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lunes, 18 de agosto de 2025

Instrucciones del virrey Enríquez de Almansa

 


El cuarto virrey que tuvo Nueva España, don Martín Enríquez de Almansa, instruyó a sus sucesores sobre lo que convenía hacer para el buen gobierno. Puede decirse que con este virrey se cierra todo un periodo en la vida de Nueva España, pues los problemas que señala son los mismos que se repiten a lo largo de los siglos siguientes:

"Y comenzando por lo más importante, digo que la mayor seguridad y fuerza que tiene esta tierra, es el virrey que gobierna y la Real Audiencia; y lo que más puede sustentar esta fuerza, es que sustenten ellos entre sí mucha conformidad y paz; y tras esto, que traiga siempre tan sujeta a la república, para que ninguno se atreva con las cabezas a cosa que huela a desacato, so pena de castigo ejemplar, cosa que se ha hecho con algunos en mi tiempo, sin ruido; porque cosa cierta es que no puede haber mucha seguridad donde los mayores no fueran acatados y temidos. Y si quiere Vuestra Señoría saber el medio con que entre ambas cosas se puede conseguir, mayormente en esta tierra, digo que vivan bien los que mandan, porque en esto pueden siempre usar su libertad y entrar y salir con ella en todos casos sin temor...

Después de esto, sabrá Vuestra Señoría que aunque juzgan en España que el virrey es acá muy descansado, y que en tierras nuevas no debe haber mucho a qué acudir, que a mí me ha desengañado de esto la experiencia y el trabajo que he tenido y lo mismo verá Vuestra Señoría, porque yo hallo que sólo el virrey es acá dueño de todas las cosas que allá están repartidas entre muchos, y él solo ha de tener cuidado de lo que cada uno había de tener en su propio oficio, no solamente seglar, sino también eclesiástico... Y fuera de esto, no hay chico ni grande, ni persona de cualquier estado que sea, que no sepa acudir a otro en todo género de negocios, sino al virrey... porque hasta los negocios y niñerías que pasan de enojos entre algunos en sus casas, les parece que si no dan cuenta de ellos al virrey, no puede haber buen suceso. Y visto yo que la tierra pide esto, y que el virrey ha de ser padre para todo, y que para ellos ha de pasar por todo esto y oírlos a todas horas, sufrirlos con paciencia me ha sido forzoso hacerlo. Y esto mismo procure hacer Vuestra Señoría.

"Y en acudir a otras obligaciones que sólo son del virrey, que es el amparo de todos los monasterios y hospitales y mucha gente pobre y desamparada, que hay en esta tierra, huérfanos y viudas, mujeres e hijos de conquistadores y criados de Su Majestad; porque pasarían mucho trabajo si el virrey no mirara por todos. Y en lo de los hospitales conviene acudir al de indios de esta ciudad y al de San Juan de Ulúa, porque como el de los indios de aquí tiene nombre de hospital real, y piensan todos que Su Majestad provee lo necesario, acuden pocos a él, y así padece necesidad. Demás de los españoles, después de servirse de los indios, más cuidado tienen de sus perros que no de ellos, y hubieran muchos perecido, así de esta ciudad como de fuera, si no se les hubiera hecho este recurso...

"Ya traerá Vuestra Señoría entendido que de las dos repúblicas que hay que gobernar en esta tierra, que son indios y españoles, que para lo que principalmente Su Majestad nos envía acá es para lo tocante a los indios y su amparo. Y ello es así, que a éstos se debe acudir con más cuidado, como a parte más flaca, porque son los indios una gente más miserable, que obliga a cualquier pecho cristiano a consolerse de ellos. Y esto ha de hacer el virrey con más cuidado, usando con ellos oficio de propio padre. Que es: por una parte no permitir que ninguno los agravie, y por otra no aguardar a que ellos no acudan a sus cosas porque no lo harán; sino dárselas hechas, habiendo visto lo que conviene, como lo hace el buen padre con sus hijos: y e non esto ha de ser sin costa ni gastos, porque los más de ellos no tienen de dónde sacar un real, si no venden, ni sus negocios son de calidad ni cantidad...

