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martes, 18 de marzo de 2025

Tariácuri, fundador del reino de Michoacán

 


Tariácuri, fundador del reino de Michoacán 

Amanecía en Tzintzuntzan, el Sol comenzaba a iluminar la capital del reino purépecha. El día anterior había tenido lugar la gran "fiesta de las flechas", la Equata Cónsquaro, que hoy concluiría con el sacrificio masivo del grupo de malhechores y de aquella gente que se castigaría por su rebeldía y desobediencia. El petamuti escuchó las acusaciones de viva voz de los gobernadores y jefes de barrio, y dictó luego la severa sentencia: todos sufrirían la pena de muerte.

Muchas horas transcurrieron al paso del macabro ceremonial, el cual fue presenciado por los principales personajes de la política michoacana. Muy circunspectos, durante las ejecuciones los miembros de la nobleza aspiraban el humo del tabaco silvestre en sus elegantes pipas. Una vez más se cumplían las antiguas leyes que cuidaban de las costumbres y la buena conducta, especialmente aquella que debían a su señor los jóvenes guerreros. 

Al concluir el sacrificio, el séquito siguió los pasos del petamuti, congregándose en el patio fronterizo al palacio del cazonci. Hacía poco tiempo que Tzintzicha Tangaxoan se había entronizado; su corazón no estaba tranquilo, pues graves eran las noticias que llegaban desde México-Tenochtitlan sobre la presencia de extranjeros venidos allende el mar. Pronto sus semblante cambiaría, alegrándose al escuchar el antiguo relato de la venida de sus antepasados a la región lacustre, y sobre todo disfrutaría, una vez más, de la historia de Tariácuri, el fundador del reino de Michoacán. 

El petamuti se dirigió a la concurrencia con estas solemnes palabras: "Vosotros, los del linaje de nuestro dios Curicaueri, que habéis venido, los que os llamáis Eneami y Zacápuhireti, y los reyes llamados Vanácaze, todos los que tenéis este apellido ya nos habemos juntado aquí en uno...". Luego todos elevaron sus oraciones en honor del dios Curicaueri, quien en tiempos antiguos, había guiado a sus antepasados hasta estas tierras; él condujo sus pasos, probó su astucia y valentía, y finalmente les otorgó el predominio sobre toda la región. 

Este territorio estaba ocupado por "gente mexicana", por "nahuatlatos", quienes debieron reconocer la superioridad del dios Tirepeme Curicaueri; la región originalmente estaba gobernada por distintos señores; Hireti-Ticátame, jefe de los chichimecas uacúsecha, siguiendo los designios de su dios, toma posesión de la montaña Uriguaran Pexo. Poco después entran en contacto con los pobladores de Naranjan, y así empezó la historia: Ticátame será la raíz del frondoso árbol de la familia de los Cazonci. 

Como devoto de Curicaueri, muchas fueron sus aventuras, Hireti-Ticátame alimentaba la hoguera con leña sagrada, y pedía permiso a los dioses de la montaña para cazar, enseñando a todos los chichimecas uacúsecha sus deberes para con los dioses. Finalmente casó con una mujer de la localidad, uniendo los nomádicos destinos de su gente con aquellos que ya vivían desde antiguo en las riberas del lago. 

A la trágica muerte de Ticátame en Zichaxucuaro, asesinado por los hermanos de su mujer, le sucede su hijo Sicuirancha, quien prueba su valentía persiguiendo a los homicidas y rescata la imagen de Curicaueri -que había sido robada de su altar- conduciendo a los suyos a Uayameo, donde se establece. En esta ciudad gobernarán como sucesores, sus hijos Pauacume -primero de ese nombre- y Uapeani, que a su vez engendró a Curátame, que continuaría con el linaje. 

En ese momento del relato, la voz del petamuti con arcaicos giros en el lenguaje- describió la peculiar leyenda de la transformación de los hombres en serpientes, exaltando la figura de Xaratanga, la diosa lunar, develando los misterios de los granos de maíz, los chiles y otras semillas, trastocados en sagrada joyería. Eran los tiempos en que los dioses, junto con los hombres, lograban las victorias en el campo de batalla. En esa época fue también cuando el grupo de los chichimecas o uacúsecha se fraccionó y cada jefe menor, con el bulto de su dios, emprendió la búsqueda de su propio lugar de habitación a lo largo y ancho del lago de Pátzcuaro. 

