860


Juárez se muestra optimista sobre la situación militar 

Veracruz, septiembre 17 de 1860.

Sr. don Matías Romero. 

Mi querido amigo: 

Llegó el Sr. Mata antes de ayer y hoy se ha ido para Jalapa a ver a sus hermanas. Me entregó una carta de usted y además había yo ya recibido otras de fecha posterior, siendo la última de 25 de agosto, en la que me habla usted de la venida de 10 buques para este puerto. 

Los españoles han estado en muda respecto de sus ansiosas exigencias tanto que hace cuatro días se retiraron los buques que tenía en Sacrificios habiéndose dejado dos solamente. 

Después de que nuestras fuerzas del interior derrotaron a Miramón en Silao estuvieron unos días en Querétaro y Guanajuato y luego se han ido para Guadalajara con el objeto de hacer rendir a Castillo que está allí con 4,000 hombres. Han dado este paso para no dejar enemigo en la retaguardia cuando se vengan sobre la Capital donde se haya hoy Miramón con 10,000 hombres porque reconcentró sus tropas que había en Orizaba, Jalapa, Tulancingo y Toluca. En Puebla habrá una guarnición de 1500 hombres. 

Luego de que se tome Guadalajara se disiparán todos nuestros temores sobre México, a cuyo fin estoy organizando las tropas de Oaxaca y de este Estado. 

Si por no encontrarse un libramiento de 500 pesos no se remite por este buque, irá indefectiblemente por el Rapid

Entonces contestaré a otros amigos. 

Si ve usted al Sr. don Edward S. Dumbar dígale usted que recibí su carta y que por el Rapid le contestaré favorablemente su referida carta. 

Soy de usted amigo afectísimo q. b. s. m.

Benito Juárez

(Tomado de: Tamayo, Jorge L. - Benito Juárez, documentos, discursos y correspondencia. Tomo 3. Secretaría del Patrimonio Nacional. México, 1965)

jueves, 11 de noviembre de 2021

Juan A. Mateos

 


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Juan A. Mateos (1831-1913)

Guardaba cada batalla en su memoria o en los papeles sueltos en donde siempre escribía algún comentario o recuerdo que no quería se perdiera con el tiempo. En el campo de guerra se batía como si el fuego y el coraje dieran sentido a su vida. Pero el capitalino Juan Antonio Mateos era mucho más. Aquel 1854 había interrumpido su carrera de Leyes en el Colegio San Juan de Letrán de la Ciudad de México para luchar a favor de sus ideas liberales. El deber le había llamado a las armas, pero estaba seguro de que regresaría a la senda del conocimiento.

Así lo hizo en el momento en que la guerra se intensificaba. Aunque su participación en los campos liberales había sido trascendental, el destino le tenía marcadas nuevas y más importantes tareas. No por ello dejó de participar en grandes batallas, más aún después de enterarse de que su hermano Manuel había sido fusilado por órdenes del general conservador Márquez. Mateos no encontró consuelo hasta terminada la Guerra de Reforma, cuando por fin tuvo tiempo de escribir lo que había vivido como combatiente.

Sin embargo, aquella tranquilidad le duraría poco, pues la Intervención Francesa lo obligó a enfrentar a un nuevo enemigo. Esta vez su trinchera sería las de las letras. Por medio de varios artículos atacó la ocupación francesa y al llamado Segundo Imperio. Fue por uno de sus artículos, publicado en La Orquesta, que Mateos fue encarcelado.

La prisión no lo hizo cambiar de ideas. Una vez en libertad, volvió al ataque, esta vez criticando duramente el proyecto de colonización de Sonora. Ésta vez su castigo fue el destierro en San Juan de Ulúa y, meses más tarde, en Yucatán. Fue entonces que Mateos decidió volver a las armas. Con algo de fortuna logró ponerse a las órdenes de Porfirio Díaz, a cuyo lado luchó exitosamente en contra de las tropas invasoras. Mateos fue testigo y partícipe de la derrota final del imperio de Maximiliano y vio al poder republicano y progresista, en la figura de Benito Juárez, tomar las riendas del país. El capitalino no podía más que enorgullecerse de ello.

No descansó y siguió escribiendo, contando sus recuerdos de lo que había sucedido en el país y dejando crónicas fidedignas para la posteridad. Juárez le reconoció su aporte nombrándolo ministro de la Suprema Corte de Justicia. El abogado fue además diputado y director de la Biblioteca del Congreso, pero fue el soldado y el escritor el que ha pasado para siempre a la historia.