"He querido dejar para la postre el tratar a Vuestra Señoría lo que entiendo más le ha de cansar en los negocios, que son las provisiones de cargos de justicia de esta tierra: porque los que piensan que más derechos a ellas tienen, son los nacidos en ella, hijos y nietos de conquistadores, aunque de éstos entiendo quedan pocos; y en efecto de no les dar a ellos los cargos, hacen tanto ruido, que no falta sino poner el negocio a pleito, porque pedir testimonio para ir a quejarse a España, por ordinario lo hacen... Y lo que Su Majestad me mandó fue, pues yo tenía esto presente, que como lo demás lo gobernase, mirando lo que más convenía al servicio de Dios y suyo y bien de la tierra. Y lo mismo haga Vuestra Señoría, sin reparar en quejas..."


(Tomado de: Lira, Andrés - El gobierno virreinal. Historia de México, tomo 6, México colonial. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)

jueves, 11 de abril de 2024

Tojolabales

 


Tojolabales

Representan 6.9% de los indígenas del estado y los principales pueblos donde habitan son Las Margaritas, La Independencia, Altamirano, Ing.  González de León, Saltillo, Ignacio Zaragoza y Comitán. Los tojolabales se dedican primordialmente al cultivo de la tierra, cuyos productos destinan en gran medida al consumo familiar. También tienen un amplio conocimiento de la tradición herbolaria, tanto alimentaria como medicinal. Además, crían borregos para la obtención de lana. Los tojolabales tejen en telar vertical de pedales -en todo México manejado por varones- mientras que las mujeres cardan e hilan la lada.

Como la mayoría de los mayas de las Tierras Altas, las mujeres hilan, tejen y bordan su propia ropa, y su indumentaria consta de falda de colores llamativos, decorada con encajes y listones de colores, blusa bordada también con listones y en la cabeza usan un pedazo de tela del mismo color que su falda. Las mujeres solteras pueden decorarse el cabello con listones de colores, las casadas sólo se peinan con dos trenzas. Esta indumentaria no se comercializa. Los hombres usan ropas contemporáneas, pues los materiales con que se elaboran los trajes típicos son muy costosos.


(Tomado de: Recorridos por Chiapas. Guía visual. Arqueología, Naturaleza e Historia. Arqueología Mexicana, Edición especial #20. Editorial Raíces, México, 2006)

lunes, 18 de marzo de 2024

Lacandones


Lacandones

Se nombran a sí mismos hach winik, que en su lengua significa "gente verdadera". Su cultura es impensable fuera de la selva y su origen no es claro, aunque se dicen descendientes de los mayas de Bonampak, Palenque y Yaxchilán. Un lacandón fue quien en 1946 guió al fotógrafo y cineasta norteamericano Giles Grevilly Healey hasta las ocultas ruinas de Bonampak.

Los lacandones conservan tradiciones, creencias religiosas, lengua, mitología, rituales y técnicas y agricultura semejantes a los de los mayas antiguos. Pero quizá más importante que lo anterior es su adaptación al entorno natural. Visten túnicas blancas hechas de fibra de jonote y algunas de algodón rústico aunque flexible. Están divididos en dos grupos: los del norte y los del sur y los principales pueblos lacandones son tres: Najá y Metzabok o Mensäbäk, en el norte, y Lacanjá Chansayab, en el sur. Najá y Metzabok están situados a orillas de lagos y ahí se desarrollan actividades relacionadas con la pesca. Lacanjá se encuentra en los límites de Montes Azules, cerca de Bonampak, en la mayor área de selva virgen.