A la muerte de Curátame, sus dos hijos, Uapeani y Pauacume -quienes repitieron los nombres de sus antecesores-, recorrieron llanos y sierras en pos de su destino. Las historias del petamuti animaron a la concurrencia; todos conocían las correrías de los dos hermanos, las cuales los llevarían hasta la isla Uranden, donde encontraron a un pescador de nombre Hurendetiecha, cuya hija casó con Pauacume, el menor de los dos; de aquella unión nació Tariácuri. El destino había unido a cazadores y pescadores, quienes sustentarían a la futura sociedad purépecha. El matrimonio terrenal será la equivalencia mística de la unión entre Curicaueri y Xaratanga, y la adopción de los principales dioses de la localidad, quienes formarán la familia divina. 

Esta gente que fatigosamente había recorrido todo el territorio llegó finalmente a Pátzcuaro, el sitio sagrado que sería el asiento de su largo camino; ahí encontrarán cuatro enormes rocas que materializan a su divinidades tutelares: Tingarata, Sirita Cherengue, Miequa, Axeua y Uacúsecha -el señor de las águilas, su propio capitán divinizado-. Para la concurrencia, el mito se develaba, ellos eran los guardianes de los cuatro rumbos del universo, y Pátzcuaro constituía el centro de la creación. Tzintzicha Tangaxoan musitó: "En este lugar y no en otro ninguno está la puerta por donde descienden y suben los dioses”.

El nacimiento de Tariácuri marcaría la época dorada de los antiguos purépechas. A la muerte de su padre, él todavía era un Infante; mas no importando su corta edad, fue electo cazonci por el consejo de ancianos. Sus tutores fueron los sacerdotes Chupitani, Muriuan y Zetaco, devotos hermanos que enseñaron con el ejemplo al joven discípulo, quien junto con la disciplina que significó la cotidiana devoción de las deidades, se preparó también para la guerra, preludiando la venganza de su padre, sus tíos y sus abuelos. 

Las aventuras de Tariácuri trajeron gozo a los oídos de todos los partícipes de la reunión. El reinado de este cazonci fue muy largo, salpicado de incesantes conflictos bélicos hasta que cada una de las fracciones chichimecas reconocieron su soberanía y el predominio del dios Curicaueri, conformándose así el verdadero reino purépecha. 

Un nuevo episodio en el relato del petamuti fue la historia de los hermanos huérfanos, Hiripan y Tangaxoan, sobrinos de Tariácuri, quienes desaparecieron junto con su madre viuda una vez que los enemigos del cazonci tomaron Pátzcuaro. Ellos tuvieron que huir para salvar sus vidas. Muchas miserias y ofensas debieron sufrir estos niños como pruebas que les imponían los dioses, hasta ser reconocidos por su tío. Las virtudes sin par de los hermanos contrastaban con la bajeza de carácter de su hijo mayor -causada por la embriaguez-, de ahí que Tariácuri, presintiendo el final de sus días, preparó a Hiripan y a Tangaxoan, junto con su hijo menor, Hiquíngare, en la conformación de los futuros tres señoríos que gobernarían conjuntamente el reino: Hiripan gobernará en Ihuatzio (llamado en el relato Cuyuacan, o "lugar de coyotes"); "Hiquíngare, tú continuarás aquí en Pátzcuaro, y tú Tangaxoan, gobernarás en Tzintzuntzan“. Los tres señores seguirán la obra de Tariácuri llevando los triunfos de Curicaueri en todas direcciones, ensanchando las fronteras del imperio. 

