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lunes, 28 de julio de 2025

La luz que hace al dios: Yucatán

 


La luz que hace al dios: Yucatán 


Dios hizo la luz, dice la Biblia... pero en el mundo maya la luz hace al dios…

En este día se hace la luz, Chilam preside la ceremonia…

El fenómeno sucede cada 21 de marzo y 23 de septiembre. Inciensos, cascabeles, flautas y tambores purifican el recinto para su dios, el que está por traer la luz, un dios de 34 metros de largo, acéfalo... un dios que ansioso busca su cabeza para reunirse con ella... la tiene que encontrar... tiene que llegar a reunirse con ella para que el ciclo de la vida continúe…

El futuro de todos está en manos del dios Kukulkán, en su voluntad, en su capricho. Si decide hacerse presente, si llega a la escalinata de su máximo templo, la vida seguirá, las aguas llegarán, la siembra crecerá, el sol se hará presente durante todo el siglo…

Pero si opta por esconderse tras las nubes, por no entroncar con su cabeza, el ciclo se detiene... y la vida también. No hay mañana. Sin la aparición de Kukulkán no hay esperanza, no hay nada…

A partir del mediodía cada minuto, cada segundo aumenta la expectación. Es el equinoccio: cientos de personas cubren el suelo del recinto sagrado: al igual que hace siglos, va a suceder un fenómeno único en el mundo… si Kukulkán  lo quiere, desciende para asombrarnos otra vez con los adelantos del maya, su ciencia, su astronomía y astrología… y con su cálculo. Si llega, siempre es puntual. 

El fenómeno se inicia poco a poco y va cobrando fuerza. Si Kukulkán quiere, la luz solar se proyecta y forma una ondulación y otra y otra y otra conforme sigue el Sol su curso... el sol desciende sobre su escalinata... poco a poco se hace visible el largo y poderoso dios maya. 

Y sigue bajando, bajará por las nueve gradas que abarcan los 365 escalones de su templo... (364 escalones y una plataforma).

365 días de su año que es todavía el nuestro. Sigue bajando, le falta entroncar con su cabeza... debe unir cada triángulo con otro y otro, para integrarse a su nueva vida. Lo hará al bajar los 52 entrepaños... 52 entrepaños, 52 entrepaños... un siglo maya…

Baja por los 23 metros de altura de la pirámide del Sol, que es su castillo, y así el centro ceremonial cobra vida. 

La mayoría se asombra, algunos se asustan, otros se felicitan por haber tenido la suerte de atestiguar esta maravilla, porque esta vez decidió bajar... permitir una vez más que el ciclo continúe, que la tierra se cultive, que el agua caiga, que los seres se reproduzcan, que la vida siga…

Tardó varias horas en descender pero lo hizo cual debe ser con sus siete triángulos isósceles de luz y de sombra y durante 10 minutos permaneció completo. Hizo gala de su poder, de su magia, una que le permite ser sin haber sido…

Diez minutos en los cuales inspeccionó la belleza y magnificencia de la arquitectura maya... en los que recordó los juegos de pelota…

Minutos en los que desde los observatorios supervisó lo que queda de la ciudad sagrada de los mayas... y el cenote en donde le ofrecían doncellas y su casa de mil columnas…

Diez minutos... de toda su magia... una magia que por cierto perdió México durante un tiempo porque fue comprada por Edward Thomson, un cónsul norteamericano, en el año 1890 y por la cantidad de 75 dólares... 250 kilómetros cuadrados de nuestro Chichén Itzá a un extranjero, pero por fortuna fueron recuperados 20 años después a cambio de un millón de pesos…

Y fue así que nos quedamos con Chichén, con Kukulkán y su cita eterna con la magia, la que se da en Yucatán, la tierra de los papatzules, los quesos rellenos y la cochinita pibil... de los trovadores, compositores y músicos. 

Aquí se quedó la magia del dios maya y aquí seguirá ciclo por ciclo hasta que Kukulkán así lo disponga.


(Tomado de: Sendel, Virginia - México Mágico. Editorial Diana, S.A. de C.V., México, D.F., 1991)

viernes, 4 de julio de 2025

Emiliano Zapata en Italia

 


CAPÍTULO PRIMERO

Aventuras de los aztecas en el Más Allá.

[…]

Las leyendas de los caudillos prodigiosamente longevos que viven ocultos y pueden volver para salvar a su pueblo o vengar las afrentas padecidas, son de todos los pueblos y de todas las épocas.


EMILIANO ZAPATA EN ITALIA


Aquí, en México, se repite el mito de Quetzalcóatl en pleno siglo xx. El caudillo que se va “por donde el sol sale” y debe regresar para restablecer la justicia, es Emiliano Zapata. El hombre asesinado en Chinameca el 10 de abril de 1919 no era el jefe agrarista, sino otra persona que se le parecía. Por una multitud de pormenores se ha comprobado que el individuo muerto por el coronel Guajardo se diferenciaba bastante de don Emiliano; me especificó varios de estos detalles doña Inés Alfaro Aguilar, que fue esposa del caudillo agrarista y le dio cinco hijos.

Hace algunos años asistía, el 8 de septiembre, a la fiesta del Tepozteco, en la plaza de Tepoztlán. Tres campesinos ancianos, de calzón blanco, me preguntaron de dónde venía. Cuando les dije que de Italia, se iluminaron sus rostros. ¡Italia, donde está viviendo don Emiliano Zapata! Me vieron como a un amigo y me abrazaron; más aún, quisieron que me enterara de los hechos de armas en que acompañaron a “mi general*’, hacía once lustros y más.

