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sábado, 17 de septiembre de 2022

Expansión territorial y conquistas siglo XVI, II

  


Fundaciones

Las expediciones militares fundaron en su recorrido villas y fuertes que corrieron diferentes suertes. Unas se conservaron, otras con el tiempo se despoblaron y desaparecieron. Muchas de ellas originaron nuevos centros, que a su vez sirvieron de punto de partida para la penetración en territorios desconocidos.

Una de las principales fuerzas que movieron este avance paulatino a territorios inexplorados fue la misma que empujó a algunas expediciones militares: la búsqueda de metales preciosos. Pequeños grupos de hombres se internaban en tierras de chichimecas, impulsados por alguna vaga noticia acerca de la existencia de vetas. Los poblados fundados a causa de ello eran, a su vez, origen de otros.

Así como la expedición de Francisco de Ibarra tuvo su génesis en la zona minera de Zacatecas, se estimuló la formación de poblaciones en la zona del Bajío; en un principio fueron presidios (lugares donde estaba destacada una fuerza militar) y crecieron gracias al comercio que se efectuaba con la región minera. Tal es el caso de San Miguel el Grande.

Por 1554, los chichimecas comenzaron a asaltar y robar sistemáticamente las carretas que transitaban con mercaderías rumbo a Zacatecas. Al principio se intentó detener estos asaltos mediante una campaña militar, organizada por don Luis de Velasco, quien puso a Francisco de Herrera al frente de numerosos soldados. Pero esta fuerza no consiguió dominar a los indios, los cuales sistemáticamente se refugiaban en sitios inaccesibles ante la presencia de los soldados. Otras campañas militares, como la de Hernán Pérez de Bocanegra, consiguieron el mismo resultado.

Se vio, pues, que era indispensable buscar otra manera de proteger la seguridad de los caminos; la mejor manera de conseguirla sería fundar otras poblaciones además de San Miguel el Grande, que fueron Celaya, Aguascalientes y León. Pero estas fundaciones no bastaron para contener a los chichimecas, los cuales siempre encontraban un lugar o un momento propicio para atacar, de manera que se trató de lograr un acuerdo de paz con ellos. Un mestizo llamado Miguel Caldera estableció conversaciones con los indios y, finalmente, en la época de don Luis de Velasco el segundo, se logró la paz. El virrey comprometióse a darles carne para su sustento. En cambio, ellos aceptaron que se fundaran poblados de indios y de españoles en las regiones que habitaban. Así nacieron San Luis de la Paz, San Miguel Mezquitic y Colotlán.

También la ganadería originó el que se abrieran nuevos territorios a la expansión española. La rápida reproducción del ganado creó grandes problemas a la agricultura en las zonas centrales de Nueva España. Los cultivos de las regiones de Tepeapulco, del valle de Toluca, de Oaxaca y Jilotepec eran destruidos con mucha frecuencia por los rebaños; para evitarlo, el virrey ordenó que se dirigieran a zonas donde había grandes extensiones de tierra despoblada. Así fue como en los años posteriores a 1540 se inició el establecimiento de estancias ganaderas en tierras habitadas por chichimecas. Se introdujo la ganadería en los llanos de San Juan del Río, en la región de Apaseo y en Querétaro. Antes del descubrimiento de las vetas de plata, Guanajuato existía como estancia de ganado, propiedad de Pedro Muñoz. A medida que las regiones fueron aumentando su población, el ganado fue conducido más al norte; y con el tiempo llegó a ser una de las causas del nacimiento de grandes haciendas, como la de Francisco de Urdiñola, gobernador de Nueva Vizcaya, en Coahuila, a principios del siglo XVII.

Fundaciones hechas por indios.

El papel representado por los indios sedentarios en la colonización y población del virreinato de Nueva España es de suma importancia. Ya en las primeras expediciones que se llevaron a cabo para acrecentar el dominio español se encuentran los grandes ejércitos de indios aliados que las acompañaban. Pedro de Alvarado condujo tlaxcaltecas a Guatemala. De Tlaxcala, Huejotzingo y Cholula procedían los indios que auxiliaron a Nuño de Guzmán en la conquista de Nueva Galicia. Ibarra, Carbajal y Oñate utilizaron sus servicios, y cuando se consideró indispensable la colonización de Texas, los tlaxcaltecas fueron llevados también allí.