(Tomado de: Tapia, Mario - 101 héroes en la historia de México. Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2008) 

jueves, 7 de octubre de 2021

Plan de Tacubaya 1857

 


Félix Zuloaga: Plan de Tacubaya 1857

La reacción conservadora sobre las novedades liberales no se hizo esperar. A fines de 1857, Félix Zuloaga encabezó un movimiento contrario al liberalismo mexicano y propició la guerra de los tres años. Aunque legalmente el poder seguía en manos de los liberales en la persona de Benito Juárez, los conservadores lo ejercieron de facto. México se dividió en dos grandes tendencias.


Considerando: que la mayoría de los pueblos no ha quedado satisfecha con la carta fundamental que le dieran sus mandatarios, porque ella no ha sabido hermanar el progreso con el orden y la libertad, y porque la oscuridad en muchas de sus disposiciones ha sido el germen de la guerra civil:

Considerando: Que la República necesita de instituciones análogas a sus usos y costumbres y al desarrollo de sus elementos de riqueza y prosperidad, fuente verdadera de la paz pública y del engrandecimiento y respetabilidad de que es tan digna en el interior y en el extranjero:

Considerando: Que la fuerza armada no debe sostener lo que la nación no quiere, y sí ser el apoyo y la defensa de la voluntad pública, bien expresada ya de todas maneras, se declara:

Artículo 1°. Desde esta fecha cesará de regir en la República la Constitución de 1857.

Artículo 2°. Acatando el voto unánime de los pueblos, expresado en la libre elección que hicieron del Excmo. Sr. presidente D. Ignacio Comonfort, para presidente de la República, continuará encargado del mando Supremo con facultades omnímodas, para pacificar a la nación, promover sus adelantos y progreso, y arreglar los diversos ramos de la administración pública.

Artículo 3°. A los tres meses de adoptado este plan por los Estados en que actualmente se halla dividida la República, el encargado del Poder Ejecutivo convocará un Congreso extraordinario, sin más objeto que el de formar una constitución que sea conforme con la voluntad nacional y garantice los verdaderos intereses de los pueblos. Dicha constitución, antes de promulgarse, se sujetará por el gobierno al voto de los habitantes de la República.

Artículo 4°. Sancionada con este voto se promulgará, expidiendo en seguida por el Congreso la ley para la elección de presidente constitucional de la República. En el caso en que dicha constitución no fuere aprobada por la mayoría de los habitantes de la República, volverá al Congreso para que sea reformada en el sentido del voto de esa mayoría.

Artículo 5°. Mientras tanto se expida la constitución, el Excmo. Sr. presidente procederá a formar un Consejo, compuesto de un propietario y un suplente por cada uno de los Estados, que tendrá las atribuciones que demarcará una ley especial.

Artículo 6°. Cesarán en el ejercicio de sus funciones las autoridades que no secunden el presente plan.

Tacubaya, diciembre 17 de 1857.

Félix Zuloaga.


(Tomado de: Matute, Álvaro - Antología. México en el siglo XIX. Fuentes e interpretaciones históricas. Lecturas Universitarias #12. Universidad Nacional Autónoma de México, Dirección General de Publicaciones, México, D.F., 1981)

viernes, 9 de abril de 2021

Francisco Gómez Palacio

 


Liberal duranguense de gran prestigio que actuó como civil en la guerra de Reforma y frente a la Intervención. Durante el porfiriato tuvo ingerencia en el desenvolvimiento de la Región Lagunera como gobernador de Durango.

(Tomado de:  Tamayo, Jorge L. (Introducción, selección y notas) - Antología de Benito Juárez. Biblioteca del Estudiante Universitario #99. Dirección General de Publicaciones, UNAM, México, D. F. 1993).

jueves, 28 de enero de 2021

Ignacio L. Alatorre

 


Nació en Guaymas, Sonora, en 1833. Estudió en el Seminario de Guadalajara, Jalisco. En 1850 se incorporó a la Guardia Nacional. Afiliado al ejército liberal participó en la guerra de Reforma. Se distinguió luchando contra la Intervención Francesa y alcanzó el grado de general de división en 1870. Aplastó la rebelión de la Noria en el Sur (1871-1872). En 1876, fiel al presidente Lerdo, luchó contra el Plan de Tuxtepec y fue derrotado en Tecoac por Porfirio Díaz. En el porfiriato desempeñó comisiones técnicas y se le nombró ministro en Centroamérica. Murió en Tampico el 11 de febrero de 1899. Es una de las figuras militares más notables de la segunda mitad del siglo pasado.

