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jueves, 6 de junio de 2024

Corrido Los Areneados de Benjamín, 1913

 


Los areneados de Benjamín

José Obregón

En mil novecientos trece,

cuando el caso sucedió,

al asesino de Huerta

Pesqueira desconoció.


"¡Viva Francisco I. Madero!"

gritó el pueblo entusiasmado,

y el grito de libertad

resonó en todo el estado.


De Álamos, en el distrito,

se escuchó de igual manera

por los pueblos y los ranchos,

menos en la cabecera.


Se hicieron bola los ricos,

considerando ser reyes,

felicitaron a Huerta

y quedaron como bueyes.


Hicieron un gran mitote

con Santini y con Marcor,

se comieron su guisote

y sólo quedó el olor.


"Tienes suerte Rafael",

Benjamín se lo decía,

el alazán te tumbaron

y nada se hizo la silla.


En poder de los huertistas,

se vieron en un hilito,

don Adolfo Goycolea

y Ávila el juez chapito.


Otálora con un solo ojo

vio a ochocientos federales

y los pagó a cinco pesos,

para colmo de sus males.


El gordo Ramón García,

también la pasó muy mal

por andar en compañía

del brigadier don Pascual.


Sacos de arena cargaron

de los cerros al arroyo

y sin aliento acabaron

pues no tuvieron apoyo.


Fue divertido el sainete

con los ricos y los curros,

pues el coronel Benjamín

los cargó como a los burros.


Vuela, vuela, palomita,

dile a Madero, sin pena,

que también los frailecitos

cargaron sacos de arena.


Vuela, vuela, palomita,

dile a Rosario Barriga,

que no toque las campanas

porque la llaga se aviva.


Ya con ésta me despido

y digo adiós a Benjamín,

puso al rico adolorido

y al huertismo le dio fin.


En abril de 1913, el coronel revolucionario Benjamín Hill, se presentó con sus tropas, en la plaza de Álamos, Sonora, para combatir a los huertistas que tenían la posesión de la misma y cuya defensa era organizada por el prefecto político del distrito Pánfilo Santini, enemigo personal de Hill. Las fuerzas de Santini estaban integradas por soldados regulares y por Defensas Sociales de la clase acomodada de Álamos.

El 17 de abril, Hill logró hacer rendir la plaza y el corrido del caso se llama de Los Areneados, porque Benjamín Hill impuso un castigo humillante a los curros, haciéndoles bajar en persona, de los cerros, los sacos de arena con que habían levantado las trincheras que usaron para parapetarse, Hill exigió, a la vez, un préstamo forzoso de treinta mil pesos, para remedio de sus tropas.

En el corrido se menciona a Ignacio L. Pesqueira quien, el 7 de marzo, como gobernador provisional de Sonora, lanzó un manifiesto, a la población del estado, explicando su rompimiento con el gobierno de Huerta, poco después se daría a conocer el Plan de Guadalupe, de Venustiano Carranza.


(Tomado de: Avitia Hernández, Antonio - Corrido Histórico mexicano (1910-1916) Tomo II. Editorial Porrúa, colección “Sepan cuántos…” #676. México, D.F. 1997)

jueves, 11 de agosto de 2022

Corrido de la toma de Matamoros, 1913

 


Corrido de la toma de Matamoros

Anónimo


Una morena, morena,

le dijo a una güera, güera:

"Me gustan los carrancistas

con su par de carrilleras".


Pongan atención, señores,

los que juegan al as de oros,

voy a contarles la historia

de la heroica Matamoros.


Por la muerte de Madero

siguió la Revolución,

no aceptamos los valientes

eso de la usurpación.


En la Plaza de Saltillo,

brilló el sol de la esperanza,

al levantar la bandera,

don Venustiano Carranza.


Venimos a la pelea;

de Coahuila y de Durango,

somos los fieles soldados,

del valiente Lucio Blanco.


Y el día tres de junio

de mil novecientos trece,

a las diez de la mañana,

Lucio Blanco se aparece.


Del cielo cayó una hiedra,

se enredó entre los nopales,

aquí está ya Lucio Blanco,

padre de los federales.


Y decían el mayor Ramos,

lo mismo que Barragán:

"lo que es Huerta, no nos gana,

y si no, ya lo verán".


Se peleó con entusiasmo,

con valor y con realismo,

así fue como triunfó

el Constitucionalismo.