Pero no sólo se recurrió a ellos en las campañas militares, sino que como pacificadores fueron enviados para fundar en regiones alejadas de sus centros de origen. Se pensaba que ante el ejemplo de su vida, que transcurría en forma pacífica y organizada, los indios nómadas terminarían, a su vez, por aceptar ser reducidos. Así, fray Juan de San Miguel estableció con guamares, otomís y tarascos el pueblo de San Miguel, conocido actualmente como el Viejo para distinguirlo de la población española que se formó años después con el fin de detener los ataques de los chichimecas.

Cuando don Luis de Velasco logró la paz con estos últimos, se llevaron cuatrocientas familias de tlaxcaltecas, que fundaron Tlaxcalilla (muy cerca de San Luis Potosí), San Miguel Mezquitic, San Andrés y Colotlán. Para evitar que Saltillo continuara despoblándose, Francisco de Urdiñola fundó muy cerca San Esteban de la Nueva Tlaxcala.

Las poblaciones establecidas por las autoridades españolas con fines civilizadores tuvieron una organización especial que favorecía el que los indios ofrecieran menos resistencia a abandonar sus lugares de origen. A los habitantes se les dotaba de tierras y agua, se prohibía la proximidad de estancias propiedad de españoles, e incluso se limitaba su paso por ellas. Se les autorizaba tener ganados y poseer caballos, y sus parroquias eran administradas por frailes. No siempre se logró mantener estas condiciones, porque los españoles, que vivían o tenían estancias en las regiones donde estos pueblos se fundaron, trataban de obligarlos a trabajar en su provecho y procuraban apoderarse de las tierras que consideraban buenas, haciendo caso omiso de las disposiciones existentes para la protección de estos poblados. No fue posible conseguir la fusión de los indígenas llevados del centro con los nómadas que aceptaban reducirse, porque los primeros siempre miraron con menosprecio a los segundos.

Aparte los movimientos de población india, a los que nos hemos anteriormente, hubo otros hacia el norte, en que en forma espontánea un gran contingente de indios se dirigió en busca de la libre contratación a las zonas mineras y a las estancias de ganado.

La expansión misional.

A partir del territorio conquistado por Hernán Cortés, las órdenes religiosas extendieron sus labores misionales hasta regiones distantes y desconocidas. Los frailes seguían instaurando nuevos centros para la predicación, sin esperar que nuevos establecimientos de españoles dieran a los lugares una relativa seguridad. En esta actividad son muy conocidos fray Juan de San Miguel, quien predicando recorrió tierras que ahora pertenecen al estado de Guanajuato; fray Bernardo Cosin llegó al actual estado de San Luis Potosí; fray Andrés de Olmos evangelizó la Huasteca; fray Andrés de Segovia y fray Miguel de Bolonia, en 1541, fundaron el pueblo de Juchipila; fray Agustín Rodríguez, en 1581, predicaba en territorios inexplorados, los cuales en la actualidad pertenecen al estado de Chihuahua, y fray Juan de Larios, en 1674, fundó la misión de San Francisco de Coahuila. Los misioneros redujeron a muchos indios, que terminaron por adaptarse a la vida sedentaria, y facilitaron el posterior establecimiento de centros españoles, que encontraban en estos pueblos la mano de obra necesaria para sus estancias y haciendas.

Muchas veces la llegada de hacendados que trataban de obligar a los indios reducidos a que trabajasen en sus propiedades destruyó la labor de los evangelizadores, porque ellos, que habían aceptado paulatinamente la vida en los pueblos y que algunas veces difícilmente se habían sometido a la autoridad de los frailes, se rebelaban ante las exigencias de autoridades y propietarios de tierras, y se volvían a los montes o huían a las sierras, destruyendo las misiones y matando a la población blanca y a los misioneros.

A causa de ello, durante los siglos XVI y XVII, en el norte las misiones estuvieron constantemente expuestas a la destrucción, y el trabajo de los religiosos se vio muchas veces reducido a la nada; entonces volvían a empezar, construyendo nuevas misiones o reconstruyendo las perdidas.

Franciscanos y jesuitas fueron principalmente los encargados de la evangelización en tierras de chichimecas. Los franciscanos ejercieron las misiones principalmente en Zacatecas, Nueva Vizcaya (actualmente los estados de Durango y Chihuahua), Nuevo Reino de León, Coahuila y Texas; es decir, hacia el norte y este de Zacatecas.

Sinaloa (norte del estado que lleva ese nombre) fue punto de partida para los jesuitas; se extendieron hacia el este por la Sierra Madre Occidental, y hacia el norte por las regiones que llamaron Ostimuri, Sonora y Pimerías, en el actual estado mexicano de Sonora y en el norteamericano de California.