(Tomado de: Recorridos por Chiapas. Guía visual. Arqueología, Naturaleza e Historia. Arqueología Mexicana, Edición especial #20. Editorial Raíces, México, 2006)

jueves, 18 de enero de 2024

Choles

 


Choles

Se llaman a sí mismos "winik", "hombre", "varón". Su lengua pertenece a la familia mayense del subgrupo yaxché, al que también pertenecen el tzotzil, el tzeltal, el chontal y el tojolabal. Sin embargo, incluso entre comunidades choles como Sabanilla y Salto del Agua hay variantes lingüísticas.

Los poblados choles se encuentran en la región noreste de Chiapas y representan 12.5% de la población indígena del estado Los principales municipios donde habitan son: Catazajá, Chilón Huitiupan, La Libertad, Salto del Agua, Tila, Tumbalá y Yajalón. La región tiene zonas montañosas, en las que se cultiva café, y valles, uno de los cuales, el de Tulijá, toma su nombre del río del mismo nombre, uno de uno de cuyos afluentes forma en su recorrido las cataratas de Agua Azul.

Además de dedicarse a la agricultura desempeñan diferentes actividades como la artesanía, en especial de bordados. Mientras los ancianos siempre usan la indumentaria tradicional, los más jóvenes solo la llevan en día de fiesta. El traje de los hombres es de manta y consta de calzón y camisa; las mujeres usan falda larga, de azul muy oscuro o negra y adornada con listones de colores a la altura de la cadera, y blusa con flores bordadas.


(Tomado de: Recorridos por Chiapas. Guía visual. Arqueología, Naturaleza e Historia. Arqueología Mexicana, Edición especial #20. Editorial Raíces, México, 2006)

jueves, 14 de diciembre de 2023

Tzeltales

 


Tzeltales

Se autonombran batzil k'op, "los de la palabra originaria" y pertenecen a la gran familia maya. Emigraron de los Altos Cuchumatanes, Guatemala, a los Altos de Chiapas y sus primeros asentamientos se remontan hacia 500 y 750 a.C.; habitan principalmente la parte central de los Altos.

Representan 34% de la población indígena de Chiapas y su mundo se constituye por el cosmos, chul chan, la madre tierra, lum balumilal, y el inframundo k'atimbak. Los principales pueblos tzeltales son: Tenejapa, Ocosingo, Oxchuc, Yajalón, Chilón, Tzimol, Soyatitán, Aguacatenango y Amatenango del Valle.


(Tomado de: Recorridos por Chiapas. Guía visual. Arqueología, Naturaleza e Historia. Arqueología Mexicana, Edición especial #20. Editorial Raíces, México, 2006)

jueves, 16 de noviembre de 2023

Tzotziles

 


Tzotziles 

su nombre deriva de sots'il winik, que significa "hombre murciélago". Viven sobre todo en la región de Los Altos, alrededor de San Cristóbal, por el noreste hasta Simojovel y por el sureste rumbo al río Grijalva (Venustiano Carranza). Colindan al oriente con los tzeltales, al norte con los choles y al norte y poniente con los zoques. Hay una gran migración hacia las ciudades, principalmente a San Cristóbal, y a haciendas o fincas cafetaleras, sobre todo dentro de Chiapas, donde ofrecen su mano de obra, aunque están muy arraigados a su tierra y la migración es sólo temporal. Sus asientos principales son: San Juan Chamula, San Cristóbal de las Casas, Zinacantán, San Pedro Chenalhó, Simojovel, Chalchihuitán, El Bosque, Huixtán, Venustiano Carranza, San Andrés Larráinzar, Pantelhó e Ixtapa.


(Tomado de: Recorridos por Chiapas. Guía visual. Arqueología, Naturaleza e Historia. Arqueología Mexicana, Edición especial #20. Editorial Raíces, México, 2006)

jueves, 26 de octubre de 2023

Zoques

 


Zoques

Los hablantes de zoque representan el 9.1% de los indígenas de Chiapas y aunque su área de ocupación está cada día más restringida incluye los municipios de Amatán, Coapilla, Copainalá, Chapultenango, Francisco León, Ocotepec, Ostuacán, Pantepec Rayón, Solosuchiapa, Tapalapa, Tapilula y Tecpatán. La población zoque de Chicoasén. Tuxtla Gutiérrez, San Fernando y Ocozocouautla se ha reducido considerablemente y sólo se mantiene la identidad indígena en algunas fiestas y costumbres.