Se salían los federales,

se salían poco al pasito,

le decían a Lucio Blanco:

"No me tires, papacito".


Y a ese Antonio Echazarreta

le tocó muy mala suerte,

lo cogieron prisionero,

dándole luego la muerte.


Las familias de Matamoros,

en Texas aventurando,

dicen que no volverán

mientras Blanco tenga el mando.


Y a ese Victoriano Huerta

no se le vaya a olvidar

que tiene una cuentecita

y la tiene que pagar.


Ya con esto me despido,

voy camino del montón,

el que compuso estos versos

fue el que largó el carretón.


Una morena, morena,

le dijo a una güera, güera:

"Me gustan los carrancistas

con su par de carrilleras".


Entre los días 3 y 4 de junio de 1914, el general constitucionalista Lucio Blanco tomó la ciudad de Matamoros, Tamaulipas. Dos meses después, el 6 de agosto, el mismo Lucio Blanco se reunió con los jefes constitucionalistas: Francisco J. Múgica, Heriberto Jara, Manuel Urquidi y Juan Barragán, para iniciar el primer reparto agrario del norte del país, al fraccionar la hacienda de Las Borregas, Tamaulipas, dando título de propiedad a los beneficiados: soldados constitucionalistas y desheredados de la zona. El reparto, según Carranza, fue inoportuno porque la lucha social debía empezar hasta después que aniquilaran a Huerta. Entonces, agregó Carranza, se redactaría una nueva Constitución, pues "faltan leyes que favorezcan al campesino y al obrero... (y) serán promulgadas por ellos mismos puesto que ellos serán los que triunfen en esta lucha reivindicadora y social". Para neutralizar a Lucio Blanco, Carranza puso al general Pablo González, en mayor jerarquía que a Blanco. Tiempo pasó, y Lucio Blanco pidió su traslado al Ejército del Noroeste.


(Tomado de: Avitia Hernández, Antonio - Corrido Histórico mexicano (1910-1916) Tomo II. Editorial Porrúa, colección “Sepan cuántos…” #676. México, D.F. 1997)


jueves, 28 de julio de 2022

Corrido El exterminio de Morelos, 1912


 

El exterminio de Morelos

Marciano Silva

Dios te perdone, Juvencio Robles,

tanta barbarie, tanta maldad,

tanta ignominia, tantos horrores,

que has cometido en nuestra entidad;

de un pueblo inerme los hombres corren

y después de esto vas a incendiar;

qué culpa tienen sus moradores

que tú no puedas al fin triunfar.


Si es que a Emiliano Zapata buscas,

allá en los montes le encontrarás,

marcha a los campos contra él y lucha

y así de gloria te cubrirás;

deja a los pueblos, no tienen culpa,

ya no los mandes a exterminar,

el que es valiente nunca ejecuta,

hechos tan viles como el actual.


Lo que es Cartón y Rasgado en suma

en nuestro Estado nunca podrán

vencer a Neri, que es la figura

más formidable que hay en el plan;

saben muy bien los sitios que ocupa,

al fin se animan pero no van,

y como prueba les diré algunas

de sus hazañas en realidad.


Llegan a un pueblo que abandonado

sus habitantes dejaron ya,

tiran balazos, por si emboscados

los zapatistas llegan a estar;

si este saludo no es contestado

entonces entran allí a incendiar;

triunfan los leales de un pueblo aislado

al cual dejaron sin un hogar.


Si zapatistas llegan a un pueblo

y son en número regular,

mandan un parte luego al gobierno

más inmediato sin dilatar:

"aquí se encuentran los bandoleros,

pueden venirlos a exterminar";

el bravo jefe responde luego:

"cuentos de viejas, qué van a estar".


Pero si saben que ya se fueron

y que muy lejos deben estar,

entonces marchan, pero ligeros,

con sus cañones a bombardear;

las pobres casas son los guerreros

con quienes van a contrarrestar

y las mujeres que sin remedio

se llevan como un trofeo marcial.


¡Cuántos pacíficos ha matado

Cartón en su cruel avilantez;

cuando algún pueblo llega a incendiar

y en sus hogares encuentra a alguien,

luego en su parte pone el menguado:

"hónrome participar a usted

que a zapatistas he derrotado

quité caballos y armas también".