(Tomado de:  Tamayo, Jorge L. (Introducción, selección y notas) - Antología de Benito Juárez. Biblioteca del Estudiante Universitario #99. Dirección General de Publicaciones, UNAM, México, D. F. 1993)


lunes, 18 de enero de 2021

Fortaleza de Veracruz


Por constituir el puerto de conexión más importante con España y el más cercano a la ciudad de México, desde fines del siglo XVI se pensó en dotar a la ciudad de algunas obras defensivas, para protegerla de los piratas.

Para 1633 ya existían algunos baluartes y estacadas situadas al derredor del caserío; estas obras fueron mejorándose al correr de los años, y para principios del siglo XIX  Veracruz era ya una ciudad amurallada considerada como plaza fuerte militar. El recinto fortificado de la plaza consistía en una muralla (de unos 3.2 m de altura media y 0.80 de espesor) que rodeaba la población y tenía un desarrollo de unos 2,540 m para formar un recinto cerrado.

Por la protección de San Juan de Ulúa, el ataque del lado del mar era poco probable, así que el frente hacia el Golfo sólo se apoyaba por sus extremos en sendos baluartes (los de Santiago y de la Concepción) cuyas artillerías batían los canales de acceso al puerto, cruzándose con las del castillo. La muralla poligonal era de siete baluartes en cuyo interior había depósitos de municiones y arriba de los cuales se debían instalar 86 cañones; el tiro de fusil se podía únicamente realizar a través de las aspilleras de la muralla.

Para entrar en la población había seis puertas; tres, en el frente de tierra, daban salida a los caminos de Jalapa, Orizaba y Medellín.

En 1683 Veracruz fue ocupada y saqueada por los piratas Nicolás Grammont y Lorenzo Jácome (a) "Lorencillo", sin que las incipientes fortificaciones lograran impedirlo; una vez construido el recinto fortificado de la plaza, ya no hubo ataques similares en todo el virreinato. En el s. XIX la plaza desempeñó funciones militares de importancia: bajo el amparo de sus fortificaciones, Santa Anna inició en 1832 la revuelta que derrocaría a Bustamante, y resistió el asedio; en 1834, cuando la Guerra de los Pasteles, los franceses asaltaron por sorpresa la plaza y fueron rechazados por las tropas de Santa Anna; en 1847, durante la guerra con los EU, Veracruz fue ocupada por los norteamericanos; en 1858 y 1859, siendo sede del gobierno de Juárez, el puerto fue asediado sin éxito por Miramón.

Para permitir el crecimiento de la ciudad, a fines del s. XIX las fortificaciones fueron demolidas: ahora sólo queda, como recuerdo de aquellas obras, el baluarte de Santiago.

                        (Baluarte de Santiago, Veracruz)

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen IV, - Familia - Futbol)

viernes, 3 de abril de 2020

Chinaco

(del náhuatl tzinnácatl, andrajoso). Hombre que combatía en grupos irregulares al lado de liberales y juaristas entre 1857 y 1867. Se dio este apodo a los guerrilleros liberales, porque iban pobremente vestidos y equipados; con el tiempo, se extendió a todos los juaristas. La palabra chinaco no es exclusiva de esa época, pues 30 años antes el artista alemán Mauricio Rugendas pintó a un jinete mexicano llamado Chinaco.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S.A. México, D.F. 1977, volumen III, Colima-Familia)

sábado, 21 de septiembre de 2019

Ley de Nacionalización de los Bienes de la Iglesia, 1859



El Clero utilizaba para fomentar la guerra los recursos que obtenía de la venta de sus bienes raíces, en lugar de invertirlos en acciones de empresas agrícolas e industriales como indicaba la Ley de 25 de junio. Entonces el Gobierno liberal de Benito Juárez, obligado por las circunstancias, expidió la Ley de Nacionalización de los Bienes de la Iglesia, el 12 de julio de 1859. En consecuencia, desde esa fecha el producto de los inmuebles de “manos muertas” debía ser entregado a las oficinas recaudadoras del Gobierno. No era posible ni razonable continuar permitiendo que el adversario, el Clero en abierta rebelión, empleara el dinero proveniente de los efectos de una ley para combatir a la autoridad legítima que la había expedido.
Lo peor de todo consistió, al fin de cuentas, en que los resultados de las leyes referidas fueron contrarios a los propósitos de sus autores, quienes pensaron que al desamortizar las propiedades eclesiásticas se crearía la pequeña propiedad y se estimularía el desarrollo agrícola e industrial de la República. Por desgracia no fue así; lo que sucedió puede resumirse en la forma siguiente:


1° Las propiedades rústicas y urbanas del Clero fueron efectivamente nacionalizadas.