La lengua zoque pertenece al grupo mixe-zoque y tiene importantes variantes dialectales. Los zoques se dedican a actividades agrícolas, principalmente al cultivo de maíz, frijol, chile, calabaza, café y cacao; la ganadería, muy extendida en el área, es propia de los ladinos.



(Tomado de: Recorridos por Chiapas. Guía visual. Arqueología, Naturaleza e Historia. Arqueología Mexicana, Edición especial #20. Editorial Raíces, México, 2006)

jueves, 8 de junio de 2023

Mulitas de Corpus

 


Mulitas de Corpus

No siempre Manuel es una "mula", aunque el santo de su nombre aparezca el jueves de Corpus. Antes, abriendo la húmeda neblina bajaron los indios, albarda sobre aparejo, arriando mulas cargadas de mulas. Mas no las sindicales que se venden al halago de curules, sino las otras, que gustan a los niños.

Nomás se oye un llover de pezuñas presurosas y al chico rato están en el atrio de la Catedral, frente a la solemne arquitectura, estas mulitas que el indio -a quien la gracia nace de las manos, como en su cuenco el brote del agua- modela y trenza con hojas de maíz puestas a dorar en brasas pacientes.

Las parsimoniosas mulitas, 5 a 25 centímetros, cruz al casco la medida de su alzada, erguidas las periscópicas orejas, tenso el cilíndrico cuerpo, lacio el rabo, abiertas y plantadas las macizas patas de palo, belfos rumiando discursos de ministerio -¡ji-jau!- llevan al lomo resistente la apreciada carga de sus huacales.

Redondos capulines azabaches, rubios chabacanos táctiles, peras de San Juan y de leche, rojas ciruelas de contenidas mieles; todas en curioso mirar por entre los maderos de sus cárceles pidiendo a gritos !¡comedme! Arriba un qué bien huele crecer de chícharos y claveles.

Al desfile infantil innúmero se le van los ojos. Inditas zalameras de olán azul, huarache sonoro; y frente a la recua vegetal niños morenos de apresurados huacales, blancas calzoneras y paliacates colorados, brillosos remedos del joven Morelos pensando en la patria al paso de su arriería sureña.

Jueves de Corpus. Que no se enoje Manuel por ser tocayo de tanta gracia; que hay otros que lo son de veras y no se dan por entendidos.


(Tomado de: Cortés Tamayo, Ricardo (texto) y Alberto Beltrán (Dibujos) – Los Mexicanos se pintan solos. Juego de recuerdos I. El Día en libros. Sociedad Cooperativa Publicaciones Mexicanas S.C.L. México, D. F., 1986)

lunes, 16 de marzo de 2020

Francisco Rojas González

(1904-1951) Nació en Guadalajara, Jalisco, y murió en la misma ciudad. Sirvió en la Secretaría de Relaciones de 1920 a 1935. Desde 1934 perfeccionó sus estudios étnicos y sociológicos en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, en el que llegó a ser investigador de carrera. Sus frecuentes viajes por diversas regiones del país lo pusieron en contacto directo con núcleos indígenas, experiencias que aprovechó para realizar una obra literaria original y de alto valor estético. Rojas González se dio a conocer como cuentista en 1930, año en que publica Historia de un frac. Aparecen después ...y otros cuentos (1931), El pajareador (1934), Sed. Pequeñas novelas (1937), Chirrín y la Celda 18 (1944), Cuentos de ayer y hoy (1946), El diosero (1952), póstuma colección de cuentos, que refleja la vida y costumbres del indio de México, colocó a su autor entre los cuentistas más sobresalientes de nuestra literatura. Su primera novela: La negra Angustias (1944), tiene la novedad de presentar la intervención de las mujeres en la Revolución. Al tema indigenista pertenece su segunda novela: Lola Casanova (1947), y se refiere a la vida de los indios seris, del Estado de Sonora.

