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lunes, 7 de agosto de 2023

José Pablo Moncayo

 


José Pablo Moncayo 

(1912-1958)

Pese a su muerte prematura, el músico, compositor y director de orquesta mexicano José Pablo Moncayo García fue un creador fecundo, que dejó para la posteridad una nutrida y excepcional producción musical, que ha pasado a la historia como un destacado e insigne representante del nacionalismo musical mexicano.


Una tenaz carrera 


Nacido en Guadalajara, en el estado de Jalisco, en 1912, a diferencia de otros músicos contemporáneos, como su maestro Carlos Chávez o Blas Galindo, compositor este último con el que mantuvo estrechos vínculos profesionales, José Pablo Moncayo murió joven, en 1958, en Ciudad de México, cuando contaba algo más de cuarenta y cinco  años. Sus comienzos profesionales no fueron fáciles. Ingresó pronto en el Conservatorio Nacional de Música, donde conoció a jóvenes compositores y pudo iniciarse en la nueva estética musical de vanguardia de la mano de un maestro de excepción, Carlos Chávez, quien lo iniciaría en el ideario de la música nacionalista y, posteriormente, se ocuparía de difundir sus producciones.

A fin de poder pagarse sus estudios trabajó como pianista en cafés y radiodifusoras, hasta que fue contratado en 1931 como percusionista por la Orquesta Sinfónica de México iniciándose entonces un estrecho y fructífero vínculo profesional con dicha institución. José Pablo Moncayo dirigió la Orquesta Sinfónica de México en cinco ocasiones, en 1936, 1942 (año en que fue becado por el Institute Berkshire), 1944, 1946 y 1947, al mismo tiempo que su auge profesional se tradujo en nuevas y mayores responsabilidades, ocupando también el cargo de subdirector (1945-1946) y el de director artístico (1946-1947).

En 1935, junto con otros jóvenes músicos, como Blas Galindo, Daniel Anaya y Salvador Contreras, también fervientes defensores de la música nacional y estudiosos de las raíces musicales mexicanas, constituyó el denominado Grupo de los Cuatro,  un conjunto de cámara, formación de tendencias técnicas avanzadas cuyo objetivo primordial fue difundir las propias composiciones en recitales ofrecidos por ellos mismos, así como dar a conocer la música mexicana de vanguardia. Otra fecha importante en la carrera de José Pablo Moncayo fue 1942, cuando obtuvo una beca del Instituto Berkshire para realizar estudios de composición con Aaron Copland, una figura relevante en este campo.

La agitada y polifacética carrera musical de Moncayo inició un nuevo giro al ser nombrado, en 1950, titular de la recién creada Orquesta Sinfónica Nacional, permaneciendo en el puesto varios años. Menos conocida, aunque muy significativa, fue su faceta profesional como pedagogo. En ese sentido cabe citar su labor docente en el Conservatorio Nacional donde desempeñó la cátedra de composición y dirección de orquesta.


Una fecunda capacidad creativa 


Familiarizado con las tendencias musicales de vanguardia, su amplia y rica producción musical da fe del elaborado desarrollo estilístico que, partiendo de un lenguaje caracterizado por el acento en la mexicanidad, evoluciona hacia un estilo más libre, personal y subjetivo. Asimismo, destaca su facilidad para componer y desenvolver su capacidad creativa en géneros musicales tan dispares como ballets, música de cámara, ópera o pieza sinfónicas.

Entre algunas de sus piezas más representativas del nacionalismo musical debe mencionarse su afamado Huapango, obra sinfónica para orquesta compuesta en 1941, que recrea los sones y ritmos populares de Alvarado y Coatzacoalcos en el estado de Veracruz, así como su ópera La mulata de Córdoba (1948), obra basada en una leyenda mexicana, cuyo origen se remonta a la última época colonial.

Otras composiciones conocidas son los ballets Tierra de tempestad (1949) y Zapata. Destacan a sí mismo su obra Llano Grande, que compuso en 1942 durante su estancia en los Festivales de Berkshire (Massachusetts, Estados Unidos), y la Sinfonía N° 1, que obtuvo un premio en 1947. Otras obras significativas de su producción son Pequeño nocturno (1936), Sonata para violín y cello (1937) Amatzinac (1938), compuesta para flauta y orquesta de cuerda, Sinfoneta (1945), Tres piezas para orquesta sinfónica: feria, canción y danza (1947), su conocido Homenaje a Cervantes (1947), su Fantasía Intocable y también las composiciones Penatori, una pieza creada para coros infantiles, y las Canciones de mar, una obra coral escrita para ser cantada por adultos. 