La versión de que Zapata vivía en Italia me la confirmaron otras personas en Anenecuilco; estaba difundida, por cierto, entre decenas de millares de campesinos, no sólo de Morelos, sino de Puebla, Guerrero y Oaxaca. Sin embargo, supe en Tlaltizapán, por doña Inés Alfaro, que en realidad don Emiliano se fue mucho más al oriente, hasta Arabia. Ahí se ocupó de distribuir tierras a los pobres.

—¿Todavía vive?

Doña Inés bajó la voz.

—Voy a confiarle un secreto —me contestó—. Ya murió. Fue hace seis años, en 1957. Me dio el dato doña Inés con gran sigilo, porque mucha gente cree que uno de estos días el general Zapata debe volver a México, donde tiene tantas cuentas que saldar. ¿Con quién?

Me lo explicó en Cuernavaca un anciano zapatista del sur de Morelos, que acompañó a su jefe a la toma de la Ciudad de México.

—¿Con quién tiene cuentas que saldar mi general Zapata? ¡Con los traidores de la revolución! ¡No hay bastantes árboles para colgarlos a todos!

No es aquí el lugar para comentar la ingenua virulencia de la invectiva; lo importante es comprobar la existencia, actualmente, del mito de Zapata y su singular analogía con el de Quetzalcóatl.


(Tomado de: Tibón, Gutierre - Historia del nombre y de la Fundación de México. Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1975)

lunes, 19 de octubre de 2020

Ehécatl


Advocación de Quetzalcóatl como dios del viento. Su signo ideográfico en las pinturas es una cabeza fantástica. Los mexicanos le concedían voz y tenían muy en cuenta, para los agüeros, los sonidos que produce en las arboledas, los rugidos de la tempestad y las palabras que pronuncia metiéndose por los resquicios. A causa de que el viento forma remolinos de polvo en las llanuras y levanta los objetos livianos en los caminos, los antiguos mexicanos decían que Ehécatl se presentaba barriendo y limpiándoles el paso a los tlaloques. Para los nahuas primitivos Ehécatl era el viento nocturno. Con el advenimiento del culto a Quetzalcóatl se produjo un sincretismo y en la mitología aparece está divinidad moviendo al sol con su soplo. Este mito cosmogónico fue común en el altiplano y en la región maya.los templos circulares o de planta en espiral acaso hayan sido una evocación del dios del viento. En algunas representaciones gráficas Quetzalcóatl lleva en la mano derecha el xonecuilli, atributo del huracán, y en la izquierda una rodela cruciforme, símbolo de los cuatro vientos.
Ehécatl es el nombre del segundo día de las veintenas del calendario y el primer día de la decimosegunda trecena del Tonalámatl. Entre los mayas equivalía a Ok, y entre los zapotecas a Quij Laa.

(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S. A. México D.F. 1977, volumen III, Colima - Familia)



viernes, 29 de mayo de 2020

Xoloitzcuintli, el perro mexicano


Y el propietario [del] perro muerto, le ponía
un collar de algodón al cuello
y acariciándolo le decía:
"Espérame en el más allá, porque me ayudarás
a pasar los nueve ríos del inframundo".

Informantes de Sahagún, Códice Florentino, Siglo XVI.