(Tomado de: González Peña, Carlos - Historia de la literatura mexicana. Desde los orígenes hasta nuestros días. Editorial Porrúa, Colección "Sepan cuantos..." #44, México, D.F., 1990)

miércoles, 14 de agosto de 2019

Lerdo de Tejada y los indígenas, 1872-1876



Los indígenas bajo la administración de Lerdo de Tejada


Los grupos indígenas del país produjeron en los años que nos ocupan [1872-1876] varias alteraciones. En el norte, comanches y apaches, que escapaban de la cacería que el general norteamericano Sheridan había decretado contra ellos, asolaban ranchos y aldeas, asesinaban hombres y niños, raptaban a las mujeres, robaban el ganado y hacían imposible la vida desde Sonora a Tamaulipas. Destacamentos militares establecidos en los estados fronterizos, así como también en Yucatán, trataron de detener los avances, latrocinios y homicidios que los indios cometían. Hombres influyentes, como los Terrazas de Chihuahua y García Morales en Sonora, hicieron frente a la situación, organizando grupos de milicias, a los que dotaron de armas e implementos para la persecución de los malhechores. El mejor aliado que por entonces se tuvo para combatir ese flagelo lo representaron otros grupos indígenas, como el de los kikapoos, que llegó en 1859, dio guerra a los comanches y logró contenerlos. El gobierno les otorgó tierras en Chihuahua y más tarde ante el acoso de los texanos al mando de McKencie a esos indios, se les trasladó a Durango en donde todavía habitan consagrados a la agricultura.


En el noroeste fueron los pápagos, los opatas y pimas quienes resistieron a los apaches, más la situación de peligro no cesó del todo y la tranquilidad de Sonora, Sinaloa y Baja California no era muy efectiva. En el occidente Manuel Lozada, el 17 de enero de 1873, lanzó su Plan Libertador de los pueblos unidos de Nayarit, se declaró en franca rebeldía contra el gobierno de Lerdo, rebelión que sólo termina con la muerte de Lozada el mes de julio de ese mismo año.


Por el sur, alejados de todo centro cultural, sin ninguna vía de comunicación, dentro de selvas oscuras y primarias, indios esclavizados, sometidos a todos los vejámenes de hacendados, funcionarios y militares mantenían un nivel de vida infrahumano.


En Chiapas los chamulas practicaban aún el sacrificio humano copiando la crucifixión como forma de holocausto. El castigo que se les impuso provocó la guerra de castas que se contuvo en 1873 con resultados sangrientos muy crecidos. San Cristóbal, Simojovel y Chilón sufrieron durante largos meses la furia incontenible de los indios que en ese momento volcaban su odio concentrado de siglos sobre sus opresores, blancos y ladinos. En Yucatán, aunque la guerra de castas surgida dos décadas atrás había cesado, aún no se extinguían los rescoldos de la misma. Buena parte de los indios sublevados, para escapar de la muerte o de su venta como esclavos a Cuba, prefirió internarse en la selva y vivir en una rebelión latente. Chan Santa Cruz, la capital de los rebeldes, no fue sujeta ni por liberales ni por los imperiales y en 1872 produjo nueva explosión rebelde que puso en peligro a Valladolid y alertó al gobierno que destacó fuerzas para contenerlos.


Los indios llamados cruzoob, apoyados por los ingleses de Belice, quienes les dotaban de parque y armas, asaltaban haciendas y pequeños poblados robando y matando sin cesar. La República Restaurada no pudo dominar ese foco de rebeldías y de inseguridad. Correspondió al régimen de Porfirio Díaz acabar con dureza y en forma definitiva con ese problema.