Completan esa amplísima y profusa herencia musical algunas piezas como Danza de los maíces o la Romanza de las flores de calabaza, cuyos títulos ponen abiertamente de manifiesto los vínculos que la música de Pablo Moncayo presenta con el pueblo y las costumbres ancestrales y folclóricas mexicanas. Su respeto y agradecimiento al maestro, por la formación y orientación recibidas, quedaron entrañablemente plasmados en su composición Homenaje a Carlos Chávez el que fuera guía y luz de las nuevas generaciones de músicos mexicanos de vanguardia.

Debido a su muerte prematura, el tenaz, incansable y prolífico compositor José Pablo Moncayo dejó inconclusas dos obras: una titulada Simiente, pieza pensada para piano y orquesta, y una sinfonía.


1912  Nace José Pablo Moncayo en Guadalajara, estado de Jalisco.

1931 Es contratado como percusionista en la Orquesta Sinfónica de México.

1935 Constituye el Grupo de los Cuatro, cuyo objetivo principal es difundir y dar a conocer la música mexicana de vanguardia.

1936 Es nombrado director de la Orquesta Sinfónica de México.

1941 Compone la obra sinfónica para orquesta Huapango.

1942 Obtiene una beca del Instituto Berkshire para realizar estudios de composición con Aaron Copland.

1947 Compone Homenaje a Cervantes y Penatori, pieza para coros infantiles.

1942-1944 Participa en el Festival de Berkshire y compone Llano Grande y Sinfonía N° 1, que obtiene un premio.

1948 Compone La mulata de Córdoba, obra basada en una leyenda mexicana.

1950 Es nombrado titular de la Orquesta Sinfónica Nacional y ejerce como pedagogo en el Conservatorio Nacional donde desempeña la cátedra de composición y dirección de orquesta.

1958 Fallece en Ciudad de México.


(Tomado de: Grandes personajes universales y de México. Océano Grupo Editorial, S. A. Barcelona, España, 1998)

lunes, 17 de mayo de 2021

Jesús Galindo y Villa


Ingeniero, historiador y maestro, nació y murió en la ciudad de México (1867-1937). Ejerció la cátedra durante cincuenta años, fue director del Museo Nacional de Arquitectura, de la Academia de Bellas Artes, del Conservatorio de Música, regidor de la ciudad de México (1899-1903 y 1908-1911), director del Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores (1912), presidente de la Sociedad de Geografía y Estadística (1891), de la Sociedad Astronómica de México (1903), de la Academia Mexicana de la Historia, de la"Antonio Alzate" y de no pocas extranjeras. En febrero de 1937 fue objeto de un homenaje nacional por su magisterio en la Universidad Nacional y otras instituciones docentes. Autor de numerosas obras, algunas de las principales son las siguientes: Geografía de la República Mexicana, 1926, dos tomos; Geografía de México, Barcelona, 1930; Geografía del Distrito Federal y del Valle de México, 1932; Historia sumaria de la ciudad de México, 1925; México, la ciudad capital, Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, t. XLIII, 1932; Reseña histórico-descriptiva de la ciudad de México, 1901; Elementos de historia nacional, 1930; El Panteón de San Fernando y el futuro Panteón Nacional. Notas históricas, geográficas y descriptivas, 1908; El Códice Troano. El templo de los guerreros en Chichén-Itzá, en Memorias de la Academia "Antonio Alzate", t. 53 (161-169); Algo sobre los zapotecas y los edificios de Mitla (Conferencia de divulgación), 1905; El Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología. Breve reseña. 1922; Las ruinas de Cempoala y el templo del Tajín, 1912; La fundación de Villa Rica y su autor. La obra de la Conquista española en México, 1920; La plaza mayor de la Ciudad de México, 1914; Códice Mendocino, 1925, colección de Mendoza O., documento del siglo XVI que se conserva en la Biblioteca Bodleiana de Oxford, Inglaterra; Elementos de historia general, 2a ed., 1926; La Orden de Caballeros de Colón y su establecimiento en México. Nota sobre su origen, su desarrollo y fines principales, 1914 (contiene, además, noticias sobre la Orden en los Estados Unidos y Cuba); Polvo de la historia, 1923 (la segunda edición, editorial Patria, 1954, tiene un breve prólogo de Dolores Galindo y Villa con noticias y anécdotas de Galindo y Villa); Don Francisco del Paso y Troncoso. Su vida y sus obras, 1923. v. Noticia de diversos escritos de Jesús Galindo y Villa, director de la Academia Nacional de Bellas Artes, profesor del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, publicados de 1887 a 1912, México, 1913.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen V, - Gabinetes - Guadalajara). 