¿Por qué llamaban xoloitzcuintli a este perro pelón los antiguos mexicanos? La traducción del náhuatl al español de la palabra xólotl en el Vocabulario de Molina es: "paje, mozo, criado o esclavo", y los antiguos mexicanos creían que los perros conducían a su amo muerto y cruzaban con él el último río en la región de los muertos. Por lo tanto, para ellos los perros eran los buenos acompañantes y sirvientes de su amo en el postrer viaje.
El erudito mexicanista y filólogo Gutierre Tibón, en su artículo "Anubis y Xólotl", nos describe las asombrosas analogías que existen entre muy diversas culturas, acerca del papel del perro como guía de almas en el inframundo y se pregunta: "¿Por qué el perro es un animal asociado con el infierno para pueblos tan remotos uno de otro en el tiempo y en el espacio como los mesoamericanos, los babilónicos, los egipcios, los griegos y los escandinavos?".
En su obra El hombre desnudo, Claude Levi-Strauss nos dice que en los mitos y leyendas de los indios de la costa oeste de Estados Unidos y Canadá, a los perros se los considera "inventores del fuego y hacedores de la primavera", mientras que entre los indios Blackfoot (pies negros), los perros son considerados como "extinguidores de una conflagración por recurso a la lluvia", y entre los iroqueses son "intercesores junto al sol y víctimas propiciatorias quemadas en una pira". Análogamente, entre los antiguos mexicanos, cuando no se podía quemar el cadáver de un guerrero por haber caído este prisionero de los enemigos, se hacía un bulto mortuorio que representaba al guerrero y se le ponía la imagen de un perro pintado de azul. Esta imagen se llamaba xolocózcatl (collar del mozo, del servidor, del acompañante) y dependiendo de la categoría del personaje podía estar labrada en turquesa o jade, y era quemada junto con la efigie del guerrero desaparecido. En el México antiguo, el perro también tenía relación con la lluvia, el relámpago y el fuego como se verá más adelante.
De las diferentes clases de perros que existían en el México antiguo, han sobrevivido solamente dos razas bien definidas: el perro chihuahueño (llamado así por ser originario del estado de Chihuahua) y el xoloitzcuintli. Ambos perros son poco conocidos en nuestro país, aunque populares en el extranjero.
El perro mexicano por antonomasia es el xoloitzcuintli, y su principal característica es el hecho de no poseer faneras pilosas, es decir, que carece de pelo. Otras características curiosas de este animal son el no poseer dientes premolares; el tener glándulas sudoríparas en el pecho y el abdomen -inusual en los perros- y, finalmente, también se distinguen por tener una temperatura unos grados más alta que otras razas de perros, según lo confirma el ex diplomático inglés Norman Pelham Wright, a quien los mexicanos y nuestros perros nativos debemos mucho, pues según él mismo anota, prácticamente rescató de la extinción a la raza xoloitzcuintli.
El xoloitzcuintli es un perro que mide entre 30 y 50 cm de altura, pesa entre 9.1 y 13.6 Kg y puede ser de color rojizo, gris pizarra, negro, blanco o manchado. Recientemente, está raza estuvo a punto de desaparecer y sobre esto nos relata Pelham Wright: "En 1955 fui invitado por el Club Kennel de México (asociación de filiación canófila) para iniciar la preservación del sholo pues se sospechaba que estaba amenazado y cerca de la extinción. En esa época sólo un perro estaba registrado en el Club. Ahora, diez años después, más de 70 especímenes están registrados..."
Para salvar de la extinción a los "sholos", Pelham Wright se dedicó a buscarlos en apartados poblados mexicanos para rescatar su preciado germoplasma. Por fortuna, sus esfuerzos no fueron vanos y ahora el xoloitzcuintli, seguramente más mexicano que usted y yo estimado lector, seguirá rondando y ladrando en nuestro país y en el extranjero.
Indudablemente, estos perros no pasan desapercibidos y los comentarios sobre ellos pueden ser diametralmente opuestos, pues mientas algunas personas los consideran extraordinarios y rarísimos animales domésticos que hemos heredado de nuestros antepasados, otras los consideran asquerosamente feos y repulsivos.
¿Qué tienen de extraordinario estos cánidos que para algunas personas resultan excelsos y para otras horrorosos y hasta repugnantes?
La característica más conspicua de los xoloitzcuintli es el hecho de no tener pelo, y es justamente esa carencia de pelo la que los ha hecho mundialmente famosos. Existe una raza de perros sin pelo en China que probablemente sea un ancestros el xoloitzcuintli, pues los perros no son originarios del continente americano sino que arribaron del Asia junto con las primeras hordas humanas que llegaron al "Nuevo Mundo". De hecho, se dice que existían alrededor de 17 razas de perros que eran fieles compañeros de los americanos, entre ellos los perros de los esquimales, el perro de los sioux, los perros de los mexicanos, el perro peruano y el perro de la Tierra del Fuego. Por desgracia, muchas de estas razas han desaparecido o están en vías de desaparecer.
Los primeros seres humanos que pisaron las tierras que hoy conocemos como México, venían acompañados por perros, y esto ha sido comprobado a través de los registros históricos que han dejado a la posteridad nuestros antepasados.
En el lienzo de Jucutácato es posible observar cómo del Chalchihuitl-apazco, la vasija de jade de la cual se origina la humanidad, salen seres humanos que atraviesan el mar a bordo de diversos animales: "Sendos miembros de la tribu son llevados a la otra orilla sobre el lomo de nueve tortugas, otros cruzan el mar montados en perros."
Por lo visto, los perros mexicanos han acompañado a nuestra estirpe desde el origen de los tiempos antropogénicos. Esto no es privativo de los mexicanos, pues incluso se ha llegado a afirmar que el hombre es hombre, que el ser humano es tal, a partir de la domesticación del perro, pues este fue con toda seguridad nuestro primer animal doméstico. Pero, ¿qué es un animal doméstico?: "... es aquel [animal] que criado de generación en generación bajo la vigilancia del hombre, ha evolucionado de manera tal que ya constituye una especie, o por lo menos una raza, diferente de la forma salvaje primitiva que le dio origen".
Si nos apegamos a esta definición, tenemos que reconocer que los aztecas tuvieron por lo menos cuatro especies de perros, según se desprende de la información proporcionada por los indios sabios que conformaron junto con el padre fray Bernardino de Sahagún, los libros que ahora conocemos como Códice Florentino: "Los perros de está tierra tienen cuatro nombres: llámense chichi, itzcuintli, xochiocoyotl, y tetlamin, y también teuizotl. Son de diversos colores, hay unos negros, otros blancos, otros cenicientos, otros buros, otros pardos, otros castaños oscuros, otros morenos y otros manchados. Hay algunos de ellos grandes, otros medianos; algunos hay de pelo lezne, otros de pelo largo; tienen largos hocicos, los dientes agudos y grandes... Hay otros perros que se llaman tlalchichi, bajuelos y redondillos, que son muy buenos de comer."
Cómo vemos, una de las razas que los antiguos mexicanos tenían era utilizada como alimento, y los españoles se aficionaron de tal manera a comerla que cambiaban piezas grandes de vaca y cerdo por perrillos, e incluso se cree que este perro fue empujado a la extinción por el enorme consumo que hicieron de él los conquistadores y colonos ibéricos.