2° Las propiedades no fueron a dar a manos de los arrendatarios, sino a las de los denunciantes, en su mayor parte ricos propietarios territoriales, que de esa manera agrandaron sus ranchos y haciendas.


3° Las tierras comunales y los ejidos fueron en buen número de casos fraccionados, entregando las parcelas a los indígenas en plena propiedad; pero como éstos no estaban preparados por su grado evolutivo para ser propietarios, bien pronto vendieron sus predios a vil precio a los ricos hacendados vecinos.


En resumen, se fortaleció el latifundismo en México y en consecuencia se llevó a cabo una mayor concentración de la propiedad territorial.


(Tomado de: Silva Herzog, Jesús - Breve historia de la Revolución Mexicana. *Los antecedentes y la etapa maderista. Colección Popular #17, Fondo de Cultura Económica; México, D.F., 1986)

jueves, 5 de septiembre de 2019

La flota de Miguel Miramón, 1860


Al reto de Juárez, Miramón preparó un ejército y se dispuso a atacar el puerto de Veracruz. Fue el segundo intento. Llegó frente a los muros de la ciudad heroica en los momentos en que Juárez declaraba nulo el Tratado Mon-Almonte, concertado entre el gobierno de Isabel II y el general Juan N. Almonte, hijo natural de Morelos, ministro del Presidente Zuloaga en Francia. Sus puntos principales fueron: la ratificación del Convenio de 1853, por medio del cual el gobierno de Santa-Anna se obligó a pagar a España una suma de mucha consideración, por deudas atrasadas, y la obligación del gobierno de Zuloaga a pagar otra cantidad por los asesinatos de españoles cometidos en San Vicente y San Dimas. Pero el gobierno de Juárez celebra el Tratado MacLane-Ocampo, por el que se pactaba conceder a los Estados Unidos el derecho, a perpetuidad, de transitar libremente por el itsmo de Tehuantepec, y el otorgamiento de otras franquicias mediante el pago de cuatro millones de pesos. Este tratado no ha tenido, ni tendrá, justificación alguna, ya que implicaba “una verdadera servidumbre internacional y graves peligros para la independencia de la patria”. Este tratado no llegó a ponerse en vigor, porque el Senado de los Estados Unidos se negó a aprobarlo. Estábamos en la buena época romántica..
Miramón aprovechó, pues, un instante de hondo encono en contra de Juárez para emprender su campaña sobre Veracruz y, para hacer más cierto su triunfo, adquirió en La Habana dos barcos grandes y una balandra, que fueron bautizados con los nombres de Marqués de la Habana, General Miramón y Concepción. La escuadrilla no tenía nada imponente: se trataba de dos barcos viejos, sin condiciones marinas, y una lancha pequeña:

La escuadra de Papachín,
dos guitarras y un violín.

