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martes, 12 de noviembre de 2019

Pescado blanco y charales


Los pescados blancos y los charales se distribuyen en el altiplano mexicano, principalmente en la cuenca del río Lerma y en los numerosos lagos de la Mesa Central, donde existen muchas especies endémicas que soportan una de las pesquerías con mayor tradición de México. En la parte neotropical de nuestro país viven otras especies de aspecto similar a los charales, pero de géneros distintos a los anteriores, que sólo ocasionalmente son consumidos.
El grupo se caracteriza por tener el cuerpo alargado, con dos aletas dorsales, de las cuales la anterior lleva de 3 a 6 espinas, generalmente flexibles y flexuosas. Tal vez su coloración sea la particularidad que permita su identificación, pues el cuerpo es blanquecino. De esa característica deriva uno de sus nombres comunes; tiene, además, a todo lo largo, una banda longitudinal o estola de color plateado.
Debe mencionarse que no existe una separación absoluta entre el pescado blanco y el charal; el primer término se adjudica a las especies cuyos individuos alcanzan tallas mayores de 15 a 20 cm de longitud, y bajo el nombre de charal se integran aquellas formas que aún en el estado adulto nunca sobrepasan las dimensiones mencionadas; por ello, resulta natural que los pescados blancos sean considerados en sus etapas juveniles como charales.
Por su delicado y exquisito sabor, los pescados blancos son los peces de agua dulce preferidos; así, tienen gran valor comercial, incluso son exportados. En los lagos de Pátzcuaro y Zirahuén, Michoacán, habita Chirostoma estor, conocido por los nombres purépechas de churucha, cuando adulto y huerepo, en su fase juvenil; en cambio, en la laguna de Chapala los pescados blancos están representados principalmente por Ch. sphyraena y Ch. lucius. Las tres especies son carnívoras; prefieren la ingestión de peces.
Desovan durante la época cálida del año y alcanzan tallas de aproximadamente 40 cm. El primero ha sido introducido a embalses de aguas templadas en varios estados del centro de la república y aun en sitios lejanos en su distribución natural, en Tamaulipas y Chihuahua. En Chapala es frecuente observar un pescado blanco cuyo hocico es de color negro, carácter por el cual se le conoce como bocanegra; pertenece a Ch. promelas.
(Charal)
En los charales se agrupan el mayor número de especies y cabe señalar que su nombre se deriva del término purépecha “charari”, con el que también son conocidos. En Pátzcuaro y Zirahuén se distribuyen Ch. bartoni y Ch. patzcuaro, denominados charal prieto y charal blanco respectivamente; la especie que predomina en Chapala es Ch. chapalae y en el Valle de México Ch. jordani. Todos ellos son planctófagos, se venden frescos o secos y es bastante frecuente encontrarlos en los mercados, incluso en la ciudad de México, cocidos y envueltos en hoja de maíz.
(Tamal de charales, Cd. de México)
Como ya se mencionó, la pesca del pescado blanco y del charal tiene gran tradición en México, lo cual ha determinado el uso de artes de pesca rudimentarias que se originaron hace muchísimos años y que se siguen conservando. Es un bello espectáculo observar las lanchas de Pátzcuaro y Zirahuén cuando llevan levantadas sus peculiares redes que parecen grandes mariposas, de donde han tomado el nombre castellano común, pues entre los lugareños se les conoce como guaromutacuas.
En el estado de Puebla, muy cerca de la ciudad de Perote, Ver., existen varios lagos-cráter, conocidos como axalapascos. Ahí vive el género Poblana, que tiene la particularidad de habitar aguas salobres. Estos axalapascos contienen gran cantidad de minerales, aunque su salinidad se debe a la presencia de sales distintas a la del mar.
También en la parte costera de los ríos que desembocan tanto al Golfo como al Pacífico se localizan representantes de este grupo, que suelen penetrar a varias decenas de kilómetros de los litorales. Son de pequeño tamaño y pertenecen a especies distintas a las mencionadas. En la vertiente del Pacífico los encontramos desde Sinaloa hasta Guerrero y en la del Golfo de México, en Tamaulipas, Veracruz y Tabasco.

(Tomado de: Álvarez Solórzano, Ticul, y González Escamilla, Manuel. Atlas Cultural de México. Fauna. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1987)

jueves, 17 de octubre de 2019

Pejelagarto o catán


Existen cuatro especies de catán; tres de ellas se distribuyen en el noreste de México, desde el río Pánuco hasta el río Bravo, y la otra en el sur del país, en Tabasco, Campeche y Chiapas. Pueden vivir en aguas tranquilas y corrientes, pero parecen tener preferencia por los ríos.

Son peces fácilmente identificables, pues su cuerpo es alargado y cilíndrico; el hocico, formado por el alargamiento de las mandíbulas, tiene apariencia de un pico alargado y delgado en las especies norteñas, o corto y ancho en las del sur. Esta estructura tan característica se asocia a la presencia de dientes fuertes y agudos, que lo asemejan a un cocodrilo o lagarto. De esta similitud deriva el nombre común de pejelagarto.

El cuerpo está completamente encerrado en una armazón de escamas romboides, a veces esculpidas, que forman una cubierta casi impenetrable. De ahí que también se le llame pez armado. Las articulaciones y el arreglo de éstas en forma diagonal permiten cierta flexibilidad al cuerpo.

Otra propiedad interesante del grupo es que, además de la respiración branquial propia de todos los peces, aprovechan el aire atmosférico; es decir, tienen respiración aérea a través de un órgano muy vascularizado que hace la función de pulmón. La respiración pulmonar es tan necesaria que cuando de manera experimental se les impide salir a la superficie del agua mueren asfixiados. Como consecuencia de lo anterior, es frecuente observarlos nadar cerca de la superficie. 

Por estas características, y otras más, al catán se le considera arcaico, es decir, verdadero fósil viviente que representa faunas que florecieron hace unos 250 millones de años.

Los catanes son carnívoros: su dieta comprende principalmente peces, aunque también ingieren renacuajos, ranas y otros pequeños vertebrados, además de macrocrustáceos y grandes insectos. Sus hábitos alimenticios están estrechamente relacionados con el aparato masticatorio. Aunado a los fuertes dientes mandibulares, poseen dientes en la lengua, paladar y branquias.

La reproducción se lleva a cabo casi durante todo el año, aunque es más intensa de abril a septiembre. Son ovíparos, y los huevecillos adherentes se pegan a la vegetación. 

La especie más robusta es la que habita la parte tropical de México: Lepisosteus tropicus, y aunque lo más frecuente es encontrar ejemplares de 60 a 80 cm, pueden alcanzar tallas cercanas a los 1.5 m y pesar hasta 5 kg. En el norte de México vive la especie L. osseus.

Estos peces son muy apreciados como alimento. En el sureste de México a menudo se observa una cantidad considerable de ellos en los mercados y su carne se emplea para la preparación de platillos regionales.



(Tomado de: Álvarez Solórzano, Ticul, y González Escamilla, Manuel. Atlas Cultural de México. Fauna. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1987)