Expansión por necesidades de defensa.

Nueva España siempre tuvo problemas de defensa en la región septentrional. La amenaza que representaba el avance de los establecimientos franceses obligó a las autoridades españolas a ocuparse de la colonización de provincias, que no habían presentado atractivos suficientes a fin de mover a su poblamiento espontáneo.

En 1682, Roberto Cavelier, señor de La Salle, partió de Nueva Francia (Canadá) y exploró el río Mississippi de norte a sur hasta llegar a su desembocadura. El gobierno francés consideró que la comunicación fluvial con el golfo de México era de gran trascendencia y ayudó a La Salle para que en una segunda exploración se adentrara por el río en sentido inverso al de la expedición anterior.

Los exploradores llegaron a La Florida en el año 1684; costeando, pasaron frente a la desembocadura del Mississippi, al parecer sin advertirla. Continuaron navegando y desembarcaron en la bahía del Espíritu Santo, donde fundaron el fuerte de San Luis. La Salle exploró la región, siempre en busca del río, que no encontró. Viendo que los bastimentos se habían perdido, decidió ir por tierra en busca de auxilio. En el camino algunos de sus compañeros lo asesinaron y los hombres del fuerte quedaron abandonados a su ventura. Los indios, que advirtieron su precaria situación, los atacaron y mataron.

En la capital del virreinato de Nueva España se tuvo noticias del desembarco de los franceses, porque capturaron a unos piratas que hablaron sobre la fundación del fuerte de San Luis. De Cuba y Veracruz partieron navíos que recorrieron las costas del golfo de México sin encontrar al enemigo, aunque hallaron los restos de una nave.

Mientras tanto, los gobernadores de Nueva Vizcaya y del Nuevo Reino de León recibieron informes de los misioneros y de los indios sobre algunos extranjeros vestidos de hierro, que andaban entre los texas preguntando por las minas de plata, y los aconsejaban en contra de los españoles, a los que decían no debían obedecer porque no eran buenos. El capitán Alonso de León hizo prisionero a un francés, el cual no pudo proporcionar datos sobre el sitio que buscaban porque no había pertenecido a la fuerza de La Salle, sino a un grupo que había salido de Nueva Francia con intenciones de encontrarlo. El indio Juan Xaviata procuró los datos que finalmente permitieron en el año 1689 la localización de las ruinas del fuerte de San Luis en la bahía del Espíritu Santo.

Con el fin de evitar que en lo venidero los franceses pudieran ocupar esa región, en 1690 el rey ordenó que los franciscanos de Santa Cruz de Querétaro se encargaran de fundar misiones entre los texas. La primera fue la de San Francisco y, apoyándose en ella, otras que no tuvieron muy larga vida, ya que se abandonaron en 1694 debido a los problemas que presentaban su abastecimiento y mantenimiento.


(Tomado de: Camelo, Rosa - Expansión territorial y conquistas. Historia de México, tomo 6, México colonial. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)

viernes, 11 de septiembre de 2020

Nueva España dividida en Intendencias, 1786

Nueva España dividida en Intendencias (imagen de Wikipedia)