En tanto, el general Gutiérrez Zamora hacía prodigios con la disciplina: organizaba un ejército, adiestraba a las guardias nacionales y artillaba la plaza con 148 cañones. El 27 de febrero salió la flotilla de La Habana y el 6 de marzo llegó frente a Veracruz; siguió de largo, hacia el Sur, hasta el fondeadero de Antón Lizardo, pero al pasar frente al castillo de San Juan de Ulúa, la fortaleza le pidió bandera “sin que los barcos aludidos atendieran la demanda”, por lo cual se les hicieron varios disparos. Juárez y su ministro de Guerra, general Partearroyo, trataron con Mr. Jarvis, jefe de una escuadrilla norteamericana surta en Veracruz, y el cubano Domingo Goicuría, el modo de apresar estos dos barcos, haciendo, antes, la declaración de que se trataba de “embarcaciones piráticas, y, en consecuencia, debiendo ser considerados así por los buques nacionales y de las naciones amigas”. Se preparó entonces una expedición en contra de los barcos de Miramón: “A las ocho de la noche salió la Saratoga, remolcada por el vapor Wawe y acompañada del Indianola, que servía únicamente de transporte, con 80 hombres a bordo, entre marinos y soldados de los Estados Unidos. El Wawe llevaba también tropas de los Estados Unidos y cada uno de los vapores iba provisto de un obús de montaña.
“Los tres buques de guerra llegaron hacia la medianoche a Antón Lizardo, donde encontraron a los dos vapores Marqués de La Habana y General Miramón, los cuales, de estar a muy corta distancia, intentaron alejarse, sobre todo el General Miramón, que había emprendido la fuga . en el acto la Saratoga tiró al aire una granada para hacer que se detuviera; no habiendo obedecido, el Indianola, que no remolcaba ya a la Saratoga, persiguió al dicho General Miramón, hasta que estuvo bastante cerca para hablarle. El Indianola le gritó repetidas veces que suspendiera su marcha, y viendo que no hacía caso de esa insinuación, le disparó tres o cuatro tiros de fusil, al aire, a los que respondió el General Miramón con un cañonazo, cuya bala pegó en la cámara alta del Indianola. Entonces este vapor se precipitó sobre aquél haciéndole vivo fuego de fusilería. 
“Mientras esto pasaba, la Saratoga tiró al Marqués de La Habana otro cañonazo, cuya bala lo atravesó de un lado a otro, y este vapor echó ancla enarbolando la bandera española.
En seguida el Wawe dejó anclada a la Saratoga y fue en ayuda del Indianola, que perseguía al General Miramón, y viendo que éste ganaba la delantera, avanzó sobre él y lo abordó, pero no teniendo los utensilios necesarios para retenerlo, y habiendo sufrido, además, un vigoroso choque que le causó muchas averías en la cámara alta, el General Miramón logró pasar por su popa, haciéndole fuego de cañón y de fusilería.
“Entonces el Wawe comenzó a darle caza, haciéndole fuego de cañón y fusilería. En su huída el General Miramón encalló en un bajo, y el Indianola, que se hallaba cerca, lo abordó por segunda vez, sin encontrar resistencia, y lo capturó.
“Se encontraron a bordo 30 heridos, que fueron transbordados a la Saratoga, a fin de prestarles los auxilios posibles. El Wawe y el Indianola pasaron la noche fondeados en aquel lugar.
“Por la mañana, el Wawe y el Indianola hicieron lo posible para poner a flote al General Miramón, pero no habiendo podido lograrlo, la Saratoga se dirigió al puerto, remolcada por el Marqués de La Habana. “En la santabárbara del Marqués de La Habana y del General Miramón fueron encontradas varias cajas de municiones con este rótulo: “Arsenal de La Habana”, y Juárez comprendió los inmediatos resultados del Tratado Mon-Almonte.
“Ante el fracaso de su escuadrilla, Miramón inició el bombardeo del puerto. Juárez se obstinó en permanecer en la ciudad durante los ataques de Miramón, y sólo el general Gutiérrez Zamora logró hacerle desistir de su propósito “haciéndole ver que no habría tranquilidad en el ánimo de los defensores de la plaza si él permanecía en ella, y que no respondería de nada mientras el Presidente, que era el legítimo representante de la causa que defendía, no pasaba a Ulúa”.
Juárez penetró por segunda vez a la fortaleza: en aquel salón sus ropas fueron registradas; allí estaba el libro de la prisión con su nombre; en esa celda se volvió más impenetrable. Nada dijo; ni cuando Miramón abandonó el ataque de la plaza tuvo un gesto expresivo.
El 23 de mayo desembarcó en Veracruz don Joaquín Francisco Pacheco, embajador de España cerca del gobierno de Miramón, y mientras todos afilaban sus uñas, Juárez dio órdenes para que se le diera libre tránsito y escolta dentro de los límites de Veracruz. Sólo permitió a Guillermo Prieto unos versos:

Cada tiro es un gazapo,
cada paso un tropezón:
nos pone ya como un trapo
la España, por diversión.


Jamás faltarán pretextos
a los hijos de la Iberia
para enviarnos mil denuestos
en prosa burlesca o seria…

…..

Madre España, ¿a qué ese anhelo
de insultarnos, imprudente?
¿No ves que escupiendo al cielo
te escupes, madre, en la frente?   


¿Tus viejos pecados ora
quieres que solos carguemos?
Eso es injusto, señora…
tu origen reconocemos.


Ten, Iberia, caridad,
con el que lucha y se afana;
que el pan de la libertad
sólo con sangre se gana.