(Tomado de: Torre Villar, Ernesto de la - La administración de Lerdo de Tejada (1872-1876). Historia de México, tomo 10, Reforma, Imperio, República. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)

lunes, 25 de marzo de 2019

Carnaval y ayuno


¿A dónde iría usted a meditar -nos preguntaron- durante la próxima Pascua? De hacerlo, probablemente sería un lugar donde Cristo se llama “Quanamoa”, “nuestro Redentor”, y los hombres pasan por una auténtica penitencia voluntaria, pero cruel, durante tres días. Un lugar cerca de la más bella y alta laguna esmeralda que hayamos visto, entre barrancas y sierras nubladas, tan oculto y diminuto que en conquistador hispano tardó doscientos años antes de poder llegar ahí.


Es un reino cora, es decir, un pueblo en extinción. Lástima. Su pureza en el concepto de la vida podría hacer escuela en el mundo si se diera a conocer.


Aquí todavía se ven cuerpos pintados, de pies a cabeza, y los hombres, para poder ser bautizados deben ser “judíos” durante un par de semanas (y como tales tratados por los demás). Se está en medio de una civilización virtualmente extinguida pero tan lúcida que su mezcla de paganismo y cristianismo parece ser la perfecta transacción espiritual que satisface a todos por igual.


El lugar se llama Santa Teresa, Nay., al este de Acaponeta, y lo bastante remontado en la Sierra Madre como para desanimar al turista ocasional. La Semana Santa aquí se observa con carnavales y con ayuno, agotantes penitencias y un baño colectivo, al amanecer, en las heladas aguas del río que baja de la montaña helada.


Y la laguna esmeralda, su laguna sagrada, es un cuenco o cráter volcánico, sin peces pero con tortugas; “es todo lo que quedó después de la inundación que ahogó a todo el mundo”, aseguran los coras. Y en realidad, desde el paisaje hasta los héroes que lo habitan, todo hace pensar y meditar...


(Tomado de: Mollër, Harry. México Desconocido. INJUVE, México, D. F., 1973)



sábado, 2 de febrero de 2019

Miguel Hidalgo, Decretos en favor de Indios y Castas


Don Miguel Hidalgo y Costilla (1753-1811) realizó en la ciudad de Guadalajara una labor legislativa de primera importancia debido a su contenido social, en favor de los grupos que ocupaban las capas más bajas de la población, quienes, dicho sea de paso, nutrían los contingentes que acaudillaba.

Don Miguel Hidalgo y Costilla, Generalísimo de América, etc.

Por el presente mando a los jueces u justicias del distrito de esta capital, que inmediatamente procedan a la recaudación de las rentas vencidas hasta el día, por los arrendatarios de las tierras pertenecientes a las comunidades de los naturales, para que enterándolas en la Caja Nacional se entreguen a los referidos naturales las tierras para su cultivo, sin que para lo sucesivo puedan arrendarse, pues es mi voluntad que su goce sea únicamente de los naturales en sus respectivos pueblos.

Dado en mi cuartel general de Guadalajara a 5 de diciembre de 1810.

Miguel Hidalgo, Generalísimo de América.

Por mandato de Su Alteza.

Lic. Ignacio López Rayón, Secretario.


Don Miguel Hidalgo, Generalísimo de América, etc.

Desde el feliz momento en que la valerosa nación americana tomó las armas para sacudir el pesado yugo que por espacio de tres siglos la tenía oprimida, uno de sus principales objetos fue exterminar tantas gabelas con que no podía adelantar su fortuna; mas como en las críticas circunstancias del día no se pueden dictar las providencias adecuadas a aquel fin, por la necesidad de reales que tiene el reino para los costos de la guerra, se atiende por ahora a poner el remedio en lo urgente por las declaraciones siguientes:

1ª. Que todos los dueños de esclavos deberán darles la libertad, dentro del término de diez días, so pena de muerte la que se aplicará por transgresión de este artículo.

2ª. Que cese para lo sucesivo la contribución de tributos, respecto de las castas que lo pagaban y toda exacción que a los indios se les exija.

3ª. Que en todos los negocios judiciales, documentos, escrituras y actuaciones, se haga uso del papel común quedando abolido el del sellado.