En 1548 había en la Nueva España dos Reales Audiencias: la de México y la de Guadalajara.
Las atribuciones de estas Audiencias eran las de vigilar la recaudación de las rentas, promover expediciones de descubrimientos, nombrar gobernadores de las provincias, alcaldes mayores, conocer todas las causas y apelación contra los actos del virrey. Los fallos de la Audiencia eran inapelables, solamente el Consejo de Indias los resolvía.
Por la conquista de nuevos territorios, la Nueva España estaba dividida así: Reino de México, con la jurisdicción (de lo que hoy son Estados) de México, Querétaro, Hidalgo, Tlaxcala, Oaxaca, Morelos, Guerrero, Veracruz, Tabasco, Yucatán, Michoacán, Guanajuato, parte de San Luis Potosí, Jalisco y Colima. Reino de Nueva Galicia con la jurisdicción territorial de Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas y parte de San Luis Potosí.
Nuevo Reino de León; colonia Nuevo Santander (Tamaulipas); provincia de Texas, provincia de Nueva Extremadura (Coahuila; Nueva Vizcaya (Durango); y la provincia de Chihuahua; provincia de Sonora, hasta Sinaloa; provincia de Nuevo México; provincia de California la Alta y la Baja. Cada provincia o Reino estaba dividido en alcaldías mayores y menores.
Los municipios eran controlados por los ayuntamientos o cabildos, los regidores, unos eran electos y otros hereditarios.
En 1786, el virrey conde de Gálvez dividió al país en Intendencias con mando político y hacienda. La Intendencia de México, tenía como jurisdicción territorial lo que son hoy los Estados de México, Querétaro, Hidalgo, Morelos y Guerrero. Intendencia de Puebla con la provincia de Tlaxcala. Intendencia de Guanajuato. Intendencia de Valladolid (Michoacán), Intendencia de Guadalajara con las provincias de Aguascalientes, Colima y casi todo Jalisco, Intendencia de Zacatecas, Intendencia de Oaxaca, Intendencia de Mérida con la provincia de Campeche, Intendencia de Veracruz con la provincia de Tabasco. Intendencia de Potosí con las provincias de Nuevo León, Tamaulipas, Coahuila y Texas. Intendencia de Durango con la provincia de Chihuahua, Intendencia de Sonora con la provincia de Sinaloa, provincia de Nuevo México, y las provincias de la Vieja y la Nueva California.
Cada Intendencia se dividía en Partidos y cada Partido en Municipalidades. En el nuevo régimen político, los gobernadores eran sustituidos por los intendentes y los alcaldes por los subdelegados.
En 1795, durante el virreinato de Branciforte, se formalizó el arreglo de los límites entre México [sic] y la Nueva Nación independiente de los Estados Unidos de Norte América.

(Tomado de: Casasola, Gustavo – 6 Siglos de Historia Gráfica de México 1325-1976. Vol. 2. Editorial Gustavo Casasola, S.A. México, 1978)

lunes, 9 de marzo de 2020

Bando de Hidalgo aboliendo esclavitud e imponiendo alcabalas 1810



BANDO DEL SR. HIDALGO
aboliendo la esclavitud deroga las leyes relativas a tributos; impone alcabala a los efectos nacionales y extranjeros; prohíbe el uso del papel sellado, y extingue el estanco de tabaco, pólvora, colores y otros.


20 de noviembre de 1810


Miguel Hidalgo y Costilla


Don Miguel Hidalgo, Generalísimo de América,

Desde el feliz momento en que la valerosa Nación Americana tomó las armas para sacudir el pesado yugo que por espacio de cerca de tres siglos la tenía oprimida, uno de sus principales objetos fue extinguir tantas gabelas con que no podían adelantar en fortuna; mas como en las urgentes y críticas circunstancias del tiempo no se puede conseguir la absoluta abolición de gravámenes, generoso siempre el nuevo gobierno, sin perder de vista tan altos fines que anuncian la prosperidad de los americanos, trata de que éstos comiencen a disfrutar del descanso y alivio, en cuanto lo permita la urgencia de la Nación, por medio de las declaraciones siguientes, que deberán observarse como ley inviolable.
Que siendo contra los clamores de la naturaleza el vender a los hombres, quedan abolidas las leyes de la esclavitud, no sólo en cuanto al tráfico y comercio que se hacía de ellos, sino también por lo relativo a las adquisiciones, de manera que, conforme al plan del reciente gobierno, pueden adquirir para sí como unos individuos libres, al modo que se observa en las demás clases de la república; en cuya consecuencia, supuestas las declaraciones asentadas, deberán los amos, sean americanos o europeos, darles libertad dentro del término de diez días, so la pena de muerte que por inobservancia de este artículo se les aplicará.
Que ninguno de los individuos de las castas de la antigua legislación, que llevaban consigo la ejecutoria de su envilecimiento en las mismas cartas de pago del tributo que se les exigía, no lo paguen en lo sucesivo, quedando exentos de una contribución tan nociva al recomendable vasallo.
Que siendo necesario de parte de éste alguna remuneración para los forzosos costos de guerra, y otros indispensables para la defensa y decoro de la Nación, se contribuya con un dos por ciento de alcabala en los efectos de tierra y con el tres en los de Europa, quedando derogadas las leyes que establecían el seis.
Que supuestos los fines asentados de beneficencia y magnanimidad, se atienda al alivio de los litigantes, concediéndoles para siempre la gracia de que en todos sus negocios, despachos, escritos, documentos y demás actuaciones judiciales y extrajudiciales, se use el papel común, abrogándose todas las leyes, cédulas y reales órdenes que establecieron el uso del sellado.
Que a todo sujeto se le permita francamente la libertad de fabricar pólvora, sin exigirle derecho alguno, como ni a los simples de que se compone; entendidos sí, de que ha de ser preferido el gobierno en las ventas que se hagan para el gasto de las tropas; asimismo, deberá ser libre el vino y demás bebidas prohibidas, concediéndoseles a todos la facultad de poderlo beneficiar y expender, pagando sí, el derecho establecido en Nueva Galicia.
Del mismo modo serán abolidos los estancos de todas las clases de colores, las demás extracciones de bienes y cajas de comunidad, y toda clase de pensiones que se exigan a los indios.
Por último, siendo tan recomendable la protección y fomento de la siembra, beneficio y cosecha del tabaco, se les concede a los labradores y demás personas que se quieran dedicar a tan importante ramo de agricultura, la facultad de poderlo sembrar, haciendo tráfico y comercio de él; entendidos de que los que emprendiesen con eficacia y empeño este género de siembra, se harán acreedores a la beneficencia y franquezas del gobierno.
Y para que llegue a noticia de todos y tenga su debido cumplimiento, mando de publique por Bando en esta capital y demás ciudades, villas y lugares conquistados, remitiéndose el corriente número de ejemplares a los tribunales, jueces y demás personas a quienes corresponda su inteligencia.
Dado en la ciudad de Guadalajara, a 29 de noviembre de 1810. Miguel Hidalgo y Costilla.