Son nuestros pueblos sólo unos llanos,

blancas cenizas, cuadros de horror,

tristes desiertos, sitios aislados,

donde se agita sólo el dolor;

fúnebres restos que veneramos

como reliquias de nuestro amor,

donde nacimos, donde nos criamos,

y alegres vimos la luz del Sol.


Adiós, Cartón y Juvencio Robles,

adiós, Rasgado, bravo adalid,

llévenle a Huerta sus batallones

y su estrategia tan infeliz;

díganle que ya no hay poblaciones

ni bandoleros que perseguir,

sólo Zapata y sus escuadrones

siempre dispuestos a combatir.


Bravos guerreros, hijos de Esparta,

que al fin se honraron con acabar,

pero a los pueblos, porque a Zapata

ni la razón han podido dar;

quemar a un pueblo creo que no es gracia,

matar inermes es cosa igual,

dejar familias en la desgracia,

eso no es honra de un militar.


Cuántas familias se hallan llorando

en tierra extraña sin un hogar,

y por su pueblo siempre anhelando

sin que ese instante pueda llegar;

cuántas familias peregrinando

de pueblo en pueblo siempre andarán

hasta que el cielo diga: "hasta cuando",

a sus hogares se volverán.


Soldados viles, que habéis jurado

ser la defensa de la Nación,

ya no exterminen a sus hermanos

y alcanzarán su salvación;

negros caínes cual inhumanos

tened un rasgo de abnegación,

quiero se dignen, cual mexicanos,

oír los clamores de la razón.


La guerra zapatista fue sostenida por las comunidades y poblados pequeños del estado de Morelos, lugares de donde provenían la mayoría de los combatientes revolucionarios zapatistas.

Como para el ejército huertista era muy difícil batir a los zapatistas en el terreno de las armas, por el hecho de que, en su táctica de guerra de guerrillas, los zapatistas aparecían y desaparecían al amparo de la sierra del estado de Morelos; durante los años de 1912 a 1913 y parte del 14, el general Juvencio Robles y sus subalternos Luis G. Cartón y Alberto T. Rasgado optaron por combatir a los zapatistas en sus fuentes de abastecimiento, con el exterminio sistemático de las cosechas, reconcentración e incendio de los poblados que simpatizaban o ayudaban a los zapatistas.

La sensibilidad del extraordinario corridista don Marciano Silva nos narra, en su peculiar estilo de bola suriana, los detalles del exterminio del estado de Morelos por los huertistas, el corrido debió ser compuesto antes de la muerte del general Felipe Neri Jiménez.


(Tomado de: Avitia Hernández, Antonio - Corrido Histórico mexicano (1910-1916) Tomo II. Editorial Porrúa, colección “Sepan cuántos…” #676. México, D.F. 1997)



lunes, 2 de mayo de 2022

La Decena Trágica en México, 1913



El Cuartelazo felicista

o sea

La Decena Trágica en México

Samuel Margarito Lozano

Sangrientos sucesos ocurridos en México del 9 al 19 de febrero de 1913

Oigan, nobles ciudadanos,

prestadme vuestra atención

voy a cantar un corrido

de la actual Revolución.


Reyes y don Félix Díaz

echaron muy bien su trato

y para vengar rencores

idearon un cuartelazo.


Señores tengan presente,

que el día nueve de febrero

Mondragón y Félix Díaz

se alzaron contra Madero.


Era jefe Mondragón

del Segundo Regimiento

y salió de Tacubaya

para México en su intento.


Daba el reloj ese día

las siete de la mañana

cuando a México llegó

Mondragón con fuerza armada.


Dio libre a Bernardo Reyes

y después a Félix Díaz,

para avanzar a Palacio

reunieron las compañías.


Don Félix le dijo a Reyes

con audacia y con cautela

"Si usted asalta el Palacio

yo tomo la Ciudadela".


Reyes con todas sus tropas

su valor quiso mostrar,

y al acercarse a Palacio

la muerte vino a encontrar.


Allí cayó muerto Reyes

por una bala certera

y muchos muertos y heridos

se miraban por doquiera.


A las diez de la mañana

del día nueve de febrero

se dirigió hacia el Palacio

el presidente Madero.


Luego que llegó a Palacio

por el pueblo fue aplaudido

porque deveras ese hombre

de todos se hizo querido.