4ª. Que todo aquel que tenga instrucción en el beneficio de la pólvora, pueda labrarla sin más obligación que la de preferir al gobierno en las ventas para el uso de sus ejércitos, quedando igualmente libres todos los simples de que se compone.

Y para que llegue a noticias de todos y tenga su debido cumplimiento, mando que se publique por bando en esta capital y demás villas y lugares conquistados, remitiéndose el competente número de ejemplares a los tribunales, jueces y demás personas a quienes corresponda su cumplimiento y observancia.

Dado en la ciudad de Guadalajara, a 6 de diciembre de 1810.

Miguel Hidalgo, Generalísimo de América.

Por mandato de su Alteza, Lic. Ignacio Rayón, Secretario.


(Tomado de: Álvaro Matute – Antología. México en el siglo XIX. Lecturas Universitarias #12. Universidad Nacional Autónoma de México, Dirección General de Publicaciones, México, D.F., 1981)



jueves, 15 de noviembre de 2018

Urbanidad a la mexicana II

[El carácter de los indígenas]

El carácter de las tribus que tuve oportunidad de tratar no es, en lo general, franco y abierto, sino cerrado, desconfiado y calculador. El indio no solamente levanta ese muro de defensa contra los miembros de otra tribu y contra los descendientes de sus opresores, lo cual sería muy natural; sino también contra su propia gente. Esta tradición está en su lenguaje, en sus maneras y en su historia. De esta suerte, las salutaciones de los indios entre ellos, especialmente las de las mujeres, son todo un galimatías de deseos y de preguntas sobre la salud, repetidas monótona e indiferentemente por los dos lados, aun sin mirarse una a la otra, y a veces sin detenerse. El indio que desea obtener algo de otro, nunca se lo pide directamente o sin rodeos; primero le hace un pequeño regalo, en seguida elogia esto o aquello, y al final formula su deseo. Si un indio tiene algo que preguntarle al juez o al alcalde de su aldea, y aun cuando su demanda sea plenamente justificada, quien por supuesto es también un indio como él, y posiblemente un pariente suyo, primeramente envía a un íntimo amigo con una botella de aguardiente o con una gallina gorda para asegurarse de que el funcionario que recibirá tal presente lo recibirá de buen grado. A menudo acudieron a verme grupos de vecinos de las aldeas indias para pedirme consejo acerca de sus problemas locales; tales grupos constaban de diez o doce personas, por el temor de que un solo emisario pretendiera sacar provecho del asunto en alguna forma. El grupo entero entraba en mi cuarto, un indio tras otro, y a la cabeza iba un gran dignatario que llevaba la voz; cada uno de los visitantes llevaba en la mano algún presente. El que hacía las veces de jefe comenzaba cumplimentándome con una serie de reverencias y diciendo: “Buenos días, padre, ¿cómo está usted?, ¿cómo está nuestra madre, su esposa, y los niños? Vea usted: le traemos esta nimiedad, es pequeña, porque somos pobres; pero debe tomarla por nuestro buen deseo, más que por lo que es.” En seguida, todos se acercaban para entregarme aves, huevos y diversas frutas. Era totalmente inútil que yo rehusara. Respondía: “Usted conoce a mis hijos. Yo no puedo aceptar esto. Si puedo serles útil a ustedes, los atenderé con mucho gusto. Guarden sus regalos y díganme lo que desean.”

“No, padre, no hablaremos si usted rechaza estas cosas…” al terminar el diálogo, y después de que la honorable embajada de vecinos era invitada a sentarse, los mayores se acomodaban en el piso, en semicírculo, a pesar de que no faltaban las sillas; sólo el portavoz permanecía de pie y por medio de un discurso cuidadosamente estudiado exponía sus deseos, mientras los demás asentían de vez en cuando con la cabeza como para reforzar las palabras del que hablaba.