(Tomado de: Briseño Senosiain, Lillian; Ma. Laura Solares Robles y Laura Suárez de la Torre (investigación y compilación) - La independencia de México: Textos de su historia. Tomo I Antecedentes. La lucha por la libertad. Coedición SEP/Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. México, D.F., 1985)

lunes, 7 de octubre de 2019

Las perlas en Baja California



Aunque los múrices de la California son muy apreciables, ninguno se ha dedicado hasta ahora a pescarlos y a servirse de su púrpura, porque las perlas han llamado toda la atención de los pescadores. La abundancia de ellas, que tanto ha contribuido a dar celebridad a aquella península, por otra parte tan miserable, fue mucha en el Golfo cerca de la costa oriental de la misma península y junto a las islas adyacentes. Las que se pescaban desde el cabo de San Lucas hasta los 27° eran en general blancas y brillantes, o como dicen los comerciantes, de buen oriente. Las que se hallaban desde el paralelo citado hacia el N., eran comúnmente algo empañadas, y por lo mismo menos apreciadas.
A fines del siglo XVI en que fueron descubiertas estas, digámoslo así, minas marítimas, comenzaron a buscar riquezas en ellas los habitantes de Nueva Galicia, Culiacán y Sinaloa, y efectivamente, enriquecieron algunos en los dos siglos pasados; pero por el año de 1736 empezaron a escasear las perlas, de modo que a muchos les era desventajosa la pesca de ellas. En 1740 arrojaron las olas una gran cantidad de madreperlas en la playa desde los 28° adelante: los indios habitantes de aquella costa, que entonces estaban recién convertidos al cristianismo, sabiendo cuánto apreciaban los españoles las perlas, llevaron muchas a los soldados de la misión de San Ignacio, que a la sazón era fronteriza con los gentiles, dándolas en cambio de algunas cositas que estimaban más porque les eran más útiles. Don Manuel de Ocio, uno de aquellos soldados y yerno del Capitán Gobernador de la California, esperando hacer una gran fortuna, pidió su retiro y marchó a la Nueva Galicia, en donde empleó todo su capital en comprar barcas, pagar buzos y proveerse de todo lo necesario para el buceo de la perla. Con el producto de la que sacó en 1742, hizo mayores preparativos para el año siguiente, en el cual obtuvo 127 libras españolas de perlas; pero esta pesca, aunque abundante, no es comparable con la de 1744, que ascendió a 275 libras. Aunque las perlas eran de inferior calidad, como pescadas más allá de los 28°, enriquecieron pronto a Ocio por su abundancia; pero de entonces acá se ha ido disminuyendo la pesca, en términos de hallarse casi absolutamente abandonada, y los pocos que se han dedicado a ella, apenas han podido sacar los costos, especialmente en estos últimos años en que la economía europea ha introducido en México el uso de las perlas falsas.
El tiempo destinado a esta pesca son los tres meses de julio, agosto y septiembre. Luego que el armador del buceo, esto es, aquel a cuyas expensas se hace la pesca, tiene los barcos aprestados y provistos de todo lo necesario, se dirige a la costa oriental de la California y elige en ella un puerto cercano a los placeres, es decir, a aquellos lugares en donde abunda la madreperla, con tal que haya en él agua potable. En los tres meses que dura el buceo, van diariamente los barcos con los buzos del puerto a los placeres. La pesca comienza dos horas antes y termina dos horas después del mediodía, porque la posición perpendicular del sol aclara mucho el fondo del mar y facilita el hallazgo de las ostras, y por este motivo no se pesca en las restantes horas del día, ni en las expresadas si el sol está nublado. La profundidad a que descienden los buzos a buscar las ostras, es de ocho, doce, diez y seis, y hasta de veinte y veinticuatro pies, según su destreza. Se sumergen llevando cada uno una red atada al cuerpo para poner en ella las ostras, y un bastón bien