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miércoles, 12 de agosto de 2020

Fray Jacobo Daciano


Nació en Dinamarca hacia fines del siglo XIV, de sangre real, aunque es por ahora imposible fijar su parentesco con los reyes de Dinamarca, quienes lo eran por aquellos años también de Suecia y Noruega. En los tres países reinó de 1448 a 1481 Cristián de Oldemburgo y le sucedió en 1481 su hijo Juan hasta 1513. Para entonces Jacobo era ya fraile de la Orden de Menores Franciscanos y había renunciado a todos sus honores nobiliarios. Hizo magníficos estudios humanísticos y teológicos. Sabía perfectamente latín, el griego y el hebreo. Por algunos años enseñó y luego le encargaron el gobierno de la Provincia Escandinava, que los franciscanos nombraban "de Dacia" o "Dania". De ahí que el religioso no sólo no llevará título nobiliario, pero ni siquiera apellido, por lo cual se le reconoce por Jacobo de Dacia o Daciano.  (Aún acreditados historiadores confunden la Dacia de fines del Renacimiento con la provincia romana Dacia, y lo hacen nacer en los países del Bajo Danubio). También es pura imaginación la que lo hace concuño de Car!os V por haberse casado Cristián II de Dinamarca (1513-1523) con Isabel, la hermana del Habsburgo. Tendría que haber sido hijo del rey Juan, pero los cronistas nunca dicen que fuera hijo del monarca danés. Aseguran, eso sí, que era de sangre real, de la casa de Dinamarca o Dacia.
El gobierno despótico de Cristián II rompió la unión de Kalmar. Suecia se volvió a separar. Además, durante su reinado (1513-1523), ardió el Imperio alemán en las primeras luchas religiosas luteranas. El incendio se propagó rápidamente en la región oriental por la apostasía del Gran Maestro de la Orden Teutónica y la división religiosa vdel Obispado de Brandenburgo. Casi toda la población entró en una verdadera guerra religiosa que pronto pasó a la vecina Dinamarca. El príncipe Jacobo, provincial a la sazón de los franciscanos, tuvo que tomar parte muy principal en las disputas religiosas y aún escapar de un atentado contra su vida. Cuando el mismo rey huyó, también él optó por expatriarse a España. Debió de ser en 1525 o poco después cuando se presentó al Emperador Carlos V para pedirle que lo enviara de misionero a las Indias. Este aceptó y le facilitó el viaje a la Nueva España. Debió de pisar playas mexicanas entre 1525 y 1528. De lo escrito por él, Beristáin sólo halló en el convento de Tlatelolco el registro de una disputa tenida al estilo escolástico entre fray Jacobo y fray Juan de Gaona años después. Se saca de allí que la primera impresión de fray Jacobo fue poco favorable: le pareció que se procedía muy a la ligera en la fundación de la Iglesia por la falta de obispos y sacerdotes, por no permitir los frailes que los indios comulgaran, por no proceder ya, cuanto antes, a preparar jóvenes indios bien dispuestos al sacerdocio. Quizá está insatisfacción determinó a fray Jacobo a pedir pasar a Michoacán en donde aprendió el tarasco y en donde, según los cronistas franciscanos, fue el primero en dar la sagrada comunión a los indígenas tarascos. Su ejemplo evangélico era innegable por pobreza, austeridad y consagración al apostolado de los indios. Lo nombraron guardián del convento de Tzintzuntzan, que era todavía la principal población tarasca. Años después le encargaron la dirección de los Conventos incipientes de Coeneo y Zacapu, en donde siguió bautizando millares de indígenas y también organizándoles sus pueblos. A sus buenos éxitos se debió el que le confiaran en 1541 el pueblo de Tarecuato, ya casi en los confines con el actual Estado de Jalisco, que al mismo tiempo que a Michoacán, acababan de erigir los franciscanos en Custodias. Por cierto que de los rarísimos documentos que se han conservado con la firma de fray Jacobo, uno está suscrito en Guadalajara el 20 de mayo de 1555 por el custodio fray Ángel de Valencia y los cuatro definidores (o asesores), entre los cuales estaba Daciano. Se trata de una valiente y enérgica representación al emperador en la que le piden conventos para esas tierras nuevas, y el envío de misioneros y de obispos que "no sean de pompa"; denuncian, además, los abusos de los oidores, los licenciados Contreras y de la Mancha. Fray Jacobo parece haber llegado a Tarecuato ya en 1541, y desde entonces se consagró a esa comunidad de tarascos, a su convento y a su templo. Lo consideraron siempre fundador de la población y no hace mucho conservaban aún su recuerdo con extraordinario cariño. Aseguran que guardan todavía allí su báculo. Parece que murió en 1574, ya muy anciano. Es curioso que sólo se halle mención de tan extraordinario personaje en los cronístas franciscanos: Mendieta, Guzmán, Torquemada, de la Rea y Beaumont, y una breve biografía en  Espinosa. Nada en otras fuentes.