lunes, 5 de abril de 2021

Un golpe de estado musical, 1880


Alrededor de 1880 Ricardo Castro y Gustavo E. Campa -junto con Juan Hernández Acevedo, Felipe Villanueva, Carlos J. Meneses e Ignacio Quezadas- formaron el grupo de "Los seis" para oponerse al italianismo imperante en el terreno musical, del que era gran propugnador el ilustre Melesio Morales. Se entabló una enconada polémica y en ella el triunfo de los seis jóvenes músicos fue tan definitivo que prácticamente pasaron a sus manos el destino de la música fina mexicana y el Conservatorio Nacional, del que Ricardo Castro se convirtió en director, en tanto que Carlos J. Meneses pasó a ocupar la cátedra de piano y Campa se hizo cargo de la cátedra de composición. Fue una especie de "golpe de estado" musical con el que perdió fuerza la corriente italiana, aunque, por otra parte, se impuso la romántica, de moda entonces en Europa. El nacionalismo tendría que seguir esperando.

Los seis camaradas se destacaron grandemente en el campo de la enseñanza, pero sólo Ricardo Castro y Felipe Villanueva alcanzaron renombre como compositores. Curiosamente, ambos tuvieron una iniciación musical muy temprana y ambos murieron jóvenes.

(Tomado de: Morales, Salvador y los redactores de CONTENIDO - Auge y ocaso de la música mexicana. Editorial Contenido, S.A. México, 1975)

martes, 1 de octubre de 2019

Manuel M. Ponce


Ponce: el gran precursor


A principio de siglo vivía en Aguascalientes una ciega llamada Sebastiana Rodríguez, que recorría los pueblos y ferias de la región interpretando con su hermosa voz canciones populares. entre sus oyentes más asiduos se contaba un jovencito llamado Manuel M. Ponce.
Manuel tenía fama de ser todo un “fenómeno musical”. Según afirman sus biógrafos, no había cumplido los cuatro años de edad cuando, después de haber escuchado atentamente las clases de piano que recibía su hermana Josefina, se sentó frente al instrumento y sin más preámbulo interpretó completa una de las piezas que había oído. Inmediatamente sus padres lo pusieron a recibir clases de piano y solfeo. Al parecer, su propia hermana Josefina colaboró muy activamente en su enseñanza.
Un año después, Manuel enfermó de sarampión. Cierto día, cuando aún estaba en cama, Josefina le dio algunas hojas de papel pautado para entretenerlo, y se llevó una gran sorpresa. Horas más tarde, el niño de cinco años le presentaba la partitura de su primera pieza, a la que había puesto por nombre La danza del sarampión. A los seis años ya tenía tres o cuatro canciones más en su haber.
En aquella época se había pasado del italianismo en materia musical al más acentuado afrancesamiento que, a esas alturas, se había tornado “prácticamente intolerable”, según palabras del musicólogo Vicente T. Mendoza. Así, en sus primeros años la producción de Manuelito se reducía a gavotas, valsecillos y otras melodías de inspiración semejante. Con los años, sin embargo, las tonadas tristes con rasgos de alegría o las alegres con rasgos de tristeza que entonaba Sebastiana llevarían al joven Ponce a integrar un concepto que ya intuía desde los primeros años de su adolescencia: que la música popular mexicana, si se refinaba y metodizaba sin desechar su esencia original, no sólo se convertiría en algo dignísimo y muy valioso, sino que presentaría grandes posibilidades de aceptación en el mundo entero.
Pero para consolidar y poner en práctica esta idea -aún nebulosa- Manuel tenía que recorrer un largo camino.