aguzado para defenderse de las mantas y para otros usos. Luego que llenan la red o no pueden contener más el aliento, vuelven al barco o a vaciar aquélla o a tomar alguna respiración, porque es mucha la fatiga que sufren, tanto al sumergirse como al salir. Terminada la pesca del día, tornan al puerto, en donde se hace la cuenta y partición de las ostras. De los buzos, algunos se contratan por salario y otros no: los primeros no tienen de la pesca más que el sueldo en que han convenido con el armador; los segundos tienen la mitad de las ostras que pescan, y tanto unos como otros son alimentados por el armador todo el tiempo de la pesca, y deben ser restituidos por él al mismo lugar de donde son llevados.
La distribución diaria de las ostras se hace del modo siguiente: si el buzo está asalariado, del conjunto de las ostras se toman cuatro para el armador y una para el Rey, pero si no lo está, toma el armador la primera y la tercera, el buzo la segunda y la cuarta, y se aparta la quinta para el Rey; de este modo van contando y separando hasta concluir el montón, pues el Rey Católico tiene el quinto de todas las ostras que se pescan. La exacción de este impuesto ha estado encomendada por el Virrey de México al Capitán Gobernador de la California, el cual, no pudiendo hacerla personalmente, delegaba otros que la hiciese efectiva en su nombre, y acabado el tiempo de la pesca, mandaba a Guadalajara, capital de la Nueva Galicia, toda la cantidad de perlas perteneciente al real erario, con los correspondientes documentos. Como todos los gobernadores que han tenido esta comisión han sido buenos cristianos y hombres muy honrados, se han manejado en ella con suma fidelidad, sin premio alguno y sin más interés que el de servir a su soberano.
Después de hecha la división se abren las ostras para sacarles las perlas, si las tienen; pues algunas no tienen absolutamente nada, otras tienen una, y suele haber algunas que tienen dos o más. Los armadores compran a los buzos las que les han tocado, o se las cambian por mercancías, que con este fin llevan comúnmente consigo los que emprenden la tal pesca.
Las madreperlas son por lo general de cinco pulgadas de longitud y de tres a cuatro de anchura: su color por defuera es un verde sucio, pero interiormente son hermosas. Las perlas se forman en algunos pliegues del cuerpo del animal, aunque no falten algunas que se hallan adheridas a la superficie interna de la concha, las cuales son llamadas topos, y aunque sean grandes y bellas, no tienen estimación, por razón de tener plana la parte que estaba en contacto con la concha. Las más apreciadas son las que además de ser grandes, blancas y brillantes, son esféricas u ovales, y sobre todo las que tienen figura de pera.

(Tomado de: Clavijero, Francisco Xavier - Historia de la antigua o Baja California. Estudio preliminar por Miguel León-Portilla. Colección “Sepan cuantos…” #143. Editorial Porrúa, S.A. México 1990)



viernes, 22 de febrero de 2019

Fundación de Guadalajara



Guadalajara parecía predestinada a convertirse en una gran urbe: el conquistador de sus tierras, Nuño de Guzmán, enemigo jurado de Hernán Cortés, logró separarla de los confines de la Nueva España y convertirla en capital del reino de Nueva Galicia. Guadalajara tuvo Audiencia propia, independiente de la de México, pero el reino era pobretón y la ciudad capital apenas contó durante el virreinato.

Fundada definitivamente en 1540 en un territorio en el que habían vivido unos indígenas tan primitivos que ni siquiera dejaron huellas de su paso, Guadalajara sobrevivió trabajosamente a las continuas incursiones de chichimecas empeñados en expulsar a los intrusos. Hacia 1700 apenas albergaba quinientos españoles, quinientos negros y otros tantos indios y mestizos. Sólo existían casitas de adobe y no había jardines; el drenaje, a cielo abierto, daba origen a mortíferas enfermedades.