(Tomado de: Enciclopedia de México, Enciclopedia de México, S.A. México, D.F. 1977, volumen III, Colima-Familia)

viernes, 8 de marzo de 2019

De las lagunas que tiene Michoacán





De las lagunas que tiene Michoacán y del pescado que se coge en ellas.


Hame movido a escribir por menor y por mayor esta provincia, del descuido que veo (si no le llamo cuidado) en todos los historiadores y aun en sus mismos naturales, que siendo justo trofeo de una monarquía la conservación de sus memorias, en la de Michoacán hallo tan postrada esta costumbre, que no sé si la llame desgracia o mal correspondida; porque los pocos que han escrito de ella van tan suscritos, que dejan lo precioso y se contentan con apuntarlo. Pero discúlpoles con lo mismo que a mí me pasa; que no habrán tenido noticia ni relaciones por haberlas despreciado el tiempo, para que el olvido celebre en sueños lo que yo lloro en aquesta historia.

La principal laguna que tiene esta provincia es la de Pátzcuaro, en cuyo contorno estuvo en su primer fundación la gruesa de la gente, y la corte del gran Caltzontzi. Y así no hubo palmo de tierra que no estuviese poblado, y aún hoy que no hay casi gente, se han conservado muchos pueblos como son; la ciudad de Tzinzunzan, cabeza del reino, que está a la orilla de la misma laguna, batida de las aguas, tributándole la antigua obediencia de los reyes y monarcas que ordinariamente tuvieron allí su asistencia. Es ciudad de casi doscientos vecinos, tiene un convento de nuestra orden muy suntuoso. De aquí tres leguas está la ciudad de Pátzcuaro, muy poblada de españoles, donde estuvo antiguamente la silla episcopal, y tiene conventos de la orden de San Agustín, la Compañía de Jesús y San Francisco. Con una iglesia parroquial de mucho porte y consideración. Es ciudad de mucho trato, con que el concurso es numeroso y la población razonable. De aquí al pueblo de Erongaríguaro hay otras tres leguas, es hoy razonable y tiene un convento de los mejores en la provincia. Prosiguiendo la vuelta, cinco leguas de aquí está el convento y pueblo de San Andrés Isirondaro, y aquí media legua, el de san Gerónimo Purenchécuaro, ambas a dos guardianías, y luego tres leguas, el pueblo de San Fe, Retorazgo, que provee la catedral de esta iglesia. De aquí se sigue a dos leguas el pueblo de Cocupao, con su iglesia, muy ameno. Y de aquí a la ciudad de Tzintzunzan una legua, con que se cierra la orla de esta gran laguna, y según el cómputo de estas leguas son quince las de su contorno. Es muy profunda, y se coge infinito pescado blanco, muy sabroso y saludable, y otros géneros. Esta laguna fue el depósito de los ídolos de oro y plata y piedras preciosas, que nuestros frailes debelaron en la fundación del evangelio. Navégase en canoas, y hace en medio una isleta por punto céntrico de tan vistosa circunferencia, donde está fundado un pueblo llamado S. Pedro Jarácuaro, con su iglesia, y se visita y administra del pueblo de Erongarícuaro. Aquí se van a recrear de todas aquestas partes.