El niño serio


Manuel M. Ponce nació en Fresnillo, Zacatecas, en 1886. Tenía sólo unas cuantas semanas de vida cuando su numerosa familia se trasladó a la ciudad de Aguascalientes, en busca de mejores posibilidades económicas. Era Manuel el menor de los doce hijos de don Felipe Ponce -contador de profesión- y su esposa, doña María de Jesús Cuéllar. En Aguascalientes vivió el joven músico hasta la edad de 15 años; y se cuenta que su característica más notable -aparte, desde luego, de su precocidad musical- era su carácter dócil y serio.
Hizo los primeros estudios en la ciudad de Aguascalientes, donde siguió componiendo. En 1900 escribió una pieza de piano para la mano izquierda a la que tituló Malgré Tout (A pesar de todo), en honor del escultor manco Jesús Contreras; el mismo título lleva una célebre escultura de Contreras que adorna la Alameda Central de la ciudad de México y que habla elocuentemente de la determinación del artista de sobreponerse a la tragedia y continuar su obra a pesar de todo.
En 1901, Ponce ingresó al Conservatorio Nacional de Música, ya con cierto prestigio de pianista y compositor. Allí permaneció hasta 1903, año en que volvió a la ciudad de Aguascalientes. Este era sólo el inicio de su peregrinar. En 1904 marchó a Italia para cursar estudios superiores de música en el Liceo de Bolonia. Siguió estudiando entre 1906 y 1908 en Alemania y volvió a México para hacerse cargo de la cátedra de piano (que antes ocupó en el Conservatorio Ricardo Castro) y la de Historia de la Música.
En 1912 compuso su obra cumbre, Estrellita, que no es propiamente una canción de amor, como se suele pensar, sino “una nostalgia viva; una queja por la juventud que comienza a perderse. Reuní en ella el rumor de las callejas empedradas de Aguascalientes, los sueños de mis paseos nocturnos a la luz de la luna, el recuerdo de Sebastiana Rodríguez”, según escribió el propio autor. Ese mismo año, Ponce realizó en el teatro Arbeu el memorable concierto de música popular mexicana que, si bien escandalizó a los ardientes defensores de lo europeo, vino a constituir un hito fundamental en la historia de la canción nacional.
Con esta valiosa actividad de promoción de la música del país y con melodías como Estrellita, A la orilla de un palmar, Alevántate, La pajarera, Marchita el alma y una multitud más, Ponce ganó el honroso título de “creador de la canción mexicana moderna”. Y fue también el primer compositor mexicano de música popular que proyectó sus obras al extranjero: Estrellita, por ejemplo, ha sido parte del repertorio de las principales orquestas del mundo y de incontables cantantes, aunque muy a menudo sus intérpretes ignoran el origen de la canción y el nombre del autor.


El exilio voluntario


Ponce parecía destinado a llevar, por fin, una vida metódica y tranquila, pero la inestabilidad creada por la Revolución le impedía desarrollar adecuadamente su labor de enseñanza y en 1913 decidió trasladarse a La Habana. Estuvo en Nueva York en 1916 y presentó algunas de sus obras en el Aeolian Hall. Después volvió a Cuba y ahí permaneció hasta septiembre de 1917. Retornó a México para hacerse cargo de una cátedra en el Conservatorio Nacional. Se enamoró de una de sus discípulas, llamada Clementina Morel, y en 1918 profesor y alumna contrajeron matrimonio. La boda coincidió con el nombramiento de Ponce como director de la Orquesta Sinfónica Nacional, puesto que desempeñó brillantemente por espacio de dos años y durante esa etapa dio a conocer muchas obras mexicanas y europeas de compositores jóvenes.
Hacia 1925 su situación económica era precaria, a pesar de que trabajaba intensamente en la composición y la transcripción de música mexicana. la cual era aceptada cada vez mejor por las clases media y alta. Por otra parte, se percató de que en Europa se hacían avances musicales vertiginosos, mientras que sus propios conocimientos se rezagaban. Su ansia de estudio pesó más que su angustia por alejarse del país y marchó a París tras pedir una licencia de seis meses en el Conservatorio. Al término de la licencia, Ponce decidió quedarse en Europa.
Estableció su residencia en París, donde permaneció hasta 1933 desempeñando empleos modestos y dirigiendo una revista en español sobre asuntos musicales. Mientras, absorbía las corrientes vanguardistas que en París alcanzaban la máxima expresión. Su ánimo se debatía entre el terror que le inspiraba la penuria de la vida en México y la nostalgia por su patria. Un día fue a un cafetín de los barrios bajos parisienses y escuchó a una cantante ciega interpretar Estrellita. El recuerdo de Sebastiana Rodríguez volvió a introducirlo súbitamente a la corriente musical de su patria y Ponce decidió regresar.