Y tú tienes experiencia
de lo que cuesta el progreso,
pues, tras tu larga existencia,
aún estás royendo el hueso.

(Tomado de: Pérez Martínez, Héctor - Juárez, el impasible. Colección Austral #531 (biografías y vidas novelescas). Espasa-Calpe Mexicana, S.A., México, 1988)

martes, 3 de septiembre de 2019

La Constitución de 1857


La Constitución de 1857, de corte liberal, ratificó los principios de la Ley de Desamortización [de 1856]. Los que participaron en las discusiones y redacción de la Carta Fundamental de la República conocían bien el serio problema de la miseria de los campesinos y la conducta orgullosa y el inmenso poder de los grandes terratenientes. Ponciano Arriaga decía que en el aspecto material la sociedad mexicana no había adelantado, puesto que la tierra continuaba en pocas manos, los capitales acumulados y la circulación estancada. Decía también que en su concepto los miserables sirvientes del campo, especialmente los indios, se hallaban enajenados por toda su vida, porque el amo les regulaba el salario, les daba el alimento y el vestido que quería y al precio que deseaba, so pena de encarcelarlos, atormentarlos e infamarlos si no se sometían a su voluntad; y en otro momento de su disertación en la tribuna del Constituyente, agregaba que el fruto del trabajo no pertenecía al trabajador, sino a los señores.
En las mismas sesiones del memorable Congreso, el jurista Vallarta opinaba que el propietario cometía abusos al disminuir la tasa del salario; al pagar con signos convencionales que no habían sido creados por la ley; al obligar al jornalero a un trabajo forzado por deudas anteriores y al vejarlo con tareas humillantes. Agregaba que la Constitución democrática que se estaba discutiendo sería una mentira; más todavía, un sarcasmo, si no se garantizaban los derechos de los pobres; si no se les aseguraba protección contra esos numerosos e improvisados señores feudales, dignos de haber vivido bajo un Felipe II o un Carlos IX.
La guerra civil continuó más encarnizada que nunca después de haberse promulgado la nueva Constitución; lucha sin tregua, lucha a muerte entre conservadores y liberales. Aquéllos contaban con la ayuda moral y financiera del Clero, de buena parte de los soldados de carrera, de los hacendados, de la inmensa mayoría de los ricos; éstos, los liberales, se apoyaban en una minoría de hombres cultos, progresistas y amantes de su patria, y en numerosos grupos representativos de la clase económicamente más débil de la sociedad. Los unos trataban a toda costa de que no hubiera cambios sustanciales en el país; los otros luchaban exactamente por lo contrario; querían que la nación se transformara marchando hacia adelante, querían constituir un México distinto y mejor, un México nuevo cimentado en principios de justicia y de libertad.


(Tomado de: Silva Herzog, Jesús - Breve historia de la Revolución Mexicana. *Los antecedentes y la etapa maderista. Colección Popular #17, Fondo de Cultura Económica; México, D.F., 1986)

lunes, 5 de agosto de 2019

Francisco Zarco


Francisco Zarco Mateos


(1829-1869) es quien con mayor honor merece el título de periodista. Murió joven -a los cuarenta años de edad-; hizo verdadero apostolado del periodismo y su obra no alcanzó el beneficio del libro sino mucho después de su muerte (salvo su Historia del Congreso Constituyente, 1856-1857), recopilación de su Crónica Parlamentaria publicada cotidianamente en El Siglo Diecinueve a partir del día  inaugural del Constituyente y hasta su culminación). La obra de Zarco aún no está plenamente considerada ni agrupada. Escribió artículos de costumbres, editó revistas teatrales y ejerció la crítica teatral y literaria en El Presente Amistoso, El Siglo Diecinueve y La Ilustración Mexicana, entre otros diarios. Hombre honesto a carta cabal, liberal de sólidas convicciones, Zarco ejerció una influencia poderosa en la vida mexicana de la época de La Reforma y la Intervención francesa.


