En cuanto a sales, hay allí sal común, sal gema y nitro. Estando la California rodeada del mar, casi todas por partes, no puede dejar de haber en ellas buenas salinas. Y en efecto, hay muchas: pero ninguna es comparable con la de la isla del Carmen situada en el golfo a los 26° frente al puerto de Loreto, del cual dista cuatro leguas. Esta isla, que tiene trece leguas de circunferencia, está toda desierta, y no se alimentan en ella más que ratones y un gran número de serpientes: en la parte occidental tiene una áspera montaña; pero el terreno de la parte oriental es llano, y en él se halla aquella salina que sin contradicción es una de las mejores del universo. Comienza a distancia de media legua del mar, y se extiende tanto, que no se alcanza a ver el fin, presentando al observador el espectáculo de una inmensa llanura cubierta de nieve. Su sal es blanquísima, cristalizada y pura, sin mezcla de tierra ni de otros cuerpos cuerpos extraños. Aunque no es tan dura como la piedra, se necesitan picos para trozarla, y de este modo la dividen en panes cuadrados de un tamaño proporcionado para que cada operario pueda llevar uno de ellos a cuestas. Este trabajo se ejecuta en las primeras y en las últimas horas del día, porque en las restantes refractan en ella los rayos del sol con tanta viveza, que deslumbran a los trabajadores. Aunque todas las flotas de Europa acudiesen a cargar sal de aquella salina, jamás podrían agotarla, no sólo por su grande extensión, sino principalmente porque se reproduce luego la sal que de ella se extrae: apenas pasan siete u ocho días después de haberle sacado la cantidad necesaria para cargar un barco, cuando la excavación está llena de nueva sal. Si ésta salina estuviera en algún país de la Europa, produciría al soberano que la poseyera una de las rentas más considerable que la que producen las famosas de Williska en Polonia, en cuya tenebrosa y horrible profundidad se sepultan tantos centenares de esclavos a sacar sal; mas en el Golfo de California no sirve más que de proveer a los pocos habitantes de aquella península. Aun en el lugar en que dios la puso pudiera ser mucho más útil si se excitara la industria de los habitantes de Sinaloa, de Culiacán y de los otros pueblos de la costa; porque siendo allí tan abundante y excelente la pesca, como después diremos, y habiendo toda la sal que se quiera sin que cueste nada, podrían hacer un comercio muy lucrativo de pescado salado con las provincias mediterráneas de la Nueva España.
Dos criaderos de sal gema se han descubierto en la península: el uno en la costa del mar Pacífico a los 26°, y el otro a los 28° en la llanura perteneciente a la misión de San Ignacio. La sal que de ellos se extrae es semejante en la blancura y pureza a la del Carmen, pero no es tan tersa y reluciente. En el monte del Rosario hay nitro puro, y en varios lugares le hay mezclado con tierra.
El llamado por los mexicanos tequizquitl y por los españoles de México tequesquite, es más bien la espuma del nitro, de la cual se suelen servir en la Nueva España, como en Egipto, para hacer la legía de blanquear los lienzos, y para cocer las legumbres, que con este mineral se ponen más suaves y más sabrosas.
(Tomado de: Clavijero, Francisco Xavier - Historia de la antigua o Baja California. Estudio preliminar por Miguel León-Portilla. Colección “Sepan cuantos…” #143. Editorial Porrúa, S.A. México 1990)
Dos criaderos de sal gema se han descubierto en la península: el uno en la costa del mar Pacífico a los 26°, y el otro a los 28° en la llanura perteneciente a la misión de San Ignacio. La sal que de ellos se extrae es semejante en la blancura y pureza a la del Carmen, pero no es tan tersa y reluciente. En el monte del Rosario hay nitro puro, y en varios lugares le hay mezclado con tierra.
El llamado por los mexicanos tequizquitl y por los españoles de México tequesquite, es más bien la espuma del nitro, de la cual se suelen servir en la Nueva España, como en Egipto, para hacer la legía de blanquear los lienzos, y para cocer las legumbres, que con este mineral se ponen más suaves y más sabrosas.
(Tomado de: Clavijero, Francisco Xavier - Historia de la antigua o Baja California. Estudio preliminar por Miguel León-Portilla. Colección “Sepan cuantos…” #143. Editorial Porrúa, S.A. México 1990)