La historia contada por el petamuti era escuchada con atención por Tzintzicha Tangaxoan, queriendo reconocer en las palabras del sacerdote los argumentos que le permitirían afrontar los futuros acontecimientos. La confraternidad tripartita de Pátzcuaro Ihuatzio y Tzintzuntzan se rompió, primero con la muerte y extinción de la familia de Hiquíngare, descendiente directo de Tariácuri, y con el posterior despojo que sufriera Ticátame, hijo de Hiripan, por parte de su primo Tzitzipandácuri, vástago de Tangaxoan, quien incluso se apodera de la imagen de Curicaueri. 

Desde entonces Tzintzuntzan se convertiría en la capital de aquel reino. La joyería saqueada de las otras dos ciudades se guardarán en el palacio real, constituyendo el tesoro de Curicaueri y el cazonci. A Zuanga, siguiente gobernante purépecha, tocará enfrentar a los mexicas, a los que vencerá finalmente. Tzintzicha Tangaxoan saboreó esta parte final del relato que exaltaba el poder de sus ejércitos; sin embargo, en el ánimo de la concurrencia ya pesaba el sombrío panorama de la proximidad española, presagiando un funesto final. 


(Tomado de: Solís, Felipe, y Gallegos, Ángel. Tariácuri, fundador del reino de Michoacán. Tariácuri y el reino de los purépechas. Pasajes de la historia VIII. Editorial México Desconocido, S. A. de C. V. México, D. F., 2002)

lunes, 26 de febrero de 2024

Volcanes y lagunas

 


Volcanes y lagunas

Damos por supuesto que todo el mundo considera muy patético vivir al pie de un volcán por el peligro latente que representa. Sin embargo, no es tan fiero el león como lo pintan. Y las dos moles volcánicas próximas a México son, por su belleza y su grandeza, la tentación de los pintores paisajistas.

El Popocatépetl y el Iztaccíhuatl son dos promontorios ingentes anclados como inmensos trasatlánticos en una laguna gigantesca desaparecida. Uno es empinado como un cono, si se le mira desde las Lomas de Chapultepec, y el otro, alargado como un prisma tendido. Tal vez por estas formas o posturas, la gente le otorga sexo masculino al primero y femenino al segundo. El Popo, además, para subrayar su varonía, fuma de vez en cuando su cachimba. Mas el penacho de humo ligerísimo nos intimida tanto como el de la chimenea de una casita en mitad del campo. Todos sabemos que sus entrañas hierven y que los designios de Dios son arcanos, pero su amenaza latente se disipa ante la majestad de la mole.

Tanto el Popo como el Izta se complacen en ser mexicanos, se sirven de las nubes como de rebozos y sarapes. Uno y otro tienen sus cúspides nevadas durante casi todo el año, y las nubes carecen muchos días de aliento para remontarlas, quedando así como a la altura de sus cuellos súperrealistas.

Infinidad de veces se nos presenta el Popo vestido de volcán japonés o chino, de esos que vemos en las tarjetas acuareladas, donde las cimas blancas se destacan nítidas sobre un cielo añil y la base se esfuma en tenues grises, dorados y blancos.

Este chinismo o japonesismo del Popo contribuye a pensar en las raíces asiáticas de México. Muchas veces hemos rozado este tema, sobre todo al contemplar las caras indígenas. Unas nos parecían egipcias o gitanas, otras mongolas, otras hindúes y otras de familia chinesca. La palabra chino se aplica en México, además, a muchas cosas y aspectos, como si el mexicano llevase en la subconsciencia algo que no conoce pero barrunta o presiente. Así, del pelo ensortijado se dice que es chino, y de la piel erizada o en carne de gallina se dice que está chinita o enchinada. Existe, por añadidura, la china poblana, o mujer típica de Puebla, con sus vistosas ropas, nada chinas por cierto.

El chinismo o japonesismo del Popo lo ha comprendido algún pintor paisajista mexicano, pero no el extranjero que quiso levantar una colonia en sus faldas. El Popo Park. Sólo a un teutón se le ocurre edificar casas de gnomos y de leyendas nebulosas, casas pesadas y alambicadas, de aquel mal estilo germano de principios de siglo, en un paisaje de sabor y color orientales.