Para Eduard Seler, en su Comentarios al Códice Borgia, el hecho de que los perros domésticos de los mexicanos fueran comestibles, hace posible que en Yucatán y en la costa del Golfo se emplearan frecuentemente en los sacrificios, principalmente porque en Mesoamérica el perro desempeñaba un papel de primer orden en el culto de los muertos.
Según la creencia mexicana antigua, las almas de los difuntos llegaban cuatro años después de la muerte a la orilla del río Chicunahuapan (Chicunahuapan o Chignahuapan, el noveno río), que rodeaba al reino de los muertos, y sólo podían atravesarlo en caso de que estuviera esperándolas en la otra orilla del río su perro, que al reconocer a su amo se arrojaba al agua para volver a cruzarla con él. Por eso se enterraba a los difuntos con su perro, al que -claro está- se sacrificaba previamente.
La persistencia de está costumbre lleva a pensar que el perro tenía alguna relación especial con el mundo de los muertos, pero como dice Seler (op. cit.), existe otra posible explicación: la voz ch'i, tz'i, que designa al perro en las lenguas mayenses, está relacionada con la raíz homónima que significa "morder", por lo que parece que siendo el perro "el animal que muerde", se consideraba como símbolo del fuego. Incluso en el Códice Florentino, los informantes de Sahagún afirman que el día del calendario Ce itzcuintli (uno-perro) era "signo de fuego". Además, en los códices y monumentos del área maya no es raro encontrar la cabeza de un animal (probablemente perro) que escupe fuego.
La cabeza está representada como si se precipitara desde arriba y Seler (op. cit.) cree que se puede interpretar como animal-relámpago, por lo que es posible que el perro se haya considerado como el guía al reino de los difuntos por la doble razón de ser el símbolo del fuego y ser el que se precipita desde arriba, ya que en el México antiguo los muertos solían quemarse en una pira funeraria y se creía que el reino de los difuntos se encontraba por debajo de la superficie terrestre, y siendo el relámpago el animal que se hunde en la tierra, que hiende la tierra, el perro llegó a ser considerado como el animal que abría los caminos hacía el inframundo, el que cargaba con los muertos y los guiaba. Esta labor de portadores y guías de los muertos comunes estaba vinculada con los perros comunes, pero el perro xolo, el xoloitzcuintli, era el guía de los dioses muertos o del dios muerto. Y en el ocaso quien muere es el sol, que al atardecer se hunde en la tierra para alumbrar en el mundo de los muertos, transportado por Xólotl, el dios con cabeza de perro. 
Pero como explica el maestro Rafael Martín del Campo, el dios Xólotl era divinidad gemelar por excelencia, pues era el gemelo nada menos que de Quetzalcóatl, considerado como el planeta Venus cuando podía ser visto como estrella de la mañana, a la vez que Xólotl era considerado como Venus cuando era la estrella vespertina.
Desde un punto de vista estricto, los gemelos humanos, univitelinos o no, pueden considerarse como una manifestación teratológica, es decir, monstruosa, y por eso Quetzalcóatl (de quetzalli, precioso, y cóatl serpiente o gemelo) se representaba ideográficamente en los códices como la "serpiente emplumada", aunque en realidad significaba el "gemelo precioso", mientras que su contraparte, Xólotl, era el gemelo monstruoso. Esto no quiere decir que para los antiguos mexicanos lo monstruoso fuera feo, sino qué tan sólo significaba una manifestación de la naturaleza que evidenciaba fehacientemente la influencia divina.
Aquí cabe hacer la aclaración de que las representaciones ideográficas de estos dos dioses son tan diferentes que podríamos concluir que probablemente los dioses Xólotl y Quetzalcóatl eran más bien cuates que gemelos idénticos.
Cómo ya hemos visto, los antiguos mexicanos tenían diferentes razas de perros (itzcuintli), de los cuales por lo menos una carecía de pelo y, por lo tanto, era denominada xoloitzcuintli, es decir, gemelo o cuate monstruoso del perro común el itzcuintli, el perro con pelo.
Más impactante aún es el hecho de que en una camada de cachorros de xoloitzcuintli, aparezcan tanto cachorros con pelo como cachorros sin pelo, aunque ambos padres carezcan de él.
¿Cuál es la explicación biológica de la carencia de pelo de está raza? Parece ser que es una característica neoténica, es decir que, por alguna razón todavía no determinada, los folículos pilosos de los cuales se originan los pelos no terminan de desarrollarse y quedan en un estadio embrionario de inmadurez o de desarrollo intermedio, que sin embargo no afecta a otras características del organismo pues es capaz de reproducirse aun teniendo características embrionarias. En resumen, la carencia de pelo en el xoloitzcuintli es muy probablemente una característica neoténica genéticamente dominante y que ha sido una adaptación evolutiva al medio, particularmente al calor.
Lo curioso del caso es que Xólotl, el dios con cabeza de perro (cuate de (Quetzalcóatl) que en el panteón azteca presidía el nacimiento de los gemelos y de los monstruos -siendo él mismo uno de ellos- tenía propiedades proteicas, pues según relata la leyenda del la creación del "quinto sol", para salvar la vida se transformó sucesivamente en pie de maíz con dos cañas, luego en mexólotl, maguey que tiene dos cuerpos, después en texólotl (tejolote o mano del molcajete, cuyo gemelo sería el molcajete), posteriormente en guajolote y finalmente en ajolote.
Resulta interesantísimo el hecho de que, tanto el perro xoloitzcuintli como el ajolote y el hombre, tengan características neoténicas.
Por increíble que parezca, algunas de las antiguas creencias mexicanas con respecto a los perros y su papel en el inframundo aún persisten en el México de hoy. Según el doctor Pascual Aceves Barajas, citado por Gutierre Tibón, en el Bajío, en los alrededores de San Francisco del Rincón, se dice que las mujeres que ya no desean tener más hijos, le dan de comer a un perro el cordón umbilical del último niño que tuvieron, pues el ombligo es considerado el gemelo del niño, que al llegar al inframundo (vía estomacal canina) pedirá al dios de la muerte no tener más hermanos. Por supuesto que este método anticonceptivo a través de ayuda canina es de muy difícil verificación por razones harto obvias.
En algunos otros lugares de México, al xoloitzcuintli se le dan valores terapéuticos, es decir, se le emplea como medio medicinal para curar algunas dolencias humanas, pues por su piel caliente, sin pelo y consecuentemente sin pulgas, es el mejor sustituto vivo de una bolsa de agua caliente, y en algunos lugares de Sinaloa ayuda a las mujeres indispuestas del estómago a remediar su mal. En algunas localidades del estado de Guerrero, se cree que quien poder a los xoloitzcuintli está protegido contra los "fríos" y otras dolencias.
Don Julio Ortega, médico e historiador nativo de Pachuca, Hidalgo,ves propietario de varios xoloitzcuintli y obsequió una cachorra llamada Xoli a la famosa, legendaria y acuciosa arqueóloga, arquitecta y doctora en psicología, Carmen Cook de Leonard, mexicana por nacimiento pero universal por su enorme producción científica sobre las culturas mesoamericanas.
Mi amiga Carmen recibió a la Xoli tan pequeña que le cabía en la mano y aún sobraba espacio. Fue la más fiel compañera que tuvo en su vida. Compartieron el mismo plato en los buenos y en los malos tiempos y al final la fidelidad de la Xoli llegó a sublimarse: se dejó morir 15 días antes de que falleciera Carmen. ¿Lo haría para esperarla al otro lado del Chignahuapan, guiarla y transportarla a través del mítico río?