Apenas a mediados del siglo XVIII fueron construidos los portales de la plaza principal. La catedral con sus torres de “alcatraces al revés” no fue concluida sino hasta 1854, y las bóvedas del imponente Hospicio Cabañas acababan de ser cerradas en 1810, cuando el edificio fue destinado a servir de cuartel para los soldados que libraban la guerra de Independencia. Paradójicamente, al revés de Guanajuato, la guerra atrajo a Guadalajara muchos miles de individuos que huían de la violencia desatada en sus comarcas, y con esto la ciudad empezó a crecer aceleradamente. Hacia 1820 ya tenía unos 30,000 habitantes. Medio siglo antes se había comenzado a producir en sus alrededores el aguardiente de tequila a escala industrial. 


(Tomado de: Armando Ayala Anguiano - ¡Extra! Contenido. México de carne y Hueso III. Tercer tomo: La Nueva España (1). Editorial Contenido, S.A. de C.V., México, D.F., 1997)

sábado, 17 de marzo de 2018

Pedro Almíndez Chirinos


Pedro Almíndez Chirinos



Llegó a la Nueva España en 1522. Acompañó a Cortés en su expedición a las Hibueras y en 1529 se unió a Nuño de Guzmán en la conquista de la Nueva Galicia. A su paso por el reino tarasco cometió muchas tropelías y al incursionar por el territorio de lo que hoy es el estado de Durango, creyó haber descubierto una gran montaña de plata en lo que resultó  ser el mineral de hierro, que más tarde se llamó Cerro de Mercado, por haberlo explorado,  en 1552, Ginés Vázquez del Mercado. Almíndez ocupó los cargos de factor y de veedor de fundiciones, pero por manejos irregulares fue enviado preso a España.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Tomo 1)

viernes, 16 de marzo de 2018

Fray Antonio Alcalde



Fray Antonio Alcalde



Nació en la Villa de Cigales, provincia de Castilla la Vieja, España, en 1701; murió en Guadalajara, Jalisco, en 1792. A los 17 años de edad tomó el hábito dominicano en el convento de San Pablo. Después de profesar, fue preceptor de estudiantes y lector de artes y de teología en varios conventos durante 26 años ininterrumpidos. En 1751 se graduó de maestro en filosofía y ocupó sucesivamente los prioratos de los monasterios de Zamora y de Jesús María de Valverde. Llevaba en éste 9 años cuando en 1760, andando de cacería, entró ocasionalmente a descansar al convento Carlos III, quien se sorprendió gratamente al ver que en la celda de Alcalde había tan sólo una tarima, un cilicio, una mesa, unos libros, una silla, un crucifijo y una calavera. Al siguiente año, cuando el monarca tuvo que proponer sucesor para el segundo obispo de Yucatán, fray Ignacio Padilla y Estrada, muerto el 20 de julio de 1760, exclamó: “Nómbrese al fraile de la calavera”. Alcalde, que había rehusado varias mitras, aceptó ésta. Las bulas se expidieron el 29 de enero de 1792 y en virtud de ellas fue consagrado en Cartagena el 8 de mayo de 1763, partiendo luego hacia América para tomar posesión de la diócesis el 1° de agosto.

A pesar de su edad -62 años- aprendió el maya para comunicarse mejor con los indios, amplió el Hospital de San Juan de Dios en Mérida, reformó los estatutos del seminario, mejoró varias iglesias y en 1769-1770, con motivo del hambre que provocaron las plagas de langosta, que destruyeron por completo la mies, mandó abrir los graneros y socorrió cuanto pudo a los pobres. el 20 de mayo de 1771 dispuso el Rey que fray Antonio pasara a ocupar la silla episcopal de Nueva Galicia. Esta diócesis comprendía los actuales estados de Jalisco, Colima, Zacatecas, Aguascalientes, San Luis Potosí, Nuevo León, Coahuila y Nayarit y los territorios de Texas y parte de Luisiana; tenía 210 curatos y 27 canonjías. El 17 de agosto tomó posesión de ella en la ciudad de México, donde había asistido al Cuarto Concilio Mexicano, y en agosto tomó posesión de ella en la Ciudad de México, donde había asistido al Cuarto Concilio Mexicano, y el 12 de diciembre llegó a Guadalajara. Una de sus primeras acciones consistió en practicar una larga y fatigosa visita pastoral, a cuyo término solicitó al rey (15 de diciembre de 1773) la creación de un nuevo obispado, que éste erigió, con el nombre de Nuevo Santander (Nuevo León, Coahuila, Texas y el Seno Mexicano), para atender aquellas dilatadas provincias y procurar la conversión de los indios gentiles.