Este chinismo del Popo cabe enlazarlo con el de la región tarasca. Al escribir de Pátzcuaro señalé ya el sabor chino-japonés de la toponimia. Alguien me dijo ya que los japoneses comprenden y explican el significado de los nombres que llevan los pueblecitos tarascos. Y yo no sé qué tienen también de japoneses o chinos los útiles de pesca en aquel delicioso lago.

En estas páginas que me sugiere México no hablaré de ríos porque sigo creyendo no haber visto ninguno. Los hay, pero la impresión mía es de que un país tan extenso necesita más. En cambio, me veré obligado a decir algo de sus lagunas y sus lagos. Entre otros motivos porque no pasa día sin que se nos advierta que la ciudad de México está fabricada sobre un lago y que el polvo que durante el mes de marzo arremete contra nosotros viene de un lago desecado, el de Texcoco.

La realidad es que hoy, para pasearse en lancha por canales, hay que ir a Xochimilco, porque el lago de la ciudad no puede tocarse con el dedo sino en los mapas o preciosas cartas geográficas antiguas y en las páginas literarias de Bernal Díaz.

Estos lagos de la altiplanicie, tan extraordinarios, pasaron a la historia. En los mapas podemos ver que la antigua México era una isla unida a la tierra circundante por ligeros puentes que parecen esparadrapos. Pero de todo eso no nos queda más que el Puente de Alvarado, que es una calle hoy.

Para disfrutar del agua tiene los capitalinos que irse a las albercas, o a los lagos y orillas del mar que se hallan a muchas leguas. Principalmente a Acapulco, porque el lago de Chapala es terroso y el de Pátzcuaro, frío.


(Tomado de: Moreno Villa, José – Cornucopia de México y Nueva Cornucopia mexicana. Colección Popular #296, Fondo de Cultura Económica, S.A. de C.V., México, D.F., 1985)

martes, 12 de noviembre de 2019

Pescado blanco y charales


Los pescados blancos y los charales se distribuyen en el altiplano mexicano, principalmente en la cuenca del río Lerma y en los numerosos lagos de la Mesa Central, donde existen muchas especies endémicas que soportan una de las pesquerías con mayor tradición de México. En la parte neotropical de nuestro país viven otras especies de aspecto similar a los charales, pero de géneros distintos a los anteriores, que sólo ocasionalmente son consumidos.
El grupo se caracteriza por tener el cuerpo alargado, con dos aletas dorsales, de las cuales la anterior lleva de 3 a 6 espinas, generalmente flexibles y flexuosas. Tal vez su coloración sea la particularidad que permita su identificación, pues el cuerpo es blanquecino. De esa característica deriva uno de sus nombres comunes; tiene, además, a todo lo largo, una banda longitudinal o estola de color plateado.
Debe mencionarse que no existe una separación absoluta entre el pescado blanco y el charal; el primer término se adjudica a las especies cuyos individuos alcanzan tallas mayores de 15 a 20 cm de longitud, y bajo el nombre de charal se integran aquellas formas que aún en el estado adulto nunca sobrepasan las dimensiones mencionadas; por ello, resulta natural que los pescados blancos sean considerados en sus etapas juveniles como charales.
Por su delicado y exquisito sabor, los pescados blancos son los peces de agua dulce preferidos; así, tienen gran valor comercial, incluso son exportados. En los lagos de Pátzcuaro y Zirahuén, Michoacán, habita Chirostoma estor, conocido por los nombres purépechas de churucha, cuando adulto y huerepo, en su fase juvenil; en cambio, en la laguna de Chapala los pescados blancos están representados principalmente por Ch. sphyraena y Ch. lucius. Las tres especies son carnívoras; prefieren la ingestión de peces.
Desovan durante la época cálida del año y alcanzan tallas de aproximadamente 40 cm. El primero ha sido introducido a embalses de aguas templadas en varios estados del centro de la república y aun en sitios lejanos en su distribución natural, en Tamaulipas y Chihuahua. En Chapala es frecuente observar un pescado blanco cuyo hocico es de color negro, carácter por el cual se le conoce como bocanegra; pertenece a Ch. promelas.
(Charal)
En los charales se agrupan el mayor número de especies y cabe señalar que su nombre se deriva del término purépecha “charari”, con el que también son conocidos. En Pátzcuaro y Zirahuén se distribuyen Ch. bartoni y Ch. patzcuaro, denominados charal prieto y charal blanco respectivamente; la especie que predomina en Chapala es Ch. chapalae y en el Valle de México Ch. jordani. Todos ellos son planctófagos, se venden frescos o secos y es bastante frecuente encontrarlos en los mercados, incluso en la ciudad de México, cocidos y envueltos en hoja de maíz.
(Tamal de charales, Cd. de México)
Como ya se mencionó, la pesca del pescado blanco y del charal tiene gran tradición en México, lo cual ha determinado el uso de artes de pesca rudimentarias que se originaron hace muchísimos años y que se siguen conservando. Es un bello espectáculo observar las lanchas de Pátzcuaro y Zirahuén cuando llevan levantadas sus peculiares redes que parecen grandes mariposas, de donde han tomado el nombre castellano común, pues entre los lugareños se les conoce como guaromutacuas.
En el estado de Puebla, muy cerca de la ciudad de Perote, Ver., existen varios lagos-cráter, conocidos como axalapascos. Ahí vive el género Poblana, que tiene la particularidad de habitar aguas salobres. Estos axalapascos contienen gran cantidad de minerales, aunque su salinidad se debe a la presencia de sales distintas a la del mar.
También en la parte costera de los ríos que desembocan tanto al Golfo como al Pacífico se localizan representantes de este grupo, que suelen penetrar a varias decenas de kilómetros de los litorales. Son de pequeño tamaño y pertenecen a especies distintas a las mencionadas. En la vertiente del Pacífico los encontramos desde Sinaloa hasta Guerrero y en la del Golfo de México, en Tamaulipas, Veracruz y Tabasco.