(Tomado de: Cariño, Luis F. - Xoloitzcuintli, el perro mexicano. México Desconocido, noviembre 1991, número 177, Año XV. Editorial Jilguero, S.A. de C.V.)

viernes, 15 de mayo de 2020

Astronomía y cultura en Mesoamérica

"Alfaqui mayor que está de noche mirando las estrellas en el cielo y a ver la hora que es, que tiene por oficio y cargo..." "Reloxero por las estrellas del cielo..." (Códice Mendocino, lámina XXIV, primera parte)

I. Astronomía y cultura en Mesoamérica
Miguel León-Portilla

Las investigaciones contemporáneas sobre arqueoastronomía han puesto de relieve -ahora más que nunca- el grande y sostenido interés de los pueblos mesoamericanos por observar, conocer y medir los movimientos y los ciclos de un cierto número de cuerpos celestes. De ese interés dan testimonio múltiples inscripciones, algunas que provienen desde el período preclásico y otras a todo lo largo de la evolución cultural de Mesoamérica. Tienen asimismo especial significación las representaciones y registros de fenómenos astronómicos en los códices que se conservan (mayas, mixtecas y del altiplano central), algunos con información de tan grande importancia como la que puede inferirse de las tablas de eclipses incluidas en el Códice de Dresde. A tales testimonios deben sumarse los que forman parte de la documentación escrita ya con el alfabeto, en lenguas indígenas (náhuatl, maya-yucateco, maya-quiché...) a raíz de la Conquista, y también las noticias que, sobre conocimientos astronómicos del hombre indígena, proporcionan algunas crónicas e historias de autores españoles sobre todo del siglo XVI.
El análisis de estos testimonios ha permitido a distintos investigadores elaborar varios géneros de trabajos: unos, de índole descriptiva, de los cuerpos celestes, sus ciclos, etcétera, que conocieron los mesoamericanos; otros, de carácter más especulativo, dirigidos a correlacionar datos de la astronomía europea con diversas formas de cómputos mesoamericanos, en función de los cuales se busca inferir que también en el mundo prehispánico se llegó a tales o cuales conocimientos astronómicos. Tomando en cuenta la existencia de estos géneros de trabajos, creo pertinente formular aquí la siguiente pregunta que se dirige a situar la comprensión del interés astronómico en su correspondiente ámbito cultural: ¿Cuáles fueron las principales motivaciones que despertaron y mantuvieron viva una "preocupación astronómica" en Mesoamérica? Inquirir en torno a esta cuestión ayudará a esclarecer dos puntos que considero básicos:

1.- ¿Qué sentido tuvo lo que hoy llamamos "astronomía mesoamericana" en el contexto de su visión del mundo, religión, organización social, política y económica y, en una palabra en su "todo social y cultural", es decir, en función de la suma de sus elementos y factores dinámicos, desde sus modos de producción hasta su arte, literatura, derecho y religión? De la respuesta o respuestas que puedan darse a esta primera cuestión habrá de derivarse una comprensión mucho más adecuada de esa "preocupación mesoamericana", entendida en su relación con la propia cultura prehispánica. La segunda cuestión, muy ligada con la anterior, es ésta:

2.- ¿Qué sentido tiene, con base en inferencias a partir de cómputos sobre todo de índole calendárica en códices o inscripciones, o apoyándose en los datos obtenidos acerca de las orientaciones de determinados edificios prehispánicos, encaminarse a "descubrir" que los mesoamericanos abarcaron en su preocupación astronómica un gran número de ciclos o fenómenos celestes que obviamente el investigador conoce con anterioridad gracias a las aportaciones de la astronomía desarrollada en la cultura occidental? Para dar un ejemplo, pienso en quienes sostiene que los mesoamericanos conocían los ciclos de varios planetas, además del de la "estrella grande" o Venus. Otras afirmaciones respecto de otros cuerpos celestes o ciclos de los mismos -como la citada acerca de los planetas- tienen en común que se formulan partiendo sobre todo de inferencias matemáticas, pero desligadas de lo que, a través de las fuentes, sabemos que interesaba específicamente a los mesoamericanos en sus observaciones celestes.