Enfrente de ésta está otra, hacia la parte septentrional, llamada la laguna de Sirahuén, en lugar más alto, adonde los reyes y señores, se retiraban al recreo y alivio de sus negocios. Es profundísima, y tiene de boj dos leguas, y se coge gran suma de pescado blanco. No se navega, porque en medio hace un remolino tan rápido que se sorbería un monte. Es tradición de los naturales que se comunica con la de Pátzcuaro. Respecto de ésta, hacia el oriente está la de Cuitzeo, laguna muy grande si bien de pocos años a esta parte ha crecido mucho por las vertientes de los cerros que la rodean. Y así no es muy profunda. Es la cabeza de esta laguna, doctrina y administración de los padres de S. Agustín. Siete leguas de ésta, hacia el mediodía, cae la laguna de Yurirapúndaro, en que se coge mucho pescado para proveer la mayor parte de chichimecas. Hacia el poniente está la laguna de la Magdalena con tres leguas de circuito y mucho pescado. Y media legua de ésta, está la Quitupa, muy profunda y con quien se comunica por ocultos rumbos de la tierra.

Dos leguas del pueblo de Tzacapo está un cerro en cuya cumbre está labrado un vaso tan perfecto, que sólo la naturaleza pudo ser artífice de su fábrica, porque todo el cerro es redondo y dentro hueco y lleno de agua, y desde el borde a los labios del agua, hay como un tiro de piedra, tan liso y tan peinado, que es muy dificultoso bajar, y en todo el circuito, no hay una hebra de zacate, por ser hueco y no tener virtud para producirlo; tiene la latitud como tiro y medio de arcabuz a cuyo respecto es la redondez, porque no ha sido posible el medirla. Las aguas son clarísimas y deleitosas, y así ha movido a admiración, a cuya novedad han ido de muchas partes a verlo. Llámase la Sierra del Agua; háse pretendido sacar a tajo abierto; pero no han podido, por no ser voluntad del que lo puso en términos tan precisos.

Debajo de este cerro cae la ciénaga de Tzacapo donde hay lagunas profundísimas con infinito pescado. De esta ciénaga tiene su nacimiento el río de Angulo, que discurriendo hacia el norte, se incorpora como dijimos, y al darle vistas se precipita de un cerro muy alto con tanta violencia, qe abajo entre el golpe del agua y el peñasco, se pasa a pie enjuto. En esta ciénaga hay infinita cantidad de patos, y así veremos que toda esta provincia no tiene palmo de tierra que no sea fértil y abundante, así de caza como de pescados. Fuera de los ríos y lagunas, tiene muchos baños calientes, particularmente los camosos [sic] de Chucándiro que sanan de todas las enfermedades, salvo las bubas, que en entrando en ellas es ciertísima la muerte.

(Tomado de: Fray Alonso de la Rea. Chronica de la Orden de N. Seraphico P. S. Francisco Prouincia de S. Pedro y S. Pablo de Mechoacan… México, 1643. Tomado a su vez de: Federico Gómez de Orozco (comp.) - Crónicas de Michoacán. Biblioteca del Estudiante Universitario #12, Dirección General de Publicaciones, UNAM, México, D. F. 1991)

martes, 29 de mayo de 2018

Catedral de Morelia



Michoacán ha tenido cinco Catedrales: la primera, por Cédula real del 20 de septiembre de 1537, al disponer la reyna de España que se construyera la Catedral a juicio del virrey Antonio de Mendoza y de don Vasco de Quiroga, habiendo elegido la población de Tzinzunzan, un lugar muy habitado.

La segunda por cédula Real del 26 de agosto de 1539, fue trasladada a la ciudad de Pátzcuaro, que en aquella época, era un barrio de Tzinzunzan a la vez recreo de los reyes tarascos y por haber encontrado mejores condiciones.


La tercera el rey Carlos V expidió una Cédula Real el 11 de marzo de 1550, para edificar un gran templo, el cual quería Vasco de Quiroga tuviera suficiente espacio para recibir a los fieles, pero fue suspendida la obra al saberse lo falso del terreno por la proximidad de las aguas.


La cuarta, al ser trasladado el obispado a la ciudad de Valladolid en 1579, se escogió uno de los templos para sede del obispado.


La quinta, la actual Catedral se inició en 1640 y quedó terminada en 1744, destacándose majestuosamente en la bella y próspera ciudad.


(Tomado de: Casasola, Gustavo – 6 Siglos de Historia Gráfica de México 1325-1976. Vol. 2. Editorial Gustavo Casasola, S.A. México, 1978)