(Tomado de: Álvarez Solórzano, Ticul, y González Escamilla, Manuel. Atlas Cultural de México. Fauna. SEP, INAH y Grupo Editorial Planeta. México, 1987)

viernes, 30 de agosto de 2019

Gertrudis Bocanegra


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Gertrudis Bocanegra (1765-1817)

No era usual que las mujeres tuvieran acceso al conocimiento. Pero ella buscó, de una u otra forna, el modo para hacerse de libros que le contagiaran el ánimo libertador. Los autores de la Ilustración despertaron en ella una conciencia de justicia social y libertad. Por ello, cuando inició el movimiento insurgente en 1810, y a pesar de que sus padres y su marido, Pedro Advíncula de la Vega, eran españoles, de inmediato sintió simpatía por la causa.

Al principio dudó en hacerle saber sus pensamientos a su esposo. Al fin y al cabo, don Pedro era un soldado de la tropa provincial. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que ninguno de los dos podía estar en contra de un movimiento que intentaba dar justicia a los habitantes del país.

Los dos se lanzaron a apoyar la insurgencia. Incluso un hijo suyo, a la primera oportunidad, se unió a las huestes de Hidalgo. Sin embargo, con el paso del tiempo, fue doña Gertrudis quien pudo brindar mayores servicios a la causa insurgente, en especial, después de que tanto su esposo como su hijo fallecieran en el campo de batalla.

Doña Gertrudis, a pesar de las dolorosas pérdidas, continuó con la gesta. Si de alguna forma podía honrar a sus muertos era luchando a favor de la causa por la que habían entregado sus vidas.

Bocanegra había nacido en Pátzcuaro, Michoacán, y conocía a diestra y siniestra a las personas y los senderos de aquella zona. Gracias a ello, pudo organizar una extensa red de comunicación entre los jefes insurgentes, sirviendo ella misma de correo entre Pátzcuaro y Tacámbaro.

Los cabecillas del movimiento encontraron en ella una persona de confianza. Por ello, cuando la insurgencia parecía destinada a resquebrajarse por la desunión, el poderío del ejército realista y la obstinación del gobierno virreinal, tomó un papel definitivo para la supervivencia del movimiento.

Enviada a Pátzcuaro, se le encomendó preparar la toma de su pueblo natal. De inmediato, sus cualidades de mando y organización salieron a relucir. Comenzó por organizar las fuerzas insurgentes dentro del poblado para permitir la entrada de los que se encontraban a las afueras. 