Con su estandarte glorioso

que en la mano lo traía,

recorrió todas las calles

pues temor no conocía.


Madero, estando en Palacio,

dijo: "qué ingrata es mi suerte,

doy mi vida por el pueblo,

yo no le temo a la muerte".


Mandó llamar a Blanquet

que en Toluca se encontraba

sin saber el presidente

que Blanquet lo traicionaba.


Cuando a México llegó

con sus tropas ya bien listas

se proclamó partidario

de las fuerzas felicistas.


Huerta le dijo a Madero

con palabra traicionera:

"Si usted me confía las tropas

yo tomo la Ciudadela".


El presidente le dijo:

"eso lo voy a ordenar

aunque yo sé demasiado

que usted me va a traicionar".


Luego Riveroll e Izquierdo

los dos con nefanda astucia

al presidente Madero

le pidieron su renuncia.


Madero les contestó

"No presento mi retiro

yo no me hice presidente,

fui por el pueblo elegido".


El presidente les dijo,

"quién fue el que los mandó"

y sacando su revólver,

el pecho les traspasó.


Don Aureliano Blanquet

le dijo al señor Madero,

cogiéndole por los hombros:

"dese usted por prisionero".


Terminaron los combates

el dieciocho de febrero,

quedando allí prisioneros

Pino Suárez y Madero.


Muchos soldados, ya muertos,

en Palacio y Ciudadela

fueron sus restos quemados

en los campos de Balbuena.


La sangre corrió a torrentes

pero era sangre de hermanos

siendo culpables de todo

ambiciosos mexicanos.


Huerta por sus partidarios

se hizo solo presidente,

luego que subió al poder

a Madero le dio muerte.


El veintidós de febrero

fecha de negros pesares,

mandó Huerta asesinar

a Madero y Pino Suárez.


El Presidente Madero

a Huerta le hizo favores,

un bien con un mal se paga

eso es muy cierto, señores.


Cárdenas fue el asesino

que hizo el tan chula gracia

de asesinar a dos héroes

Padres de la Democracia

Aquí terminan los versos

y si han logrado gustar,

son compuestos por Lozano,

un coplero popular.


Del 9 al 19 de febrero de 1913, el cuartelazo felicista, o la Decena Trágica, puso en entredicho la legitimidad militar del presidente Francisco I. Madero, quien, a su vez, había confiado en el general Victoriano Huerta para sofocar la rebelión. La caída de Madero se precipitó con la traición de Victoriano Huerta, quien se adhirió a las fuerzas rebeldes en el Pacto de la Ciudadela; lugar donde se dieron los más fuertes combates, realizado en el interior de la embajada estadounidense; con la anuencia del embajador Henry Lane Wilson. En el corrido se menciona al coronel Jiménez Riveroll y al mayor Izquierdo, quienes trataron de asesinar al presidente Madero en el Palacio Nacional el 18 de febrero, aunque, en esa ocasión, Madero fue defendido por el capitán Gustavo Garmendia.

Existen múltiples versiones de corridos sobre la Decena Trágica, dentro de las que se encuentra la de Daniel Castañeda, que cuenta con 250 cuartetas que relatan en detalle el proceso que llevó al poder a Victoriano Huerta, aquí ofrecemos la versión de Samuel Margarito Lozano.


(Tomado de: Avitia Hernández, Antonio - Corrido Histórico mexicano (1910-1916) Tomo II. Editorial Porrúa, colección “Sepan cuántos…” #676. México, D.F. 1997)







jueves, 8 de agosto de 2019

Historia del Pronunciamiento del General Emiliano Zapata, 1911




Historia del Pronunciamiento del General Emiliano Zapata

El día 30 de agosto de 1911

Marciano Silva

Atención pido, público sensato,
 voy a dar mi explicación,
aquí en esta historia que yo les redacto
en mi mal pronunciación.

Voy a dar un pormenor
citando lo positivo,
porque ya estoy enterado
como también persuadido.

El jefe Zapata no estando conforme
después de haber conquistado,
se salió de Cuautla según los informes
pensando en los resultados.

Se fue rumbo a Anenecuilco 
que era su tierra natal.
porque conoció el peligro,
pues lo iban a traicionar.

Estando en su casa aunque no tranquilo
pensando en lo que sería
el nuevo gobierno quiso perseguirlo
por su grande bizarría.

