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lunes, 30 de agosto de 2021

Tzontémoc

 Tzontémoc


Mas el astro, al terminar su carrera diurna, se oculta detrás de la tierra y entonces lo llamaban los nahoas Tzontémoc, que quiere decir el que cayó de cabeza. De ninguna manera podemos formarnos mejor idea de esta nueva fase teogónica del astro que refiriéndonos a la piedra de Túxpan que lo representa.

Este ídolo es uno de los relieves más notables que nos dejaron los antiguos moradores del país. La figura, sin perder el tipo religioso que no podía variarse, es verdaderamente artística. La cara tiene el aspecto feroz del dios, con la máscara, sagrada; las pupilas son grandes y redondas; un bezote le atraviesa la nariz; de en medio del labio superior le salen cuatro dientes cuadrados y parejos, y de cada lado un colmillo largo y puntiagudo; en la parte inferior tiene también cuatro dientes y dos colmillos. En el centro de la Piedra del Sol está éste representado de una manera semejante con una cara ornada de la máscara sagrada, con las dos orejeras redondas, una gargantilla parecida y á más los dientes: y en una y otra piedra se observa que de entre los labios del sol sale una larga lengua significando la luz del astro. Pero si se observa el dios de la Piedra del sol con sus dos garras de águila, se ve que está en el zenit como cerniéndose en la mitad del firmamento, mientras que en la de Túxpan, el dios, que tiene las mismas garras en los piés y las manos, está en actitud de, bajar: aquél es Tonatiuh, éste es el sol que va á desaparecer, es Tzontémoc. Esta idea está expre­sada también y de manera admirable, en la unión de, la lengua del astro á otra bífida que se ve debajo de ella. 

Asi como la lengua significa la luz del sol, la bífida era representación de la luz de la estrella de la tarde, y la unión de ambas lenguas ó luces manifiesta la hora del crepúsculo, en que la estrella brilla con sus primeros rayos en el Poniente, mientras el astro del día lanza los últimos al hundirse detrás del horizonte.

Continuando con la figura de la Piedra de Túxpan, observamos en ella, alrededor de su frente y en vistoso adorno, un abanico de veintidós rayos, de, figura seme­jante al que tienen las divinidades infernales en el códice Vaticano; y como este adorno no lo usan los demás dioses, se comprende que el sol tiene aquí también la representación de Mictlantecuhtli, el señor de los muertos ó dios de la mansión de los muertos. El motivo de esta transformación es muy fácil de explicar; pues creían los nahoas que cuando el sol se hundía en el Occidente iba á alumbrar á los muertos, al ser el señor de la mansión de los Muertos, el Mictlantecuhtli. Los nahoas, como los egipcios, al contemplar al sol desaparecer en las tardes detrás del horizonte, juzgaron que se iba al mundo subterráneo, y como allí se figu­raban que estaba el Mictlan ó mansión de los muertos, decían que el sol en la noche los iba á alumbrar. Así el dios astro, Tonatiuh, se convierte en Tzontémoc al caer la tarde y por la noche en Mictlantecuhtli.


(Tomado de: Chavero, Alfredo. México a través de los siglos. Tomo Primero. Historia Antigua y de la Conquista. Ballescá y Cía. Editores, México)

viernes, 20 de diciembre de 2019

Alfredo Chavero


Nació y murió en la Ciudad de México (1841-1906). Estudió en el Colegio de San Juan de Letrán y se recibió de licenciado en derecho. Fue diputado federal por un distrito de Guerrero. Durante la Intervención Francesa, siguió al presidente Juárez, y más tarde cayó prisionero cuando regresaba de Mazatlán. Al triunfo de la República, se hizo cargo de la dirección de El Siglo XIX. A la caída del presidente Lerdo de Tejada, fue oficial mayor del Ministerio de Relaciones y, más tarde, magistrado del Tribunal Superior y gobernador del distrito Federal; síndico, regidor y presidente del Ayuntamiento de México; catedrático de derecho administrativo y director de la Escuela de Comercio y del Colegio de las Vizcaínas. Escribió obras de teatro, entre ellas Xóchitl y Quetzalcóatl; óperas cómicas (El duquesito y La gitana) y zarzuelas (El paje de la virreina). Aunque tuvo mucho éxito como dramaturgo de estilo romántico y nacionalista, se distinguió especialmente como historiador. Es autor de “Historia antigua y de la conquista”, primer tomo de México a través de los siglos, y de varios estudios: Calendario azteca (1876), Calendario de Palemke (1902) y El monolito de Coatlinchan (1904), entre otros.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen III, Colima - Familia)