La vuelta del juglar


Ya en México volvió al Conservatorio y en la Universidad Nacional creó una cátedra de música folclórica. La periodista Rosario Sansores lo recordaría “con su abundante cabellera blanca y sus ojos negros y brillantes”, trabajando en el Conservatorio en ruinas, entre muebles polvorientos y pianos viejos y desafinados. El contraste con su vida musical y personal en Europa era abrumador, pero Ponce no perdió los ánimos; siguió revolucionando la enseñanza musical y componiendo infatigablemente. Al ser nombrado director del Conservatorio, instauró también en él la cátedra de música folclórica. 
Si en el periodo de la Revolución se había dedicado primordialmente a componer canciones y a transcribir tonadas populares recogidas en todo el país, en esta segunda etapa de su carrera -cumplida ya en buena parte su tarea de precursor de la canción mexicana- consagró casi todo su tiempo a la composición de música de altura, observando generalmente una tendencia nacionalista. Una de sus obras más importantes en este campo es, según los eruditos, el Concierto del sur, que dedicó a su amigo el guitarrista español Andrés Segovia y en el cual la guitarra desempeña el papel de instrumento solista. Al virtuoso Henrik Szeryng le dedicó igualmente su excepcional Concierto para violín y orquesta. No menor interés despertó en el mundo de la música clásica su obra sinfónica Chapultepec, dividida en tres partes.


Cuando la ilusión se desvanece


Compuso muchas otras obras de primer orden: Trío para piano y cello, Sonata para violoncello y piano, Instantáneas mexicanas, Suite en estilo antiguo y las deliciosas Miniaturas mexicanas para orquesta, aparte de innumerables motetes, romanzas y nocturnos. En cuanto a sus canciones populares, el pueblo siguió cantándolas durante muchos años y un buen número de ellas -que fueron en total más de 250- se incluyeron en las películas de la época. Todavía se dio tiempo para dirigir una revista musical y para escribir una gran cantidad de artículos.
Su trabajo intenso y la gran difusión de su obra no se tradujo, sin embargo, en una situación económica desahogada. En las casas que habitó, primero en la colonia Condesa y más tarde en San José insurgentes, vivió siempre en la mayor estrechez, escribiendo canciones para los jardines de niños con el fin de complementar sus magros ingresos. En 1942 se convirtió en miembro del Seminario de Cultura y en 1948 recibió del gobierno mexicano el Premio Nacional de Artes y Ciencias, que constaba de un diploma y $20,000.
La amargura de la pobreza se hizo presente en la solemne velada musical organizada para hacerle entrega del premio. En su discurso de agradecimiento, Ponce expresó: "…un premio, una ayuda que llega en los momentos en que la ilusión se desvanece ante la realidad desconsoladora…
Muy poco tiempo después, hacia la medianoche del 24 de abril de 1948, el padre de la canción mexicana murió, a causa de un ataque de uremia. En cumplimiento de su voluntad, se le enterró en el popular panteón de Dolores, en un sitio que los cronistas describieron como “un gran herbazal” de donde sería trasladado posteriormente a la Rotonda de los Hombres ilustres. Su cuerpo bajó a la tierra mientras la soprano Fanny Anitúa entonaba con infinita emoción la célebre Estrellita.