En esta breve nota que resume una exposición más amplia, en vez de ocuparme en hacer una evaluación crítica de este último género de trabajos, opto por señalar, al menos en forma general, cuáles son los principales elementos de la visión del mundo, pensamiento religioso e intereses primordiales en la vida social, política y económica de estos pueblos, que deben tomarse en cuenta si se quiere situar debidamente en su correspondiente "todo social y cultural" esta preocupación astronómica. Citaré, en primer lugar, un texto traducido del náhuatl, bastante elocuente en esta materia. Su interés está en que precisamente hace descripción de los "astrónomos" nahuas, situándolos entre quienes tienen a su cargo el culto de los dioses, los sacrificios, la formulación de los discursos, el estudio de los libros de pinturas, el de las cuentas de los días y de los años. Todos ellos, como lo expresa el testimonio indígena, son "quienes nos guían, nos gobiernan, nos llevan a cuestas...". El texto dice así:

Hay quienes nos guían, acerca de cómo deben ser adorados nuestros dioses, cuyos servidores somos como la cola y el ala. Los que hacen las ofrendas, los que ofrecen copal, los llamados sacerdotes de Quetzalcóatl. También los sabios de la palabra, los que tienen obligación, se ocupan día y noche, de poner el copal, de su ofrecimiento, de las espinas para sangrarse.
Los que ven, los que se dedican a observar el curso y el proceder ordenado del cielo, cómo se divide la noche. Los que están mirando (leyendo), los que cuentan (o refieren lo que leen). Los que vuelven ruidosamente las hojas de los códices. Los que tienen en su poder la tinta negra y roja (la sabiduría) y lo pintado.
Ellos nos llevan, nos guían, nos dicen el camino. Quienes ordenan cómo cae un año, cómo siguen su camino la cuenta de los destinos y los días y cada una de las veintenas (los meses). De esto se ocupan, a ellos les toca hablar de los dioses. [Libro de los Colloquios -preservado en la Biblioteca Vaticana en un "Códice misceláneo", Gabinete 1, Vol. 91-. Texto original en náhuatl, recogido y revisado por fray Bernardino de Sahagún, fol. 34 v.).

