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lunes, 27 de diciembre de 2021

Facultades del virrey Mendoza

 


El primer virrey de Nueva España, don Antonio de Mendoza, fue nombrado en 1529, pero hasta 1535 no se trasladó al reino que iba a gobernar. Se le dieron amplias facultades para que pudiera ejercer la representación personal del rey que se le encomendaba. He aquí una parte del documento en que el rey especificaba el alcance y calidad de su autoridad:


"... Por esta nuestra carta mandamos al presidente y oidores que al presente  residen en la ciudad de México... y al nuestro capitán general y capitanes de ella, y a los consejos, justicias e regidores, caballeros y escuderos oficiales e omes buenos de todas las ciudades, villas y lugares de la dicha Nueva España, que al presente están pobladas e se poblaren de aquí adelante, que sin otra larga ni tardanza alguna, e sin más requerir ni consultar... vos hayan, reciban o tengan por nuestro visorrey e gobernador de la dicha Nueva España e sus provincias, e vos dejen y consientan libremente usar y ejercer los dichos oficios por el tiempo que como dicho es, nuestra merced e voluntad fuere, en todas aquellas cosas e cada una de ellas entendáis que a nuestro servicio y buena gobernación, perpetuidad y noblecimiento de la dicha tierra e instrucción de los naturales viéredes que conviene, para usar y ejercer los dichos oficios, todos se conformen con vos y vos obedezcan, y con sus personas y gentes vos den y hagan dar todo el favor y ayuda que les pidiéredes y menester hubiéredes, y en todo vos acaten y obedezcan...

"E otro si, es vuestra merced, que si vos el dicho don Antonio de Mendoza entendiéredes ser cumplidero a nuestro servicio e a la ejecución, que cualquier persona que ahora está o estuviere en la dicha Nueva España, tierras e provincias della, se salgan y no entren ni estén en ella, les podéis mandar de nuestra parte y lo hagáis de ella salir..."


En las instrucciones que llevaba se le encargó que ejerciera el cargo de capitán general, hasta entonces desempeñado por Hernán Cortés, y recontara los veintitrés mil vasallos que se te habían otorgado al conquistador cuando se le había hecho marqués del valle de Oaxaca. También se le ordenó que vigilara a los encomenderos y redujera las cargas de tributos y servicios que pesaban sobre los indios, según conviniera a su buen tratamiento. Todo esto estaba encaminado a moderar el poder que habían ganado los conquistadores de la tierra.

Por otra parte, se le encomendó que controlara a los eclesiásticos, a los cuales debía dirigirse bajo la forma de ruego y encargo, por el respeto de su fuero; cuidando de que no agraviaran a los habitantes y deshaciendo, como presidente de la Audiencia, aquellos agravios que habían cometido. También se le avisó que las órdenes religiosas no debían recibir tierras ni construir monasterios sin el "pase" del Consejo de Indias.


(Tomado de: Lira, Andrés - El gobierno virreinal. Historia de México, tomo 6, México colonial. Salvat Mexicana de Ediciones, S.A. de C.V. México, 1978)

miércoles, 2 de mayo de 2018

Juan Vicente de Guémes Pacheco de Padilla Horcasitas y Aguayo



Segundo Conde de Revillagigedo, fue el quincuagésimo segundo virrey, de 1789 a 1794; tomó posesión del virreinato de la Nueva España el 17 de octubre de 1789, en la Colegiata de Guadalupe.

Revillagigedo nació en la Habana, hizo sus estudios y carrera militar en las tropas de la Casa Real. La firmeza de su carácter y la prudencia fueron las dotes que desplegó durante su gobierno.



El 24 de octubre al dar principio su administración sucedió un acontecimiento que consternó a los habitantes de la colonia. Don Joaquín Dongo, acaudalado vecino, de esta muy noble ciudad amaneció asesinado junto con su cuñado, cuatro dependientes, el cochero y otros cuatro criados. De la caja de caudales se llevaron una gran cantidad de dinero y alhajas, no dejando huellas ni sospechas de quienes podían haber sido los autores del salvaje crimen.

El virrey dictó apremiantes órdenes para esclarecer el delito y después de una gran actividad de las autoridades, lograron la aprehensión de los criminales, siendo estos tres españoles llamados Felipe Aldama, Joaquín Blanco y Baltazar Quintero. Se les formó un proceso en el que confesaron su delito, se recuperaron las alhajas y el dinero, siendo sentenciados a sufrir la pena de “garrote”, acto que se llevó a cabo en la Plaza de Armas el 7 de noviembre en un cadalso enlutado.


Revillagigedo dictó beneficios para hermosear y limpiar la ciudad de México, la que más tarde se le consideró como la más bonita del Nuevo Mundo: mandó asear el Palacio y desalojar a los puestos de comidas que aquí había; prohibió severamente arrojar basura en las calles; mandó a recoger los cerdos y vacas que vagaban por las calles de la ciudad; mandó empedrar las principales calles; construyó atarjeas y tapó varias acequias.



Pidió prestados ciento cincuenta mil pesos para continuar su obra; pidió al sabio José de Alzate perfeccionara el estudio sobre la seda silvestre para favorecer al indígena; el 17 de diciembre de 1790 al estar ejecutando obras en la Plaza Mayor, se encontró la famosa piedra Tonalamatl, el “Calendario Azteca”, ordenó el virrey fuera enviada al arqueólogo don Antonio de León y Gama para su estudio y descripción de los jeroglíficos; mejoró el servicio de correos en todo el país, aumentando las estafetas a lugares muy remotos y las diligencias conducían correspondencia y bultos grandes.

Ordenó se efectuara en todo el país un censo de población, el que dio por resultado que en el año de 1795 la Nueva España contara con 4,483,569 habitantes. Estos datos fueron minuciosamente mandados a tomar por los Intendentes y Gobernadores de las provincias.


Por su honradez, manejó los fondos públicos y la actividad que desarrolló en bien de la capital de la Nueva España, se conquistó muchos enemigos, los que confabularon promoverle un juicio de residencia. El Ayuntamiento presentó una requisitoria muy terrible. El Consejo de Indias recibió el proceso y este tribunal falló la Inculpabilidad condenando a los regidores de México, al pago de costas por haberle formado inicua acusación.


Revillagigedo no llegó a saber de su rehabilitación, pues triste y colmado de desengaños entregó el bastón de mando el 12 de julio de 1794, muriendo el 12 de mayo de 1799. El rey Carlos IV, para honrar su memoria, le dio la recompensa del título de Grande de España con derecho a sus descendientes.


(Tomado de: Casasola, Gustavo – 6 Siglos de Historia Gráfica de México 1325-1976. Vol. 2. Editorial Gustavo Casasola, S.A. México, 1978)