En sus negociaciones los indios actúan como verdaderos diplomáticos, y les gusta expresarse con ambigüedad, con el objeto de poder después interpretar con ventaja para ellos todo cuanto se hubiere hablado. En los tratos con ellos, uno debe tener en cuenta que todas las condiciones sean especificadas de manera precisa.

Si después de una transacción de esta índole usted les ofrece una copa de ron, todas las caras se iluminan y unos y otros se intercambian miradas significativas; ellos prefieren tomar licor fuera de la puerta, y el hombre que regresa con su vaso vacío ciertamente sabe cómo expresar su gratitud en forma tal que pueda asegurarse una segunda copa.
(Tomado de: Carl Christian Sartorius – México hacia 1850)

miércoles, 22 de agosto de 2018

El “puesto” de semillas

El “puesto” de semillas



A cada iglesita llega su fiestecita. Así, alguna vez, la honradez mediante, llegará la suya al Mezquital, región miserable por causa de la naturaleza y la rapacidad de quienes han sido encargados de ayudar a su progreso. Mientras esta fiestecita no llegue seguirá llegando hasta la presuntuosa vorágine metropolitana la indita del Mezquital, a “instalar” su puesto de semillas.

Todos la hemos visto. Una manta gris sobre el suelo de la acera; sobre la manta pequeños ayates, o cazuelas, o montoncitos solos con la mercancía, y ella enfrente, estática como ídolo, sentada horas y horas entre la tarde violenta de sol y de aire, polvo y moscas; comiendo de la nada, y mamando de la nada que su madre ha comido, un invariable crío.

Viste blusa y falda de manta “hecha garras”, que apenas separa una faja colorida, único adorno.

-¡Vamos a comprar frutas secas!, exclama con alboroto, pero con ironía la gente humilde cuyos dineros no alcanzan a comprar manjares prohibidos. Las frutas secas de mentirijillas son las que la indita –nómada y sedentaria- vende en las esquinas de los barrios apartados y despacha con la parva medida de un platito de juguete. ¡Ah!, son las quebradizas pepitas tostadas; los apiloncillados burritos de maíz; las incitantes aunque tercas habas; los crujientes garbanzos; los enchilados cacahuates; los tímidos huesitos de capulín; el trigueño pinole…

Y la gente pobre, menos pobre que la semillera, se mete al cine a emprender el despreocupado orfeón de sus incansables mandíbulas.


(Tomado de: Cortés Tamayo, Ricardo (texto) y Alberto Beltrán (Dibujos) – Los Mexicanos se pintan solos. Juego de recuerdos I. El Día en libros. Sociedad Cooperativa Publicaciones Mexicanas S.C.L. México, D. F., 1986)

viernes, 30 de marzo de 2018

Marcos Cipac




Primer pintor indio conocido. Alcanzó fama hacia 1555 al realizar varias obras en colaboración con Pedro Chachalaca, Francisco Xinmámal y Pedro de San Nicolás, también de raza indígena. La más importante fue el retablo de la capilla abierta de San José de los Indios, en el convento de San Francisco de México, mencionado por Bernal Díaz del Castillo. También hizo los murales del técpan de Tlatelolco, con retratos y genealogías de los señores indígenas. Según testimonio de fray Francisco de Bustamante, provincial de los franciscanos en 1556, fue Cipac quien pintó la imagen de la Virgen de Guadalupe que se venera en el Tepeyac. Este dato consta en la Información que fray Alonso de Montúfar, segundo obispo de México, mandó levantar ese año con motivo del sermón que Bustamante pronunció en la capilla de san José de los Naturales del convento de san Francisco, en presencia del virrey Luis de Velasco, de la Real Audiencia y de numeroso público. Entre otras cosas, dijo el provincial que “la devoción que esta ciudad ha formado en una ermita e casa de Nuestra Señora que han intitulado de Guadalupe, es en gran perjuicio que los naturales porque les da a entender que hace milagros aquella imagen que pintó el indio Marcos”.

(Tomado de: Enciclopedia de México, tomo 1)