También se informó del estado de la defensa realista y trató de convencer a diversas personas de unirse al movimiento. Su gallardía llegó al punto de pedir a soldados realistas que cambiasen de bando. Tal temeridad le costó la vida.

Traicionada, fue apresada por las autoridades virreinales. Siguieron largos interrogatorios para tratar de sacarle alguna información. Sin embargo, Bocanegra no dijo una sola palabra que pusiera en peligro al movimiento, tal era su firmeza y fortaleza de carácter. Enjuiciada y sentenciada fue fusilada al pie de un fresno el 11 de octubre de 1817.


(Tomado de: Tapia, Mario - 101 héroes en la historia de México. Random House Mondadori, S.A. de C.V. México, D.F., 2008)

lunes, 8 de abril de 2019

Fray Martín de la Coruña




Fray Martín de la Coruña

(Llamado Martín de Jesús), nació en Coruña, España, en 1493; murió en Pátzcuaro, Michoacán, en 1552. Fue uno de los doce primeros franciscanos que llegaron a la Nueva España. Apoyado por el rey Caltzontzin, ya bautizado con el nombre de Francisco, fue a Michoacán y fundó el convento de Tzinzunzan, en la capital del reino. Hizo arrojar al lago de Pátzcuaro los ídolos de oro y plata y destruyó los demás. En 1531 supo que fray Martín de Valencia quería salir en barco hacia Tehuantepec en busca de indígenas a quienes evangelizar; lo reemplazó, pero la expedición fue un fracaso: los soldados se amotinaron y fray Martín fue abandonado en la provincia de Motines, desde donde alcanzó Colima. En 1541 entregó al virrey Mendoza la célebre Relación de Michuacán, con importantes datos etnográficos relativos a los tarascos.


(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. de C. V. D. F., 1977 tomo III, Colima - Familia)



viernes, 8 de marzo de 2019

De las lagunas que tiene Michoacán





De las lagunas que tiene Michoacán y del pescado que se coge en ellas.


Hame movido a escribir por menor y por mayor esta provincia, del descuido que veo (si no le llamo cuidado) en todos los historiadores y aun en sus mismos naturales, que siendo justo trofeo de una monarquía la conservación de sus memorias, en la de Michoacán hallo tan postrada esta costumbre, que no sé si la llame desgracia o mal correspondida; porque los pocos que han escrito de ella van tan suscritos, que dejan lo precioso y se contentan con apuntarlo. Pero discúlpoles con lo mismo que a mí me pasa; que no habrán tenido noticia ni relaciones por haberlas despreciado el tiempo, para que el olvido celebre en sueños lo que yo lloro en aquesta historia.

La principal laguna que tiene esta provincia es la de Pátzcuaro, en cuyo contorno estuvo en su primer fundación la gruesa de la gente, y la corte del gran Caltzontzi. Y así no hubo palmo de tierra que no estuviese poblado, y aún hoy que no hay casi gente, se han conservado muchos pueblos como son; la ciudad de Tzinzunzan, cabeza del reino, que está a la orilla de la misma laguna, batida de las aguas, tributándole la antigua obediencia de los reyes y monarcas que ordinariamente tuvieron allí su asistencia. Es ciudad de casi doscientos vecinos, tiene un convento de nuestra orden muy suntuoso. De aquí tres leguas está la ciudad de Pátzcuaro, muy poblada de españoles, donde estuvo antiguamente la silla episcopal, y tiene conventos de la orden de San Agustín, la Compañía de Jesús y San Francisco. Con una iglesia parroquial de mucho porte y consideración. Es ciudad de mucho trato, con que el concurso es numeroso y la población razonable. De aquí al pueblo de Erongaríguaro hay otras tres leguas, es hoy razonable y tiene un convento de los mejores en la provincia. Prosiguiendo la vuelta, cinco leguas de aquí está el convento y pueblo de San Andrés Isirondaro, y aquí media legua, el de san Gerónimo Purenchécuaro, ambas a dos guardianías, y luego tres leguas, el pueblo de San Fe, Retorazgo, que provee la catedral de esta iglesia. De aquí se sigue a dos leguas el pueblo de Cocupao, con su iglesia, muy ameno. Y de aquí a la ciudad de Tzintzunzan una legua, con que se cierra la orla de esta gran laguna, y según el cómputo de estas leguas son quince las de su contorno. Es muy profunda, y se coge infinito pescado blanco, muy sabroso y saludable, y otros géneros. Esta laguna fue el depósito de los ídolos de oro y plata y piedras preciosas, que nuestros frailes debelaron en la fundación del evangelio. Navégase en canoas, y hace en medio una isleta por punto céntrico de tan vistosa circunferencia, donde está fundado un pueblo llamado S. Pedro Jarácuaro, con su iglesia, y se visita y administra del pueblo de Erongarícuaro. Aquí se van a recrear de todas aquestas partes.