Porque era un hombre valiente 
nuestro general suriano,
querían políticamente
por completo exterminarlo.

Llegó la noticia, según se declara,
al pueblo de Anenecuilco,
que luego al momento él se retirara
que iban a formarle sitio.

Mandó tocar las campanas
nuestro invicto general
Vamos de nuevo a campaña
la defensa es natural”.

En aquel momento se reunió su pueblo
para ver lo que pasaba,
y les dio a saber que el nuevo gobierno
asesinarlo trataba.

“Yo no ambiciono la silla
ni tampoco un alto puesto,
siento a mi patria querida
verla en tan cruel sufrimiento”.

Hablóle a su hermano con toda firmeza
y le dijo en el momento:
Rendir yo mis armas sería una tristeza,
sólo ya después de muerto”.

Esta política es falsa,
la tengo bien conocida,
quieren que entregue las armas
para quitarnos la vida”.

Respondió don Eufemio con acento fijo
y un valor sin segundo,
Ya no condesciendas, bajo el armisticio,
ya ves los pagos del mundo”.

Levantémonos en armas
vamos de nuevo a sufrir,
las conferencias dejarlas
hasta vencer o morir”.

Hoy lo que interesa es otra providencia
a lo que el tiempo depare,
para recibir de la Omnipotencia
lo que del cielo mandare”.

Saldremos, después veremos,
qué descubra el firmamento,
al fin después volveremos
si nos da lugar el tiempo”.

Día treinta de agosto dieron ese grito,
todos en conformidad,
¡Viva nuestra patria y este requisito
de paz, tierra y libertad!

Vámonos a padecer
vamos de nuevo a sufrir,
traidor nunca lo he de ser
por mi patria he de morir.

Salieron de Ayala rumbo a Chinameca
donde se reunieron todos
pidieron permiso con toda presteza
para jugar unos toros.

Dos días de toros jugaron 
nos quedan como recuerdos
y un hombre vil por trasmano
mandó un parte a Morelos.

Aquí en esta hacienda se encuentra Zapata
si lo quieren agarrar,
tiene cuarenta hombres, pero mal armados
ahora se han de aprovechar”.

Fórmenle una entretenida
sin dársela a maliciar,
denle todo lo que él pida
que su día se va a llegar”.

Pusieron violento el parte a Morales
puesto por la presidencia:
A traerme a Zapata se va usted al momento,
se halla en San Juan chinameca”.

Con mucho gusto lo haré,
ahora sí no se me escapa,
hoy mismo le traigo a usted
la cabeza de Zapata”.

Con seiscientos hombres marchó entusiasmado
queriendo igualar al viento
pero sólo Dios, que es dueño de lo creado
no le concedió su intento.

Como a las once del día
por Santa Rita pasaron,
dos hombres iban de guía
al punto donde llegaron.

Hacia una rendija donde dispusieron
dividirse por la altura,
y por La Cañada, doscientos se fueron,
los demás por La Herradura.

Sin saber que el general
había puesto su avanzada,
al pie de un buen tecorral
les preparó su emboscada.

Cuando les mandaron el: “¡Alto, quién vive!”,
Figueroa”, todos gritaron,
con un par de bombas, luego los reciben
para comenzar la loa.

Diez eran los zapatistas
contrarios seiscientos fueron,
pero sus grandes conquistas
con valor las defendieron.

De cada descarga de los zapatistas
diez o doce se tumbaron,
porque ya su gente estaba bien lista
y bien muertos los dejaron.

Los bombazos resonaban
sin cesar cada momento,
los zapatistas peleaban
haciéndoles muchos muertos.

Cuando el general se hallaba gustando
con don Santiago Posadas,
llegó la noticia que el gobierno había dado
y a la hacienda se acercaban.

Se montó en su buen caballo
paso a paso se fue yendo,
con unos cinco soldados
se quedó reconociendo.

Cuando el general divisó el gobierno
que se acercaba al poniente,
echó mano al rifle, se apeó muy sereno,
con cinco les hizo frente.

Lo rodearon cuatrocientos
pero no se acobardó,
le hicieron fuego al momento
y entre ellos se revolvió.

A pocos momentos de que tirotearon
Zapata se despidió,
haciéndoles fuego con tres que quedaron
a los cerros se internó.

Dicen que los derrotaron
porque así corrió la voz,
pero sólo a tres mataron
 contrarios sesenta y dos.