Zarco, orador, periodista político, literato y funcionario, aunque estudió dos años en el Colegio de Minas, era fundamentalmente autodidacta. Estudió idiomas, Derecho y Teología y diversas ciencias sociales; manejó un sistema propio de taquigrafía. En 1847, cuando el gobierno mexicano se estableció en Querétaro, el ministro de Relaciones Exteriores, Luis de la Rosa, lo nombró oficial mayor del Despacho. Fue traductor y redactor de las actas del Consejo. Poco después, a su regreso a México, se dedicó al periodismo político y a la redacción de artículos costumbristas, literarios y biográficos. En 1849 escribió en el Álbum Mexicano, y en marzo de 1850 fundó El Demócrata, comenzando a utilizar el seudónimo de Fortún. De 1851 a 1855 se encarga de la revista literaria La Ilustración Mexicana, cuyo tomo quinto es obra enteramente suya; por ese mismo tiempo empieza a escribir en El Siglo Diecinueve, periódico al que dio gran prestigio y al que dedicó casi toda su vida, hasta unas semanas antes de su muerte. Combatió a la administración del Presidente Arista a través del periódico satírico Las Cosquillas, que aparece en mayo de 1852, y del cual se publican sólo ocho números, pues es denunciado y su redactor (Zarco) enviado a presidio. Con el objeto de inspirar a la mujer sentimientos morales y el placer por la literatura, dedica a ella el Presente Amistoso, que se imprimía el primero de cada año y en cuyas entregas Zarco escribió ensayos descriptivos, artículos morales y de modas. En 1854 fue electo diputado suplente por Yucatán, pero su oposición a Santa Anna le acarrea la expatriación, permaneciendo en Nueva York hasta el triunfo de la revolución de Ayutla. 
En 1856 vuelve a ser electo diputado al Congreso Extraordinario Constituyente por uno de los distritos de Durango. En el Congreso su actuación es brillante y decisiva. Zarco representa junto con Arriaga, Mata, Ramírez, Gamboa, Castillo Velasco y otros, la izquierda de aquella histórica asamblea. Nunca perdió de vista la realidad de su tiempo; no procura leyes para un pueblo ajeno ni para una época indeterminada; pide y exige en la asamblea lo que la realidad mexicana exige en 1856, como único medio de sentar las bases para el logro de metas más altas, de desarrollar totalmente la reforma social. Su realismo está presente en todas sus intervenciones en el Congreso (150 en total). Las crónicas de cada sesión, notable oficio de reportero, las publicaba Zarco al día siguiente de cada debate. Después del golpe de Estado de Comonfort, Zarco es perseguido, se le detiene el 30 de julio de 1858; escapa y por dos años vive oculto. Durante ese lapso publicó el Boletín Clandestino y el folleto Los Asesinos de Tacubaya, que tuvo gran difusión en todo el país y en el extranjero.
Descubierto al fin el 13 de mayo de 1860, es mantenido en prisión hasta el 25 de diciembre y libertado al triunfo de González Ortega en Calpulalpan. En enero de 1861 Benito Juárez lo nombra ministro de Gobernación, y después de Relaciones y jefe de gabinete. Zarco publica por breve tiempo la segunda etapa de Las Cosquillas. Renuncia para ocupar su curul en el Congreso y defiende a Juárez. Sigue al frente de su diario hasta el 31 de mayo de 1863, en que se acercan los franceses a la capital. Con motivo de la intervención extranjera, Zarco acompañó al Presidente Juárez en su retirada hacia el norte. En San Luis Potosí funda el diario La Independencia Mexicana (1863), y en Saltillo La Acción (1864), en defensa de la causa republicana. Una serie de editoriales de este último periódico, sobre el Tratado de Miramar, fue recogida en folleto en Colima al año siguiente. Finalmente se interna en los Estados Unidos, donde forma un club mexicano y continúa escribiendo, siempre en defensa de la libertad de México, en periódicos norteamericanos, mexicanos y de Sudamérica, como El Mercurio (Valparaíso), El Correo (Santiago de Chile), La Nación y El Pueblo (Buenos Aires), etc.
Vencido el Imperio y restaurada la República, regresa a la patria y es electo nuevamente diputado, al Congreso por el Distrito Federal y vuelve a dirigir El Siglo Diecinueve. Dos días después de su muerte, (falleció el 22 de diciembre) fue declarado Benemérito de la Patria por el Congreso, y su nombre fue inscrito con letras doradas en la Cámara de Diputados.
Zarco en su defensa de la libertad de imprenta dijo: “no hay delitos de opinión”; “sin libertad de imprenta son mentira cualesquiera otras libertades”.


(Tomado de: Francisco Zarco, La libertad de prensa. Materiales de Cultura y Divulgación Política Mexicana #16. Partido Revolucionario Institucional, Subsecretaría de Publicaciones, México, 1987)