Enfrente de ésta está otra, hacia la parte septentrional, llamada la laguna de Sirahuén, en lugar más alto, adonde los reyes y señores, se retiraban al recreo y alivio de sus negocios. Es profundísima, y tiene de boj dos leguas, y se coge gran suma de pescado blanco. No se navega, porque en medio hace un remolino tan rápido que se sorbería un monte. Es tradición de los naturales que se comunica con la de Pátzcuaro. Respecto de ésta, hacia el oriente está la de Cuitzeo, laguna muy grande si bien de pocos años a esta parte ha crecido mucho por las vertientes de los cerros que la rodean. Y así no es muy profunda. Es la cabeza de esta laguna, doctrina y administración de los padres de S. Agustín. Siete leguas de ésta, hacia el mediodía, cae la laguna de Yurirapúndaro, en que se coge mucho pescado para proveer la mayor parte de chichimecas. Hacia el poniente está la laguna de la Magdalena con tres leguas de circuito y mucho pescado. Y media legua de ésta, está la Quitupa, muy profunda y con quien se comunica por ocultos rumbos de la tierra.

Dos leguas del pueblo de Tzacapo está un cerro en cuya cumbre está labrado un vaso tan perfecto, que sólo la naturaleza pudo ser artífice de su fábrica, porque todo el cerro es redondo y dentro hueco y lleno de agua, y desde el borde a los labios del agua, hay como un tiro de piedra, tan liso y tan peinado, que es muy dificultoso bajar, y en todo el circuito, no hay una hebra de zacate, por ser hueco y no tener virtud para producirlo; tiene la latitud como tiro y medio de arcabuz a cuyo respecto es la redondez, porque no ha sido posible el medirla. Las aguas son clarísimas y deleitosas, y así ha movido a admiración, a cuya novedad han ido de muchas partes a verlo. Llámase la Sierra del Agua; háse pretendido sacar a tajo abierto; pero no han podido, por no ser voluntad del que lo puso en términos tan precisos.

Debajo de este cerro cae la ciénaga de Tzacapo donde hay lagunas profundísimas con infinito pescado. De esta ciénaga tiene su nacimiento el río de Angulo, que discurriendo hacia el norte, se incorpora como dijimos, y al darle vistas se precipita de un cerro muy alto con tanta violencia, qe abajo entre el golpe del agua y el peñasco, se pasa a pie enjuto. En esta ciénaga hay infinita cantidad de patos, y así veremos que toda esta provincia no tiene palmo de tierra que no sea fértil y abundante, así de caza como de pescados. Fuera de los ríos y lagunas, tiene muchos baños calientes, particularmente los camosos [sic] de Chucándiro que sanan de todas las enfermedades, salvo las bubas, que en entrando en ellas es ciertísima la muerte.

(Tomado de: Fray Alonso de la Rea. Chronica de la Orden de N. Seraphico P. S. Francisco Prouincia de S. Pedro y S. Pablo de Mechoacan… México, 1643. Tomado a su vez de: Federico Gómez de Orozco (comp.) - Crónicas de Michoacán. Biblioteca del Estudiante Universitario #12, Dirección General de Publicaciones, UNAM, México, D. F. 1991)