De testigo pongo aquí al siglo veinte
como certero y seguro,
para que nadie noticie el hecho presente
de lo pasado y futuro.

De Zapata estos recuerdos
quedaron siempre grabados,
en todo el plan de Morelos
y los pechos mexicanos.

***
Al triunfo de los maderistas, el presidente interino Francisco León de la Barra inició el licenciamiento de las tropas revolucionarias en el país. 
En el estado de Morelos, las presiones de los hacendados locales, obligaban al licenciamiento de las tropas de Emiliano Zapata, mientras éste se obstinaba en la exigencia del cumplimiento del artículo tercero del Plan de San Luis.
Luego de algunas conferencias entre Francisco I. Madero y Emiliano Zapata, se inició el licenciamiento de las fuerzas en junio de 1911 y se dio a Zapata, de manera no oficial, el cargo de Comandante de Policía Federal del estado de Morelos; cargo que, de hecho, Zapata nunca ejerció.
Al no licenciarse el total de las partidas zapatistas del estado de Morelos, los ataques de la prensa de la ciudad de México se incrementaron, mientras Francisco León de la Barra enviaba al Trigésimo segundo Batallón de Infantería bajo las órdenes de Victoriano Huerta para hacer campaña contra los jefes zapatistas no licenciados de Morelos; de la misma manera, el 11 de agosto, de la Barra suspendió la soberanía del estado.
Por su parte, Zapata, tratando de regresar a su vida comunitaria, contrajo matrimonio en julio, pero fue atosigado por sus enemigos locales, quienes veían en él, luego de la toma de Cuautla, al principal y más peligroso jefe revolucionario de Morelos.
Con la promesa del retiro de tropas federales del estado de Morelos, Zapata logró convencer a los jefes insumisos a deponer las armas para el 22 de agosto; sin embargo, las tropas federales de Huerta y las auxiliares guerrerenses de Ambrosio Figueroa, siguieron ocupando posiciones en Morelos y Zapata se vio obligado a huir a Anenecuilco.
El 30 de agosto, en Villa de Ayala y Chinameca, Zapata sufrió el ataque de las tropas irregulares guerrerenses de Federico Morales y Silvestre Mariscal, “Federico Morales, agente de Figueroa, lo había hecho mal y lo había dejado escapar. Tratando de atrapar a Zapata dentro de los muros de la hacienda de Chinameca, estúpidamente había ordenado una carga contra la guardia de la puerta del frente. Zapata había oído los disparos, y como conocía el terreno de la hacienda, se había escapado del edificio principal y había echado a correr por los cañaverales que quedaban atrás del mismo” [Womack, John. Zapata y la Revolución Mexicana. p. 118].
De la hacienda de Chinameca, Zapata huyó aparentemente al estado de Puebla, sin embargo se remontó a la sierra de Morelos y recomenzó su forzada rebelión.
Los gobiernistas guerrerenses de Ambrosio Figueroa fueron conocidos por los zapatistas como Los Colorados.



(Tomado de: Avitia Hernández, Antonio - Corrido Histórico mexicano (1910-1916) Tomo II. Editorial Porrúa, colección “Sepan cuántos…” #676. México, D.F. 1997)

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domingo, 17 de marzo de 2019

Tragedia de la toma de Zacatecas, 1913




Por las fuerzas Liberales, al mando
De el Jefe Insurgente Natera en junio de 1913

A.C. y J.A.C.C. (?)

Señores, tengan presente
lo que hace poco pasó,
la ciudad de Zacatecas,
Pánfilo Natera la tomó.

Pues el día cinco de junio;
fecha hermosa y refulgente,
se recibió la noticia,
de que se acercaba gente.

Alarma cundió muy pronto,
en todos los corazones,
pero cundió más de a recio,
entre los pobres pelones.

Estos que siempre han tenido,
fama de ser muy valientes,
se han puesto descoloridos,
ante un pueblo de insurgentes.

Y tan luego que supieron,
que el del sitio era Natera,
quisieron volverse leones
mas no hallaron madrigueras.

Por fin Natera se acerca,
con mucho gusto y esmero,
gritándoles a los pelones:
¡Viva Carranza y Madero!”

Aparece por el cerro
de sus guerrillas al frente,
con el valor firme y figno
del Ejército Insurgente.