(Tomado de: Morales, Salvador y los redactores de CONTENIDO - Auge y ocaso de la música mexicana. Editorial Contenido, S.A. México, 1975)







martes, 5 de febrero de 2019

Julián Carrillo

 
Nació en Ahualulco, San Luis Potosí, en 1875; murió en la ciudad de México en 1964. Fue el último de los 19 hijos de Nabor Carrillo y Antonia Trujillo, ambos de origen indígena. A los 10 años de edad fue llevado por su madre a San Luis Potosí, donde estudió música con el maestro Flavio F. Carlos; aprendió a tocar primero los timbales y después el violín; en las mañanas ejecutaba responsos fúnebres en la catedral y por las noches actuaba en fiestas.
 
En 1895 compuso una misa a petición del párroco de San Juan de Dios. Ese año pasó a la Ciudad de México e ingresó al Conservatorio Nacional de Música; entre sus maestros se contaban José Rivera y Melesio Morales. El 23 de marzo de 1899, en una ceremonia en el Teatro Iturbide, se reveló como un virtuoso del violín, frente al presidente Díaz; becado por éste, marchó al Conservatorio Real de Leipzing, para estudiar composición con Salomón Jadasshon y violín en la orquesta de la Gewanghauss, bajo la dirección de Arthur Nikisch.
 
Un año después alternaba con Paderewsky, Camile Saint-Saëns y Puccini. En 1901 estrenó una obra y en 1904 ganó el primer premio en un concurso internacional de violín.
 
En 1905, al regresar a México, el general Porfirio Díaz le regaló un Amati.

Desde 1895, siendo alumno de física, acústica y matemáticas del doctor Francisco Ortega Fonseca, advirtió que al doblar cada cuerda por la mitad, ésta daba cada vez un octavo superior. Dividió después, ya no una cuerda completa, sino la distancia entre las notas la y sol, y encontró en ese intervalo 16 sonidos distintos. En los años siguientes logró 4,640 sonidos nuevos en la octava, de donde resultaron 37,120 en las 8 conocidas. A este descubrimiento le llamó Sonido 13, pues hasta entonces sólo se manejaban 12. Sobre estas bases, anunció el infinito musical, afirmando que pueden existir tantos sistemas musicales cuantos números hay. En 1911 viajó a Roma como delegado de México al Congreso Internacional de Música, donde presentó la ponencia Reforma a las formas clásicas de la composición. En 1913, al volver al país, fue nombrado director del Conservatorio Nacional. En 1914 marchó a Nueva York y fundó allí la Orquesta América.
 
 En 1925, en el Teatro Principal, ofreció un recital con obras basadas en los dieciseisavos de tono, y al año siguiente se presentó en el Town Hall de Nueva York con las mismas composiciones. En 1929 Leopold Stokoswky ejecutó en el Carnegie Hall un Concertino de Carrillo. En 1931 ambos dirigieron la Orquesta Sinfónica del Sonido 13. En 1950 Carrillo viajó a Europa llevando consigo un piano transformado, en el cual su hija Dolores tocó varias obras de la nueva música. En 1952 escribió Horizontes, para orquesta, en Sonido 13. Más tarde formó una colección de 15 pianos especiales, dio conciertos con ellos en el extranjero y los donó al Museo Nacional de Historia, junto con el manuscrito de su teoría.
 
Escribió 28 libros sobre temas musicales, y en uno de ellos presentó 13,300 escalas basadas en semitonos. Su Primera Sinfonía la compuso al comenzar el siglo XX. Es autor de numerosas composiciones, desde piezas ligeras para piano y violín, hasta sinfonías y óperas, como la titulada Matilde.
 
(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen II, Bajos-Colima)
 



domingo, 27 de mayo de 2018

Fanny Anitúa Yáñez

Fanny Anitúa Yáñez


Nació en Durango, Dgo., en 1887; murió en la ciudad de México en 1968. Inició sus estudios musicales en Durango con María Aispuru de Lille; en 1905 se trasladó a la capital del país para ingresar como becaria al Conservatorio Nacional de música, de donde pasó a Italia, en premio a sus extraordinarias facultades. En 1909 debutó en Roma como protagonista de la ópera Orfeo de Gluck, y a poco logró el acceso al Teatro de la Scala de Milán.

 Realizó viajes por diversas partes del mundo y en 1942 regresó al país y sirvió como catedrática en la Escuela Nacional de Música de la UNAM y en el Conservatorio Nacional.




(Tomado de: Enciclopedia de México)