Alcalde, que seguía viviendo con la misma humildad que en Valverde, sin abandonar el hábito, destinó cuantiosas sumas para la construcción del Sagrario Metropolitano y del Santuario de Guadalupe, y para la ampliación o reparación de Capuchinas, Jesús María, Santa Teresa, Santa Mónica y Santa María de Gracia, en Guadalajara; para las parroquias de Lagos, Zapotlán, Chapala y muchas otras, y para el colegio de Propaganda Fide de Guadalupe, en Zacatecas. En el orden civil –acto que lo consagra como precursor de los programas de vivienda popular- mandó construir al norte de la ciudad 158 casas, agrupadas en 16 manzanas, para satisfacer la demanda de habitación de la gente pobre y extender la población por ese rumbo.

En materia de enseñanza, dotó al seminario y al colegio de San Juan para que aumentasen sus clases, creó becas para niñas desvalidas en el de San Diego, fundó escuelas primarias para varones en el Santuario y en los barrios del Beaterio y del Colegio de San Juan, en una época en que sólo había un plantel de esta índole, sostenido por el Consulado; y levantó un cómodo y espacioso edificio para el Colegio de Santa Clara (Beaterio), dedicado a las niñas sin recursos. Y, finalmente, promovió la expedición de la real cédula del 18 de noviembre de 1791 por la cual se autorizó la fundación de la Universidad de Guadalajara, la segunda en Nueva España, en la cual se habrían de establecer, a partir del 3 de noviembre de 1792, las cátedras de cánones, leyes, medicina, y cirugía, trasladándose a ella, del Seminario, las de teología y sagradas escrituras. Alcalde propuso destinar a la nueva institución el antiguo edificio del Colegio de Santo Tomás, que fue de los jesuitas, y destinó sesenta mil pesos para su reacondicionamiento. Murió, sin embargo, el 7 de agosto de 1972, casi tres meses antes de su inauguración.

En ocasión del hambre de 1786, ocasionada por las abundantísimas lluvias del año anterior que acabaron con las siembras, el obispo Alcalde compró y distribuyó el maíz que pudo encontrar, refaccionó las siembras del siguiente ciclo, estableció cocinas gratuitas en los barrios de Guadalajara e hizo cuantiosos donativos a los curatos, en especial a los de Sayula, Tepatitlán, Asientos y Fresnillo. Al hambre siguió la peste, estimulada por la desnutrición. En el segundo semestre de aquel año murieron 50 mil personas en la Nueva Galicia. El Hospital de Belén, que se hallaba en la parte más céntrica de Guadalajara –donde hoy está el Mercado Corona- no sólo resultó insuficiente, sino que se convirtió en un gravísimo foco de infección, por la acumulación inusitada de enfermos. Alcalde quiso prevenir futuros desastres y, previa la autorización real, mandó construir a sus expensas un nuevo establecimiento, en las orillas de la ciudad, útil para contener con holgura mil pacientes, aparte los servicios, un departamento para internos –entonces los religiosos betlemitas-, el templo y el camposanto. La obra se inició el 27 de febrero de 1787 y se terminó el 3 de mayo de 1794. El edificio principal tiene 6 grandes salas, de 80 metros de longitud, que parten radialmente de un solo núcleo. Ciento setenta y ocho años después, convertido en Hospital Civil, este nosocomio sigue siendo el mayor en su género en el occidente de la república (datos de 1976).

El señor Alcalde invirtió también el dinero de su diócesis en la compostura de calles y caminos, y en ocasión de la epidemia de viruela de 1803, destinó salas especiales para la aplicación de la vacuna –recién descubierta- en el Hospital de San Juan de Dios. Finalmente, promovió el juicio de canonización de fray Antonio Margil de Jesús mediante su Epístola supplex ad S.S. Dom. Pium VI Pontif. Max. pro Causa Beatificationis ven. servi Dei Antonii Margil, missionari apostolici Ordinis Minorum in America Septentrionali, dat. postridi Non. Januar 1790.

Fue sepultado en el santuario de Guadalupe, en la pared del presbiterio, del lado del Evangelio. Ahí se puso su estatua, arrodillado.

(Tomado de: Enciclopedia de México)