obvio es que "los que se dedican a observar el curso, y el proceder ordenado del cielo" son personas que lo hacen en relación con sus creencias religiosas y en función de las instituciones políticas y socioeconómicas, en este caso de México-Tenochtitlan. A la luz de dichas creencias y realidades se desarrolló un empeño astronómico que -no obstante variantes a través de los siglos o de carácter regional- mantuvo su enfoque siempre integrado a la raíz de la visión mesoamericana del mundo y a los intereses primordiales de un existir en el que la agricultura era elemento clave. Los cuerpos y fenómenos celestes que abarcó ese enfoque son, como es de suponerse, los que encontramos representados en los códices e inscripciones y a la vez los mismos que ocupan lugar prominente en los relatos, mitos y otros textos sagrados en varias lenguas mesoamericanas. Esos principales cuerpos y fenómenos celestes -cuyos símbolos y nombres se repiten muchas veces en los códices y textos- son el Sol, la "estrella grande" (Venus), la Luna (Metztli), las Pléyades (Tianquiztli) y otros conjuntos de estrellas (constelaciones), además de las citlalin pohpocah (cometas). De enorme interés son asimismo los eclipses (qualo in tonatiuh "es comida el Sol...") de los que existen tablas, como las ya referidas, en el Códice Dresde.
En principio no debe olvidarse que para los mesoamericanos el universo guarda relación fundamental con el Sol. En mucha lenguas de esta área el concepto de sol se enuncia con un vocablo cuya raíz significa "luz-calor". En náhuatl, por ejemplo, tonatiuh, deriva de tona "brillar, calentar", se relaciona con tonalli que es "día, calor, destino". Por otra parte tonatiuh, al referirse a los "soles" que han existido, significa "edad", "periodo cósmico".
El que hayan existido varias edades o "soles" que terminaron violentamente llevó a la persuasión de que el hombre vive en un universo presidido por el sol que es fuente de vida, es "Dador de vida", pero está a la vez sujeto siempre al riesgo de debilitarse y sucumbir. El Sol es realidad divina pero no es el supremo dios dual, padre y madre de todos los dioses. Entre los mexicas, más vinculado parece a otras deidades como Huitzilopochtli. Proclama él mismo en un himno: "Yo soy el que ha hecho salir el Sol..."
El Sol presente puede perecer. Ello hace del mundo un escenario de tensiones. Para prevenir los destinos adversos, es vital conocer los ciclos del Sol y de todos los cuerpos celestes que, de un modo o de otro, se muestran en relación con él: la Luna, la gran estrella (Venus), Tianquiztli (las Pléyades), Mamalhuaztli (Cinturón y espada de Orión), Cólotl (Escorpión), Colotlixayácatl ("Rostro de Escorpión"), Citlaxanecuilli (Osa menor?), Citlaltlachtli, "Juego de pelota de las estrellas", y otros cuerpos celestes identificados como distintas constelaciones.
Apoyándose en textos de los informantes de Sahagún, Johanna Broda ha puesto de relieve, por ejemplo, la significación de Tianquiztli (las Pléyades) dentro del ciclo de 52 años, cuando a la mitad de la noche ocurría la renovación del fuego. Precisamente porque tal renovación era prueba de que el Sol iba a continuar alumbrando esta edad, por ello importaba conocer el ciclo de Tianquiztli.
En función de los ciclos solares -en maya-yucateco kin es sol, día, edad cósmica, tiempo- el hombre mesoamericano organizó sus cómputos calendáricos, con toda la amplísima gama de connotaciones de los mismos. Éstos abarcaban, entre otras cosas, las medidas y normas de los ciclos agrícolas, de las fiestas a lo largo de las trecenas y veintenas de días, la suma de los destinos en los momentos propicios, adversos o indiferentes para cualquier evento o proyecto de acción tenidos por importantes, desde el nacimiento hasta la muerte.
Amplio campo se abre a las investigaciones en los textos míticos, legendarios, religiosos y aun históricos, así como en las representaciones acompañadas de glifos en los códices, dirigidas a buscar múltiples relaciones de Tonatiuh (Kin) con los otros cuerpos celestes que allí se mencionan o registran. Pensemos, por ejemplo, en lo que consignan los Anales de Cuauhtitlan, la Leyenda de los Soles, el Códice de Dresde y varios manuscritos del grupo Borgia, sobre "enfrentamientos" entre Tonatiuh y Huey Citlalin (Venus). Ponderemos siquiera lo relativamente poco que conocemos respecto de la Luna en el pensamiento mesoamericano, o las complejidades de Quetzalcóatl-Xólotl en relación con la "estrella de la mañana y de la tarde". Cuestión tampoco clara es la de Mixcóatl, entendido como "Serpiente de Nubes" y su relación con la Vía Láctea.
A pesar de que una interpretación pan-astral o pan-babilónica, que pretenda relacionar o identificar a los distintos dioses con otros tantos cuerpos celestes no parezca hoy aceptable, es cierto que tampoco puede desecharse a la ligera la vinculación entre unos y otros que, en algunos casos, ponen de manifiesto las fuentes. Inquirir acerca de esto podrá revelar aspectos de enorme interés en la visión mesoamericana del mundo. Como en otro lugar lo manifesté, el afán de los cómputos y las medidas de los ciclos sería ciencia pura si no estuviera tan entretejido con las creencias hasta resultar en una compleja y admirable forma de "mitología matematizada".
En modo alguno pienso que deba minimizarse la importancia de los cómputos, ni de cualquier otro elemento medible o calculable en Mesoamérica. Conviene repetirlo: lo extraordinario de "la astronomía", "el calendario", y "la matemática" en esta área cultural es su rigor extremo, pero no como saber por sí mismo, sino en función plena de los requerimientos de su visión del mundo y de sus necesidades de subsistencia. Tomar esto en cuenta en cualquier estudio sobre la "preocupación astronómica" de los mesoamericanos difiere radicalmente de la postura de quienes inquieren desde la mira de los conocimientos astronómicos de la cultura occidental y, haciendo malabarismos, tratan de acomodar en los cómputos prehispánicos, ciclos y correlaciones que resultan en "descubrimientos" que nada tiene que ver con lo que de verdad interesó al hombre de Mesoamérica, empeñado a lo largo de milenios, por motivos muy distintos, en "observar el curso y el proceder ordenado del cielo..."


Tomado de: León-Portilla, Miguel - Astronomía y cultura en Mesoamérica. Incluido en: Marco Arturo Moreno Corral (compilador) - Historia de la astronomía en México. Colección La ciencia desde México #4, Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1986)

sábado, 13 de abril de 2019

Tollan

Su nombre sobresale en los escritos del posclásico y de la Colonia, sin embargo, por sus vagos datos de tiempo y espacio, aún no se sabe si esta ciudad es sólo parte de un mito. Cabe señalar que el término de Tollan se aplicaba a cualquier gran ciudad.

Se narra que el rey Quetzalcóatl tenía un templo con muchas escaleras angostas en las que sólo cabía un pie, su estatua estaba cubierta de mantas, la cara era alargada y barbuda. Dicha ciudad estaba compuesta por todas las razas humanas y sólo tenían una lengua. Sus vasallos eran mejor conocidos como chalchihuites, quienes eran expertos en artes mecánicas y diestros para labrar piedras verdes. Se les reconocía como gente mágica.

Los vasallos eran muy rápidos para caminar, por ello se les conocía como los que “corren todo un día”.

Por órdenes de monarca se enviaba a un hombre al Tzatzitépetl (cerro del grito), como hasta hoy se le nombra, quien pregonaba para llamar a los pueblos apartados que estaban a más de 100 leguas para que vinieran a la brevedad a conocer los deseos de Quetzalcóatl.

Tollan era considerado un reino muy rico, poseedor de las tierras más fértiles. Las calabazas eran enormes, las mazorcas de maíz eran tan largas que se llevaban abrazadas; las cañas eran largas y gruesas, de tal forma que se podían escalar como si fueran árboles. Había una extensa variedad de árboles de cacao de diversos colores.

Quetzalcóatl hacía penitencia picando sus piernas, con su sangre manchaba las puntas del maguey, y por la noche se bañaba en una fuente que se llama Xipacaya (lugar donde lavan las turquesas); esta costumbre y orden tomaron los sacerdotes de los ídolos mexicanos.