El combate se empezó
con un valor inaudito,
y en medio de aquel tris-tras:
¡viva Madero! Es el grito.

De la Estación y San Marcos,
los peloncitos huyeron
y por todos esos rumbos
Maderistas se metieron.

Por las calles de San Pedro,
por las casas coloradas,
por la Plaza Villarreal,
destruyeron avanzadas.

El mayor don Carlos Prieto,
en medio de sus temblores,
distribuyó bien su gente
en línea de tiradores.

Esa treta no le vale
su deficiencia se nota
y siente un miedo terrible
presintiendo una derrota.

Y resolvieron a tiempo
escaparse con cautela
y echan a todo correr
derecho a la Ciudadela.

Mas con tan mala fortuna
corrieron los… pelonazos,
que al llegar a dicho punto,
los reciben a balazos.

El Veintiuno federal,
Sufrió una equivocación
se tiroteó con los mismos
compañeros en acción.

De dos a tres de la tarde,
resonaban los cañones.
De las tropas federales
que peleaban como leones

Más el cañón tan terrible,
no detiene al insurgente,
que, con valor invencible,
defiende el pueblo ferviente.

Ni cañones ni metrallas,
detienen al fiel guerrero,
que al grito: “¡Viva Madero!”
rompen las fieras murallas.

Y tiemblan los federales,
a ese grito imponente,
y con todita su gente
corren por los portales.

Por el cerro de la Bufa,
si no es tan falso lo que hablo
echan a todo correr,
como alma que lleva el diablo.

Los maderistas ganaron
esta vez, por lo que veo,
los felicistas perdieron,
la gente corre al saqueo.

Mas Natera no haya justo
que sufran particulares,
pues nomás hicieron fuego
los pelones federales.

Durante el combate rudo,
murieron de ambos partidos
y a todos se dio sepulcro,
con sus honores debido.

Vivan los hombres valientes,
que pelean con corazón,
como son los insurgentes
que pelean Constitución.

Viva la causa tan justa,
que éste pueblo pelea,
restauración de justicia
y la igualdad que se desea.

Que el despotismo se borre,
para siempre, entre los ricos,
que no les valga el dinero,
para tratarnos cual borricos.

Que ante las leyes supremas,
de la gran Constitución,
toditos seamos iguales,
que a nadie se haga favor.

Y que el trabajo incesante,
por el progreso anhelado,
con el orden y la paz,
que reinen en cada estado.

Y el gobierno que emane,
de esta gran Revolución,
sea compatible y benigno,
que oiga siempre la razón.

En fin, aquí me despido,
ya se cansó mi garganta,
esperamos en dios que triunfe,
esta causa sacrosanta.

Los que tal causa persiguen
lleven, por  lema sincero,
un escudo de honradez y el grito
“¡Viva Francisco I. Madero!”


Levantado contra la dictadura huertista, desde el 10 de abril de 1913, el jefe durangueño Pánfilo Natera con su Vigésimo sexto Cuerpo rural se puso a la cabeza de la Revolución en el estado de Zacatecas, ocupando; entre la segunda quincena de abril y el mes de mayo, las poblaciones de Nieves, Jerez, San Miguel de Mezquital y Fresnillo en el estado de Zacatedas y Colotlán, en Jalisco.

A medida que incrementaba su territorio, Natera iba engrosando sus fuerzas con la anexión de los contingentes de los jefes: Pedro Caloca, Roque García, Tomás Domínguez y José Trinidad Cervantes. Sintiéndose fuerte, Natera decidió tomar la ciudad de Zacatecas que estaba guarnecida por 350 de tropa, bajo las órdenes del coronel Miguel Rivera. La acción de Zacatecas se inició desde la población de Calera y el día 5 de junio, en la madrugada, los nateristas iniciaron el ataque, consiguiendo ocupar Zacatecas la noche del 6 de junio; al retirarse los federales hacia la ciudad de Aguascalientes.

Como la toma de Zacatecas conmovió a la opinión pública, por ser la primera capital de estado ocupada por los rebeldes, Huerta envió una columna militar compuesta por 1500 hombres, al mando del general de brigada José Delgado, quien tras combatir el 15 y 16 de junio recuperó la plaza de Zacatecas para la usurpación.


(Tomado de: Antonio Avitia Hernández- Corrido Histórico mexicano (1910-1916) Tomo II)