El templo de Quetzalcóatl tenía cuatro aposentos, uno estaba dirigido hacia el oriente y era de oro, se le conocía como “Casa de oro”, por dentro tenía planchas sutilmente enclavadas; el otro se dirigía hacia el poniente, se le conocía como Aposento de esmeralda y turquesa, por dentro estaba cubierto de éstas; el tercero estaba dirigido hacia el mediodía, era de conchas y plata; el cuarto aposento se dirigía hacia el norte, este era de piedra colorada y jaspes.

Asimismo, existían otros dos, uno hacia el oriente estaba decorado con plumas amarillas y el último estaba dirigido hacia el poniente; por su decoración de plumas azules, se le conocía como Casa de Quetzal.

Los habitantes eran tan hábiles en la astrología su ellos fueron los primeros que tuvieron cuentas de los días que tiene el año, las horas y la diferencia de tiempos; además inventaron el arte de interpretar los sueños, conocían las estrellas, les pusieron nombre y va prendieron los movimientos de los cielos.

Sabían de la existencia de 12 cielos donde en el más alto estaba el gran señor y su mujer a quienes les llamaban dos veces señor y dos veces a la señora para dar a entender que ellos dos dominaban sobre la tierra y cielo. Estos pobladores eran buenos y apegados a la virtud, jamás decían mentiras, adoraban a un solo señor que tenían por dios al cual le llamaban Quetzalcóatl.

Se dice que Tezcatlipoca decidió bajar del cielo, descendiendo por una soga hecha de tela de araña. La intención era acabar con Quetzalcóatl, pues su periodo estaba por terminar.

Después de la llegada de Huitzilopochtli, llegaron Tezcatlipoca, Tlacahuepan, quienes cometieron tales embustes que Quetzalcóatl decidió irse de este lugar. Entre los engaños de los demonios estuvo el hecho de quererlo disuadir para realizar sacrificios humanos, a los cuales siempre se negó.

Un día, ya cansado de recorrer distintas poblaciones, se puso a llorar, se quitó su insignia de plumas, su máscara de piedras verdes, y él mismo se prendió fuego, de sus cenizas aparecieron aves preciosas, al acabarse sus cenizas se vio encumbrarse el corazón de Quetzalcóatl, la leyenda cuenta que tardó ocho días en dejarse ver por medio de la gran estrella de Venus. Tras su muerte Matlaxóchitl le sucedió y reinó en Tollan, le siguió Nauyótzin, Matlacoatzin, Tlicohuatzin, y Huémac.

Durante el período de este último rey, se comenzó a sacrificar niños en honor al dios de la lluvia, fue en este período cuando hubo mucha hambre, los dioses para salvar la situación pidieron el sacrificio de los hijos de Huémac, y de ahí en adelante comenzaron los sacrificios. Aunque no fue lo único que ocurrió, se hizo la guerra y se luchó contra los procedentes de Nextlalpan; después de vivir trágicas circunstancias emigraron hacia numerosos lugares. Algunos se establecieron en Cholula, Tehuacán, Teotitlán, Cazacatlán, Nonoualco, Tamazula, Copilco, Topila, Ayotlán, cubriendo muchas partes de la tierra de Anáhuac.

Huémac se suicidó en la cueva casa de maíz de Chapultepec en el año 7. Otra versión asegura que quienes habitaron aquí fueron los toltecas y que el tipo de vida cambió cuando pecaron, es por ello que tuvieron que abandonar la ciudad antes de la salida del sol, aquel pueblo se disgregó por el mundo formando grupos con distintas lenguas y tipos de vida y llevando como penitencia sufrir pesares antes de encontrar un nuevo asentamiento.

Algunos estudiosos coincidieron que su asentamiento original fue Tula en el estado de Hidalgo, otros aseguran que fue Teotihuacan.

A pesar de su imprecisión geográfica, Tollan no sólo significó majestuosidad, sino que también fungió como el lugar donde la humanidad se disgregó para dar surgimiento a distintos pueblos.


(Tomado de: Toledo Vega, Rafael. Enigmas de México, la otra historia. Grupo Editorial Tomo, S. A. de C. V. México, D. F., 2006)



sábado, 8 de diciembre de 2018

Quetzaltótotl, Quetzal

Quetzaltótotl (Ave preciosa) Quetzal [Pharomachrus mocinno]. 




Hay una ave en esta tierra que se llama quetzaltótotl; tiene las plumas muy ricas y de diversos colores: tiene el pico agudo y amarillo, y los pies amarillos; tiene un tocado en la cabeza, de pluma, como cresta de gallo; (…). Las plumas que cría en la cola se llaman quezalli son muy verdes y resplandecientes, son anchas como unas hojas de espadaña doblegándose cuando las toca el aire resplandecen muy hermosamente. 

Tiene esta ave unas plumas negras en la cola, con que cubre estas plumas ricas, las cuales están en el medio de estas negras. (…) El tocado que tiene en la cabeza esta ave es muy hermoso y resplandeciente, llaman a estas plumas tzinitzian; tiene esta ave el cuello y el pecho colorado y resplandeciente (…). 

Habitan estas aves en la provincia que se llama Tecolotlan, que es hacia Honduras, o cerca. Viven en las arboledas, y hacen su nido en los árboles para criar sus hijos. 

(Tomado de: Sahagún, fray Bernardino de - Historia General de cosas de Nueva España. Numeración, anotaciones y apéndices de Ángel María Garibay K. Editorial Porrúa, S. A. Colección “Sepan Cuantos…” #300. México, D.F. 1982)